Impera cierto
escepticismo ante nuestra insistencia de que hay que bajar el gasto público,
porque se ha extendido la creencia de que el estado “invierte” cuando hace obra
pública. Craso error.
La inversión es la utilización
del ahorro para la producción de nuevo capital. Por lo tanto, la inversión
implica aumentar la productividad y la riqueza conjunta. El único test que ello
tiene es que la tasa de interés de retorno sea rentable. Para ello se necesita
un mercado libre, o de lo contrario no se puede saber si hay rentabilidad o no.
Por ende, dado que el
estado necesariamente obra fuera del mercado, no puede invertir. Lo que hace es
gastar. Tiene un presupuesto y determinados recursos para gastar en diversas
obras públicas, de igual modo que el administrador de un edificio tiene un
presupuesto, fruto de las expensas, para gastar en bienes comunes del edificio.
No está mal que los
copropietarios decidan autorizar al administrador que gaste en arreglar un
ascensor, de igual modo que no está mal que los votantes autoricen al estado a
hacer un puente. Pero hay diferencias a considerar.
Primero, los
co-propietarios tienen conciencia del gasto. Saben que si no hay fondos tienen
que subir las expensas. Saben además que cada uno de ellos puede aumentar sus
ingresos, pero los gastos del administrador no aumentan los ingresos conjuntos,
al contrario, los bajan.
Tercero, el
administrador tiene claramente prohibido decidir sobre los bienes privados y
las vidas de los co-propietarios.
Con los estados,
habitualmente, sucede lo contrario. Los votantes no tienen conciencia de lo que
ocurre, en general. Es más, como vimos, creen que el estado “invierte”. Por
ello mismo creen que la obra pública va aumentar la riqueza conjunta, y para
colmo ese estado, que ellos creen que invierte, tiene en general la puerta
abierta para violar las libertades individuales de todos.
Es más: el gasto
público siempre tiende a aumentar, porque el estado, utilizando coacción, puede
decidir, sin consentimiento de los votantes, tomar deuda, expandir la base
monetaria (inflación) o aumentar los impuestos (que sin progresivos a la rente
perjudican a los más necesitados). Y porque los votantes creen que todo ello es
para su bien, cuando en realidad son ellos los que terminan pagando todos los
gastos, con su mayor pobreza.
Para evitar todo esto,
hace ya más de cinco décadas que Hayek y Buchanan plantearon sus propuestas de
control constitucional de gasto público, estableciendo un nuevo programa de
investigación llamado economía política
constitucional. De todo lo cual hay en general una supina ignorancia en
votantes, políticos, intelectuales, muchos economistas y casi la totalidad de
los filósofos, todos los cuales siguen pidiendo y ejecutando el aumento del
gasto y diciendo “qué barbaridad” cuando
ven la terrible imagen de un niño muriendo de desnutrición en el Chaco, sin
poder unir lo primero como la causa de lo segundo. O, en general, acusando
de ello al “capitalismo liberal”, cuando todo ello es causado por todo lo
contrario.
No está mal por ende
que por razones políticas se decida hacer un puente, siempre que se lo llame
gasto, que haya conciencia del gasto y que se diga claramente a los votantes
que ellos van a tener que pagar el puente, con sus impuestos. Pero ello no
sucede, excepto que se adopten los sistemas constitucionales de control de
gasto propuestos por Hayek y Buchanan pero, ¡no!, no hablemos de esos pérfidos
liberales, ¿no?
Mientras tanto el nuevo
gobierno sigue gastando incontroladamente, sigue aumentando los impuestos, no
está dispuesto a frenar la emisión monetaria y sigue tomando deuda como si
fuera un logro. Sus funcionarios se creen muy genios y desprecian a los
liberales como librescos incompetentes. Y dentro de otros 10 años, otro
default, y otro “fracaso del neoliberalismo”….
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