De un
artículo de próxima aparición:
“……………..Benedicto XVI afirma claramente la laicidad del estado:
a) Respecto a la sana laicidad de los EEUU: “…Desde el alba de la República, como
usted ha observado, Estados Unidos ha
sido una nación que valora el papel de las creencias religiosas para garantizar
un orden democrático vibrante y éticamente sano. El ejemplo de su nación que reúne a personas de buena voluntad
independientemente de la raza, la nacionalidad o el credo, en una visión
compartida y en una búsqueda disciplinada del bien común, ha estimulado a
muchas naciones más jóvenes en sus esfuerzos por crear un orden social
armonioso, libre y justo. Esta tarea de conciliar unidad y diversidad, de
perfilar un objetivo común y de hacer acopio de la energía moral necesaria para
alcanzarlo, se ha convertido hoy en una tarea urgente para toda la familia
humana, cada vez más consciente de su interdependencia y de la necesidad de una
solidaridad efectiva para hacer frente a los desafíos mundiales y construir un
futuro de paz para las futuras generaciones” (Benedicto XVI, 2008).
b)
Con respecto a las libertades individuales: “…Gran Bretaña se ha configurado como una democracia
pluralista que valora enormemente la
libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por
el papel de la ley, con un profundo
sentido de los derechos y deberes individuales, y de la igualdad de todos los
ciudadanos ante la ley. Si bien con otro lenguaje, la Doctrina Social de la
Iglesia tiene mucho en común con dicha perspectiva, en su preocupación
primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana,
creada a imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la
autoridad civil para la promoción del bien común”. (Benedicto XVI, 2010).
c)
Con respecto a las
decisiones en una democracia deliberativa: “…“¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones
políticas? La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una
acción justa de gobierno son accesibles a
la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el
papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas
normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está
totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más
bien en ayudar a purificar e iluminar la
aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos.
Este papel “corrector” de la religión respecto a la razón no siempre ha sido
bienvenido, en parte debido a expresiones
deformadas de la religión, tales como el sectarismo y el fundamentalismo,
que pueden ser percibidas como generadoras de serios problemas sociales. Y a su
vez, dichas distorsiones de la religión
surgen cuando se presta una atención insuficiente al papel purificador y
vertebrador de la razón respecto a la religión. Se trata de un proceso en doble sentido. Sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser también
presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se
aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad
de la persona humana. Después de todo, dicho abuso de la razón fue lo que provocó la trata de esclavos en primer
lugar y otros muchos males sociales, en particular la difusión de las ideologías
totalitarias del siglo XX. Por eso deseo indicar que el mundo de la razón y el
mundo de la fe –el mundo de la
racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas– necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de
entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización.
(Benedicto XVI, 2010).
d)
Con respecto a la sana
laicidad de los ordenamientos jurídicos: “…“En la historia, los ordenamientos
jurídicos han estado casi siempre motivados de modo religioso: sobre la base de
una referencia a la voluntad divina, se decide aquello que es justo entre los
hombres. Contrariamente a otras grandes
religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un
derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. En
cambio, se ha remitido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del
derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una
armonía que, sin embargo, presupone que
ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios. Así, los
teólogos cristianos se sumaron a un movimiento filosófico y jurídico que se
había formado desde el siglo II a. C. En la primera mitad del siglo segundo
precristiano, se produjo un encuentro entre el derecho natural social,
desarrollado por los filósofos estoicos y notorios maestros del derecho romano. De este contacto, nació la cultura
jurídica occidental, que ha sido y sigue siendo de una importancia determinante
para la cultura jurídica de la humanidad. A
partir de esta vinculación precristiana entre derecho y filosofía inicia el
camino que lleva, a través de la Edad Media cristiana, al desarrollo jurídico
de la Ilustración, hasta la Declaración de los derechos humanos y hasta nuestra
Ley Fundamental Alemana, con la que nuestro pueblo reconoció en 1949 “los inviolables e inalienables derechos del
hombre como fundamento de toda comunidad humana, de la paz y de la justicia en
el mundo” (las itálicas son nuestras). (Benedicto XVI, 2011).
1. Esto sigue siendo una
novedad.
Lamentablemente,
toda esta difícil evolución no ha entrado aún en la mayoría de los católicos,
sean seglares, presbíteros o religiosos, y menos aún en la mayoría de los
obispos y cardenales. (El que quiera puede seguir subiendo). Pío XII, el
Vaticano II, Juan XXIII, Benedicto XVI, están hoy totalmente olvidados. Por
izquierda y por derecha, jerarquía y laicos desconfían de la laicidad de un
orden constitucional liberal precisamente porque el odio al liberalismo clásico
de origen anglosajón no ha disminuido un gramo dentro del pensamiento y praxis
habitual de los católicos. Sus adhesiones al marxismo o, al revés, sus
nostalgias a un medioevo pre-moderno, no les permiten digerir una laicidad
plenamente moderna, donde los laicos sean los que verdaderamente hacen
política, donde la Jerarquía no interviene en materias opinables y donde se
respeta realmente la autonomía relativa de lo temporal. No, será el “pueblo
católico”, ajeno a toda institucionalidad “burguesa” el que reponga a un “rey
católico” en su lugar, sea con un nuevo Mussolini o con un nuevo Fidel Castro,
o (de modo inconfesable) dejando que sea
finalmente el actual pontífice el que digite los perversos hilos de la política
práctica, liberándola del “capitalismo
liberal y la democracia burguesa” para instaurar “la civilización del amor”…
Sí, es como si hubiéramos retrocedido 150 años o como si
todos los esfuerzos de distinciones hubieran sido inútiles. Pero no. La Iglesia
limpia con el Espíritu Santo las idas y venidas de sus miembros, dándonos la
única y verdadera esperanza. ”
Esto les explica por qué algunos católicos siguen defendiendo
a Maduro. Quieren un Maduro “católico”, y toleran cualquier cosa ANTES que la
vuelta a una república liberal…………………………
Leyó esto? https://jorgefernandezdiaz.cienradios.com/reaccionarios-creen-ser-progres/
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