- La idea de ley natural y sus dificultades en el
horizonte actual.
En los debates
actuales sobre diversos social issues
(aborto, matrimonio homosexual, etc) algunos católicos afirman a veces una
noción de ley natural, basada sobre todo en Santo Tomás de Aquino –a veces no
del todo bien interpretada- “etsi
modernitas non daretur”, esto es, como si esa idea no hubiera casi desaparecido
en nuestro horizonte de precomprensión cultural, dados precisamente todos los
debates filosóficos que tuvieron lugar desde Descartes en adelante, pasando por
Kant y el positivismo. De ese modo se produce una inconmensurabilidad de
paradigmas[1], no
porque necesariamente “deba” darse, sino porque el modo de planteamiento así lo
produce. Se produce la típica incomunicación del endo-grupo con el exo-grupo[2], que
se miran respectivamente como exo-grupos. Cada uno considera su propio
paradigma como naturalmente evidente, racional, y pone “la carga de la prueba”
en el otro. Y sin conciencia de ello. Así, por ejemplo, se afirma a veces que
“por ley natural el feto tiene derecho a la vida”, como si el que lo negara se
enfrentara con una proposición evidente desde su punto de vista y como si él
(el que lo niega) tuviera serios problemas en “demostrar” su negación. Pero es
precisamente al revés. Lo primero que va a hacer el que piense diferente será
poner toda la carga de la prueba en quien afirme dicha proposición. Le negará
toda evidencia de la ley natural, contrapondrá ley natural a cultura, colocará
la ley natural en un horizonte medieval pre-científico, separará Iglesia y
estado y pondrá la ley natural a título de creencia privada de los católicos,
etc. El católico intentará decir que todo lo que él dice lo dice desde “la
razón”, pero el contraopinante dirá que razón es igual a ciencia, y que la
ciencia no avala la idea de ley natural. Entonces el católico intentará decir
que lo que él dice se basa en la ciencia con lo cual no sólo se enfrentará de
debates científicos muy delicados sino que incluso se enfrentará con la
pregunta de si ha abandonado entonces la idea de ley natural o si ésta se basa
en el método hipotético-deductivo de las ciencias naturales y, si en el mejor
de los casos el diálogo es académico, el católico se enfrentará a un callejón
sin salida si su contraopinante está bien formado en epistemología. Y debate
terminado[3].
Todo ello
porque el católico no pudo ponerse en su propio horizonte cultural, esto es, un
horizonte que da por obvio al neopositivismo o a un relativismo post-moderno
pero nunca dará por obvias o aceptadas las premisas filosóficas de la ley
natural, esto es, una metafísica “racional”. Y no es difícil entender por qué.
Un breve repaso de la historia de la filosofía lo muestra.
1.2. La
declinación filosófica de la idea de ley natural.
Cuando Santo
Tomás razona sobre la ley natural, lo hace sobre la base de dos horizontes que,
como se sabe, él “fusiona”, en términos gadamerianos, logrando su propia
síntesis. Esos dos horizontes son: a) su propio contexto cristiano, donde la
ley natural es “participación de la creatura racional en la ley eterna”[4], y,
b) una síntesis platónica-aristotélica que él interpreta desde el horizonte
(a), donde elementos que hoy
llamaríamos filosóficos, como la idea de participación, de virtudes cardinales
y de tendencias humanas son colocadas en el contexto de explicación de la ley
natural[5].
Todo ello
entra en crisis filosófica no recién
en los siglos XVIII y XIX, sino ya en los siglos XIV, XV y XVI, con los debates
sobre el nominalismo, la caída del paradigma aritotélico-ptolemaico, donde se
arrastra a la física y metafísica de Aristóteles que Santo Tomás había
pacientemente trabajado[6], y el
surgimiento de nuevas metafísicas neoplatónicas y neopitagóricas cristianas en
el s. XVI[7],
ajenas a la síntesis de Santo Tomás.
Todo ello
produce una crisis conjunta que intenta ser resuelta por Descartes. En su
intento por rehabilitar la metafísica, Descartes divide límpidamente al
universo creado en un sujeto inmaterial cognoscente, res cogitans, un objeto conocido material y por ende geométrico, res
extensa, y un Dios trascendente a ambos, una especie de res cogitans
infinita, demostrada a partir de su propia reelaboración del argumento
ontológico. Hume tira abajo esa demostración de la existencia de Dios, y con
ello, toda la garantía de la certeza de Descartes. Con Hume cae todo:
sustancia, esencia, causalidad, racionalidad, aunque no olvidemos que después
de Descartes la filosofía es post-cartesiana: Hume concibe la filosofía en los
términos que Descartes la había reestablecido. No olvidemos por ende que la idea de “cosa en sí” o naturaleza del
objeto conocido queda ubicada como la definición geométrica-analítica de la res
extensa.
Kant afirma
como sabemos que Hume lo despierta del sueño dogmático, pero no para quedar en
su escepticismo, sino para reconstruir la certeza sobre otras bases. Ahora las
categorías a priori del intelecto ordenarán un caos de sensaciones de otro modo
ininteligible. De ese modo se reelabora a la matemática y a la física –ya
newtonianas- como ciencias, pero se deja a la metafísica en el lugar de la
“creencia”. Se separa a la metafísica del terreno de lo racional y lo racional
es ubicado en el terreno de la física y las matemáticas, y en el ámbito de lo
humano lo racional es el imperativo categórico, el deber por el deber mismo y
la autonomía de la razón, y no una idea de ley natural que él considera ya
irredimiblemente metafísica. La esencia de las cosas entendida como “cosa en sí
misma” es imposible de conocer, y por ende cae una de las bases gnoseológicas
de la ley natural.
Positivismo y
neopositivismo dan un paso que hace quedar a Kant como un anciano conservador.
Tratan de recuperar una noción de “cosa en sí” no tocada por nuestro intelecto,
y la colocan en “los hechos”, libres de nuestras hipótesis y jueces de las
hipótesis, y además la metafísica ya no es Fe sino “peor”: es un sin-sentido,
como el mismo Hume había adelantado. Por supuesto hoy se discute si esto es más
bien la versión difundida por A. J. Ayer o eran en realidad una forma sutil de
neokantismo[8], y además el tema de los
hechos en sí mismos quedó superado por el historical
turn de Popper-Kunn-Lakatos-Feyerabend[9], pero
la cuestión es que el impacto cultural del neopositivismo aún se siente y
mucho, y enardece además el debate con su enemigo, el post-modernismo que se
basa en una hermenéutica post-heideggeriana relativista[10].
Desde luego,
en este panorama, donde estas ideas han derivado en creencias culturales muy
profundas, una idea de ley natural basada en Santo Tomás no tiene cabida.
Todo esto
debería ser muy conocido pero lo reseñamos sólo para que se entienda mejor por
qué la carga de la prueba la tiene hoy quien sostenga la ley natural
escolástica. Lo mismo sucede con ideas concomitantes: de acuerdo a este repaso
que hemos hecho. La racionalidad queda reducida a cálculo algorítmico, la
verdad, a lo que empíricamente testeable según el positivismo y neopositivismo;
la idea de naturaleza o esencia se pierde definitivamente en el horizonte y el
libre albedrío carece ya de demostración racional, como toda cuestión
metafísica. Las filosofías anti-neopositivistas, como el citado historial turn de la filosofía, las
reacciones existencialistas, la filosofía crítica de la escuela de Frankfurt o
el giro hermenéutico y el giro lingüístico, sumado a ello el neopragmaticismo,
tampoco habilitan nuevamente la idea de ley natural, aunque contienen todas
interesantes posibilidades de diálogo con la escolástica. Sumemos a ello que la
historia de la filosofía moderna y contemporánea es vista a veces desde le
neoescolástica como una suma de errores de refutar, más que como una serie de
autores para comprender, lo cual
dificulta aún más el diálogo.
- Un puente con la filosofía contemporánea: la
fenomenología de Husserl.
2.1. La idea
de mundo vital.
La
fenomenología de Husserl podría correr igual suerte en su diálogo con la
neo-escolástica, si esta última viera en él solamente el problema del idealismo
trascendental, como de hecho sucedió[11]. Sin
embargo, el rescate husserliano del sentido de esencia considerada en sí misma
(reducción eidética) produjo importantes diálogos, como el clásico caso de
Edith Stein[12], aunque de hecho ella
también tuvo sus problemas con la intersubjetividad y el idealismo
trascendental[13]. Entre nosotros,
Francisco Leocara ha producido varios libros y ensayos que re-encaminan el
camino hacia un tomismo fenomenológico mucho mejor sistematizado[14].
En mi caso he
hecho esfuerzos para conciliar al realismo de Santo Tomás con el mundo de la
vida de Husserl y la noción de horizonte de Gadamer[15]. No
hemos utilizado a Ricoeur[16]
porque el anclaje que hacemos en el mundo de la vida de Husserl es directo.
Explicaremos de todo ello sólo lo necesario a efectos de este trabajo.
La idea de ley
natural no puede dialogar con el mundo actual si de algún modo no re-explicamos
la noción de naturaleza. Recordemos
que para Kant la naturaleza en sí misma es incognoscible. Pero Kant,
recordemos, razona (igual que Hume) en los términos en los cuales Descartes
había replanteado a la filosofía. El sujeto podía conocer el mundo externo en
la medida que se demostrara la existencia de Dios como garante de la certeza de
dicho conocimiento, y la naturaleza del mundo externo era en sí misma
geométrica. “Naturaleza de las cosas” comenzó entonces a referirse a la
naturaleza de las cosas materiales geométricamente medidas (porque la materia es matemática). El racionalismo
post-cartesiano, hasta Leibniz, intenta defender la posibilidad de una
metafísica así concebida mientras que el empirismo, llegando a Hume como lo más
coherente, niega ese tipo de metafísica, o sea, después de Descartes, la
metafísica. Como sabemos, Kant intenta mantener la certeza, como en el
racionalismo Leibniz-Wolff, pero afirmando que conocemos el mundo
físico-matemático como fruto de nuestra organización categorial, con lo cual el
conocimiento de la cosa en sí queda negada. Pero como vemos, esa cosa en sí era
la naturaleza de las cosas como “mundo externo” concebido matemáticamente.
La noción de
“mundo externo físico”, aunque no matemático, se conserva incluso en la
neoescolástica por el modo en que ésta tiene de absorber el problema del
conocimiento como Descartes lo plantea. Sujeto – mundo externo, afirmándose que
la realidad del ser y el modo de ser del el mundo externo, contrariamente a
Descartes, es “evidente”. Pero se mantiene el mismo planteo cartesiano de
plantear el problema, lo cual sigue conduciendo hasta hoy al problema de cómo
el sujeto cognoscente re-presenta en
su inteligencia al mundo extramental[17].
Lo que yo
sostengo es que la noción de mundo husserliano replantea totalmente el
problema. Mundo es en Huisserl no la cosa externa, física, sino la
intersubjetividad, la relación entre sujetos, esto es, entre personas[18].
Este cambio en la noción de “mundo” es fundamental. Inspira al Da-sein de
Heidegger[19], a los horizontes de
Gadamer[20],
pero aún no se ha terminado de ver su importancia gnoseológica porque queda
absorbido por las transformaciones ontológicas de Heidegger. El que mejor ha
desarrollado sus implicaciones ha sido A. Schutz[21]
pero, de vuelta, fue interpretado como algo meramente sociológico.
¿Por qué es
tan importante?
Por varias cosas.
Uno, se corta,
en cierta medida, el problema del puente. El sujeto (la persona) ya no tiene un
mundo externo que está en frente de ella, sino que “está en” el mundo, en el
sentido que “habita” la red de relaciones intersubjetivas que constituyen su mundo,
que de ese modo ya no es externo sino “interno” sin ser intra-mental. La
dicotomía sujeto/objeto cambia por persona/mundo. Es el “estar-en-el-mundo”
huserrliano.
Dos, es el
mundo de la vida humana. Aquí filosofía y vida se unen nuevamente. No es la vida
biológicamente descripta por la ciencia actual, sino la vida como lo humano que
se despliega en la inter-subjetividad. Ese mundo de la vida despliega todas las
posibilidades típicamente humanas: arte, mitos, religiosidad, política,
economía, religiones, etc.
Tres, es un
mundo de la vida donde la persona define sus relaciones por otras por una
acción intencional: es un mundo de fines, de “motivación como ley fundamental
del mundo espiritual”[22]
irreductible en ese sentido a las explicaciones que de modo conjetural podamos
dar en las ciencias naturales. A la vez, es la acción de un cuerpo viviente: un
leib, no un corper. Una persona corpórea viviente que de ese modo capta las
acciones de los otros cuerpos humanos como manifestaciones de otros “yo”
(intersubjetividad). El sujeto deja de ser la mónada espiritual cartesiana para
pasar a ser una persona corpórea en
relación con otras personas. Y ese “en relación con” es su mundo.
Cuatro,
volvamos al punto uno. Ya no hay “mundo externo”. ¿Y las cosas físicas? Inspirándonos
en el apéndice V de Ideas II[23], ya
dijimos que las cosas físicas son conocidas en
y desde la intersubjetividad, ya como artefactos concebidos y producidos en
esa intersubjetividad, y que por ende tienen sentido sólo en ella, ya como
cosas físicas que no dependen de la acción humana pero son humanamente conocidas, esto es, también desde la intersubjetividad.
Esto último es fundamental porque corta el nudo gordiano de la “naturaleza de la
cosa en sí misma” planteada por Descartes y que Kant intentó resolver. En la
intersubjetividad, se supera la dialéctica entre cosa en sí y cosa “en mí”. El
agua, por ejemplo, es conocida desde lo humano. No desde los diversos
paradigmas científicos, sino desde sus significaciones humanas pre-científicas:
el agua es vida, es beber, es refrescarse, es limpiar, es inundación, es sequía
si falta. Claro, es todo ello porque “en sí” es algo tal que es todo ello, pero
qué es el agua como sólo un ser omnisciente lo podría saber, no lo sabemos:
nuestro saber es el conocer del ser en el mundo, de la intersubjetividad, que
tiene un límite y a la vez todo su alcance en nuestra propia humanidad.
Mucho más con
la naturaleza humana. No es conocida porque se estudie un tratado que describa
las características de una naturaleza humana en sí misma abstracta
independiente de la vida concreta, sino que es conocida en ese
ser-con-los-otros, en esa “experiencia de lo humano”, que remite a esa
prudencia aristotélica rescatada por Gadamer[24] y
Santo Tomás[25], a las virtudes y vicios
analizados por Aristóteles en su ética[26], a
esa naturaleza humana analizada por los filósofos escoceses (Hume, Smith,
Ferguson)[27], al conocimiento por
connaturalizad analizado por Santo Tomás[28], al
conocimiento de las sutilezas de lo humano descripto por poetas y literatos, y
tan bien utilizados por Freud[29], y
también a esa sencilla descripción de las tendencias humanas realizada por
Santo Tomás en su Suma Teológica[30].
Todo ello ha sido llamado “reducción vital” por Francisco Leocata[31],
como puente de unión y no fusión entre la filosofía y la psicología.
¿Y lo
histórico? Aquí es donde el anclaje entre Husserl y Gadamer es directo, y de
este modo el giro hermenéutico no tiene ningún significado nihilista (como le ha
querido dar Vattimo[32] y
otros autores). La historicidad a la que se refiere Gadamer, esos horizontes de
pre-comprensión, donde el pasado está viviente como presente en el conjunto de
tradiciones que constituyen nuestras pre-comprensiones, es el mismo mundo de la
vida de Husserl en tanto desplegado en sus diversas manifestaciones históricas.
El mundo de la vida no es unívoco ni equívoco, sino análogo. Las
manifestaciones culturales son diversas pero en los mismos términos de Gadamer
manifiestan “lo humano”, que de ese modo no es unívoco ni polisémico, sino
análogo: mitos, artes, sistemas políticos y religiosos son manifestaciones
diversas de algo humano en común. En ese “algo humano” es donde aplicamos la actitud teorética y la reducción eidética de Husserl. Cuando
dos horizontes de precomprensión se comunican, se intersectan, lo hacen a
través de algo humano que se puede analizar fenomenológicamente. La noción de
sacrificio que tenían los aztecas y los mayas era muy diferente a la noción de
sacrificio judeocristiana pero tienen algo en común: la ofrenda a lo divino, y
cuando analizamos ello “en su esencia”, hacemos una reducción eidética que
llega a la esencia en común dada la naturaleza humana en común. Pero sin
abstraerla de la historia: así como la
naturaleza humana está totalmente en cada uno de los seres humanos existentes
pero no se reduce a cada uno de los humanos existentes[33], así cada esencia de
cada relación intersubjetiva existe totalmente en cada horizonte histórico
concreto sin reducirse a ese horizonte en particular.
Por ende, el
famoso “conocimiento de la esencia” que posibilita el análisis de la ley natural, no
es una esencia en sí misma conocida de modo abstracto, como la premisa
mayor universal de cierto iusnaturalismo racionalista[34] que
deducía los contenidos de la ley natural como teoremas, todo ello fuera de la
historia y de la vida. Es la naturaleza humana conocida en la
intersubjetividad, en sus diversas manifestaciones históricas pero sin
reducirse a cada una de ellas en particular. Pero, a su vez, todo esto implica
una conclusión filosófica más general: el famoso oscurecimiento del
conocimiento de las esencias después de Kant estaba supeditado al planteo
cartesiano res cogitans – res extensa (matemática) que es precisamente lo que
Kant intenta solucionar. Superado el planteo cartesiano (muy comprensible en su
momento, no lo estamos criticando ácidamente como algunos tomistas o algunos
heideggerianos), se puede re-establecer el famoso tema de las “esencias”, como
algo implícito en el conocimiento cotidiano del mundo de la vida, con todos sus
límites.
2.2. Racionalidad
y verdad.
Por una obvia
transitividad, también se pueden replantear la racionalidad y la verdad. No se
tira por la borda la racionalidad de las ciencias (aunque moderada, sí, por el
aludido historical turn) pero sí se
la ubica dentro de una racionalidad más amplia concebida como ese comprender originario del
estar-en-el-mundo-de-la-vida, donde puede darse además una actitud teorética que profundiza sus significaciones más centrales.
Todos los debates donde se hable de “razón”, “demostración racional”, etc.,
deben ser “re-elaborados” bajo esta aclaración indispensable. En última
instancia, la crítica de Husserl presente en La Crisis de las Ciencias Europeas[35]
retoma la primacía del theos de la
razón como contemplación de la verdad, adelantándose, de mejor modo creemos, a
lo que luego la Escuela
de Frankfurt criticará como la primacía de la razón instrumental.[36]
Con la verdad,
algo similar. La antigua noción de adecuatio
fue re-elaborada en el aludido esquema cartesiano, donde la verdad como
adecuación entre inteligencia y realidad pasa a ser la adecuación entre
sujeto-mundo externo, bajo la pregunta sobre cómo sabemos que la idea
re-presenta “verdaderamente” al mundo externo, a lo que Descartes responde:
porque Dios lo garantiza. Cuando Hume y Kant tiran abajo esa respuesta, ya
hemos resumido el resultado: la adecuación entre sujeto y mundo externo se
produce merced a la organización categorial del yo trascendental en Kant y por
ende “la cosa en sí” no es conocida en sí misma. Pero el positivismo de fines
del s. XIX y el neopositivismo de ppios. de XX parece ser una de las tantas
respuestas que genera la filosofía post-kantiana. La “cosa en sí” es
re-descubierta como los hechos del método
científico. El famoso método cartesiano se transforma ahora en un método
para librar al conocimiento humano precisamente de “lo subjetivo”, y lograr “la
objetividad de los hechos”. El inductivismo y los cánones de Mill al respecto,
y el método de hipótesis, deducción de las consecuencias, verificación probable
de las consecuencias, de Hempel, Carnap, Nagel, parecen acercar a la
inteligencia humana a un paradójico mundo feliz donde se ha librado de sí
misma: los “facts” de las ciencias
naturales, que luego inundan a las ciencias sociales con una pretendida
imitación de dicho método[37].
Volvemos a decir que Popper es el primero que desde la ciencia misma tira abajo
esta ilusión pero sus consecuencias culturales quedan: la verdad se deposita en
“los hechos”, “lo objetivo”, “lo científico”, fuera de ello, no existe la
verdad sino “lo subjetivo” donde obviamente también están las ideas filosóficas
y teológicas de la ley natural. Algunos
católicos tratan entonces de argumentar a favor de la ley natural desde esa
noción de “lo científico” sin darse cuenta que están arrojando a las problemas
morales así propuestos a la falibilidad intrínseca del método
hipotético-deductivo.
Pero este
problema subsiste aunque no estuviéramos afectados por el neopositivismo como
cultura. En la medida en que se siga manejando el viejo esquema de sujeto – mundo externo para la teoría
del conocimiento, sigue existiendo el problema de la re-presentación del mundo
externo al sujeto, y la salida no es fácil[38]. La
cuestión es que cuando cambiamos, precisamente, la noción de mundo físico por la noción de mundo de la vida, la persona está en el mundo, y por ende no tiene
que re-presentarse un mundo externo sencillamente porque está en él. El planteo puede parecer
heideggeriano en su lenguaje pero no, porque no estamos asumiendo las
consecuencias metafísicas del Da-sein.
Sólo decimos que ya no hay “problema del puente” que el sujeto tiene que cruzar
hacia el objeto. Por lo tanto la verdad no es tanto adecuación sino manifestación del estar en el mundo de la
vida: si Alcibíades es llevado por Sócrates a contestar qué es la valentía,
y contesta “con verdad”, es porque es llevado mayéuticamente a contemplar su mundo, del cual emerge la
verdad. Este es el modo de razón y verdad
que está detrás de toda argumentación de ley natural.
2.3. La
dicotomía natural/cultural.
Debido a todo
el panorama expuesto anteriormente, el ser humano en general se siente sólo
compelido por las leyes de la naturaleza física. Lo demás sería el reino de lo
cultural y por ende lo “no-normado”.
Frente a eso,
los debates sobre la ley natural parecen enfrentarse al tema de “lo cultural”,
y mucho más si esta última es vista como un testimonio en sí mismo del
relativismo. Cuando vimos de qué modo el giro hermenéutico en Gadamer se puede
instalar en la fenomenología de Husserl, vimos que ello no es así. Lo cultural
es lo humano en tanto mundo de la
vida, mundo de la vida, sí, diversificado en horizontes diversos. Esos mundos
diversos no son incomunicables, ya vimos que son comunicables precisamente con
una intersección de horizontes que abre hacia una razón en común entre ellos
basada en lo humano en común. Por ende la dicotomía entre lo humano y lo
cultural, y por ende, entre una ética universal y lo cultural, es falsa, pues se
basa en una visión unívoca de lo humano y en una visión equívoca de lo
cultural. Ya dijimos que lo humano es
análogo: diverso en tanto se manifiesta en culturas diversas, similar en tanto
a lo humano que las une. Que ello implica la necesidad de un diálogo y que
ello puede implicar difíciles debates es obvio, pero ya vimos que esos
difíciles debates no se evitan ni siquiera en el ámbito de las ciencias
naturales, que son una manifestación más de una cultura en particular, la
occidental.
Oponer cultura
a naturaleza humana es por ende erróneo: la naturaleza humana es cultural y lo
cultural manifiesta a la naturaleza humana. Y esto fue dicho por alguien que no
era precisamente el Romano Pontífice: “…he llegado a la conclusión de que cada cultura es en potencia todas las
culturas y que las características culturales especiales son
manifestaciones intercambiables de una
sola naturaleza humana” (Paul J. Feyerabend[39]).
2.4. La
dicotomía ser/deber ser.
También esta
habitual dicotomía, afirmada por Hume, tiene mucho que ver con la primacía
cultural del positivismo a la cual estamos haciendo referencia. Si la verdad se
deposita sólo en los hechos de una supuesta ciencia no afectada por lo
subjetivo, tratar de hablar de “la verdad” de juicios de valor subjetivos
parece un sin sentido. Los debates sobre la ley natural son afectados
radicalmente por este problema. Kant intento superar la dicotomía con su famoso
imperativo categórico pero ello no pudo evitar que la dicotomía llegara, con
las mejores intenciones, incluso a las ciencias sociales despojadas de
positivismo, como los planteos neokantianos de M. Weber[40] que
afectan luego a sus mejores discípulos[41].
La
intersubjetividad tiene, en cambio, implicaciones éticas que han sido bien
vistas por los filósofos del diálogo[42]. El
otro en tanto otro es en ellos un
punto de partida tanto moral como ontológico[43]. En
ese mundo de la vida, donde las personas pueden establecer entre sí relaciones
de amor auténtico, las personas son capaces de entregarse y de prometerse
mutuamente. El acto del habla ilocutivo “prometo que”[44] hace
pasar al deber ser las potencialidades de amor genuino que cada persona tiene
ante la otra, y ello está fundado en esa noción de naturaleza humana referida
anteriormente (punto 2.1.). Esas experiencias vitales, vistas con la actitud
teorética husserliana, es lo que convierte en “teoría” de la ley natural lo que
antes fue (en actitud natural) su “ser vividas”. La conciencia de la ley
natural no surge en la persona porque estudie de modo abstracto y erudito todas
las filosofías morales de todos los filósofos. Es más, ello puede convertirla
en escéptica. La pregunta clave es: “¿has hecho algo bueno alguna vez?”. El
“si” consiguiente y la reflexión socrática sobre las implicaciones del “si”
hace rugir reflexivamente en la persona la conciencia de la ley natural.
Pero, a su
vez, esta dicotomía parece ignorar el círculo hermenéutico. La persona nunca
hace sobre la realidad juicios neutros de valoración, sino que esas
valoraciones, que le dan sus criterios de relevancia y enfoque sobre la
realidad infinita y compleja, están cargadas de los valores de su propio
horizonte de pre-comprensión que es su mismo mundo de la vida cargado de
historicidad. Que el deficit norteamericano se incremente no es un simple
juicio “de hecho”. También es real (obsérvese que no digo “hecho” sino “real”) que ese aspecto de la realidad es para
el mundo intersubjetivo más importante
que lo que ayer pueda haber yo desayunado. Y ese nivel de importancia es
valorativo (esto tiene consecuencias básicas para la filosofía de la
comunicación social). Lo que en la epistemología de Popper ha sido llamado la
carga de teoría de la base empírica[45] (theory-laden) es llamado el value-laden de toda humana proposición,
y esto ha sido explícitamente afirmado por H. Putnam[46].
- Ley natural: ¿con o sin fe cristiana?
Abordemos
ahora un tema delicado pero esencial para la comunicación y el diálogo con el
mundo contemporáneo.
Una tentación
recorrió a la neoescolástica cristiana durante mucho tiempo, y de modo muy
comprensible. La de presentarse como una filosofía sólo desde “la luz natural
de la razón”, destacando precisamente que sus principios ontológicos y los
preceptos de la ley natural son comprensibles (y por ende también exigibles)
para los no-creyentes. Los orígenes de todo esto fueron muy bien reseñados por
Gilsón en “El filósofo y la teología”[47], y
no es este el lugar para comentarlos de vuelta. La cuestión es que ello parece
ser lo adecuado para un posicionamiento en el mundo secular del cristiano como
“ciudadano que habla desde la razón” y estratégicamente parece ser lo ideal
para un mundo que relega los temas de ley natural al ámbito privado de la fe
religiosa.
Sin embargo la
cuestión tiene sus complicaciones. Los que estuvieron de acuerdo con la noción
de filosofía cristiana (Gilsón fue
precisamente uno de ellos) no ignoraban la distinción
entre conclusiones que necesitaban una premisa mayor desde la revelación y las
que no las necesitaban, pero advertían que la escolástica y su culmen, Santo
Tomás de Aquino, no se podrían haber desarrollado sino por los estímulos que la
razón humana tuvo en la revelación cristiana en temas esenciales (creación,
etc.) totalmente extraños al pensamiento griego en tanto griego[48]. Lo cual no era sino decir, en términos
hermenéuticos, que lo que hoy
llamamos “filosofía” de Santo Tomás no fue sino su teología, en diálogo con la
razón, elaborada desde un horizonte de pre-comprensión esencialmente
judeo-cristiano.
[52][53] Aquí, sin embargo, surge inmediatamente la objeción según
la cual el Papa, de hecho, no hablaría verdaderamente basándose en la razón
ética, sino que sus afirmaciones procederían de la fe y por eso no podría pretender que valgan para quienes no comparten esta
fe. Deberemos volver más adelante sobre este tema, porque aquí se plantea
la cuestión absolutamente fundamental: ¿Qué
es la razón? ¿Cómo puede una afirmación —sobre todo una norma moral—
demostrarse "razonable"? En este punto, por el momento, sólo quiero
poner de relieve brevemente que John
Rawls, aun negando a doctrinas religiosas globales el carácter de la razón
"pública", ve sin embargo en su
razón "no pública" al menos una razón que no podría, en nombre de una
racionalidad endurecida desde el punto de vista secularista, ser simplemente
desconocida por quienes la sostienen. Ve un criterio de esta racionalidad, entre
otras cosas, en el hecho de que esas doctrinas derivan de una tradición
responsable y motivada, en la que en el decurso de largos tiempos se han
desarrollado argumentaciones
suficientemente buenas como para sostener su respectiva doctrina. En esta
afirmación me parece importante el reconocimiento de que la experiencia y la
demostración a lo largo de generaciones, el fondo histórico de la sabiduría
humana, son también un signo de su racionalidad y de su significado duradero.
Frente a una razón a-histórica que
trata de construirse a sí misma sólo en una racionalidad a-histórica, la sabiduría de la humanidad como tal —la
sabiduría de las grandes tradiciones religiosas— se debe valorar como una
realidad que no se puede impunemente tirar a la papelera de la historia de las
ideas.” (Las itálicas son nuestras).
[54],
en la medida que, en una sociedad con libertad religiosa, encuentren razones
que el no creyente pueda entender, pero
esas razones emergerán de la sensibilidad cristiana respecto a la verdad de
ciertos temas. [55]
-habilita al
horizonte cristiano de pensamiento en la public
reason, lo cual, en términos rawsianos, parecería una contradicción. Las
doctrinas “metafísicas”, como, según todo neokantiano, no pertenecen a “lo
racional” quedarían fuera del debate público. Pero sin embargo Benedicto XVI ve
en Rawls “…un criterio de esta racionalidad, entre
otras cosas, en el hecho de que esas doctrinas derivan de una tradición
responsable y motivada, en la que en el decurso de largos tiempos se han
desarrollado argumentaciones
suficientemente buenas como para sostener su respectiva doctrina.”. O sea,
es positiva la noción de razón pública en sí misma: debo argumentar con
elementos que el otro pueda entender. Pero esos elementos no excluyen
tradiciones de pensamiento que tengan contenidos religiosos, porque estos
pueden tener una “sabiduría” abierta a la razón. Una razón que nunca es
“a-histórica”, sino, como vimos en la noción de horizonte, insertada en la
sabiduría de una humanidad rica en sus propias tradiciones. Por ende, las
tradiciones religiosas pueden y deben entrar en el debate público
[1] Hemos
tratado este tema en “Thomas
Kuhn: el paso de la racionalidad algorítmica a la racionalidad hermenéutica”,
en Revista de Análisis Institucional (2009), 3, pp. 1-56.
[2] Ver Schutz, A.:
The Phenomenology of the Social
Word, Northwestern University Press, 1967; Las estructuras del mundo de la vida (junto con Luckmann),
Amorrortu, Buenos Aires, 2003; Estudios
sobre Teoría Social II, Amorrortu, Buenos Aires, 2003, y On
Phenomenology and Social Relations, University of Chicago Press, 1970.
[3] Hemos explicado
algo similar en Ponencia “Algunas reflexiones sobre la comunicación de la ley
natural”, en el “Simposio sobre la Ley
Natural ”, organizado por la UCA , el 13-14/10/06, publicado como “La ley
natural está de moda pero incomoda”, en
http://www.institutoacton.com.ar/articulos/gzanotti/artzanotti58.pdf
[4] I-II, Q. 91, a . 2c.
[5] I-II, Q. 94 a . 2c.
[6] Ver Ferro, Luis S., La sabiduría filosófica siguiendo las huellas de Santo Tomás,
Tucumán: UNSTA, 2004.
[7] Ver Sciacca, M.F.: Historia de la filosofía, Luis Miracle Ed., Barcelona, 1954, caps.
XV, XVI y XVII.
[8] Ver
al respecto Friedman, Michael: Reconsidering
Logical Positivism; Cambridge University Press, 1999.
[9] De
estos autores, ver: Popper, K.: Conjeturas y refutaciones; Paidós,
Barcelona, 1983; Conocimiento objetivo;
Tecnos,Madrid, 1988; La lógica de la
investigación cientifica,Tecnos, Madrid, 1985; Lakatos, I.: La metodología de los programas de
investigación científica; Alianza
Ed., Madrid, 1989; Kuhn, T.: La estructura
de las revoluciones científicas; FCE, 1971; La tensión esencial; FCE, 1996; La
revolución copernicana; Orbis, Madrid, 1985; The Road Since Structure; University of Chicado Press, 2000;
Feyerabend, P.: Tratado contra el método;
Tecnos, Madrid, 1981; Adiós a la razón;
[versión inglesa]; Tecnos, Madrid, 1992; Killing
Time; University of Chicago Press, 1995.
[10] Un buen ejemplo de esta hermenéutica es Vattimo, G.: Más allá de la interpretación
(Paidós, 1995) e Introducción a Heidegger,
Gedisa, 1985. Yo he expuesto una versión realista, no escéptica, de la
hermenéutica, en Hacia una hermenéutica
realista, Austral, Buenos Aires, 2005.
[11] Como por ejemplo en Maritain, J.: Los grados del saber, Club de Lectores,
Buenos Aires, 1983,
[12] Ver al respecto Stein, E. El ser finito y eterno (FCE, México, 1996 [1936] y La pasión por la verdad, Bonum, Buenos
Aires, 1994; Introducción, traducción y notas del Dr. Andrés Bejas.
[13] Stein, E.: Excurso sobre el idealismo trascendental,
Ediciones Encuentro, Madrid, 2005
[14] Leocata, F.: Persona, Lenguaje, Realidad, Educa,
Buenos Aires, 2003; “Idealismo y
personalismo en Husserl”, Sapientia,
(2000) Vol LV, fasc. 207; “El hombre en Husserl”, Sapientia (1987), Vol. XLII, y Estudios
sobre fenomenología de la praxis, Ediciones Proyecto, Buenos Aires, 2007.
[15] Nos referimos a Hacia
una hermenéutica realista, op.cit. De Gadamer, ver: El giro hermenéutico, Cátedra, Madrid, 1998, y Verdad y método, I, y II [1960/1986]; Sígueme, Salamanca, 1991/1992
[16] Como por ejemplo en sus ensayos sobre fenomenología y
hermenéutica en Del texto a la acción,
FCE, 2000.
[17] Ver por ejemplo los últimos esfuerzos de A. Llano al
respecto en El enigma de la
representación, Síntesis, Madrid, 1999.
[18] Sobre el personalismo en Husserl ver Leocata, F.:
“Idealismo y personalismo en Husserl” y “El hombre en Husserl”, op.cit.,
[19] Nos referimos a Ser
y tiempo, de Heidegger (Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1998,
J. E. Rivera trad.).
[20] En Verdad y
método, op.cit.
[21] Nos referimos a
Schutz, A.: The Phenomenology of the Social Word, op.cit.
[22] Ver Ideas…
Second book [1928 aprox.], Kluwer Academic Publishers, 1989.
[23] Op.cit., y cap. 2 de Hacia una hermenéutica realista, op.cit.
[24] Op.cit., p. 383.
[26] Etica a Nicómaco (Ed. Espasa-Calpe, 1946).
[27] Sobre este tema, ver Sobre estos autores, ver Gallo,
E.: “La tradición del orden social espontáneo: Adam Ferguson, David Hume y Adam
Smith”, en Libertas (1987), Nro. 6, y, del mismo autor, “La ilustración
escocesa”, en Estudios Públicos (1988), 30.
[28] II-II, Q. 45 a . 2, analizado por Maritain en Los grados del saber, op.cit., 2da parte
cap. 1.
[29] Ver, al respecto, obras como Personajes psicopáticos en el teatro, El delirio y los sueños en “la Grávida ” de W. Jensen, El poeta y los sueños diurnos, Un
recuerdo infantil de Goethe en Poesía y Verdad, sin contar el amplio
material literario que se encuentra en sus escritos técnicos. Ver Freud., S.;
Obras Completas, Editorial El Ateneo, 2008.
[30] I-II, q. 94, a . 2c.
[31] En su último libro Filosofía y ciencias humanas, Educa, Buenos Aires, 2010.
[32] Op.cit.
[33] Ver Santo Tomás de Aquino, De ente et essentia, (Edición bilingüe de la UBA , 1940, trad. de J.R.
Sepich).
[35] The Crisis of European Sciences [1934-1937 aprox.]; Northwestern University Press, 1970.
[36] Ver Horkheimer y Adorno, Dialéctica de la Ilustración (1944,
1947) Trotta, Madrid, 1994 1ra edición.
[37] Ver Machlup, F.: “El complejo de inferioridad de las
ciencias sociales”, Libertas (7),
1987.
[38] Ver Llano, A., op.cit., cap. 16.
[39] En Killing Time (op.cit.), p. 152.
[40] Ver Weber, M.: The Methodology of the Social Sciences;
The Free Press of Glencoe, Illinois, 1949, y el análisis de R. Crespo sobre
este tema en La Economía como ciencia moral, Educa, Buenos
Aires, 1997, cap.s VII y VIII.
[41] Sobre Mises, ver Zanotti,
G.: “La filosofía política de Ludwig von Mises”, en Procesos de Mercado, Vol. VII, Nro. 2, Otoño 2010.
[42] Nos referimos a Levinas, E., La huella
del otro, Taurus, 2000; Etica e
infinito, Visor, Madrid, 1991, y Buber, M.: Yo y tú, Nueva Visión, Buenos Aires, 1994.
[43] Ver Leocata, F.: Estudios
sobre fenomenología de la praxis, op.cit.
[44] Ver Searle, J.: Actos
del habla, Cátedra, 1990, cap. VIII.
[45] Popper, K.: La
lógica de la investigación científica, op.cit., cap. V. Hemos explicado las
implicaciones hermenéuticas de este
tema en Hacia una hermenéutica realista,
op.cit., cap. III.
[46] En su clásico libro Realism with a Human Face, Harvard University Press, 1992, cap. 9.
[47] Ediciones Guadarrama, Madrid, 1962. Agradecemos a Jaime
Nubiola el habernos advertido sobre la importacia de esta obra.
[48] Ver Gilson, E.: La
filosofía en la Edad Media ,
Gredos, Madrid, 1976.
[49] C
[50] En L´Osservatore
Romano (42), 1998.
[51] Suma Contra
Gentiles (Ed. Club de Lectores, Buenos Aires, 1950), libro I, caps. 1-9.
[52] Ver “L´Osservatore Romano”, edición en lengua
española, Nro. 4 del 25-1-2008, pp. 5-6. Sobre este tema, ver nuiestro art. “El
discurso que Benedicto XVI no pronunció”, en
http://www.institutoacton.com.ar/articulos/gzanotti/artzanotti34.doc
[53] Ver Rawls, J.: Political
Liberalism, Columbia University Press, 1993.
[54] Rawls mismo lo
reconoce en la cita 82 (p. 170) de The
Idea of Public Reason Revisited, en The
Law of Peoples, Harvard University Press, 1999.
[55] Benedicto XVI cita luego a Habermas respecto de
esta “sensibilidad” que también entra en el debate público: “…En este punto, se impone un salto al presente: es la
cuestión de cómo se puede encontrar una normativa jurídica que constituya un
ordenamiento de la libertad, de la dignidad humana y de los derechos del
hombre. Es la cuestión que nos ocupa hoy en los procesos democráticos de
formación de la opinión y que, al mismo tiempo, nos angustia como cuestión de
la que depende el futuro de la humanidad. Jürgen Habermas expresa, a mi
parecer, un amplio consenso del pensamiento actual cuando dice que la
legitimidad de la
Constitución de un país, como presupuesto de la legalidad,
derivaría de dos fuentes: de la participación política igualitaria de todos los
ciudadanos y de la forma razonable en que se resuelven las divergencias
políticas. Con respecto a esta "forma razonable", afirma que no puede
ser sólo una lucha por mayorías aritméticas, sino que debe caracterizarse como
un "proceso de argumentación sensible a la verdad" (wahrheitssensibles
Argumentationsverfahren). Está bien dicho, pero es muy difícil
transformarlo en una praxis política. Como sabemos, los representantes de ese
"proceso de argumentación" público son principalmente los partidos en
cuanto responsables de la formación de la voluntad política. De hecho, sin duda
buscarán sobre todo la consecución de mayorías y así se ocuparán casi
inevitablemente de los intereses que prometen satisfacer. Ahora bien, esos
intereses a menudo son particulares y no están verdaderamente al servicio del
conjunto. La sensibilidad por la verdad se ve siempre arrollada de nuevo por la
sensibilidad por los intereses. Yo considero significativo el hecho de que Habermas
hable de la sensibilidad por la verdad como un elemento necesario en el proceso
de argumentación política, volviendo a insertar así el concepto de verdad en el
debate filosófico y en el político”. Sobre el diálogo Ratzinger-Habermas, ver Entre razón y religión, FCE, 2008.
[58] Maritain ya lo había planteado, aunque desde luego con
otra terminología, en El hombre y el
estado (Club de Lectores, Buenos Aires, 1984), cap. V, como la “fe
democrática secular”.
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