1. 1. Introducción.
La
exhortación apostólica Evangelii gaudium[1]
(EG), de Francisco, no es un texto de economía: es una fina y rica reflexión
magisterial sobre el tema de la evangelización en los tiempos actuales, tema
muy vasto, cuyo análisis excede los humildes objetivos de este artículo y que
queda en todo caso para otra oportunidad.
Sin
embargo, en el diagnóstico que Francisco realiza de las actuales circunstancias
hay algunas apreciaciones de cuestiones económicas que nuevamente han
despertado la admiración y adhesión de aquellos que critican al libre mercado y
la preocupación o vivo rechazo de quienes lo defienden. No es, claro, la
primera vez que sucede. Sucedió con la Quadragesimo
anno, 1931, con la Mater et magistra,
1961, la Populorum progressio, 1967,
la Laborem excercens, 1981, y la Solicitudo rei socialis, 1988. Sobre el
material contenido en esos documentos, hice siempre lo mismo: aclaré los
matices semánticos y distinguí entre los principios generales de la Doctrina
Social de la Iglesia y sus aplicaciones prudenciales[2].
En este caso agregaré además un intento de diálogo entre el horizonte de la
Escuela Austríaca de Economía y el horizonte desde donde escribe Francisco.
2. 2. El horizonte de precomprensión de la
Escuela Austríaca de Economía. (EA)
Para
entender de qué habla la EA cuando se refiere a “libre mercado” hay que
analizar el núcleo central de la teoría del proceso de mercado, que se desarrollada
fundamentalmente en un programa de investigación conformado por autores como
Mises, Hayek, Israel Kirzner e incluso Rothbard.
Para
ello, propongo analizar la estructura teorética del tratado de economía de
Mises, La Acción Humana.[3]
Allí Mises divide su análisis en tres grandes áreas: el análisis de la economía
de mercado, el socialismo y la economía intervenida. Cuando Mises habla de la
economía de mercado, se refiere a lo que en mis propios términos es un análisis
fenomenológico del mercado en sí mismo, como un proceso dinámico que tiende a
una situación de equilibrio sin alcanzarla nunca, bajo el supuesto
institucional de propiedad privada, esto es, libre acceso al mercado y ausencia
de controles estatales. El intervencionismo es, en cambio, el mercado
intervenido, precisamente por esos controles cuya ausencia se supone en un
mercado libre. Mises es muy claro, en la parte sexta de su tratado de economía
(que es clave) en el análisis de dichas intervenciones: la intervención
mediante impuestos progresivos a la renta; las restricciones a la producción
por medio de tarifas arancelarias, la intervención monetaria por medio de la
estatización de la moneda por medio de bancos centrales y controles en las
tasas de interés; la confiscación de recursos naturales, las lesiones al
derecho a la asociación por medio del sindicalismo corporativista, los
controles de precios y salarios. La lista no es excluyente, pero lo interesante
es que conforma lo esencial de la economía real tal cual Mises la miraba ya en
1949, cuando su tratado sale publicado. O sea que la economía intervenida, para
Mises, no era la Unión Soviética: era Europa y EEUU ya desde 1949, y ni que
hablar de otras regiones, por supuesto.
A
esto hay que agregar los estudios de Hayek sobre el rechazo a la competencia
perfecta como un mal planteo del problema económico, crítica que se da
principalmente en seminales artículos publicados en 1936, 1945 y 1946[4]. Contrariamente
a los modelos que presuponen conocimiento perfecto, Hayek sostiene que el
problema económico consiste en cómo coordinar expectativas de oferta y demanda
bajo el conocimiento disperso y limitado de oferente y demandantes. Y ello es
posible sólo bajo tres condiciones: libre entrada al mercado, lo cual implica
igualdad ante la ley y ausencia de monopolios legales en un mercado; dos, la
capacidad de aprendizaje de los propios errores, como factor compensatorio del
conocimiento disperso, y tres, los precios libres como sintetizadores de
conocimiento disperso y por ende como señales de la escasez relativa de los
bienes y servicios en el mercado. Ello implica que el mercado siempre es un
proceso a la coordinación pero nunca una coordinación perfecta, y que las
intervenciones del gobierno, al afectar a los precios, afectan a las señales
necesarias para esta coordinación. Mises recoge todo esto en su tratado de
economía y habla de la capacidad de aprendizaje ya como el factor empresarial.
Rothbard agrega a todo eso, en 1962, su insuperable tratamiento del tema de los
monopolios[5],
donde enfatiza el rechazo al modelo de competencia perfecta por parte de la EA,
e Israel Kirzner sistematiza todo esto en su teoría de mercado como proceso vs.
mercado en equilibrio, a través del factor empresarial, en 1973[6].
No de casualidad, 1974 se considera el año del revival de la EA en todo el mundo.
Nada
de todo esto fue escrito por gente aburrida y despreocupada de los demás. Su
motivación era “emancipatoria”, esto es, un ideal preocupado por la eliminación
de la pobreza y alcanzar el desarrollo de los pueblos. Eso se ve sobre todo en
la vida de L. von Mises[7].
Pero
la conclusión fundamental de este punto dos es que:
a) El
mercado libre no son “los mercados” ni el “capitalismo real” actual, que se
podría llamar capitalismo prebendario, aunque yo prefiero llamarlo directamente
economía intervenida.
b) El
mercado libre no tiene nada que ver con modelos de competencia perfecta que
presuponen conocimiento perfecto, eficiencia perfecta “o bondad” de los agentes
intervinientes.
c) El
mercado libre se da realmente cuando se dejan actuar a las tres condiciones
referidas anteriormente por Hayek; el mayor o menor alejamiento de esas tres
condiciones son la medida de un mayor o menor mercado libre.
3. 3. Análisis de la crítica al “mercado
libre” por parte de Francisco, a la luz de lo anterior.
Como
dije en el punto uno, no es la primera vez que tenemos este problema. La
encíclica Quadragesimo anno, de Pío
XI, es de 1931, y tiene fuertes críticas al llamado capitalismo liberal y al “imperialismo
internacional del dinero”. Pero, oh casualidad, esas críticas se dan
precisamente después de la crisis de 1929, cuando se produce la crisis
económica justamente descripta y al mismo tiempo predice por Mises en 1912[8],
como el efecto básico de la intervención del estado en el mercado de capitales,
la moneda y la tasa de interés.
Sucede
ahora algo similar, aunque agravado. La economía intervenida, en EEUU y Europa,
se ha profundizado. A la luz del horizonte de la EA, no estamos ante la crisis
del mercado libre, sino ante una crisis, cada vez mayor, de la economía
intervenida; mucho más después del 2008.
A
la luz de lo anterior, veamos los principales párrafos de la Evangelii gaudium sobre temas
económicos. Nuestro comentario estará en bastardilla.
3.1. “…Así
como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor
de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y
la inequidad». Esa economía mata. (Tiene
razón: esa economía mata. Son millones y millones los seres humanos que mueren
por desnutrición, hambre y condiciones infrahumanas de vida. Pero ello es el
resultado del subdesarrollo, y el subdesarrollo es el resultado de la no
inversión, que es producida por todas las medidas intervencionistas analizadas
por Mises. Dice este último: “…Extensas áreas geográficas de nuestro
planeta —el Oriente asiático, las Indias neerlandesas, la Europa meridional y
suroriental, la América latina— sólo muy superficialmente han recibido hasta
ahora la influencia del capitalismo. La situación en estos países no difiere
mucho de la que prevalecía en Gran Bretaña al comenzar la Revolución
Industrial. Millones y millones de seres carecen de empleo y de posible encaje
dentro de los sistemas económicos tradicionales. Sólo la industrialización puede
salvar a tan desgraciadas masas. Empresarios y capitalistas es lo que esos
países necesitan con mayor urgencia. Puesto que sus descabelladas políticas les
impiden contar con ulteriores aportaciones de capital extranjero, no tienen más
remedio que proceder a la acumulación de capital nacional. Tienen que rehacer
todas y cada una de las penosas etapas por las que pasó la industrialización de
Occidente. De ahí que al principio tendrán que conformarse con salarios
relativamente bajos y largas jornadas laborales. Pero, ofuscados por las ideas
que hoy prevalecen en Europa y en Norteamérica, los gobernantes de esos países
creen poder recurrir a otras soluciones. Promulgan una legislación social
avanzada e incitan a los sindicatos a la “acción directa”. Su radical
intervencionismo coarta y retrasa la implantación de nuevas industrias
autóctonas. Su dogmatismo está perjudicando grave e inmisericordemente a los
coolies chinos e indios, a los peones mejicanos y a millones de seres humanos
que, al borde de la muerte por inanición, luchan por sobrevivir”[9]). No puede
ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que
sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. (Tiene razón. Pero la “exclusión” de los
millones a los que se refiere Mises está causada por el subdesarrollo fruto, a
su vez, de la falta de mercado libre tal como Mises lo entiende). No se
puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es
inequidad. (Tiene razón. Pero en la
economía se tira comida cuando los gobiernos interfieren en el mercado
agropecuario con precios mínimos produciendo sobrantes en el mercado). Hoy
todo entra dentro del juego de la competitividad (competitividad como la EA la entiende, no, porque no hay actualmente libre
entrada al mercado) y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come
al más débil. (Sí, eso es así cuando los
grupos de presión más poderosos consiguen prebendas por parte del gobierno,
como muy bien lo explica la escuela del Public Choice[10].
No es así en una economía libre, esto es, cuando no hay privilegios otorgados
por el gobierno). Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la
población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin
salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo,
que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte»
que, además, se promueve. (Tiene razón:
el ser humano no es un bien de consumo. Pero es así cuando hay desocupación
endémica, producida por los salarios mínimos y los privilegios sindicales
fuertemente criticados por Mises en La Acción Humana y en El Socialismo (1922)[11].Ya
no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, (hay que tener en cuenta que explotación, si ello
implica referencia a la plus valía
marxista, debe ser reinterpretada, porque la teoría de la plus valía marxista,
al basarse en la teoría del valor trabajo de Smith y en la del costo de
producción de Ricardo, es falsa[12])
sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la
pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo,
en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son
«explotados» sino desechos, «sobrantes». (Si,
ese es el resultado del subdesarrollo por NO haber respetado al mercado libre.
En última instancia, es comprensible que
Francisco vea a la economía actual como un mercado libre; claro, EEUU, Europa y
América Latina no son Corea del Norte. Si no se tiene en cuenta a la EA, es
así. Pero ya vimos que la economía actual está lejos de ser un mercado libre
como “proceso de mercado”: es una economía intervenida, y mucho más: es un
juego perverso de grupos de presión que giran alrededor de los gobiernos
centrales que reparten discrecionalmente una torta fija que no crece, por la
falta de inversión y por el obvio límite del presupuesto público, como bien lo
ha descripto J. Buchanan: una “rent seeking society”[13]).
3.2. “…En este contexto, algunos
todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento
económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo
mayor equidad e inclusión social en el mundo. (Bien, no es el caso de la EA. Según sus economistas, el mercado libre
no produce un enriquecimiento intrínseco de algunos a partir del cual cae de
manera aleatoria riqueza sobre otros. La esencia de la cuestión es que el
ahorro permite inversiones, nuevos capitales y nuevos proyectos, lo cual
produce esencialmente un aumento de la demanda de trabajo y consiguientemente
un aumento del salario real. O sea que el enriquecimiento general es una
característica necesaria, no aleatoria ni “derramada” del mercado libre,
excepto que se lo intervenga con impuestos confiscatorios, controles
burocráticos, inflación y confiscación, como es lo habitual en América Latina.
Es más: los empresarios, en un mercado
libre, no necesariamente se enriquecen, a menos que tengan una protección del
estado, lo cual ya no es mercado libre. Muchos de sus proyectos fracasan e incurren
en pérdidas, y ello permite que el bien común se vea beneficiado sólo con los
proyectos empresariales que aciertan en la demanda del consumidor) Esta
opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, (bueno, si la filosofía de Francisco me lo acepta, yo hablaría del
análisis fenomenológico de la realidad social) expresa una confianza burda
e ingenua en la bondad (si, esa confianza
es la de aquellos que niegan el pecado original, pero no de los economistas de
la EA que siempre han pensado en un mercado libre que funciona para personas
normales bajo incentivos normales: el mercado libre no es para santos, es para
todos) de quienes detentan el poder económico (bueno, en un mercado libre el “poder” lo tiene el consumidor, y en una
economía intervenida, el “poder” lo tiene el estado) y en los mecanismos (bien, el mercado libre no es un mecanismo,
sino un proceso humano) sacralizados del sistema económico imperante (yo diría que los economistas de la EA nunca
han sacralizado nada y tampoco en mi caso que explícitamente he criticado el
“clericalismo de mercado”[14]).
3.3. “….Una de las causas de esta situación se encuentra
en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos
pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis
financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda
crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado
nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35)
ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en
la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente
humano. La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de
manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su
orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus
necesidades: el consumo.
(Este es uno de los puntos más importantes del
malentendido que nos está afectando a todos. La crisis financiera internacional
del 2008 fue un caso de lo que en la EA es la teoría del ciclo económico. Fue
delineada principalmente por Mises en 1912[15]
(lo cual le permitió predecir, en parte, la de 1929); Hayek le agregó
importantes acotaciones sobre el capital en 1931[16]
y forma parte principal de los trabajos actuales de coyuntura de los
economistas de la EA en los EEUU. El eje central de la teoría es que si el
gobierno expande la moneda en el mercado de capitales, por medio de la
expansión monetaria, la tasa de interés tiende a la baja fomentando proyectos
de inversión sin sustento real que, cuando la expansión cesa, caen, produciendo
quiebras y desocupación generalizadas. Ello es fruto de la intervención del
estado, y no del mercado libre. Siempre ha habido avaricia, apego por el dinero
e idolatría de las riquezas, incompatibles con el cristianismo, pero no son
esos defectos humanos las causas de las crisis financieras, sino la
intervención del estado en el mercado de capitales.)
56. Mientras las
ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan
cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. (Como hemos visto, eso es fruto del subdesarrollo, que a su vez es
causado por la intervención del estado). Este desequilibrio proviene de
ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especulación financiera. (Bien, como
hemos visto, si por “autonomía absoluta” se entiende al mercado libre tal cual
la EA lo entiende, entones esa autonomía implica simplemente que el estado no
expande la oferta monetaria, bajando artificialmente las tasas de interés. No
veo por qué llamarla “absoluta” dado que todo el sistema bancario es regido por
las reglas básicas de respeto a los contratos). De ahí que nieguen el
derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. (La EA no niega que el gobierno sea el agente
encargado de custodiar el Estado de Derecho; lo que sí niega es que el aumento
de oferta monetaria sea beneficioso. O sea, no veo por qué para ser católico
hay que ser keynesiano).Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces
virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. (Bueno, sí, esa es la tiranía de los
gobiernos afectando a la oferta monetaria y produciendo pobreza y
subdesarrollo, la economía que mata).Además, la deuda y sus intereses
alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los
ciudadanos de su poder adquisitivo real. (El
endeudamiento de los países pobres se debe a préstamos de gobierno a gobierno, no al mercado libre. En un mercado
libre no puede haber deuda pública porque los gobiernos no tienen
emprendimientos empresariales. Mises criticó al Fondo Monetario ya en 1949[17]
y P. Bauer[18]
ha explicado claramente el origen estatista de la deuda internacional, que
obviamente debe ser, por un lado, condonada, pero, por el otro lado, nunca
comenzada de vuelta). A todo ello se añade una corrupción ramificada y una
evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. (Si, la corrupción es un horror, pero es
fruto, como hemos visto, de las mafias de los grupos de presión que dependen
del gobierno, lo cual nada tiene que ver con el mercado libre; de las infinitas
regulaciones gubernamentales, que fomentan la coima para ser evadidas, y de la
multiplicación de organismos del estado donde los grupos de presión depositan
sus sobornos). El afán de poder y de tener no conoce límites (Si, eso fue descripto así por Adam Smith en
La Riqueza de las Naciones). En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo
en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio
ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado,
convertidos en regla absoluta.(Bueno, de
vuelta, más que el mercado divinizado, es el estado convertido en Dios la causa
de esa situación).
3.4. "...Hoy en
muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la
exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos
será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y
a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas
de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano
provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona
en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos
policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la
tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción
violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y
económico es injusto en su raíz. (Tiene
toda la razón. La inseguridad no tiene su solución de fondo en cárceles llenas
de personas sin la más mínima oportunidad que desde su infancia han sido
abusados, desnutridos, drogados, des-escolarizados, etc., y seguirán llenando
esferas de marginación mientras el subdesarrollo siga. Simplemente, de vuelta:
ese subdesarrollo, ese subdesarrollo asesino, es fruto del estatismo de los
gobiernos y especialmente de los de América Latina. Una democracia constitucional
estable, un Estado de Derecho respetado, una economía de mercado, en igualdad
ante la ley y ausencia de privilegios, son la clave para salir de la pobreza).
Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia,
tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de
cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción
tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene
siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en
estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro
mejor. Estamos lejos del llamado «fin de la historia», ya que las condiciones
de un desarrollo sostenible y en paz todavía no están adecuadamente planteadas
y realizadas.
60. Los mecanismos de la economía actual promueven
una exacerbación del consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado unido
a la inequidad es doblemente dañino del tejido social” (De vuelta, toda la razón, simplemente agreguemos que el fomento del
consumo sólo puede producirse por políticas inflacionarias que a expandir la
base monetaria, fomentan innecesariamente la demanda de bienes y servicios cuya
oferta no aumenta por controles que
frenan la inversión y producen fuga de capitales).
3.4.“…La
solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de
la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a
la propiedad privada. (Perfecto, ya hemos
dicho muchas veces que la propiedad privada, en un mercado libre, es lo que
hace que cumpla su función social[19].
Si el oferente NO cuenta con protecciones por parte del estado, u obtiene
ganancia ante sus competidores, por sus mejores servicios, o se funde. La
posibilidad de monopolios naturales es casi imposible si las tarifas
arancelarias son cero y el productor tiene toda la competencia internacional
por delante). La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos
y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, (a eso nos referíamos: Mises mismo dice que esa es la función social de
la propiedad[20])
por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre
lo que le corresponde. (Si, cuando el
gobierno deja de estafar con la inflación, cuando deja de gravar con impuestos
confiscatorios, se le devuelve al pobre lo que la política estatista le sacó).
Estas convicciones y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren
camino a otras transformaciones estructurales y las vuelven posibles. (Si: sólo una economía de mercado
desarrollada deja márgenes de recursos disponibles para fundaciones sin fines
de lucro y todo tipo de asociaciones solidarias que no tengan que ver con la
rentabilidad). Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones
y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se
vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces”. (Esto
es muy importante. Las economías de mercado han sido fruto de la praxis y el
pensamiento de las sociedades judeocristianas occidentales. Pueden expandirse a
otras culturas pero el origen de sus virtudes principales (la laboriosidad, el
cumplimiento de los contratos, el ahorro, la frugalidad, el respeto del estado
de derecho) son judeocristianas).
3.5.
“…La necesidad de resolver las causas estructurales
de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener
resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la
vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes
asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como
respuestas pasajeras. (Toda la razón).
Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando
a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera (bien, he allí el eje central de este
diálogo: como dijimos, Francisco ve en la economía intervenida por los
gobiernos “la autonomía absoluta de los mercados”. Por ello le propongo
interpretar la realidad social y económica desde otro ángulo, y especialmente
considerar que el mercado financiero es un problema cuando el gobierno expande
la base monetaria y afecta a las tasas de interés; y ello pasa tanto en EEUU
como en Argentina) y atacando las causas estructurales de la inequidad, no
se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La
inequidad es raíz de los males sociales”. (Inequidad
es falta de distribución. Claro que es un deber que los presupuestos se
distribuyan con equidad. Pero en una sociedad con escasez, donde, después del
pecado original, hay que ganarse el pan con el sudor de la frente, el problema
central es la dispersión y
des-coordinación de conocimiento para minimizarla. O sea, el problema principal
es producir. Claro que Dios ha creado todo para todos los seres humanos pero
luego del pecado original los bienes deben ser producidos con un trabajo que
causa sudor. Una ética del trabajo y de la producción es por ende tan
importante como una ética de la distribución).
3.6. “…Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la
mano invisible del mercado. (Entiendo que
la analogía de la “mano invisible” sea invisible J. El asunto es interpretarle a la luz de lo
anteriormente expresado por Hayek. No es un mecanismo automático, no es suponer
que la gente va a ser mágicamente buena. Tiene que ver con que la “mano
visible” del gobierno, interviniendo los precios como síntesis de información
dispersa, borra las señales del mercado, que son los precios. Ello sí que hace
“invisible” a lo que es escaso o no en términos de demanda del consumidor, como
explicó Hayek en The Use of Knowledge in Society[21].
Por lo tanto la analogía de la “mano invisible” lo que quiere decir es que
cuando el gobierno no interviene, la oferta se acerca a la demanda
“aprendiendo” a leer los precios. El que no aprende se funde, y ello es
esencial para el bien común. Por ende se puede confiar en una economía de
mercado; no hay nada “invisible” excepto que las personas habitualmente no ven
las consecuencias directas de sus acciones: Francisco “no ve” que cuando elogia
a San Lorenzo los productores de camisetas de San Lorenzo tienen mayor demanda,
pero es así, y nada de malo hay en ello excepto que el productor de camisetas
lo haga con un arreglo con el gobierno argentino a expensas de todos). El crecimiento
en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone,
requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente
orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de
trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero
asistencialismo. (Tiene razón: el mero
asistencialismo no es suficiente. Es necesaria una reforma de las estructuras,
y por ello estoy proponiendo con todo respeto y afecto a Francisco la
consideración de que lo que él llama mercado son las estructuras estatistas que
frenan al desarrollo Por lo demás, como ya he explicado otras veces[22],
Hayek no niega la redistribución de ingresos a nivel municipal, siempre que no
sea inflacionaria, confiscatoria o monopólica. Lo que los partidarios de la EA
rechazan es el monopolio de los gobiernos nacionales, el “welfare state”, que
está en crisis en EEUU y en Europa, no sólo por una cuestión de ineficiencia y
pirámide de la población invertida, sino por una radical injusticia: atenta
contra el ppio. de subsidiariedad. Esa distribución que Hayek admite, por lo
demás, es totalmente compatible con un programa de investigación donde las
funciones del gobierno municipal se transformen en las de un club good). Estoy lejos de proponer un populismo
irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un
nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el
mercado laboral y creando así nuevos excluidos” (Bien, como hemos dicho, ello sucede cuando no hay reglas claras en una
economía de mercado. Cuando se busca rentabilidad, se promueven nuevas
inversiones, y ello implica aumentar la demanda de trabajo (pues los bienes de
capital provienen del trabajo, inteligencia y creatividad aplicados a los recursos
naturales) lo cual implica aumentar la demanda de trabajo y disminuir la
desocupación).
4. 4. Conclusión.
Espero que este diálogo sea fructífero. Un diálogo
siempre implica una voluntad de empatía para acercar horizontes. ¿Por qué
aquellos formados en Scannone o Dussel, por un lado, no pueden sentarse a
dialogar con los que estamos formados en Mises y Hayek? ¿Tan infranqueable
tiene que ser la incomunicabilidad de paradigmas? Creo que no. Mucho más cuando
las intenciones son las mismas: acabar con la pobreza, el subdesarrollo, el
hambre, la desnutrición y todas las condiciones infrahumanas de vida. Mucho más
cuando no estamos debatiendo los principios fundamentales de la Doctrina Social
de la Iglesia; mucho más cuando nada de esto está dicho como una crítica a los
teólogos que se han preocupado por las condiciones humanas de vida de los
pueblos, mucho más cuando todo esto está dicho desde un laico que comparte los
llamados de Francisco a vivir más auténticamente el Evangelio, a descentralizar
el gobierno de la Iglesia, a ir hacia las periferias, a mirar con misericordia,
a escuchar con el corazón. Espero que Francisco, un Papa abierto al diálogo, se
abra a este diálogo, tan inusual, pero tan importante.
[2] Zanotti, G.J: Economía
de Mercado y Doctrina Social de la Iglesia (Ed. de Belgrano, Buenos Aires,
1985). Segunda ediciòn: Ediciones Cooperativas, Buenos Aires,
2005.
[3] Sopec. Madrid, 1968.
[4] “Economics and Knowledge”; “The Use of Knowledge in
Society”; “The Meaning of Competition”, respectivamente, todos en Individualism and Economic Order,
Chigago University Press, Midway Reprint 1980.
[5] Man, Economy,
and State, Nash Publishing 1970, cap. 10.
[6] Competencia y empresarialidad (1973)
Unión Editorial, Madrid, 1998, y The
Meaning of Market Process, Routledge, 1992.
[7] Zanotti, G.J.: “La filosofía
política de Ludwig von Mises”, en Procesos
de Mercado, Vol. VII, Nro. 2, Otoño 2010.
[8] The Thoery of
Money and Credit, Liberty Fund, 1981.
[9] Op.cit., p. 756.
[10] Ver Buchanan, J,:
“Mi peregrinaje intelectual”, Tópicos
de actualidad, CEES, Marzo 2001; El cálculo del consenso, Espasa-Calpe,
Madrid, 1980; The Limits of Liberty,
University of Chicaco Press, 1975; The Logical Foundations of Constitutional
Liberty, Liberty Fund, 1999, Vol. I.
[11] Socialismo, Instituto de Publicaciones
Navales, Buenos Aires, 1968.
[12] La refutación a
la plus valía de Marx, en vida de Marx,
fue en el cap. 8 del libro I de la monumental obra de E. von Bohm Bawerk, Capital and Interest (Liberty Press,
1959) de 1884. Esta obra es tan importante y extensa como El Capital de Marx y es su contracara, pero los marxistas la
ignoran totalmente y los que se dicen no marxistas, también.
[13] Op.cit., The
Logical Foundations of Constitutional Liberty.
[14] Zanotti, G.J.: “Economy and Culture in the Thought of
John Paul II”, en Logos, A Journal of Catholic Thought and Culture; 1:2
1997.
[15] The Theory of
Money and Credit, op.cit.
[16] Precios y Producción, Unión Editorial,
1996.
[17] La Acción Humana, op.cit. p. 591
[18] Crítica de la teoría del desarrollo,
Orbis, 1983.
[19] Economía de mercado y Doctrina Social de la
Iglesia, op.cit., cap. III.
[20] La Acción Humana, op.cit, p. 823.
[21] Op.cit.
[22] En “Igualdad y
desigualdad según desiguales paradigmas”, en Empresa y Humanismo (2004),
Vol. VII Nro. 2, pp. 259-254.