En las grandes preguntas acerca del origen del universo, la religión y la ciencia siguen entrando en conflicto. Pero, ¿tiene que ser así?
Sí, dirían algunos, y una de las razones es que el universo no tiene por qué haber sido creado por Dios, dado que según la ciencia, podría haber existido siempre, sin ningún tipo de acto creador original. Uno de los principales científicos de nuestra época, Stephen Hawking, parece pensar de ese modo. En uno de sus libros más difundidos, dijo: “…Durante la década de los setenta me dediqué principalmente a estudiar los agujeros negros, pero en 1981 mi interés por cuestiones acerca del origen y el destino del universo se despertó de nuevo cuando asistí a una conferencia sobre cosmología, organizada por los jesuitas en el Vaticano. La Iglesia católica había cometido un grave error con Galileo, cuando trató de sentar cátedra en una cuestión de ciencia, al declarar que el Sol se movía alrededor de la Tierra. Ahora, siglos después, había decidido invitar a un grupo de expertos para que la asesorasen sobre cosmología. Al final de la conferencia, a los participantes se nos concedió una audiencia con el Papa. Nos dijo que estaba bien estudiar la evolución del universo después del big bang, pero que no debíamos indagar en el big bang mismo, porque se trataba del momento de la Creación y por lo tanto de la obra de Dios. Me alegré entonces de que no conociese el tema de la charla que yo acababa de dar en la conferencia: la posibilidad de que el espacio-tiempo fuese finito pero no tuviese ninguna frontera, lo que significaría que no hubo ningún principio, ningún momento de Creación. ¡Yo no tenía ningún deseo de compartir el destino de Galileo, con quien me siento fuertemente identificado en parte por la coincidencia de haber nacido exactamente 300 años después de su muerte!”. (Hawking, S.: Historia del tiempo, Crítica, Barcelona, 2001, cap. 8, p. 156).
O sea, al parecer Juan Pablo II habría dicho que la causa del big bang –esa explosión originaria, donde toda la materia y energía estaban concentradas en un punto y luego se expandieron- es Dios, directamente. O sea, que la pregunta “¿qué había antes del big bang”? sólo podría ser contestada así: “Dios”, y que por ende la ciencia no debe intentar responder la pregunta. Lo que pasó después del big bang, sí, lo que pasó antes, ya lo dijo la religión, y punto, y el que afirme otra cosa terminará igual que Galileo –si es que sabemos realmente qué pasó con Galileo-.
Hawing está en desacuerdo con ello porque según él, el universo podría ser infinito en el tiempo. O sea, que siempre podría haber existido. Pues al big bang inicial habrá precedido un big crunch anterior, o sea, todo el universo podría haber sido absorbido en un gran agujero negro, que dio origen a la gran explosión inicial (big bang) para luego ser absorbido de vuelta por otro agujero negro, y así sucesivamente. Es una hipótesis, no necesariamente tiene que ser así, pero es una hipótesis razonable, y si fuera verdadera, no habría ninguna razón para que exista un Dios creador del universo.
O sea, habría dos alternativas. Una: si Dios creó al universo, el universo no puede ser inifinito en el tiempo, porque alguna vez ha comenzado y “antes” no existía, y existió por la acción creadora de Dios que dio “inicio” al big bang.
La otra: si el universo es infinito, con una sucesión infinita de big crunchs y big bangs, entonces no se puede probar que haya un Dios que crea el universo.
Pero, ¿es así esta dicotomía?
Según el gran teólogo Santo Tomás de Aquino (s. XIII), no, y no porque Santo Tomás estuviera al tanto del tema de los agujeros negros, sino por lo que él afirmaba sobre la creación.
La creación, para Santo Tomás, no es una cuestión de qué cosa fue primera y qué cosa fue después. Eso es fácil: primero es el plomero, y luego el caño arreglado (bueno, depende del plomero :-)) pero es obvio que primero tiene existir el plomero para que “luego” el caño pueda ser arreglado.
Pero la creación es algo más profundo.
Supongamos que una persona estuviera infinitamente en el tiempo parada sobre una playa. Si, ok, claro que nadie va a estar eternamente así, pero es sólo un ejemplo. Sus pies, sobre la arena, dejan una huella. En el ejemplo, los pies han estado todo el tiempo sobre la arena y por ende la huella también existe siempre. O sea que no es que primero existió la persona y luego la huella, sino que ambos existieron siempre al mismo tiempo. Pero, sin embargo, los pies son causa de la huella. Y desde ese punto de vista los pies sí son “primeros” y la arena después. A ello llamaba Santo Tomás causa primera. O sea, A puede ser causa de B aunque A no haya sido primera en el tiempo.
La creación, para Santo Tomás, es Dios dando el ser a las cosas, desde la nada, y el tiempo no necesariamente interviene. Dios está “proyectando” el ser a las cosas, como un proyector está proyectando la imagen sobre la pantalla. Si se apaga el proyector no hay imagen, si se prende, sí. Dios “prende” a las cosas en su “estar siendo”, y desde ese punto de vista Dios es causa primera.
Por supuesto que las cosas prendidas por Dios en el ser tienen su propio modo de ser, su propio orden, creado también por Dios, e investigado luego por la ciencia. Santo Tomás da otro ejemplo: dice que si alguien pregunta por qué un leño se quema, y contesta “sólo porque Dios quiere” contesta incorrectamente. Y si contesta “porque la madera se quema por el fuego, y Dios no interviene para nada” también contesta incorrectamente. La respuesta correcta es: se quema porque es de madera, y ese es el orden natural creado por Dios.
Por lo tanto, desde el punto de vista de la creación, hay dos posibilidades. Una, que Dios haya creado el universo y que haya comenzado a existir en un momento dado. Otra, que Dios haya creado el Universo y que el universo haya existido siempre, porque, como vimos, que Dios haya creado el universo quiere decir que es causa primera, y ello no tiene relación con el tiempo.
Santo Tomás está tan convencido de que ello no tiene relación con el tiempo que nos dice que más que decir “Dios creó”, “haya creado”, etc., hay que decir “Dios crea”. Dios como causa primera está dando siempre el ser como el proyector está proyectando siempre la imagen. Por eso siempre me gusta decir que Santo Tomás es fácil en Inglés: todo es cuestión de simple present.
Desde este punto de vista, creo que es un poco más fácil entender lo que dijo Juan Pablo II en aquella ocasión.
Según Néstor Martínez (http://www.feyrazon.org/NesHawking.htm ) el texto de Juan Pablo II traducido al castellano sería así:
“……….Toda hipótesis científica sobre el origen del mundo, como la de un átomo primitivo, del que procedería el conjunto del Universo físico, deja abierto el problema referente al comienzo del Universo. La ciencia no puede por sí misma resolver dicha cuestión (*); hace falta ese saber del hombre que se eleva por encima de la física y de la astrofísica, y que recibe el nombre de metafísica; hace falta, sobre todo, el saber que viene de la revelación de Dios. Hace treinta años, el 22 de noviembre de 1951, mi predecesor el Papa Pío XII, hablando del problema del origen del universo con ocasión de la semana de estudios sobre la cuestión de los microseísmos, organizada por la Pontificia Academia de las Ciencias, decía lo siguiente: "Sería inútil esperar una respuesta de las ciencias de la naturaleza, las cuales, por el contrario, declaran con lealtad hallarse ante un enigma insoluble. Igualmente, es cierto que el espíritu humano, entregado a la meditación filosófica, penetra más profundamente en el problema. No se puede negar que una mente iluminada y enriquecida con los conocimientos científicos modernos y que investiga con serenidad el problema, es llevada a romper el cerco de una materia totalmente independiente y autónoma - bien por ser increada o por haberse creado ella misma - y a elevarse hasta un Espíritu creador. Con la misma mirada diáfana y crítica con que examina y juzga los hechos, llega a vislumbrar y a reconocer en ellos la obra de la Omnipotencia creadora, cuya virtud, suscitada por el poderoso "fiat" pronunciado hace miles de millones de años por el Espíritu Creador, se desplegó dentro del Universo, llamando a la existencia, en un gesto de amor generoso, a la materia desbordante de energía". (Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la sesión plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias, 3 de Octubre de 1981.).
Vamos a leerlo de vuelta teniendo en cuenta la explicación anterior. Las palabras de Juan Pablo II van a ir de vuelta entre comillas y nuestro comentario en negrita y entre paréntesis.
“……….Toda hipótesis científica sobre el origen del mundo, como la de un átomo primitivo, del que procedería el conjunto del Universo físico, (esto es, la hipótesis del big bang) deja abierto el problema referente al comienzo del Universo. (“Deja abierta” quiere decir: la ciencia puede llegar a la hipótesis, ya sea la del big bang, ya sea la de big bangs y big crunchs infinitos en el tiempo, pero no puede por sus propios métodos (hipotéticos) afirmar o negar la existencia de Dios. Ese tema queda abierta a otro tiempo de conocimiento humano, racional, pero más allá de la Física, que llamamos meta-física). La ciencia no puede por sí misma resolver dicha cuestión; (“No puede”: allí Néstor Martínez afirma que el discurso original en Francés decía “no puede” y NO “no debe”: nadie estaba dando órdenes a nadie….) hace falta ese saber del hombre que se eleva por encima de la física y de la astrofísica, y que recibe el nombre de metafísica; (lo que decíamos antes) hace falta, sobre todo, el saber que viene de la revelación de Dios (“Sobre todo” quiere decir que para los creyentes la palabra de Dios es primera pero NO por ello cerrada a la razón, ni la de la metafísica ni de la física). Hace treinta años, el 22 de noviembre de 1951, mi predecesor el Papa Pío XII, hablando del problema del origen del universo con ocasión de la semana de estudios sobre la cuestión de los microseísmos, organizada por la Pontificia Academia de las Ciencias, decía lo siguiente: "Sería inútil esperar una respuesta de las ciencias de la naturaleza, las cuales, por el contrario, declaran con lealtad hallarse ante un enigma insoluble.(O sea, las ciencias naturales no pueden por sus propios métodos afirmar o negar la existencia de Dios). Igualmente, es cierto que el espíritu humano, entregado a la meditación filosófica, penetra más profundamente en el problema. (Esto es: el ser humano puede hacer razonamientos que van más allá de la física, como los que hace Santo Tomás, distinguiendo las causas segundas de la causa primera, y eso es la meta-física en armonía con la Fe). No se puede negar que una mente iluminada y enriquecida con los conocimientos científicos modernos y que investiga con serenidad el problema, es llevada a romper el cerco (o sea, pasar de la sola física y llegar a razonamientos como los de Santo Tomás) de una materia totalmente independiente y autónoma (o sea, una materia que según algunos no tendría nada que ver con Dios) - bien por ser increada (porque habría existido siempre, de lo cual se sigue erróneamente que “por lo tanto” Dios no existe) o por haberse creado ella misma (o sea, según algunos el universo sería causa primera, lo cual es lo mismo que decir que la pantalla es el origen del proyector) - y a elevarse hasta un Espíritu creador.(De vuelta, ir a los razonamientos que indican a Dios como causa primera). Con la misma mirada diáfana y crítica con que examina y juzga (el científico) los hechos, llega a vislumbrar y a reconocer en ellos la obra de la Omnipotencia creadora, (o sea, el científico, no por la ciencia, sino por los razonamientos metafísicos, llega a ver a Dios como causa primera, llega a ver a Dios como lo que está detrás de todas las maravillas de los órdenes naturales que él investiga) cuya virtud, (o sea el poder de la inteligencia creadora, esto es Dios) suscitada por el poderoso "fiat" pronunciado hace miles de millones de años por el Espíritu Creador, (el “fiat” no es ningún auto: :-), hace referencia al “hágase”, verbo que en las Sagradas Escrituras pronuncia Dios para crear) se desplegó dentro del Universo, llamando a la existencia, en un gesto de amor generoso, a la materia desbordante de energía". (O sea, la creación de Dios decide al mismo tiempo un orden natural que puede ser compatible con las hipótesis actuales de la ciencia).
¿Le dijo entonces Juan Pablo II a Hawking que no debía ir más allá del Big Bang? No. Le dijo que la ciencia no puede por sus propios métodos resolver, a partir del Big Bang, si Dios existe o no. O sea que un científico en tanto científico no puede afirmar ni negar la existencia de Dios, pero puede dejar la cuestión abierta a que otro tipo de razonamientos lleguen de algún modo a Dios.
¿Le dijo Juan Pablo II a Hawking que del Big Bang se demuestra la existencia de Dios? No. Le dijo que, en caso de ser verdadera la hipótesis del Big Bang, Dios, como hemos visto, es causa primera, y el Big Bang, y todas las causas del universo, causa segundas, abarcadas todas, como en un círculo, por la causa primera, que es Dios.
¿Y por qué Hawking entendió otra cosa? Porque Hawking, cuando piensa en “causa” piensa en una sola cosa, y Juan Pablo II estaba pensando en otra cosa. Un típico problema de comunicación, o de in-comunicación mejor dicho: un malentendido. Para Hawking todas las causas son las que la ciencia puede analizar. Y es comprensible que sea así, ese es su mundo. Pero Juan Pablo II estaba pensando en una causa que la ciencia en tanto ciencia no puede analizar con sus propios métodos, como ya dijimos, y esa es la causa primera, que es de un orden meta-físico más que físico. La causa primera es como la elipse invisible que abarca a “la línea del tiempo del universo”, que puede ser infinito (aunque por Fe sepamos que es creado con el tiempo).
Lo que Hawking entiende de lo que Juan Pablo II le dice es equivocado: Juan Pablo II hablaba de la causa primera y Hawking pensaba en las causas que la Física puede investigar. Pero las expectativas de Juan Pablo II de que Hawking lo entendiera eran ilusorias.
Aclarada la distinción entre causa primera –Dios, tema de la meta-física- y las causas que la Física puede explicar (o sea las hipótesis) todo se aclara. No es cuestión de ciencia versus religión, sino de ciencia y religión, ambas trabajando juntas, para una mayor comprensión del hombre y del universo.
EL ARTICULO SOSTIENE DOS POSTURAS SOBRE EL UNIVERSO. EL PRIMERO ES QUE EL UNIVERSO ES FINITO, LO CUAL SIGNIFICA QUE ES NO HAY NINGUN PRINCIPIO DE CREACIÓN, PUES SIEMPRE EXITIO, MIENTRAS EL SEGUNDO QUE EL UNIVERSO TUVO QUE SER CREADO POR UN SER SUPERIOR.
ResponderEliminarEN EFECTO, EL UNIVERSO ES INFINITO COMO SU CREADOR, POR TANTO, DEBIO EXITIR UNA FUERZA INICIAL , ES DECIR, UNA FUERZA SUPERIOR QUE DIERA LUGAR LA EXPLOSICIÓN DE BING BANG.
EL ARTICULO SOSTIENE DOS POSTURAS SOBRE EL UNIVERSO. EL PRIMERO ES QUE EL UNIVERSO ES FINITO, LO CUAL SIGNIFICA QUE ES NO HAY NINGUN PRINCIPIO DE CREACIÓN, PUES SIEMPRE EXITIO, MIENTRAS EL SEGUNDO QUE EL UNIVERSO TUVO QUE SER CREADO POR UN SER SUPERIOR.
ResponderEliminarEN EFECTO, EL UNIVERSO ES INFINITO COMO SU CREADOR, POR TANTO, DEBIO EXITIR UNA FUERZA INICIAL ,ES DECIR, UNA FUERZA SUPERIOR QUE DIERA LUGAR LA EXPLOSICIÓN DE BING BANG.