Entre las varias
dificultades que tienen los liberales (clásicos) para dedicarse a la política,
está el consejo que Hayek dio: no
hacerlo y dedicarse a los think tanks
y las tareas académicas. Y que luego eso va a llegar, por una especie de efecto
“ondas en un estanque” a la opinión pública y, por último, a los políticos.
Creo que nunca
nos hemos puesto a analizar el eslabón faltante en esa cadena de ondas. Los thinks tanks realizan una gran labor de
formación. Todos los años, miles y miles de jóvenes pasan por sus seminarios y
clases, con excelentes profesores las más de las veces. Y eso es así hace
varias (muchas) décadas. Y no pasa nada. O las ondas hayekianas son muy lentas
o hay algo que no funciona en la teoría. Me inclino por esto último.
¿Dónde van luego
todos esos jóvenes? Por algún motivo no van a los partidos. Si, muchos de ellos
lo intentan, tienen un período juvenil al respecto, pero luego………… Primero, la
mayoría tienen que comenzar a trabajar en lo suyo, quieren formar una familia,
y……………. Pero, segundo, aunque algunos de ellos quisieran seguir, la lógica de
lealtades en los partidos políticos es muy diferente a la académica. Un
intelectual es en general un recién llegado, un paracaidista total, en un
partido político tradicional. Sus dirigentes no confían en él y menos aún en un
conjunto de jovencitos irreverentes. Para llegar a ser candidato con
posibilidades de entrar, hay que pasar por un sistema de lealtades muy largo,
hay que ganarse confianzas. No digo que haya que ceder en principios, pero sí
ganar una carrera donde todos quieren ser el primero. Y ello obedece a un juego
de ajedrez que NO es inmoral pero es MUY diferente a dar una maravillosa clase
sobre las externalidades y el teorema de Coase.
Por ende los
círculos hayekianos no llegan. Me dirán: ¿y entonces? Pues entonces hay que
estar dispuesto a jugar el juego. No es inmoral hacerlo. Los anarco-capitalistas
piensan que sí, lo respeto, porque el poder político de un estado, aunque
liberal clásico, es intrínsecamente malo para ellos. Pero los que no pensamos
así no podemos decir que entrar a un partido político sea inmoral. Es más: hay
que hacerlo, porque los cursos de los think
tanks liberales no llegan por ósmosis a los dirigentes tradicionales.
¿Pero quiénes?
Aquellos que tengan una auténtica vocación por
el poder. Claro, en general los liberales no la tenemos, porque para
nosotros, cuanta menos política, mejor. Pero ahora son otros tiempos. Las instituciones
ya no existen y la ignorancia de los dirigentes tradicionales es absoluta, y ni
que hablar de su inmoralidad. Ahora es el tiempo de entrar. Y si es en los
partidos tradicionales, mejor. Y estar dispuesto a jugar las fichas que haya
que jugar, cosa que NO es necesariamente inmoral. Se necesita tacto, prudencia,
piel dura, objetivos claros, ideas claras. Si, deben ser pocos, pero si los
pocos que hay no entran, peor. El poder tiene horror al vacío. Sus espacios son
llenados por quien fuere. El poder siempre está. Por eso el poder está lleno de
locos y psicópatas, que tienen la personalidad ideal para ser un mármol ante
las dificultades de la política. Pero la política no es la única profesión que requiere
psicologías especiales, aunque no psicopáticas. Un neurocirujano infantil, por ejemplo, puede
ser un santo pero tiene que saber dónde y cómo cortar sin ponerse a llorar. Las
circunstancias actuales serán difíciles pero la Europa de la post guerra fue
edificada por santos varones que sabían que no podrían darse el lujo de esperar
a otra bestia mussoliniana en el poder.
Hay que jugarse,
liberales. Hay que entrar. En el pro, en el radicalismo, en el peronismo no
kirchnerista, si encuentran alguna forma de soportar la marchita. Pero
entren y jueguen el juego. Que yo sea totalmente incapaz de hacerlo no quiere
decir que otros no puedan. Es el momento. Aquí y en todo el mundo, es ahora o
nunca.
Muy cierto, pero agregaría que es necesario tener liderazgo y capacidad de convencimiento. Veo muy difícil formar un partido liberal, pero es interesante la idea de entrar en los partidos tradicionales y desde ahí, promover políticas liberales. Pero el liberal que lo haga tendrá que aceptar que todos piensan diferente, en tal sentido tendrá que adaptarse a los principios del partido tradicional y ahí donde tiene que tener mucha sabiduría para aceptar temas que no están en su repertorio teórico.
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