El Papa Francisco ha
despertado odios y amores absolutos. Ha aumentado la grieta, por lo demás ya
existente, y muy grave, entre los católicos. Yo no comparto su línea teológica
y menos aún su línea política (que, como casi todos los pontífices, la ha
tenido como pontífice, y ese es el
problema).
Entonces, ¿por qué
“gracias a Dios”?
Porque Francisco ha
destapado una olla que muchos mantenían oculta y no querían que se viera.
Durante todo el
pontificado de JPII y de Benedicto XVI –quien tiene el honor, junto con Trump,
de haber sido odiado por la más totalitaria izquierda internacional- hubo, del
otro lado del Océano, una especie de Iglesia paralela, la representada por las
sucesivas declaraciones de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas. Desde
Medellín hasta Aparecida, todas ellas fueron fruto, y expandieron, desde las
teologías de la liberación más marxistas y violentas hasta las más moderadas
teologías del pueblo (Francisco es un digno representante de la Teología del
Pueblo Argentina). Esa línea era contradictoria con JPII y con Benedicto XVI.
Muchos católicos lo sabían, pero no lo decían, por muchas razones. En parte,
porque estaban tranquilos de que ambos estuvieran sosteniendo el dique. Yo no
estaba nada tranquilo, sin embargo. Pero no es de extrañar que los
negacionistas de entonces y de ahora me dijeran, permanentemente, de qué me
preocupaba, de qué me preocupo.
No es cuestión de
preocupación como si la Iglesia fuera un emprendimiento humano. La cabeza de la
Iglesia es Cristo y es indefectible. Pero en todas las etapas de crisis
humanas, hay muchos que sufrimos por amor a la Iglesia.
El dique, obviamente,
se rompió. No se podía contener para siempre. Y fue un tsunami llamado
Francisco. La verdad no sé qué tenían en la cabeza los cardenales que lo
eligieron. Tal vez nada. Es la mejor hipótesis que tengo.
Pero entonces, visto todo
esto con visión sobrenatural, hay que recordar que Dios permite los males por
un bien mayor.
¿Y saben qué? Está bien
que muchos vean ahora lo que es la débil
teología latinoamericana y su fuerte
compromiso político con el marxismo, en sus versiones extremas o moderadas.
Está bien que muchos se
escandalicen. Está bien que se espanten. Que se agarren la cabeza. Está bien
que lo hayan visto. Es un duro aprendizaje. Dios a veces sigue siendo el Dios
severo del Antiguo Testamento.
Las aguas, dentro de
muchos siglos, volverán a su equilibrio. Pero mientras tanto, tierra arrasada.
Varones justos y prudentes, muertos, desaparecidos y humillados. Cabezas y corazones vacíos, como las botellas, flotando alegremente y llevándose todo por delante. Muy bien. Véanlo.
Llegó al mismo Vaticano.
¿Qué pasará después?
Ah, nunca mejor dicho, Dios sabrá. No será cuestión del próximo pontífice, que
seguramente no sabrá qué hacer y repetirá además varios vicios de los cuales
los pontífices anteriores no estuvieron exentos: clericalismo, aferramiento al
Estado Pontificio, aferramiento a la Curia, invasión de las autonomías
laicales, y episcopales.
¿Saben qué? Todo bien.
Hay problemas gravísimos en el mundo y en la Iglesia pero Francisco vive en su
mundo y en su agenda. Y va a seguir. Tiene varias cositas más in mente. Tranquilos
todos. Dios sabe más.
Mientras tanto, los que
sabemos menos, suframos, y los que negaban el problema, que aprendan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario