Cada tanto veo papers en los cuales se insiste de manera muy acentuada en la típica crítica heideggeriana a Santo Tomás, donde la distinción entre esencia y acto de ser es vista como necesariamente aviceniana y por ende irrecuperable de los errores que conducen al argumento ontológico y la consiguiente imposibilidad intrínseca de demostrar a Dios como causa primera del ente finito.
Lo que más me sorprende de esos
papers no es tanto el contenido sino el estilo. Sus autores están convencidos
de que el método académico convencional, de citar texto tras texto en un
artículo académico clásico, con referato y etc., puede demostrar algo. Es lo
que yo llamo el positivismo de los textos: el texto como el “fact” que pudiera terminar
con las interpretaciones diversas.
De lo que quiso decir Santo Tomás
con esa distinción, y de cómo lo dijo, se ha hablado ya hasta el cansancio.
Desde Gilsón, Fabro, hasta llegar a los minuciosos análisis terminológicos de
Raúl Echauri, los tomistas analíticos, los heideggerianos y los tomistas
heideggerianos, y las actuales críticas de Dewan a la posición de Fabro, bueno,
todo es casi un callejón sin salida. Que si esencia, esse, acto de ser, acto de
la esencia, co-principio, dos aspectos, accidente de la esencia, principio
formal, que si tuvieron razón o no Suárez, Capreolo, Duns Escoto, Cayetano,
etc., todo parece ser una pléyade caótica de interpretaciones dicotómicas cuyos
partidarios tienen todos sus textos para probar lo radicalmente equivocado que
está el otro.
Una de las críticas más curiosas es
que Santo Tomás violaría el sentido original de la metafísica en Aristóteles al
introducir la creación. Qué novedad, claro que sí. Como si se pudiera
interpretar una sola letra de Santo Tomás SIN la concepción judeocristiana de
la creación. Como si las categorías aristotélicas no hubieran sido radicalmente
transformadas por la lectura de Santo Tomás. Obvio.
Que Santo Tomás sea aviceniano es
una conjetura interpretativa plausible a partir de ciertos textos, sobre
todo de su juventud. Pero lo sorprendente es que quienes lo afirmen lo afirmen
como si la noción de conjetura interpretativa, de Umberto Eco, no existiera. Y
sin embargo es una de las claves de la hermenéutica de los textos.
Lo que queda para dirimir estas
cuestiones es distinguir entre la letra y el espíritu del autor. Pero esa
distinción depende de grandes intuiciones hermenéuticas cuya única validación es
una permanente apertura al diálogo, y no sé si los artículos académicos con
referato son el camino para captar al espíritu del autor: esa captación es
anterior, no posterior, al entrelazamiento de los textos. En última instancia,
de igual modo que, Popper dixit, no hay base empírica sin carga de teoría, no
hay textos sin carga de horizonte de pre-comprensión de los textos. Y ese
horizonte tiene que ver con espíritu del autor.
Claro que la distinción entre
esencia y ser, o mejor dicho, entre lo que fuere y lo que fuere, no es previa a
la concepción cristiana del mundo. No hay una filosofía antes que la teología;
hay “Sacra doctrina” que depende de una concepción cristiana del mundo, donde
la creación es esencial.
De la creación depende que haya entes
finitos que no sean Dios. Y en esos entes finitos se da la distinción entre (….)
y (…..), dígaselo como se lo quiera decir. Porque esa distinción no es más que
afirmar que todo excepto Dios es ser creado. Sí, esencia y existencia fue un
modo muy erróneo de decirlo. Tal vez, co-principio potencial participante y
co-principio actual participado, sea
mejor. Pero nunca perfecto. El lenguaje humano llega a su límite porque estamos
hablando nada más ni nada menos que de la distinción creador-creado. Siempre
habrá por ende mejores formas de decirlo.
Claro que por lo tanto para
demostrar que Dios es causa primera hay que partir de una noción revelada del ente,
que es la creación. Nadie que no crea realmente en el Génesis puede estar de
acuerdo con la verdad de la metafísica de Santo Tomás. Pero ello no es petición
de principio, es círculo hermenéutico. Santo Tomás nunca habló como lo que HOY
llamamos un filósofo, pequeño detalle que creo que se le escapó al tomismo de
fines del s. XIX pero no a Gilsón.
Y listo. Si el debate académico
consiste en ensayar pequeñas conjeturas interpretativas sobre cómo mejorar el
lenguaje de Santo Tomás para decir lo indecible, bien. Pero si son artículos
donde se trata de llegar a una conclusión textual exacta sobre un inexistente
filósofo llamado Santo Tomás, game over. Ya seas positivista, heideggeriano, o
tomista como seguidor del tomismo, game over. And the story.
Gracias por la honda claridad.
ResponderEliminar¿Querido profesor Zanotti, como está?
ResponderEliminarDisculpe que lo moleste con otra barbaridad del Vicario de Cristo en la tierra. Lo hago como cristiano católico que pretende enseñar economía a estudiantes de nivel medio. 14 a 18 años de edad. Me preocupa mucho que nada menos que el Santo Padre se muestre tan desorientado y además desoriente a multitudes. Creo que un aporte mucho más solido a esta problemática sería que el Vaticano promueva la enseñanza de economía en los seminarios.
Su opinión por favor mi estimado profesor Zanotti!
¡Fraternalmente!
Carlos Topasso
En mi anterior mensaje olvide el linkprofesor, aqui va:
ResponderEliminarhttp://es.catholic.net/op/articulos/80312/volver-a-la-economia-del-evangelio.html
Mi direccion profesor:
ResponderEliminarctopasso@hotmail.com
Ema: je je je............ :-)))
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