Ante la in-sistencia de que el mercado libre es la causa de la crisis, nosotros seguiremos en la re-sistencia. Por eso publicamos ahora un breve comentario que escribimos en Octubre del 2008. Estaba publicado para el Instituto Acton, (se puede ver dicha versión en http://www.institutoacton.com.ar/articulos/gzanotti/artzanotti41.pdf) para un público más específico. Hoy lo reformamos en la forma sólo para darle un alcance más universal.
Y que la re-sistencia resista.
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Ante la crisis mundial que es de dominio público, uno de los comentarios más habituales es que “el capitalismo” no sólo está en crisis, sino que, según las voces más apocalípticas, ha llegado a su fin. Además, ante “hechos tan evidentes”, un intento de defensa del “capitalismo” (ya se verá por qué lo ponemos entre comillas) suena a una pertinaz defensa ideológica, rayana en la ceguera, testarudez o, directamente, falta de honestidad intelectual.
Pero dicha defensa no es fruto de un mero gusto, capricho intelectual o un “me parece que” dicho sin mayores lecturas, estudios o fundamentos. No es tampoco una insistencia en lo que sin embargo vemos como “refutado”...
Desde fines del siglo XIX, donde autores como Menger, Bohm-Bawerk y Wieser consolidan la Escuela Austríaca de Economía, tenemos, gracias a esta última, un paradigma alternativo muy interesante sobre la moneda y la tasa de interés (1). La consolidación teorética de dicho paradigma es lograda por Ludwig von Mises en 1912, con su libro sobre la moneda y el crédito (2), donde explica sistemáticamente los efectos de la intervención del estado en el mercado de capitales, donde la crisis económica es precisamente un efecto de la emisión de moneda sin respaldo, fruto del gobierno y no del mercado libre. F. A. von Hayek colabora con dicha teoría del ciclo en 1931, con sus conferencias sobre precios y producción en la London School of Economics(3). Cuando, en 1936, aparece la famosa obra de Keynes, manifiesta obviamente su desacuerdo con Mises hacia el final del cap. 14 (4). Mises, mientras tanto, siguió consolidando su teoría del ciclo, de una manera práctica y coyuntural, en sus escritos como economista asesor de la Cámara de Comercio Vienés, donde llegó a predecir en 1924 la crisis que se avecinaba (5). Luego, sufrida la persecución nazi, ya refugiado en New York (en medio de un ambiente académico muy hostil) sistematizó nuevamente su teoría de la moneda, el crédito y los ciclos económicos en los caps. 20 y 31 de su tratado de economía (6) de 1949, donde criticó también, y no precisamente al margen, al Fondo Monetario Internacional (7). (Observe el lector las fechas). Producido el “Austrian Revival” en 1974 (8) autores como Rothbard, Lachmann, Rizzo, O´Driscoll, y generaciones más jóvenes como Huerta de Soto, White y Garrison siguieron trabajando en estos temas monetarios (9) con el mismo núcleo central: la intervención del gobierno, la sola presencia de la reserva federal, la sola presencia y acción de los bancos centrales, expandiendo el crédito artificialmente, son y serán la causa de las crisis presentes y venideras. En 1976 Hayek propone la desnacionalización de la moneda (10) pero la Unión Europea hace exactamente lo contrario.
Cuando, a fines de los 90, Soros escribió sobre “La crisis del capitalismo global”, el autor de estas líneas escribió, en el 2002, sobre la Globalización y la Escuela Austríaca de Economía (11) explicando que la crisis no es del “capitalismo”, sino del “intervencionismo global”, dado que las intervenciones gubernamentales de EEUU y Europa Occidental coincidían perfectamente con toda las medidas intervencionistas, contrarias a la economía de mercado, descriptas por Mises en la parte VI de su ya citado tratado de economía.
Por lo tanto, no es el “capitalismo” el que está en crisis, sino precisamente su peor enemigo: la tecnocracia positivista de los paradigmas económicos que promueven la intervención del estado en el mercado de capitales. Es un acto de “in – sistencia”, si, pero lejos de una liviana testarudez, es lo único y mejor que podemos hacer ante una crisis terrible de imprevisibles consecuencias. Esto es, seguir enseñando la teoría austríaca del ciclo económico. Como filósofo, como profesor, es lo único que puedo hacer, pero, además, es lo que debo hacer...
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NOTAS:
1) Sobre todo en Menger, C.: Principios de economía política [1871], Unión Editorial, Madrid, 1983, y Bohm Bawerk, E. von: Capital e Interés [1884, 1909, 1912], Libertarian Press, 1959.
2) The Theory of Money and Credit [1912], Liberty Fund, 1989.
3) Ver Precios y producción [1931], Unión Editorial, Madrid, 1996.
4) Ver Teoría general…., FCE, 1974, p. 173. Mises le contestó brevemente en su autobiografía de 1942 (ver Notes and Recollections, titulada por Unión Editorial como “Autobiografía de un liberal”, 2001). La contestación se encuentra en la pág. 96.
5) Ver Selected Writings of Ludwig von Mises, Vol. 2, Edited and with an Introduction by Richard Ebeling, Liberty Fund, 2002, p. 153.
6) Nos referimos a La Acción Humana [1949]; Sopec, Madrid, 1968.
7) Op.cit., p. 591.
8) Ver The Foundations of Modern Austrian Economics, Institute of Humane Studies, 1976.
9) Sobre estos últimos desarrollos, ver Ravier, A.: “Formación de capital y ciclos económicos: una introducción al análisis macroeconómico”, en Libertas (2005), 43.
10) Ver Desnacionalización de la moneda [1976]; Fund. Bolsa de Comercio de Buenos Aires, 1980.
11) Ver “La globalización frente a la escuela austríaca de Economía”, en Management Herald, 5-12-2002.
domingo, 29 de marzo de 2009
domingo, 22 de marzo de 2009
IDEAS LIBERALES: ¿QUÉ PASA?
Gracias amigos por sus aportes, sus comentarios, sus buenas preguntas.
Lamentablemente no he podido esta semana dedicarme a analizar con detenimiento varias de las inquietudes planteadas, pero hay una que se repitió con énfasis casi dos veces y que me lo han preguntado muchos desde que comencé a leer a L. von Mises, casi 34 años atrás. El famoso tema de la aplicabilidad práctica de las ideas de la EA, su provenir político, etc. Afortunadamente, esta semana sale en la revista electrónica de la Fundación Hayek “Controlando al Leviathan”, un artículo mío cuyo título es casi la misma pregunta que hace MS: “qué pasa” con estas ideas que “no llegan”. Estoy preparando para estos meses un artículo donde trataré de elaborar una hipótesis psicológica al respecto, pero en este artículo hay otros aspectos de esa cuestión. Se los ofrezco como lectura de hoy; el link es
http://www.hayek.org.ar/new/images/fotos/Revista-Digital-Ciencias-PoliticasMar09.pdf
Por lo demás, con respecto a nuestro amigo Diego, si, por supuesto, tengo como norma rechazar ese tipo de “comentarios”, pero algo en mí me sugirió contestarle irónicamente. Tal vez, el enojo, por decir el término más académico, que todos tenemos para la dictadura encubierta que nos domina. Al respecto, una adicional reflexión: Kirchner gobierna. Gobierna. ¿Me explico? Me resultan extrañas ciertas voces triunfalistas de la oposición, ya desde mucho tiempo atrás, anunciando “la caída”. ¿Qué caída? Kirchner puede hacer lo que quiera, absolutamente lo que quiera, a través de su mayoría automática. Y he allí otra reflexión: ese abuso de poder, esa ridiculez del poder ilegítimo que hace lo que quiere, enoja, sí, y mucho, pero eso es precisamente lo que el liberalismo clásico quiso desde siempre frenar, “liberalismo”, palabra que no se atreven a pronunciar la mayoría de los antikirchneristas cuyas declaraciones públicas los hacen parecer “ahora” a Jefferson o Tocqueville. ¿No queremos el abuso del poder? Bien, entonces, al menos pregunto al margen de gente pensante que quedan: si no quieren el abuso del poder, quieren al liberalismo clásico.
Medítenlo.
Lamentablemente no he podido esta semana dedicarme a analizar con detenimiento varias de las inquietudes planteadas, pero hay una que se repitió con énfasis casi dos veces y que me lo han preguntado muchos desde que comencé a leer a L. von Mises, casi 34 años atrás. El famoso tema de la aplicabilidad práctica de las ideas de la EA, su provenir político, etc. Afortunadamente, esta semana sale en la revista electrónica de la Fundación Hayek “Controlando al Leviathan”, un artículo mío cuyo título es casi la misma pregunta que hace MS: “qué pasa” con estas ideas que “no llegan”. Estoy preparando para estos meses un artículo donde trataré de elaborar una hipótesis psicológica al respecto, pero en este artículo hay otros aspectos de esa cuestión. Se los ofrezco como lectura de hoy; el link es
http://www.hayek.org.ar/new/images/fotos/Revista-Digital-Ciencias-PoliticasMar09.pdf
Por lo demás, con respecto a nuestro amigo Diego, si, por supuesto, tengo como norma rechazar ese tipo de “comentarios”, pero algo en mí me sugirió contestarle irónicamente. Tal vez, el enojo, por decir el término más académico, que todos tenemos para la dictadura encubierta que nos domina. Al respecto, una adicional reflexión: Kirchner gobierna. Gobierna. ¿Me explico? Me resultan extrañas ciertas voces triunfalistas de la oposición, ya desde mucho tiempo atrás, anunciando “la caída”. ¿Qué caída? Kirchner puede hacer lo que quiera, absolutamente lo que quiera, a través de su mayoría automática. Y he allí otra reflexión: ese abuso de poder, esa ridiculez del poder ilegítimo que hace lo que quiere, enoja, sí, y mucho, pero eso es precisamente lo que el liberalismo clásico quiso desde siempre frenar, “liberalismo”, palabra que no se atreven a pronunciar la mayoría de los antikirchneristas cuyas declaraciones públicas los hacen parecer “ahora” a Jefferson o Tocqueville. ¿No queremos el abuso del poder? Bien, entonces, al menos pregunto al margen de gente pensante que quedan: si no quieren el abuso del poder, quieren al liberalismo clásico.
Medítenlo.
domingo, 15 de marzo de 2009
RESPUESTA AL DISCURSO DE LA SEÑORA PRESIDENTE
El Domingo 1ro de Marzo la Señora Presidente ha pronunciado un discurso con un alto contenido ideológico que merece un análisis proporcional. Un debate de ideas, no personal. No están en juego las buenas intenciones de la presidente, que damos por obvias, y menos aún incurriremos nosotros en debates políticos cuyo único fin sea mantener el poder, pues estamos del lado académico y en ese tono analizaremos las ideas de la Señora Presidente.
Que su discurso tenga un algo contenido ideológico no tiene nada de negativo, si quitamos a la palabra “ideología” sus connotaciones negativas y la limitamos a una visión del mundo político altamente conformada por contenidos filosóficos.
En ese sentido, querríamos analizar precisamente la visión del mundo que se transmite en el discurso, tratando de contraponer otra visión del mundo diferente. Esperamos que esto sea el debate de ideas que la Presidente está reclamando al resto de los argentinos.
1. Diagnóstico de la situación mundial.
Coincidimos en que es esta una de las peores crisis de la historia, comparable a la caída del Muro de Berlín, y nos parece bien que la Presidente haya dicho que los muros se nos derribaron a nosotros, colocándose dentro, y no fuera, de aquellos valores fundamentales que del lado oriental de tan oprobioso muro se habían dejado de lado. Es comprensible, también, que la Presidente piense que esta crisis se debe al mercado libre, o al “fundamentalismo de mercado”, cuando prestigiosos economistas occidentales piensan lo mismo. Pero, si de paradigmas se trata, los paradigmas no son tan monopólicos. Desde el mainstream de la economía neoclásica, decir que el mercado “falla” en ciertas cuestiones (por ejemplo, moneda) no es nada extraño, más aún desde el paradigma keynesiano y sus variantes. Pero la Presidente no parece conocer otros paradigmas, que dan otro diagnóstico y una respuesta a sus planteos. La Escuela Austríaca de Economía ha desarrollado un paradigma alternativo, según el cual no es el mercado libre, sino su ausencia, lo que conduce a crisis financieras como la de Alemania en 1923, EEUU en 1929, o la actual, tal vez la peor de todas. Dicha teoría, llamada teoría austríaca del ciclo económico, sostiene que es precisamente la presencia del gobierno en el mercado monetario, a través de los bancos centrales, la que al expandir la base monetaria genera una primera fase de expansión seguida por otra de recesión, más intensa cuanto mayor haya sido la expansión anterior. Por supuesto, ello no es todo. La señora Presidente tiene abundante bibliografía sobre el tema: desde el libro de L. von Mises en 1912 sobre la moneda y el crédito (1), pasando por sus análisis coyunturales de las crisis de los años 20 y 30 (2), pasando por los análisis de F. A. von Hayek sobre la teoría del ciclo, en 1931 (3), más su conocido debate con Keynes en la década del 30 (4). Lo interesante de todo ello es que, si los austríacos tienen razón, entonces la Señora Presidente no la tiene, como tampoco la tienen Obama o Krugman. Y sería falso, entonces, que el mercado libre ha llevado a la actual situación. Al contrario, el mundo actual, sobre todo a partir del Fondo Monetario Internacional, la Reserva Federal norteamericana y el New Deal, es un intervencionismo total, un semi-socialismo, tal cual lo describe Mises en la parte VI de su tratado de Economía (5), y es interesante que gran parte de la opinión pública mundial –de la cual la Señora Presidente es sólo un ejemplo- considere esa abundante presencia del gobierno en todos los aspectos de la economía como un mercado libre. Creo que le será interesante conocer a la Presidente que organismos tales como el Fondo Monetario Internacional fueron criticados por los economistas austríacos partidarios del mercado libre, como por ejemplo Mises en 1949, en cuyo tratado de economía, ya citado, se encuentran fuertes críticas a dicho organismo estatista, y no precisamente en un sector aislado o marginal del libro (6). Si la presidenta quería ideas, si quería un debate de ideas, aquí las tiene, y creemos que merecerían su atención. Esto, señora Presidente, no es cortar rutas ni tomar bancos. Es sugerirle la lectura y meditación de un paradigma muy diferente al suyo y que le haría ver al mundo social de una manera también muy diferente.
2. El dinero.
A partir de lo anterior, otras partes de su discurso pueden ser analizadas desde el mismo punto de vista. Que el dinero no produce dinero fue dicho por Aristóteles hace algunos siglos, y nos alegra que la Señora Presidenta haya tenido a tan ilustre asesor. Pero el pensamiento humano puede darse el lujo de evolucionar, sobre todo si han pasado 24 siglos. Fueron los economistas austríacos precisamente quienes advirtieron que la tasa de interés y la formación del capital tiene que ver con el tiempo que demandan dichos procesos de producción, y por ende es obvio que el dinero como tal no es nada sino sólo un medio de expresión del valor adicional que tiene en el mercado el tiempo de ahorro necesario para la fabricación de nuevo capital, nuevo capital que es necesario, contrariamente a lo que Marx pensaba, para elevar el nivel de vida de las masas. Todo esto lo tiene la señora Presidente en los libros de Menger (7) y en la monumental obra de E. von Bohm-Bawerk (8), que fue en su momento, a fines del s. XIX, la respuesta teorética equivalente a aquella gran obra que fue El Capital de Marx. Marx fue un gran filósofo. Había en él una visión del mundo y una explicación profunda del funcionamiento del sistema capitalista, y su estudio demanda entrenamiento filosófico y no la mera lectura de datos y cifras. Pues bien: de igual modo sucede con los austríacos, y por ello son la respuesta equivalente a la cosmovisión marxista. Los austríacos explicaron que a medida que el capital aumenta, el salario real también, y por ende son falsas tanto la teoría de la plus valía de Marx como su teoría de la pauperización creciente en las naciones capitalistas, y con el mismo sustento teorético se refutan las hipótesis ad hoc posteriores al marxismo, como las teorías de los años 70 sobre el deterioro de los términos de intercambio y la dependencia de naciones periféricas hacia las desarrolladas, teorías que sabemos fueron adoptadas por el peronismo argentino en los años 70 y que conformaron la visión del mundo de la señora Presidente. Pues bien, este es entonces el debate que el país merece. No es cuestión, ni de resonantes acusaciones de corrupción, ni de estrategias políticas ni de intentos de manipulación de la opinión pública. Se trata de decirle, públicamente, señora Presidente: su visión del mundo, evidentemente marxista, está, con todo respeto, equivocada. No es la acumulación de capital, sin distribuir el ingreso, la causa de la pobreza, sino precisamente la falta de inversión, la falta de acumulación de capital, y falta de base institucional (tal vez, el origen del problema), lo que ha sumergido a América Latina en esa pobreza indignante que usted, Señora Presiente, quiere noblemente combatir pero con la visión del mundo equivocada.
3. Las cifras y la visión del mundo.
En ese sentido, nosotros no le diremos, como otros, que usted ha olvidado algunas cifras o malinterpretado otras. Usted, como cualquier analista social, interpreta los llamados datos conforme a su paradigma. O le da relevancia a unas cifras y no a otras, conforme a un paradigma que usted da por verdadero, cuando debería ser profundamente debatido. En ese sentido, no importa cuánto y a quién o cuándo dio el gobierno nacional a las provincias. Es el mismo sistema de coparticipación federal el que no funciona. Es la misma naturaleza del sistema la que está equivocada. Nuevamente, si leyera usted a los economistas de la escuela del Public Choice (9), podría darse cuenta que toda decisión pública que no descentralice las decisiones administrativas está conducida al fracaso y la ineficiencia. No es cuestión de que usted y su equipo se esfuercen en repartir con equidad los recursos federales hacia las provincias: es cuestión de que toda administración provincial que dependa de subsidios y prebendas del gobierno federal no tendrá los incentivos necesarios para manejar y equilibrar sus gastos, y si el gobierno federal, a su vez, cree que no tiene límites en sus capacidades recaudatorias, está en el mismo problema. Ningún gobierno, ni el suyo, ni el de Obama ni el de China, pueden evitar estas tres alternativas para financiarse: inflación, impuestos o endeudamiento. Usted, muy acertadamente, parece querer evitar el 1er y 3r método, aunque se podría debatir en qué medida no está incurriendo en ellos indirectamente. Pero es evidente que usted recurre al 2do método, y especialmente a los impuestos a la renta, con lo cual su gobierno entra en un círculo vicioso del cual no podrá salir.
4. El campo, la circular 125, retenciones y redistribución del ingreso.
En ese sentido, lo mismo: es irrelevante, señora Presidente, cuál hubiera sido el nivel de retenciones si la 125 hubiera estado vigente. Lo que su visión del mundo le impide precisamente ver, es que las retenciones son en sí mismas una exacción a la renta, un impuesto a la renta, independientemente de cuestiones terminológicas que no vienen al caso. Y ese es el problema. Usted piensa que debe aplicar ese tipo de impuestos porque concibe su modelo como un gran sistema de redistribución del ingreso. Está convencida de que cuanto más gana uno, más pierde otro. Concibe a la economía como un juego de suma cero. Evidentemente leyó usted “Justicia como equidad” de J. Rawls, o alguno de sus asesores hizo su propia interpretación del óptimo de Pareto que aparece en dicho artículo y luego en la obra central del gran pensador norteamericano (10). Otra vez, paradigmas contrapuestos. Las cosas son exactamente al revés. Todo impuesto a la renta, y especialmente el progresivo, es un desaliento al ahorro y la inversión y, por ende, implican una menor acumulación de capital y, por ende, una menor demanda de trabajo y, consiguientemente, un menor salario real para toda la población. El impuesto progresivo a la renta, su gran arma para luchar contra ese supuesto capitalismo injusto, es una de las mejores cosas que usted tiene a mano para incrementar la pobreza, el hambre, la desnutrición, toda esa pobreza extrema que usted quiere erradicar, pero con los medios equivocados. Ese es el debate de fondo. No es cuestión de si tal o cual sector tiene razón, y menos aún, no es cuestión de defender al “campo” contra el gobierno. No es cuestión de la 125 o de las retenciones. El debate es más de fondo. Si usted quiere luchar contra la pobreza, elimine todos los impuestos a la renta, retenciones incluídas, amén de dejar actuar a ese mercado libre que tanto criticó en su discurso. Porque cuanto menos impuestos, mayor ahorro, a mayor ahorro, mayores inversiones, a mayores inversiones, mayor salario real. No, no se trata de la teoría del “chorreo”, ridiculizada forma en la que su paradigma presenta la acumulación de capital. Se trata del único modo de elevar el salario real de toda la población a mayor velocidad que la oferta de trabajo. Y, si hubiera leído a Hayek o a Buchanan, se hubiera dado cuenta de que ellos de ningún modo dejaban atadas las manos de los gobiernos municipales para que, de manera autónoma del gobierno federal, pudieran proveer bienes públicos en sus propios ámbitos, con menor burocracia y mayor eficiencia que el gobierno federal. Por lo tanto, señora Presidente, si usted se pregunta “qué pasaría si esta crisis a nivel mundial hubiera encontrado a la Argentina en otra situación o, tal vez, con alguna dirigencia política que para enfrentar dicha crisis siempre concibe al ajuste y el no tocar los privilegios de los que más tienen. ¿Por dónde hubieran ajustado?”, debemos decirle con todo respeto que la pregunta está mal formulada. No es cuestión de “no tocar los privilegios de quienes más tienen”: es cuestión de des-regular el mercado de tal modo de hacer funcionar nuevamente los incentivos para ahorrar, producir e invertir. Por ende no es cuestión de sacar privilegios a quienes más tienen o al revés: en un mercado libre no hay privilegios o prebendas para nadie, en el sentido de que ningún sector tiene protecciones o monopolios jurídicos para producir, ni ninguna legislación especial que lo proteja de la competencia local o extranjera. Elimine las retenciones, por ende, pero también elimine todos los precios sostén y todas las barreras arancelarias, y nos tendrá de su lado cuando entonces productores agropecuarios e industriales, que hoy aparecen como “de derecha” corten de vuelta las rutas porque se les habrán acabado sus indebidos privilegios.
5. De qué trata la economía.
Con todo esto llegamos, estimada Señora, a un punto fundamental. Dice usted que “….La economía —todos ustedes lo saben— es, precisamente, administrar con los recursos que se tienen y con la contribución que hay. En Economía, siempre lo que se le asigna a uno es porque se lo está sacando a otro, ya que el único que pudo multiplicar los peces y los panes fue Jesucristo; los demás tienen que tomar decisiones sobre la base de los recursos con lo que cuentan”. No, Señora Presidente, he allí su error fundamental y que condiciona toda su visión del mundo. La economía no es eso, no es juego de suma cero. Usted piensa que es así porque, como diría Hayek, no puede salir de paradigma de las organizaciones deliberadamente planeadas o de las pequeñas sociedades humanas. Sí, es así como usted dice en una pequeña familia, en un convento, en una universidad, o en un gobierno, esto es, en todas aquellas organizaciones que tienen una torta fija para repartir y que por ende deben concentrar su atención en la justicia de la distribución. Pero, justamente, la economía nace en Occidente cuando se advierte que hay órdenes espontáneos que se salen de ese esquema. Esto es, cuando se toma conciencia del tema de la escasez. La cuestión no es repartir un conjunto fijo de recursos “existentes”. El problema es precisamente que no hay recursos; que hay que producirlos, crearlos de algún modo. El problema es la escasez y la división del conocimiento que ello implica. Marx, que como todo gran autor sigue influyendo en usted y gran parte de nuestros contemporáneos, creía que la escasez era sólo una etapa de la evolución dialéctica de la historia, aquella que tocaba, precisamente, al capitalismo. O sea que sin capitalismo, no habría escasez. Usted en el fondo, piensa así. Lo cual no es el olvido del ser de Heidegger, pero sí el olvido de la escasez. La escasez no es un producto del capitalismo, la escasez es una condición natural de la humanidad. Para minimizarla, son necesarias ciertas instituciones que han llevado siglos en evolucionar, pero que gobiernos como los suyos tardan días en destruir. Se llaman propiedad, contrato, estabilidad y seguridad jurídica. ¿Para qué? Para incentivar, precisamente, el ahorro, que permite cortar el círculo vicioso de la suma cero o negativa de los recursos fijos o decrecientes. Ahorro para invertir, para aumentar la cantidad de bienes y servicios, para aumentar de ese modo el salario real y volver a ahorrar e invertir, produciendo ello el círculo virtuoso del desarrollo. Pero para ello es necesario algo que usted y todos los enemigos del mercado han demonizado: la creatividad empresarial, ese conocimiento intuitivo y disperso que, con propiedad y precios libres, tiende a coordinar las necesidades de la oferta con la demanda. La empresarialidad no es, por ende, un interés de clase; es una capacidad que puede encontrarse en todo ser humano y hace aumentar la cantidad de recursos existentes con tal de que encuentre los incentivos jurídicos necesarios; la empresarialidad convierte a todo inmigrante en un productor, y no en un lastre del estado de bienestar; la empresarialidad convierte a toda idea en riqueza, en mayor nivel de vida para todos. Su gobierno, como todos los demás, no tienen más que dejarla fluir, pero no lo hacen porque su paradigma marxista la ha convencido, y los ha convencido, de que ella es el origen de todos los males.
En el fondo, Señora Presidente, este craso error, de concebir a la economía como quitar a unos para dar a otros, domina todos los otros temas, si ahora los repasamos de vuelta. Por ello desconfía del mercado, por ello cree en los impuestos a la renta, por ello cree que su misión es repartir a las provincias, por ello cree que lo esencial es la distribución del ingreso y no la producción de bienes y servicios, por ello cree que la producción de bienes y servicios no puede existir sin su mirada vigilante que impida las injusticias de un supuesto capitalismo que, a su vez, usted cree que se derriba como el muro de Berlín, cuando el único muro existente es el paradigma mental que le impide ver la realidad espontánea del mercado y la libertad.
Este debate es sumamente importante. Las ideas también mueven las decisiones políticas. A veces, fundamentalmente. Porque usted piensa como piensa, es que el país está como está. Y no está mejor, Señora Presidente, y no hay dato o cifra que pueda dirimir la cuestión. El país no está mejor porque bajo su paradigma, usted ha convertido al país en su país. Usted cree que debe estar bajo sus manos. Mientras tanto, el subdesarrollo de la Argentina, bajo sus manos estará. Lo que debe hacer, sencillamente, es devolver el país a sus legítimos dueños, los ciudadanos y sus decisiones cotidianas, en igualdad ante la ley, ausencia de privilegios y probidad republicana.
Este es el debate de ideas que usted merece, Señora Presidente. Claro, algunos se preguntarán: ¿vale la pena publicar esto ahora? Obviamente no sé. Lo que sí sé es que, en materia de ideas, esta es la oposición. Si la poca oposición política que usted tiene ha quedado más desorganizada que antes, este no es el caso. Esto se trata de una concepción del mundo versus otra concepción del mundo.
Piense.
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Notas:
1. Mises, L. von: The Theory of Money and Credit, [1912], Liberty Fund, 1981.
2. Mises, L. von: Selected Writings of Ludwig von Mises, Edited and with an Introduction by Richard Ebeling, Liberty Fund, 2002.
3. Hayek, F. A. von: Precios y producción, (1931), Unión Editorial, Madrid, 1996.
4. Hayek, F. A. von: Contra Keynes y Cambridge, Unión Editorial, Madrid, 1995.
5. Mises, L. von: La Acción Humana [1949], Sopec, Madrid, 1968, parte VI.
6. Op.cit., cap. 17, punto 19.
7. Menger, C.: Principios de Economía Política [1871]Unión Editorial, Madrid, 1983.
8. Bohm-Bawerk, E. von: Capital and Interest [1884, 1900, 1912], Libertarian Press, 1959.
9. Buchanan, J.: El cálculo del Consenso [1962], Espasa-Calpe, Madrid, 1980.
10 Rawls, J.: A Theory of Justice, Harvard University Press, 1971.
Que su discurso tenga un algo contenido ideológico no tiene nada de negativo, si quitamos a la palabra “ideología” sus connotaciones negativas y la limitamos a una visión del mundo político altamente conformada por contenidos filosóficos.
En ese sentido, querríamos analizar precisamente la visión del mundo que se transmite en el discurso, tratando de contraponer otra visión del mundo diferente. Esperamos que esto sea el debate de ideas que la Presidente está reclamando al resto de los argentinos.
1. Diagnóstico de la situación mundial.
Coincidimos en que es esta una de las peores crisis de la historia, comparable a la caída del Muro de Berlín, y nos parece bien que la Presidente haya dicho que los muros se nos derribaron a nosotros, colocándose dentro, y no fuera, de aquellos valores fundamentales que del lado oriental de tan oprobioso muro se habían dejado de lado. Es comprensible, también, que la Presidente piense que esta crisis se debe al mercado libre, o al “fundamentalismo de mercado”, cuando prestigiosos economistas occidentales piensan lo mismo. Pero, si de paradigmas se trata, los paradigmas no son tan monopólicos. Desde el mainstream de la economía neoclásica, decir que el mercado “falla” en ciertas cuestiones (por ejemplo, moneda) no es nada extraño, más aún desde el paradigma keynesiano y sus variantes. Pero la Presidente no parece conocer otros paradigmas, que dan otro diagnóstico y una respuesta a sus planteos. La Escuela Austríaca de Economía ha desarrollado un paradigma alternativo, según el cual no es el mercado libre, sino su ausencia, lo que conduce a crisis financieras como la de Alemania en 1923, EEUU en 1929, o la actual, tal vez la peor de todas. Dicha teoría, llamada teoría austríaca del ciclo económico, sostiene que es precisamente la presencia del gobierno en el mercado monetario, a través de los bancos centrales, la que al expandir la base monetaria genera una primera fase de expansión seguida por otra de recesión, más intensa cuanto mayor haya sido la expansión anterior. Por supuesto, ello no es todo. La señora Presidente tiene abundante bibliografía sobre el tema: desde el libro de L. von Mises en 1912 sobre la moneda y el crédito (1), pasando por sus análisis coyunturales de las crisis de los años 20 y 30 (2), pasando por los análisis de F. A. von Hayek sobre la teoría del ciclo, en 1931 (3), más su conocido debate con Keynes en la década del 30 (4). Lo interesante de todo ello es que, si los austríacos tienen razón, entonces la Señora Presidente no la tiene, como tampoco la tienen Obama o Krugman. Y sería falso, entonces, que el mercado libre ha llevado a la actual situación. Al contrario, el mundo actual, sobre todo a partir del Fondo Monetario Internacional, la Reserva Federal norteamericana y el New Deal, es un intervencionismo total, un semi-socialismo, tal cual lo describe Mises en la parte VI de su tratado de Economía (5), y es interesante que gran parte de la opinión pública mundial –de la cual la Señora Presidente es sólo un ejemplo- considere esa abundante presencia del gobierno en todos los aspectos de la economía como un mercado libre. Creo que le será interesante conocer a la Presidente que organismos tales como el Fondo Monetario Internacional fueron criticados por los economistas austríacos partidarios del mercado libre, como por ejemplo Mises en 1949, en cuyo tratado de economía, ya citado, se encuentran fuertes críticas a dicho organismo estatista, y no precisamente en un sector aislado o marginal del libro (6). Si la presidenta quería ideas, si quería un debate de ideas, aquí las tiene, y creemos que merecerían su atención. Esto, señora Presidente, no es cortar rutas ni tomar bancos. Es sugerirle la lectura y meditación de un paradigma muy diferente al suyo y que le haría ver al mundo social de una manera también muy diferente.
2. El dinero.
A partir de lo anterior, otras partes de su discurso pueden ser analizadas desde el mismo punto de vista. Que el dinero no produce dinero fue dicho por Aristóteles hace algunos siglos, y nos alegra que la Señora Presidenta haya tenido a tan ilustre asesor. Pero el pensamiento humano puede darse el lujo de evolucionar, sobre todo si han pasado 24 siglos. Fueron los economistas austríacos precisamente quienes advirtieron que la tasa de interés y la formación del capital tiene que ver con el tiempo que demandan dichos procesos de producción, y por ende es obvio que el dinero como tal no es nada sino sólo un medio de expresión del valor adicional que tiene en el mercado el tiempo de ahorro necesario para la fabricación de nuevo capital, nuevo capital que es necesario, contrariamente a lo que Marx pensaba, para elevar el nivel de vida de las masas. Todo esto lo tiene la señora Presidente en los libros de Menger (7) y en la monumental obra de E. von Bohm-Bawerk (8), que fue en su momento, a fines del s. XIX, la respuesta teorética equivalente a aquella gran obra que fue El Capital de Marx. Marx fue un gran filósofo. Había en él una visión del mundo y una explicación profunda del funcionamiento del sistema capitalista, y su estudio demanda entrenamiento filosófico y no la mera lectura de datos y cifras. Pues bien: de igual modo sucede con los austríacos, y por ello son la respuesta equivalente a la cosmovisión marxista. Los austríacos explicaron que a medida que el capital aumenta, el salario real también, y por ende son falsas tanto la teoría de la plus valía de Marx como su teoría de la pauperización creciente en las naciones capitalistas, y con el mismo sustento teorético se refutan las hipótesis ad hoc posteriores al marxismo, como las teorías de los años 70 sobre el deterioro de los términos de intercambio y la dependencia de naciones periféricas hacia las desarrolladas, teorías que sabemos fueron adoptadas por el peronismo argentino en los años 70 y que conformaron la visión del mundo de la señora Presidente. Pues bien, este es entonces el debate que el país merece. No es cuestión, ni de resonantes acusaciones de corrupción, ni de estrategias políticas ni de intentos de manipulación de la opinión pública. Se trata de decirle, públicamente, señora Presidente: su visión del mundo, evidentemente marxista, está, con todo respeto, equivocada. No es la acumulación de capital, sin distribuir el ingreso, la causa de la pobreza, sino precisamente la falta de inversión, la falta de acumulación de capital, y falta de base institucional (tal vez, el origen del problema), lo que ha sumergido a América Latina en esa pobreza indignante que usted, Señora Presiente, quiere noblemente combatir pero con la visión del mundo equivocada.
3. Las cifras y la visión del mundo.
En ese sentido, nosotros no le diremos, como otros, que usted ha olvidado algunas cifras o malinterpretado otras. Usted, como cualquier analista social, interpreta los llamados datos conforme a su paradigma. O le da relevancia a unas cifras y no a otras, conforme a un paradigma que usted da por verdadero, cuando debería ser profundamente debatido. En ese sentido, no importa cuánto y a quién o cuándo dio el gobierno nacional a las provincias. Es el mismo sistema de coparticipación federal el que no funciona. Es la misma naturaleza del sistema la que está equivocada. Nuevamente, si leyera usted a los economistas de la escuela del Public Choice (9), podría darse cuenta que toda decisión pública que no descentralice las decisiones administrativas está conducida al fracaso y la ineficiencia. No es cuestión de que usted y su equipo se esfuercen en repartir con equidad los recursos federales hacia las provincias: es cuestión de que toda administración provincial que dependa de subsidios y prebendas del gobierno federal no tendrá los incentivos necesarios para manejar y equilibrar sus gastos, y si el gobierno federal, a su vez, cree que no tiene límites en sus capacidades recaudatorias, está en el mismo problema. Ningún gobierno, ni el suyo, ni el de Obama ni el de China, pueden evitar estas tres alternativas para financiarse: inflación, impuestos o endeudamiento. Usted, muy acertadamente, parece querer evitar el 1er y 3r método, aunque se podría debatir en qué medida no está incurriendo en ellos indirectamente. Pero es evidente que usted recurre al 2do método, y especialmente a los impuestos a la renta, con lo cual su gobierno entra en un círculo vicioso del cual no podrá salir.
4. El campo, la circular 125, retenciones y redistribución del ingreso.
En ese sentido, lo mismo: es irrelevante, señora Presidente, cuál hubiera sido el nivel de retenciones si la 125 hubiera estado vigente. Lo que su visión del mundo le impide precisamente ver, es que las retenciones son en sí mismas una exacción a la renta, un impuesto a la renta, independientemente de cuestiones terminológicas que no vienen al caso. Y ese es el problema. Usted piensa que debe aplicar ese tipo de impuestos porque concibe su modelo como un gran sistema de redistribución del ingreso. Está convencida de que cuanto más gana uno, más pierde otro. Concibe a la economía como un juego de suma cero. Evidentemente leyó usted “Justicia como equidad” de J. Rawls, o alguno de sus asesores hizo su propia interpretación del óptimo de Pareto que aparece en dicho artículo y luego en la obra central del gran pensador norteamericano (10). Otra vez, paradigmas contrapuestos. Las cosas son exactamente al revés. Todo impuesto a la renta, y especialmente el progresivo, es un desaliento al ahorro y la inversión y, por ende, implican una menor acumulación de capital y, por ende, una menor demanda de trabajo y, consiguientemente, un menor salario real para toda la población. El impuesto progresivo a la renta, su gran arma para luchar contra ese supuesto capitalismo injusto, es una de las mejores cosas que usted tiene a mano para incrementar la pobreza, el hambre, la desnutrición, toda esa pobreza extrema que usted quiere erradicar, pero con los medios equivocados. Ese es el debate de fondo. No es cuestión de si tal o cual sector tiene razón, y menos aún, no es cuestión de defender al “campo” contra el gobierno. No es cuestión de la 125 o de las retenciones. El debate es más de fondo. Si usted quiere luchar contra la pobreza, elimine todos los impuestos a la renta, retenciones incluídas, amén de dejar actuar a ese mercado libre que tanto criticó en su discurso. Porque cuanto menos impuestos, mayor ahorro, a mayor ahorro, mayores inversiones, a mayores inversiones, mayor salario real. No, no se trata de la teoría del “chorreo”, ridiculizada forma en la que su paradigma presenta la acumulación de capital. Se trata del único modo de elevar el salario real de toda la población a mayor velocidad que la oferta de trabajo. Y, si hubiera leído a Hayek o a Buchanan, se hubiera dado cuenta de que ellos de ningún modo dejaban atadas las manos de los gobiernos municipales para que, de manera autónoma del gobierno federal, pudieran proveer bienes públicos en sus propios ámbitos, con menor burocracia y mayor eficiencia que el gobierno federal. Por lo tanto, señora Presidente, si usted se pregunta “qué pasaría si esta crisis a nivel mundial hubiera encontrado a la Argentina en otra situación o, tal vez, con alguna dirigencia política que para enfrentar dicha crisis siempre concibe al ajuste y el no tocar los privilegios de los que más tienen. ¿Por dónde hubieran ajustado?”, debemos decirle con todo respeto que la pregunta está mal formulada. No es cuestión de “no tocar los privilegios de quienes más tienen”: es cuestión de des-regular el mercado de tal modo de hacer funcionar nuevamente los incentivos para ahorrar, producir e invertir. Por ende no es cuestión de sacar privilegios a quienes más tienen o al revés: en un mercado libre no hay privilegios o prebendas para nadie, en el sentido de que ningún sector tiene protecciones o monopolios jurídicos para producir, ni ninguna legislación especial que lo proteja de la competencia local o extranjera. Elimine las retenciones, por ende, pero también elimine todos los precios sostén y todas las barreras arancelarias, y nos tendrá de su lado cuando entonces productores agropecuarios e industriales, que hoy aparecen como “de derecha” corten de vuelta las rutas porque se les habrán acabado sus indebidos privilegios.
5. De qué trata la economía.
Con todo esto llegamos, estimada Señora, a un punto fundamental. Dice usted que “….La economía —todos ustedes lo saben— es, precisamente, administrar con los recursos que se tienen y con la contribución que hay. En Economía, siempre lo que se le asigna a uno es porque se lo está sacando a otro, ya que el único que pudo multiplicar los peces y los panes fue Jesucristo; los demás tienen que tomar decisiones sobre la base de los recursos con lo que cuentan”. No, Señora Presidente, he allí su error fundamental y que condiciona toda su visión del mundo. La economía no es eso, no es juego de suma cero. Usted piensa que es así porque, como diría Hayek, no puede salir de paradigma de las organizaciones deliberadamente planeadas o de las pequeñas sociedades humanas. Sí, es así como usted dice en una pequeña familia, en un convento, en una universidad, o en un gobierno, esto es, en todas aquellas organizaciones que tienen una torta fija para repartir y que por ende deben concentrar su atención en la justicia de la distribución. Pero, justamente, la economía nace en Occidente cuando se advierte que hay órdenes espontáneos que se salen de ese esquema. Esto es, cuando se toma conciencia del tema de la escasez. La cuestión no es repartir un conjunto fijo de recursos “existentes”. El problema es precisamente que no hay recursos; que hay que producirlos, crearlos de algún modo. El problema es la escasez y la división del conocimiento que ello implica. Marx, que como todo gran autor sigue influyendo en usted y gran parte de nuestros contemporáneos, creía que la escasez era sólo una etapa de la evolución dialéctica de la historia, aquella que tocaba, precisamente, al capitalismo. O sea que sin capitalismo, no habría escasez. Usted en el fondo, piensa así. Lo cual no es el olvido del ser de Heidegger, pero sí el olvido de la escasez. La escasez no es un producto del capitalismo, la escasez es una condición natural de la humanidad. Para minimizarla, son necesarias ciertas instituciones que han llevado siglos en evolucionar, pero que gobiernos como los suyos tardan días en destruir. Se llaman propiedad, contrato, estabilidad y seguridad jurídica. ¿Para qué? Para incentivar, precisamente, el ahorro, que permite cortar el círculo vicioso de la suma cero o negativa de los recursos fijos o decrecientes. Ahorro para invertir, para aumentar la cantidad de bienes y servicios, para aumentar de ese modo el salario real y volver a ahorrar e invertir, produciendo ello el círculo virtuoso del desarrollo. Pero para ello es necesario algo que usted y todos los enemigos del mercado han demonizado: la creatividad empresarial, ese conocimiento intuitivo y disperso que, con propiedad y precios libres, tiende a coordinar las necesidades de la oferta con la demanda. La empresarialidad no es, por ende, un interés de clase; es una capacidad que puede encontrarse en todo ser humano y hace aumentar la cantidad de recursos existentes con tal de que encuentre los incentivos jurídicos necesarios; la empresarialidad convierte a todo inmigrante en un productor, y no en un lastre del estado de bienestar; la empresarialidad convierte a toda idea en riqueza, en mayor nivel de vida para todos. Su gobierno, como todos los demás, no tienen más que dejarla fluir, pero no lo hacen porque su paradigma marxista la ha convencido, y los ha convencido, de que ella es el origen de todos los males.
En el fondo, Señora Presidente, este craso error, de concebir a la economía como quitar a unos para dar a otros, domina todos los otros temas, si ahora los repasamos de vuelta. Por ello desconfía del mercado, por ello cree en los impuestos a la renta, por ello cree que su misión es repartir a las provincias, por ello cree que lo esencial es la distribución del ingreso y no la producción de bienes y servicios, por ello cree que la producción de bienes y servicios no puede existir sin su mirada vigilante que impida las injusticias de un supuesto capitalismo que, a su vez, usted cree que se derriba como el muro de Berlín, cuando el único muro existente es el paradigma mental que le impide ver la realidad espontánea del mercado y la libertad.
Este debate es sumamente importante. Las ideas también mueven las decisiones políticas. A veces, fundamentalmente. Porque usted piensa como piensa, es que el país está como está. Y no está mejor, Señora Presidente, y no hay dato o cifra que pueda dirimir la cuestión. El país no está mejor porque bajo su paradigma, usted ha convertido al país en su país. Usted cree que debe estar bajo sus manos. Mientras tanto, el subdesarrollo de la Argentina, bajo sus manos estará. Lo que debe hacer, sencillamente, es devolver el país a sus legítimos dueños, los ciudadanos y sus decisiones cotidianas, en igualdad ante la ley, ausencia de privilegios y probidad republicana.
Este es el debate de ideas que usted merece, Señora Presidente. Claro, algunos se preguntarán: ¿vale la pena publicar esto ahora? Obviamente no sé. Lo que sí sé es que, en materia de ideas, esta es la oposición. Si la poca oposición política que usted tiene ha quedado más desorganizada que antes, este no es el caso. Esto se trata de una concepción del mundo versus otra concepción del mundo.
Piense.
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Notas:
1. Mises, L. von: The Theory of Money and Credit, [1912], Liberty Fund, 1981.
2. Mises, L. von: Selected Writings of Ludwig von Mises, Edited and with an Introduction by Richard Ebeling, Liberty Fund, 2002.
3. Hayek, F. A. von: Precios y producción, (1931), Unión Editorial, Madrid, 1996.
4. Hayek, F. A. von: Contra Keynes y Cambridge, Unión Editorial, Madrid, 1995.
5. Mises, L. von: La Acción Humana [1949], Sopec, Madrid, 1968, parte VI.
6. Op.cit., cap. 17, punto 19.
7. Menger, C.: Principios de Economía Política [1871]Unión Editorial, Madrid, 1983.
8. Bohm-Bawerk, E. von: Capital and Interest [1884, 1900, 1912], Libertarian Press, 1959.
9. Buchanan, J.: El cálculo del Consenso [1962], Espasa-Calpe, Madrid, 1980.
10 Rawls, J.: A Theory of Justice, Harvard University Press, 1971.
jueves, 12 de marzo de 2009
FILOSOFÍA: DIVIÉRTETE PERO SABÉ LO QUE ES
He decidido publicar hoy un comentario a los comentarios dado que este Domingo voy a poner en el blog un comentario al discurso de la presidente (prepárense….)
Antes que nada quería decirles a todos que dudé mucho en poner ese comentario. Yo no suelo escribir así, medio enojado, y menos aún casi condenando a alguien. Estoy casi arrepentido de haberlo hecho, y espero que Dios me perdone este arranque de ira filosófica que, después del pecado original, siempre es dudoso que pueda estar justificada, en cualquier ser humano, excepto en Cristo que, como además era Dios, pudo enojarse con justicia contra los mercaderes del Templo.
Por eso ratifico que jamás diré a quién me refería, y por eso rechacé uno o dos comentarios que descubrían al “filósofo” en cuestión.
Pero de algún modo me alegra que mi amigo Ricardo P., que últimamente me había visto “muy a la izquierda” en mis visiones sobre la filosofía “contra” los académicos que la sacan de la vida, pudo ver claro que “en el fondo” yo estoy tan en contra del abaratamiento de la calidad filosófica, como él. Hay una línea delicadísima entre el humor, la cordialidad, la unión entre filosofía y vida, por un lado, y la frivolidad y la superficialidad, por el otro. No hay que cruzar esa línea. Porque, en el fondo, una filosofía en serio consiste precisamente en tomarse en serio la vida, y eso no sólo no está en contra, sino que incluye el buen humor y la cotidianeidad. Pero cuando la vida humana no es tomada en serio, cuando, más que vivir, somos vividos (como dijo Mandrioni) por el conjunto cuasi infinito de escapismos cotidianos, entonces obviamente no puede haber filosofía, y lo peor sucede cuando ese “ser vivido” aparece recubierto precisamente de filosofía. Es como ser totalmente psicótico y aparecer ante la sociedad como experto en salud mental. Bueno, de eso está lleno también…
Un comentario a mi amigo poético insurrecto: por supuesto, puede ser que la mayoría de las veces el problema está en la frivolidad del destinatario del mensaje. Cuando no es así el destinatario puede aprovechar bien todos los mensajes. Pero puede haber un problema de comunicación en la falta de sinceridad del que emite un mensaje.
Ahora bien, ¿es incompatible la filosofía con el entretenimiento? ¡Claro que no! A mis alumnos de postgrado los he entretenido las más de las veces. Juego con ellos en clase un show unipersonal que los divierte sumamente. Pero ese “entretenimiento” los hace pensar, y en serio. Justamente, los hago pensar tan en serio que por eso mismo juego ese juego, si no, sería terrible. O sea: si yo voy a hablar sobre los temas existenciales más profundos y a la vez, o por eso, utilizo el humor y-o la didáctica, magnífico. Pero si voy a hablar de un filósofo que habla de esos temas y no vivo en absoluto esos problemas, entonces…… Ese es el problema.
Yo puedo hacer (NO lo voy a hacer) un pequeño esfuercito, repasar apuntes viejos, memorizar algunos títulos y fechas, y hablar de algún filósofo cuyo pensamiento en el fondo no comprendo. Pero lo haré entonces sin pasión. Por más que me esfuerce, los alumnos notarán que falta algo de vida. Falta algo: el compromiso vital. Y si voy a explicar un autor con el cual estoy pasionalmente en desacuerdo, que los alumnos lo sepan, y que esa pasión les sirva a menos para ir ellos al autor y ver si Gabriel se equivocó.
En ese sentido, pasando ahora a “anónimo”: la filosofía no tiene por qué entrar de golpe. Justamente, casi nunca lo hago. El relato de lo que me sucedió aquella vez, en ese curso, fue en serio. Cuando yo decía “yo no quise” fue en serio. Nunca he hecho filosofar a alguien que no quería. Los que me conocen saben mi respeto sacrosanto a la libertad del otro. Y, además (y esto da pie para otra entrada….) últimamente creo que la filosofía es como el psicoanálisis: es hacer conciente lentamente, con mucho cuidado, al filósofo inconsciente que tenemos dentro, haciendo transferencia con el profesor, sabiendo que esa transferencia va a tener su momento de resistencia, cuando precisamente no querramos comenzar a percibir lo que nos diga el filósofo inconsciente que llevamos dentro.
Pero por eso se producen los problemas, por el famoso pacto de lectura, noción que saqué un poquito del análisis del discurso y la llevé para mi propia teoría de la interpretación. Cuando “alguien dice algo a alguien” hay muchas cosas allí, para que el “algo” llegue sin malentendidos. Una de esas cosas es el sentido que el emisor del mensaje da a su mensaje. O que los destinatarios dan al mensaje. Si estás muy cansado y me pedís que te entretenga un poquito, ok, lo puedo hacer y todo está claro. Pero es allí cuando entonces se producen cada tanto cortocircuitos comunicativos en esa misión de florero que tanto emisores como destinatarios le dan al mensaje filosófico. Como esencialmente no es un florero, que puede estar o no, pero la mayoría de las veces se lo considera así, entonces la mayoría de las veces hay un problema. Y es un problema del cual tienen que estar advertidos los filósofos, más que los no filósofos que con todo candor así ven a la filosofía. Es un problema que sufrimos los profesores de filosofía, cuando damos nuestros cursos. Pero, lo que yo quise decir es: cuidado con comenzar a “gozar” de ese problema, porque entonces –y nada contra el gozo, otra vez- es como comenzar a gozar de un engaño…. Si gozamos con la verdad de lo que la filosofía es, no sólo nada en contra, sino mejor….. Pero si gozamos en el engaño de lo que la filosofía es……. Allí es cuando dije, cambiá de canal, mirá Terminator, gozalo, entretenete, sin engaños……
Finalmente, muy estimulante el debate R. P con M.S. sobre la estupidez. Porque finalmente, todos los afanosos intentos de “criterio de demarcación” entre ciencia y no ciencia, filosofía o chantanería, seriedad o no seriedad, pasan por allí, y…… No hay normas de demarcación…… Por eso Feyerabend le dice a Lakatos, en sus cartas, luego de debatir ad infinitum sobre el criterio de demarcación, que en el fondo ambos saben qué es lo que distingue una cosa de la otra….. Pero no lo pueden “demarcar”. Y no lo pueden hacer porque “en el fondo” lo que está en juego es una honestidad de vida, un “conocimiento por connaturalidad”, como diría Santo Tomás, que va más allá de lo que nuestras definiciones filosóficas y-o científicas puedan “decir” porque como diría Hayek es tácito e inarticulado…. Pero precisamente por allí nos jugamos el todo por el todo en nuestras opciones vitales y por ende filosóficas más profundas…
Un abrazo a todos…… Discúlpenme el enojo del Domingo anterior….. No volverá a suceder. Y además este Domingo los enojados serán otros….
Antes que nada quería decirles a todos que dudé mucho en poner ese comentario. Yo no suelo escribir así, medio enojado, y menos aún casi condenando a alguien. Estoy casi arrepentido de haberlo hecho, y espero que Dios me perdone este arranque de ira filosófica que, después del pecado original, siempre es dudoso que pueda estar justificada, en cualquier ser humano, excepto en Cristo que, como además era Dios, pudo enojarse con justicia contra los mercaderes del Templo.
Por eso ratifico que jamás diré a quién me refería, y por eso rechacé uno o dos comentarios que descubrían al “filósofo” en cuestión.
Pero de algún modo me alegra que mi amigo Ricardo P., que últimamente me había visto “muy a la izquierda” en mis visiones sobre la filosofía “contra” los académicos que la sacan de la vida, pudo ver claro que “en el fondo” yo estoy tan en contra del abaratamiento de la calidad filosófica, como él. Hay una línea delicadísima entre el humor, la cordialidad, la unión entre filosofía y vida, por un lado, y la frivolidad y la superficialidad, por el otro. No hay que cruzar esa línea. Porque, en el fondo, una filosofía en serio consiste precisamente en tomarse en serio la vida, y eso no sólo no está en contra, sino que incluye el buen humor y la cotidianeidad. Pero cuando la vida humana no es tomada en serio, cuando, más que vivir, somos vividos (como dijo Mandrioni) por el conjunto cuasi infinito de escapismos cotidianos, entonces obviamente no puede haber filosofía, y lo peor sucede cuando ese “ser vivido” aparece recubierto precisamente de filosofía. Es como ser totalmente psicótico y aparecer ante la sociedad como experto en salud mental. Bueno, de eso está lleno también…
Un comentario a mi amigo poético insurrecto: por supuesto, puede ser que la mayoría de las veces el problema está en la frivolidad del destinatario del mensaje. Cuando no es así el destinatario puede aprovechar bien todos los mensajes. Pero puede haber un problema de comunicación en la falta de sinceridad del que emite un mensaje.
Ahora bien, ¿es incompatible la filosofía con el entretenimiento? ¡Claro que no! A mis alumnos de postgrado los he entretenido las más de las veces. Juego con ellos en clase un show unipersonal que los divierte sumamente. Pero ese “entretenimiento” los hace pensar, y en serio. Justamente, los hago pensar tan en serio que por eso mismo juego ese juego, si no, sería terrible. O sea: si yo voy a hablar sobre los temas existenciales más profundos y a la vez, o por eso, utilizo el humor y-o la didáctica, magnífico. Pero si voy a hablar de un filósofo que habla de esos temas y no vivo en absoluto esos problemas, entonces…… Ese es el problema.
Yo puedo hacer (NO lo voy a hacer) un pequeño esfuercito, repasar apuntes viejos, memorizar algunos títulos y fechas, y hablar de algún filósofo cuyo pensamiento en el fondo no comprendo. Pero lo haré entonces sin pasión. Por más que me esfuerce, los alumnos notarán que falta algo de vida. Falta algo: el compromiso vital. Y si voy a explicar un autor con el cual estoy pasionalmente en desacuerdo, que los alumnos lo sepan, y que esa pasión les sirva a menos para ir ellos al autor y ver si Gabriel se equivocó.
En ese sentido, pasando ahora a “anónimo”: la filosofía no tiene por qué entrar de golpe. Justamente, casi nunca lo hago. El relato de lo que me sucedió aquella vez, en ese curso, fue en serio. Cuando yo decía “yo no quise” fue en serio. Nunca he hecho filosofar a alguien que no quería. Los que me conocen saben mi respeto sacrosanto a la libertad del otro. Y, además (y esto da pie para otra entrada….) últimamente creo que la filosofía es como el psicoanálisis: es hacer conciente lentamente, con mucho cuidado, al filósofo inconsciente que tenemos dentro, haciendo transferencia con el profesor, sabiendo que esa transferencia va a tener su momento de resistencia, cuando precisamente no querramos comenzar a percibir lo que nos diga el filósofo inconsciente que llevamos dentro.
Pero por eso se producen los problemas, por el famoso pacto de lectura, noción que saqué un poquito del análisis del discurso y la llevé para mi propia teoría de la interpretación. Cuando “alguien dice algo a alguien” hay muchas cosas allí, para que el “algo” llegue sin malentendidos. Una de esas cosas es el sentido que el emisor del mensaje da a su mensaje. O que los destinatarios dan al mensaje. Si estás muy cansado y me pedís que te entretenga un poquito, ok, lo puedo hacer y todo está claro. Pero es allí cuando entonces se producen cada tanto cortocircuitos comunicativos en esa misión de florero que tanto emisores como destinatarios le dan al mensaje filosófico. Como esencialmente no es un florero, que puede estar o no, pero la mayoría de las veces se lo considera así, entonces la mayoría de las veces hay un problema. Y es un problema del cual tienen que estar advertidos los filósofos, más que los no filósofos que con todo candor así ven a la filosofía. Es un problema que sufrimos los profesores de filosofía, cuando damos nuestros cursos. Pero, lo que yo quise decir es: cuidado con comenzar a “gozar” de ese problema, porque entonces –y nada contra el gozo, otra vez- es como comenzar a gozar de un engaño…. Si gozamos con la verdad de lo que la filosofía es, no sólo nada en contra, sino mejor….. Pero si gozamos en el engaño de lo que la filosofía es……. Allí es cuando dije, cambiá de canal, mirá Terminator, gozalo, entretenete, sin engaños……
Finalmente, muy estimulante el debate R. P con M.S. sobre la estupidez. Porque finalmente, todos los afanosos intentos de “criterio de demarcación” entre ciencia y no ciencia, filosofía o chantanería, seriedad o no seriedad, pasan por allí, y…… No hay normas de demarcación…… Por eso Feyerabend le dice a Lakatos, en sus cartas, luego de debatir ad infinitum sobre el criterio de demarcación, que en el fondo ambos saben qué es lo que distingue una cosa de la otra….. Pero no lo pueden “demarcar”. Y no lo pueden hacer porque “en el fondo” lo que está en juego es una honestidad de vida, un “conocimiento por connaturalidad”, como diría Santo Tomás, que va más allá de lo que nuestras definiciones filosóficas y-o científicas puedan “decir” porque como diría Hayek es tácito e inarticulado…. Pero precisamente por allí nos jugamos el todo por el todo en nuestras opciones vitales y por ende filosóficas más profundas…
Un abrazo a todos…… Discúlpenme el enojo del Domingo anterior….. No volverá a suceder. Y además este Domingo los enojados serán otros….
domingo, 8 de marzo de 2009
FILOSOFÍA: EL SHOW NO DEBE CONTINUAR, EL SHOW NUNCA DEBIÓ COMENZAR
Estaba una vez dando un curso de historia de la filosofía. Lo hago pocas veces, porque no es lo que mejor me sale, pero bueno. Al final de cuentas soy profesor de filosofía.
“Tocaba” (ya estábamos concluyendo) el tema del existencialismo de fines del s. XIX y ppios. del s. XX. Repentinamente una cara de extrañeza que conozco bien. Es curioso, nunca pude en Aikido adelantar el movimiento del otro (qué mal…) pero en clase las caras adelantan perfectamente las preguntas. Mi cara a su vez le dice, sin decir, “si…..?”, y finalmente ahí está, el milagro del diálogo en clase.
Comienzo a explicar entonces qué sentido tiene la pregunta por el sentido de la existencia. Me entusiasmo un poco. Tengo que hablar de la muerte, claro, pero con algunos chistes de Woody Allen la cosa se aliviana. Pero no. Yo sigo entusiasmado. Y sigo. Y finalmente hago lo que en serio –no me van a creer- no quería hacer. La convenzo de que el hombre es un ser para la muerte, y que preguntarse por el sentido de su vida es una de las principales tareas de la existencia, de “su” existencia. Y ahí se produce el clic. Un clic nada divertido. Porque la convenzo. Juro que no quería arruinarle el día. Para colmo el curso era durante el almuerzo…… Pero la cara de mi alumna lo decía todo. Lo había visto, repentinamente. La filosofía había penetrado en ella. Perdón, yo no quise. Nunca hago filosofar a nadie que no quiere. Pero pasó. Y claro, la filosofía, que fue tomada como un descanso –y puede serlo, por qué no- se reveló también en su rostro más auténtico: lo más profundo de la existencia, que te pone en contacto íntimo con lo más central de tu vida. La cara de sorpresa, de susto, en el fondo, no me la voy a olvidar nunca. No preguntó más nada, quedó en silencio todo el resto del tiempo, no sé cómo le cayó el trozo de pizza. Yo no quise. Créanme, no había sido mi intención.
Tampoco me fue muy bien las pocas veces que me invitaron a alguna casa algún fin de semana para hablar de filosofía. Yo trato de ser cordial, pero no sé qué pasa. Diagnostico un problema en el pacto de lectura. Nunca me voy a olvidar aquella vez que hablé de Levinas y el rostro sufriente. Me confundieron con un teólogo de la liberación y me dieron clase sobre la alegría de la vida. En fin.
Pero me acordé de todo esto, esta semana que pasó, cuando por la pantalla del televisor apreció un conocido profesor de filosofía hablando, precisamente, de un famoso existencialista. Qué impresionante, qué erudición. Hizo todo el show. Citó sus libros, títulos, fechas, circunstancia, hablaba bien, lo hizo entretenido. Y, por supuesto, dijo al final lo más importante: ¿qué importa si es verdadero o falso lo que dijo? El asunto es que era una magnífica pieza literaria, el asunto es que revela bien los dramas del hombre…. Con un tono de voz que revelaba muy bien cuánto drama se hacía él al hablar. Y de repente, como terminando un capítulo de Física I, dijo “bueno!!, hemos terminado por hoy con…… Los espero la próxima vez con…….”. ¡Qué impresionante! O sea, como si nada. El filósofo existencialista en cuestión, si lo leyeras, te penetraría hasta el caracú, te haría saltar las lágrimas, podría –y esto es lo esencial- cambiar tu vida, pero el erudito profesor no lo dejó. Te lo convirtió en culturoso adorno, (no en Adorno), entretenimiento, después del cual tu vida sigue tal cual. Y esa es una imagen que la filosofía tiene: un elevado entretenimiento, si, claro, tal vez mejor que ver Rambo o Terminator. Tal vez. Porque Rambo, Terminator, etc., buscan verdaderamente entretener, distraer. Son auténticos, sinceros, el pacto de lectura está claro, y si te descuidas, tienen bastante filosofía entre líneas. Pero la filosofía no es un florero bonito para que, cual gordo culturoso, digas “qué bien que comí” y luego sigas tal cual. Si la filosofía no te toca de cerca, si no cambia tu vida, si no produce un cambio en tu concepción del mundo, si no es, como Husserl dijo, “funcionaria de la humanidad”, no es filosofía. Es una bonita colección de fechas y nombres, ante la cual te quedas igual, pero diciendo “ah…… Qué difícil….. Qué importante que debe ser esto….. Bueno, ya está, vuelvo a mi vida de siempre”. Pero entonces, ¿no es preferible que veas una buena peli de acción? Las hay, y muy buenas. O una comedia romántica. Y vuelvo a decirte: todo ello no sólo es preferible, sino muy bueno por su autenticidad. Y es falso que todas estén llenas “de sexo y violencia”. La mayoría son hermosas. Pero la filosofía que intente competir en el otro canal tiene el problema de que se borra a sí misma, rompe el pacto de lectura originario. Ningún filósofo auténtico escribió para distraerte un yatito. El filósofo es, sobre todo, alguien molesto. Puede ser perfectamente cordial, pero si filosofa, su mensaje no te dis-trae, sino que te con-trae a lo más esencial de tu existencia (perdón el lenguaje ontoteológico). Desde cierto punto de vista es bueno que los filósofos nos disfracemos de entretenedores culturales, porque si nos descubren…. Pero, cuidado, ¿hasta qué punto podemos seguir así?
Y cuidado, que no me refería a los documentales de canal a, hechos por colegas que piensan en serio sobre filósofos que pensaron en serio. Nos referimos a eruditos memoriosos que no piensan, reforzando la imagen de la filosofía como la inutilidad más lujosa. O sea, el bonito florero.
Bueno. Calma. Ya está. No quise ser tan malo. Lejos de mí juzgar o condenar a alguien. Jamás daré el nombre del memorioso que despertó mi inconsciente reprimido :-)). Y si la sociedad toda cree que somos floreros, ok, tolerémoslo con resignación. Incluso, colega, si te pagan para que seas florero, acéptalo, es más digno que otras pagas. Pero no te engañes a ti mismo ni a los demás. Cuando alguna pregunta implique mostrar que eres el cimiento del edificio, más que el adornito, no te escondas. Tal vez no te inviten más, pero podrás seguir diciendo, al día siguiente, “soy filósofo”.
“Tocaba” (ya estábamos concluyendo) el tema del existencialismo de fines del s. XIX y ppios. del s. XX. Repentinamente una cara de extrañeza que conozco bien. Es curioso, nunca pude en Aikido adelantar el movimiento del otro (qué mal…) pero en clase las caras adelantan perfectamente las preguntas. Mi cara a su vez le dice, sin decir, “si…..?”, y finalmente ahí está, el milagro del diálogo en clase.
Comienzo a explicar entonces qué sentido tiene la pregunta por el sentido de la existencia. Me entusiasmo un poco. Tengo que hablar de la muerte, claro, pero con algunos chistes de Woody Allen la cosa se aliviana. Pero no. Yo sigo entusiasmado. Y sigo. Y finalmente hago lo que en serio –no me van a creer- no quería hacer. La convenzo de que el hombre es un ser para la muerte, y que preguntarse por el sentido de su vida es una de las principales tareas de la existencia, de “su” existencia. Y ahí se produce el clic. Un clic nada divertido. Porque la convenzo. Juro que no quería arruinarle el día. Para colmo el curso era durante el almuerzo…… Pero la cara de mi alumna lo decía todo. Lo había visto, repentinamente. La filosofía había penetrado en ella. Perdón, yo no quise. Nunca hago filosofar a nadie que no quiere. Pero pasó. Y claro, la filosofía, que fue tomada como un descanso –y puede serlo, por qué no- se reveló también en su rostro más auténtico: lo más profundo de la existencia, que te pone en contacto íntimo con lo más central de tu vida. La cara de sorpresa, de susto, en el fondo, no me la voy a olvidar nunca. No preguntó más nada, quedó en silencio todo el resto del tiempo, no sé cómo le cayó el trozo de pizza. Yo no quise. Créanme, no había sido mi intención.
Tampoco me fue muy bien las pocas veces que me invitaron a alguna casa algún fin de semana para hablar de filosofía. Yo trato de ser cordial, pero no sé qué pasa. Diagnostico un problema en el pacto de lectura. Nunca me voy a olvidar aquella vez que hablé de Levinas y el rostro sufriente. Me confundieron con un teólogo de la liberación y me dieron clase sobre la alegría de la vida. En fin.
Pero me acordé de todo esto, esta semana que pasó, cuando por la pantalla del televisor apreció un conocido profesor de filosofía hablando, precisamente, de un famoso existencialista. Qué impresionante, qué erudición. Hizo todo el show. Citó sus libros, títulos, fechas, circunstancia, hablaba bien, lo hizo entretenido. Y, por supuesto, dijo al final lo más importante: ¿qué importa si es verdadero o falso lo que dijo? El asunto es que era una magnífica pieza literaria, el asunto es que revela bien los dramas del hombre…. Con un tono de voz que revelaba muy bien cuánto drama se hacía él al hablar. Y de repente, como terminando un capítulo de Física I, dijo “bueno!!, hemos terminado por hoy con…… Los espero la próxima vez con…….”. ¡Qué impresionante! O sea, como si nada. El filósofo existencialista en cuestión, si lo leyeras, te penetraría hasta el caracú, te haría saltar las lágrimas, podría –y esto es lo esencial- cambiar tu vida, pero el erudito profesor no lo dejó. Te lo convirtió en culturoso adorno, (no en Adorno), entretenimiento, después del cual tu vida sigue tal cual. Y esa es una imagen que la filosofía tiene: un elevado entretenimiento, si, claro, tal vez mejor que ver Rambo o Terminator. Tal vez. Porque Rambo, Terminator, etc., buscan verdaderamente entretener, distraer. Son auténticos, sinceros, el pacto de lectura está claro, y si te descuidas, tienen bastante filosofía entre líneas. Pero la filosofía no es un florero bonito para que, cual gordo culturoso, digas “qué bien que comí” y luego sigas tal cual. Si la filosofía no te toca de cerca, si no cambia tu vida, si no produce un cambio en tu concepción del mundo, si no es, como Husserl dijo, “funcionaria de la humanidad”, no es filosofía. Es una bonita colección de fechas y nombres, ante la cual te quedas igual, pero diciendo “ah…… Qué difícil….. Qué importante que debe ser esto….. Bueno, ya está, vuelvo a mi vida de siempre”. Pero entonces, ¿no es preferible que veas una buena peli de acción? Las hay, y muy buenas. O una comedia romántica. Y vuelvo a decirte: todo ello no sólo es preferible, sino muy bueno por su autenticidad. Y es falso que todas estén llenas “de sexo y violencia”. La mayoría son hermosas. Pero la filosofía que intente competir en el otro canal tiene el problema de que se borra a sí misma, rompe el pacto de lectura originario. Ningún filósofo auténtico escribió para distraerte un yatito. El filósofo es, sobre todo, alguien molesto. Puede ser perfectamente cordial, pero si filosofa, su mensaje no te dis-trae, sino que te con-trae a lo más esencial de tu existencia (perdón el lenguaje ontoteológico). Desde cierto punto de vista es bueno que los filósofos nos disfracemos de entretenedores culturales, porque si nos descubren…. Pero, cuidado, ¿hasta qué punto podemos seguir así?
Y cuidado, que no me refería a los documentales de canal a, hechos por colegas que piensan en serio sobre filósofos que pensaron en serio. Nos referimos a eruditos memoriosos que no piensan, reforzando la imagen de la filosofía como la inutilidad más lujosa. O sea, el bonito florero.
Bueno. Calma. Ya está. No quise ser tan malo. Lejos de mí juzgar o condenar a alguien. Jamás daré el nombre del memorioso que despertó mi inconsciente reprimido :-)). Y si la sociedad toda cree que somos floreros, ok, tolerémoslo con resignación. Incluso, colega, si te pagan para que seas florero, acéptalo, es más digno que otras pagas. Pero no te engañes a ti mismo ni a los demás. Cuando alguna pregunta implique mostrar que eres el cimiento del edificio, más que el adornito, no te escondas. Tal vez no te inviten más, pero podrás seguir diciendo, al día siguiente, “soy filósofo”.
domingo, 1 de marzo de 2009
HEIDEGGER SEGÚN LÖWITH
Por Coriolano Fernández
Karl Löwith conoce a Martin Heidegger hacia 1919 cuando empieza a estudiar en la Universidad de Friburgo. Tiene 23 años y Heidegger 30. Allí Heidegger es asistente de Edmund Husserl, quien ya ha publicado un gran libro, las Ideas para una Fenomenología Pura. En el mismo año escucha conferencias del sociólogo Max Weber.
Heidegger y Weber, estos dos hombres extraordinarios - evocará Löwith en 1969, o sea, cincuenta años después-, me provocaron una impresión decisiva y me dieron la medida de lo que puede ser un profesor sobresaliente. Fue la época más bella y productiva de su generación y en ese 1969, piensa Löwith, se vive todavía de tal impulso.
Hace la tesis de Habilitación en Marburgo bajo la guía de aquel asistente ahora profesor y lee las pruebas de galera de El ser y el tiempo, que aparece en 1927 y será según no pocos estudiosos la obra maestra de Heidegger.
Tras una trayectoria de docencia y publicaciones, una estadía en Sandai (Japón) y luego en Estados Unidos, Löwith retorna a su patria, Alemana, de donde ese había exiliado en 1934 y profesa en Heidelberg. Falleció en 1973.
Contamos con un libro interesante: Heidegger, pensador de un tiempo indigente (*), quizá donde mejor expone Löwith su punto de vista sobre Heidegger.
Pero no solo de Heidegger se trata, sino que hay textos sobre Soren Kierkegaard, Karl Jaspers, Franz Rosenzweig, Carl Schmitt, Edmund Husserl, Friedrich Nietzsche y Wilhelm Dilthey.
Löwith circula con solvencia en la filosofía germánica, su formidable tradición, y salvo algunas frases sobre Sartre (el Sartre existencialista), no indaga en otros importantes pensadores no alemanes del siglo XX. De prosa difícil, el libro supone en el lector el conocimiento de la filosofía heideggeriana.
¿Y qué piensa el antiguo alumno sobre su antiguo maestro? Ante todo, cuestiona a Heidegger desde Heidegger, mejor dicho, desde El ser y el tiempo y por lo tanto no se mueve en la dimensión que el propio Heidegger tanto acentuó después, esto es, la diferencia entre el ser y los entes.
Para Heidegger el acto del pensar del ser y de la espera (el ser nos “manda” pensar y nos “espera”) alumbra una suerte de advenimiento y Heiddeger lo llama la “única cuestión del pensamiento”, no de la esperanza ni de la fe, como alguien no avisado podría suponer. El destino de Occidente y de la Tierra entera dependen de la cuestión del ser.
Por cierto, El ser y el tiempo comienza y termina con la pregunta por el ser; pero, objeta Löwith, hay entre una y otra pregunta un análisis fenomenológico de la existencia humana; y si antes Heidegger veía la esencia del hombre en su existencia, después, en la Carta sobre el humanismo, esa esencia sólo se entiende a partir de la verdad del ser.
Sucedió, indica Löwith, que en la etapa posterior a El Ser y el Tiempo la fenomenología de la existencia se ha desvanecido, ya no es la idea conductora. Esta carencia y la obstinada tesis de Heidegger sobre el olvido del ser, le inspira a Löwith su aserción de que fue la de su maestro una “filosofía del ser” que desemboca en una “filosofía sin ser”.
¿Y por qué habla Löwith de filosofar en tiempos indigentes? Indigencia es carencia de medios para alimentarse, para vestirse, etc. Löwith apunta a la indigencia espiritual, que bien podría ser causa de la material. ¿Y en qué consiste la indigencia de nuestro tiempo? Löwith ve la interpretación de Holderlin realizada por Heidegger como sutil y caprichosa, pero rescata algo: según el Hölderlin de Heidegger la indigencia consiste en hallarnos en una doble carencia, por un lado el “ya no más de los dioses que han huido” y por otro lado, el “todavía no del Dios venidero”.
Hay en el trasfondo de Heidegger, propone Löwith, un motivo religioso, pero lejos de una religión determinada, más bien dirigido a quienes no quedan indiferentes ante la tesis de la “muerte de Dios” y rehúsan seguir el camino de Nietzsche.
Y agrega: acaso nada tan peculiar del preguntar heideggeriano como el final de su breve El sendero del campo, cuando el filósofo de la Selva Negra escribe: “¿Habla el alma? ¿Habla el mundo? ¿Habla Dios?”
Porque Heidegger supo desde el inicio que su proyecto filosófico no estaba destinado a crear una escuela ni a ser continuado ni completado. Sólo él podía llevarlo a cabo y la tarea tenía la impronta del caminante solitario.
Coriolano Fernández
La Gaceta Literaria,Tucumán.2007
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* Bernd Lutz, el compilador, eligió Heidegger, pensador de un tiempo indigente, que es el trabajo central, para dar título a todo el volumen, pero como incluyó otros textos puso un subtítulo: Sobre la posición de la filosofía en el siglo XX.
Edición del Fondo de Cultura Económica de Argentina, trad. de Román Setton, Buenos Aires, 2006. La edición alemana es de 1984.
Karl Löwith conoce a Martin Heidegger hacia 1919 cuando empieza a estudiar en la Universidad de Friburgo. Tiene 23 años y Heidegger 30. Allí Heidegger es asistente de Edmund Husserl, quien ya ha publicado un gran libro, las Ideas para una Fenomenología Pura. En el mismo año escucha conferencias del sociólogo Max Weber.
Heidegger y Weber, estos dos hombres extraordinarios - evocará Löwith en 1969, o sea, cincuenta años después-, me provocaron una impresión decisiva y me dieron la medida de lo que puede ser un profesor sobresaliente. Fue la época más bella y productiva de su generación y en ese 1969, piensa Löwith, se vive todavía de tal impulso.
Hace la tesis de Habilitación en Marburgo bajo la guía de aquel asistente ahora profesor y lee las pruebas de galera de El ser y el tiempo, que aparece en 1927 y será según no pocos estudiosos la obra maestra de Heidegger.
Tras una trayectoria de docencia y publicaciones, una estadía en Sandai (Japón) y luego en Estados Unidos, Löwith retorna a su patria, Alemana, de donde ese había exiliado en 1934 y profesa en Heidelberg. Falleció en 1973.
Contamos con un libro interesante: Heidegger, pensador de un tiempo indigente (*), quizá donde mejor expone Löwith su punto de vista sobre Heidegger.
Pero no solo de Heidegger se trata, sino que hay textos sobre Soren Kierkegaard, Karl Jaspers, Franz Rosenzweig, Carl Schmitt, Edmund Husserl, Friedrich Nietzsche y Wilhelm Dilthey.
Löwith circula con solvencia en la filosofía germánica, su formidable tradición, y salvo algunas frases sobre Sartre (el Sartre existencialista), no indaga en otros importantes pensadores no alemanes del siglo XX. De prosa difícil, el libro supone en el lector el conocimiento de la filosofía heideggeriana.
¿Y qué piensa el antiguo alumno sobre su antiguo maestro? Ante todo, cuestiona a Heidegger desde Heidegger, mejor dicho, desde El ser y el tiempo y por lo tanto no se mueve en la dimensión que el propio Heidegger tanto acentuó después, esto es, la diferencia entre el ser y los entes.
Para Heidegger el acto del pensar del ser y de la espera (el ser nos “manda” pensar y nos “espera”) alumbra una suerte de advenimiento y Heiddeger lo llama la “única cuestión del pensamiento”, no de la esperanza ni de la fe, como alguien no avisado podría suponer. El destino de Occidente y de la Tierra entera dependen de la cuestión del ser.
Por cierto, El ser y el tiempo comienza y termina con la pregunta por el ser; pero, objeta Löwith, hay entre una y otra pregunta un análisis fenomenológico de la existencia humana; y si antes Heidegger veía la esencia del hombre en su existencia, después, en la Carta sobre el humanismo, esa esencia sólo se entiende a partir de la verdad del ser.
Sucedió, indica Löwith, que en la etapa posterior a El Ser y el Tiempo la fenomenología de la existencia se ha desvanecido, ya no es la idea conductora. Esta carencia y la obstinada tesis de Heidegger sobre el olvido del ser, le inspira a Löwith su aserción de que fue la de su maestro una “filosofía del ser” que desemboca en una “filosofía sin ser”.
¿Y por qué habla Löwith de filosofar en tiempos indigentes? Indigencia es carencia de medios para alimentarse, para vestirse, etc. Löwith apunta a la indigencia espiritual, que bien podría ser causa de la material. ¿Y en qué consiste la indigencia de nuestro tiempo? Löwith ve la interpretación de Holderlin realizada por Heidegger como sutil y caprichosa, pero rescata algo: según el Hölderlin de Heidegger la indigencia consiste en hallarnos en una doble carencia, por un lado el “ya no más de los dioses que han huido” y por otro lado, el “todavía no del Dios venidero”.
Hay en el trasfondo de Heidegger, propone Löwith, un motivo religioso, pero lejos de una religión determinada, más bien dirigido a quienes no quedan indiferentes ante la tesis de la “muerte de Dios” y rehúsan seguir el camino de Nietzsche.
Y agrega: acaso nada tan peculiar del preguntar heideggeriano como el final de su breve El sendero del campo, cuando el filósofo de la Selva Negra escribe: “¿Habla el alma? ¿Habla el mundo? ¿Habla Dios?”
Porque Heidegger supo desde el inicio que su proyecto filosófico no estaba destinado a crear una escuela ni a ser continuado ni completado. Sólo él podía llevarlo a cabo y la tarea tenía la impronta del caminante solitario.
Coriolano Fernández
La Gaceta Literaria,Tucumán.2007
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* Bernd Lutz, el compilador, eligió Heidegger, pensador de un tiempo indigente, que es el trabajo central, para dar título a todo el volumen, pero como incluyó otros textos puso un subtítulo: Sobre la posición de la filosofía en el siglo XX.
Edición del Fondo de Cultura Económica de Argentina, trad. de Román Setton, Buenos Aires, 2006. La edición alemana es de 1984.