domingo, 13 de enero de 2013

CONTRA LA GUERRA, UNA VEZ MÁS


Me sigue asombrando y espantando el culto intelectual a las guerras: que se las considere el factor de cambio, de progreso, de transformaciones. Innumerables reseñas históricas y documentales están escritas bajo ese presupuesto. Millones, millones y miles de millones de vidas destruidas, masacradas y auto-inmoladas son vistas como un dalo colateral de un progreso real. Todo lo que se perdió en términos de creatividad social se ignora olímpicamente. Por eso reiteramos, una vez más, en ese ejercicio de re-sistencia e in-sistencia que se ha convertido nuestro escribir, lo afirmado en nuestro artículo




2.2. La cooperación social.
Para contestar esa pregunta, en nuestra opinión clave para comprender su pensamiento, volvamos a una noción que se encuentra claramente tanto en sus escritos de 1927[1] como en los de 1957[2]. La cooperación social es el intercambio de bienes y servicios bajo el marco de la división del trabajo. Por supuesto, como toda definición en ciencias sociales, esto tiene sus límites[3], pues Mises piensa en realidad, en términos ideales, en el libre intercambio de bienes y servicios bajo la división del trabajo en presencia de propiedad privada de medios de producción. Y con un poco más de esfuerzo hermenéutico, veremos que está pensando en el libre intercambio de juicios de valor, de proyectos de vida, bajo ese marco de división de trabajo y propiedad privada. Pero tuvimos que dar esa primera definición dado que Mises también analiza detenidamente a la cooperación social en ausencia del mercado[4].
Esa cooperación social es el medio humano para minimizar el problema de la escasez. Las especies animales compiten unas con otras por medio de la fuerza y la mutua aniquilación para lograr la supervivencia. El ser humano, en cambio, puede advertir las ventajas de la división del trabajo y actuar en consecuencia[5]. Pero lo más importante de esto es advertir la importancia central que tiene en este planteo la diferencia entre competencia biológica y competencia social[6]. La primera implica la guerra, la segunda, la paz. Esto es esencial. En un Occidente que ha idealizado la guerra y las virtudes concomitantes de ella, Mises ensalza la paz, el comercio, como factor civilizador. Su pensamiento es Hobbes al revés y, desde luego, Marx al revés. Mises no ignora las tendencias destructivas de la naturaleza humana[7], pero de ningún modo las asocia con algún tipo de progreso.[8] La cooperación social, la expansión de la división del trabajo, y todo el progreso civilizador del comercio y la mayor productividad sólo es posible mediante la cooperación pacífica, paz que se vuelve parte del ser de la sociedad y no del deber ser[9]. Si para Marx la historia es la historia de la lucha de clases, para Mises no sólo no hay clases sociales en el sentido marxista del término, sino que la historia (como progreso) es la historia de la expansión de los lazos de la cooperación social, y en ese sentido, es la historia de la paz y el comercio. Este esencial pensamiento misiano no ha terminado de entrar en un Occidente que sigue admirando las virtudes de antiguos espartanos o inexistentes Klingons y sigue considerando, como Platón, a los comerciantes como lo más bajo de la vida social, y denigra y desprecia la historia de los fenicios. Más adelante volveremos a esta cuestión (ver supra, punto 3.3).
Por supuesto, este pensamiento no es en Mises una mera declamación. La paz está asociada en su pensamiento a la ley de división del trabajo, que ya no es sólo un capítulo de la ciencia económica, como en Ricardo, sino que es una ley general de toda sociedad humana que él llama ley de asociación.[10] Cuanto más extendida está la división del trabajo, el comercio, y la paz, la productividad aumenta, la cantidad de capital per capita[11] aumenta con mayor rapidez que el aumento de población[12]. La guerra, en cambio, implica todo lo contrario. Podemos conmovernos todo lo que queramos con historias épicas de héroes muy valientes, podemos, contradictoriamente, admirar hoy las conquistas del pasado que hoy condenaríamos en las Naciones Unidas, pero no podemos ignorar que la dinámica de victorias y derrotas se sostuvieron siempre con la involución de la cooperación social, con la pobreza, inanición, muerte y subdesarrollo de millones y millones de personas. Suponer lo contrario es ignorar, para Mises, las leyes intrínsecas de los lazos de cooperación social.


1.3.  La paz.
Difícil es tratar nuevamente este tema fuera del contexto donde ya lo hemos explicado. Lo que agregaremos ahora son dos factores adicionales muy importantes.
Uno, Mises insiste mucho en que la paz no es un desideratum, un “deber ser” de la cooperación social: forma parte del “ser” de la cooperación social en presencia de la propiedad privada de los medios de producción. Para cooperar libremente, para intercambiar bienes y servicios, y, por consiguiente, para la expansión de los lazos de cooperación social, la paz es un requisito indispensable. No surge de bellos sueños o bonitos discursos: es parte esencial de la naturaleza del proceso de mercado: “….La cooperación social sólo puede prosperar e intensificarse donde exista previsible paz duradera. Tal pacífica perspectiva constituye, al respecto, conditio sine qua non.”[13]. En La Acción Humana tenemos el mismo concepto expresado con el mismo énfasis[14].
Dos, la paz, el comercio, tanto interpersonal como el que cruza las fronteras, es para Mises un factor civilizador. Nuevamente, no hay aquí la mera descripción económica de la relación entre mayor productividad y división del trabajo, sino una filosofía política de fondo donde el avance de la paz, implicado en las relaciones comerciales, tiene un círculo virtuoso con los valores de la civilización occidental.
Quisiéramos comentar al respecto que este es uno de los mensajes de Mises (y también de F. A. von Hayek[15]) más importantes y menos escuchados por la cultura occidental en general, retomando algo que habíamos comentado en la sección 2.2. Si, resuena en nuestro super yo cultural el ideal de la paz perpetua de Kant, pero como un típico desideratum “de filósofos”. Mientras tanto, en novelas, películas, series de televisión y en nuestra propia concepción de la historia (donde la historia es la historia de las dinastías, de los imperios, de los gobiernos, y de sus guerras), seguimos entronizando y exaltando los valores de la cultura guerrera. Seguimos admirando a los valientes y épicos espartanos mientras despreciamos a los fenicios y su tan terrible costumbre de comerciar en vez de asesinar a sus vecinos para conseguir más territorio. Para Platón los comerciantes eran lo más bajo del sistema social y por ello mismo podían tener propiedad. Ese desprecio por lo comercial, y la idea de que las guerras son civilizadoras, no ha cesado en absoluto en Occidente. Mises aparece como una mosca blanca en medio de ese bélico panorama[16], pero lo más importante es que no aparece como una voz religiosa, utópica, pacifista idealista que suponemos hablada desde fuera del mundo real, sino como un mensaje que nos dice que es la realidad del mundo la que está en peligro si seguimos pensando así.[17]. No se ha terminado de reparar, tampoco, en que esto es verdaderamente lo contrario a Marx, para quien la historia es la historia de la lucha de clases. Muchos que se dicen no marxistas aceptan, en el fondo, que la historia de la humanidad es movida por la historia de intereses contrapuestos e irreconciliables. Para Mises, en cambio, la historia de la civilización es la historia de la salida de la guerra. Puede ser que, por motivos psicológicos que Mises no ignoraba[18], pero que obviamente le costaba aceptar, la humanidad haya mostrado hasta ahora una vocación de autodestrucción cuyos peligros anunciara también, proféticamente, Freud[19], de origen cultural no casualmente similar al de Mises. Pero en ese caso volvemos al final ya citado de La Acción Humana. La historia de la guerra no es la historia de la civilización, es la historia de nuestra vocación autodestructiva. Puede ser –nadie puede saberlo- que sea ese el final de la humanidad, pero en ese caso, una mayor toma de conciencia del mensaje de Mises podría actuar como fuerza cultural compensatoria y equilibrante de nuestros animales instintos de demarcación de territorio. La creencia de que la guerra es civilizadora sólo acelera la muerte de la civilización.





[1] Liberalismo, op.cit.
[2] Teorìa e historia, op.cit., cap. 4.
[3] Nos hemos referido a esto en La economía de la acción humana, Unión Editorial, Madrid, 2009.

[4] La Acción Humana, op.cit., parte quinta.
[5] Op.cit., cap. VIII, punto 1.
[6] Liberalismo, op.cit.
[7] Liberalismo, op.cit., punto 6. Sus referencias a Freud en ese punto no han sido profundizadas por el liberalismo clásico en general
[8]  La Acción humana, op.cit: “…no es la guerra, sino la paz, el origen de todas las relaciones sociales”. Cap. VIII, punto 8, p. 225.
[9] Liberalismo, op.cit, cap. 1, punto 3, p. 43.
[10] La Acción Humana, op.cit., cap. VIII, punto 4.
[11] Op.cit., cap. XXI, punto 6, p. 734.
[12] Op.cit., punto 6, p. 741.
[13] Ver Liberalismo, op.cit., p. 43. Las itálicas son nuestras.
[14] Op.cit., cap. VIII, puntos 7 y 8.
[15] Hayek, F. A. von: Los fundamentos de la Libertad, Unión Editorial, Madrid, 1978, cap. 11.
[16] Cabe agregar que en Argentina, Alberdi siguió un camino similar, y  no precisamente marginal en sus escritos. Ver al respecto su clásico El crimen de la guerra (Sopena, Bs. As., 1957) y las citas al respecto recopiladas por Ricardo López Gottig en Los Fundadores de la República, Fundación Hayek, 2006, pp. 182-187.
[17] Ver Teoría e historia, op.cit., cap. 4 punto 8.
[18] Ver La mentalidad anticapitalista, Fund Bolsa de Comercio, 1979.
[19] Ver Freud, S.: El malestar de la cultura, op.cit.

1 comentario:

  1. "No existe en realidad, sin embargo, el denominado derecho natural ni hay tampoco inmutable módulo valorativo humano que permita distinguir y separar lo justo de lo injusto. La naturaleza ignora el bien y el mal. No forma parte de hipotético derecho natural el “no matarás”. Lo típico y genuino del estado de naturaleza es que los animales inmisericordemente se aniquilen entre si; hay incluso especies que sólo matando pueden pervivir."
    Creer que lo típico y genuino del estado de naturaleza ( si alguien puede determinar tal cosa ) es el drama predador-presa es confundir la punta con todo el iceberg , un prejuicio común basado en la proyección en el animal del temor atávico a ser devorado . Lo típico y genuino del estado de naturaleza es más bien la negociación ( que como la paz hace menos ruido ) de la que derivan todas las formas de cooperación , mutualismo y simbiosis , ya a partir de los unicelulares . Los mamíferos somos , entre otras cosas , gracias a las bacterias que digieren gran parte de lo que comemos . Las bacterias del tracto digestivo no están allí para acabarnos de una peritonitis , están para mantenernos vivos en mutua y pacífica convivencia . La influencia de Darwin en política , economía , psicología ( Freud principalmente ) , etc , ha sido vasta , pero que "el pez grande se coma al chico" es una simplificación o verdad a medias , es decir no es verdad . Mises cae en un reduccionismo darwinista confudiendo al pequeño grupo de los predadores con todas las especies . Los predadores naturales matan limitadamente o por una razón . El hombre es el único que "aniquila" . Mata con o sin razón porque se ha hecho adicto a la proteína de origen animal y para reafirmar la dominancia de su especie en perfecto círculo vicioso . Lo que nos enferma o mata es el desequilibrio , la pérdida de la homeostasis , muchas veces producto del inadecuado intervencionismo ( al igual que pasa con la economía ) . No seguir nuestros instintos animales , en lugar de seguirlos .
    La cooperación no es un invento humano , es parte del equilibrio natural . Las sociedades interespecíficas son un capítulo de la ecología . Se puede afirmar que los animales no lo hacen voluntaria-humanamente , pero lo hacen voluntaria-animalmente . La voluntad y la consciencia animal son otros temas de la ecología que se ignoran u omiten . No se puede culpar a Mises porque tenía la visión de la naturaleza de su tiempo , pero sus discípulos no pueden repetir lo mismo sin cuestionarlo . La división del trabajo en la interacción animal-animal y animal-vegetal es fundamental en el mantenimiento de la famosa biodiversidad . La territorialidad en el humano deviene en propiedad privada . Es decir que en la naturaleza ya están los trazos de la negociación , el libre intercambio y la propiedad privada . No hay porque buscarles un fundamento antropológico retorcido . Si vemos todo el iceberg en lugar de sólo su punta lo comprenderemos . Pero la mayoría de los seres humanos olvidaron su relación con los animales como pares sensibles a atender y entender , dando paso sólo a la visión utilitaria o al estereotipo de la imaginaria lucha de clases marxista extrapolada a las especies .
    La naturaleza ignora el bien y el mal , pero ninguna vida es insignificante y siempre se factura el error . M.S

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