Javier Milei es ahora un fenómeno político, un futuro candidato, y parece que nada, ni siquiera calmadamente, se puede decir de él sin que entre el tema de si le sumamos o le restamos votos. Puede ser. Pero finalmente he decidido opinar sin que ese tema me condicione.
1. Rompan la tranquera.
Mi
padre, que era pedagogo, tenía una hipótesis general sobre la diferencia entre
la palabra escrita y la palabra oral[1]. Como toda hipótesis, es
provisoria, falible, apenas un acercamiento a la verdad. Pero como tal,
valiosa.
El
contexto de su preocupación es el por qué de la falla del racionalismo
educativo de la escuela sarmientina. Un pueblo educado no votará nunca a Rosas,
dijo el sanjuanino, para escándalo de los rosistas. Pero más allá del ejemplo,
la tesis de fondo es la confianza en que la educación formal en las ciencias y
en las letras logrará la madurez de los ciudadanos para el ejercicio de sus
derechos. Y por eso la acción del Estado en las escuelas primarias.
Esa
primera fase de la política educativa, que mi padre llamó la escuela redentora, tenía la fallida,
vieja y noble ilusión de suponer que el que conoce el bien, lo practica. Pero
no. La naturaleza humana es más compleja. La psicología posterior de las masas
(Freud, Fromm) explicó suficientemente lo intrincado de los procesos de
alienación y de masificación como para que sigamos con esa noble ilusión, pero
como toda noble ilusión, tiene larga vida. Mi padre explicaba luego que en la
elección de 1946, la única provincia en la que Perón perdió fue en Corrientes,
que ostentaba el índice de analfabetismo más algo. Oh falsación popperiana….
En
esa intrincada psicología humana, la palabra oral es frecuentemente más
emocional, más pasional, que la letra impresa, que por más calor que tenga el
libro, deja siempre un margen mayor para la conciencia crítica. Los grandes
discursos, en cambio, dichos con pasión y convencimiento, nos enamoran. No es
lo mismo escuchar en vivo a Martin Luther King, haber estado allí, que leerlo
luego. No, no es lo mismo.
El
ejemplo que daba mi padre fue precisamente Perón. Con mucha ingenuidad, los
patrones de estancia de entonces habían amenazado con cerrar la tranquera para
que los peones no vayan a votar. Se la dejaron picando al General. “…escuchar un mensaje por
radiofonía o leerlo impreso en el diario son dos cosas muy distintas.
Recordemos el ejemplo de Perón en su último discurso de la campaña electoral
del 46: “... salten la tranquera o rompan la tranquera!”. Una cosa era oírlo, otra
hubiera sido leerlo, dentro de un amplio texto, en una hoja de papel. Para
muchísimos lectores, con seguridad, hubiera sido una frase sin importancia,
hubiera pasado quizá inadvertida. Ninguno de sus oyentes, en cambio, la ignoró”[2].
Salten la tranquera. Rompan la tranquera. Tres
palabras que muestran que el lenguaje es acción; tres palabras que, escuchadas
en su contexto, llegan a la fibra emocional más íntima, menos crítica, del
oyente….
Milei es de esos comunicadores intuitivos que se
comunicó así con su audiencia. Captó el hartazgo contra los políticos, lo llamó
“la casta”, y allí su mensaje se consolidó. Rompan la tranquera, derriben a la
casta. La frase, el modo de decirla, la estética, todo encajó. Cuando esos
milagrillos suceden los profesionales de la comunicación se quieren matar, pero
saben bien que no se necesita ser médico para correr 100 metros en 12 segundos.
El que puede, lo hace. Los filósofos lo explicamos después.
2.
La carajeidad.
No sé si Platón estará contento con mi neologismo,
pero creo que en su mundo de las ideas habita la idea de un modo de violencia
muy especial, una violencia argentina, un horizonte, muy difícil de
caracterizar porque es precisamente el aire que respiramos todos.
La violencia a la que me refiero no es la del
loco que dispara en una escuela norteamericana, como la que de nuevo hemos
sufrido en estos días. No es tampoco la del delincuente, ni tampoco es la
violencia más cruelmente racional del psicópata en el poder.
Pulsión de agresión tienen todos, Freud dixit.
Pero tal vez los anglosajones, los alemanes y los japoneses la tienen más
sublimada en su vida cotidiana. El argentino promedio (me disculparán ese tipo
ideal weberiano) tiene menos filtros. Su agresión, su desprecio por el otro en
lo cotidiano, la hace pública, sobre todo en su juego de lenguaje, sus juegos
de lenguaje, que como sabemos desde Wittgenstein, son los ojos del alma
cultural. Che boludo, pelotudo, etc etc etc y demás dulzuras que no estoy
acostumbrado a escribir ni a decir, son mini-violencias cotidianas tan
habituales que ni las sentimos, pero conforman un tipo cultural de
autoritarismo. Son nuestro modo de entendernos. O no. Hace poco funcionario
estatal me trató muy mal y yo le respondí “gracias por los consejos y disculpe
las molestias”. O sea, fui un b….
Y ese modo de hablar es coherente con nuestro
autoritarismo político, sea de izquierda o de derecha. Soñamos con el gran
líder, con el gran salvador, soñamos serlo o gozarlo. Somos constructivistas,
aunque leamos a Hayek sin entenderlo. El de izquierda piensa: un presidente de
izquierda, un ministro de economía de izquierda, y listo. El de derecha, lo
mismo: un presidente liberal, un plan económico liberal, y listo. Y ya está.
Viva la libertad, carajo.
3.
Rápidos y furiosos.
Pero claro, he aquí el gran problema, que,
disculpen las molestias, y gracias por los consejos, voy a plantear. Lo planteó
Adrián Ravier allá lejos y hace tiempo, lo siguen Roberto Cachanosky, Ricardo
Lopez Gottig y, hace poco, Santiago Kovadloff. Nada original de mi parte.
¿Son compatibles la libertad y la carajeidad?
¿Es coherente un liberalismo que llega desde la
violencia del lenguaje?
Sí, sé que parece casi necesario ontológicamente
que “el único modo de llegar…” sea ese. Pero entonces, ¿tenemos salida?
Si somos todos peronistas culturales, entonces
por eso, en el país de los tuertos, Menem fue Rey.
Y si Menem no hubiera cometido los errores que
cometió, la pregunta es más difícil aún. ¿Hubiera ganado entonces un tercer
mandato? ¿Menem for ever? Todo desregulado, sí, pero, ¿cuál hubiera sido la
salida institucional?
4.
Milei, Trump, Bolsonaro.
Algunos políticólogos lo colocan a Milei en el
mismo tipo de líderes populistas de derecha que de liberales no tendrían nada.
Son como populistas nacionalistas que se oponen a la globalización en tanto
democracia liberal internacional. Pero cuidado, porque, como ya dije una vez,
hay dos formas de oponerse a la globalización (https://puntodevistaeconomico.com/2021/01/22/globalizacion-y-globalizacion/) Una es desde cierto nacionalismo local
despreocupado, en general, de las libertades individuales. Otra, es recurrir,
en estos momentos, a la soberanía nacional como único medio de defenderse
contra una globalización que no es más que la globalización del marxismo y del
estatismo. En esto último, un liberal clásico podría estar perfectamente.
Trump y Bolsonaro oscilan entre una y otra forma
de anti-globalización. Milei, creo, está más formado, es más claro. Ha leído
bien a Mises y Rothbard, y su adhesión a la Escuela Austríaca le permite en
general diagnosticar bien en materia económica y en materia de libertades. Su
problema, como dijimos, es la carajeidad como ideología contradictoria. O sea,
un liberalismo violento. Problema, claro, que otros no tienen: los demás son
coherentemente violentos.
Pero eso nos lleva al punto que siempre converso
con el gran politicólogo Mauricio Vázquez.
¿Por qué los modos de Trump, Bolsonaro y Milei?
¿Por qué no surge un Obama liberal/conservador,
un liberal clásico de excelente retórica y buenas formas?
¿Es casualidad o será, como dice Mauricio, que la
violencia de izquierda necesita, como legítima defensa, un movimiento que la
combata con sus propias armas?
Pero si es así, ¿será capaz la naturaleza humana
vestirse de la dictadura de la Antigua Roma y luego dejarla?
5.
Sur, Milei y después.
¿Cuáles son entonces los escenarios posibles?
Aquí comienza mi mayor falibilidad.
Uno, que Milei llegue a la presidencia y que
comience a “putearse” con todos, incluso con quienes lo votaron cuando descubran
lo que realmente votaron. Y que al día siguiente tenga a todos los camiones de
Moyano en la Plaza de Mayo.
Dos, que no llegue, que se desinfle, y ya está.
Fue una ilusión fugaz.
Esperemos que no.
Tres, que haga alianzas, consensos, que forme
equipo, sobre todo con otros liberales y otros anti-kirchneristas no liberales,
y que llegue, y que gobierne en un escenario políticamente posible con la
tendencia marcada hacia la libertad.
Pero este tercer escenario, ¿es posible en la
Argentina?
Como ven he dejado muchas preguntas abiertas.
Espero haber llegado un poco a los más tranquilos. Y sobre todo a los
tranquilos que rodeen a Milei.
[1] Zanotti, Luis J., Etapas
históricas de la políticas educativa, Eudeba, Buenos Aires, 1972, en https://luiszanotti.com.ar/poled.htm
Discrepo con la caracterización de Bolsonaro y Trump como nacionalistas vulgares. Sus logros - sobre todo - comparados con Lula, Obama, etc. - son indiscutibles aunque no sean como para "cambiar el mundo".
ResponderEliminarNo dije que sean nacionalistas vulgares. Dije que "oscilan".
ResponderEliminarNo hay constitución de Alberdi sin Urquiza. No hay constitución de los EE.UU. sin bayonetas. Todo debe ser graduado acorde a su contexto histórico y la magnitud de violencia ejercida sobre nosotros. Firmo anónimo, pero me conoces.
ResponderEliminarPor otra parte, me pregunto que es más "violento". Si decir algunas malas palabras, o si llamar fascista a un liberal, aunque sea lo haga en una nota elegante con fina prosa.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEstimado anónimo,
ResponderEliminarpero entonces la tesis es que un cambio político en paz es imposible no?
Y segundo: quién lo llamó fascista a Milei?
Casi del todo de acuerdo con lo que has planteado. Ante la opinión general Milei ha captado a los rabiosos, resentidos y hartos de los políticos. En eso se parece a Bolsonaro, a Trump y a Boric. Pero el fenómeno que más me preocupa es el efecto que ha causado entre los liberales de toda la vida, gente culta, bien educada y de buenos modales. ¿Qué hizo que se enamoraran de Milei hasta el punto de no tolerar que alguien también liberal lo critique? En las redes sociales de más de mil amigos liberales, interactúan conmigo apenas veinte o treinta. Los demás se han disgustado conmigo por mis críticas a la violencia verbal de Milei y su irresponsabilidad al dividir la oposición al kirchnerismo. Ese extraño fenómeno que linda con el fanatismo no me lo puedo explicar. La intolerancia no es liberal, agraviar al que piensa diferente no es liberal, llamar "zurda de mierda" a una legisladora izquierdista no es liberal. Tal vez tendríamos que replantear que significa la palabra "libertad".
ResponderEliminarGracias por tu comentario Enrique. Sí, no sé qué ha pasado. Pero no es nuevo. Los argentinos en general no terminan de comprender la gravedad de la violencia verbal. Y ese "no terminar de comprender" es parte de esa violencia.....
ResponderEliminarHola Gabriel, entiendo que ustedes han sido "convertidos" al liberalismo hace mucho tiempo. No es mi caso, fui adoctrinado toda la vida como la mayoría (incluso en la universidad). Ahora estoy convertido al liberalismo. Leyendo miles de libros al mismo tiempo, muy entusiasmado y feliz, abriendo los ojos como nunca. Yo comprendo el tema de la violencia verbal, pero bueno... es cuestión de entender la urgencia que unos sienten, la emoción de despertarse, por fin poder entender el mundo, el hartazgo... son muchas emociones. Entiendo a los efusivos y trato de entenderlos a ustedes también. Pero es como te digo, una mezcla. También hay orgullo y envidia, y eso lo sienten los nuevos hacia los viejos cuando atacan a Javier. Al fin y al cabo, vos le debes mucho a tus maestros y de la misma manera hay millones que le deben mucho a su maestro que es Javier. Y encima, es por medio de él que terminamos teniéndolos a ustedes también como maestros (y al mismo tiempo a sus maestros).
ResponderEliminarPerdona que use la palabra conversión, puede que no sea la apropiada, pero este es un tema importante. Si Alberto Benegas Lynch hijo nació en el liberalismo gracias a su padre, en cierto sentido no comprende a quienes no lo hicimos. No conozco si vos siempre fuiste liberal, pero Milei mismo cuenta su conversión por leer Rothbard. Si tienen esa variable en cuenta, la conversión de cada uno de los que están despertando y tienen empatía se puede entender un poco mejor porque uno se pone sensible con Milei cuando alguien le dice algo, mas si es liberal. Somos humanos. Yo confió igual que las personas convertidas ahora con el paso del tiempo, estarán menos exacerbadas.
Otra cosa, por mas que tengan razón, con lo que sea que tengan razón de milei o con cualquier análisis que hagan, hay una diferencia de años que ustedes tienen de estar expuestos al liberalismo que otros no, pero... confíen en esas palabras de esos autores que los convirtieron a ustedes, que al ser leídas, estudiadas y meditadas van a cambiar vidas, pero bueno, hay que tener paciencia.
Lo ultimo que digo, que un chico que no sabe nada de nada, escucha ayer que Milei nombra a Gary Becker, después lo googlea, pasa 6 hs (toda la noche) leyendo y viendo entrevistas y conferencias, y después ya sabe que existe el análisis económico del derecho, y a la semana sigue buscando y ya se leyó mucho del análisis económico de la política, es demasiado! o sea, es IMPRESIONANTE!! hay que capitalizar todo. Es momento para estar felices!!! ANIMO!!!!
Muy buena nota Gabriel!!
ResponderEliminarIván Carrino
Un honor Iván!
ResponderEliminarAnónimo, muy buena reflexión.
ResponderEliminarHola Gabriel, descubrí tu blog hace poco y me parece interesantísimo. He estado leyendo varias entradas y me complace saber que hay muchos posteos más por leer.
ResponderEliminarTambién soy de las que al principio le resultó chocante la forma de expresarse de Javier, pero con el tiempo me convencí de que era necesario en esta época de mentes adormiladas y cómodas que surgiera alguien que transmitiera las ideas de la libertad a los gritos para que la gente comenzara a despertar del engaño del populismo y marxismo de siempre.
No creo que sea responsable por la desintegración de la oposición como comentaron más arriba, sino más bien sirvió para abrir los ojos ante un sector político que cada vez se nota que es más de lo mismo y que lo de oposición le queda muy grande. Por lo menos con las posturas que han adoptado en estos últimos años.
Me identifico plenamente con la reflexión de Anónimo, si bien nunca fui socialista, marxista ni nada de eso, sí sufrí el adoctrinamiento de estas ideas sobre todo en la facultad.
Si hay algo que agradezco a Javier es que abrió la puerta a que personas de distintos rangos etarios comenzaran a leer, escuchar e investigar por su cuenta algo diferente a lo que nos tiene acostumbrados la cultura y educación argentina.
Gracias por una buena síntesis. Efectivamente las particularidades del caso nos enfrentan a la posibilidad cierta de un populismo de derecha. Parece razonable luego de 20 años de socialismo advenidizo (más advenidio que socialismo). Nuestro problema es que hace mucho que dejamos de ser un país liberal. Promover esas ideas un desafío ciclópeo. Como tal, excede a cualquier iluminado y un grupo de apóstoles. Puede que estemos a punto de aprender a vigilar la libertad. Muchas gracias por su invitación a pensar..
ResponderEliminarMuchas gracias por tan buen comentario. Tal parece que luego de sacarnos de encima el socialismo advenidizo, aprenderemos a vigilar la libertad
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