En este tiempo donde a todos los
docentes nos tienen zoom-bando, debería hacerse una aclaración.
Desde la década del 60, con los
libros premonitorios de Giovanni Gozzer en Italia[1],
y los de Luis J. Zanotti en Argentina[2],
que se viene hablando de la transformación educativa sobre la base de las
nuevas tecnologías de la información.
Desde ese entonces, mucho se ha
hecho para la “educación on line”, y con la circunstancia tan peculiar del
2020, algunos piensan que dicha revolución se aceleró, o por fin se ha
impuesto, etc.
Pero cuidado: los escritos
premonitorios de Gozzer y Zanotti NO significaban trasladar el aula tradicional
a una sesión de Zoom. Al contrario, implicaban una severa advertencia sobre el
aula como está planteada desde la primera etapa de la política educativa, esto
es, la escuela redentora del positivismo del s. XIX[3].
Ambos pedagogos tenían en cuenta
tres círculos concéntricos pero de radio menor. Lo primero en la educación de
un ser humano es la educación informal, lo que Zanotti llamó ciudad
educativa, que Ortega había llamado creencias, Gadamer horizonte,
Husserl y Schutz, mundo de la vida. Esto es, el ámbito cultural básico
que se aprende como la lengua materna.
El segundo ámbito es la “escolaridad”
en sí misma, que puede ser muy diversa según las circunstancias históricas.
Esto es, un método especial dirigido a un nivel de complejidad que supera lo
que la educación informal puede hacer[4].
Esto es, la educación formal. Puede ser la Académica platónica o la Harvard
University.
El tercer ámbito es el aula de la
educación formal-estatal-positivista concebida a partir del Iluminismo del s.
XVIII, la escuela redentora a cuyos límites aludían Gozzer y Zanotti.
Esa aula está basada en un
método positivista de información: exposición, copia, repetición y nota: de
allí el memorismo típico del sistema y su diseño físico.
Por supuesto, ello fue sometido a
todo tipo de críticas por grandes pedagogos desde la década del 20, más o menos,
en adelante, o grandes pensadores como Unamuno[5].
Fue el movimiento de la Escuela Nueva[6].
Pero parte del problema de ese movimiento
es que trata de incorporar esenciales reformas al aula concebida según el
positivismo, y por ello esas reformas siempre fracasan.
La cuestión es la superación de esa
aula y generar nuevas funciones profesionales docentes[7],
en ámbitos donde la auto-educación del alumno a través de todas las plataformas
actuales de internet sea guiada y consultada por el profesor. O sea, el aula se
convierte en el espacio de consulta del profesor -donde se recomienda la
presencia física- donde este último puede guiar, re-orientar y aconsejar todo
lo que el alumno está incorporando desde internet.
Eso es MUY diferente a
transportar al aula tradicional, sencillamente, con todas sus limitaciones y
defectos, al zoom. Eso no sólo no es el futuro: es el pasado. Es el aula
concebida en el positivismo del s. XIX. Trasladarlo tal cual al zoom implica
las mismas o peores dificultades que la clase presencial tradicional.
Es como si quisiéramos andar
en carreta por computadora. Un holograma perfecto nos traslada a una carreta
holográfica con las mismas funciones y diseño. Muy lindo, pero sigue siendo una
carreta tirada por caballos holográficos. Si quiero llegar a Nueva York tengo
que subir a un avión. Si quiero llegar a la luna, en un nave espacial.
Docentes: ¿dónde están? ¿En qué
siglo? ¿Es qué concepción del conocimiento, de la inteligencia y del ser humano
viven? ¿A dónde quieren llegar?
Zoom es la carreta holográfica.
Ahora, si el sistema se transforma
totalmente, donde el docente es el docente-guía de la auto-educación del
alumno, entonces todo sirve. Libro físico, zoom, audio-book, youtube, pizarrón
con tiza, lo que quieras.
Mientras el sistema no se transforme,
zoom NO es la transformación. Es lo que hay mientras no queda otra. Nada más.
[1] De
Gozzer, ver Coloquios con Gozzer, IRICE, 1980; Religione e Rivoluzione In
America Latina; Valentino, Milano, 1968; I Cattolici E La Scuola, Vallecchi,
Firenze, 1964; Il Capitale Invisibile; Armando, Roma, 1973.
[5] Unamuno,
M de: Amor y pedagogía, Espasa-Calpe, 1946.
Estoy esencialmente de acuerdo. Abrazos
ResponderEliminarGran artículo. Llegué acá de rebote tras leer una nota de twitter. Muchas gracias, soy alumno de filosofía y coincido totalmente en que el esquema de clases expositivas donde el estudiante sólo se limita a su rol de escuchar y memorizar es pobrísimo. Un cálido saludo
ResponderEliminar