domingo, 26 de abril de 2020

CORONAVIRUS: QUE ESTÁ PASANDO, completo.



Primera parte, 20-4-2020


Había una vez algo que se llamaba Sacro Imperio Romano Germánico. En ese Sacro Imperio, cuyo culmen podría ser el s. XIII, el príncipe secular recibía su legitimidad del Sumo Pontífice. Como horizonte cultural, todos pensaban que la Religión Católica era verdadera y la herejía era un delito civil, porque si te contagiabas del error, podías enfermarte del alma y perder tu alma. A su vez los musulmanes no podían ingresar libremente al Imperio (y viceversa) porque el príncipe también te protegía de que te contagiaras de los infieles. Y a todos les parecía muy bien, porque está bien y es bueno cuidar la salud. “Salud” viene de salus, salutis, que es tanto la salud del cuerpo como la del alma, esto es, la salvación.

Pasaron algunas cositas y en el s. XVIII cambió el horizonte cultural. En la Revolución Francesa casi todos pensaron que la religión era algo ridículo y entonces había que “liberarse de ella” y entonces surge la “libertad de cultos” si no era la persecución a los cultos religiosos. Kant denuncia la sumisión a-crítica a la religión como la gran inmadurez.

Pero la sumisión a-critica a la religión fue sustituida por la fe ciega ante la ciencia. Una nueva inmadurez. La cultura dio un vuelco de campana de 180, pero siguió en la misma idea: la autoridad política te “protege”. Antes, contra la perdición de tu alma. Ahora, contra la enfermedad del cuerpo.

Surgieron muchas voces críticas ante este positivismo que se convierte en tiranía estatal. La Escuela de Frankfurt, que denuncia la dialéctica de la Ilustración: la Revolución te quiere liberar pero al hacerlo te oprime. A la vez, sin necesidad de recurrir a Hegel o Marx, Hayek denuncia al estado constructivista, planificador, de la Revolución Francesa, de la mano de Burke. Y Feyerabend denuncia la unión entre estado y ciencia, pidiendo una nueva Ilustración, NO la condena de la ciencia, sino que los científicos no pudieran coaccionar a los demás con su visión de mundo y que, así como ahora hay distinción entre Estado e Iglesia y libertad religiosa, así también debe haber distinción entre estado y ciencia y libertad ante la ciencia por más verdadera que pueda ser.

Porque la verdad no se impone por la fuerza. Siempre pregunto a los liberales que son fuertemente anti-religiosos: ¿algo tiene que ser ridículo para que tengamos libertad ente ello? ¿Ustedes proclaman la libertad religiosa porque la religión les parece un absurdo? ¿Y qué sucedería si algún día se hicieran partidarios de tal o cual religión? ¿La impondrían por la fuerza entonces? Porque el fundamento de la libertad religiosa y la libertad ante algo NO es que ese algo sea absurdo, sino al revés: cuanto más verdadero sea algo, menos se puede imponer por la fuerza, porque la verdad no se puede imponer por la fuerza.

Por eso emergen los EEUU. Porque los colonos que huían de las guerras religiosas europeas nada tenían que ver con Robbespierre, sino que amaban sus tradiciones religiosas y por ello se dieron cuenta de que el príncipe secular no podía afirmar nada sobre la verdad o falsedad de lo más sagrado para el hombre. Por eso la Declaración de la Independencia, por eso la Constitución, por eso el Bill of Rights. Por eso fue el único lugar del mundo donde el horizonte cultural fue la conciencia de que tenemos derechos que no pueden ser abolidos por los gobiernos.

Pero en el continente la nueva coacción siguió su curso. Los estados iluministas comienzan a ocuparse de la salud pública y la educación pública. La libertad de enseñanza y la libertad de asociación comienzan a ser sustituidos por el derecho a la educación y el derecho a la salud. Derechos que deben ser custodiados por el estado con su fuerza de coacción. Al principio casi nadie se dio cuenta. Comunidades religiosas, incluso, aceptaron que el estado “cuidara”, “protegiera” su salud y educación, imponiéndoles coactivamente cosas “científicas”. Y la ciencia, claro, parece que no se discute. Pero no, no es cuestión de decir que la ciencia sea falsa. No es este un planteo post-moderno. Implica decir que no se impone por la fuerza. Pero no. Parece que sí. Recién hace algunos años, cuando algunas comunidades religiosas fueron invadidas por el estado en su salud reproductiva y en su educación sexual integral, entonces se dieron cuenta de lo que habían consentido, entonces se dieron cuenta de las libertades individuales, pero fue tarde.

Mientras tanto los estados “protectores”, constructivistas, racionalistas, “seculares”, llegaron a su apogeo. Controlan la economía, roban el fruto de tus ingresos, regulan el libre movimiento de personas y capitales, imponen qué debes aprender y enseñar, cuidan tu salud y por ende hay medicina legal e ilegal, porque “cómo puede ser” que te “cures con cualquiera”, si “la ciencia” es lo absoluto…. Y todo esto corroborado por todas las organizaciones internacionales correspondientes: la OMS, la UNESCO, todos organismos de la ONU, una especie de gobierno mundial que verdaderamente gobiernan y dan órdenes a sus estados miembros.

Toda noción de libertades individuales se perdió hace mucho. Todos éramos, somos, esclavos hace mucho tiempo, sólo que algunos dueños de granjas son menos crueles que otros. Pero la esclavitud, siempre, se justifica en que el dueño protege a sus débiles esclavos de sí mismos.

Continuará.


Segunda parte, 21-4-2020

Así las cosas, en las supuestas democracias liberales de Occidente suceden dos cosas, de manera lenta y gradual, hasta llegar a niveles dignos de las mejores novelas de estados futuristas totalitarios:

1.      Los estados necesitan de “expertos”, o sea especialistas que vienen de las ciencias naturales (sociales a veces también) porque son los “peritos” que tienen que asesorar al que finalmente va a decidir coactivamente cuáles son los contenidos educativos obligatorios y cuáles son los elementos de salud pública obligatoria. O sea, cuáles son los “contenidos mínimos” educativos (que se van haciendo máximos…) para todas las instituciones educativas, ya sean estatales o “privadas”, y cuál será la medicina legal, la obligatoria, la “científica”, que regirá en universidades, hospitales, ya sean públicos o “privados”. El mundo se unifica y se hace uniforme, y la posibilidad de otras formas de vida, otras formas de concebir el mundo, quedan reservadas a la literatura, y muy poco a la vida académica monopolizada también por los paradigmas dominantes (ver Feyerabend, “La ciencia en una sociedad libre”).

2.      Al principio, y hasta hoy, nadie nota el problema, porque el horizonte cultural, como dije, ha cambiado. Todos aceptan “la ciencia” como el piso cultural indiscutible.

3.       El “experto” coincide con el arquetipo de la “barbarie del especialista” descripto por Ortega. No tiene formación en nada excepto en su tecno-ciencia correspondiente. No tiene idea de Historia, de Filosofía, de Filosofía Política, de Filosofía de las Ciencias, de Hermenéutica, de nada que pudiera hacerle ver los límites de la ciencia que maneja ni los límites morales de su acción. El sistema educativo formal-estatal los produce y se replican como los virus, precisamente. Ellos y sus gobernantes asesorados pueden rebozar de buenas intenciones, pero rebozan también de poder y coacción para hacerlo, exactamente como los dueños de las granjas de esclavos. Y como aclara Feyerabend (el único que ha advertido este problema), este “experto” es igual que el inquisidor medieval, que con toda la buena voluntad de evitar que te contagies de la herejía, era el “experto” que finalmente dictaminaba quién iba a la hoguera o no, con la mejor de las intenciones. Hoy es lo mismo, no te mandan a la hoguera pero sí a la cárcel si finalmente incurres en el delito de no cumplir con lo prescripto por la ley. Los occidentales se creían muy libres y pensaban que esto sólo pasaba en la Rusia Soviética, en la China moísta y etc., pero no, lo que difería era el grado y el amplio apoyo de una población que ya había sido hervida lentamente como la famosa rana.

4.       Frente a todo esto, toda noción de libertad individual “ante” esto se hace ilusoria e incluso subversiva. Las libertades de educación y de asociación quedan limitadas a lo que encuadre dentro del estado científico, como antes lo debates teológicos no podían salir de los límites que los inquisidores establecían.

5.       Y todo esto se da como supuesto cultural, no cuestionado por nadie, excepto por Feyerabend y algunos pocos libertarios que se juegan su prestigio académico con sólo decirlo. Los demás liberales clásicos NO estudian a Feyerabend y en general son muy positivistas en su concepción cultural del mundo. Le dan a la ciencia y a sus expertos un poder que jamás osarían otorgar a un ministro de economía.

6.       Por ende, con el coronavirus sucedió “lo que tenía que pasar”. La cuestión NO pasa por un debate biológico ni por si importan los muertos o no. A toda persona de buena voluntad le importa la vida, nadie quiere la muerte de nadie (digo esto porque en la actual dictadura de los expertos, quien piensa diferente es una mala persona).

7.       Y “lo que tenía que pasar” es que en esta dictadura de la ciencia, a nadie se le pasa por la cabeza que haya libertades que no deben NUNCA violarse. Porque esas libertades han dejado de existir en nuestro horizonte cultural. Habitamos ya hace tiempo el mundo “feliz” de 1984 sin habernos dado cuenta. El llamado “mundo libre” antes de 1989 no era TAN libre como suponíamos. Y entonces a una serie de médicos, epidemiólogos y virólogos, a la OMS y etc. (cuyas intenciones sí son dudosas…)  se les ocurre que la cura y la prevención puede ser encerrar a todos en sus casa y….. Avanti. Ninguna restricción moral o política. Claro que en las enfermedades infecto-contagiosas hay que tomar medidas de prevención. Pero a estos “expertos”, estos nuevos inquisidores que te torturan para salvarte el alma de estos tiempos, o sea tu salud física, ni se les pasa por la cabeza que hay límites que no deben cruzar.

8.       Esos límites NO dependen de argumentos biológicos o de utilidad. Ese será otro capítulo. Pero hay que dejar bien claro que nuestra oposición a la cuarentena obligatoria NO pasa porque sea inefectiva. Pasa porque no se debe, porque viola una libertad que, como vimos, comenzó a perderse desde que el Constructivismo de la Revolución Francesa -denunciado por Hayek- comienza a inundar y a ahogar la poca pero importante conciencia de libertades individuales que había existido en su contrapartida, la Revolución Norteamericana.

Pero claro, no es sólo cuestión de gobiernos y sus expertos. Es también el grueso de la población y los medios de comunicación. Es también la alienación colectiva denunciada por Freud y Fromm.

Continuará. 



Tercera parte, 22-4-2020


Freud y Fromm no son muy leídos en ambientes liberales. El primero, a pesar de ser elogiado por Mises, sufrió los embates de un Hayek que lo confundió con Wilhelm Reich. El segundo viene de la Escuela de Frankfurt y su interpretación no leninista de Marx no goza de simpatía para los que somos fans del libro El Socialismo de Mises. Pero sea correcta o no la interpretación que Fromm hace de Marx, lo que él, Fromm, dice, es verdad y es una mala noticia para todos: las masas. Sí, la rebelión de las masas. No del Atlas. De las masas.

Mi diferencia con Fromm es que la masificación por él diagnosticada en El miedo a la libertad NO es un fruto necesario del capitalismo. Es un problema de la naturaleza humana, bien analizado por Freud en Psicología de las masas y análisis del yo. Es triste pero la mayor parte de las personas no soporta la soledad de ser individuo (Fromm). Es triste pero la mayor parte de las personas se adhieren inconscientemente a un nuevo padre, dada su fijación y regresión neuróticas al conflicto no resuelto con la figura paterna originaria (Freud). Es triste pero la mayor parte de las personas no tienen una existencia auténtica donde asuman con valentía que han sido arrojados al mundo (Heidegger). Es triste pero la mayor parte de las personas anestesian ese sin-sentido, esa alienación, tomando prestado el sentido de su vida de otro (Frankl). Todo ello forma un conjunto psicológico no muy alentador. Una masa de personas cuya racionalidad instrumental (la mera técnica) puede ser infinita pero su autoconciencia de sí mismos, casi nula. Una masa de gente dispuesta como un rebaño a ir al matadero. No es la madurez que soñaba Kant. No es precisamente el arquetipo de ciudadano para el liberalismo clásico. Bad news, gente. Bad news.

Cuando esas masas son alienadas por un Hitler, un Mussolini, un Perón, se entiende un poco más. Comienzan muy amados por “su” pueblo pero luego sus resultados desastrosos hacen visible al mal (excepto en Argentina). Ello hace suponer que en las democracias occidentales no habrá ese tipo de masificación.

Error. Sí la hay, pero es más invisible. Es el mismo proceso: el sin sentido de la existencia lleva a no pensar, a no criticar, a consumir masivamente los entretenimientos de la cultura del espectáculo, como una pastillita invisible de la felicidad. Los liberales en general odian este tema porque habitualmente es una crítica al capitalismo que lleva contradictoriamente a suponer que las intervenciones estatales harán más maduras a las personas. Y en eso tienen razón en general los liberales: absurda solución. Pero el problema no puede negarse y, después del pecado original, no tiene solución. Allí está y toda la tradición anglosajona lo tuvo en cuenta cuando supuso bien que los que votan y son elegidos pueden ser perfectos psicópatas que sólo buscan al poder como alienación. Por eso la cuestión es el límite al poder. Eso Hayek y Ortega lo supieron siempre. Límite al poder que siempre está en el límite, precisamente, de lo humanamente posible.

Los medios masivos de comunicación no producen la alienación. La canalizan. Pueden ser medios para la libertad de expresión, para la defensa del más débil, para la denuncia profética, pueden llegar a ser ese espacio de diálogo democrático soñado por Habermas. Y a veces lo son. Pero pueden ser al mismo tiempo la repetición incesante de una sola voz, el camino de la difusión masiva de la degradación más abyecta, y no porque un Hitler los controle, sino porque así es la naturaleza humana, alienada, que circula por ellos. La izquierda siempre ha aprovechado esta debilidad de la libertad para intentar voltearla, y lo ha logrado bastante cuando se dio cuenta de que una hermosa película puede ser más penetrante que un Stalin enojado.

Ese positivismo que denuncié en las dos entradas anteriores ha hecho creer a muchos que no es así. Que los medios pueden ser objetivos, transmisores de hechos. La versión post moderna es todo lo contrario, pero realimenta a la anterior. O los medios son meros constructores de relatos o son transmisores de hechos. O una cosa o la otra.

Pero la suposición de que la verdad debe depositarse en el banco de los hechos ha producido la muerte de la verdad, porque ese banco está quebrado hace mucho. La verdad no es una cosa que se deposita en otra cosa llamado cerebro. La verdad radica en una filosofía que defienda al ser humano y su dignidad.

Nos manejamos todo el día con mensajes, y está bien, porque humanos somos. Esto que usted está leyendo, es un mensaje. Está en usted juzgar si es verdadero, dudoso, falso o irrelevante.
Yo le puedo dar muchos mensajes verdaderos. Puedo decirle que el tablero de mi computadora es de color negro. Puedo decirle que ayer me desayuné con un café con azúcar y sin lecha. Y usted dirá, ¿a mí qué me importa?

Exactamente. Puedo decirle muchas cosas verdaderas PERO irrelevantes. Por lo tanto no hay meros hechos. Suceden cosas y algunas son juzgadas como relevantes y bien relatadas, y otras pueden ser irrelevantes. Trump es el presidente de los EEUU. ¿Verdadero? Sí. ¿Relevante? Sí. Gabriel se desayunó con café sin leche. ¿Verdadero? Sí. ¿Relevante? No, excepto para mi nutricionista.

¿Y quién determina el criterio de relevancia?

De vuelta: ¿quién determina qué es lo relevante?

Obviamente, mucha gente. Está la gente que mira conciertos de Mozart, otros que miran futbol, otros que miran las dos cosas y otros que miran Bailando con los Marcianos. Pero en todo eso aparecen las masas alienadas, los noticieros repetitivos, los afines al gobierno, la espiral de silencio (https://es.wikipedia.org/wiki/Espiral_del_silencio), y todo ello puede convertirse en un altoparlante asfixiante excepto para aquellos que, si se silencia, se quedan sin la droga que consumen.

No soy apocalíptico. Es así y es el precio que una sociedad libre tiene que pagar por su libertad. Pero es un alto precio y la sociedad libre está siempre al borde del default.

Los llamados “hechos”, por ende, se seleccionan, aunque inconscientemente (Freud, Fromm, etc.). Usted no puede “ver todo”, “escuchar todo”. Escucha algo que para usted es importante. Cuando usted enciende el televisor, usted se enfoca en lo que para usted es importante, y hay verdades, para usted, más importantes que otras.

O sea:





Fíjese que no hablo de mentiras, hablo de selección de lo relevante. Que además es un mensaje escrito y diseñado por la empresa, por el estado o por mí, pero es escrito y diseñado, como este blog que usted está leyendo en este momento. Yo podría haber puesto una foto de XX para que a usted le llamara la atención. Pero decido no hacerlo y usted decidió leerlo.

Todo esto para explicar algo muy delicado: nadie niega que el virus sea importante, contagioso, y un largo etc. sobre el cual los médicos están debatiendo (tema para después). El asunto es que la OMS alertó y todo el mundo (literalmente, todo el mundo) se enfocó en eso. ¿Y está mal? No. Ok con haberle dado importancia. Pero el pánico que la muerte despierta, en una sociedad de masas, es incontrolable, y río revuelto para los gobiernos. Usted tiene miedo. Prende su sacrosanto televisor y escucha “100 muertos por coronavirus en…”, y se asusta. Y nadie niega que hubo 100 muertos. Pero hay otras voces que están diciendo: hubo otros 100 muertos por otras cosas. Hay otras voces que están diciendo: hay que analizar bien si murieron con o por el virus. Hay que analizar las enfermedades preexistentes. Hay que analizar el tema de los anticuerpos. No hay que dejar de lado otras enfermedades tal vez más letales. Pero no. Esas voces no se escuchan. Son silenciadas. Son malinterpretadas. Son voces de malas personas a las que no le importa la muerte. Y usted sigue escuchando a su televisor. Y se asusta. Y acepta todo. Y hace todo lo que le dicen. Usted está dominado por el miedo. No, la tele no miente. La tele enfoca. Pero usted no se da cuenta.

No se da cuenta y creerá que yo le quiero minimizar el problema.

Continuará….




Cuarta parte, 23-4-2020


Hasta ahora en ningún momento he dicho que la ciencia mienta. No hemos hablado de mentiras, falsedades o teorías conspirativas. No hemos dicho que el virus no sea importante ni que el nro. de muertos sea falso. Porque, como hemos visto, el problema de la unión indebida entre Iglesia y estado y la unión entre estado y ciencia es, en ambos casos, no que la religión o la ciencia sean falsas, sino que la verdad no se puede imponer por la fuerza.

SIN EMBARGO, esto no niega que haya que tener más conciencia de la falibilidad de la ciencia. Porque si algo que sea definitivamente verdadero NO se puede imponer por la fuerza, MENOS AÚN algo que sea dudoso o falible.

¡Pero la ciencia son los hechos!, me dirás. ¡La ciencia es exacta, lo que afirma está demostrado!!!!

Yo no voy a negar la importancia ni el avance de la ciencia. Yo no soy un post-moderno. Simplemente, el avance de la ciencia tiene que ver con una conciencia mayor de sus límites.

Claro que ha habido avances importantes, claro que la biología y la medicina han avanzado notablemente y han elevado el nivel de higiene y salubridad.

Pero aún así, la ciencia es auto-corregible, tiene avances, es falible, y precisamente por ello puede avanzar.

Piensa en la Física, la supuesta ciencia más infalible de todas. Hacia fines del s. XIX se suponía que la Física abarcaba todo el universo. Que no tenía errores, que Newton había explicado todo. Pero no. El mapa no es el territorio. Newton nunca imaginó que sus leyes supuestamente absolutas no regían para el interior del átomo. Ni tampoco pudo imaginar que lo que para él es una línea recta, en Einstein es una curva.

¿Entonces?

Y que entonces, no lo sabemos todo. Siempre habrá algún error en la ciencia. A efectos prácticos nos seguimos manejando con Newton en el macro-cosmos. Pero para la Física Cuántica y para la Teoría de la Relatividad, Newton no sirve. ¿Y entonces? Pues nadie lo sabe. Muchos físicos actuales se están matando tratando de unificar las tres cosas pero aún no lo han logrado. Y cuando lo logren tendrán un momento de estrellato, como Newton, pero igual, habrá cosas que ellos no podrán imaginar, porque el potencial infinito del universo físico es siempre superior a cualquier teoría que una mente humana pueda imaginar, por más “demostrada” que esté momentáneamente.

Y esto sucede con todas las ciencias naturales.

Mucho más con las ciencias prácticas, como la medicina. ¿Acaso nunca has pedido una segunda opinión? ¿Acaso los médicos nunca se equivocan? ¿Acaso grandes eminencias no difieren en diagnósticos y tratamiento? Pero NO porque sean unos tontos, sino porque lo que des-conocen es siempre infinitamente mayor que lo que conocen. No lo quieren admitir, pero sus “absolutamente seguros” tratamientos médicos y protocolos de HOY serán muy atrasados mañana………

¿Y tú vas a poner toda tu vida, libertad y propiedad en manos de ellos? ¿Acaso somos esclavos de los médicos? ¿No puedes pensar, decidir, criticar? Como una vez le dije a un médico-investigador que me decía que la operación era absolutamente segura: el que se va a operar no es usted. Deje decidir al que va a ser sometido al tratamiento….

¿Que como paciente te puedes equivocar? Sí claro, en eso consiste no ser esclavo. Si quieres vivir sin el riesgo de equivocarte, sé un esclavo. Ye te podrás morir igual, porque el dueño de la granja puede equivocarse también.

Lo cual nos lleva al tema del conocimiento disperso.

Errar es humano, porque los seres humanos no lo sabemos todo. (Y el creyente, que cree en algo revelado por Dios, NO debe imponer su fe por la fuerza). Pero entonces te imaginas que “los que saben más” deben dirigir a quienes sepan menos. Y entonces concluyes que la planificación central es mejor. Que haya autoridades sabias que gobiernen al resto de ignorantes. Que las decisiones sean centralizadas. Que la ONU mande a la OMS, que la OMS mande a los presidentes y que los presidentes ordenen a gobernadores, a municipios y a todos. Que el Papa ordene a los obispos, que los obispos a los sacerdotes y éstos a ti. Que el rector ordene a los decanos, los decanos a los profesores y éstos a los alumnos. De modo tal que la ONU, el Papa y el Rector hagan todo los demás obedezcan pasivamente.

Pero no. Hace tiempo que eso no funciona, hace tiempo que se sabe que respetar las autonomías de las demás sub-organizaciones es más eficiente. Precisamente, por el tema del conocimiento.

Seguro conoces Wikipedia. En Wikipedia no hay una dirección central. Y precisamente por ello funciona. No “a pesar” de ello, sino por ello. Porque el conocimiento disperso está diseminado en millones de usuarios, y la corrección mutua es una manera de combinar y coordinar ese conocimiento. Entra en este momento a Wikipedia y escribe una entrada en la cual digas que Santo Tomás fue un famoso ateo del s. XIX. Piensa en el tiempo en que vendrán las correcciones. Segundos tal vez. Pero si fuera una enciclopedia con dirección centralizada, hasta que el director  se entere y de la orden a los subordinados pasivos, cumpliendo además todos los pasos y reglamentos correspondientes, pueden pasar siglos.

Lo mismo el mercado. En Nueva York se encontraban computadoras precisamente porque no había una dirección central del gobierno sobre computadoras. Simplemente había oferta, demanda y precio. Y por ello el mercado de las compus estaba organizado. Estoy hablando en pasado porque posiblemente el alcalde de Nueva York, con la excusa del coronavirus, se puso a controlar el mercado de computadoras.

Por eso la centralización de las decisiones, ante esta crisis, es un error. Los gobiernos no saben todo lo que ignoran. El intendente conoce mejor su zona que el gobernador, y el gobernador mejor que el presidente. Pueden decidir cosas diferentes con mayor conocimiento del caso. Centralizar todo en una sola persona y sus asesores es una fatal arrogancia (Hayek), y nunca mejor dicho fatal.

Pero luego está el mercado. ¿Faltan mascarillas? ¿Falta alcohol? ¿Hace falta eso o aquello? Deja que los precios funcionen, que señalen lo que falta y generen mayor oferta e inversiones en esos casos. ¿Qué el sistema es imperfecto? Claro, de eso se trata, de que el conocimiento disperso e imperfecto tenga una mayor coordinación, que nunca será perfecta.

Y sin embargo, ante esta crisis, precisamente, los gobiernos están intentando controlar todo. Hospitales, empresas de insumos médicos, farmacias, todo, porque en su fatal arrogancia ignoran que ignoran y que necesitan una Wikipedia que se llama mercado.

Pero, a su vez, intentan imponer una sola visión médica sobre todas las demás. ¿Hay otras? Claro que sí, fíjate: https://gzanotti.blogspot.com/2020/04/coronavirus-voces-alterntivas-la.html ¿Y entonces? Pues habrá medidas distintas, opciones diferentes, y por sus frutos los conoceréis. Los resultados más eficientes saldrán a la vista.

¿Te he minimizado el problema del coronavirus?

¿Sí?

¿Seguro?

Continuará.





Quinta Parte, 24-4-2020

En las entradas anteriores hemos visto que ningún religioso, filósofo o científico tiene derecho a imponer sus ideas por la fuerza, por más verdaderas parezcan o sean. Y hemos visto también que mucho menos cuando esas ideas están basadas en la ciencia que es esencialmente falible y por eso corregible y evolutiva.

En una democracia republicana, el poder ejecutivo y etc. son empleados del ciudadano. Este los ha elegido y es su obligación pedirles cuentas, discutirles, preguntarles y cuestionarlos, sean quienes fueren, Premios Nobel o Juan Pérez.

Las personas no ejercen ese derecho porque se masifican (lo hemos visto también) pero es nuestro deber hacerlo.

Por lo tanto, coherentemente con la entrada anterior, vamos a plantear una serie de preguntas a un arquetipo imaginario, o sea al virólogo, epidemiólogo, infectólogo o médico que está proponiendo como tratamiento la cuarentena obligatoria. Yo, como paciente, tengo derecho a pedir una segunda opinión y a hacerle preguntas.

Me puedo equivocar, pero él también, y aunque su medicina sea revelada por Dios (que nunca es el caso) tiene la obligación moral de recurrir al diálogo y no a la fuerza.

Van mis preguntas.

1.       ¿Cómo se le pasó por la cabeza? ¿Usted cree que, aunque su tratamiento sea efectivo, usted tiene derecho a violar las libertades individuales básicas y aceptar ser el experto al servicio de un poder ilimitado? ¿No se le pasa por la cabeza que usted está cumpliendo el mismo rol que un inquisidor medieval?

Por las primeras dos entradas, no, no se le pasa por la cabeza, obviamente.

2.       ¿Pensó usted en la cuestión económica? ¿No, porque primero está la vida? Disculpe doctor, pero creo que usted de economía mucho no entiende.  Porque la economía está al servicio de que, precisamente, la gente no se muera de hambre, frío, inanición, falta de higiene, etc. Me parece que usted ignora lo intrincado y complejo que es el proceso de división del trabajo y de conocimiento que está detrás del desarrollo económico que impide, precisamente, que la gente se muera. Usted desconoce lo delicado de la cadena de producción y distribución de todos los bienes y servicios, que usted cree que puede cortar de golpe. Usted parece creer que su tratamiento es un valor superior a la desocupación, quiebre de grandes y pequeñas empresas, etc. Usted parece creer que “no estar infectado” es un valor superior a morirse de hambre y, permítame decirle, usted no puede decidir eso por la fuerza.

3.       A usted parece no importarle las consecuencias psiquiátricas que tiene la medida que toma, parece que minimiza la baja de defensas por la angustia y depresión, parece negar –como usted dice que yo niego el número de muertos- la importancia de los suicidios que ya están ocurriendo. No, es que es “menos” importante. ¿Ah sí? ¿Quién lo dice? En una sociedad de la “diversidad”, del “respeto al pluralismo”, de la “libertad de elegir” lo  importante lo decide usted y el presidente que asesora?

4.       Pasemos ahora al tema del contagio. Me va a decir que nadie tiene derecho a contagiar a otro. Pero eso tiene que ver, doctor, con el tema de los bienes públicos, que usted no ha estudiado nunca. Claro que las calles son bienes públicos (estatales o privados) donde compartimos el aire y otras cosas. Claro, el aire por ahora no puede ser privado como el pañuelo que llevamos en el bolsillo. Pero creo que usted sabe hace mucho tiempo que las sociedades toleran el inevitable contagio de ciertas enfermedades como gripe, neumonía, bronquitis, angina, etc., excepto que cubramos a todos los seres humanos de un traje espacial obligatorio.  Usted me va a decir: esto es más grave. Espere. En principio no se lo niego. Volvamos al contagio. ¿AHORA todos lo han descubierto? ¿Ahora todos se dan cuenta de la cantidad de cosas de las que se pueden enfermar, de las que se enferman, de las que enferman a otros o pueden enfermar a todos? ¿Ahora todos se dan cuenta de en cuántos cumpleaños, navidades y fiestas hemos disparado al infinito miles de gotitas de Flugge llenas de virus y bacterias? ¿Ahora se dan cuenta de con cuántos abuelitos han cometido con ello el asesinato perfecto? ¿Ahora se dan cuenta, todos (usted también, porque hasta Febrero de este año no lo veía tan preocupado) de la importancia de lavarse las manos, usar alcohol, barbijo y no abrazar al otro si estamos algo enfermos, sacarse los zapatos, etc., cosa que los japoneses hacen hace mucho? ¿Ahora se dan cuenta todos de lo que se pueden contagiar con solo VIVIR? Sí, ahora, porque antes, en general, funcionaba el sistema inmunológico (NO en los inmunodeprimidos, que son millones) pero aún así año tras año hay MILLONES de muertes por gripes y neumonías y la vida humana no se suspendía. Me va a decir: esto es más grave. De vuelta lo mismo: aunque usted tenga razón, hay otros criterios diagnósticos y tratamientos. Segundas opiniones, que deben ser escuchadas y consideradas.

5.       Me parece que usted no está explicando bien, doctor, la diferencia entre infectado, enfermo y muerto. Infectados con virus y bacterias patógenas, hay miles de millones, que NO se enferman porque el sistema inmunológico funciona (por eso fue tan terrible la situación en los 80 con los infectados de SIDA). Usted sabe, y por ende es cuestión de que todos tomen conciencia, de que en este mismo momento millones y millones de personas tienen dentro virus de gripes, bacterias de anginas, neumonitis y neumonías, y NO se enferman porque su sistema inmunológico mantiene a raya a tan antipáticos intrusos. Usted sabe que hay millones de personas que tuvieron varicela de niños y NO desarrollan el Herpes Zóster porque el sistema inmunológico mantiene latente al virus. Usted sabe que millones de personas respiran el Bacilo de Koch todos los días y no les pasa nada por el mismo motivo.

Por lo tanto infectado es una cosa, enfermo es otra, y mortalidad es otra, porque de los muchos que se enferman de gripe y neumonía no todos mueren, aunque sabe que anualmente son millones los que se mueren por eso, sobre todo porque tienen otras enfermedades, son mayores o son inmunodeprimidos, fumadores o diabéticos o etc.

Ahora bien. Como dice el estatista (yo de economía no entiendo nada…) yo de números no sé nada pero la buena noticia es que si el virus es tan contagioso como usted dice, millones y millones y miles de millones lo podemos tener en este momento. Yo, usted, y el lector. Y no pasa nada, porque el sistema inmunológico nos protege. Ahora le pido que relacione el número de infectados con el número de enfermos y verá que la probabilidad de enfermedad es baja, y compare el número de muertos con el número potencialmente infinito de infectados y verá que la mortandad es baja. Por lo demás, “estar enfermo o no” no es dicotómico. Puede ser muy leve, y también puede agravarse, sí. Usted me va a decir: pero esto es peor. De vuelta, lo dice porque el nro. de muertos es “muy alto”. ¿Muy alto en relación a qué? ¿Al número de infectados? No, como ve, es muy bajo….

6.       Lo que sí le admito es que el virus es nuevo y por ende el sistema inmunológico se tiene que acostumbrar. Eso sí ha provocado más muertes. Pero entonces, ¿por qué no deja que el sistema inmunológico de los pacientes produzca los anticuerpos contra el virus? Me va a decir: cuidado con los mayores y los inmunodeprimidos. Sí, ¿pero ese cuidado lo tenemos que tener TODOS los años no? Es bueno que lo hayamos descubierto. Nos cuidaremos más de estornudar como bestias delante del abuelo.

7.       Cuando usted dice “número de pacientes muertos”, ¿no hay que distinguir, como siempre, tipos de pacientes? Los que son fumadores, diabéticos, oncológicos, inmunodeprimidos, y un largo etc. que usted conoce. Pero eso sucede todos los años y nadie se entera…. ¿Por qué enterarse este año y otros no? No, no me diga que destacar el nro. de muertos por otras enfermedades es minimizar el coronavirus. Al revés, es darnos cuenta de la importancia de todas las enfermedades, es advertir que tenemos que ser más cuidadosos, y no por ello recurrir a un régimen soviético. Por lo demás, hay un tipo de pacientes, proclives a enfermarse, que a usted parece no importarle: los desocupados, angustiados, deprimidos, hambrientos, los NO vivirán más en una casa digna. Y parece que no le importa porque usted y su presidente los han aumentado.

8.       Por lo demás, los primeros muertos por coronavirus, y los actuales, ¿estuvieron bien diagnosticados y tratados? Muchos colegas suyos piensan que no, pero ustedes los médicos, como casi siempre, siempre piensan que el OTRO médico está equivocado. Muchos colegas suyos, sigo, afirman que en Italia los médicos no estaban preparados para la terapia intensiva de este tipo de enfermedades. Creo que usted tendría que al menos considerarlo, ¿no? Otros están diciendo que en Lombardía existía el mayor número de pacientes oncológicos por el amianto. Pero usted ni lo considera. Dice “muertos por coronavirus” y listo.

9.       Otros colegas suyos dicen, de acuerdo a lo anterior, que hay que distinguir entre muerto CON coronavirus y POR coronavirus. ¿No le importa la distinción? ¿No? ¿Por qué?

10.   Y el diagnóstico, ¿es correcto? Algunos colegas suyos sostienen que la complicación no es la neumonía, sino una inflamación alveolar que no se trata con respiradores sino con antibióticos y antiinflamatorios. ¿No le importa? Porque si fuera así, entonces ustedes nos están matando….

11.   Otra cosa importante. Usted estuvo de acuerdo con la suspensión lisa y llana de toda la atención médica excepto guardias. De vuelta, porque “al lado de esto NO eran importantes”. O por el contagio. Señor, deje esa opción a los pacientes, a los sanatorios y a otros colegas. ¿Hizo usted el número de personas que se van a morir o enfermar porque hace ya meses que hay enfermedades NO diagnosticadas a tiempo y tratamientos NO comenzados o interrumpidos? ¿No pensó en ello? ¿Qué NO es importante? ¿Usted? ¿Y usted quién se cree que es? ¿Dios? Por lo demás, el contagio. Señor mío, si me tengo que hacer una biopsia que decide si el quiste es maligno o benigno, le acepto que me cubra con un látex gigante, pero que la biopsia se haya igual. Si nadie me la quiere hacer es otro problema, pero usted respete la libertad de opciones.

12.   Otra pregunta (perdone doctor, pero soy paciente y tengo derecho a hacer preguntas aunque sé que habitualmente le molesta). ¿Qué va a suceder con los que se van a enfermar de dolencias habituales como anginas, otras gripes, catarros, etc.? ¿Van a estar aterrados de ser enviados a la isla de los leprosos? ¿Van a reprimir sus estornudos incluso en su casa, porque ahora TODO es coronavirus? ¿No los van a atender? ¿Ya se enteró del número de muertos por NO haber sido atendidos? Ah, “eso no es importante…”.

13.   ¿Y la crisis hospitalaria? Nadie la niega, pero usted no considera que hay sistemas de salud pública que en todo el mundo YA están en crisis hace mucho por la ineficiencia de la estatización del sistema de salud. Ah, cerdo capitalista, me dirá… Pero con eso no me responde. ¿No hay una corrida hospitalaria por el pánico que usted, entre otros, ha producido? La corrida hospitalaria, ¿quién la produce? ¿El pánico o el virus?

14.   En fin, doctor, me puedo haber equivocado, me puedo haber olvidado de muchas cosas. Pero usted también. No, yo no, me va a decir. Claro, usted no se equivoca. Mire doctor, su fatal arrogancia no me preocuparía tanto si no fuera que usted cree que su supuesto saber lo habilita a ser el nuevo dueño de la nueva granja de esclavos en la que usted, la OMS y casi todos los gobiernos del mundo han producido.


Que Dios lo perdone.

Dr. Zanotti (como Ross :-)) )

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