Vamos a seguir reflexionando sobre temas de antropología filosófica y ética con una película en cierto modo sorprendente. Digo esto porque, cuando la vi, sólo pensaba pasar en rato distendido, con una película cómica, y nada más. Pero mi espíritu jorobeta de infatigable (¿o insoportable?) profesor de filosofía no pudo evitar advertir los planteos esencialmente filosóficos que se ocultaban en la historia de este simpático robot. Si la viste, ya sabes que me refiero a "Nro. 5"; si no, ahora te cuento.
Newton Crosby es un genial
programador y diseñador de robótica que, junto con su ayudante Benjamin, trabaja
para empresa Nova, presidida por el Dr. Howard. Newton ha diseñado y programado
un tipo de robot sumamente avanzado, con uso esencialmente bélico. La primera
escena de la película muestra a cinco de estas unidades realizando una
exhibición de sus habilidades. Cada uno de estos robots tiene un número que lo
identifica, no un nombre. Tú y yo ya sabemos lo que esto significa.
Después de la exhibición se
produce una tormenta. Una descarga eléctrica penetra en una de las unidades, la
5. Algunos ingenieros revisan preocupados. Howard todavía no sabe.
Aparentemente, nada ha pasado.
Los 5 robots se dirigen a un
salón donde serán exhibidos nuevamente. Todos en fila, ordenadamente. Sin
chistar, sin protestar, obedeciendo perfectamente, como lo que sería el ideal
del súbdito para un gobernante totalitario. O sea, sin pensar.
Pero el nro. 5 muestra un
comportamiento extraño, fuera del programa. Es curioso, mira para todos lados,
se distrae.
Entonces pasa lo previsible.
Nro. 5 se pierde. Fruto de ciertas casualidades más la imprevisibilidad de los
movimientos de Nro. 5. Te podrás imaginar el alboroto que se arma en Nova, la
casi desesperación de Howard, y el apuro de ciertas autoridades militares que
inmediatamente quieren buscar y si es necesario eliminar al robot perdido, si
es que no funciona bien, dada su alta peligrosidad. Está dotado de un láser
mortífero, de alto poder destructivo.
¿Por qué dije "si no
funciona bien"? Porque Nro. 5 parece haberse "desprogramado". No
responde a las órdenes de su programador, Newton, y todo lo que éste obtiene
por respuesta es que necesita "datos, información".
En efecto, Nro. 5 parece un niño
metálico, dotado de una insaciable curiosidad. Todo le asombra y le sorprende;
quiere averiguar la naturaleza de las cosas que lo rodean. Hay allí cierto
asombro por el ser. Más que calcular, quiere contemplar.
Por otra serie de cómicas
casualidades, Nro. 5 termina su descomunal escape en el camión y puesto
ambulante de fast-food de Stephanie Sepck, una chica joven y simpática que no
ha tenido suerte con sus novios. Stephanie se confunde al principio y cree que
Nro. 5 es un extraterrestre. De este modo, lo invita a pasar a su casa y hacer
todas las travesuras que quiera. Nro. 5 rompe cosas como los chicos y devora
todos los libros de Stephanie en segundos, además de devorar y almacenar en su
memoria todo lo que ve en televisión. Stephanie se queda asombrada de que a su
supuesto extraterrestre invitado le gusten tanto los avisos publicitarios.
Ahora es necesario que te relate
un diálogo importante. Stephanie se da cuenta finalmente de que se trata de un
robot para usos militares, y, medio desilusionada, llama a las autoridades de
la zona y se comunica después con Nova. Estos salen inmediatamente buscando a
su preciado y preocupante robot. Stephanie le comunica a Nro. 5 que lo vendrán
a buscar y, eventualmente, revisar y "desensamblar" para ver qué le
ocurre. Nro. 5 recibe despreocupadamente el aviso. Y sigue jugando. Primero con
el perro de Stephanie, ante el cual reacciona como un chico asustado. Luego,
con una mariposa, que por las enciclopedias que leyó ya puede identificar. En
medio de sus juegos, Nro. 5 aplasta a la mariposa. Entonces sucede este sutil
diálogo:
"Mariposa desensamblada.
Re-ensámblala, Stephanie"
"No puedo. Está
muerta"
"¿Muerta?"
"Si. Muerta, y bien
muerta".
"Reensámblala, Stephanie, reensámblala!"
"Creo que no entiendes.
Cuando estás muerto, estás muerto. La muerte es para siempre".
Entonces Nro. 5 hace un
sorprendente descubrimiento:
"Aplastar... muerte...
Desensamblar... muerte...
desensamblar Nro. 5...
No! No desensamblar!!!!!"
Y, gritando atemorizadamente,
Nro. 5 escapa velozmente en el camión de Stephanie.
¿Qué ha descubierto Nro. 5? Pues
nada más y nada menos que la muerte, y que él puede morir. Ha hecho un
descubrimiento existencial básico: ha tomado plena conciencia de la limitación
de su existencia. Y lo ha hecho porque, previamente, había tomado conciencia de
su propia existencia.
Sigamos a Nro. 5 en su veloz
escape. Luego de ensayar sus habilidades como corredor de carreras en camiones
expendedores de comida, Nro. 5 termina, junto con Stephanie -quien había
logrado subirse a su camión por la parte de atrás- justo al borde de un pequeño
precipicio. Allí conversan ambos otra vez. Ella le pregunta de qué tiene miedo.
Nro. 5 contesta, con plena lucidez, que tiene miedo de que lo desensamblen y
muera. Stephanie contesta, lúcidamente también, que él es una máquina, y que
por ende no puede morir ni tener miedo. Y allí Nro. 5 da esta respuesta
sorprende, plena de sentido:
"No, Stephanie. Nro. 5 está
vivo".
Mientras tanto llega Nova y los
militares que quieren destruir, si es necesario, a Nro. 5. Nadie supone, por
supuesto, que Nro. 5 está demandando que lo traten como persona. Stephanie
trata de explicarlo y defender a su nuevo y metálico amigo. Y entonces
Benjamin, el ayudante de Newton -más preocupado por las chicas que por los
robots- replica:
"El no es él. Es sólo un
conjunto de alambres y mecanismos!".
Nro. 5 es "capturado",
pero logra escapar. Vuelve a la casa de Stephanie, con quien inicia toda una
serie de movimientos para seguir huyendo de Nova y los militares. Una cosa que
después comentaremos: cuando vuelve a lo de Stephanie, descubre a ésta en la
bañadera. Stephanie duda si Nro. 5 es sólo un robot o no. Pero, cuando va a levantarse
para secarse y vestirse, hace salir a Nro. 5 y se cubre con una toalla. Me
preguntarás qué filosofía veo allí. Después te cuento.
En medio de sus desopilantes
correrías, Nro. 5 logra atrapar, y secuestrar, en cierto sentido, a Newton, su
programador. La intención de Nro. 5 es convencerlo de que está
"vivo". El diálogo se prolonga hasta casi al amanecer. Un poco antes,
ambos habían sostenido este diálogo:
- Quién es tu programador?
-pregunta Newton.
- Yo!
- Desconoces tu programación.
- La programación dice
desensamblar. Eso es desmontar. Matar. Nro. 5 no puede.
- ¿Por qué!!??
- Es equivocado. Incorrecto.
Newton Crosby, que tiene el grado de doctor, no lo sabe?
- Por supuesto que sé que matar
es incorrecto, pero quién te lo dijo?
- Yo me lo dije!
Después de esta
"revelación", cuyas profundas implicaciones filosóficas analizaremos
después, Newton se convence de que Nro. 5 "está vivo" cuando éste ríe
por un chiste, elemento considerado definitorio por el joven programador, y que
es calificado como "respuesta emocional espontánea", que estaría
definitivamente fuera de las posibilidades de cualquier programa.
La película termina felizmente,
luego de un susto para los espectadores que ya nos hemos encariñado con Nro. 5.
En efecto, Nova y los militares lo descubren y capturan a Stephanie y a Newton,
mientras parece que Nro. 5 trata de escapar nuevamente, a toda carrera. Pero un
helicóptero militar da en el blanco y un certero proyectil destruye totalmente
a un robot. Te podrás imaginar que, en ese momento, uno queda estupefacto.
Stephanie y Newton lloran la muerte de Nro. 5.
Pero Nro. 5 seguía vivo. Había
engañado totalmente a sus captores. Encerrado en el camión de repuestos de su
programador, con esos repuestos había
construido una réplica exacta de su modelo. Es esa réplica la que es destruida,
no él. Y cuando sus dos amigos están volviendo desconsolados y melancólicos
para la ciudad, Nro. 5 reaparece, al salir de su escondite en el camión de repuestos.
Imagínate la algarabía. Y
mientras Stephanie y Newton hablan de su futura vida en el campo, Nro. 5 decide
conducir. Antes de eso, hay un detalle final, importante. Nro. 5 no está
conforme de que lo llamen así. Y se coloca el mismo un nombre propio. De allí
en adelante su nombre será Johnny.
Como ves, esta vez no se trata
de una película difícil de relatar; el argumento es sencillo. Se trata de un
robot que toma conciencia de sí mismo, que dice estar vivo y se plantean por
ende todo tipo de situaciones insólitas que dan lugar para la más sana
comicidad. Detrás de eso se presenta, empero, un problema muy de moda, que
lleva a su vez a plantearnos nuevamente el tema de la esencia última de la
persona.
Lo que está muy de moda es el
tema de la inteligencia artificial. Gran parte de la cultura actual da por supuesto
que la diferencia entre el hombre y la computadora es una cuestión de tiempo.
Para muchos, se tardará algo más en encontrar un computador que iguale
totalmente las funciones de la inteligencia humana. Pero se llegará. Detrás de
esta concepción está como premisa supuesta una noción de inteligencia que le
reduce a la resolución de cálculo (en términos más técnicos, "capacidad
algorítmica" y acumulación de datos).
Ahora bien: ¿puede una
computadora llegar a comportarse, alguna vez, como el Nro. 5 de la película?
Sus guionistas parecen decir que un comportamiento de esa naturaleza implica un
salto cualitativo importante. No hacen surgir al Nro. 5 "persona" de
un acto especial de programación humana, sino de un "accidente", algo
que no dependió de la planificación humana. La descarga eléctrica que da origen
al "mal funcionamiento" de Nro. 5 tiene una profunda carga simbólica.
De algún modo representa lo que está más allá del control humano. Una
interpretación posible es que esa descarga simboliza el acto creador.
Tal vez los guionistas suponen
que alguna vez será posible al hombre producir al Nro. 5 "persona";
tal vez no, si es correcta la interpretación anterior. La pregunta que debemos
hacernos es: ¿es posible, para la naturaleza de un computador electrónico,
tener el comportamiento de Nro. 5? Dicho en otros términos: ¿es posible a un
computador electrónico, sea cual fuere su nivel tecnológico, ser persona?
Para resolver esta cuestión,
debemos razonar sobre la base de lo que es ser "persona", cuestión en
la cual llevamos gran parte del terreno ganado, con los comentarios anteriores.
Ante todo, vamos a observar uno
de los primeros aspectos que resaltan en la conducta de Nro. 5, o Johnny, mejor
dicho. Una de las primeras cosas que él hace es tomar conciencia de sí mismo.
Se da cuenta de la existencia de las demás cosas -por eso mira para todos
lados, e investiga- y de la existencia de sí mismo. Otra vez, estamos aquí
frente a algo fundamental: una persona puede, por sí y ante sí, decir
"soy". Nro. 5 toma conciencia de su propia existencia. Se ve a sí
mismo existiendo, y ve a las demás cosas existiendo. Como ya te había
comentado, eso está íntimamente relacionado con el significado etimológico de
"inteligencia": intus-legit, "leer dentro": de las cosas y
de tí mismo, captando que existen y que existen de un modo y de otro.
Johnny mantiene, desde luego, su
capacidad de calcular y acumular datos a enorme cantidad y velocidad, pero eso,
que lo definía como un robot, ya no le define como "Johnny": una
persona, dueña de sí, responsable de sus actos. Ahora, sólo ahora, Nro. 5, que
es Johnny, conoce. Antes, sólo acumulaba datos. Y no es lo mismo. Gran parte de
nuestra cultura tiende a confundir "información" con conocimiento, y
uno y otro son diversos. En los libros de tu biblioteca hay información, pero
ellos no conocen. En cambio, eres tú el que conoce, a través de ellos.
Johnny capta su propia
existencia, y, al mismo tiempo, advierte lo limitado de su existencia. Percibe
que puede morir. No quiero jorobarte más con este tema; simplemente me gustaría
que reflexionemos sólo un momento sobre este aspecto: sólo quien es conciente
de su propia existencia está abierto al problema de la permanencia o no de su
existencia. Esta apertura es una captación propiamente intelectual, esto es,
propia de esa capacidad cuya esencia se revela en el "soy". La escena
donde Johnny se da cuenta de que, al "desensamblarlo" puede morir, es
un excelente ejemplo de esta concomitancia. Por algo algunos colegas han dicho
que la nada es cierta condición de posibilidad de la captación del ser; yo te
lo había dicho de otro modo cuando te decía que estamos colgados sobre la nada.
Ser persona es advertir ese "estar colgado", esa contingencia
existencial, y, al mismo tiempo, implica también plantearse la cuestión de si
existe o no algo que a su vez no esté colgado, sino que por sí mismo se
sostenga y a todas las cosas: el absoluto. Sólo una persona puede plantearse el
problema de Dios.
Esta "toma de conciencia de
sí mismo" la señalan los guionistas cuando Stephanie le dice a Johnny que
él no puede tener miedo de morir, porque es una máquina. La filosofía de
Stephanie es correcta. Una máquina no puede tener miedo de morir. Una persona,
en cambio, si. Y allí Johnny le contesta: estoy vivo. Esto es, soy una persona.
Ahora bien, no hemos llegado aún
al eje central de nuestra argumentación. El ser persona implica, por su propia
naturaleza, una naturaleza no material, y en ese sentido espiritual. Toma con
cuidado esta última palabra porque nuestra cultura la ha asociado a veces a
fenómenos sobrenaturales, de ciertos seres que vienen de quién sabe qué otro
mundo cuando los llaman en extrañas reuniones donde todos se sientan alrededor
de una mesa. No sólo yo no estoy de acuerdo con eso, sino que tampoco lo
espiritual de lo que te hablo tiene algo que ver con eso.
La persona implica que su
esencia última es inmaterial porque su acto propio, la inteligencia, no puede
reducirse a un "conjunto de alambres y mecanismos". ¿Por qué? Porque
ningún elemento corpóreo, de tipo material, puede volver sobre sí mismo, ni
puede reflexionar sobre sí mismo. Por ejemplo, ves otras cosas a través de tu
ojo, pero no a tus ojos. Puedes tocar otras cosas con la palma de tu mano, pero
esa mano no puede tocarse a sí misma. Es inútil que le des "vueltas"
al asunto: no encontrarás un solo elemento material que pueda volver sobre sí
mismo. En cambio, la inteligencia puede conocerse a sí misma conociendo. Conoce
otras cosas, y se conoce a sí misma conociendo. Por eso puedes tener conciencia
de ti mismo y decir "yo". Porque esa reflexión de tu inteligencia
produce que te captes a ti mismo existiendo. Y eso no lo podrías haber hecho si
tu naturaleza fuera sólo corpórea.
Por eso -y en segundo lugar- tu
inteligencia te abre a la verdad. Cuando por tu inteligencia dices
"existo", sabes, al mismo tiempo y en el mismo acto, que es verdad
que existes. La verdad surge reflexivamente en tu inteligencia cuando afirmas
algo que corresponde a la realidad, y esa reflexión no podría ser hecha sino
fuera por la naturaleza no corpórea de la inteligencia. Si, además, fueras sólo
algo material, todo en tí sería el producto de acciones y reacciones
físico-químicas. Pero la verdad es irreductible a eso. Una reacción
físico-química produce cambios del mismo tipo. En todo caso, una molécula, o la
liberación de energía. Pero no la verdad. Una molécula no es verdadera en el
sentido que estamos dando al término. Pero sí lo es una proposición que sea
adecuada a la realidad.
Y, por último, pero no lo menos
importante. Nuestra inteligencia puede conocer -vía demostración- que Dios
existe. Y Dios es inmaterial. Y lo material no puede conocer lo inmaterial,
porque ningún efecto inmaterial (el conocimiento de lo inmaterial) puede ser
causado por una causa material. Luego, la inteligencia es inmaterial.
Por eso, Benjamin tiene razón
cuando dice: "él no es él... es sólo un conjunto de alambres y
mecanismos". Como ves, Benjamin estaría de acuerdo conmigo, creo. Sabe que
un "el", o sea una persona, consciente de sí misma, responsable de
sus actos, libre en ese sentido, sujeta a mérito o culpa, no puede ser sólo un
conjunto de alambres y mecanismos. Por más refinados que sean esos alambres y
mecanismos. Incluso, aunque se trate de algo orgánico. Aún en ese caso sería
corpóreo.
Podríamos decir, por lo tanto,
que el espíritu es aquella dimensión del ser que toma conciencia de los demás
seres y de su propio ser. Más analógicamente, podríamos decir que es aquella
dimensión de la existencia transparente a sí misma. Por eso todo espíritu es
persona. Y por eso no puede ser material, pues la opacidad de la materia no
puede verse a sí misma.
Me dirás que para sostener esto
último hay que estar bien seguro sobre qué es la materia, lo cual no es posible
porque las conjeturas científicas son muy cambiantes al respecto. Tienes razón
en este último punto. La ciencia positiva nunca podrá dilucidar con plena
certeza qué es la materia. Pero yo no te estoy proponiendo un análisis
científico de la materia, sino una manifestación básica de su naturaleza que
emerge ante nuestra conciencia: que lo material -ya masa, ya energía, si
quieres que lo diga en términos de física actual- es extenso, medible,
cuantificable, registrable en instrumentos, todo lo cual es contradictorio con
la naturaleza esencialmente indivisible e inextensa del "soy" propio
de la espiritualidad. Por eso, si alguna vez te ponen delante de la computadora
más potente del mundo, que se autoprograme, se autocorrija y haga todas las
gracias que le pida su dueño, quien seguramente te dirá que le preguntes lo que
quieras y ella responderá, entonces hazle esta simple preguntita: ¿eres? Claro,
el más simple programa puede decir "if eres, then si". Pero, ¿era esa
la respuesta que buscabas?
La película tiene otro momento
filosóficamente importante cuando nos muestra que Johnny, por ser persona, se
abre a su libertad interior, su responsabilidad -esto es, el responder de sus
actos- y a la conciencia moral. Esto es, Johnny toma conciencia de lo que debe
y no debe hacer.
La escena donde esto se muestra
es aquella donde Newton acusa en cierto sentido a Johnny de desconocer su
programación. Entonces Johnny le explica que, efectivamente, no va a seguir
aquello para lo que fue programado, que dice "matar". Y él (nunca
mejor dicho "él") no va a matar, porque eso "es
incorrecto". Y Newton insiste: ¿quién te lo dijo? Y aquí viene la
respuesta filosóficamente clave: yo.
Esta rica respuesta tiene
diversas posibilidades interpretativas. Puede significar que la persona decide
cuáles son los fines de su existencia, y en función de ellos lo que le conviene
o no. Sería una moral de tipo subjetivista o relativa. Implicaría que puede
haber tantas normas morales como seres humanos haya. La convivencia entre ellos
sería como una especie de pacto de no agresión. Al lado de la guerra total, es
una salida razonable.
Otra interpretación, con la que
estoy de acuerdo, tomaría a la respuesta de Johnny como a la persona que
descubre cuál es el fin intrínseco a su naturaleza racional, y en función de ello distingue sus conductas
como adecuadas o no a su naturaleza racional y a la consecución de su fin.
"Yo me lo dije" significaría, en este caso: yo he comprendido que
matar es malo porque es contradictorio a mi naturaleza racional. O sea que la
conciencia del yo es concomitante a la conciencia de lo adecuado o no a nuestra
naturaleza. En este sentido, la moral es un descubrimiento de la inteligencia,
que advierte una relación medio-fin objetiva entre determinadas conductas y el
alcance de nuestro fin último (Dios), seguido por la conciencia moral, que nos
dice en cada caso si nuestra acción concreta es adecuada o no a la norma moral
universal ("no matar").
Muchos colegas míos opinan que,
si Dios entra en juego, el asunto se vuelve religioso y no filosófico, y,
además, se trata de una moral "heterónoma", esto es, externa a la
propia persona, que ésta recibiría desde arriba y no desde sí misma. Según esta
misma opinión, lo adecuado a un sujeto racional es una moral
"autónoma" donde la norma moral surge desde la propia persona y no de
una imposición externa.
Yo no pienso igual. Me parece
que hay allí vanas dialécticas, esto es, vanas contraposiciones. En primer
lugar, aunque no debe contraponerse lo religioso a lo filosófico, sí deben
distinguirse. Y, en función de esa distinción, ya he afirmado que el Dios que
es el fin último del hombre y que es el eje central de su vida moral es el Dios
filosóficamente demostrado. Por lo tanto, mi planteo es un planteo filosófico
(aunque perfectamente armonizable con la fe monoteísta).
En segundo lugar, la
contraposición entre lo externo y lo interno respecto a lo moral se diluye si
tenemos en cuenta que las normas morales nos dicen lo adecuado a nuestra
naturaleza. Nada más interno a la persona que su naturaleza racional. Esa
naturaleza racional ha sido creada por Dios (de El venimos) y tiene como fin
último a Dios, porque sólo
Esto explica el carácter más
personal de un acto maduro de obediencia. Cuando te hablaba de los robots que
caminaban juntitos, en silencio, obedeciendo su programa, te habrá parecido que
me burlaba un poco de la obediencia. No, no es así; simplemente estaba
contraponiendo la obediencia ciega con la obediencia humana, dictada por un acto
de conciencia. No está mal que el ser humano obedezca; al contrario, la
docilidad a lo que está bien es una virtud, siempre que tú mismo hayas decidido
obedecer. O sea que siempre obedeces en primer lugar a tu conciencia, que es la
que te dice qué y a quién obedecer. En este sentido, siempre serás señor de tí
mismo, aunque estés obedeciendo a alguien cuya autoridad tu razón haya
reconocido como buena. Y, en este sentido, tanto lo moral como la obediencia
surgirán de lo más íntimo de tí mismo, y sólo así serás plenamente libre. En
este sentido, cada vez que la policía hace falta para que alguien no robe y
asesine, es síntoma de un profundo fracaso humano. Un ser humano que haya
madurado como persona no necesita de nadie que le diga, bajo coacción, lo que debe
hacer. Cumple con su deber por sí mismo, sabiendo que si no lo hace pierde su
única y gran esperanza, que es Dios. Y en ese caso, no es Dios el que amenaza
con abandonarnos, sino que somos nosotros quienes lo abandonamos.
Ahora bien, hay un "pequeño
detalle" que no podemos dejar pasar. El espíritu humano está más allá de
la degeneración corporal. Advertimos existencialmente nuestra contingencia con
la muerte, pero también advertimos racionalmente que ese "poder no
ser" de nuestro espíritu no estaba esencialmente relacionado, en realidad,
con el "poder no ser" de sus funciones corporales. Si el espíritu
humano tiene una naturaleza no corpórea, en sí mismo no lo afectará la
degeneración del cuerpo. Todo lo corpóreo y material es compuesto, y en ese
sentido puede des-componerse ("desensamblarse"); el espíritu humano,
al ser no-material, es no-compuesto, y en ese sentido no puede des-componerse.
Eso se llama simplicidad ontológica. Por supuesto, eso no implica que no pueda
no ser, puesto que sigue siendo contingente al participar del ser y por ende
existir. Tiene el ser prestado, como cualquier otra cosa, y su causa primera,
Dios, podría quitárselo.
Esto fundamenta racionalmente,
una vez más, el hecho de que tengamos, vos y yo, un destino trascendente a este
mundo, que es Dios. No sólo porque Dios existe y sólo El puede calmar tu deseo
de felicidad absoluta y total, y porque ese deseo surge de tu naturaleza
espiritual, que como tal desea naturalmente el bien y la verdad, que
absolutamente se dan sólo en Dios; sino también porque tu espíritu, como tal, subsiste a la
desaparición de tu cuerpo. Filosóficamente sabemos que hay un Dios que es
nuestro fin y que podemos esperar llegar a El, porque nuestra naturaleza no es
totalmente corpórea, y la muerte no significará una desaparición total. Ahora
bien, de qué modo nuestra naturaleza finita se encontrará con
Esto nos abre a otra conclusión:
si nuestro espíritu es de naturaleza no-corpórea, no puede haber emergido de lo
material. El efecto no puede tener una naturaleza contradictoria a la causa.
Pero también habíamos dicho que el espíritu, como todas las cosas que existen,
esto es, que participan del ser, es contingente, y por ende no puede haberse
dado el ser a sí mismo. Luego, es creado por Dios, como todas las cosas que
existen, aunque directamente. El huevo que surge del pájaro es creado por Dios,
como todas las cosas, pero Dios se vale en ese caso del orden de causas que él
mismo ha creado; en este caso, el organismo del pájaro. Pero nuestro espíritu
no es producto de nuestro cuerpo como el huevo lo es del pájaro; ni tampoco
puede ser efecto de ninguna otra causa material. Es creado directamente por
Dios, y no indirectamente a través de otro orden de causas previo.
Como ves, por más que te parezca
lo contrario muchas veces, no eres producto de la casualidad, ni tú, ni nadie:
Dios te pensó, te quiso y te creó (mejor dicho, te piensa, te quiere y te
crea). Y lo que para nosotros es casual (que papá y mamá se encontraron por
primera vez en aquella fiesta, etc.) para Dios no lo es.
Esto nos permite entender filosóficamente la
famosa cuestión del evolucionismo. Científicamente, muchas conjeturas son
posibles en ese ámbito. Biológicamente, el evolucionismo es una conjetura
razonable, hasta ahora, sobre cómo se formaron los cuerpos vivientes sobre la
tierra. No soy biólogo y por ende llego hasta ahí. No me corresponde evaluar
científicamente esa conjetura. Lo que la filosofía puede decirme en cambio con
seguridad es que el espíritu no puede ser el fruto de la evolución de la
materia, porque su naturaleza excede lo que la materia puede dar. Muchos
científicos afirman que la conciencia humana es el último fruto de la larga
evolución de la materia, "del polvo de estrellas". Pero las
afirmaciones sobre lo que la conciencia humana es pertenece a la filosofía, y
no a la ciencia positiva, que se maneja con conjeturas empíricamente refutables
(falsables) que no llegan a lo que algo "es". Ahora bien, si los
científicos que afirman tal cosa quieren hacerlo en cuanto filósofos, entonces
yo estaré respetuosamente en desacuerdo con mis nuevos colegas. Les diré que
ninguna argumentación racional puede demostrar que lo esencialmente inmaterial
pueda surgir de lo material, y que menos aún pueden afirmarlo mediante alguna
prueba de laboratorio. Claro, estos colegas me dirán que el pensamiento es
explicable mediante procesos físico-químicos neuronales, con lo cual yo estoy
en desacuerdo por las razones ya vistas.
De igual modo que la teoría del big-bang no
resuelve el problema de la causa última del universo, por ser tal un problema
esencialmente metafísico y no científico-positivo, la teoría de la evolución se
mueve en un plano biológico, no filosófico, y por ende no da respuesta a la
pregunta por la esencia última del ser humano. Por supuesto, nada de esto
contradice lo que ambas teorías puedan conjeturalmente decirnos, en su campo;
sólo es cuestión de no utilizarlas en problemas que las exceden. Es,
simplemente, cuestión de no pedirle peras al olmo. Lo cual no implica que no
puedas comerte una pera abajo de un olmo.
Antes de llegar a nuestra conclusión final, hay
una escena de la película que tiene un profundo significado moral-existencial.
En el comentario de "Zelig" habíamos hablado de la mirada
comunicante; ahora podemos entender mejor que se trata del contacto profundo
entre dos espíritus, esto es, una mirada de "tu" a "tu". No
de yo a cosa. Ahora bien: recuerda que, cuando Johnny regresa a la casa de
Stephanie, ésta se está bañando, y pide a Johnny que se retire para poder
vestirse. ¿Es una tontería ese pudor de Stephanie? A veces el pudor nos parece
algo tonto, pero tiene un significado existencial profundo. Es una protección
natural contra una mirada no-comunicante. Y eso prueba que Stephanie
consideraba a Johnny una persona, pues en la persona está la capacidad de
mirarte con respeto o como una cosa que se usa y se tira. Y, mientras no haya
un compromiso de amor verdadero que excluya la segunda posibilidad, una persona
no sabe la situación existencial de la mirada de la otra. Este lenguaje de las
miradas es uno de los signos más profundos de las relaciones interpersonales.
Por eso el develamiento de nuestra persona a otra, tanto espiritual como físico
-la persona humana no es sólo un espíritu- es proporcional al amor sincero que
haya entre dos. Y esto, nuevamente, excede las capacidades de lo material.
Stephanie no teme que un robot la "vea", porque en realidad no la
está viendo. Sólo una persona, en el sentido más profundo del término,
"ve". O sea, capta la existencia. Y, otra vez, es esa captación, de
sí misma y de las demás existencias, es esa transparencia del ser, lo que
caracteriza al espíritu.
Espero, después de todo esto, que compartas
conmigo esta feliz noticia: no eres un conjunto de alambres y mecanismos; no
eres un primate evolucionado. Eres Juan o Pedro; tienes un nombre. (Por eso
Nro. 5 se coloca un nombre: última escena de la película y, como ves, plena de
sentido). Con ese nombre Dios te conoce; El te ha creado y te espera. Y tienes,
por ende, un deber que cumplir: llegar a Dios y ayudar a los demás para que
también lleguen.
No sé qué opinarán los guionistas de la película
de todo esto. ¿Plantean una posibilidad que consideran real? Puede Nro. 5
transformarse en "Johnny" después de una enorme descarga eléctrica?
Habrás visto que yo opino que, filosóficamente, eso no es posible. Aunque, en
nuestra cultura, una gran descarga eléctrica simboliza muchas cosas; tal vez,
precisamente, ese acto creador que, como vimos, es el único origen posible de
cualquier espíritu.
Y tú, ¿qué opinas? Puedes estar absolutamente en
desacuerdo. Muy bien, yo respetaré tu opinión. Te trataré como lo que eres:
persona. O sea, como lo que no serías si algunos de mis colegas tuvieran razón.
O tal vez estás totalmente de acuerdo. Por motivos
existencialmente más plenos, quizás. Tal
vez alguna vez miraste con amor sincero a dos ojos que te miraron igual. Allí
captaste que ambos eran personas, que eran dos que eran uno, y que su mirada
comunicante no moriría jamás.