El positivismo sigue
dominando nuestro modo de pensar aunque no nos demos cuenta, aún en aquellos
que dicen haberlo superado, porque el positivismo sobrevive en el lenguaje, y
los juegos de lenguaje son redes profundas de horizontes de precomprensión.
Uno de los hábitos más
difundidos de nuestro horizonte cultural positivista –que ha invadido a la
ciencia, la educación, la comunicación social, etc.- es si un relato
corresponde a un “hecho” (lo “fáctico”) si es “ficticio” (no real). Dejemos de
lado por un momento que la palabra hechos es engañosa, porque oculta la
creencia de que un relato puede ser no proferido desde el horizonte del
hablante. El asunto es más simple. Desde luego que, habitualmente, podemos
distinguir entre un relato de ficción y otro que intente interpretar la
realidad. Una cosa es una reseña sobre la situación económica actual de los
EEUU y otra cosa es una película de Star
Trek. Ok, lo podemos distinguir. Pero, ¿qué importancia tiene ello para el
tema de la verdad?
Esto es: ¿qué “verdad”
hay en una novela, en una obra de teatro, en un cuento, en una película?
¿Podríamos decir que ninguna verdad, porque lo relatado allí “realmente no
sucedió”?
Por supuesto que no: lo
importante es la verdad del símbolo, esto es, un relato que a través de personajes
imaginarios nos lleva a lo más profundo de la naturaleza humana. Esa es la
verdad de lo “ficticio”. ¿Qué valor tienen, si no, las fábulas de Esopo, las
parábolas del Evangelio, las tragedias de Eurípides, las obras de Shakespeare,
las poesías de Borges, o Star Trek o Star Wars? ¿Qué importancia tiene que
Spock no haya existido? ¡Claro que no existe! Pero ese no es el caso. Lo
importante es: ¿qué quiere decir el escritor a través de ese personaje
imaginario? Y es allí cuando, si nuestra formación filosófica es pobre, nos
quedamos sin respuesta. Lo que todo ello nos enseña es al ser humano en su
complejidad más profunda, como Freud supo ver en la literatura universal.
Por lo demás, los
llamados relatos “sobre la realidad”, están cargados de símbolos. Palabras,
términos que el hablante y escritor utilizan, están cargadas de un horizonte de
precomprensión donde los términos se entrecruzan en un juego de lenguaje que
habla permanentemente de concepciones filosóficas, religiosas y míticas
profundas aunque el hablante no sea consciente de ello. Un relato histórico y
relato ficticio tienen ambos una profunda carga interpretativa y simbólica. En
nada tiene que preocupar ello a nuestra búsqueda de la verdad, porque la verdad
sobre lo humano puede estar o no estar, pero si está, está desde el horizonte
cultural en tensión creadora con nuestra conciencia crítica.
La ciencia también está
plenamente cargada de horizontes de teorías que son el sedimento de
concepciones míticas y metafísicas que pudieron pasar por la criba de la
crítica, como Popper explica. La ciencia no es la copia de los hechos. Es la
proyección sobre el mundo físico de ideas profundísimas que surgen de la
capacidad creadora humana para interpretar, para dar sentido, a un mundo físico
de lo contrario ininteligible.
Dejemos de preocuparnos
por lo fáctico que, como tal, es la ilusión humana de librarse de lo humano.
Aceptemos que los humanos vivimos en y desde nuestras teorías sobre el mundo y
nuestra experiencia vital sobre nosotros mismos. La verdad está en la sabiduría
vital, en la experiencia de la bondad, en la misericordia con el otro, de donde
derivan relatos profundísimos, ficticios o no, y donde participamos de la
palabra creadora de Dios.
Pero desde luego que si.
ResponderEliminarEn una reseña o un ensayo que analice un cierto fenómeno presumiblemente real también se puede mentir.
En si, en todo lo que podemos percibir existe un conocimiento de una naturaleza propia que podemos extraer, lo que no quiere decir que no es verdad; por supuesto que es verdad, que no quiérase ver como algo cotidiano "que podría ocurrir en el día a día" no quiere decir que lo que nos transmite sea una falsedad o un fraude, siempre es útil lo percibido, en lo "ficticio" lo que se transmite es la verdad natural (o inherente si se prefiere) de la misma cosa en si.
Gran articulo. Felicidades y muchas gracias.
Un saludo Gabriel.
Frederic Heinz A.