Ante la reiteración de los crímenes del régimen asesino de Cuba, cabe publicar de vuelta este artículo, que escribí el 16 de Febrero del 2007.
MENTIRA Y CRUELDAD
Febrero 16, 2007 — liberpress
Por Gabriel J. Zanotti
Para LiberPress
LiberPress- Buenos Aires- 16 de Febrero de 2007.
Toda mi vida he sido un defensor del diálogo y lo sigo siendo. Es más, es uno de mis temas filosóficos de investigación. El diálogo es uno de los logros morales más altos y más nobles. Implica muchas cosas. El abandono, no sólo de la fuerza física, sino también de la lingüística. Estar dispuesto a escuchar los argumentos del otro. Considerar la posibilidad de que uno esté equivocado, aunque sea metódicamente. Comprender al otro: escucharlo desde su perspectiva, su mundo, su horizonte. Entender no sólo lo que dice, sino por qué lo dice. Estar abierto a la crítica. Todo ello es diálogo.
Gran parte de la filosofía contemporánea ha colaborado, bajo perspectivas diversas, en este noble ideal. Buber, Levinas, Popper, Gadamer, Habermas. Todos ellos filósofos muy diferentes, pero con una evidente vocación por eliminar del lenguaje –y por ende de la vida- todo rastro de violencia. Y, en todos ellos vive, aunque no lo sepan, el cristianismo, porque el diálogo comienza por la escucha, y la escucha al otro comienza por un acto de misericordia.
Pero el diálogo supone que la otra parte también dialoga. Como la amistad aristotélica, es una relación recíproca. Uno debe siempre comenzar la actitud de diálogo, pero cuando no hay actitud similar, no cabe el ataque o el insulto, pero sí una prudente retirada. Por caridad, nada más que por caridad.
Pero hay ocasiones donde la mentira, la más cruel mentira sobre los más despiadados asesinatos, llega a nosotros, como flechas que no esperábamos en el descampado de nuestra existencia. Reservemos a Dios el juicio último sobre la conciencia de quienes mienten así, pero, lo que queremos decir, es que en esos casos, hay algo que no es diálogo, pero que está plenamente justificado, y a veces es un deber. Me refiero, sencillamente, a la denuncia.
En ese sentido, la Cuba de Castro y sus secuaces –estoy utilizando las palabras exactas- constituyen, junto con sus partidarios y los silencios cobardes de gobiernos “diplomáticos”, una de las vergüenzas más terribles de toda la historia del s. XX y XXI. Hay muchas vergüenzas más, si, pero al menos fueron denunciadas, y si no, quien escribe no ha callado las vergüenzas de los llamados líderes de Occidente. En este caso, insisto, la denuncia es lo menos que puede hacer quienquiera no haya sido víctima de la propaganda mentirosa de esa banda de delincuentes asesinos.
Han fusilado por doquier, sin misericordia, y lo siguen haciendo, a todos aquellos que osaban siquiera pensar diferente. Han sumergido en cárceles inhumanas, y de por vida, a todos aquellos que se interpongan en sus tropelías. Y tienen la osadía, el atrevimiento, de presentarse ante el mundo como líderes democráticos y protectores de los derechos humanos. Estos asesinos pueden andar por el mundo sin recibir ninguna orden de arresto, por parte de jueces que en otros casos no dudarían en absoluto. Y lo peor: son elogiados por gobernantes e intelectuales, cómplices de ese modo uno de los operativos propagandísticos más hipócritas y eficaces de toda la vergonzosa historia de este siglo de totalitarismos y autoritarismos.
Dios sabe qué tienen en la cabeza quienes así proceden: si indolencia, cobardía, simple estupidez, ceguera ideológica o la simple desaprensión ante los gritos y llantos silentes de incontables fusilados, torturados, encarcelados o muertos en sus intentos de escapar del infierno. ¡Vergüenza para las naciones occidentales, que cierran sus fronteras a estos refugiados, con EE.UU. a la cabeza! Y los demás, que cierren sus “diplomacias” y les digan, en los foros internacionales, a Raúl Castro, a sus seguidores y a Fidel, vivo o embalsamado, lo que se merecen escuchar: asesinos, delincuentes, no tienen derecho a integrar el concierto de las naciones, son sólo una banda de fanáticos criminales.
Pero no, no se atreverán. La denuncia profética necesita un fuego que no abunda: la piedad por el perseguido, la rebeldía ante semejante injusticia, y saber correr los riesgos de negarle al delincuente su supuesto derecho a continuar con su injusticia.
Que Dios se apiade de las almas de los asesinos, y que se apiade, también, de las almas y los cuerpos de los refugiados, torturados, encarcelados y exiliados, a cuya mirada y existencia van dedicadas estas líneas.
domingo, 28 de febrero de 2010
sábado, 27 de febrero de 2010
Gracias a todos..........
................por los interesantísimos comentarios al "caso Vanesa". Tengo que hacer un análisis y comentarlos. No tuve tiempo aún, pero gracias!!!!!!!!!
domingo, 21 de febrero de 2010
VANESA: LA RESPONSABILIDAD SOCIAL QUE LA EMPRESA NO TIENE.
Hace muuuuuuuuuuuuchos años me dejó de funcionar la clave PPP del banco XXX. Con un gran esfuerzo de tiempo fui a mi sucursal, me atendieron cordialmente, me dijeron que llamara a BBB y dijera que QQQ y pidiera CCC y que después de unas horitas, todo listo. Ok. Volví a mi trabajo, hice BBB, QQQ, CCC, después de media hora de teléfono, y obviamente horas después PPP seguía sin funcionar.
Meses después volví a la sucursal, pregunté por lo mismo, me indicaron el mismo procedimiento, con la misma pérdida de tiempo y el mismo resultado. Mejor dicho, el resultado fue que me acostumbré durante años a funcionar en el banco sin la clave PPP, porque otra clave funcionaba (nunca mejor dicho, gracias a Dios).
Años después, después de haber asumido mi discapacidad en estas cosas como en muchas otras, fui a otra sucursal del mismo banco XXX por otra cosa. Pero necesitaba la famosa clave PPP. La amable empleada de la recepción me miró como si yo fuera una persona y me dijo “¿cómo, no tiene la clave PPP?”. “No, intenté dos veces el trámite pero no funcionó”. Asombrada, la señora en cuestión me dijo “¿Qué trámite? Venga”, y me llevó al cajero OOO. Se levantó, mi miró amablemente, y me dijo con voz suave: “fíjese”: entonces hizo TU TUT TUT, TU TU TUT TUT TUT y etc. y a continuación se escuchó un PSSSSHHHHHHRRRRRPIN ¡!!, y……….. “Esta es su clave”. Atónito, apenas pude decir “Eh………………. ¡Gracias!”, “No es nada”, con la misma sonrisa, y volvió a su puesto.
Era el mismo banco XXX, con los mismos aparatos, las mismas técnicas, las mismas reglas. ¿Qué había cambiado? Pues sencillamente la persona. Las dos primeras veces yo fui atendido igual que si fuera una máquina de café a la cual hay que imprimirle las instrucciones que, a su vez, fueron dadas a esas máquinas de atender con un letrero detrás que dice “atención PERSONALIZADA”. La tercera vez, esos minutos, contra los años y años que estuve sin clave, tuvo que ver sencillamente con que la señora en cuestión me trato como OTRO, esto es, como OTRA PERSONA, a la cual se le debe respeto, consideración y ayuda por el solo hecho de ser persona.
Pero eso, ¿se enseña en las empresas? Creo que no, pero mi crítica no viene de la escuela de Frankfurt. Soy un liberal convencido de que tras los discursos de responsabilidad social empresaria se oculta un costo más que los gerentes se sacan de encima como un lavado de culpas que supuestamente tienen por ser una empresa. No, una empresa no es una culpa, que después hay que lavarla con una responsabilidad social adicional a la sola responsabilidad de cumplir con la ley y los contratos. La responsabilidad social adicional que a TODOS nos cabe es tratar al otro en tanto otro (lo cual va más allá de lo que se puede exigir por ley). Y eso, ¿se enseña en las familias, en las empresas, en etc.? No soy un socrático moral, no creo que simplemente enseñando y conociendo el bien se lo practique, pero hay infinidad de gerentes y empresarios (y etc.) que si no trataran como rentables trapos de piso a sus inferiores, darían el ejemplo de cómo deben tratar realmente sus empleados a sus clientes, que son ante todo personas y después clientes.
He estado yendo a esta sucursal durante algunos años más. La señora en cuestión sigue en su puesto, ayudando a todo el mundo permanentemente. Hace, precisamente, más de lo que debe. Tiene caridad, trata a los demás como prójimos. Eso es cristianismo aunque la señora en cuestión no fuera bautizada. Ella hace la diferencia. Ella hace más por el mundo que los supuestos revolucionarios que aman a la abstracta humanidad y luego destruyen millones de vidas individuales con su violencia.
Pero ella no es fruto del banco XXX, así como muchos santos docentes NO son fruto del colegio tal, y así sucesivamente. Ella es fruto de ella misma y seguro de la gracia de Dios, actual y/o habitual, aunque ella no lo sepa. Pero quisiera que esto fuera leído por los gerentes que hablan de la “responsabilidad social empresaria” sin ver toda esta cuestión.
Este Jueves estábamos haciendo un pequeño trámite con mi esposa, había muy poca gente en el mostrador de recepción a clientes y, entonces, le pregunté su nombre. Nunca me había atrevido, tenía temor de que me dijera para qué. Pero no. Vanesa, me contestó, y siguió atendiendo a tu prójimo.
Meses después volví a la sucursal, pregunté por lo mismo, me indicaron el mismo procedimiento, con la misma pérdida de tiempo y el mismo resultado. Mejor dicho, el resultado fue que me acostumbré durante años a funcionar en el banco sin la clave PPP, porque otra clave funcionaba (nunca mejor dicho, gracias a Dios).
Años después, después de haber asumido mi discapacidad en estas cosas como en muchas otras, fui a otra sucursal del mismo banco XXX por otra cosa. Pero necesitaba la famosa clave PPP. La amable empleada de la recepción me miró como si yo fuera una persona y me dijo “¿cómo, no tiene la clave PPP?”. “No, intenté dos veces el trámite pero no funcionó”. Asombrada, la señora en cuestión me dijo “¿Qué trámite? Venga”, y me llevó al cajero OOO. Se levantó, mi miró amablemente, y me dijo con voz suave: “fíjese”: entonces hizo TU TUT TUT, TU TU TUT TUT TUT y etc. y a continuación se escuchó un PSSSSHHHHHHRRRRRPIN ¡!!, y……….. “Esta es su clave”. Atónito, apenas pude decir “Eh………………. ¡Gracias!”, “No es nada”, con la misma sonrisa, y volvió a su puesto.
Era el mismo banco XXX, con los mismos aparatos, las mismas técnicas, las mismas reglas. ¿Qué había cambiado? Pues sencillamente la persona. Las dos primeras veces yo fui atendido igual que si fuera una máquina de café a la cual hay que imprimirle las instrucciones que, a su vez, fueron dadas a esas máquinas de atender con un letrero detrás que dice “atención PERSONALIZADA”. La tercera vez, esos minutos, contra los años y años que estuve sin clave, tuvo que ver sencillamente con que la señora en cuestión me trato como OTRO, esto es, como OTRA PERSONA, a la cual se le debe respeto, consideración y ayuda por el solo hecho de ser persona.
Pero eso, ¿se enseña en las empresas? Creo que no, pero mi crítica no viene de la escuela de Frankfurt. Soy un liberal convencido de que tras los discursos de responsabilidad social empresaria se oculta un costo más que los gerentes se sacan de encima como un lavado de culpas que supuestamente tienen por ser una empresa. No, una empresa no es una culpa, que después hay que lavarla con una responsabilidad social adicional a la sola responsabilidad de cumplir con la ley y los contratos. La responsabilidad social adicional que a TODOS nos cabe es tratar al otro en tanto otro (lo cual va más allá de lo que se puede exigir por ley). Y eso, ¿se enseña en las familias, en las empresas, en etc.? No soy un socrático moral, no creo que simplemente enseñando y conociendo el bien se lo practique, pero hay infinidad de gerentes y empresarios (y etc.) que si no trataran como rentables trapos de piso a sus inferiores, darían el ejemplo de cómo deben tratar realmente sus empleados a sus clientes, que son ante todo personas y después clientes.
He estado yendo a esta sucursal durante algunos años más. La señora en cuestión sigue en su puesto, ayudando a todo el mundo permanentemente. Hace, precisamente, más de lo que debe. Tiene caridad, trata a los demás como prójimos. Eso es cristianismo aunque la señora en cuestión no fuera bautizada. Ella hace la diferencia. Ella hace más por el mundo que los supuestos revolucionarios que aman a la abstracta humanidad y luego destruyen millones de vidas individuales con su violencia.
Pero ella no es fruto del banco XXX, así como muchos santos docentes NO son fruto del colegio tal, y así sucesivamente. Ella es fruto de ella misma y seguro de la gracia de Dios, actual y/o habitual, aunque ella no lo sepa. Pero quisiera que esto fuera leído por los gerentes que hablan de la “responsabilidad social empresaria” sin ver toda esta cuestión.
Este Jueves estábamos haciendo un pequeño trámite con mi esposa, había muy poca gente en el mostrador de recepción a clientes y, entonces, le pregunté su nombre. Nunca me había atrevido, tenía temor de que me dijera para qué. Pero no. Vanesa, me contestó, y siguió atendiendo a tu prójimo.
domingo, 14 de febrero de 2010
UTOPÍA E IDEOLOGÍA
Voy a transcribir una parte de un artículo publicado hace unos años (“El analogante de las ciencias”, en Derecho y Opinión (6), 1998, pp. 683-697. Espero que esto responsa a alguna de las inquietudes planteadas por la entrada del domingo anterior.
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Nos detendremos un poco más en el tema de la ideología.
Otra vez, aclaremos qué no estamos criticando. No nos estamos refiriendo a ideas sobre sistemas políticos que, con su carga de esencial opinabilidad, se consideran mejores para la convivencia humana, ni tampoco a valores ético-sociales básicos de la filosofía política, como el respeto al bien común, la limitación del poder, etc. Nos estamos refiriendo a lo siguiente.
En primer lugar, la ideología, más que contenidos concretos, es una actitud, la cual parte de una premisa fundante: existe el sistema social perfecto. No importa que sea posible o imposible, que de hecho exista o haya existido tal o cual sistema social “X”; lo importante -por eso decimos que es una actitud mental- es que se lo conciba como “perfecto”. El ideólogo añade a esto una premisa gnoseológica, que ha sido calificada como “racionalismo constructivista”(1): es posible conocer perfectamente los medios que racionalmente conducen a ese ideal. Dadas estas dos premisas, hay otras dos características que emanan cual necesarias conclusiones: este sistema es la única opción moral posible, pues, si es perfecta, si con ella se elimina absolutamente todo margen de pobreza, de guerras, de ignorancia, cómo va a ser moralmente legítimo optar por otro sistema que deje margen para sufrimientos, que, aunque mínimos, pueden evitarse? Y la otra conclusión es: ese sistema es la última etapa de la historia. No en el sentido de que no pueda abandonarse el sistema, sino en el sentido de que un abandono tal sería un retroceso. Esto es, dado ese sistema, la humanidad no puede avanzar socialmente más. Por qué? Muy simple: porque ese sistema es el perfecto.(2)
A esto se agrega una quinta característica, pero no necesaria, sino basada en una conjetura dada la comprensión empática de la naturaleza humana: la tentación de violencia(3). Esto es, puede ser posible un ideólogo tranquilo, sentado en su silla, contemplando este mundo espantoso al lado de la pureza del ideal que él considera posible, escribiendo, hablando y esperando pacíficamente que la humanidad “se convenza” de sus enseñanzas. Pero es difícil. Si todo sufrimiento puede eliminarse así, de un día para el otro, con la implantación del orden social perfecto... Por qué esperar? No es acaso una violencia injustificada la ignorancia de los dirigentes que tanto sufrimiento ocasionan a nuestros semejantes? No claman a la justicia los gritos de los pueblos sometidos a las torturas de la imperfección? Cuanto más inteligente y bueno sea nuestro ideólogo, peor. Pues si ha estudiado las condiciones para la guerra justa que vienen ya desde la escolástica, entonces, la revolución armada contra la violencia de la imperfección puede ser entendida como una legítima defensa cuyo momento está por llegar de un momento a otro...
Por supuesto que hay ideologías que colocan a la violencia como una etapa necesaria de su visión del mundo. Así fueron el marxismo-leninismo y el nazi-fascismo. Pero colocamos a esta quinta característica como no necesaria porque todo puede ser ideologizado. Si alguien supone que la democracia constitucional es el sistema social perfecto (lo cual es un error: es bueno, mas no perfecto), entonces...
Analicemos por un momento los posibles orígenes de la primera y segunda premisas. Habitualmente es una metafísica racionalista muy bien hecha, como el materialismo dialéctico que inspiró al marxismo leninismo. Esas metafísicas tienen filosofías de la historia que pretenden conocer las etapas necesarias de la historia humana; de allí la negación del libre albedrío, la justificación de todo aquello que lleva la etapa final y la pretensión de imposibilidad de juzgar desde fuera alguna de esas etapas -nadie puede estar fuera del proceso necesario; quien pretende estarlo, criticando a la ideología en cuestión, es un antirrevolucionario (y, consiguientemente, un enemigo de la humanidad).
Por supuesto, esta última característica es acompañada por otra que puede estar después de la cuarta y antes de esta. Se desprende necesariamente de las primeras cuatro. Es la cerrazón absoluta a la crítica. El ideólogo no dia-loga; monologa. La crítica metódica de la cual hemos hablado está coherentemente excluida, pues, si existe el sistema social perfecto y se conocen perfectamente los medios que conducen a él, ninguna crítica puede agregar algo al sistema. A lo sumo, un ideólogo pacífico, tipo ideal(4)difícil pero posible, puede someterse a la crítica metódica para ver si puede mejorar sus medios argumentativos y retóricos de difusión de su ideología, pero no como algo que verdaderamente agregue algún aspecto de la realidad que él desconocía. Por supuesto, volvemos a conjeturar que, psicológicamente, del monólogo permanente a la violencia física (pues el monólogo es una violencia lingüística) hay un paso muy tenue, muy sutil, muy próximo.
La hermenéutica del mundo, para el ideólogo, es muy singular. Para él no hay negro, gris y blanco. Hay negro y blanco. Esto es: el no ideologizado es capaz de ver al mundo como un gris, y ese gris es ya un éxito frente al negro de las guerras y las miserias absolutas. Sabe que el blanco es imposible y que los intentos de lograrlo conducen al negro. Por eso sus propuestas son más bien medidas concretas para mejorar tal o cual aspecto(5) , y no propuestas globales de perfección.
El ideólogo, en cambio, ve al mundo, que en realidad es gris, como un negro permanente al lado del posible y alcanzable blanco que propone. Esto es: lo que para el no ideologizado es soportable porque es el bien social posible, al lado de lo imposible, para el ideologizado ese bien es insoportable, un negro total, al lado de lo perfecto, lo blanco, perfectamente realizable.
Otra fuente importantísima de las ideologías es el clericalismo, actitud que puede darse en cualquier religión. Esto es, la creencia de que Dios ha revelado cuál es ese sistema social perfecto, y que es nuestro deber, por ende, seguir esa revelación. Esta fuente es particularmente peligrosa por cuando el ideólogo se siente aún más tentado a utilizar la violencia y a justificarla, si es necesario, como un profeta -armado hasta los dientes- de las iras de Dios ante este mundo pecador.
En el cristianismo, esto constituye en error terrible(6). Jesucristo ha redimido a cada corazón; esa redención tiene efectos temporales, pero abiertos a una pluralidad de opciones todas legítimas en tanto no contradigan lo esencial del mensaje revelado(7). Jesucristo no ha revelado cuál es el mejor régimen político, por más que los diversos integrismos cristianos, de izquierda o de derecha, pretendan lo contrario. Ha dejado a ese tema a la libre opinión de los hombres(8). Sobre todo, hay un concepto aquí que el ideólogo-religioso no logra aceptar: la tolerancia, en función de un bien mayor(9), y la tolerancia cuando ese bien mayor es el respeto a la conciencia(10). Este último punto es especialmente relevante. No sería mejor un mundo sin el pecado que la libertad religiosa produce? No, sería peor. Porque la libertad religiosa no produce el pecado: lo hace más visible y sincero. Y un mundo donde los hombres pecan en su corazón y ocultan la manifestación externa del pecado por el temor servil a la imposición de una fe por la fuerza es un mundo falso, hipócrita y explosivo(11). La verdad nos hará libres, sí, y la libertad nos hará verdaderos.
El no-ideologizado no carece de ideales políticos; simplemente, los considera buenos, perfectibles, opinables en cierta medida, no perfectos. Esa es la esencial distinción. No es cuestión de contraponer el idealismo ético de las utopías contra cierto “pragamatismo”, “realismo” (en el mal sentido del término) de quienes se oponen intelectual y vitalmente a ciertas utopías. Ese es un recurso dialéctico muy útil especialmente caro a ciertas utopías violentas que han perdido gran parte del dominio del planeta. Es asunto es esencialmente al revés. La crítica a las utopías desarrollada por Karl Popper, por ejemplo, su defensa de la no-violencia y la responsabilidad social del intelectual(12) están basadas en una ética muy profunda. La ética del diálogo, de la tolerancia, del respeto al disidente(13) , donde aflora la perfección de la debida tolerancia a lo imperfecto.
Ahora bien: todo lo dicho hasta ahora sería absolutamente insuficiente si olvidáramos un tema central: por qué las dos primeras premisas de la actitud ideológica son erróneas? Por qué no puede existir un sistema social perfecto y no pueden conocerse perfectamente los medios que a él conducen? Porque la naturaleza humana es imperfecta, y el conocimiento humano, limitado.
La naturaleza humana es imperfecta, no en el sentido de su esencia, que en cuanto tal, ontológicamente, tiene todo lo que la esencia humana requiere, ni tampoco en el sentido del libre albedrío, que es una perfección(14). Es imperfecta por cierta tendencia al mal moral, reconocida de modo natural sobre todo por los miembros de la escuela escocesa de pensamiento político(15) y de modo sobrenatural por la revelación cristiana sobre el pecado original. A la razonable objeción sistémica de que la naturaleza de cada individuo puede ser imperfecta pero el sistema social, en cuanto sistema, no, se contesta con la segunda parte de nuestra respuesta: el conocimiento humano es limitado. Pretender elaborar y conocer un sistema que haya incorporado todas las imperfecciones humanas y carezca, en cuanto sistema, de todo margen de contingencia y posibilidad de falla, es una pretensión del racionalismo constructivista que en cuando tal no es compatible con el conocimiento limitado de la esencia de las cosas; sistemas inclusive. Por supuesto, es obvio que los sistemas están para absorber y evitar imperfecciones que de otro modo saldrían a la luz. El sistema político de la primera república norteamericana, en nuestra opinión, fue un ejemplo de una absorción sistémica de una imperfección humana. En efecto, el sistema partía de que la naturaleza humana tiende al abuso del poder, y por ende lo limitaba con un sistema constitucional. El asunto es, nuevamente, si esa absorción sistémica puede ser perfecta. Y, otra vez, la respuesta es no. No hay sistema humano que logre ponerse por encima de lo humano.
Lo único que, precisamente por ser sobre-humano, pero no antihumano, y por ende puede reclamar perfección, es el amor a Dios movido por su Gracia. Y eso, llevado a su plenitud, es la santidad. Y por eso, no es casual que sean santificadas personas y no sistemas. “Sed perfectos, como mi Padre es perfecto”: no fue un mandato destinado a un determinado sistema social, sino la exigencia más íntima que duerme en cada corazón humano, y que, una vez despertada, rechaza, como parte de su santidad, toda forma de violencia, física, lingüística, actitudinal, presentando al amor, y sólo a éste, como lenguaje de la verdad.
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1. Hayek, F.: “Los errores del constructivismo” [1970], en el libro Nuevos estudios en filosofía, política, economía e historia de las ideas; Eudeba, Buenos Aires, 1981
2. Estas cuatro características, más la quinta que vamos a explicar ahora, no han sido expuestas en ese orden por ningún autor que nosotros conozcamos; sin embargo, nada de eso hubiéramos podido haber sistematizado sin las fuentes inspiradoras de Popper, K.: “Utopía y violencia” [1947], en el libro Conjeturas y refutaciones, Paidós, Barcelona, 1983, y Spaemann, R.: Crítica de las utopías políticas; Eunsa, Pamplona, 1980.
3. Ver Popper, op. cit.
4. En sentido weberiano.
5. Popper, K., op. Cit.
6. Ver Spaemann, R., op. Cit., cap. IV.
7. Ver Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, cap. III, punto 43.
8. Ver León XIII, “Cum multa’’ [1882], en Doctrina Pontificia, t. II, Bac, Madrid, 1958, p. 132; “Inmortale Dei”, op. Cit., p. 218; “Sapientiae christianae”, op. Cit., p. 282; Pío XII, “Grazie”, op. Cit., p. 821.
9. Sto. Tomás, I-II, Q. 96, a. 2, c.; I-II, Q. 95, a. 2, ad 3; Pío XII, “Comunidad internacional y tolerancia” [1953], en Doctrina Pontificia, op. Cit., p. 1008. Sobre el tema de la opinabilidad esencial de los sistemas políticos, nos hemos explayado con detalle en “La temporalización de la Fe”, en Cristianismo, sociedad libre y opción por los pobres, VVAA, Centro de Estudios Públicos, Santiago de Chile, 1988. Obsérvese que estamos citando para estos temas a quienes algunos integristas citan para sus fines: Sto. Tomás, León XIII y Pío XII.
10. Ver declaración sobre la libertad religiosa, Dignitatis humanae, del Concilio Vaticano II. Sobre la supuesta contradicción del magisterio del Vaticano II en este tema y el magisterio anterior, ver nuestro artículo “Reflexiones sobre la encíclica ‘Libertas’”, en El Derecho, (7090), 1988.
11. Qué ocurre habitualmente en las sociedades que tienen una transición de regímenes autoritario-religiosos a regímenes democráticos con distinción entre Iglesia y estado? No hay una especie de “explosión” de “malas costumbres”? Los integristas, habitualmente, la atribuyen al régimen recién instalado. Cometen un error: el régimen recién instalado no hace más que dejar ver los terribles efectos del pecado original, que habían tratado de ser inútilmente ocultados por la tapa de la olla de un ingenuo autoritarismo. Es más: ese corazón humano no se oculta, sino que se enardece más ante el poder del autoritarismo. La redención de Cristo nada tiene que ver con la policía y las cárceles, ingenuos, inútiles y irrisorios intentos de sustitución del poder Salvífico de la mirada de Cristo en la cruz. (Esta reflexión no se contrapone en absoluto con la “función educativa de la ley humana positiva”).
12. Popper, K.: Tolerancia y responsabilidad intelectual, op. Cit.
13. Ver Artigas, M.: Lógica y ética en Karl Popper, op. Cit.
14. Sto. Tomás, Suma Contra Gentiles; Bac, Madrid, 1967, t. II, libro III, cap. 73.
15. Ver Gallo, E.: “La tradición del orden social espontáneo: Adam Ferguson, David Hume y Adam Smith”, en Libertas (6), 1987; y, del mismo autor, “La Ilustración Escocesa”, en Estudios Públicos (30), 1988.
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Nos detendremos un poco más en el tema de la ideología.
Otra vez, aclaremos qué no estamos criticando. No nos estamos refiriendo a ideas sobre sistemas políticos que, con su carga de esencial opinabilidad, se consideran mejores para la convivencia humana, ni tampoco a valores ético-sociales básicos de la filosofía política, como el respeto al bien común, la limitación del poder, etc. Nos estamos refiriendo a lo siguiente.
En primer lugar, la ideología, más que contenidos concretos, es una actitud, la cual parte de una premisa fundante: existe el sistema social perfecto. No importa que sea posible o imposible, que de hecho exista o haya existido tal o cual sistema social “X”; lo importante -por eso decimos que es una actitud mental- es que se lo conciba como “perfecto”. El ideólogo añade a esto una premisa gnoseológica, que ha sido calificada como “racionalismo constructivista”(1): es posible conocer perfectamente los medios que racionalmente conducen a ese ideal. Dadas estas dos premisas, hay otras dos características que emanan cual necesarias conclusiones: este sistema es la única opción moral posible, pues, si es perfecta, si con ella se elimina absolutamente todo margen de pobreza, de guerras, de ignorancia, cómo va a ser moralmente legítimo optar por otro sistema que deje margen para sufrimientos, que, aunque mínimos, pueden evitarse? Y la otra conclusión es: ese sistema es la última etapa de la historia. No en el sentido de que no pueda abandonarse el sistema, sino en el sentido de que un abandono tal sería un retroceso. Esto es, dado ese sistema, la humanidad no puede avanzar socialmente más. Por qué? Muy simple: porque ese sistema es el perfecto.(2)
A esto se agrega una quinta característica, pero no necesaria, sino basada en una conjetura dada la comprensión empática de la naturaleza humana: la tentación de violencia(3). Esto es, puede ser posible un ideólogo tranquilo, sentado en su silla, contemplando este mundo espantoso al lado de la pureza del ideal que él considera posible, escribiendo, hablando y esperando pacíficamente que la humanidad “se convenza” de sus enseñanzas. Pero es difícil. Si todo sufrimiento puede eliminarse así, de un día para el otro, con la implantación del orden social perfecto... Por qué esperar? No es acaso una violencia injustificada la ignorancia de los dirigentes que tanto sufrimiento ocasionan a nuestros semejantes? No claman a la justicia los gritos de los pueblos sometidos a las torturas de la imperfección? Cuanto más inteligente y bueno sea nuestro ideólogo, peor. Pues si ha estudiado las condiciones para la guerra justa que vienen ya desde la escolástica, entonces, la revolución armada contra la violencia de la imperfección puede ser entendida como una legítima defensa cuyo momento está por llegar de un momento a otro...
Por supuesto que hay ideologías que colocan a la violencia como una etapa necesaria de su visión del mundo. Así fueron el marxismo-leninismo y el nazi-fascismo. Pero colocamos a esta quinta característica como no necesaria porque todo puede ser ideologizado. Si alguien supone que la democracia constitucional es el sistema social perfecto (lo cual es un error: es bueno, mas no perfecto), entonces...
Analicemos por un momento los posibles orígenes de la primera y segunda premisas. Habitualmente es una metafísica racionalista muy bien hecha, como el materialismo dialéctico que inspiró al marxismo leninismo. Esas metafísicas tienen filosofías de la historia que pretenden conocer las etapas necesarias de la historia humana; de allí la negación del libre albedrío, la justificación de todo aquello que lleva la etapa final y la pretensión de imposibilidad de juzgar desde fuera alguna de esas etapas -nadie puede estar fuera del proceso necesario; quien pretende estarlo, criticando a la ideología en cuestión, es un antirrevolucionario (y, consiguientemente, un enemigo de la humanidad).
Por supuesto, esta última característica es acompañada por otra que puede estar después de la cuarta y antes de esta. Se desprende necesariamente de las primeras cuatro. Es la cerrazón absoluta a la crítica. El ideólogo no dia-loga; monologa. La crítica metódica de la cual hemos hablado está coherentemente excluida, pues, si existe el sistema social perfecto y se conocen perfectamente los medios que conducen a él, ninguna crítica puede agregar algo al sistema. A lo sumo, un ideólogo pacífico, tipo ideal(4)difícil pero posible, puede someterse a la crítica metódica para ver si puede mejorar sus medios argumentativos y retóricos de difusión de su ideología, pero no como algo que verdaderamente agregue algún aspecto de la realidad que él desconocía. Por supuesto, volvemos a conjeturar que, psicológicamente, del monólogo permanente a la violencia física (pues el monólogo es una violencia lingüística) hay un paso muy tenue, muy sutil, muy próximo.
La hermenéutica del mundo, para el ideólogo, es muy singular. Para él no hay negro, gris y blanco. Hay negro y blanco. Esto es: el no ideologizado es capaz de ver al mundo como un gris, y ese gris es ya un éxito frente al negro de las guerras y las miserias absolutas. Sabe que el blanco es imposible y que los intentos de lograrlo conducen al negro. Por eso sus propuestas son más bien medidas concretas para mejorar tal o cual aspecto(5) , y no propuestas globales de perfección.
El ideólogo, en cambio, ve al mundo, que en realidad es gris, como un negro permanente al lado del posible y alcanzable blanco que propone. Esto es: lo que para el no ideologizado es soportable porque es el bien social posible, al lado de lo imposible, para el ideologizado ese bien es insoportable, un negro total, al lado de lo perfecto, lo blanco, perfectamente realizable.
Otra fuente importantísima de las ideologías es el clericalismo, actitud que puede darse en cualquier religión. Esto es, la creencia de que Dios ha revelado cuál es ese sistema social perfecto, y que es nuestro deber, por ende, seguir esa revelación. Esta fuente es particularmente peligrosa por cuando el ideólogo se siente aún más tentado a utilizar la violencia y a justificarla, si es necesario, como un profeta -armado hasta los dientes- de las iras de Dios ante este mundo pecador.
En el cristianismo, esto constituye en error terrible(6). Jesucristo ha redimido a cada corazón; esa redención tiene efectos temporales, pero abiertos a una pluralidad de opciones todas legítimas en tanto no contradigan lo esencial del mensaje revelado(7). Jesucristo no ha revelado cuál es el mejor régimen político, por más que los diversos integrismos cristianos, de izquierda o de derecha, pretendan lo contrario. Ha dejado a ese tema a la libre opinión de los hombres(8). Sobre todo, hay un concepto aquí que el ideólogo-religioso no logra aceptar: la tolerancia, en función de un bien mayor(9), y la tolerancia cuando ese bien mayor es el respeto a la conciencia(10). Este último punto es especialmente relevante. No sería mejor un mundo sin el pecado que la libertad religiosa produce? No, sería peor. Porque la libertad religiosa no produce el pecado: lo hace más visible y sincero. Y un mundo donde los hombres pecan en su corazón y ocultan la manifestación externa del pecado por el temor servil a la imposición de una fe por la fuerza es un mundo falso, hipócrita y explosivo(11). La verdad nos hará libres, sí, y la libertad nos hará verdaderos.
El no-ideologizado no carece de ideales políticos; simplemente, los considera buenos, perfectibles, opinables en cierta medida, no perfectos. Esa es la esencial distinción. No es cuestión de contraponer el idealismo ético de las utopías contra cierto “pragamatismo”, “realismo” (en el mal sentido del término) de quienes se oponen intelectual y vitalmente a ciertas utopías. Ese es un recurso dialéctico muy útil especialmente caro a ciertas utopías violentas que han perdido gran parte del dominio del planeta. Es asunto es esencialmente al revés. La crítica a las utopías desarrollada por Karl Popper, por ejemplo, su defensa de la no-violencia y la responsabilidad social del intelectual(12) están basadas en una ética muy profunda. La ética del diálogo, de la tolerancia, del respeto al disidente(13) , donde aflora la perfección de la debida tolerancia a lo imperfecto.
Ahora bien: todo lo dicho hasta ahora sería absolutamente insuficiente si olvidáramos un tema central: por qué las dos primeras premisas de la actitud ideológica son erróneas? Por qué no puede existir un sistema social perfecto y no pueden conocerse perfectamente los medios que a él conducen? Porque la naturaleza humana es imperfecta, y el conocimiento humano, limitado.
La naturaleza humana es imperfecta, no en el sentido de su esencia, que en cuanto tal, ontológicamente, tiene todo lo que la esencia humana requiere, ni tampoco en el sentido del libre albedrío, que es una perfección(14). Es imperfecta por cierta tendencia al mal moral, reconocida de modo natural sobre todo por los miembros de la escuela escocesa de pensamiento político(15) y de modo sobrenatural por la revelación cristiana sobre el pecado original. A la razonable objeción sistémica de que la naturaleza de cada individuo puede ser imperfecta pero el sistema social, en cuanto sistema, no, se contesta con la segunda parte de nuestra respuesta: el conocimiento humano es limitado. Pretender elaborar y conocer un sistema que haya incorporado todas las imperfecciones humanas y carezca, en cuanto sistema, de todo margen de contingencia y posibilidad de falla, es una pretensión del racionalismo constructivista que en cuando tal no es compatible con el conocimiento limitado de la esencia de las cosas; sistemas inclusive. Por supuesto, es obvio que los sistemas están para absorber y evitar imperfecciones que de otro modo saldrían a la luz. El sistema político de la primera república norteamericana, en nuestra opinión, fue un ejemplo de una absorción sistémica de una imperfección humana. En efecto, el sistema partía de que la naturaleza humana tiende al abuso del poder, y por ende lo limitaba con un sistema constitucional. El asunto es, nuevamente, si esa absorción sistémica puede ser perfecta. Y, otra vez, la respuesta es no. No hay sistema humano que logre ponerse por encima de lo humano.
Lo único que, precisamente por ser sobre-humano, pero no antihumano, y por ende puede reclamar perfección, es el amor a Dios movido por su Gracia. Y eso, llevado a su plenitud, es la santidad. Y por eso, no es casual que sean santificadas personas y no sistemas. “Sed perfectos, como mi Padre es perfecto”: no fue un mandato destinado a un determinado sistema social, sino la exigencia más íntima que duerme en cada corazón humano, y que, una vez despertada, rechaza, como parte de su santidad, toda forma de violencia, física, lingüística, actitudinal, presentando al amor, y sólo a éste, como lenguaje de la verdad.
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1. Hayek, F.: “Los errores del constructivismo” [1970], en el libro Nuevos estudios en filosofía, política, economía e historia de las ideas; Eudeba, Buenos Aires, 1981
2. Estas cuatro características, más la quinta que vamos a explicar ahora, no han sido expuestas en ese orden por ningún autor que nosotros conozcamos; sin embargo, nada de eso hubiéramos podido haber sistematizado sin las fuentes inspiradoras de Popper, K.: “Utopía y violencia” [1947], en el libro Conjeturas y refutaciones, Paidós, Barcelona, 1983, y Spaemann, R.: Crítica de las utopías políticas; Eunsa, Pamplona, 1980.
3. Ver Popper, op. cit.
4. En sentido weberiano.
5. Popper, K., op. Cit.
6. Ver Spaemann, R., op. Cit., cap. IV.
7. Ver Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, cap. III, punto 43.
8. Ver León XIII, “Cum multa’’ [1882], en Doctrina Pontificia, t. II, Bac, Madrid, 1958, p. 132; “Inmortale Dei”, op. Cit., p. 218; “Sapientiae christianae”, op. Cit., p. 282; Pío XII, “Grazie”, op. Cit., p. 821.
9. Sto. Tomás, I-II, Q. 96, a. 2, c.; I-II, Q. 95, a. 2, ad 3; Pío XII, “Comunidad internacional y tolerancia” [1953], en Doctrina Pontificia, op. Cit., p. 1008. Sobre el tema de la opinabilidad esencial de los sistemas políticos, nos hemos explayado con detalle en “La temporalización de la Fe”, en Cristianismo, sociedad libre y opción por los pobres, VVAA, Centro de Estudios Públicos, Santiago de Chile, 1988. Obsérvese que estamos citando para estos temas a quienes algunos integristas citan para sus fines: Sto. Tomás, León XIII y Pío XII.
10. Ver declaración sobre la libertad religiosa, Dignitatis humanae, del Concilio Vaticano II. Sobre la supuesta contradicción del magisterio del Vaticano II en este tema y el magisterio anterior, ver nuestro artículo “Reflexiones sobre la encíclica ‘Libertas’”, en El Derecho, (7090), 1988.
11. Qué ocurre habitualmente en las sociedades que tienen una transición de regímenes autoritario-religiosos a regímenes democráticos con distinción entre Iglesia y estado? No hay una especie de “explosión” de “malas costumbres”? Los integristas, habitualmente, la atribuyen al régimen recién instalado. Cometen un error: el régimen recién instalado no hace más que dejar ver los terribles efectos del pecado original, que habían tratado de ser inútilmente ocultados por la tapa de la olla de un ingenuo autoritarismo. Es más: ese corazón humano no se oculta, sino que se enardece más ante el poder del autoritarismo. La redención de Cristo nada tiene que ver con la policía y las cárceles, ingenuos, inútiles y irrisorios intentos de sustitución del poder Salvífico de la mirada de Cristo en la cruz. (Esta reflexión no se contrapone en absoluto con la “función educativa de la ley humana positiva”).
12. Popper, K.: Tolerancia y responsabilidad intelectual, op. Cit.
13. Ver Artigas, M.: Lógica y ética en Karl Popper, op. Cit.
14. Sto. Tomás, Suma Contra Gentiles; Bac, Madrid, 1967, t. II, libro III, cap. 73.
15. Ver Gallo, E.: “La tradición del orden social espontáneo: Adam Ferguson, David Hume y Adam Smith”, en Libertas (6), 1987; y, del mismo autor, “La Ilustración Escocesa”, en Estudios Públicos (30), 1988.
domingo, 7 de febrero de 2010
LA UTOPÍA DEL MUNDO COMO ESTÁ
Ante todo quiero aclarar que esta entrada no tiene nada que ver con el excelente debate entre MS, MA y JMB, cuyo alto nivel y alto grado de mutuo respeto me honra, aparte de ser tres amigos invaluables.
Simplemente quería decir no es la primera vez que, cuando señalo “el norte” de algo, hacia dónde hay que apuntar, surge la razonable crítica de que soy utópico. Vuelvo a decir, no fue el caso de los comentarios señalados, pero sucedió muchas veces y, vuelvo a decir, de manera totalmente comprensible.
Vale la pena aclarar, entonces, que en estos artículos, “Cómo ser liberal clásico en América Latina y no morir en el intento”, en http://www.cadal.org/documentos/nota.asp?id_nota=1415; “Un futuro incierto para las ideas liberales”, en Camino de Libertad (4), 2008, Revista Digital de Política Latinoamericana, en www.hayek.org.ar; “Ideas liberales: ¿qué pasa?”, en Controlando al Leviatán, Revista Digital de Ciencias Políticas (9), 2009, pp. 2-4., en www.hayek.org.ar; “El psicoanálisis y la difusión de las ideas liberales”, en “NOMOI”, Revista Digital sobre Epistemología, Teoría del Conocimiento y Ciencias Cognitivas, (2009), Año 2, Nro. 3, pp. 19-22, en www.hayek.org.ar , a lo cual habría que agregar el cap. 10 de
http://ideas.repec.org/p/cem/doctra/370.html; hay una clara posición NO utópica de mi parte. Además de mi permanente enseñanza en clase de las ideas popperianas sobre “Utopía y violencia”, y mi permanente disidencia epistemológica con los anarco-capitalistas que olvidan la importancia de las políticas de transición. Es más, siempre estamos en transición. NO hay final de la historia.
El problema de la utopía no es, por ende, señalar el norte, hacia dónde debemos ir, sino olvidar la importancia de la transición. Tema que, por otra parte, no puede tocarse siempre, pero que siempre está implícito porque aún el filósofo, cuando habla de temas sociales, está señalando, como decía Maritain, un ideal “histórico concreto”, por más ideal que parezca a quienes están en la coyuntura cotidiana.
Pero hay precisamente otra forma de utopía, muy sutil. Están aquellos que reconocen que “sería ideal” tal o cual cosa, pero lo consideran prácticamente imposible, y que lo “posible” es este mundo como está. El ejemplo anterior, ese mundo de fronteras cerradas que sufrimos, sería un bien ejemplo.
Entonces cabe señalar que esa es una utopía, y no sé si peor. Por más difícil que sea la transición hacia un mundo mejor (dije mejor, no perfecto), es el mundo actual el que es insostenible. El mundo actual, con sus estados sobredimensionados, con sus fronteras cerradas, con su miseria y pobreza evitables, con sus guerras más políticas que culturales y con sus totalitarismos amenazantes, es una bomba de tiempo que, cuando explote, será el verdadero 2012 que ahora la imaginería popular atribuye a catástrofes naturales. La catástrofe está en las mentes de las personas, que sostienen y obedecen a gobernantes, dictadores y dictadorzuelos de la peor especie que convierten a este mundo ya difícil en un mundo precisamente imposible de transitar.
No se engañen, por ende, quienes se consideren realistas porque crean que lo posible es este mundo como está. Han caído un la paradójica utopía de caminar con los pies en la tierra sin ver la luz que ilumina el camino.
Simplemente quería decir no es la primera vez que, cuando señalo “el norte” de algo, hacia dónde hay que apuntar, surge la razonable crítica de que soy utópico. Vuelvo a decir, no fue el caso de los comentarios señalados, pero sucedió muchas veces y, vuelvo a decir, de manera totalmente comprensible.
Vale la pena aclarar, entonces, que en estos artículos, “Cómo ser liberal clásico en América Latina y no morir en el intento”, en http://www.cadal.org/documentos/nota.asp?id_nota=1415; “Un futuro incierto para las ideas liberales”, en Camino de Libertad (4), 2008, Revista Digital de Política Latinoamericana, en www.hayek.org.ar; “Ideas liberales: ¿qué pasa?”, en Controlando al Leviatán, Revista Digital de Ciencias Políticas (9), 2009, pp. 2-4., en www.hayek.org.ar; “El psicoanálisis y la difusión de las ideas liberales”, en “NOMOI”, Revista Digital sobre Epistemología, Teoría del Conocimiento y Ciencias Cognitivas, (2009), Año 2, Nro. 3, pp. 19-22, en www.hayek.org.ar , a lo cual habría que agregar el cap. 10 de
http://ideas.repec.org/p/cem/doctra/370.html; hay una clara posición NO utópica de mi parte. Además de mi permanente enseñanza en clase de las ideas popperianas sobre “Utopía y violencia”, y mi permanente disidencia epistemológica con los anarco-capitalistas que olvidan la importancia de las políticas de transición. Es más, siempre estamos en transición. NO hay final de la historia.
El problema de la utopía no es, por ende, señalar el norte, hacia dónde debemos ir, sino olvidar la importancia de la transición. Tema que, por otra parte, no puede tocarse siempre, pero que siempre está implícito porque aún el filósofo, cuando habla de temas sociales, está señalando, como decía Maritain, un ideal “histórico concreto”, por más ideal que parezca a quienes están en la coyuntura cotidiana.
Pero hay precisamente otra forma de utopía, muy sutil. Están aquellos que reconocen que “sería ideal” tal o cual cosa, pero lo consideran prácticamente imposible, y que lo “posible” es este mundo como está. El ejemplo anterior, ese mundo de fronteras cerradas que sufrimos, sería un bien ejemplo.
Entonces cabe señalar que esa es una utopía, y no sé si peor. Por más difícil que sea la transición hacia un mundo mejor (dije mejor, no perfecto), es el mundo actual el que es insostenible. El mundo actual, con sus estados sobredimensionados, con sus fronteras cerradas, con su miseria y pobreza evitables, con sus guerras más políticas que culturales y con sus totalitarismos amenazantes, es una bomba de tiempo que, cuando explote, será el verdadero 2012 que ahora la imaginería popular atribuye a catástrofes naturales. La catástrofe está en las mentes de las personas, que sostienen y obedecen a gobernantes, dictadores y dictadorzuelos de la peor especie que convierten a este mundo ya difícil en un mundo precisamente imposible de transitar.
No se engañen, por ende, quienes se consideren realistas porque crean que lo posible es este mundo como está. Han caído un la paradójica utopía de caminar con los pies en la tierra sin ver la luz que ilumina el camino.