Que el mundo se ha vuelto más
loco que nunca, no cabe duda. Estatuas dañadas o derribadas por doquier.
Películas y libros auto-censurados. Peticiones a Trump para que “re-name” todas
las bases militares con nombres confederados. Poco falta para que pidan
eliminar la Declaración de Independencia porque fue escrita por Jefferson; poco
falta para que pidan reemplazar el Inglés por el idioma Hopi. Poco falta en
serio, porque saben perfectamente dónde van.
Pero dejemos a un lado, por
ahora, a las masas alienadas, carentes de todo pensamiento crítico, con su pulsión
de agresión desatada; dejemos por un lado a los ideólogos cuyas ideas son sólo
racionalizaciones de su psicosis, dejemos por ahora el caso de los políticos
cínicos e inmorales que aprovechan el río revuelto para acumular más poder. Todo
eso forma parte de una lamentable realidad psíquica que no es nueva: fue
diagnosticada por Freud, Fromm, Ortega, se renueva en todas las etapas de la Historia
y este caso, aunque horrible, es uno más.
Este artículo está dirigido en
cambio a la persona de buena voluntad que piense si no es correcto cambiar un
nombre o remover (pacíficamente) una estatua como “enseñanza” para un tema
grave y delicado.
Para responder esta cuestión
debemos distinguir tres aspectos morales e históricos: lo totalmente
inmaculado, lo más o menos y el mal cuasi-absoluto.
El ideólogo concibe una sociedad
perfecta, inmaculada, ante la cual lo más o menos le resulta lo
diabólico e intolerable. Por eso, sin paradojas, detrás de su pasión por la
santidad social, está su violencia, porque una sociedad más o menos es
una agresión intolerable ante la cual la resistencia armada está justificada.
Por eso el ideólogo es siempre revolucionario, ya sea de izquierda o de
derecha.
Por eso tampoco tolera la
historia. Porque la historia de las civilizaciones no es santa ni diabólica. Es
gris. Es una evolución.
EEUU, precisamente, es el caso.
No nació en la santidad. Como dijo Maritain, tenía el drama de la esclavitud
como una espina clavada en su historia. Pero era una situación gris: la
Declaración de Independencia había dado las bases de una igualdad racial que coherentemente
reclamará Martin Luther King muchos años después.
Y esa peculiar nación evolucionó.
Tuvo una guerra civil por ese tema, tuvo el movimiento de derechos civiles de
los 60, tuvo su Martin Luther King, y pudo elegir finalmente como presidente a
un afroamericano.
Pero los ideólogos neo-marxistas,
ahora en los dirigentes del partido demócrata, en sus irresponsables e
indolentes Biden y Pelosi, y en AOC, que sabe perfectamente dónde va, y en
ANTIFA, que también sabe perfectamente dónde va…. Esos dirigentes, que en
ANTIFA pasan de la idea al crimen, no pueden tolerar la historia. No pueden
tolerar la evolución. Quieren que la historia sea una santidad absoluta creada
a imagen y semejanza de su idea. Y como la historia nunca es eso, la borran.
Exactamente como Stalin, como Mao. Ya estaba pasando. No es ahora que la guionista
de Friends (Friends, justamente, como si hubiera sido guionada por Mons. Burke)
se siente obligada a pedir perdón (porque cuando suba Biden irá presa): ya pasó
casi lo mismo con el lobby LGBT, que son iguales pero hasta ahora no habían
salido a incendiar todo EEUU de golpe.
Eso pasa siempre. Podemos remontarnos
hasta el Big Bang. ¿Quién es perfecto? Para esta gente, ni siquiera San
Francisco de Asís, que era blanco y católico. Borremos todo, comencemos de
cero. Esa es la unión de Robespierre con el marxismo leninismo. Revolución cultural,
Mao. Pero a falta de Mao buenas son Antifas.
Si no estamos atravesados por el
pensamiento ideológico, que es una psicosis racionalizada, entonces el criterio
de realidad nos hace ver la historia precisamente como lo que es: un más o
menos. Todos los documentos, los héroes, las declaraciones, son siempre más
o menos. Santos, casi nadie. Se convierten en santos o demonios si los miramos
bajo la perspectiva de la ideología, que no admite la realidad humana, que
siempre está en el medio.
Pero lo más importante: ese
pasado, ese pasado lleno de personas más o menos, nos constituye. Ese pasado
es el hoy. Algunas de esas personas permitieron evolucionar para más, otras
para menos, y el diagnóstico implica salir del relativismo cultural. La
Declaración de Independencia de los EEUU es moralmente buena. NO es
perfecta, dijo “men” y no aclaró, pero es moralmente buena. No hay por
qué tirarla a la basura. Y lo mismo con generales confederados que
seguramente no lucharon por la esclavitud, sino contra lo que consideraban una
indebida intromisión del norte. Pero eso no lo saben las masas ignorantes
que saquean y destruyen. Sí lo sabe Joe Biden, sí lo sabe Obama, y por ello,
Dios les pedirá más en el inevitable Juicio Final. Yo espero que los perdone,
claro. Pero se pegarán un buen susto.
¿Es todo lo mismo? No, claro que
no. En Stalin, en Hitler, en Mao, no hay ninguna, sencillamente ninguna,
autoridad moral. Por ende si en Alemania no hubo, después del 45, estatuas de
Hitler, ok. Pero Jefferson no es lo mismo que Hitler. El que lo diga o es un
postmoderno escéptico o un ideólogo fanático. Que no sé si se relacionan.
Mientras tanto, sigan, grandes
genios del universo. Comiencen por las estatuas de los confederados, borren la
serie Friends, borren toda película que no tenga un afro, eliminen la Constitución,
la Declaración de Independencia, sigan para atrás, sigan con el Monumento a
Napoleón, borren los libros de Historia, que no se hable más de Marco Aurelio o
de Alejandro Magno. Borren todo Occidente. Es lo que quieren. Y lo están
logrando, bajo la mirada indiferente, abúlica, pero también cínica e indolente,
de casi todos.
Me gustaría una profundización o mayor desarrollo de la idea "la ideología es una psicosis racionalizarla". Me gusta mucho. Hay una fuente, alguien que lo explique o en su caso Ud mismo lo desarrollo en otro lado?
ResponderEliminarNo, así dicho, es una conjetura propia. Es verdad, la tendría que desarrollar más. Pero me inspiro mucho en el ensayo "Utopía y violencia" de Karl Popper y en las tesis de Freud sobre la pulsión de agresión.
ResponderEliminarNo se conforman con no ver las películas que no les gustan, están decididos a que nadie las vea. Fahrenheit 451, cada vez más cerca. Habrá que elegir libro para memorizar.
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