El día
del padre[1] es una de varias
celebraciones comerciales, para que gastemos dinero en una época del año donde
no gastamos tanto como en Navidad (que irónicamente no era una fiesta comercial
cuando comenzó a celebrarse[2])
Sin
embargo, con la edad uno va descubriendo que no importa tanto quién invitó a la fiesta cuanto poder ir cultivando
la idea de que la vida es la fiesta y que quien, a pesar de los inevitables
claroscuros de su tiempo, aprende a vivirla, puede llegar a vivirla para
siempre[3].
Cada
fiesta puede llegar a traernos una buena noticia. Este domingo se vuelve así un
recuerdo de la paternidad y una invitación a la celebración de lo masculino.
Después
del feminismo y después del machismo[4],
es oportuno pensar qué es ser varón y qué es ser mujer.
El
problema de lo masculino después del feminismo
El significado originario de Adán no es “varón”,
sino “ser humano”. Dios formó al ser humano de la tierra. Adán viene de “Adama” (= suelo, tierra). Él ha sido
tomado de la tierra y a la tierra volverá con la muerte. Pero la tierra recibe
el hálito de vida que Dios insufló a Adán en su nariz. Así, pues, hay a la vez
algo divino en el ser humano[5].
El ser humano se siente solo. Dios crea
entonces toda clase de animales y se los presenta. Él pone a cada cual su
nombre. Pero en ellos “no encontró una ayuda adecuada”[6]. En
el mítico relato (“Palabra de Dios en
lenguaje humano”), de la costilla de Adán, Dios crea entonces una mujer. De
ella puede decir Adán: “Esta sí que es
hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer (ischah),
porque del varón (isch) ha sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y a
su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”. “Estaban ambos
desnudos, Adán y su mujer, pero no se avergonzaban el uno del otro”[7].
En este relato, señala Anselm Grün[8], el
hombre aparece como referido hacia la mujer. Ambos forman una unidad profunda.
El varón suspira por la mujer. Encuentra su plenitud sólo cuando se sitúa ante
la mujer en una buena relación. Varón y mujer se complementan. La historia de
Adán y Eva esclarece no sólo la profunda unidad y la mutua pertenencia, sino
también las motivaciones de las luchas de sexos que traspasan toda la historia
de la humanidad.
Es evidente que el varón puede llegar a ser
plenamente hombre sólo si reconoce a la mujer en paridad de rango y de valor y
si se deja inspirar por ella. Esto se hace realidad sólo cuando él integra en
sí a la mujer, cuando él entra en contacto con su “ánima”, tal como Jung designaba la parte femenina del alma
masculina.
El
camino y los valores del varón en la antropología bíblica
La siguiente dimensión de lo masculino que nos
presenta la Biblia es Abraham, el varón peregrino
el que sale de su tierra en una ambigua búsqueda donde deberá discernir su
ideal de los múltiples ídolos que quieren captar su vida.
Hace muy poco tuvimos un Encuentro de un fin
de semana para varones adultos y recibimos el regalo de que uno de los varones
participantes tenía setenta y nueve años y era padre de otro participante de
treinta y seis. El gozo de la paternidad, el amor del padre al hijo y del hijo
al padre, que pudimos celebrar esos días, dejó una marca profunda en muchos de
los participantes sobre su deseo de ser padres que aman y son amados por sus
hijos, pero también despertó una inquietud similar a la de Isaac el huérfano de padre.
Es otra dimensión masculina, la necesidad de
salir al mundo para iniciar la búsqueda del peregrino, hace necesario
tomar distancia del padre, pero es
una distancia que parte en línea recta en sentido contrario y que por tanto,
algún día, el mismo movimiento de alejarse (valga aquí la imagen de la redondez
de la tierra) debe llevarnos a el reencuentro[9].
Es Isaac, el huérfano de padre, el que
en Jacob
alcanza su plenitud como padre, el patriarca del cual se
derivan las doce tribus de Israel. La paternidad
que origina un pueblo bendito por todas las generaciones.
Si bien el Patriarca es una de las dimensiones masculinas más fuertes del
Antiguo Testamento no es la única. La escritura nos presenta, de la mano de
otros varones, otras dimensiones de lo masculino, que son a la vez otros
valores de lo masculino: José el soñador,
Moisés el guía, Sansón el guerrero, David el rey, Salomón el amante,
Elías el profeta, Job el sufriente, Jonás el bufón, Pedro la roca, Pablo el misionero,
Juan el amigo y el anciano sabio.
Cada una de ellas va desplegando lo masculino
en relación:
El peregrino,
el huérfano que se hace padre, es esposo que recibe y protege,
el soñador,
el guía, el guerrero y el rey en su
acción transformadora,
el soñador,
el profeta y el sufriente en sus diferencias,
El bufón,
el amigo y el amante de la esposa,
El bufón,
el amigo y la roca de su esposa y amigos,
El anciano
sabio antes de morir.
Concluyendo, el varón ha sido tomado de la
tierra y a la tierra volverá con la muerte. Solo llegó a ser plenamente hombre
si reconoció a la mujer en paridad de rango y de valor y si se dejó inspirar
por ella[10].
La cultura postfeminista está todavía en una
etapa de disolución de las diferencias. En este como en los restantes terrenos,
el reconocimiento de las diferencias es parte del camino para reconocer una
identidad que es diferencia y hace a las personas únicas en la igualdad.
Roberto Estévez
roberto.estevez@santodomingo.edu.ar
[1] La tradición católica europea lo conmemora el
19 de marzo, día de San José, padre de Jesús.
Sin embargo,
Francia, Reino Unido y muchos países iberoamericanos, adoptaron la fecha
norteamericana, el tercer domingo de junio.
[2] Donde “Papa Noel” que trae los regalos,
sustituye el Niño que es el regalo en el pesebre.
[3] "Felices los que tienen alma de pobres,
porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.” Evangelio según San Mateo
5,1-12.
[4] Una hipótesis para investigar psicológica y
sociológicamente, es hasta qué punto la desaparición de una identidad masculina
favorece la identificación con estereotipos islámicos en Europa y machistas en
Iberoamérica. Del modo que el miedo a sí mismo es negado mediante la
cosificación del otro.
[5] Gen 2,7.
[6] Gen 2,20.
[7] Gen 2,23-25.
[8] En su libro “Luchar y Amar” que seguimos en
estas líneas.
[9] Una pequeña nota no sirve para agotar el tema,
pero podría sernos útil en esto la parábola del hijo pródigo, que es
inevitablemente la del padre misericordioso. Donde el hijo a quien no le
correspondía el campo en herencia sale buscando su ideal y queda enredado en
los ídolos, necesitando de volver al padre para estar liberado.
[10] Desafío común a los varones que conviven con
mujeres y a los que han elegido ser célibes. Ineludible
para la madurez humana de unos y otros.
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