Si no fuera porque Dios existe, hubiera sido cierto que nací en el lugar equivocado. Comencé a estudiar liberalismo
clásico y Escuela Austríaca de Economía en 1973, cuando el país se encaminaba
hacia el peronismo castrista más ortodoxo. Desde entonces tengo la sensación
permanente de vivir en el abismo y en la certeza total de la contradicción
entre mis valores y la cultura que me rodea. Luché siempre por la economía de
mercado, por el Estado de Derecho en serio, por la eliminación de las aduanas,
por la eliminación de todos los códigos excepto el penal, por la completa
desregulación de todas las actividades humanas, por la completa libertad de
enseñanza, por la libertad de planes y programas de estudio, por la seguridad
social privada, por la salud privada, por las jubilaciones privadas, por la
eliminación del matrimonio civil, por la privatización y des-monopolización en
serio de todas las empresas, por el arancel cero, por la eliminación de todos
los Welfare Sate y los Estados
Providencia; he reivindicado siempre las
instituciones originarias delos EEUU, he defendido su Declaración de
Independencia y sus Constitución originaria...
Entre los liberales soy un
moderado porque defiendo a Hayek, casi todos los católicos me cuestionan por
ser un liberal y para casi todos los liberales soy “demasiado” católico.
Mi ideal regulativo es un Estado
de Derecho, con un ethos judeo-cristiano, la economía de mercado y las
libertades individuales.
No lo vi nunca. No existió casi
nunca, excepto tal vez en la primera etapa de los EEUU o en las primeras etapas
de las democracias cristianas de la post-guerra.
En economía sigo a Mises, en
filosofía a Santo Tomás y Husserl, en religión, a la Veritatis splendor.
En mi interior, estoy bien. Pero
hacia el exterior, soy un perdedor. Sueño con un mundo que tal vez no exista
nunca, sencillamente nunca. Tuve que aprender muy rápido el destino de mi gran
Mises: ser un historiador de la declinación.
A pesar de eso, he escrito,
escribo y seguiré escribiendo todo, absolutamente todo lo que pueda para
defender todo ello. He dado y seguiré dando todas las charlas para defender
todo ello, tengo mi blog, me mato en Facebook, me desprestigio en ambientes
académicos muy solemnes. Y se vienen batallas muy duras en las cuales me jugaré
el todo por el todo.
¿Por qué? Porque hay que hacerlo.
Listo. Ad maiorem Dei gloriam. Y
punto.
No sé si quedó claro: hay que
hacerlo porque hay que hacerlo. Listo. Ad
maiorem Dei gloriam. Y punto. No more
explanations. Nada que ver con el resultado final, ni con el optimismo, ni
con ninguna predicción, ni con el éxito ni con nada, excepto con el deber.
Algunos se han sentido el
Miércoles pasado como si hubieran perdido la batalla de su vida. No, gente,
acostúmbrense a una agenda más amplia y a perder todos los días, porque la
única derrota en serio es dejar de ser uno mismo.
De un permanente derrotado a
todos los muy desanimados: ánimo gente, la historia humana es casi la
historia de Caín. (https://eseade.wordpress.com/2017/10/27/la-historia-humana-es-casi-la-historia-de-cain/). Después del pecado original, no esperen mucho. Cristo triunfó sobre el pecado y sobre la
muerte, pero muriendo en la cruz, y su reino no es de este mundo.
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