domingo, 11 de octubre de 2015

MISES, POPPER Y EL CRISTIANISMO

https://www.academia.edu/4121822/Mises_Popper_y_el_Cristianismo

9 comentarios:

  1. Gabriel, te dejo aquí mi opinión sobre los papers que uniste en este post. Es casi a su vez un artículo, pero sin revisión y escrito con bastante sueño encima...

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  2. [1]

    La posición miseana sería compatible con el cristianismo si las únicas formas de organización social de la economía fueran la planificación socialista o el mercado capitalista, ya que el primero no cumpliría sus propias metas y el segundo sí. Sería cuestión sólo de elegir entre dos órdenes cuya realización implica llevar vidas incompatibles con la prédica del Evangelio, pero que contendrían el magro mínimo necesario para el bien común: que los bienes circulen desde quienes los producen hasta quienes los consumen. Pero resulta que la humanidad conoció más de 1500 años de historia sin una sociedad mercantil, tomando el tiempo sólo en Occidente y desde la crucifixión de Cristo. Y que, a menos que seamos marxistas y consideremos que existe tal cosa como "modos de producción", lo que podía tener de "feudal" o "esclavista" la economía desde el neolítico hasta fines la Edad Media, eran sólo sus elementos, respectivamente, políticos y paraeconómicos, puesto que la vida económica sustancial de la mayoría rural de la población se desarrollaba sin mayores modificaciones externas si acaso pertenecía a un feudo o estaba sometido a la tributación pública (en su interior se basaban esencialmente en diferentes y complejísimas combinaciones de formas comunitarias basadas en tipos muy distintos de relaciones de reciprocidad, redistribución e intercambio, sólo tomando en cuenta las economías de parentesco), y dicha vida no tenía ninguna relación con el mercado o con la planificación socialista, acercándose mucho más al tipo de vida "imposible" de los primeros cristianos y que es el que, al menos, debería tenerse en cuenta como referencia para tener una mejor idea de que es el bien común para el pensamiento católico. Insisto, si se toma como bien común algo más que el acceso general a una cantidad de bienes o al mero funcionamiento de la cooperación social. (Me viene a la mente un comentario de Ratzinger en su encíclica Spe Salvi respecto a que la salvación en el catolicismo no es individualista sino comunitaria.)
    Ahora bien, y vuelvo entonces a nuestro eternizado debate de los últimos años de mi conversión política: ¿predica el Evangelio una forma de organización social? No, sin duda. ¿Dicta una forma de vida y de relacionarse con los otros? Decididamente sí. ¿Tiene esa forma de vida y de relacionarse con los otros una implicancia en la forma en que se terminará organizando la sociedad? Pues sí, de hecho es así desde la Iglesia primitiva hasta la vida monástica. Y esto lo reconoce Mises que, sin embargo, consideraba que la vida auténticamente cristiana era económicamente irrealizable para el total de la población, ya que aquellos que cumplían (hacia dentro) con la caridad cristiana, debían vivir (hacia afuera) de la entrega del excedente creado en forma compartida, puesto que, según él, la vida auténticamente cristiana tenía un carácter completamente negativo respecto al mundo y era esencialmente antieconómica. Esta conclusión de Mises es parcialmente errada, lo cual sin embargo no significa, sólo por eso, que la comunidad de los primeros cristianos pueda realizarse hoy día. En general muchas de sus observaciones sobre el cristianismo son a la vez acertadas y erradas, lo cual por sí solo tampoco obsta, obviamente, para poder conciliar con el cristianismo la defensa miseana de una economía basada en el mercado.

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  4. [3]

    Se puede ver cómo el error de Mises aumenta y se ramifica cuando afirma cínicamente lo siguiente:

    “El Evangelio no es socialista ni comunista; pero, según hemos visto, se muestra indiferente, por un lado, con respecto a todas las cuestiones sociales y, por el otro, lleno de resentimiento con relación a la propiedad y a los propietarios. De esta manera la doctrina cristiana, desde el momento en que desaparece lo que formaba la base misma de su prédica, el advenimiento inminente del reino de Dios, puede ejercer una acción destructiva llena de extrema violencia. Es absolutamente imposible construir una moral social que acepte la cooperación de los hombres en la sociedad, basada en una doctrina que prohíbe toda preocupación sobre las necesidades terrenales, condena el trabajo, expresa con fuego el odio a los ricos, predica el despego hacia la familia [sic]. La obra civilizadora que ha realizado la iglesia en el curso de los siglos es obra suya y no del cristianismo. No buscamos la parte que en esto sea imputable a la herencia que le había transmitido el Imperio Romano y la parte que toca a la idea de la caridad cristiana completamente transformada bajo la influencia del estoicismo y de otras filosofías. En todo caso, la moral social de Jesús no ha tenido en ello participación alguna. Los esfuerzos de la iglesia han consistido en hacer inofensiva esta moral, pero jamás ha tenido éxito en el propósito sino durante períodos limitados. Obligada a conservar el Evangelio sobre el cual se funda, la iglesia debe esperar siempre que surja en su seno la rebelión de quienes interpretan -las palabras de Jesús de manera diferente de como ella misma cree hacerlo.
    No puede construirse una moral social adaptada a las necesidades de la vida terrena sobre las palabras del Evangelio. Desde este punto de vista poco importa saber si Jesús ha enseñado realmente la doctrina de los Evangelios; porque para cualquier iglesia cristiana éstos constituyen, junto con los demás escritos del Nuevo Testamento, la base de que no puede prescindir, so pena de destruirse a sí misma. Aun cuando investigaciones históricas viniesen a demostrar con mucha probabilidad que el Jesús de la historia ha tenido una concepción de los problemas sociales diferente a la que se manifiesta en el Nuevo Testamento, no por ello la letra de las Escrituras dejaría de conservar su vigencia para la iglesia.
    […] Pero si edificar una moral social cristiana es imposible con las palabras del Evangelio, ¿no se podría armonizar la doctrina cristiana con una moral social que favorezca la vida en sociedad, en lugar de destruirla, de manera de poner asi la gran fuerza que representa el cristianismo al servicio de la civilización? Una adaptación de esta clase de cristianismo no carecería de precedente en la historia. La ciencia moderna ha probado que la concepción que del mundo tienen el Antiguo y el Nuevo Testamento es insostenible y que la iglesia ha tomado en este caso su partido [sic]. Ya no quema actualmente como herejes a los hombres que afirman que la Tierra gira [sic], y no consigna ya ante el Tribunal de la Inquisición a quienes se atreven a poner en duda la resurrección de Lázaro y la resurrección corporal de los muertos [sic]. Aun está permitido hoy en día a los sacerdotes de la iglesia romana estudiar astronomía y las teorías evolucionistas. ¿No podría hacerse lo mismo en lo que toca a los problemas sociales? ¿No podría la iglesia hallar un camino que le permitiese asimilar el principio fundamental de la sociedad, la libre cooperación por medio de la división del trabajo? ¿No se podría interpretar en este sentido el principio fundamental de la caridad cristiana? Estas son cuestiones que no solamente interesan a la iglesia, pues el destino mismo de la civilización está en duda. Porque no hay que suponer que la oposición de la iglesia a las ideas liberales esté exenta de peligro.”

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  7. [6]

    Sin duda estoy abierto a la posibilidad de que, como plantean desde veredas parcialmente opuestas Isaiah Berlin y Zygmunt Bauman, haya valores irreconciliables entre sí, y tengamos que elegir, por ejemplo, entre la libertad en la búsqueda de la subsistencia y la caridad en la búsqueda de esa misma subsistencia. Ahora bien, me gustaría que al menos pudieras ver este problema, Gabriel, que es el que te quiero señalar, y no convertir la necesidad en una virtud. De hecho tu argumentación últimamente, en tus breves debates conmigo justo antes de descartar mi posición e irte rápidamente a dormir, es el de que “no hay otra opción”, lo cual pareciera probar la enorme virtud de la misma. Ahora bien, a veces la única solución para vivir es el canibalismo, y eso no la hace una opción más cristiana que dejarse morir. Voy a aclararlo aunque no debiera: no estoy comparando al capitalismo con el canibalismo, se entiende, sino simplemente señalando una potencial falacia o, por lo menos, el que percibo como un subyacente paralogismo en tu argumentación apologética del capitalismo, que te lleva a bendecir como obras de caridad (de amor, vaya) lo que no son más que resultados no intencionalmente altruistas de una única forma de subsistir intercambiando mercancías (me refiero a tu idea de bendecir los supermercados). Si la caridad cristiana se reduce, pues, a la mejor provisión de bienes (o al menos la más abundante, ya que es discutible cuán justa sea) con independencia de las condiciones humanas y sociales en las cuáles estos bienes se producen, entonces, bueno, creo que entendí mal el significado de caridad cristiana. Me uniré entonces al coro desafinado de los que la entendimos “mal”, y repetiré las melodías más dulces de un Bertrand de Jouvenel que nos recuerda que “aspiramos a algo más que a una sociedad de buenos vecinos que no desplazan los mojones, que devuelven a su dueño las ovejas perdidas y que no codician el asno del vecino. Y en realidad una comunidad basada no en la dependencia económica sino en el compartir fraternalmente el producto común, e inspirada por el sentimiento profundo de que sus miembros constituyen una familia, no debería ser considerada utópica.”

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  9. Es un lío publicarlo acá. Borré los que mandé porque llegaron sólo algunos, e iban a quedar desordenados si mandaba las partes que faltaban después. Leelo en tu muro de Facebook.

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