Sí. Basta, the end, and the story.
Me vi las cuatro
primeras temporadas y comencé la quinta. Me hartó.
¿Por qué?
Algunos supondrán
que pienso que el mundo es mejor.
No. La historia de
la humanidad es, en gran parte, la historia de los psicópatas en el poder,
llámense reyes, emperadores, presidentes o gran conductor. Y el problema no son
ellos, individualmente, que no deberían estar sino en tratamiento psiquiátrico,
sino las masas que los siguen y que les dan el poder. Pero eso se llama
alienación, fenómeno social permanente que ha sido estudiado muy bien por Freud
(Psicología de las masas y análisis del
yo) y por Fromm (El miedo a la
libertad). La relación de la alienación con el poder es un tema de
psicología política MUY importante que debería ser tenido más en cuenta por
todos aquellos que se preguntan cómo pasa lo que pasa.
Por lo demás, como
buen liberal clásico, para mí la lectura de Buchanan es obligada, y por ende ya
sé lo que es la “política sin romance”. Hemos sido casi todos educados en que
el gobernante busca el bien común, mientras que el privado, su bien particular.
Ok, que “deba” buscar el bien común es una cosa, pero que lo busque, es otra. Y
en general no lo busca porque la política, precisamente al no ser el mercado,
es la oferta y demanda de bienes públicos, que NO son el bien común
escolástico. Son los bienes estatales que el político ofrece a su demanda, los
votantes, y él se los ofrece, buscando precisamente su bien particular (su
fama, su poder, su reelección), y se los da, total, él no los paga. En todo
caso lo pagan las futuras generaciones con impuestos y endeudamiento. Qué bien.
Claro que ese
inmenso poder puede ser aprovechado por psicópatas como Frank Underwood. Pero
no son ellos los que han producido ese poder: lo han producido los
intelectuales buenitos que han generado las ideas que han conducido a la
ampliación de las atribuciones de los poderes ejecutivos y legislativos. Todos
los que con buena voluntad pensaron y piensan que el estado debe ocuparse de la
salud, la educación, la seguridad social, la política fiscal, la redistribución
de ingresos, el comercio exterior, el comercio interior, el dinero, la banca,
etc etc etc. Todos esos intelectuales, seguramente muy buena gente, generan las
“estructuras de pecado” que luego son aprovechadas por los miles de frankes
underwoods vestidos y revestidos de mil maneras culturales.
Ahora bien, si la
situación fuera, como dice Hayek, una “política bajada de su pedestal”, donde
los bienes públicos estatales son pocos y el poder del gobierno es limitado,
entonces uno podría darse el lujo de no ocuparse de una política que no puede
interferir en nuestras vidas. Pero la situación no es así y el sistema tiene
que cambiarse desde dentro. Quedarse afuera no es opción, porque estas
situaciones en la historia terminan en el colapso del sistema o en una
revolución violenta.
Por ende el
problema de los tiempos actuales es que es un tiempo de crisis donde se
necesita que la gente honesta se involucre de algún modo, pero NO para ocupar
los mismos puestos gubernamentales que los intervencionistas, sino para
derogar, desregular, eliminar, desmantelar, todo ese sistema, desde el poder
mismo. Como en la Europa de la post-guerra, donde gran parte de sus primeros
ministros fueron santos varones que nada tenían que ver con un Aníbal Fernández
ni con una Hilary Clinton. O como la reconstrucción del Japón de la
post-guerra.
¿Pero entonces qué
necesitamos? ¿Una guerra?
No, claro. O sí,
claro, si no hacemos nada. Y series como House of Cards son un incentivo para
no hacer nada. Ah, esa es la política de miércoles, piensa el ciudadano
honesto. Ya está, jamás me meteré en eso. Ok, entonces los Frank Underwood
florecerán como por encanto, que en EEUU serán los Underwood, y en otros lares
son los Maduros, los Castro, los Pol Pot, y toda la lista de pequeños o grandes
hítleres que, como bien sabemos hoy, estaban ya muy chiflados desde pequeñitos.
No, señores, la
política no es necesariamente House of Cards. La política concreta no será para mí, que no sé jugar su ajedrez, pero sí es para gente con piel dura e ideas claras y
distintas. Ronald Reagan no fue Frank Underwood. Gandhi, tampoco. Mandela,
tampoco. J.F. Kennedy, tampoco. Estaban, sí, un poco locos, pero no eran
psicópatas del poder, eran estadistas (NO estatistas). Y si no te gusta ninguno
de ellos, selo tú, y deja de protestar contra la política para que luego
termines asesinado por ella mientras pensabas que tu mundillo seguiría
inalterable.
Estamos claros.
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