La mayoría de los argentinos se indignan cuando ven
espantosas fotos de niños desnutridos en nuestro país. Pero, al mismo tiempo,
la mayoría de los argentinos pide un aumento del gasto público para solucionar
la tragedia. La tragedia es que ese aumento del gasto es lo que produce la
pobreza.
Lamento cansar al lector si repito que, para aumentar el
gasto, el estado no tiene sino tres recursos: impuestos, inflación o deuda
externa.
Los impuestos siempre implican una menor producción de
bienes y servicios, porque son una exacción de lo que podría haber sido destinado
al ahorro, pero mucho más los impuestos a la renta y sobre todo los
progresivos, porque desalientan la inversión y eliminan recursos que se podrían
haber destinado al ahorro. Todo lo cual implica menor capitalización, lo cual
implica menor demanda de trabajo, menor salario real, y mayor pobreza.
Por ende, cuanto menos impuestos, mejor.
La inflación tiene como consecuencia directa la fuga de
capitales y la falta de ahorro en el mercado local de capitales, todo lo cual
implica descapitalización y, por lo mismo, mayor pobreza.
Y la deuda, en algún momento se paga. Con default, con
hiperinflación, con mayores impuestos. Todo lo cual implica mayor
descapitalización y, por ende, mayor pobreza.
No es una casualidad, por ende, que desde que la Argentina
comenzó a aumentar el gasto público, sus niveles de pobreza hayan ido
aumentando proporcionalmente. La tragedia cultural es que pocos relacionan una
cosa con la otra, y se acusa de ser insensibles al tema de la pobreza a quienes
advertimos permanentemente por el aumento del gasto público.
Ese es el drama cultural de la Argentina. El mundo social no
es fruto de tornados o tsunamis. Es fruto de las ideas y creencias de quienes
conforman el mundo social. No es la corrupción el drama de la Argentina, sino
estas ideas estatistas de la mayor parte de la gente de buena voluntad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario