Texto de la ponencia presentada en la Mont Pelerin Society el Martes 19 de este mes.
1. Populismo en general.
¿Por qué las propuestas demagógicas e intervencionistas, con grados diversos de autoritarismos, son en general aceptadas por la gran mayoría de la población?
Es una pregunta que choca con el habitual racionalismo de ciertos liberales (1), que presupone que explicando racionalmente las bondades del libre mercado y el gobierno limitado, debería bastar para su aceptación. Si ello no es así, es que aún no hemos encontrado la forma de “explicarlo y-o comunicarlo bien y adecuadamente”.
Sin embargo, la naturaleza humana no es racional “de ese modo”. Freud, en su obra “Psicología de las masas y análisis del yo” (2), nos explica algo sobre la naturaleza humana que los liberales clásicos deberíamos incorporar más a nuestros análisis políticos. La evolución de la psiquis no es tan fácil. La ambivalencia sobre la figura paterna puede general a veces una identificación y una regresión infantil a la figura del padre (como un proceso inconsciente para evitar “el asesinato del padre”). Estas personas con esta regresión quedan perfectamente preparadas para una alienación y masificación con el “jefe de la horda”, expresión muy significativa utilizada por Freud. O sea que en el psiquismo de muchos adultos existe una bomba de tiempo: un proceso de regresión por medio de la identificación con la figura paterna que se proyecta en el líder autoritario. Por eso las personas masificadas se sienten “hermanadas” en el amor al líder, y son propensas por ello a procesos de igualación que los identifique precisamente como los hermanos ante el padre. Esta es una explicación de los fenómenos de masas que explica muy bien los procesos de autoritarismos políticos, y la mala noticia es que estas personas no están precisamente preparadas para ejercer el juicio crítico contra el dictadorzuelo que ha capturado la debilidad de ese yo que padece una profunda regresión hacia sus etapas más infantiles.
Vìctor Frankl, otro psicólogo y psiquíatra vienés, fundador de la “logoterapia”, da una explicación complementaria, en mi opinión (3). Frankl sostiene que la principal neurosis que afecta al ser humano es la “neurosis noógena”, esto es, la neurosis fruto de la angustia por perder el sentido de la existencia. Al ser humano le es difícil preguntarse verdaderamente por el sentido de su vida; habitualmente, para huir de esa difícil pregunta, se aliena, esto es, toma el sentido prestado de otra existencia, “convirtiéndose en el otro”, “siendo el otro”. Una de esas posibles alienaciones es precisamente seguir los mandatos de otro, y encontrar en el plan y en las órdenes de un sistema autoritario el sentido de la vida que no habíamos podido encontrar por nosotros mismos. El dictador autoritario, para Frankl, también vive en una peligrosa alienación, porque sólo encuentra el sentido de su vida en ese espacio de poder. “Amo y esclavo” para usar la famosa dialéctica, se retroalimentan en una vida sin sentido, anestesiada por esa relación enferma que a los dos los hace olvidar radicalmente de su propio yo. En ese sentido, quien ha encontrado el sentido de su propia vida ha encontrado también el sentido de su libertad individual, y es muy poco propenso, o casi nada, a los cantos de sirena de los sistemas autoritarios.
En ese sentido, si la Ilustración es madurez, como decía Kant (4), la madurez es precisamente un psiquismo adulto, sin el padecimiento de estas dos clases de alienaciones, un psiquismo que pueda reflexionar sobre el sentido de la vida y encontrar en sí mismo el camino de su existencia. Pero, oh, mala noticia para los liberales, no es esa la situación del común de las personas, que más que vivir su propia existencia, son vividos, esto es, se dejan llevar por un sin fin de alienaciones diversas sin la más mínima conciencia existencial de ello. Esto es un grave problema para los liberales clásicos, y también para los liberales del s. XIX de orientación más positivistas que creyeron encontrar en la escolaridad estatal obligatoria un remedio para la ignorancia y el camino hacia un ciudadano “maduro” e ilustrado que no se deje llevar por caudillos autoritarios (5).
Pero este diagnóstico sobre los problemas de la naturaleza humana, la alienación y el autoritarismo, no están hechos para América Latina en particular. Un norteamericano o un suizo no tienen nada en especial, genética y psíquicamente, por lo cual no caer en los procesos de alienación descriptos. Entonces, ¿qué hay de particular en América Latina?
2. El autoritarismo latinoamericano.
En otra oportunidad (6) he desarrollado una hipótesis de por qué son más visibles en América Latina estos procesos de alienación psíquica con el líder (obsérvese que no dije “más frecuentes”). La cuestión es el marco institucional, y ello es lo que en América Latina estuvo debilitado desde su origen. Las instituciones liberales clásicas son precisamente usos y costumbres jurídicas y políticas que retardan o hacen más difícil los procesos de alienación descriptos (aún así, observemos el camino creciente de los EEUU hacia el autoritarismo, igual que la Europa de la post-guerra).
Pero mientras que en los EEUU podríamos hablar de una vuelta a dichas instituciones, América Latina nunca las tuvo. Lo que hubo es un enfrentamiento entre dos fuerzas culturales opuestas.
¿Cuáles fueron esas dos fuerzas culturales? Como ya dije en otra oportunidad, América Latina se basó en la estructura monárquica de origen español, donde la estructura era jerárquica del Rey a los Virreyes. A ello sumemos los diversos caudillos locales que se movían con un sistema de privilegios con el Virrey de turno, más una tradición cultural de unión entre el catolicismo y la corona española, ante lo cual la “sana laicidad del estado”, defendida hoy por todo el Vaticano II y Benedicto XVI (7), brillaba por su ausencia.
Los intentos del liberalismo no fueron, por ende, en América Latina, una evolución del Estado de Derecho como describe Hayek (8). No hubo evolución, sino revolución. Los que querían cambiar el sistema se basaron más en la tradición iluminista francesa, fuertemente antireligiosa, que se imponía habitualmente por la fuerza, de la mano de un militar con pensadores civiles que importaban los códigos napoleónicos y estructuras republicanas más bien continentales imponiendo un proceso de secularización también por la fuerza. Esto, como conjetura general.
América Latina nació por ende en ese drama cultural, con esas dos fuerzas enfrentadas. Excepto Alberdi, no hubo en América Latina (AL) ese “limited goverment” de origen anglosajón y evolutivo defendido por Hayek. El resultado fue, por ende, un liberalismo más bien constructivista, en términos de Hayek, contra un tradicionalismo donde tampoco existían las libertades individuales (esencial diferencia con tradicionalismos como los de Edmund Burke). Por ende, AL es una tierra de revoluciones y de autoritarismos contrapuestos. Los golpes cívico-militares antirreligiosos, muchos de los cuales acompañaron los movimientos de emancipación de la corona española, no pudieron borrar los usos y costumbres culturales anteriores; más bien los retro-alimentaban porque dependían también del grupo de “hombres fuertes” que imponían la revolución. Claro, por un tiempo, como por ejemplo en Argentina, la cosa pareció funcionar, porque los códigos civiles y penales estructurados sobre la base de los derechos de vida, libertad y propiedad estabilizaron por un tiempo la anarquía anterior. Pero luego de un tiempo los horizontes autoritarios ocultos se hacen manifiestos, como un conflicto inconsciente tapado por una fuerte negación. Argentina no podría ser un mejor y dramático ejemplo. Primero, la revolución contra la corona, iluminista-racionalista. Luego, la revolución contra la revolución racionalista: el Perón nacionalista mussoliniano de los años 40. Luego, la revolución de izquierda contra el “imperialismo norteamericano”, la nueva corona de la cual había que liberarse: la guerrilla de los años 70. Años 70 de los cuales no hemos salido (9), sino que estamos en ellos cada vez más.
Todas las instituciones de AL, por ende, son débiles, porque nunca florecieron en medio de esas fuerzas autoritarias antagónicas, y los intentos del s. XIX de trasplantar una Constitución liberal en ese terreno fracasaron obviamente. Siempre dependemos del “hombre fuerte”, llámese Uribe o Chávez. En ese sentido el “populismo” en AL tiene esa base que lo retroalimenta. No es que sus habitantes son más propensos a los procesos de masificación y alienación, sino que no tienen incorporados, en términos psicoanalíticos, “la ley del padre”, siendo esa ley usos y costumbres institucionales fuertemente arraigados. Según Freud quien no incorpora la ley del padre es perverso o psicótico. Bien, eso es AL: una perversión política, fruto de su debilidad institucional.
3. ¿Hay alguna solución?
A simple vista, no. Los liberales que más han bebido en el libertarianismo de Rothbard se colocan habitualmente en una posición anti-sistema. No les queda sino la revolución, lo cual, si mi hipótesis es correcta, retro-alimenta el problema. Lo otro que les queda (que nos queda) es el exilio.
Una perspectiva más hayekiana, más evolutiva, es integrarse a los partidos políticos tradicionales tratando de llevar ciertas ideas a ciertos líderes que, aunque claramente no liberales, sin embargo estén en una clara posición anti-chávez y más propensos a aliarse con Chile o Brasil. Esos líderes tienen más apoyo popular y, ubicados en el poder, al menos darán más tiempo y oportunidad para un mayor progreso institucional (hasta llegar a una reforma constitucional liberal clásica). Ello es lo único realista y posible en ese momento y al menos podría frenar (o hubiera podido frenar) dramas como los Kirchner y otros peligrosísimos dictadorzuelos pro-marxistas.
Por supuesto lo que propongo es totalmente falible. Si me dan otra solución mejor, excelente. Pero les ruego que me disculpen un lugar común. La violencia sólo engendra violencia. Las sociedades, los sistemas, evolucionan o colapsan, pero no cambian por la fuerza. Mientras tanto, yo no sólo respeto el exilio en quien pueda hacerlo, sino que a veces lo exhorto. Sólo que en la situación mundial actual, queda otra pregunta: ¿hacia dónde?
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Notas:
1) Mises, L. von: Human Action, chapter XXXVII, point 3.
2) Freud, S.: Obras Completas, Editorial El Ateneo, Libro 3, p. 2563.
3) Frankl, V.: Ante el vacío existencial, Herder, Barcelona, 1986.
4) Kant, I.: Qué es la Ilustración, Terramar Ediciones, La Plata, 2005.
5) Zanotti, Luis J.: Etapas históricas de la política educativa, Eudeba, Buenos Aires, 1971; on line in www.luiszanotti.com.ar
6) Zanotti, G.: “Cómo ser liberal en América Latina y no morir en el intento”, en http://www.cadal.org/documentos/documento_31.pdf
7) On Benedicto XVI and these issues, see Zanotti, G.: “León XIII, Benedicto XVI y los EEUU”, en http://www.institutoacton.com.ar/articulos/gzanotti/artzanotti36.doc
8) Hayek, F. A. von: Los fundamentos de la libertad; Unión Editorial, Madrid, 1978, cap. XI.
9) We have already said it in “Sobre la “vuelta” a los 70”, en Fundación Atlas, el 5-9-2003. Reproducido en Infobae el 24-9-2003.
domingo, 24 de abril de 2011
domingo, 17 de abril de 2011
GUARDA LA ESPADA
Evangelio según San Mateo,26: 51-53:51 "...Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo: "Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? Él pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles..."
domingo, 10 de abril de 2011
HOMENAJE A JOE KECKEISSEN, POR JULIO H. COLE
RECORDANDO A “JOE KECK”
(Enero 14, 1925 – Abril 3, 2011)
Julio H. Cole (1)
Joe Keckeissen, quien hace poco falleció en la ciudad de Quetzaltenango, fue uno de los primeros profesores de la Universidad Francisco Marroquín y era una figura conocida en esta comunidad académica, tanto en el campus central como en la extensión de Quetzaltenango. Personaje singular, fue muy querido por las muchas generaciones de estudiantes que educó y formó en sus casi cuatro décadas de docencia en Guatemala, su segunda patria.
Para los hispanoparlantes, su apellido era muy difícil de pronunciar y deletrear, por lo que muchas veces sus amigos y conocidos se referían a él por la versión resumida de su nombre, “Joe Keck.” El mismo a veces usaba el diminutivo, y en ocasiones hasta firmaba su nombre de esa manera, en un afán generoso de facilitarle la vida a su prójimo.
Como economista, Joe estaba íntimamente vinculado con lo que se conoce como la Escuela Austriaca, y sus enseñanzas reflejaban los principios y teorías que aprendió de sus propios maestros en esta disciplina, entre ellos el famoso economista Ludwig von Mises, y el no menos connotado Israel Kirzner. Puesto que la UFM desde sus comienzos estuvo muy identificada con las ideas económicas de Mises, muchos pensábamos inicialmente que esta fue la razón primordial por la que Joe se vino para Centroamérica—es decir, suponíamos que vino desde un comienzo para enseñar Economía Austriaca en la UFM. La verdadera historia, como muchas veces sucede en la vida, era un poco más complicada, y para entenderlo hay que conocer un poco sobre su biografía personal. Trataré en estos párrafos de delinear los rasgos esenciales de esta vida singular.
Joseph Edward Keckeissen nació en Brooklyn, Nueva York, el 14 de enero de 1925, hijo de George Wilfred Keckeissen y Rita Grace McNally. Por el lado paterno su ascendencia era alemana, e irlandesa por el lado materno. Recuerdo que Joe se preciaba mucho de su ascendencia irlandesa, y sin duda que su fervoroso catolicismo tiene sus orígenes en la religión ancestral de su familia materna.
Fue hijo único, y lamentablemente el matrimonio de sus padres no fue duradero, ya que se divorciaron siendo él un niño pequeño. Era la época de la Gran Depresión, y puesto que su madre debía trabajar, Joe fue enviado a un colegio internado, administrado por los padres salesianos en Goshen, a unas 70 millas de Nueva York. Posteriormente, ingresó a un seminario salesiano, Don Bosco College, en Newton, New Jersey, donde vivió y estudió por muchos años, terminando sus estudios secundarios e iniciando sus estudios universitarios.
Terminó su pregrado universitario en las instituciones salesianas, y es muy probable que hubiera continuado con sus estudios religiosos hasta ordenarse como sacerdote, pero entonces intervino el azar, ya que fue llamado para el servicio militar durante la Guerra de Corea, en 1950. Puesto que era graduado universitario, no fue enviado directo al frente, sino a la escuela de oficiales (“Officer Candidate School”), y luego recibió entrenamiento especializado en el área de artillería, y en la escuela de paracaidismo. En efecto, Joe sirvió en una de las ramas más especializadas del ejército: la artillería aerotransportada. Esto nunca dejaba de causar sorpresa entre las personas que se enteraban de este dato, ya que Joe en su aspecto físico era, si posible, la persona con menos aspecto militar que uno pudiera imaginar. No obstante, como todo lo que hizo en su vida, desempeñó muy bien este cometido, y la vida militar llegó a ser una segunda carrera para este sencillo y diminuto salesiano. De hecho, permaneció vinculado al ejército como oficial de reserva hasta su jubilación en 1985, con el grado de teniente coronel.
Sirvió con distinción en Corea, durante las etapas finales del conflicto, y al finalizar su servicio activo se valió del “GI Bill” para estudiar administración de empresas en la Universidad de Columbia, donde obtuvo su maestría en 1955. En Columbia tuvo entre sus maestros más destacados a Joel Dean, autor de un famoso texto de economía gerencial. La Escuela de Negocios de Columbia era entonces—y sigue siendo—un centro de alto nivel académico, y sin duda obtuvo allí una excelente preparación técnica. Pero su viraje hacia la economía teórica vino después, cuando tomó cursos de doctorado en la Escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York, y tuvo la oportunidad de asistir a los famosos seminarios de Ludwig von Mises. Para su investigación doctoral, que realizó bajo la dirección de Israel Kirzner, Joe hizo un recuento comparativo de cómo fue evolucionando el concepto de “ley económica” a lo largo de la historia del pensamiento económico. Se trata de una investigación sumamente erudita y detallada, y creo que debería traducirse y publicarse, ya que no existe un trabajo comparable en nuestra lengua. Futuras generaciones de economistas sin duda podrían beneficiarse de los conocimientos allí plasmados.
Joe terminó y defendió su tesis doctoral en 1976, pero ya para entonces llevaba muchos años de residencia en Centroamérica. Primero llegó a El Salvador, invitado por el Padre Ambrosio Rossi, quien fue su maestro en el seminario salesiano, y con quien había restablecido contacto después de muchos años. El Padre Rossi entonces trabajaba en El Salvador, y le propuso a Joe que regresara con los salesianos. Así lo hizo, y en diciembre de 1962 llegó a San Salvador para ponerse a las órdenes del Provincial de los Salesianos para Centroamérica. Algunos años después, conoció al Padre Angel Roncero, salesiano también y uno de los fundadores de la Universidad Francisco Marroquín. Al enterarse de que Joe había sido alumno de Mises, el Padre Roncero inmediatamente comprendió que la “ventaja comparativa” de Joe era mucho mayor enseñando economía en la UFM que permaneciendo en El Salvador como maestro de secundaria.
Así fue como Joe llegó a Guatemala y a la UFM, y esto fue hace casi cuatro décadas. Desde entonces, logró balancear y llevar adelante tres carreras simultáneas—como militar, como religioso y como economista académico—ganándose el aprecio y el respeto de cuantos lo conocieron y tuvieron el privilegio de interactuar con él en las diversas facetas de su personalidad. En 1989 la UFM le otorgó el grado honorífico de Doctor en Ciencias Sociales, un honor que siempre apreció. Los salesianos también siempre lo apreciaron y valoraron, y toda su vida él mantuvo una entrañable relación con esta orden religiosa. A este respecto quiero citar de un artículo publicado recientemente por el Lic. José Molina Calderón (y del cual he tomado algunos datos biográficos para esta nota). Nos dice el Lic. Molina que Joe le confesó un día:
“Siempre estuvo en mi interior el deseo de ser salesiano; trataba de vivir su espíritu y colaborar de mil maneras con la obra salesiana. Por eso, en 1986, después de un retiro, tuve la idea de pedir volver a la Congregación. Mi antiguo maestro de novicios me apoyaba; lo mismo, muchos otros salesianos. Y ahora, este 8 de septiembre de 1990, he tenido la dicha de poder emitir los votos religiosos, otra vez después de tantos años de destierro” (“Un economista en Quetzaltenango,” Prensa Libre, Dic 22, 2010, p. 25).
En los últimos años de su vida, Joe compartía su tiempo entre Quetzaltenango y la Ciudad de Guatemala, impartiendo cursos universitarios en ambas ciudades. En Octubre del 2010 sufrió un derrame cerebral que lo dejó incapacitado, y luego de una larga enfermedad finalmente descansó durante la noche del 3 de abril, 2011.
Joe Keck fue un devoto católico, un soldado valiente, y un gran economista. Cómo lograba combinar estas tres facetas tan diversas es un misterio para quienes lo conocimos y admiramos. Además de todo esto, era un apasionado defensor de los ideales de una sociedad libre.
Adiós, querido Joe. Lo recordaremos siempre.
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(1) Profesor de Economía de la Universidad Francisco Marroquín.
(Enero 14, 1925 – Abril 3, 2011)
Julio H. Cole (1)
Joe Keckeissen, quien hace poco falleció en la ciudad de Quetzaltenango, fue uno de los primeros profesores de la Universidad Francisco Marroquín y era una figura conocida en esta comunidad académica, tanto en el campus central como en la extensión de Quetzaltenango. Personaje singular, fue muy querido por las muchas generaciones de estudiantes que educó y formó en sus casi cuatro décadas de docencia en Guatemala, su segunda patria.
Para los hispanoparlantes, su apellido era muy difícil de pronunciar y deletrear, por lo que muchas veces sus amigos y conocidos se referían a él por la versión resumida de su nombre, “Joe Keck.” El mismo a veces usaba el diminutivo, y en ocasiones hasta firmaba su nombre de esa manera, en un afán generoso de facilitarle la vida a su prójimo.
Como economista, Joe estaba íntimamente vinculado con lo que se conoce como la Escuela Austriaca, y sus enseñanzas reflejaban los principios y teorías que aprendió de sus propios maestros en esta disciplina, entre ellos el famoso economista Ludwig von Mises, y el no menos connotado Israel Kirzner. Puesto que la UFM desde sus comienzos estuvo muy identificada con las ideas económicas de Mises, muchos pensábamos inicialmente que esta fue la razón primordial por la que Joe se vino para Centroamérica—es decir, suponíamos que vino desde un comienzo para enseñar Economía Austriaca en la UFM. La verdadera historia, como muchas veces sucede en la vida, era un poco más complicada, y para entenderlo hay que conocer un poco sobre su biografía personal. Trataré en estos párrafos de delinear los rasgos esenciales de esta vida singular.
Joseph Edward Keckeissen nació en Brooklyn, Nueva York, el 14 de enero de 1925, hijo de George Wilfred Keckeissen y Rita Grace McNally. Por el lado paterno su ascendencia era alemana, e irlandesa por el lado materno. Recuerdo que Joe se preciaba mucho de su ascendencia irlandesa, y sin duda que su fervoroso catolicismo tiene sus orígenes en la religión ancestral de su familia materna.
Fue hijo único, y lamentablemente el matrimonio de sus padres no fue duradero, ya que se divorciaron siendo él un niño pequeño. Era la época de la Gran Depresión, y puesto que su madre debía trabajar, Joe fue enviado a un colegio internado, administrado por los padres salesianos en Goshen, a unas 70 millas de Nueva York. Posteriormente, ingresó a un seminario salesiano, Don Bosco College, en Newton, New Jersey, donde vivió y estudió por muchos años, terminando sus estudios secundarios e iniciando sus estudios universitarios.
Terminó su pregrado universitario en las instituciones salesianas, y es muy probable que hubiera continuado con sus estudios religiosos hasta ordenarse como sacerdote, pero entonces intervino el azar, ya que fue llamado para el servicio militar durante la Guerra de Corea, en 1950. Puesto que era graduado universitario, no fue enviado directo al frente, sino a la escuela de oficiales (“Officer Candidate School”), y luego recibió entrenamiento especializado en el área de artillería, y en la escuela de paracaidismo. En efecto, Joe sirvió en una de las ramas más especializadas del ejército: la artillería aerotransportada. Esto nunca dejaba de causar sorpresa entre las personas que se enteraban de este dato, ya que Joe en su aspecto físico era, si posible, la persona con menos aspecto militar que uno pudiera imaginar. No obstante, como todo lo que hizo en su vida, desempeñó muy bien este cometido, y la vida militar llegó a ser una segunda carrera para este sencillo y diminuto salesiano. De hecho, permaneció vinculado al ejército como oficial de reserva hasta su jubilación en 1985, con el grado de teniente coronel.
Sirvió con distinción en Corea, durante las etapas finales del conflicto, y al finalizar su servicio activo se valió del “GI Bill” para estudiar administración de empresas en la Universidad de Columbia, donde obtuvo su maestría en 1955. En Columbia tuvo entre sus maestros más destacados a Joel Dean, autor de un famoso texto de economía gerencial. La Escuela de Negocios de Columbia era entonces—y sigue siendo—un centro de alto nivel académico, y sin duda obtuvo allí una excelente preparación técnica. Pero su viraje hacia la economía teórica vino después, cuando tomó cursos de doctorado en la Escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York, y tuvo la oportunidad de asistir a los famosos seminarios de Ludwig von Mises. Para su investigación doctoral, que realizó bajo la dirección de Israel Kirzner, Joe hizo un recuento comparativo de cómo fue evolucionando el concepto de “ley económica” a lo largo de la historia del pensamiento económico. Se trata de una investigación sumamente erudita y detallada, y creo que debería traducirse y publicarse, ya que no existe un trabajo comparable en nuestra lengua. Futuras generaciones de economistas sin duda podrían beneficiarse de los conocimientos allí plasmados.
Joe terminó y defendió su tesis doctoral en 1976, pero ya para entonces llevaba muchos años de residencia en Centroamérica. Primero llegó a El Salvador, invitado por el Padre Ambrosio Rossi, quien fue su maestro en el seminario salesiano, y con quien había restablecido contacto después de muchos años. El Padre Rossi entonces trabajaba en El Salvador, y le propuso a Joe que regresara con los salesianos. Así lo hizo, y en diciembre de 1962 llegó a San Salvador para ponerse a las órdenes del Provincial de los Salesianos para Centroamérica. Algunos años después, conoció al Padre Angel Roncero, salesiano también y uno de los fundadores de la Universidad Francisco Marroquín. Al enterarse de que Joe había sido alumno de Mises, el Padre Roncero inmediatamente comprendió que la “ventaja comparativa” de Joe era mucho mayor enseñando economía en la UFM que permaneciendo en El Salvador como maestro de secundaria.
Así fue como Joe llegó a Guatemala y a la UFM, y esto fue hace casi cuatro décadas. Desde entonces, logró balancear y llevar adelante tres carreras simultáneas—como militar, como religioso y como economista académico—ganándose el aprecio y el respeto de cuantos lo conocieron y tuvieron el privilegio de interactuar con él en las diversas facetas de su personalidad. En 1989 la UFM le otorgó el grado honorífico de Doctor en Ciencias Sociales, un honor que siempre apreció. Los salesianos también siempre lo apreciaron y valoraron, y toda su vida él mantuvo una entrañable relación con esta orden religiosa. A este respecto quiero citar de un artículo publicado recientemente por el Lic. José Molina Calderón (y del cual he tomado algunos datos biográficos para esta nota). Nos dice el Lic. Molina que Joe le confesó un día:
“Siempre estuvo en mi interior el deseo de ser salesiano; trataba de vivir su espíritu y colaborar de mil maneras con la obra salesiana. Por eso, en 1986, después de un retiro, tuve la idea de pedir volver a la Congregación. Mi antiguo maestro de novicios me apoyaba; lo mismo, muchos otros salesianos. Y ahora, este 8 de septiembre de 1990, he tenido la dicha de poder emitir los votos religiosos, otra vez después de tantos años de destierro” (“Un economista en Quetzaltenango,” Prensa Libre, Dic 22, 2010, p. 25).
En los últimos años de su vida, Joe compartía su tiempo entre Quetzaltenango y la Ciudad de Guatemala, impartiendo cursos universitarios en ambas ciudades. En Octubre del 2010 sufrió un derrame cerebral que lo dejó incapacitado, y luego de una larga enfermedad finalmente descansó durante la noche del 3 de abril, 2011.
Joe Keck fue un devoto católico, un soldado valiente, y un gran economista. Cómo lograba combinar estas tres facetas tan diversas es un misterio para quienes lo conocimos y admiramos. Además de todo esto, era un apasionado defensor de los ideales de una sociedad libre.
Adiós, querido Joe. Lo recordaremos siempre.
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(1) Profesor de Economía de la Universidad Francisco Marroquín.
domingo, 3 de abril de 2011
PREGUNTAS METAFÍSICAS II
Ahora es Marzo de 1982. Había cursado “Teodicea” en 1981 y yo me tomaba más o menos todo Enero y Febrero para repasar la materia.
Yo nunca me preocupé por sacarme 10 en los exámenes. En realidad yo estudiaba; estudiar para tal o cual nota me pareció siempre insólito e imposible. Pero aquella vez quise sacarme diez. Quería sacarme diez en el examen sobre Dios. Diez en Dios. Impresionante. Y ahí estuve. Me preparé como nunca. Dios es simple: argumento 1, 2, 3, 4; en Dios no hay composición: argumento 1, 2, 3 4………. Y en la Suma Teológica estaba “todo”. Así que allí fui, a sacarme diez en Dios.
Todo comenzó bien. El Padre Ferro me quería, así que asentía con cara de profesor complacido mi despliegue de fuegos de artificio. Todo iba muy bien. Contrariamente a otros exámenes, yo no ponía cara de me importa un rábano, o qué se yo. Habitualmente en todos los exámenes yo me inclinaba para atrás, y miraba al profesor como diciéndole “querés que te diga esto? Ok, ok….. ¿Así que no me acuerdo de la palabrita que tanto te fascina? Y qué me importa………………”, todo en un lenguaje gestual y de miradas muy cordial. Pero esta vez, no. Ahí estaba: mi cuerpo hacia adelante, hablando con entusiasmo, rápido, luciéndome, en última instancia.
En determinado momento el P. Ferro preguntó, con voz cansina, esperando la respuesta correcta: “…..Y se puede entonces conocer la esencia de Dios………….”?
A lo cual contesté, resueltamente, con la misma actitud: SI.
Al Padre Ferro se le nubló el rostro. Su ayudante se mató absolutamente de la risa mientras que Ferro seguía en absorto silencio.
Pero yo no retrocedí. Ah no, ¿cómo iba a retroceder? ¡Dios estaba de mi lado!!!! Así que argumenté: Santo Tomás dice que Dios es aquel cuya esencia es ser. Es más, dice que podemos demostrar y por ende conocer que Dios es aquel cuya esencia es ser, así que sí, conozco la esencia de Dios. ¿O no?
Ferro inició un paciente trabajo socrático y finalmente pudo arrancarme que propiamente NO conocemos a Dios, sino por analogía. ¡Ah, obvio que es por analogía!!!!!!!!, casi grité (el ayudante se seguía riendo). “Pero deberías haber comenzado por allí”, me contestó Ferro, nuestro adorado Padre Ferro, casi enojado. El examen siguió un poco más, aunque yo puse cara de “¿qué pasó aquí?”, y finalmente concluyó. Me saqué ocho. Ferro me bajó dos puntos.
Treinta años después, no puedo sino rememorar todo ello con otra significación y meditar sobre mi infantil racionalismo. Sobre Dios, saberlo todo, sacarse diez. ¿No fue acaso una señal muy visible de la Providencia Divina? Tal vez debería haber desaprobado el examen…….. Es más, creo que lo desaprobé. Porque el primer punto es: ¿por qué fue el único examen donde quise sacarme diez? ¿Qué pretensión era esa? ¿Cómo puede ser que ante la finitud, yo manifestara correctamente mi escepticismo ante los exámenes, como siempre lo hice, pero justo en este examen, no? ¿Querer sacarme diez en lo infinito? Es más, si yo no creo en los exámenes, ¿por qué me creí un examen sobre Dios?
Es que en aquella época yo no terminé de entender lo que sucedía realmente. Tal vez no fue totalmente mi responsabilidad, pero, no juzguemos. El asunto es que yo había perdido la dimensión del misterio. Misterio que Santo Tomás daba por obvio, y por obvio daba también la distinción entre misterio y absurdo. Toda su teología fue el culmen del diálogo de la razón con la Fe donde la razón habla del no absurdo del misterio. Pero es un hablar con un tipo de analogía muy especial que Santo Tomás manejó con maestría, pero sólo se entiende bien desde la Fe.
Un examen sobre Dios, una nota sobre Dios, ese es el absurdo. Y yo, niño total, cayendo en la trampa del racionalismo cultural que nos rodea, del cual el tomismo debería ser el primero en cuidarse. Qué lección que me diste, oh infinito misterio, al mostrarme que no puedo sacarme 10 sobre Ti, nada puedo sacarme, excepto el peso de mi pecado por tu santa Cruz.
¿Qué haría si hoy tuviera que dar examen sobre Dios? Pues nada. Trataría de hablar con cuidado, porque estoy hablando de Dios, pero miraría a mi examinador con una sonrisa pícara, sabiendo que ambos estamos jugando un juego imposible, exigido por un sistema educativo imposible. Ante la nota, sea la que fuere, me mataría de la risa y espero que mi examinador también. Pero, sin embargo, no fue así, y está bien que no fuera así. Era un niño en el jardín de infantes. Como etapa, había que pasarla. Ahora, no sé en qué etapa estoy. No he ido para adelante, he ido para atrás. Soy un recién nacido y estoy aprendiendo a hablar.
Yo nunca me preocupé por sacarme 10 en los exámenes. En realidad yo estudiaba; estudiar para tal o cual nota me pareció siempre insólito e imposible. Pero aquella vez quise sacarme diez. Quería sacarme diez en el examen sobre Dios. Diez en Dios. Impresionante. Y ahí estuve. Me preparé como nunca. Dios es simple: argumento 1, 2, 3, 4; en Dios no hay composición: argumento 1, 2, 3 4………. Y en la Suma Teológica estaba “todo”. Así que allí fui, a sacarme diez en Dios.
Todo comenzó bien. El Padre Ferro me quería, así que asentía con cara de profesor complacido mi despliegue de fuegos de artificio. Todo iba muy bien. Contrariamente a otros exámenes, yo no ponía cara de me importa un rábano, o qué se yo. Habitualmente en todos los exámenes yo me inclinaba para atrás, y miraba al profesor como diciéndole “querés que te diga esto? Ok, ok….. ¿Así que no me acuerdo de la palabrita que tanto te fascina? Y qué me importa………………”, todo en un lenguaje gestual y de miradas muy cordial. Pero esta vez, no. Ahí estaba: mi cuerpo hacia adelante, hablando con entusiasmo, rápido, luciéndome, en última instancia.
En determinado momento el P. Ferro preguntó, con voz cansina, esperando la respuesta correcta: “…..Y se puede entonces conocer la esencia de Dios………….”?
A lo cual contesté, resueltamente, con la misma actitud: SI.
Al Padre Ferro se le nubló el rostro. Su ayudante se mató absolutamente de la risa mientras que Ferro seguía en absorto silencio.
Pero yo no retrocedí. Ah no, ¿cómo iba a retroceder? ¡Dios estaba de mi lado!!!! Así que argumenté: Santo Tomás dice que Dios es aquel cuya esencia es ser. Es más, dice que podemos demostrar y por ende conocer que Dios es aquel cuya esencia es ser, así que sí, conozco la esencia de Dios. ¿O no?
Ferro inició un paciente trabajo socrático y finalmente pudo arrancarme que propiamente NO conocemos a Dios, sino por analogía. ¡Ah, obvio que es por analogía!!!!!!!!, casi grité (el ayudante se seguía riendo). “Pero deberías haber comenzado por allí”, me contestó Ferro, nuestro adorado Padre Ferro, casi enojado. El examen siguió un poco más, aunque yo puse cara de “¿qué pasó aquí?”, y finalmente concluyó. Me saqué ocho. Ferro me bajó dos puntos.
Treinta años después, no puedo sino rememorar todo ello con otra significación y meditar sobre mi infantil racionalismo. Sobre Dios, saberlo todo, sacarse diez. ¿No fue acaso una señal muy visible de la Providencia Divina? Tal vez debería haber desaprobado el examen…….. Es más, creo que lo desaprobé. Porque el primer punto es: ¿por qué fue el único examen donde quise sacarme diez? ¿Qué pretensión era esa? ¿Cómo puede ser que ante la finitud, yo manifestara correctamente mi escepticismo ante los exámenes, como siempre lo hice, pero justo en este examen, no? ¿Querer sacarme diez en lo infinito? Es más, si yo no creo en los exámenes, ¿por qué me creí un examen sobre Dios?
Es que en aquella época yo no terminé de entender lo que sucedía realmente. Tal vez no fue totalmente mi responsabilidad, pero, no juzguemos. El asunto es que yo había perdido la dimensión del misterio. Misterio que Santo Tomás daba por obvio, y por obvio daba también la distinción entre misterio y absurdo. Toda su teología fue el culmen del diálogo de la razón con la Fe donde la razón habla del no absurdo del misterio. Pero es un hablar con un tipo de analogía muy especial que Santo Tomás manejó con maestría, pero sólo se entiende bien desde la Fe.
Un examen sobre Dios, una nota sobre Dios, ese es el absurdo. Y yo, niño total, cayendo en la trampa del racionalismo cultural que nos rodea, del cual el tomismo debería ser el primero en cuidarse. Qué lección que me diste, oh infinito misterio, al mostrarme que no puedo sacarme 10 sobre Ti, nada puedo sacarme, excepto el peso de mi pecado por tu santa Cruz.
¿Qué haría si hoy tuviera que dar examen sobre Dios? Pues nada. Trataría de hablar con cuidado, porque estoy hablando de Dios, pero miraría a mi examinador con una sonrisa pícara, sabiendo que ambos estamos jugando un juego imposible, exigido por un sistema educativo imposible. Ante la nota, sea la que fuere, me mataría de la risa y espero que mi examinador también. Pero, sin embargo, no fue así, y está bien que no fuera así. Era un niño en el jardín de infantes. Como etapa, había que pasarla. Ahora, no sé en qué etapa estoy. No he ido para adelante, he ido para atrás. Soy un recién nacido y estoy aprendiendo a hablar.