(De mi comentario a la Suma Contra Gentiles).
Libro II, capítulo 68: Qualiter substantia intellectualis
possit esse forma corporis. (De
qué modo la sustancia intelectual puede ser forma del cuerpo).
Argumento central
Ad
hoc enim quod aliquid sit forma substantialis alterius, duo requiruntur. Quorum
unum est, ut forma sit principium essendi substantialiter ei cuius est forma:
principium autem dico, non factivum, sed formale, quo aliquid est et
denominatur ens. Unde sequitur aliud, scilicet quod forma et materia conveniant
in uno esse: quod non contingit de principio effectivo cum eo cui dat esse. Et
hoc esse est in quo subsistit substantia composita, quae est una secundum esse,
ex materia et forma constans. Non autem impeditur substantia intellectualis,
per hoc quod est subsistens, ut probatum est, esse formale principium essendi
materiae, quasi esse suum communicans materiae. Non est enim inconveniens quod
idem sit esse in quo subsistit compositum et forma ipsa: cum compositum non sit
nisi per formam, nec seorsum utrumque subsistat.
Esto es: “Pues, para que algo sea
forma sustancial de otro, se requieren dos condiciones. La primera es que la
forma sea principio del (ser) existir sustancialmente de aquel cuya forma es: y
digo principio no efectivo, sino formal, por el cual algo es y se denomina
ente. De donde se sigue una segunda condición: a saber, que la forma y la
materia convengan en un solo ser, lo cual no ocurre respecto del principio
efectivo con aquel al cual da el ser; y es en este ser en el que subsiste la
sustancia compuesta, que es según el ser y consta de materia y forma. Y no hay
inconveniente en que la sustancia intelectual, porque es subsistente, como se
ha probado, sea formal principio del (ser) existir de la materia, como
comunicando su ser a la materia, pues no hay dificultad en que uno mismo sea el
ser en el que subsisten el compuesto y la forma misma, ya que el compuesto no
(es) existe sino por la forma, y ni uno ni otro subsisten separados”.
Este capítulo es ya
particularmente complejo en su contexto. Santo Tomás, coherente con su
interpretación de Aristóteles, intentará demostrar que la forma sustancial del
ser humano es una forma sustancial de la que emerge la potencia intelectiva,
cosa que hasta ahora no había establecido sino indirectamente. Ello es lo que
permitió en su momento a Santo Tomás demostrar la “inmortalidad” (subsistencia)
del alma humana, siendo esta al misno tiempo forma del cuerpo humano y por ende
afirmar la inmortalidad del alma humana en armonía con la unidad alma/cuerpo
del su Aristóteles. Como ya dijimos,
actualmente esto requiere importantes adaptaciones, que serán vistas en los
anexos. Por ahora tratemos de decodificar la intrincada red metafísica que
Santo Tomás tiene in mente al unir a su Aristóteles con su propia visión
creacionaista de la creatura corpórea.
Antes que nada, voy a dar mi
propia interpretación, tanto a lectores tomistas como no tomistas, de lo que
Santo Tomás interpreta de Aristóteles en el tema de la materia prima y la forma
sustancial.
Lo que llamamos “cuerpos”
tendrían composición por el lado de la esencia. La esencia de una planta o de
un animal tiene un principio determinante; esto es, un principio que ordena a
la sustancia corpórea y le da el grado de ser. Cuando decimos “un tigre corre
porque es un tigre”, esa “esencia” (el ser tigre) a la que nos referimos tiene
un principio determinate por el cual es tigre y no perro o delfín. Pero los
tigres, perros, delfines, etc. tienen materia, lo que es ordenada por la forma
y recibe de ella ese grado de ser “tal”. Esa materia siempre “es” en tanto
determinada por la forma. Pero los entes corpóreos, cuando se “deshacen”, lo
que sufren es una transformación: cuando un fósforo se transforma en ceniza,
hay “algo común” al fósforo y a la ceniza, no hay un “hiato” o una nada entre
los dos términos de la transformación, y esa “materia en común” que nunca es
indeterminada, sino siempre determinada por la forma, es la materia “prima”.
Por consiguiente, todo cuerpo está compuesto por una forma sustancial, actual,
y una materia prima, potencia —potencia en tanto principio—, que recibe el ser
tal de la forma sustancial.
Santo Tomás ubica todo esto a su vez en
su noción de creatura, y esa unión entre su visión creacionista y lo anterior
implica que ya, ipso facto, Aristóteles, haya dicho lo que fuere, quede
transformado. (Como si el creacionismo de
Santo Tomás fuera la nueva forma sustancial de los textos de
Aristóteles). Los entes creados tienen esencia en tanto tienen id quod esse recipitur; esto es, aquello
que recibe el ser, y ello determina los diversos grados de ser de las
creaturas. Cuando Santo Tomás
piensa en los entes creados no corpóreos, como los ángeles, adopta para ellos
el lenguaje de Aristóteles, y sostiene, como vimos, que tienen “solo” forma
sustancial y acto de ser, significando ese “solo” que no son compuestos de
materia y forma. La forma sustancial en ese caso no es forma de un cuerpo, sino
que se identifica con la esencia en tanto tal, que da la gradación entitativa.
Por ende, readaptando esa terminología, todo ente creado tiene acto de ser,
cuyo grado de ser está dado por su “forma sustancial”; solo que en los entes
corpóreos esa forma sustancial da el grado de ser al compuesto de materia y forma. ¿Da también el acto de ser? Como
vimos, el dar el acto de ser es privativo de Dios, pero siempre da un acto de
ser “graduado”, y en ese sentido podemos decir que en la creación el acto de
ser, sin la forma sustancial, no tendría sentido. Y cuando Santo Tomás combina
todo esto con la transformación sustancial en Aristóteles, pone en juego lo que
ya hemos visto como concurso de causas. En los casos más claros de
transformación sustancial, como es en la reproducción de los seres vivos, ambos
seres vivos son causas eficientes principales de la transformación sustancial,
y ello implica que propiamente el padre es causa de que el hijo “sea”; pero ese
“sea” implica un con-curso de causas entre la causa segunda y la causa primera.
Que el padre y la madre sean propiamente causas eficientes principales (y en
ese sentido son causas primeras en relación con causas instrumentales, que son
segundas) no quita que lo sean en un orden de causas segundas, cuando
recordamos que todo acto de ser depende de un acto de creación por parte de
Dios. Pero Dios respeta el orden de causas físicas por Él creado, y por lo
mismo da el ser solo cuando se da el acto de reproducción de los seres vivos.
La creación, en el orden físico, es siempre en concurso con las acciones que
los seres físicos deben desarrollar para que ocurra la transformación
sustancial. La creación es dar el ser de la nada, pero esto, en el orden de las
causas segundas (en tanto creaturas) implica que el ser “dado” lo es en el
momento de la concepción del nuevo ser vivo. Eso no es solo por voluntarismo de
Dios. Es por el mismo orden natural por Él creado. Eso es, dada la naturaleza
de las cosas (que podría ser diferente,
pero una vez que es tal, sus consecuencias son necesarias), un nuevo ser
vivo solo puede surgir de una transformación sustancial. Dios puede no dar el
ser, pero ello implica que la concepción no se va a realizar (para lo cual
puede —o no— tolarar una falla en el proceso), o puede darlo fuera de dicho
orden de causas, pero en ese caso se trata de milagros que, en el paradigma
judeocristiano, Dios realiza en momentos específicos de la historia de la
salvación y no por deporte (como la concepción virginal de María, coherente con
la total negativa de Cristo a realizar milagros delante de Herodes).
Por tanto se puede decir que en
los entes corpóreos propiamente la forma sustancial no es causa del acto de
ser; analógicamente sí, en tanto sin la acción de la sustancia primera en el
orden de su forma no hay transformación sustancial y, por consiguiente, no hay
nuevo ente corpóreo; además, sin la forma sustancial, en la sustancia primera
no hay acto de ser, porque el acto de ser es el acto de ser “graduado” en la
forma sustancial. Dentro de este contexto, analicemos nuevamente el texto de
Santo Tomás. Los paréntesis son mi comentario.
“Pues para que algo sea forma
sustancial de otro se requieren dos condiciones. La primera es que la forma sea
principio del (ser) existir
sustancialmente de aquel cuya forma es: (es
decir, sea su principio determinante, sin el cual el cuerpo no sería nada);
y digo principio no efectivo, sino formal (o
sea, la forma sustancial es causa formal; la causa eficiente es otro ente
corpóreo, que produce la transformación sustancial), por el cual algo es y
se denomina ente. De donde se sigue una segunda condición, a saber: que la
forma y la materia convengan en un solo ser (esto es, que se trate de un solo cuerpo; que se trate de este
tigre y no de otro), lo cual no ocurre respecto del principio
efectivo con aquel al que da el ser (esto
es, la causa eficiente y su resultado sí pueden ser dos diferentes) y es en
este ser (un cuerpo singular) en el
que subsiste la sustancia compuesta, que es según el ser y consta de materia y
forma. Y no hay inconveniente en que la sustancia intelectual —porque es
subsistente, como se ha probado— sea formal principio del (ser) existir de la
materia, como comunicando su ser a la materia (o sea, no hay problema en que una forma sustancial subsistente dé el
ser a un cuerpo), pues no hay dificultad en que uno mismo sea el ser en el
que subsisten el compuesto y la forma misma (es decir, es un mismo cuerpo en el cual “son” la forma sustancial
subsistente y la materia prima), ya que el compuesto no (es) existe, sino
por la forma (lo que habíamos dicho
antes: en el cuerpo, el acto de ser “no es” sino limitado por la forma
sustancial que da el ser a la materia), y ni uno ni otro subsisten
separados”. (La forma sustancial
subsistente y su cuerpo no subsisten ambos como sustancias completas una
vez separados).
Lo que se está diciendo es que
una forma sustancial subsistente puede ser de dos tipos: la del ángel, que no
es forma de un cuerpo, y la del ser humano, que es forma de un cuerpo. En el
segundo caso, que sea subsistente no le quita la capacidad ontológica que tiene
una forma sustancial de ser el principio determinante del cuerpo. O sea: un cuerpo no es ya algo a lo cual se
agrega la forma sustancial. Un cuerpo es materia organizada por la forma;
materia prima sin forma es nada. Con lo cual, Santo Tomás está formulando tácitamente
una premisa ontológica: lo ontológicamente superior puede ser causa de lo
inferior, pero no al revés. Dios, infinito, crea lo finito, pero no al revés.
El intelecto puede entender lo corpóreo (inmaterialmente), pero no al revés. De
igual modo, una forma sustancial subsistente puede organizar un cuerpo humano.
Pero en ese caso, no es la forma sustancial, directamente, el intelecto, sino
que la forma sustancial humana es tal que organiza un cuerpo tal que tiene dos
potencias específicas: inteligencia y voluntad. Es decir: el intelecto no es la
sustancia, ni la forma sustancial, sino una facultad de esa sustancia primera
que es la persona humana. Con lo cual tenemos la siguiente relación conceptual
y deductiva de todo lo que ha dicho Santo Tomás hasta ahora. Retornemos al capítulo 49: el intelecto conoce “cosas” que no
son cuerpo. Luego el intelecto no es corpóreo. Luego, dada la analogía de
proporción entre potencia en acto primero y potencia en acto segundo, si el
intelecto en acto segundo (conociendo de modo no corpóreo) no depende de la
materia en su ser (capítulo 51), tampoco
el intelecto en acto primero. Pero de vuelta: hay una analogía de proporción
entre potencia en acto primero y la forma sustancial de la que emerge dicha
potencia. Luego si la potencia como tal no depende de la materia en su ser,
tampoco la forma sustancial, y a ese tipo de forma sustancial es a la que
podríamos llamar “intelectual” o “racional”; no porque sea ella misma el
intelecto, sino porque da origen a la facultad intelectiva. En el caso del ser
humano, esa forma sustancial es forma de un cuerpo (capítulo 68), subsumiento por ende en una sola forma las
potencias vegetativas y sensibles, y siendo subsistente, porque, al no depender
de la materia en su ser, terminado el compuesto (la muerte), no desaparece,
sino que “sigue” siendo (subsistencia); pero no como sustancia “completa”, sino
como forma sustancial in-completa, porque le falta el cuerpo al que está
“destinada ontológicamente”.
De una manera gráfica:
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