La explicación freudiana de la
alienación y la masificación, explicando fenómenos autoritarios como los de la
Europa de los años 20, es un clásico. Diversos conflictos en la evolución del yo lo llevan a una regresión y a una
nueva identificación –esta vez fijación- con la figura de un nuevo padre que de
seguridad a ese pobre yo –la
expresión es de Freud-. Por eso los fenómenos de hermandad y de masificación
entre las personas así mancomunadas en una alienación de la cual casi no hay
cura. Surge el padre de la patria, surge “mi pueblo”, surge la masa que apoya
al líder que piensa, decide y actúa por ellos, también él alienado en ese poder
sin el cual no es nada.
Muchas veces me pregunté por qué,
en el peronismo como fenómeno de masas, la figura de la mujer del líder era
totalmente deificada. Fíjense que las joyas, los vestidos y los lujos que esos
súbditos del líder no permitirían a una “hermana de la causa”, sí son
permitidos y admirados en la esposa del líder, elevada a figura santa y
virginal, cuyos lujos son legítimos adornos de su condición divina. La razón es
psicoanalítica también. Allí desvían y subliman, los alienados, a su libido más
profunda. Allí construyen la mujer total, la madre absoluta, nutriente e
ilimitada, a la cual no un padre cualquiera, sino el jefe de la horda, impide su acceso carnal. Ella es la mujer
absoluta que compensa para siempre las limitaciones de las demás. Ella es la
diosa ante la cual el Edipo se eleva a su máximo esplendor. Y si la diosa murió
dolorosamente, es cristificada y canonizada ipso facto por ese pueblo adorador
y alienado en el fenómeno autoritario.
Que esto sea totalmente ignorado,
y al revés, alentado, por un sacerdote católico, muestra de manera dramática
cómo el mito de la nación católica –al decir de Zanatta- se ha afianzado en
nuestra cultura. Antes era la nación mussoliniana, fascistoide, luego fue la
nación como el pueblo explotado por el imperialismo que se levantó en legítima
revolución alentada por la teología de la liberación. Ahora sigue siendo ese
pueblo, inmaculado de costumbres capitalistas, ese pueblo donde se asienta la
verdadera redención cristiana contra instituciones burguesas que le son
extrañas. Esa es la teología del pueblo que se enseña en los seminarios, esa es
la forma de pensar de los seminaristas que siguen pensando que el peronismo es
la verdadera expresión social del Catolicismo. Ellos no tienen defensa
intelectual contra su propio absurdo. Evita que robaba a las empresas para
darle a los pobres: santa Evita. Evita en el recuerdo de los revolucionarios:
Evita montonera. Evita en la memoria del actual pontífice, que lo debe estar
pensando en serio: Evita canonizada. Evita, sí, que no evita la barbarie de un
pensamiento tan aferrado a sus propias limitaciones, las limitaciones de toda
ideología autoritaria, utópica y cerrada a la crítica cual paradigma kuhniano
inconmensurable.
Que tengamos que estar
discutiendo en serio todo esto muestra el drama intelectual de Argentina, “ese país
tan culto”…. Culto, sí, culto a la madre absoluta. Qué horror. Qué pena
profunda.
Tal vez, así como el socialismo es una imposibilidad económica, el liberalismo sea una imposibilidad política.
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