Si bien la expresión “liberalismo argentino” es equívoca y puede dar lugar a confusiones, en este ensayo trataremos faliblemente de caracterizar algunas de sus peculiares características.
Alberdi fue “el” liberal cuidadoso
de las tradiciones existentes. Tal vez, en ese sentido, el más hayekiano. Pero
luego se podría decir que la mayor parte de corrientes liberales adhirieron a
los que precisamente Hayek llama liberalismo constructivista (que él llamaba
“francés”, tal vez injustamente). La Generación del 80 “construyó” el país, sin
duda, pero el precio fue su enfrentamiento con ciertas tradiciones anteriores
llamadas “barbarie”. Se sancionaron los principales códigos, se organizó el
sistema de correos y de transportes, se instauró un sistema de planificación
central en la educación, se legisló sobre matrimonio, etc. Las circunstancias
históricas permiten comprenderlo, pero hay que tener en cuenta que el precio
fue un Estado Central NO elefantiásico como el actual, pero sí totalmente
indispensable para todo, excepto en cierto libre comercio interior y exterior.
La evolución histórica posterior
implicó que, frente al surgimiento de otras corrientes, lo que podríamos llamar
el liberalismo constructivista de la Generación del 80 se considerara
“conservadurismo”. Esas otras corrientes fueron el radicalismo, con sus
divisiones internas (alguna de ellas muy liberal, pero no prosperó) el
nacionalismo, muy importante en el golpe del 30, y luego, por supuesto, el
peronismo. Ante todo ello, la diferencia entre liberalismo y conservadurismo se
perdió en la opinión pública y en los partidos políticos.
Pero si hay algo que unifica a la
tradición conservadora es esa confianza en el Estado Central, cierto unitarismo
porteño ante el cual las tradiciones federales quedaban ensombrecidas. De ese
modo surge algo clave: la importancia esencial de Poder Ejecutivo,
importancia que comparten las otras corrientes mencionadas.
Lo que sigue es histórica conocida.
Los conservadores, por supuesto, se alinean con el antiperonismo (que tenía y
tiene variadas corrientes) a partir del 55. Surgen a partir de allí dos
corrientes que toman del extranjero escuelas de pensamiento más “liberales”: el
ordo-liberalismo, por un lado, y elementos de Escuela Austríaca por el otro,
pero dentro de un espíritu conservador. Lo mismo sucede con algunos (muy poco)
católicos liberales que militaban en la Democracia Cristiana anti-peronista,
hasta que fue asimilada por la izquierda.
Ahora bien, en el interregno de
gobiernos militares versus civiles, inestabilidad institucional que se hizo
habitual hasta 1983, los liberales argentinos de dichas corrientes, cuya
diferencia con los conservadores era muy débil (hasta hoy, la Generación del 80
sigue siendo considerada “liberal” SIN identificarla con el constructivismo) no
tenían problemas en presentar sus programas y propuestas a los gobiernos
militares, que por supuesto no las consideraban ni aplicaban. Todo muy
comprensible históricamente. En el 76 muchos de ellos pensaban que Videla era
“el liberal” que iba a re-construir el país (el período previo a la
re-construcción había sido 1853).
Con todo ello lo que se acentúa es
lo mismo: la importancia capital del Poder Ejecutivo.
Esa importancia es totalmente
coherencia con cualquier corriente NO liberal de acción política, pero el
problema es que no es coherente con un liberalismo político clásico.
Así las cosas, a partir de 1983 la
historia es conocida. Algunos liberales ordo-liberales, austríacos o chicaguenses
tratan de colaborar con el poder ejecutivo fuerte de Menem, sin reformas
institucionales de fondo, y el fracaso fue obvio.
Lo que ahora tenemos que
preguntarnos es: en los actuales momentos donde parece haber un resurgimiento
“liberal” en la opinión pública y en la acción política, el “liberalismo
argentino”, ¿no sigue siendo en el fondo un proyecto constructivista donde todo
se concentra en el poder ejecutivo?
Creemos que los que provenimos del
liberalismo clásico y mucho más de posiciones libertarias debemos bajar un
cambio, concentrarnos en esa pregunta y tomar distancia. Cada uno, por
supuesto, tiene el total derecho de prestar su apoyo técnico a quien fuere.
Pero una cosa es eso y otra cosa es politizarse absolutamente. Debemos tener
cuidado porque más que una larga Historia por delante, tenemos una larga
Historia por detrás, y no de aciertos políticos precisamente.
Un comentario de extrema lucidez. Esclarece a la vez que ofrece referencias para ubicarse. Una enorme síntesis de los debates sobre el asunto que llevqn adelante quienes pretendemos tomar acción concreta. Mucahs graicas
ResponderEliminarExcelente comentario. Muchas gracias Profesor
ResponderEliminarHola Gabriel, muy interesante tu comentario. ¿Qué apreciación tenés del sistema parlamentario cómo solución a la concentración del poder en un Poder Ejecutivo fuerte? ¿Qué otras reformas te parecen viables para debilitar al PE?
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