Diciembre de 2008.
Karl Popper nace en Viena en
1902. Heredó de su padre la raza judía y una extraordinaria biblioteca con la
cual aprendió por su cuenta filosofía, arte y ciencias. Comenzó desde niño a
preguntarse por problemas metafísicos y cosmológicos. Bebió parte de la cultura
científica de su tiempo, y la lectura de Spinoza, desde muy joven, lo dejó
agnóstico para toda su vida.
Tuvo siempre una gran
sensibilidad y preocupación social y política. Hizo trabajo social con niños
abandonados y fue maestro de escuela casi siete años, aún después de terminada
su tesis doctoral en 1928. Pero su precocidad al respecto se manifestó en el
famoso episodio de 1919, relatado por él mismo de manera detallada en dos
ocasiones[1].
Entretanto decide entrar a la Universidad de Viena
para estudiar Física y Matemáticas. Para el momento de su doctorado, en 1928,
ya estaba envuelto en los debates del Círculo de Vienna, esto es, el
neopositivismo lógico, del cual se va distanciando desde el principio. El mismo
cuenta la sorpresa que despertaban sus opiniones: que la inducción no era el
método adecuado para las ciencias naturales y que éstas consisten, no en probar
hechos, sino en plantear conjeturas que, como mucho, deben someterse a un
proceso de refutación empírica. Son estas ideas, y otras más revolucionarias
(como que todo experimento está envuelto en teorías que permiten interpretarlo)
las que desarrolla en La lógica de la investigación científica, en 1934.
El libro no se difunde mucho excepto en el reducido círculo de sus amigos neopositivistas,
quienes no ven en ese momento las profundas diferencias que el libro planteaba.
Uno que sí las vio fue F. Hayek[2], que
luego ocuparía un rol central en la vida académica de Popper.
En 1936 Popper decide
autoexiliarse en Nueva Zelanda, junto con su esposa. Atraviesa allí un período
de gran soledad y aislamiento, con cierta hostilidad de las autoridades
académicas que lo rodeaban. Escribe en ese período, sin embargo, dos de sus
obras más importantes: La sociedad abierta y sus enemigos y La miseria
del historicismo. La primera es una defensa de la sociedad libre sobre la
base de la libre crítica de nuestro limitado conocimiento (parecido a On
Liberty, de Mill). Es un largo libro “de combate”, (contra los
totalitarismos coministas y nazifascistas) donde además coloca como enemigos de
la sociedad abierta a Platón, Hegel y Marx, a quienes dedica larguísimas
críticas. Se gana con ello por supuesto a “los enemigos para siempre de Karl
Popper”, esto es, marxistas, hegelianos y, a veces, historiadores de filosofía
antigua y medieval que difieren de su interpretación de Platón. Se discute
hasta hoy si Popper quiso decir en ese libro que el fundamento de la libertad
política es la conjeturalidad de nuestro conocimiento o si hay certezas morales
para la defensa de la sociedad libre[3].
La miseria del historicismo,
en cambio, es un libro más corto y más técnico. Plantea allí los problemas del
método en ciencias sociales, estableciendo para ellas, como punto de partida,
un “principio de racionalidad” cuya influencia en epistemología de la economía
fue un clásico y cuyo significado se discute hasta hoy[4].
En 1945, Hayek tiene la feliz
idea de proponer a Popper para la cátedra de Lógica y Filosofía de las Ciencias
en la London Scholl
of Economics. Popper acepta inmediátamente y con ello termina su reclusión
forzada. En su autobiografía dice explícitamente que “Hayek le salvó la vida”.
Y no fue para menos. Instalado en
uno de los centros culturales y académicos más importantes de Europa, la
influencia de Popper se hizo sentir. Reescribió completamente su libro del 34
(que sale editado en inglés recién en 1958) y su nueva versión, en tres libros,
el Post-scriptum a la Lógica
de la Investigación
Científica , comienza a salir en la década del 60.
Paralelamente van apareciendo recopilaciones de ensayos y conferencias. Una,
muy importante, Conjeturas y refutaciones, que en mi opinión contiene, a
partir de su paper nro. 16 en
adelante, una filosofía política tan o más importante que la de La Sociedad
Abierta. La otra compilación, Conocimiento objetivo,
de 1970, es importantísima para quien quiera profundizar su pensamiento
específicamente filosófico. En ambos libros se ve el diálogo permanente de
Popper con temas metafísicos y gnoseológicos clásicos (el realismo, la verdad,
el libre albedrío, la relación mente-cuerpo, el evolucionismo, etc.) que lo
alejan ya totalmente de la literatura neopositivista. Defiende el libre
albedrío y una versión de las “teorías en sí mismas”, su famoso mundo 3. Esa
década, la del 60, es fundamental. En 1961 tiene su famoso debate con Adorno,
donde se establece su famosa separación con el neomarxismo de la Escuela de Frankfurt[5].
Cuatro años después participa del famoso simposio “Criticism and the grouth of
Knowledge”[6],
donde se muestran sus profundas diferencias con Kuhn[7], que
mantiene hasta el final de su vida. Genera, casi sin proponérselo, dos
discípulos geniales, Lakatos y Feyerabend, que obviamente lo critican y se
distancian de él, pero siempre habitando un mundo de problemas, de términos y
de actitudes obviamente popperiano (Feyerabend cuenta que en 1952 Popper
comenzaba sus cursos diciendo “no hay método”, y dice que él se lo tomó en
serio). Publica su importantísimo Replies to my Critics[8],
donde debate nuevamente con Kuhn y contesta explícitamente la famosa “leyenda”
(así denominada por Popper) de su falsacionismo ingenuo, aclaración que surge
nuevamente en el prefacio de 1982 a “Post-scriptum”. Este libro de Popper ha
sido muy poco leído y sin embargo es indispensable para comprender su pensamiento.
Su ubicación cultural en
Inglaterra es total. En 1969 recibe el título de “Sir”. En la década del 60, él
y Lakatos eran de los pocos intelectuales y filósofos no marxistas europeos. El
tono de Popper en ese tiempo se vuelve cada día más conservador. Critica al
relativismo, al materialismo, al relativismo cultural y defiende la
universalidad de la razón y de la ciencia ante los embates del post-modernismo.
A partir del 69 se retira de la enseñanza activa pero sigue
escribiendo y dictando conferencias, de lo cual emerge una larga serie de
“libros” que sin la recopilación de esos papers y ponencias. Muchos de ellos se
publican post-mortem, y son muy importantes para entender su última etapa, la
del Popper dialógico, centrado en la racionalidad crítica, más que en la
falsación empírica. Esos
libros son, sobre todo: The Myth of the Framework; Routledge, Londond and New York,
1994; The Lesson of this Century; Routledge, 1997; In Search of a Better World,
Routledge, 1994; All Life is Problem Solving, Routledge, 1999; El cuerpo y la mente; Paidos,1997; The World of Parmenides; Routledge, 1998. Su última
ponencia más importante es la de Kyoto de 1992, donde aclara nada más ni nada
menos que él no era un conjeturalista total. Su último libro, escrito como
libro, aparece post-mortem y es una muestra de su permanente audacia
filosófica: El mundo de Parménides (op.cit) donde elabora una
interpretación del famoso poema de Parménides totalmente diferente a la
presentada habitualmente en la historia de la filosofía.
Popper es un autor más difícil de
comprender de lo que parece. Igual que Ortega y Gasset, escribía muy sencillo y
pensaba de modo muy complejo. Eso puede engañar a cualquier lector
desprevenido. Su modo de hacer filosofía de las ciencias y filosofía en general
no encajó nunca en los cánones y clasificaciones académicas convencionales. Al
escribir sobre cualquier tema, él estaba escribiendo sobre ética, filosofía
política, ciencia y epistemología al mismo tiempo. Se ganó el odio de
marxistas, post-modernos, positivistas, habermasianos y en general de cualquier
paradigma metafísico importante. Su propia metafísica fue incomprendida. En mi
opinión, Popper cruzó el Rubricón hacia un modo “hermenéutico”, no
cuantitativo, de hacer filosofía de la ciencia, que ahora se llama “the historical turn” de la filosofía de
la ciencia y que se relaciona con la hermenéutica continental más de lo que el
mismo Popper hubiera imaginado. Este punto es muy incomprendido. Popper ha
generado una serie de “fans”, una iglesia popperiana de la cual Feyerabend –así
la calificó- no quiso formar parte, al mismo tiempo que un actual olvido, en
cierta bibliografía, de su nombre y sus aportes, apenas mencionado, a veces,
como el antecedente de Kuhn, Lakatos y Feyerabend. Pero haber colocado a la
interpretación teorética del mundo físico (igual que Koyré, a quien parecía
ignorar, contrariamente a Peirce) como anterior y siempre como presupuesto de
lo que llamamos “empírico” es un hueso casi imposible de roer para la filosofía
de la ciencia posterior. El único popperiano coherente, que ha llevado Popper a
sus últimas consecuencias, es Feyerabend, y para colmo de confusiones, no
generó casi discípulos y se presentó a sí mismo como crítico de Popper. Los
economistas austríacos podrían haber estado muy cerca de este Popper
hermenéutico pero sus propios debates epistemológicos los han mantenido lejos
de esta posibilidad.
Popper murió en 1994. Gran parte
del mundo intelectual parece haberlo olvidado. Creo que, sencillamente, su
pensamiento se adelantó a su época. Estiró el horizonte de su tiempo. El Sacro
Imperio Científico se resistirá por largo tiempo a bajar de su pedestal.
[1] En su
autobiografía (Búsqueda sin término;
Tecnos, Madrid, 1985) y en The Lesson of this Century; Routledge, 1997.
[2] Ver Hayek, F.A.
von, Hayek on Hayek, Routledge, 1994.
[4] Ver Crespo, R.:
“Los “3 Poppers” de la epistemología de la economía”, ponencia
presentada en las VIII Jornadas de Epistemología y Metodología de la Economía,
UBA, Buenos Aires, octubre de 2002.
[5] Ver
Adorno, Popper, Habermas, Albert, Dahrendorf, Pilot: La disputa del
positivismo en la sociología alemana; Grijalbo, 1973.
[6] Ver Lakatos and Musgrave, Editors: Criticism and the Growth of Knowledge; Cambridge University
Press, 1970.
[7] Ver Popper,
“Normal Science and its Dangers”, en op.cit.
[8] Ver Popper, K.: Replies To My Critics; in The Philosophy of Karl Popper, Part II; Edited by P. Arthur Schilpp
Lasalle; Illinois ,
1974.
No cabe dudas de que Popper es uno de los más importantes e influyentes autores en materia de epistemología. Lo único que no me agrada de su estilo es la contudencia de sus afirmaciones, que se desluce cuando, con el correr de los años, cambia de opinión sobre algunos temas (por ejemplo "falsación"). Sin embargo, la profundidad y enjundia de su pensamiento, así como la vastedad de sus conocimientos, son innegables.
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