“Fringe” fue una serie “de culto”, estrenada en los EEUU en el 2009
y finalizada en el 2013. Contrariamente a otras series excelentes y harto
conocidas, esta fue excelente, pero no gozó de popularidad. Gozó, sí, de un
público “especializado”, suficiente como para que la serie pasara a ser una de
las mejores de ciencia ficción del nuevo siglo.
El género es,
efectivamente, ciencia ficción. Los guionistas llevan al límite las
posibilidades teóricas y tecnológicas de toda la relatividad, física cuántica y
cosmología actual, y un mínimo conocimiento de dichas cuestiones es necesario
para entender algunas cuestiones básicas de la trama. A la luz de la filosofía
de la ciencia de Popper y Feyerabend, la buena ciencia ficción siempre es más
ciencia que ficción: es teoría no suficientemente completada cuya
sistematización está a la vuelta de la esquina. Teletransportación, viajes en
el tiempo, universos paralelos y líneas temporales son sólo algunas de las
cuestiones “límite” (justamente, uno de los significados de “fringe”) que los guionistas fundamentan
en la ciencia actual y no en ningún deus
ex maquina argumentativo. Se podría escribir toda otra entrada sobre la
Física en Fringe pero no estoy a la
altura. Sólo me permito disentir humildemente con la explicación del universo
paralelo, que en Física Cuántica se presenta como una de las tantas salidas al
famoso gato de Schoeridnger. Los guionistas lo presentan como el resultado de una línea
de tiempo diferente, como en Volver al
Futuro: sencillamente creo que no es lo mismo pero, como dije, dejo el tema
a los especialistas.
Pero, ¿de qué se trata Fringe? ¿Cuál es la principal story? El lector tiene suficientes
páginas para averiguarlo (por ejemplo http://es.wikipedia.org/wiki/Fringe ) pero ninguna de
ellas podrá siquiera hacerle vislumbrar la riqueza de las cinco temporadas
completas. Yo podría intentar resumir el eje central de cada una de las temporadas,
pero sería inútil. Se puede mostrar en un mapa la línea que va de Philadelphia
a New York, pero el viaje hay que hacerlo. Las reflexiones que siguen intentan
mostrar aspectos filosóficos del viaje tanto a los que no lo hicieron, como
incentivo a que lo hagan, como a los que ya lo hicieron, para que lo sigan
haciendo.
Creo que Fringe, en realidad, es una historia de amor, pero decirlo así
puede confundir: no es una típica historia de amor romántico, contra las
cuales, por lo demás, nada tengo. Esta es una historia de amores diversos y
profundos entre sus principales personajes: de padre a hijo, de hombre a mujer,
de padres a hijos, de amigos leales y fieles, de nieta a abuelo, etc., y de las
decisiones y dramas intensos que esos amores exigen. En medio de todo ello,
temas como el libre albedrío, la ética, la existencia de Dios, determinismo o
indeterminismo, la esencia de lo humano, etc., brillan por su presencia.
Si el lector me preguntara dónde se
puede encontrar una clave interpretativa para la story de la serie, yo me jugaría por el capítulo “Peter”, de la
segunda temporada.
Walter Bishop había sido en su
momento un brillante y audaz científico
que junto con un colega, William Bell –protagonizado por un Leonard Nimoy que
le da perfecta representación al personaje- que en los 80 habían estado en la
frontera de los experimentos bio-tecnológicos y tecno-científicos; entre ellos,
experimentos con niños y niñas –éticamente en el límite, también- una de las
cuales resulta ser luego Olivia Dunham, uno de los personajes centrales de la
serie.
Walter había logrado fabricar un
dispositivo por el cual lograr un cierto “testeo empírico” de una de las
teorías más audaces de la Física Cuántica: los universos paralelos. Con una
especie de pantalla cuántica, podía observar, aunque no interactuar con, un
universo paralelo al nuestro, donde cada uno de nosotros tenía su “doble” pero
que habiendo tomado decisiones diferentes producían ciertos cambios de
situación. Walter tiene un hijo, Peter, con una enfermedad terminal cuya cura
estaba tratando de encontrar, y se da cuenta de que su Walternativo, en el otro
universo, también. Walter observa a través de su pantalla a su otro yo buscando
lo mismo en su laboratorio, hasta que un día sucede algo crucial para todas las
temporadas de la serie. Un observador entra en juego y cambia toda la
situación.
Los observadores eran fruto de una
evolución humana que se había dado miles de años después. Casi como los
vulcanos, pero sin el límite moral de estos últimos, estos humanos del futuro
habían sacrificado toda emoción en pos del desarrollo total del intelecto. Casi
como los guardianes de la famosa Equilibrium
(otra película de culto de ciencia ficción) toda manifestación de cualquier
emoción humana ya era extraña para ellos. Habían aprendido a viajar en el
tiempo y por ende enviaban a “observadores” a diversas épocas pasadas, a
observar y registrar eventos pero sin interferir. Doce de ellos habían sido
enviados a registrar nuestra época, y tenían como nombre cada uno de los meses
del año.
Pero, claro, ¿se puede observar sin
interferir? Uno de ellos, Septiembre,
se introduce en el laboratorio de
Walternativo, el doble de Walter, mientras estaba tratando de encontrar la cura
para su hijo Peter. Por la llegada de Septiembre, Walternativo se distrae y no
se da cuenta de que el color de la composición química indicaba que la droga
correcta había sido por fin sintetizada. Al no darse cuenta, no la estabiliza y
los elementos se descomponen de vuelta. Walternativo sigue pensando que no
descubrió la cura.
Para entonces, el Peter de nuestro
universo ya había muerto. Pero Walter, devastado, observa que su Walternativo
había logrado sintetizar la droga y entonces se le ocurre algo que cambiaría su
vida para siempre y que da la clave de toda la serie: cruzar al otro universo.
Cruzar al otro universo era casi
imposible. “Casi”, porque utilizando una enorme cantidad de energía podría
hacerse, con el enorme riesgo de debilitar la línea entre los dos universos,
colocándolos en el límite de las leyes físicas conocidas y haciendo colapsar
(NO en términos cuánticos) uno, el otro o los dos.
Aquí está uno de los elementos
filosóficos más interesantes de la serie.
El Walter de los 80 es muy
diferente al que aparece casi 20 años después. Era un Walter que pensaba que lo
podía todo y que la ciencia podía todo, sin límites. Una de sus asistentes,
creyente y con tres doctorados en Física Teórica (fíjense qué interesante:
razón y fe, unidas) le advierte: hay límites que el hombre no puede cruzar.
Walter le reprocha sus creencias religiosas y le responde, desafiante: no hay
lugar para dos dioses aquí, y en este laboratorio, yo soy Dios. “Seréis como
dioses”: la tentación original de la tradición judeo-cristiana. Y análogamente
al Génesis, Walter come del fruto prohibido y es expulsado del paraíso. O sea,
cruza al otro universo, con todos los riesgos, a pesar de todas las
advertencias de su ayudante y de Nina Sharp, quien era el amor de William Bell.
Nina funciona en ese momento como una anti-Eva: tal era su desesperación para
que Walter no cruzara, que se arroja para impedir que lo hiciera, pero se
arroja al túnel cuántico que horadó el límite entre los dos universos y, al
cerrarse, corta el brazo de Nina de modo irreparable.
Pero Walter ya había cruzado.
Haciéndose pasar por Walternativo, decide traer al niño (Peter) a su universo,
ya que la droga se había perdido en el cruce. Al intentar cruzar de vuelta, se
hunden en un lago helado, pero Septiembre interviene una vez más y los salva.
Al rescatarlos, le dice a Walter: “the
boy is important”. Walter regresa y logra curar a Peter, pero las
consecuencias de ese pecado original comienzan a manifestarse. En el universo
alternativo, y sin que Walter lo sepa, las leyes físicas comienzan a colapsar
lenta pero permanentemente, poniendo en peligro su sola existencia, y
Walternativo, consumido por ira de su hijo “secuestrado”, ve a nuestro universo
como el enemigo que hay que destruir. Mientras tanto, de nuestro lado, Peter va
creciendo con dudas sobre su propia identidad, que su “no madre” logra
emparchar con una mentira permanente que la desestabiliza hasta el suicidio.
Walter también se desestabiliza psíquicamente hasta tal punto que, cual
arquetípico científico loco, termina internado en un hospital psiquiátrico.
Peter, que hereda la inteligencia excepcional de su padre biológico, estudia
algo de ingeniería en el MIT pero luego comienza una vida errante. La serie, en
su primer temporada, comienza precisamente en ese punto. Olivia Dunham, la
heroína principal de la serie, es una agente de FBI que es contratada por el
Coronel Broyles para constituir una división especial, llamada precisamente
Fringe, que responde directamente a la Casa Blanca para estudiar una serie de
fenómenos extraños que, sin saberlo casi nadie, respondían a un plan de ataque
de Walternativo pero también a las locuras de un personaje aún más oscuro e
intrigante, el ya citado William Bell. Para resolver esos casos, Olivia decide
sacar a Walter del hospital pero para ello necesitaba el permiso de su hijo
Peter. Nadie sabía en ese momento que Peter no era realmente hijo de Walter,
excepto por supuesto Walter que cual padre adoptivo lo amaba como su propio
hijo.
El amor de Walter a Peter y,
lentamente, viceversa, es profundo, entrañable, conmovedor. Pero a la vez,
atravesado por un conflicto permanente: Walter sabe que hizo mal en “salvar a
Peter” (al Peter que no era “suyo”) pero a la vez lo ama sin límites (¿por eso
“cruzó el límite”?) y no quiere perderlo de vuelta. Para entonces, Walter ya
había cambiado. El otrora hierático, orgulloso, marcial e invencible Walter, se
había convertido, luego de 17 años internado, en un viejito dulce,
psíquicamente inestable, medio en el borde, excéntrico, que tenía que ser
cuidado permanentemente pero que al vez mantenía sus conocimientos y su
genialidad originaria. Peter, manteniendo siempre la duda original sobre sí
mismo, le dice Walter, no “dad”, pero lentamente es vencido por el amor de su
padre adoptivo (una adopción no recíproca), porque Peter, aunque errante y
lejano, es noble, brillante, fiel, el héroe destinado a ser el príncipe de la
serie……….. Y de Olivia.
Walter es cuidado y ayudado
permanentemente por la agente Astrid Farnsworth, una afroamericana joven, con
dos enormes ojos llenos de bondad, que toma a Walter como su abuelo, al cual
aprende a interpretar como una compleja partitura comprendida hasta la médula.
Entiende sus locuras, sus excentricidades, su fragilidad, y Walter se deja
cuidar y comienza a querer a Astrid como una nieta regalada del cielo. Un
detalle muy importante de este amor, también profundo, es que Walter se
confunde todo el tiempo de nombre: la llama Astro, Astrolina, etc., a lo cual
Astrid responde sin corregirlo, con bondad, comprensión y una sonrisa: eso es
clave, porque Astrid sabe que Walter sabe quién es ella, detalle no
precisamente menor. El amor va al centro de le persona, no se confunde de
individuo; el amor no es esencialista, no es a la humanidad, es a este o aquel.
La terrible duda que tenemos cuando alguien se confunde nuestro nombre es
“¿sabrá quién soy?”, porque el nombre designa a lo más individual de lo más
individual. Que Astrid pase por alto esta confusión es indicativo del campo
electromagnético afectivo que los hace uno permanentemente.
Otro amor profundo, esta vez de
amistad, es entre Broyles (Phillip) y Olivia. Broyles es el típico militar
hierático, espartano, leal, firme, incorruptible. Nunca ríe, siempre serio, no
se le mueve un músculo. Olivia es fiel, obediente, pero en cierto sentido
incontrolable: ello parece una contradicción pero no, en la línea de mando
Olivia es el subordinado que sabe salirse de los permisos cuando es necesario y
aprendes a confiar en él o revientas. Ese es el caso, y Broyles lo sabe. Sin
decirlo, sin sonreír, sin abrazar, Broyles apoya a Olivia permanentemente,
siempre, sin condiciones; la lealtad y la fidelidad es mutua. Sólo en la quinta
temporada, luego de mil peripecias, Broyle se permite abrazar a Olivia,
sonriendo, como símbolo de esa amistad que había sobrevivido a los universos
múltiples, las líneas temporales, las teletransportaciones y a los clásicos
malos muy malos.
Por supuesto, el amor romántico de
la serie es el de Peter y Olivia (que en el universo paralelo corresponde a Lincoln Lee y Altivia). Es el clásico amor ideal de la literatura,
inquebrantable, ilimitado, fecundo. Peter y Olivia son verdaderamente una sola
carne. Pero, cuidado, los guionistas se cuidan de ponerles pruebas, (¿Cómo Dios
a nosotros?) para que no parezcan como el amor de Amy Adams a su príncipe en la
película Encantada :-).
Podríamos relatar estas peripecias,
pero no viene al caso. Lo que estamos diciendo es sólo a efectos de destacar
los puntos filosóficos que nos interesan. Y vamos ahora a uno de los centrales.
Una misteriosa máquina, al parecer
fabricada por una tecnológica civilización antigua ya perdida (resabios de la
Atlántida) es trabajosamente enviada por..... (¿Who? :-) ) a nuestro propio universo
para destruirlo. Todo esto es clave en la tercer temporada, donde entran en
juego todos los personajes dobles del universo paralelo (hay otra Olivia, otro
Broyles, etc: el único que no tiene doble es, por supuesto, Peter). Pero de
nuestro lado, Walter y Peter deciden “encender” la “máquina de la muerte” para
ver y entender sus efectos, con gran riesgo para Peter quien tenía que ponerse
casi “en” la máquina para encenderla. Lo hacen, y el capítulo siguiente muestra
a Peter en una línea de tiempo donde el “encendido” de la máquina había
destruido totalmente al universo alternativo, con un Walternativo que había
sobrevivido y lleno de furia está dispuesto a la más cruel venganza, a tal
punto de asesinar a Olivia. En el funeral, en el momento de máximo dolor, Peter
logra, psíquicamente, volver a la línea de tiempo original, pero con la memoria
de lo sucedido. Entonces NO enciende la máquina, sino que la usa para crear un
puente, esta vez no destructivo, entre los dos universos, y convence a ambos
mundos de colaborar juntos en el mantenimiento y reparación de los dos
universos.
Pero, cuando lo está haciendo, los
observadores entran en juego nuevamente. Septiembre, a quien siempre se le
había reclamado haber intervenido en la línea de tiempo original (donde el
Peter alternativo habría muerto y por ende no hubiera habido ningún Peter) dice
“cumplió su objetivo”, y entonces………… Peter desaparece. Eso quiere decir: todo
vuelve a esa línea de tiempo original, y ambos universos se encuentran
colaborando juntos, pero ya nadie recuerda a Peter, porque Peter había muerto
de niño. Aparece toda otra línea de tiempo, donde Peter no existe y por ende
tampoco ninguna de las consecuencias de su existencia. Los guionistas tienen
sumo cuidado en mantener toda esta lógica pero por supuesto no es fácil.
Así arranca la cuarta temporada,
con una línea de tiempo donde Peter no existió. Una de las consecuencias
principales es que Olivia no recuerda a Peter. No es que no pueda recordarlo,
porque no se olvidó, sencillamente Peter murió a sus 8 años. Luego Olivia no
conoció a ningún Peter. Estaba sola.
Pero Peter reaparece de vuelta.
Al principio, el pobre Peter
enfrenta una terrible situación. El se acuerda de todos, pero nadie se acuerda
de él. Peter se da cuenta de que él pertenece a otra línea de tiempo y hace
todo lo posible por volver. Pide ayuda a Walter, quien se niega, al principio:
le es emocionalmente imposible admitir la existencia de su hijo no muerto,
crecido y luego perderlo de vuelta. Y Olivia lo trata con amistad pero en ppio.
sólo le desea suerte en su “vuelta a su línea cronológica”.
Pero entonces sucede algo más.
Olivia comienza a recordar. Comienza a revivir en su memoria todos los
episodios de la línea de tiempo anterior, y por ende revive su amor por Peter.
Pero, al ppio., esto es tratado
como otra de las anomalías de Olivia, frecuentes por su tratamiento con
cortexiphan cuando niña, y Peter también está convencido de ello. Tan convencido
está que, resignándose a ser un paria temporal, imposibilitado de volver a su
propia línea, trata de alejarse de todo y de todos. Pero le es imposible no
volver a ayudar a sus amigos, a su padre y a su amada. Y en una de las tantas
peripecias de la lucha contra los fringe-problems,
Peter tiene una apasionante conversación con Septiembre, que puede moverse en
todos los tiempos y en todos los universos. Desesperadamente, le pregunta cómo
volver, qué hacer. Pero Septiembre lo mira con profundo afecto y le dice: estás
en tu hogar, has estado en tu hogar todo el tiempo. Y “esta” Olivia es tu Olivia.
Esto es uno de los temas más
fascinantes de toda la serie. En principio, todo lo extraño que sucede tiene
una explicación científica, esto es, una explicación que rodea de algún modo
nuestras hipótesis científicas más audaces.
Pero esto, en principio, no tiene
explicación “científica”. Teológicamente, los infinitos mundos corresponden a
lo que Santo Tomás llama ciencia de simple inteligencia en Dios: Dios ve los
infinitos mundos que él puede crear y no crea. Si, Dios puede (de Dios hay que
hablar en presente, para no introducirlo en el tiempo) crear un mundo donde
decida no crear a Gabriel, y ustedes no estarían leyendo esto y etc etc etc
(repasen al respecto Qué bello es vivir,
de Kapra), pero una vez que Dios me crea, no me elimina, porque Dios quiere que
plenitud (estar con El) se cumpla. Alguno podría preguntarse qué sucedería si
Dios decidiera hacer que alguno de nosotros no hubiera existido: ¿en dónde
quedaríamos “flotando”? En ningún lugar, porque Dios no confunde lo que podría
haber sido con lo que por voluntad de él “es”.
Por lo tanto no hay posibilidad,
desde la Teología, que Peter reaparezca re-creando de vuelta toda otra línea de
tiempo. Tampoco desde nuestras hipótesis científicas más audaces, al menos hoy.
Peter no provenía de ningún otro
universo alternativo, ni de un entrelazamiento cuántico, ni de un big bang con
condiciones iniciales diferentes.
Por ello, Septiembre sigue diciendo
a Peter: “NO hay explicación científica”……… “Sólo lo que ustedes (y de lo cual
Septiempre se ha “contagiado”) llaman amor”.
El lector se preguntará, ¿y qué con
eso? ¿Acaso puede ser real que el amor entre Peter y Olivia re-cree a Peter y a
la Olivia de la línea de tiempo anterior?
No, tal vez no, pero lo importante
de las “stories” NO es lo “fáctico”
(qué imposible palabra esa :-)) sino lo simbólico.
Y el asunto es que el amor da vida.
Ese es el símbolo. En todo el paradigma judeo-cristiano, el existir de las
cosas está relacionado con el amor: existir es ser creado, es ser puesto en el
ser por Dios, y Dios crea, a su vez, porque ama, porque quiere que las
creaturas participen, cada una a su modo, de su bondad. En nuestras vidas, amor
e intelecto dan vida: el amor a nuestros proyectos los pone en existencia; el
amor a nuestros amigos y familia crea mundos que de lo contrario no hubieran
existido, y el amor entre hombre y mujer crea niños, que a su vez son amados, y
porque son amados pueden amar después.
La re-creación de Peter en la
cuarta temporada es un himno a lo más sublime del amor. Tanto se amaron Peter y
Olivia que se pusieron de vuelta en la existencia. Es simbólico, si, y esa es
la clave, porque la verdad de las stories,
como en cualquier obra de ficción, no está en lo fático, sino en el símbolo. No
importa si la tragedia de Edipo Rey sucedió, lo que importa es lo simbolizado
por ella. No importa si el Sr. Spock existe, lo importante es lo que simboliza,
y así sucesivamente, en el infinito despliegue de toda los mitos, la literatura
y el cine, los infinitos mundos fruto de nuestro intelecto, creador por
naturaleza, mundos cuya realidad es que con ellos, a través de la
interpretación simbólica, pasamos a lo más profundo de lo más profundo de lo
humano.
Lo más profundo de lo humano se
revela también en la quinta y última temporada. Allí los observadores habían
decidido invadir a nuestra época en el 2015, creando la típica situación de
invasores, colaboracionistas y resistencia. En ese año (el nuestro :-)) el equipo de Fringe
se pudo ocultar en “ambar” una sustancia que los mantiene escondidos y en
estasis hasta que en el 2036 logran salir (sin haber envejecido) gracias a la
ayuda de la hija de Peter y Olivia, Etta, que para entonces se había convertido
en una joven líder de la resistencia.
Aquí aparecen varios elementos
filosóficamente importantes. Walter no puede recordar, pero él y “alguien más”
habían pensado en el 2015 un plan para derrotar a los observadores. En ese plan,
un niño observador –que ya había aparecido anteriormente, quedando en un
misterio- jugaba un papel esencial.
El niño era una “anomalía”. En el
año 2167 los humanos habían comenzado a trazar el plan evolutivo que iba a
tratar de eliminar todo factor emocional dejando paso a un cerebro totalmente
racional, que finalmente había dado resultado, teniendo por efecto la
transformación de los humanos en los “observadores” tras miles de años de
evolución. Ellos se reproducían genéticamente, sin amor entre hombre y mujer,
obviamente; pero en esos fríos procesos reproductivos, una “anomalía” había
surgido: un observador que ya, siendo niño, había revelado tener aún más
capacidad intelectual que los demás “pero”, al mismo tiempo, empatía, emociones
y bondad, a un nivel proporcional a su intelecto. Para los observadores adultos
ello era una “anomalía”. El material genético utilizado era el de Septiembre,
quien decide traer a “su” niño a esta época, confesándole a Walter que, al
“observarlo” en su amor sin medida a Peter, había aprendido a ser padre (el
“observador” se contagia del objeto :-) ).
Pero Septiembre, en el 2015, por
colaborar con nosotros, los humanos aún sentientes :-), había sido
“castigado” por los demás observadores volviéndolo a la condición de humano
normal. Logra antes esconder al niño con una pareja humana y se consuela a una
existencia sin esperanza atrapado en nuestra época, oculto bajo el nombre de
Donald. Cuando Walter y los demás logran encontrar a Septiembre (el “alguien
más” con el cual Walter había concebido el plan contra los observadores), este
se alegra porque al verlos, revive la esperanza de que el plan tenga éxito. Se
alegra de ver, además, a su hijo de vuelta, se alegra de verlos a todos con
vida (excepto Etta) y les revela el plan: el plan es que, a través de un
agujero negro, el niño iba a ser devuelto al año 2167 para que los científicos
de entonces vieran que el ser humano podía evolucionar sin cortar por ello sus
emociones y, entonces, frenaran el experimento planeado, que iba a dar lugar a
los observadores. Estos por ende no existirían, luego, no invadirían y por ende
todo retornaría ipso facto a la línea
de tiempo del 2015; Etta recobraría vida como niña y todo recomenzaría de
vuelta “terminando” la serie allí. Pero hay algo que Septiembre recuerda sólo a
Walter: que él se había ofrecido a llevar al niño al 2167 para explicar su
propósito, y, mediante ese sacrificio (porque entonces Walter desaparecería
para siempre en el 2167) “redimirse” de haber “cruzado el límite” cuando quiso
salvar a Peter y al mismo tiempo haber causado tanto daño colateral.
La analogía mesiánica,
cristológica, es clarísima. Aparece un niño salvador (por eso “the boy is important”), un niño lleno de
bondad y empatía que es la esperanza de la humanidad. Pero, a diferencia del
Cristo histórico, esta vez no es El quien asume el sacrificio, sino Walter. Sin
embargo, la analogía queda: para la redención del pecado original, es necesario
un sacrificio, y el que se crucifica a sí mismo es Walter, “redimiendo” en ello
su propio pecado y salvando así a la humanidad.
El diálogo de Walter con su
conciencia y con Dios es permanente a lo largo de toda la serie. El Walter de
los 80 cae en la tentación de ser como Dios; el Walter posterior a su
internación de 17 años, es consumido permanentemente por la culpa de ese pecado
originario y clama siempre por una señal de redención, de perdón, con un dios
que aparece en su mente oscilante entre castigador o bondadoso, existente o
hipotético. Finalmente Walter es perdonado: Septiembre le dice que él llevaría
al niño al futuro. Pero Septiembre es asesinado antes por el temible Cap. Windmark
(el observador jefe local) y entonces Walter toma de la mano al niño y
atraviesa el agujero negro, mirando a Peter, y diciéndose ambos, no adiós, sino
“I love you Peter”; “I love you dad….”.
Otro elemento importante es el
reiterado papel que las “anomalías” juegan en las hipótesis futuristas
totalitarias, comenzando por 1984. Allí también la resistencia comienza por el
“individuo” que es tal porque salió genéticamente “mal”. El símbolo es claro:
para todo totalitarismo, “la” anomalía es
el individuo. El diferente, el que tiene rostro propio, ideas propias,
proyectos propios. Ese es el enemigo
para el totalitarismo. El que ama, porque todo amor se dirige al individuo que
hace salir de la masa (Freud). Podríamos seguir dando varios ejemplos de la
literatura y el cine; uno de los más elaborados es el de La Rosa Púrpura de El Cairo, de Woody Allen, donde un individuo
real entra a una película donde todo es determinado, sin libertad, y su entrada
“rompe los esquemas”, corta el plan, crea el libre albedrío, que es
correspondiente con la realidad humana; el símbolo más logrado de Woody Allen
es un individuo “ficticio” que toca a
uno real y entonces……… Grita y se
desmaya….
Pero además está presente aquí la
dicotomía entre razón y emoción. Muy presente, también, en toda la ciencia
ficción, comenzando por el famoso Spock,
seguido por Data y Tubok, y la temible sociedad futura
totalitaria donde las emociones eran mercado negro, de la ya nombrada Equilibrium. Es además un lugar común de
toda la cultura occidental post-kantiana, donde la razón se reduce a cálculo y
lo emocional queda sin fundamento intelectual, cosa que asumen los diversos
existencialismos, excepto el mundo vital de Husserl o la razón vital de Ortega.
Esto es, los occidentales están convencidos –y esto afecta también a su
filosofía de las ciencias y a su filosofía de la economía- de que la razón es
cálculo, o la sola razón instrumental categorizada por M. Weber. A veces ello
deriva en una razón instrumental totalitaria, denunciada por la Escuela de
Frankfurt, y que corresponde a los observadores, o se sublima en un ideal moral
entre estoico y kantiano, donde el inmutable Sr. Spock simboliza esa racionalidad moralmente incorruptible y
emocionalmente insensible, con el precio –muy interesante esto- de que en la
mitología vulcana las emociones no quedaron encauzadas, integradas, sino
tapadas por toneladas de super-yo estoico.
La serie incurre, obviamente, en la
misma dicotomía. Entonces debemos marcar de vuelta que la dicotomía es de alta
alcurnia, porque hereda al estoicismo y a Kant, totalmente comprensible pero no
por ello verdadera.
Santo Tomás fue inmune a esa
tentación. En su dinámica de las pasiones, estas corresponden al desarrollo del
intelecto. El intelecto no es una persona, sino una potencia, una cualidad, que
corresponde a una persona, sea divina, angélica o humana (y aplíquese hoy a una
persona robótica o extraterrestre). Y la persona es creatura, que como todo
ente creado, tiende al bien, que corresponde a lo conforme con su propia
naturaleza. Todo ser humano, por ende, tiende a lo que es bueno para su propia
naturaleza, y cuando no, aún el mal no se quiere directamente, sino
indirectamente “bajo razón de bien”. Por ende, todo ser humano tiene “amor”
hacia aquello que es conforme con su naturaleza, u “odia” aquello contrario a
su propio bien. Deseamos el bien que está ausente y gozamos el bien presente.
Tenemos aversión al mal ausente y dolor por el mal presente. Ante un bien
difícil de alcanzar, si es posible tenemos esperanza; si no, desesperanza;
frente a los males sentimos también temor (de que llegue), o audacia si
luchamos contra él………… Y así sucesivamente, entrando en juego la envidia, los
celos, o la paciencia y la misericordia como dinámicas distintas frente a los
males y bienes “del otro”. Y así sucesivamente……………. Esto es Sto. Tomás 101.
Será 101 pero no sólo muestra lo
olvidados que estamos de algunos clásicos (porque esto ya estaba también en Aristóteles)
sino también que es imposible que la racionalidad NO sea “emocional”. Una
persona (si es persona es racional) siempre quiere
algo; ese “querer” inicia necesariamente toda la dinámica de las pasiones que
hoy llamamos emociones. El temible cap. Windmark,
el observador “malo muy malo”
es un buen ejemplo. El quiere intensamente
el triunfo de ellos, los observadores, y por eso odia con toda su fuerza al equipo de Fringe. Es clarísimo cuando le
“confiesa” a Broyles: con ustedes siento
lo que ustedes llaman “odio” y antes había confesado a su superior que “deseaba
intensamente” la desaparición del equipo de Fringe (a lo cual su superior lo
dice “what´s wrong with you”). Pero
es que no podía ser de otro modo: ¿cómo una persona (racional) no iba a tener un
objetivo, algo que “quiera, desee”? La famosa inteligencia emocional no es más
que poner nuevas palabras al redescubrimiento de América. Por lo tanto el niño
observador “bueno” no es bueno porque
tenga empatía: tiene empatía porque es bueno, (entendiéndose en
ese caso por “empatía” la caridad del buen samaritano); porque había
logrado superar el egoísmo, que siempre está relacionado con el odio y la
envidia (Caín) para evolucionar hacia la preocupación por el otro en tanto
otro, el amor recto hacia el otro, el querer el bien del otro; “evolución” que
en Cristianismo no es biológica o natural sino que es el paso del pecado a la
Gracia de Dios.
La misma pelota queda picando en el
famoso final de Star Trek II, La ira
de Kahn, ahora reeditado en la Star Trek
de 2013. Spock, el supuestamente “impasible” da la vida por la nave y por su
amigo Kirk, el cual dice, en su supuesto funeral (porque Spock es yerba buena
pero nunca muere J), “nunca he conocido nadie más…. humano”. Da la
vida porque quiere dar la vida; quiere
dar la vida porque ama, rectamente, a
sus amigos, a su capitán, a su
misión.
Las pasiones, por ende,
contrariamente a lo que decían los estoicos, no son malas en sí mismas, no son
algo de lo que haya que “librarse”, para ser más humano; al contrario, deben
ser integradas, encaminadas, sublimadas, hacia su recto fin. “Deben” ser porque
si no, no es que queden sueltas, sino que entran en la dinámica del odio. Claro
que es muy común “amar” a alguien en el sentido de que lo usamos como algo a
nuestro servicio, que cuando deja de serlo, o lo olvidamos o lo odiamos; pero
en ese sentido, un gran progreso en la filosofía contemporánea (especialmente
con Husserl, Stein, Buber, Levinas, Gadamer, Habermas) es destacar que el recto
amor es al otro “en tanto otro”, esto es, respetando su dignidad, no usándolo
como un mero instrumento. Incluso la castidad, entendida como mera abstinencia
de sexo, puede ser compatible con la manipulación intelectual del otro, y mucho
peor porque el supuestamente casto se cree “bueno” por ello y no se da cuenta
de que se ha convertido en un monstruo frío y calculador. Digo “supuestamente”
porque la castidad auténtica, en cualquier estado de vida,
necesariamente está inscripta en el amor auténtico y en la consiguiente humildad.
Pero hablando de humanidad, de
racionalidad y de pasiones…………. Queda uno de los temas más delicados.
En la quinta temporada, más que en
las otras cuatro, hay que “luchar contra los malos”. Pero en este caso pasa
algo especial. Peter, consumido por el dolor ante el asesinato de su hija, arde
en deseos de venganza. Y descubre cómo podría “convertirse” en un observador.
Ellos tenían un artefacto electrónico abajo del encéfalo que les permitía, tal
como prevee el “trans-humanismo” habilidades físicas especiales y control del
espacio-tiempo. Enceguecido por el odio, Peter logra sacárselo a uno de ellos
(asesinándolo….) y se lo coloca a él mismo. Comienza pues su transformación
hacia esas habilidades específicas, siempre con objetivos buenos, pero perdiendo
paulatinamente sus emociones. Y decidido a emplear cualquier medio. Ya Olivia
había tenido que tolerar que Etta torturara a uno de los colaboracionistas….
Peter trata de ocultarlo, pero
Olivia se da cuenta de que algo le pasa. Walter, mientras tanto, casi intuitivamente,
la da a Olivia una cinta de VHS sobre su hija, ya asesinada, y la convence de
que lo vea, y que sufra, si, que llore, porque eso es lo que nos mantiene
humanos. ESA es la razón que da Walter a Olivia: no pierdas tu humanidad, esto
es, no pierdas esa racionalidad que necesariamente siente, pero con
misericordia. Porque el colaboracionista torturado por Etta, a punto de ser
asesinado por ella, le dice: vi en tu madre…. “pena”, o más bien, traducimos
nosotros, “piedad”. Y Etta detiene su mano, cual movida por el ángel bueno. La
piedad, la compasión, era una de las características más esenciales de Olivia.
Walter lo sabía y lo que le pide es nada más ni nada menos que no deje de ser
ella misma. No se lo propone como ninguna estrategia, no hay ningún debate
sobre quién gana o quién pierde: la cuestión es quiénes somos. Somos piedad,
somos misericordia, somos caridad, y ganamos así o perdemos así, pero la
verdadera batalla perdida es convertirse en observador. Olivia lo sabe, y
finalmente se lo implora a Peter, quien, no habiendo perdido totalmente su
capacidad de comprensión (esto es de
entender), se saca el terrible dispositivo y abraza a Olivia en medio de
una intensa lluvia que se confunde con sus lágrimas.
Qué lindo…. Dirá alguno. No, nada
de qué lindo. Vamos, hay algo aquí mucho más allá de lo conmovedor de la
escena. Todos sentimos la tentación de convertirnos en nuestro enemigo para
terminar con él. Occidente en este momento está en el límite de su propia
identidad para luchar contra los totalitarismos y fanatismos de diversa
especie. Gente muy buena piensa que no hay más remedio, y yo sigo insistiendo
en que lo peor que nos puede pasar es perder nuestra propia identidad. Los
samuráis preferían morir antes que perder su honor. Y el honor está íntimamente
relacionado con la propia identidad. La legítima defensa, perfecto, pero es
mejor morir a pasar su límite.
Finalmente, hay final feliz: en
medio de un gran tiroteo (que incluye, nada más ni nada menos, que el malo malo malo Windmark sea muerto en
batalla por un acto telekinético de Olivia, en el límite de la legítima
defensa) Walter hace el sacrificio y lleva el niño hacia el futuro. Antes de
ello, el niño había revelado a Walter, tocándolo en la mejilla, cómo había sido
su vida en la línea de tiempo de Peter, con lo cual su amor por Peter y su
decisión por Peter aumentan hasta el sacrificio total.
Pero hablando de la guerra de la
quinta temporada, comentemos la última cuestión. Como ven no hemos descartado
la posibilidad de una “guerra justa”; lamentablemente, no podemos descartarlo.
No vamos a entrar en ningún relativismo ni vamos a decir que en toda guerra
ambos bandos son criminales. Gran parte de las veces ha sido así pero no
siempre es así: Hitler, Stalin, Pol Pot y etc eran psicópatas asesinos y no
dejaban mucho margen para tratados de paz. Pero no siempre ambos bancos son
criminales. No porque uno lo sea y otro no, sino porque en muchas guerras
ninguno de los bandos lo es. La guerra es las más de las veces el último paso
de una incomprensión mutua que consiste básicamente en no comprender el
horizonte del otro y ver las cosas desde su propia posición. De vuelta, también
se puede comprender el horizonte histórico de la Alemania de Hitler. No toda
comprensión histórica (Gadamer) impide la guerra pero sí muchas veces “podría”
impedirla. Y eso es lo que muestra la serie.
Los dos universos habían estado en
guerra hasta la tercer temporada (sobre todo en la tercera). Ambos universos
estaban convencidos de que uno quería destruir al otro. Y no era ridículo que
así pasara. Walternativo responsabilizaba a Walter de haber secuestrado
malévolamente a su hijo y de haber quebrado la línea entre los dos universos
causando en el suyo propio todo tipo de desastres. Coherentemente con ello,
“contra-ataca” al otro universo con híbridos humanos y además manda a su propia
Olivia, Altivia, para que se infiltre en la división Fringe, fingiendo ser
Olivia, mientras secuestra a Olivia para analizar sus capacidades especiales.
Altivia logra engañar a todo el mundo; Walter queda muy afectado por ello pero
especialmente Peter, quien no advierte –a pesar de notar diferencias- que no es
“su” Olivia, con todas las consecuencias psicológicas y afectivas que ello
tiene…. Es grave. Podríamos relatar muchas más cosas pero el asunto es que el
enfrentamiento entre ambos equipos Fringe, de ambos universos, llega a niveles
casi irreparables. La escalada de violencia llega a revertirse a último momento
por dos motivos: Walternativo, que en el otro universo es el Secretario de
Defensa, logra advertir que el otro universo no es totalmente responsable de lo
que está ocurriendo –entra en juego un intrigante enemigo común, contra el cual
luchan juntos ambas divisiones Fringe en la cuarta temporada- y por el otro
Peter, recordemos, vuelve de la línea de tiempo donde el universo de
Walternativo había sido totalmente destruido para convencerlos de que no, que
no tiene que ser así, que pueden trabajar juntos en la reparación de ambos
universos.
Lo interesante de toda esta
complicada trama es que finalmente los personajes de ambos universos comprenden
que ninguno era el “malo malo malo”. Que, mirado el asunto desde su propia
perspectiva, cada uno había tenido nobles motivos para actuar como actuó, en
medio de una guerra donde cada uno considera culpable al otro. Es algo
interesante que se ve en otro clásico de ciencia ficción, “Enemigo mío”. Nobles
motivos o confusos motivos, como en el caso de Walter, quien no había pensado
“secuestrar” a Peter, sino curarlo y luego devolverlo…. Es interesante ver cómo
lentamente los que habían quedado más afectados por la situación –las dos
Olivias, los dos Walters- comienzan lentamente a comprenderse, a perdonarse,
para terminar forjando una amistad en las dos últimas temporadas.
Las dos Olivias eran más diferentes
de lo que a primera vista aparece. No es que una fuera más triste y la otra
–Altivia- más alegre y sexy. La cuestión es que Altivia es decidida, eficaz,
pero su nivel de autoreflexión interior es, por decir lo menos, normal. Olivia
es en cambio una heroína muy bien lograda por los guionistas: su nivel de
introspección interior, su búsqueda del sentido de su vida y de las cosas es
intenso, y su mirada es nostálgica, penetrante, muy comprensiva y casi
“misericorde”. La actriz, Anna Torv, actúa tan bien ambos papeles que
verdaderamente es casi imposible reconocer a la misma actriz en ambos
personajes, a pesar de su obvia identidad física.
El asunto es que la serie deja en
todo esto una enseñanza muy especial: excepto por los observadores, (¿excepto?...)
no hay malos y buenos, no hay un universo malo y el otro bueno, sino que en
ambos universos hay personas normales, con sus conflictos y sus valentías, que
actúan libremente, sí, pero condicionados, como todo ser humano, por su “yo y
sus circunstancias”, por sus propios mundos y circunstancias históricas.
Cuántos conflictos, a nivel interpersonal y social, se podrían evitar –aunque
no todos- si comprendiéramos un poco más que “del otro lado” no siempre hay
psicópatas “malos malos malos”, sino personas normales que responden a una
circunstancia histórica que les da una limitada visión de las cosas. Otra vez,
por más imposible que parezca al lector la hipótesis de los dos universos, vea
el símbolo: son dos mundos diferentes. Y, ¿no está lleno acaso de mundos
diferentes marcados por la incomprensión mutua de su propia circunstancia
cultural? Y, ¿no tiene cada uno de nosotros un doble imaginario que, en otro
mundo, hubiera actuado de modo diferente?
Sospecho que en muchas guerras,
muchos soldados, en el campo de batalla, se deben haber preguntado qué
miércoles estaban haciendo allí y por qué, porque si hubieran nacido del otro
lado estarían disparando de modo contrario. ¿Y qué sentido tiene ello? Es razonable
también que las arengas nacionalistas traten de impedir estos “peligrosos”
pensamientos, y me imagino también cuántos soldados deben haber muerto por sólo
ponerse a pensarlo. ¿No recuerdas acaso Star Wars –por favor NO me la confundas
con Star Trek :-)- cuando se ve cómo
crearon al ejército de los clones? Todos igualitos, con limitada capacidad de
pensamiento y enorme eficacia en la obediencia. ¡El sueño de todo dictador!
Incluso el “malo malo malo” tiene
una circunstancia histórica y personal que lo explica, aunque no haya más
remedio que enfrentarse con él. Hitler tenía una psicopatía grave pero por ella
misma pudo aprovechar la circunstancia de un pueblo alemán destruido y
humillado por unos aliados que no fueron precisamente los “buenos buenos buenos”,
y alimentado por un antisemitismo, un nacionalismo y un anti-liberalismo
ideológicos, cuya letra no había sido escrita por Hitler y que hoy siguen
perfectamente activos produciendo todo tipo de conflictos y de víctimas.
¿Y no es tarea de los grandes
estadistas y pensadores “construir puentes entre los universos”, como el que
queda constituido al comienzo de la cuarta temporada? Ese construir puentes es
proporcional a bajar los muros de incomprensión, que se traslucen luego en
muros lingüísticos –me refiero a juegos de lenguaje-, comerciales y físicos que
sencillamente impiden que las personas comercien y –consiguientemente- convivan
en paz, aún habiendo nacido en universos paralelos….
Por supuesto, todo esto es lo que yo veo en Fringe. Estamos ante una intentio lectoris típica. Pero no es
arbitraria. Responde a la búsqueda de símbolos que fueron dados pero no
necesariamente advertidos por los guionistas. Pero es así en todo texto: desde
una serie de ciencia ficción hasta un clásico de las ciencias naturales, todo
texto queda abierto a los lectores, ya no le pertenece al autor, en cierta
medida. Queda abierto al mundo 3 popperiano, a millones e infinitas lecturas
posibles cuanta mayor es la riqueza de temas y teorías planteadas.
Fringe es un canto al amor que da
la vida. Un homenaje a la fidelidad de la amistad. Una advertencia sobre los
límites de la tecno-ciencia. Un diálogo entre Dios y el hombre. Una esperanza
de una inteligencia que ame y de un amor que entienda. Un recordatorio de que
la comprensión es posible, un llamado a construir puentes. Una súplica a
mantener la propia identidad, a no convertirse en el enemigo. Y una nostalgia
del niño que siempre salva.
Quede este comentario como un
homenaje a la televisión, a las series, a las películas, a sus guionistas, tan
importantes como Hamlet o Don Quijote. Y quede su autor como el Quijote que
quiere tender puentes entre esos dos universos paralelos.
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PD: Guionistas de Fringe: J.J. ABRAMS - ROBERTO ORCI - ALEX KURTZMAN - J.H.WYMAN - AKIVA GOLDSMAN - JEFF PINKER.