No es la primera vez que hay un
debate interno sobre este tema entre los liberales (clásicos) pero ante este
artículo de Vanesa Vallejo (https://es.panampost.com/vanessa-araujo/2017/07/01/conservadurismo-y-libertarismo/)
y la crítica que recibió (https://www.misescolombia.co/peligroso-coqueteo-vanesa-vallejo-conservadurismo/), el debate, que vengo escuchando hace ya casi 43 años, ha renacido nuevamente en
las redes sociales liberales latinoamericanas.
El liberalismo clásico no es una
ideología, no tiene dogmas ni pontífices, o autores sacrosantos e intocables.
Por lo tanto para resolver este
tipo de cuestiones viene bien recurrir a la historia de las ideas políticas.
Creo que muchos podríamos estar
de acuerdo en que el liberalismo político nace (y sigue) como un intento de
limitar el poder de las autoridades políticas contra el abuso del poder. Desde
Juan de Mariana hasta Francisco de Vitoria, pasando por Locke, Monesquieu,
Tocqueville, los autores del El Federalista, Lord Acton, Mises, Hayek, y me
quedo muy corto en una lista que es muy larga, todos coincidían en limitar el
poder del estado.
¿Pero limitarlo por qué? Allí
comienzan los problemas, porque si decimos “limitarlo en función de los
derechos individuales”, parece que seguimos estando todos de acuerdo porque
apenas rasgamos un poquito, el fundamento filosófico de los derechos individuales
comienza a ser muy diverso.
Vamos a identificar,
faliblemente, tres grandes corrientes.
Una, la neokantiana. En esta
corriente (Popper, Mises, Hayek) la limitación del conocimiento es la clave de
la sociedad libre, y la libertad individual tiene su obvio límite en los
derechos de terceros.
Otra, la neoaristotélica. Con sus
diferencias, autores como Rand, Rothbard y Hoppe (este último agregando a una
ética del diálogo que en sí misma tiene origen en Habermas) plantean el eje
central en la propiedad del propio cuerpo, como la propiedad de la persona, y
por ende la moral se concentra en el principio de no agresión (no iniciar la
fuerza contra terceros). Todos sabemos que Rothbard es anarcocapitalista y que
los debates entre esta posición y la anterior suele ser muy duros y con
excomuniones mutuas y frecuentes.
La tercera, la iusnaturalista
tomista. Desde la segunda escolástica, pasando por Hooker, Locke, Tocqueville,
Constant, Burke, Acton, Lacordaire, Montalembert, Ozanam, Rosmini, Sturzo,
Maritain, Novak, y los actuales Sirico y Samuel Gregg (se podría perfectamente
agregar a Joseph Ratzinger), estos autores fundamentan en Santo Tomás la
laicidad del estado y la libertad religiosa, el derecho a la intimidad, los
derechos a la libertad de expresión y de enseñanza como derivados de la
libertad religiosa y por ende la limitación del poder político, con una fuerte
admiración por las instituciones políticas anglosajonas. Es la corriente del
Acton Institute.
Tanto en los autores como en los
discípulos de la primera y segunda corriente, hay una tendencia a decir que la
moral consiste en no atentar contra derechos de terceros pero, coherentes con
el escepticismo kantiano en metafísica, y un aristotelismo que no llega al
judeo-cristianismo de Santo Tomás, tienden a ser escépticos en la moral
individual. Allí no habría normas morales objetivas, sino la sencilla decisión
del individuo y nada más, siempre que no moleste derechos de terceros. Muchas
veces su conducta individual puede ser heroicamente moral pero no la postulan
como algo a nivel social. Pueden tener además cierta coincidencia con John
Rawls (a quien rechazan obviamente pero por su intervencionismo económico) en
que el estado debe ser moralmente neutro.
Para muchos de ellos, hablar de
normas morales objetivas es un peligro para la libertad individual, pues los
que así piensan tienen a imponerlas por la fuerza al resto de la sociedad.
Es comprensible, por ende, que
frente a una Vanesa que ha afirmado firmemente sus principios morales SIN
escepticismo y con fuerte convicción, se enfrentara con una respuesta que la
coloca como un fuerte peligro contra el liberalismo que ella dice profesar.
Pero esa respuesta a Vanesa (no
quiero hablar ahora por ella, sólo expreso mi opinión) deja de lado al
iusnaturalismo tomista y su defensa de la libertad individual.
Los que sobre la base del derecho
natural clásico hablamos de un orden moral objetivo, a nivel social e
individual, afirmamos, precisamente sobre la base de ese orden moral objetivo,
la laicidad del estado, y los derechos a la libertad religiosa y el derecho a
la intimidad, pero NO como los derechos a hacer lo que se quiera mientras no se
violen los derechos de terceros, sino como los derechos a la inmunidad de
coacción sobre la conciencia. O sea que alguien tiene todo el derecho a pensar
que la prostitución viola el orden moral objetivo pero ello no implica negar la
libertad individual de quien decida (decimos “decida”, por eso la trata de
blancas es otra cosa: un delito) ejercer el oficio más antiguo, sobre la base
del respeto a su derecho a la intimidad personal. Y así con todo lo demás.
Por lo demás, muchos, actualmente,
nos oponemos al lobby GBTB, pero NO porque NO respetemos la libertad individual
de los gays, trans y etc., sino porque ellos están convirtiendo de su visión
del mundo algo que quieren imponer coactivamente al resto, so pena de acusar a
todo el mundo de delito de discriminación. Por ende la lucha de los liberales y
libertarios contra el lobby GBTB NO se basa en que nosotros –y especialmente
los que estamos en el iusnaturalismo- queremos negarles su libertad individual,
sino porque defendemos la libertad individual de todos: la de ellos a vivir
como les parezca, amparados en el derecho
a la intimidad, y la de los demás, también a lo mismo, sobre la base de lo
mismo. Por lo demás, no habría delitos de discriminación (me refiero a delitos,
no al orden moral) si se respetaran los derechos de asociación, propiedad y
contratación como siempre los planteó el liberalismo clásico.
Finalmente una pregunta a todos
mis amigos liberales que piensan que la afirmación de un orden moral objetivo
es un peligro para la libertad. Si la base para su liberalismo es el escepticismo
sobre la moral individual, ¿qué va a pasar el día que dejen de ser escépticos
en ese ámbito? ¿Se convertirán en autoritarios?
Es muy fácil respetar, por
ejemplo, la libertad religiosa cuando consideran que no hay fundamento racional
para la religión. Pero, ¿y si lo hubiera?
Si lo hubiera, es más, si lo hay,
porque lo hay en Santo Tomás de Aquino, mejor para la libertad, porque en ese
caso el respeto a la libertad del otro se basa en que no voy a invadir su
conciencia, por más convencido que esté de que la otra posición es un error.
Una sociedad libre no se basa en el escepticismo. Se basa en el respeto y la
convivencia de todas las cosmovisiones sobre la base de no invadir
coactivamente la conciencia de los demás. No se basa en el escepticismo sobre
la verdad, sino en la certeza firme de
que la verdad se basa sólo en la fuerza de la verdad y no en la fuerza
física o verbal (aunque esta última no sea judiciable). Por eso muchos
liberales que respetamos la libertad religiosa pedimos de igual modo que ni la
Física, ni la Matemática ni nada de nada sea obligatorio, y por eso pedimos
distinción entre Iglesia y estado, entre educación y estado, entre ciencia y
estado (Feyerabend).
Así, la única cosmovisión del
mundo que no podría convivir en una sociedad libre sería aquella que en su
núcleo central implicara la acción de atentar contra los derechos de los demás.
Ella se enfrentaría contra el legítimo poder de policía emanado del Estado de
Derecho y de una Constitución liberal clásica. El liberalismo NO consiste en decir “vengan totalitarios del mundo y
hagan con nosotros lo que quieran”.
Como siempre, estas aclaraciones
no aclararán nada, porque los liberales se seguirán peleando, creo que por
suerte. Pero ojalá se comprendieran un
poco más y dejaran de excomulgarse mutuamente. Lo dice alguien que sabe lo que es
verdaderamente una excomunión y a qué ámbito pertenece.
Para alcanzar la verdad lo primero que hay que hacer es, en mi opinión, librarse de los sesgos que uno tiene, e intentar leer a los demás desde la equidistancia.
ResponderEliminarPor ejemplo si yo fuera católico, que no lo soy, cogería un par de párrafos del artículo de Vanesa y le daría la vuelta tal que así:
Se les olvidó que el capitalismo son valores. No basta con libre mercado y no agresión si la sociedad está llena de católicos, obispos corruptos y curas pederastas. Se necesita una cultura de igualdad, de compromiso social para alcanzar prosperidad. Es necesario que la gente se una, que valore la tolerancia a otras formas de vida por encima de la religión.
Si dentro de una sociedad, como dentro de un movimiento, se permite que las ideas de estos católicos, incluyendo su orden moral objetivo, tomen fuerza, cuando se intente frenar, la sociedad ya estará completamente permeada con estos pensamientos.
Creo que cualquiera entendería que un católico que se considere liberal, y que intenta explicar a duras penas al resto de católicos las bondades del liberalismo, se sienta bastante disconforme con estos dos párrafos, que buscan excluirle de sus propias ideas en base a una caricatura de su forma de vida.
Luego está el debate de liberales no liberales que da un poco igual. Importa bastante más el de buenos y malos argumentos. Y los de Vanesa son muy malos, y eso es lo que se tiene que hacer mirar.
Un cordial saludo.
No es LGBT?
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