Como ya he dicho varias veces, la razón por la cual NUNCA hay que violar derechos personales en nombre de la seguridad (como lo creyeron Videla, Buch y Dick Cheney) es que una vez que violas el debido proceso, y secuestras, matas y torturas, todo en nombre del bien, entonces has desatado un infierno que tú pensabas que podías controlar.
Lo mismo en nombre del virus. Se
ha cruzado una línea que jamás debía cruzarse. No importa qué tan virulento sea
un virus. Los derechos individuales no deben nunca (nunca: NUNCA) quedar
sujetos a la arbitrariedad de médicos y políticos. Ellos no son los dueños de
otros seres humanos. No son dueños de una nueva granja de esclavos a los que
cuidan “por su bien”.
Las inevitables consecuencias no
intentadas ya se ven por doquier. La violencia y la arbitrariedad policial, el
reglamentarismo bestial de diversos funcionarios, la banalidad del mal de sus
respuestas, propias de toda dictadura, no son “excesos” a una regla buena en
sí misma. Son consecuencias propias y necesarias de toda dictadura, de todo
poder ilimitado, ahora y siempre.
Pero……… ¿Por qué el “pero”?
Porque, lamentablemente, no deberíamos sorprendernos de nada. ¿Qué se puede
esperar de sociedades -la nuestra es una más- que han perdido hace tiempo la
mas mínima noción de lo que es la libertad? No importa que no fueran La Unión
Soviética o Corea del Norte. La mayor parte de los estados occidentales se han
organizado con una burocracia férrea de órdenes y mandatos, con una estructura
militar, disfrazada de nobles ideales, tal cual Weber lo describió. Somos
herederos de la fuerza ilimitada de los estados iluministas, donde el abuso de
la razón, denunciado por Hayek, se ha cumplido estrictamente desde el inicio.
Ministerios de educación con poderes ilimitados, e igualmente, ministerios,
secretarías o como se llamen sóviets de salud pública, de comercio, de
economía, de transporte, etc., etc., etc., etc., que han convertido a los derechos
individuales (de expresión, de religión, de enseñanza, de asociación, de
reunión) en letra muerta hace ya muchas décadas. Sumemos a ello los
grupos de presión de lo políticamente correcto, y la complacencia, ignorancia e
indolencia de la mayor parte de las personas convertidas en tristes ovejitas
eficientes de la máquina del estado, muchas de ellas con 5 doctorados, 6
idiomas, 70000 sacos y corbatas, 80000 togas, premios y distinciones, con resplandor
mágico de personas serias, de ser miembro del paradigma dominante, de ser los
que saben ante los imbéciles disidentes. Quien tenga oídos, oiga.
Pero todo esto, hace décadas,
MUCHAS décadas.
Por lo tanto, el terror al
virus encontró a Occidente sencillamente casi muerto bajo el peso de su propia
dialéctica del Iluminismo. Tal vez nunca se sepa cuánto hubo de planificación,
de estupidez o de lo que fuere en todo esto que está pasando, pero sí puedo
afirmar con seguridad que nunca hubiera sucedido si el horizonte cultural
hubiera sido diferente. Ni siquiera, como en otros tiempos, esta nueva Unión
Soviética encontró la firme oposición de un Wyszynski, un Wojtila, un Pacelli. Líderes
religiosas de todo el mundo han eliminado el derecho a la libertad religiosa
por el temor a un virus. Impensable.
Y pensar que a veces se discute
la falta de corroboración empírica de la predicción de Hayek en Camino de
Servidumbre. Durante mucho tiempo se creyó que Europa y EEUU estaban gozando
de una socialdemocracia light y benévola mientras que las libertades estaban
bien custodiadas, y cuán equivocado estaba Hayek en haber predicho el desastre.
Miren ahora. Ojalá hubiera estado equivocado. El y unos pocos, desde la Mont
Pelerin Society, los Liberty Funds, la pionera Foundation for Economic
Education, la UFM en Guatemala y no mucho más, advirtieron contra
corriente, todo el tiempo, todo ello, siendo objeto de burla y desprecio por
parte de los señores serios, creyentes y agnósticos, que nos miraban y aún nos
miran bajo la soberbia del funcionario, del experto, de la OMS, la ONU, los comités
científicos oficiales y todos los conicetitos y coneaucitas del mundo. Son
los partidarios de la cuarentena obligatoria. Son los ideólogos y
ejecutores de los diagnósticos de Hayek, Feyerabend, Adorno y Horkheimer, sobre
el abuso de la razón humana, la nueva ciencia, la nueva religión, donde sus
sacerdotes e inquisidores han vuelto con la soberbia de creer que no lo son.
La ausencia de la conciencia de pecado. Lo peor de lo peor.
Gabriel, danos algo de esperanza.
Sí, gente, Dios existe. Y deja al hombre en manos de su propia decisión (SI,
15,14).
Brillante Gabriel das en el clavo, te felicito
ResponderEliminarExcelente análisis
ResponderEliminarEl que pueda entender, que entienda.
Muy bueno. Un problema, aún mayor que el de los tiranos, sean benévolos o maléficos, es cuando las propias víctimas se vuelven contra sus pares.
ResponderEliminarEstamos de acuerdo
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