Advertencia: este trabajo es el borrador de lo que esperemos sea un día un trabajo más largo y más argumentado. No está listo aún para ser presentado en un journal. De todos modos lo publico en el blog como homenaje a Mariano Artigas y para promover el debate entre los interesados en estos temas.
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1. La
noción de orden.
En mi último artículo
académico dedicado a la filosofía de la ciencia[1],
desarrollé la tesis de que la noción de acercamiento a la verdad de Popper sólo
podia salvarse con una filosofía de la Fisica donde ciertos valores
considerados habitualmente epistémicos (unidad, simplicidad, coherente) fueran
a la vez características ontológicas del mundo físico, y para ello recurrí,
obviamente, a la filosofia de la Física de Mariano Artigas[2].
La filosofía de la
ciencia de Mariano Artigas constituye, para mí, el más importante programa de
investigación de armonía entre la filosofía de la naturaleza de Santo Tomás y
toda la Física contemporánea. Lo cual no es poca cosa. En ese prpgrama de
investigación, la noción de orden ocupa un lugar central.
Orden es una noción
relacional, aunque no se reduce a la categoría de relación. Implica siempre una
disposición armónica de elementos en torno a un fin. Artigas se preocupa siempre
de distinguir el orden de la oganización[3], como
un orden de los órdenes, que aparece sobre todo cuando habla de
auto-organización de la materia, como veremos más adelante.
En ese sentido la
noción de orden aparece como la contraria al ceos absoluto, y por ello el orden
también puede endenderse como un cuasi-trascendental[4], como
una analogía de proporcionalidad extrínseca entre el ser y la nada: el orden es
al ser lo que el caos es a la nada.
Desde el principio del
pensamiento griego, justamente la búsqueda del arjé era la búsqueda de una
explicación de “por qué el orden y no el caos”.
No creo que los griegos se hayan preguntado “por qué el ser y no la
nada”, porque esa es una pregunta típicamente cristiana (aunque Heidegger haya
intentado patentarla), cuando la noción de creación hace ver la “novedad” del
ser, el asombro ente el ser como “dado”. Antes, más bien, la pregunta era en
torno a un principio organizador, un demiurgo de una sopa originaria. Frente a
esa pregunta se “organiza”, precisamente, gran parte de la filosofia griega.
Aristóteles daría una
respuesta que luego sería sabiamente incorporada al pensamiento cristiano por
Santo Tomás. Aristóteles vio la forma sustancial precisamente como el principio
ordenante de elementos que de otro modo devendrían hacia el caos.
Desde ese momento, sin
embargo, una tensión inevitable surgió entre el atomismo pre-socrático y la
teoría de la forma de Aristóteles. En el atomismo el principio unitivo entre
los átomos era una forma accidental
para Aristóteles, no una forma sustancial. Ese fue el problema. La noción de
unidad asociada a la forma sustancial chocaba con la multiplicidad,
multiplicada ad infinitum, del
atomismo clásico. Pero esa tensión tuvo otro momento importante, cuando el
neo-pitagorismo cristiano de los siglos XV y XVI[5]
organizó nuevamente al mundo físico como una unidad matemática, geométrica, que
podía explicar el orden de las novedosas “fuerzas” que movían a lo corporeo
según círculos, parábolas y rectas, pero quedaba nuevamente afuera la noción de
forma sustancial del cuerpo, elaborada por Aristóteles.
2. El
tomismo clásico ante ese panorama.
El neo-tomismo de fines
del s. XIX y XX no sólo no podía ignorar la nueva ciencia emanada del paradigma
copernicano-galileano, sino que tenía el elemento central, que siempre tuvo el
aristotelismo cristiano medieval de San Aberto y Santo Tomás, para el diálogo
con las ciencias: la noción de un universo ordenado como resultado de la
creación[6].
Sin embargo, había que
conciliar la forma sustancial con el atomismo de la nueva ciencia. Para ello
dieronn un paso fundamental: recurrieron a la conocida fórmula de Santo Tomás
para lo que clásicamente se llamarían los cuerpos mixtos[7]. ¿Cómo
subsisten los elementos (el mínimo natural) en cuerpos –sobre todo los
biológicos- que eran ya una organización de elementos, sin caer en la
pluralidad de las formas sustanciales en el compuesto? La respuesta fue
recuperar la teoría de la presencia virtual del elemento dentro de la química y
física actual. La presencia virtual significa que los elementos se hallan en
estado de potencia próxima al acto. Llevado eso a los átomos y moléculas
actuales, ello implica dos cosas: una molécula de agua como tal tiene ya sus
partículas atómicas y sub-atómicas en estado de potencia próxima al acto del
acto de la forma sustancial de agua. Des-organizada esa molécula, los elementos
–hidrógeno y oxigeno- vuelven al estado de “acto”, pero organizados por la
forma, están en “potencia próxima al acto”. La misma molécula de agua, junto
con millones de otras, organizadas en tejidos, aparatos y sistemas, organizados
a su vez en la unidad de este mono
singular, se encuentran a su vez en estado de potencia próxima al acto en relación
al acto de la forma sustancial de mono (sostenido en el ser a su vez por el
acto de ser dado por Dios en su causalidad
essendi permenente).
3. El
segundo paso: Artigas.
Artigas –junto con
Sanguineti en sus primeros libros[8]-
representa un segundo e indispensable paso
en esta dirección. Dada la quinta vía de Santo Tomás, todo el universo creado
tiene un dinamismo[9]
intrínseco hacia su fin, que es por un lado mantener el eje centra de su
estructura organizativa, y por el otro lado ir hacia el fin último, que en el
caso del mundo natural coincide con un principio antrópico fuerte[10]. Por
lo tanto, el segundo elemento de todo ente natural es su estructuración[11],
porque ese dinamismo tiende a su vez hacia
estucturas cada vez más complejas y cada vez más unas. La estructura
coincide con la noción de forma unificadora de Aristóteles; la mayor
complejidad coincide con la evolución de las especies, y el “cada vez más unas”
consiste en que el trascendental unum
se va dando cada vez más, analógicamente,
en los seres vivos superiores hasta llegar al ser humano, donde hay plenamente
una unidad estructural alrededor de la cual se unifican sustancialmente los
diversos sistemas, aparatos, tejidos, moléculas y átomos. Esa unidad tiene que
ver con sistemas centrales de unificación[12],
alrededor del ADN, y en esos sistemas centrales se vuelve a dar la noción de sustancia primera, y NO de organización
accidental, pues precisamente muerto el organismo, ese organismo como tal deja de ser (allí se da la noción de
trans-formación aristotélica).
En esa noción de forma
se da también la información en el mundo físico, pues las partes y elementos de
los sistemas centrales “saben” qué tienen que hacer[13],
donde, nuevamente, la quinta vía de Santo Tomás y la conjetura actual del ADN
quedan plenamente armonizadas.
En todo esto, la noción
de auto-organización juega un papel
central[14]. Es
una de las nociones básicas de la filosofía de la Física de Artigas y una de
las nociones integradoras de todo su sistema. La auto-organización es la
contrario de la entropía: es la tendencia, el dinamismo, al orden, donde
Artigas integra las teorías del big-bang, el evolucionismo, con el principio
antrópico: hay una evolución del universo, desde sus condiciones iniciales contingentes, hasta la aparición de los
primeros seres vivos en nuestro planeta, y la evolución de estos últimos hasta
el ser humano. Cómo conciliar esto último con el azar no es complejo para
Mariano Artigas. Nuestro autor recuerda que en Santo Tomás hay orden pero no un
determinismo mecanicista[15]. La
noción de per accidens por un lado, y
falla por el otro, estaba plenamente incorporada en la filosofía de la física
de Santo Tomás[16].
A su vez, este último habla de per
accidens, contingencia y fallas en el universo físico precisamente cuando
las concilia con la providencia divina[17] (no
sólo eso, sino el libre albedrío y el mal[18],
aunque eso ya no formaría parte de su filosofia de la Física). Con esos elementos, Artigas conforma un
evolucionismo creacionista. No porque
desde la tesis cristiana de la creación se desprenda necesariamente el
evolucionismo como hipótesis, sino al revés: porque el evolucionismo como
hipótesis NO es incompatible con la tesis cristiana de la creación. ¿Y por
qué NO es incompatible? NO porque Dios sea el primer eslabón físico de la
cadena, el que “enciende” el big-bang como una causa fiendi[19],
sino porque Dios es la causa essendi
de toda la cadena física del universo evolutivo (que pudo haber existido siempre o no[20]), y
porque el margen de azar necesario para esa evolución es totalmente compatible
con la providencia divina: el azar de las causas segundas no es contradictorio
con el no-azar de la causa primera.
Por lo tanto, ante la
recurrencia de los debates actuales sobre Dios y la creación, o ante la
insistencia de un Hawking en que la Física actual “probaría” la no existencia
de Dios[21],
Artigas se presenta como una instancia superadora del debate entre diseño
inteligente y evolucionismo. Ese debate no tiene ningún sentido en la filosofía
de la Física de Artigas, donde la creación forma parte de un arte divino que,
según la famosa perla reitarada varias veces por Artigas, “…La naturaleza no es
más que la razón de un cierto arte, a saber el arte divino, impreso en las
cosas, por el cual las cosas se mueven hacia el fin determinado; como si el
artífice que hace una nave pudiera otorgar a los leños que se moviesen por sí
mismos para formar la estructura de la nave”[22].
Por lo demás, alguien
podría decir que Artigas no daría el paso hacia el indeterminismo de la Física
actual. No creo que sea así, primero porque el evolucionismo ya es un mundo
indeterminisa, por la presencia del azar. Segundo porque varias veces Artigas
toca el tema de la física cuántica[23], sin
ningún problema, pero con un detalle que puede pasar inadvertido: se coloca en
la interpretación realista del indeterminismo de la fisica cuántica, posición
sostenida únicamente por Popper. Estas coincidencias –también en epistemolgía-
entre Artigas y Popper forman parte de su último período, aunque
lamentablemente su muerte impidió que le diera a esta punto un tratamiento
específico[24].
Nos preguntamos si la tesis de Artigas no hubiera evolucionado a colocar
también a la forma sustancial de los sistemas centrales como el principio del
cual surge una “propensión” de algo previo a la dualidad onda-partícula a
comportarse, dada una situación específica, ya como onda, ya como partícula,
mas allá de la presencia del observador…[25] Me
pregunto si este “detalle” tomista no sería –para sorpresa de muchos- lo que
daría mayor sustento ontolígico al programa de investigación de Popper de una
física cuántica realista y a la vez indeterminista…[26]
4. Conclusión.
Mariano Artigas
constutuye una de las filosofías de la física mejor estructuradas e
inter-displinarias de mundo actual. Me pregunto si no son fuertes prejucios
anti-religiosos los que hacen que sea menos conocida de lo que debería ser por
su valor intrínseco. Artigas supera
el debaten entre evolucionismo y creacionismo. Supera el debate entre física moderna y finalismo. Supera el debate entre atomismo y forma
sustancial. Sugiere una física cuántica realista e indeterminista. Supera el debate entre realismo tomista
y conjeturalismo popperiano[27]. Supera
el debate entre azar, necesidad y existencia de Dios. Supera el debate entre el big-bang y la Providencia. Supera el debate entre mundo físicamente
finito, infinito y existencia de Dios. Y, aunque no ha sido objetivo de este
modesto artículo reseñarlo, integra una forma sustancial espiritual con su
cuerpo físico[28].
La obra de Artigas, como todos los
clásicos, no es para repetir: es un método, un espíritu, una serie de tesis
centrales abiertas a su propio progreso. Esa es la tarea que sus discípulos
tenemos la enorme responsabilidad de asumir.
[1] “Una argumentación
cualitativa a favor del acercamiento de las conjeturas a la realidad”, en Revista de Instituciones, Ideas y Mercados
Nº 61 ( 2014)| pp. 135-150.
[2] De Mariano Artigas, ver:
Filosofía de la ciencia experimental,
Eunsa, 1989; El hombre a la luz de la
ciencia, Palabra, Madrid, 1992; Lógica
y ética en Karl Popper, Eunsa, 1998; La
inteligibilidad de la naturaleza, Eunsa, 1992; La mente del universo, Eunsa, 1999; Filosofía de la naturaleza, Eunsa, 1998; Filosofía de la naturaleza, junto con J.J.Sanguinetiu, Eunsa, 1984;
Filosofía de la ciencia, Eunsa, 1999.
De todas las obras que hemos citado, La mente del universo es su opus magnus, su síntesis final, su obra
maestra.
[3] Filosofía de la naturaleza, 1999, op.cit., cap. IV; La mente del universo op.cit., , cap. 3
punto 1; La inteligibilidad de la
naturaleza, op.cit, cap. IV.
[4] Filosofía de la naturaleza, 1999, op.cit. Sobre este tema en
Artigas, ver Miroslaw, K.: Orden natural
y persona humana, Eunsa, 2000, p. 29. Este libro es una excelente síntesis
de toda la filosofía de la naturaleza de Mariano Artigas.
[5] Al respecto, ver Koyré, A. Del universo cerrado
al universo infinito, S. XXI, 1979; Estudios
de historia del pensamiento científico, S. XXI, 1977; Estudios Galileanos, S. XXI, 1966; Kuhn, T. La revolución copernicana; Orbis, Madrid, 1985; The
Road Since Structure;
University of Chicago Press, 2000;La tensión esencial; FCE, 1999; Feyerabend, P.: Tratado contra el método; Tecnos,
Madrid, 1981; La conquista de la
abundacia; Paidós, Barcelona, 2001.
[6] Tal la
tesis clásica, citada en toda la obra de Mariano Artigas, de Jaki, S.: Ciencia, Fe, Cultura;
Ed. Palabra, Madrid, 1990; y The Road of Science and the
Ways to God; University of Chicago Press, 1978.
[7] Ver Artigas, Filosofía de la naturaleza, 1984,
op.cit., p. 126.
[8] Op.cit.
[9] La inteligibilidad de la naturaleza, op.cit. cap. VI y cap. I; La mente del universo, op.cit., cap. IV.
[10] La mente del universo, op.cit., Filosofía
de la naturaleza, op.cit., cap. X.
[11] La inteligibilidad de la naturaleza, op.cit cap. I
[12] Op.cit., cap. III,
puntos 1 y 2.
[13] La inteligibilidad de la naturaleza, op.cit., p. 141.
[14] Op.cit., cap. IV punto
4; La mente del universo, op.cit.,
segunda parte; Filosofía de la naturaleza,
1999, op.cit., cap. IV.
[15] La inteligibilidad de la
naturaleza, op.cit, cap. VI.
[16] Santo Tomás de Aquino, Suma Contra Gentiles, Libro III, 72 y
74. Hemos comentado extensamente esta cuestión en nuestro Comentario a la Suma Contra Gentiles, Instituto Acton, Buenos
Aires, 2015.
[17] Suma Contra Gentiles, op.cit., Libro III, cap. 96; Libro I, caps.
66 y 67.
[18] Op.cit., Libro III,
caps. 71 y 73.
[19] El
error de suponer que el big ban es un argumento a favor o en contra de la
existencia de Dios está muy bien expicado por J. J. Sanguineti en El origen del universo, Educa, Buenos
Aires, 1994.
[20] Filosofía de la naturaleza, 1984, pp. 204-205.
[21] Hawking, S.: Historia del tiempo, Crítica, Barcelona,
1988.
[22] Santo Tomás de Aquino, Comentario a la Física, libro III, cap.
8, lectio 14, citado por Artigas en La
inteligibilidad de la naturaleza, op.cit. p. 406; y La mente del universo, op.cit., cap. IV, punto 3, p. 219.
[23] Filosofía de la naturaleza, 1984,
op.cit., p. 83; Filosofía de la
naturaleza, 1999, op.cit, Primera Parte, cap. 1; Filosofía de la ciencia, 1999, op.cit., p. 56.
[24] El que afortunadamente
pudo seguir los pasos de Artigas fue Josep Corcó Juviñá, en Novedades en el universo: la cosmovisión
emergentista de Karl R. Popper, Eunsa, 1995, con prólogo de Mariano
Artigas, especialmente en el cap. IV.
[25] Hemos sugerido este tema
en nuestro Comentario a la Suma Contra
Gentiles, op.cit. p. 295.
[26] Ver al respecto Popper,
K.: Teoría cuántica y el cisma en Física,
Tecnos, Madrid, 2011. La importancia de este libro de Popper, donde concuerda
con la visión realista de Einstein de la física cuántica pero SIN coincidir en
el determinismo absoluto de Einstein, dándole su propia versión indeterminista,
ha sido inadvertida o menospreciada por casi todos excepto precisamente por
Mariano Artigas.
[28] La mente del universo, op.cit., cap, 6; La inteligibilidad de la naturaleza, op.cit., cap. VII; El hombre a la luz de la ciencia,
op.cit.; Filosofía de la naturaleza,
1999, op.cit., cap. X.
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