Lo que está sucediendo entre los liberales con la pelea sobre Espert o
no Espert tiene muchos aspectos, y supera lo que pueda decir cualquier
espert-o.
Primero, el tema del conocimiento. Los liberales, a pesar de Hayek y
Popper, se han ideologizado. Una de las características de las ideologías es la
pretensión de conocimiento absoluto, muy bien denunciada por estos dos últimos
autores. Es cierto que algunas cuestiones en teoría económica (no todas) se
pueden deducir de la praxeología. En las deducciones no entran las
incertidumbres de las opciones, que implican el manejo prudencial y falible de
las circunstancias, como el mismo Kuhn enseñó para la Física. Rothbard trató de
llevar esa no incertidumbre al
ámbito de la política, y muchos de sus lectores hacen lo mismo. Por lo tanto no
terminan de advertir que en este tipo de opciones en materia política, no hay
deducciones absolutas y que todas las opciones tienen sus riesgos, sus
incertidumbres y que por ende no hay certezas totales. Por eso muchos hablan
como si lo conocieran todo, como su pudieran tener la receta infalible de qué
hacer, cuando por el contrario, se trata de un ámbito prudencial, donde la
opinión puede tender hacia una de las soluciones plausibles pero sin alcanzar
la certeza. Pero muchos liberales lo ignoran. Han leído a autores que
sistemáticamente rechazan este llamado a la humildad en el conocimiento por
parte de Popper y Hayek, y hasta los tildado de socialistas por ello. De la
certeza total pasan al insulto y al desprecio del otro, porque claro, si la
cosa es tan clara, el que piensa diferente tiene que ser malo o tonto.
Esto tiene que ver, por lo tanto, con el otro aspecto, el psicológico.
Las ansiedades, las obsesiones personales, las inseguridades personales inconscientes,
tienen siempre como aliada a una epistemología que pretenda saberlo todo. La
incomprensión del otro, los insultos y los comportamientos psicopáticos surgen
como síntomas de personalidades inseguras que hacen de las ideologías, incluida
la liberal-constructivista, su racionalización ideal.
Dicho esto, pasemos al plano político concreto y al conocimiento
limitado que nos hará opinar de un modo aunque faliblemente, corriendo el
riesgo de ser insultado mil veces más por los liberales que por los católicos
que en el 85 me calificaron de hereje por afirmar que el mercado era compatible
con el Catolicismo.
Claro que Macri no es liberal y claro que Espert sería un mejor
presidente.
Pero las sociedades, en general, son evolutivas. Sólo crueles
acontecimientos bélicos, y hasta ahí, son ocasión, no causa, para un cambio,
pero ello no nos permite elaborar la cruel teoría que sólo el derramamiento de
sangre las hace cambiar. Hay una mejor teoría, pero más lenta: la evolución,
propuesta precisamente por Hayek. Los liberales latinoamericanos “la tienen
difícil” en ese sentido. La evolución no los satisface. El comprensible horror al estatismo los (nos) hace caer en las tentaciones de revoluciones
constructivistas. En realidad el liberalismo latinoamericano ha sido más
constructivista que evolucionista. Y ello es más bien una tendencia
inconsciente que una elaboración consciente, pero luego se traduce en la
acción.
Creo que eso les pasa a quienes dicen que Macri es igual que Cristina.
Comparan a Macri con Rothbard. Pero esa no es, creo, la opción real. La opción
real es entre Venezuela y Macri. Los liberales apurados y ansiosos no terminan
de ver la igualdad entre el kirchnerismo y Venezuela, porque la cancha de juego
en la que juegan se parece más de Hegel que a la Historia y sus alternativas
reales.
Casi ninguno de ellos, por ejemplo, prestó atención al artículo de Loris
Zanatta sobe el acuerdo entre Macri y Pichetto. Independientemente de las
intenciones de cada uno, las consecuencias
no intentadas del acuerdo –algo sobre lo cual los liberales deberían saber
algo- son importantes, porque implica, por primera vez, la absorción
involuntaria de un sector del peronismo a una opción republicana, y un giro
evolutivo en la historia del peronismo y en la historia de una Argentina que es
peronista. Eso es un horizonte cultural que no cambia de golpe. Las costumbres
culturales son modos no razonados de
acción profundamente arraigados. Sólo un liderazgo excepcional, aleatorio,
o una terrible guerra, las pueden cambiar, y hasta ahí, como dijimos. Por eso
el peronismo no se va a ir de Argentina. El mejor escenario es una evolución
muy lenta, línea recta muy levemente inclinada a 10 grados hacia arriba como
mucho. Las alternativas nerviosas y revolucionarias están destinadas al fracaso.
Por ende, ante la posibilidad de que el kirchnerismo, o sea Cuba y
Venezuela, ganen en primera vuelta, la opción de no quitar votos a esa fórmula
es al menos razonable.
Por último. Cómo puede ser…. Que a Alberto Benegas Lynch (h) se lo llegue
a acusar de haber “arreglado” con el gobierno, o con “un” gobierno. Lo conozco
desde 1978. He trabajado con él desde 1984 hasta 1992. Hemos diferido en muchas
cosas y seguimos teniendo nuestras diferencias. Pero su honestidad es indiscutible.
Que haya que salir a aclararlo es un signo del acaloramiento ideológico
en el cual han caído muchos liberales. Que, espero, no se despierten un día en
Argenzuela.
Espero equivocarme.
Por q ahora? Por q no antes? Por q opinar hoy lo q debe hacer el votante de Espert? Y por q todos a la vez? Que es esta campaña de los liberales pidiendo q los liberales se bajen? Espert se postulo incluso antes q Macri, por q desde ese momento no se le exigió al presidente un consenso con el para sumar? Por q desde el gobierno se lo ninguneo a principio de año cuando se cito a pactar el acuerdo de los 10 puntos y ahora que les saca votos importantes tratan de sacarlo del camino como sea?
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con varias cosas. Pero sólo tengo tiempo de enumerar mis disidencias, sin desarrollarlas:
ResponderEliminar1. El kirchnerismo no iba hacia Venezuela en los hechos. Más allá de los discursos -fulbito para la tribuna- ni la estructura económica argentina, ni el papel de los militares en la vida social, política y económica del país, hubieran hecho viable implantar aquí un modelo venezolano.
2. El kirchnerismo en su apogeo, con super-soja, 54% de votos, mayorías legislativas, gobernadores alineados, apoyo internacional (dinero de Chávez, complicidad de Lula, Evo, etc.), indiferencia de Obama, no pudo hacerlo. ¿Por qué podría esta vez sin plata, al borde del default, con menos votos, sin mayorías parlamentarias y con un contexto internacional mucho más adverso?
3. El kirchnerismo no quiere ser Venezuela. Fue un caso típico de "partido dominante" con tentación de convertirse en "partido hegemónico", al estilo del PRI mexicano de antaño. Pero no lo consiguió, entre otras razones, porque los jueces le frenaron varias leyes que iban en esa dirección.
4. El kirchnerismo no quiere socialismo real (ni del siglo XX, ni del XXI). Está muy cómodo con un capitalismo prebendario como el que tenemos, al que le agrega dosis variables de estatismo e intervencionismo, no tan diferentes de las que tuvimos en los 80, por ejemplo. Le interesa ese sistema para sacar tajadas y mantenerse en el poder.