Bueno, eso si les hace reír….. Es el tipo de humor que a veces desconcierta a mucha gente. Pero, en fin, no es el momento de hacer una filosofía/psicología del humor. Figuró esto muchos años en mi despacho de la Universidad Austral. No tiene significados ocultos. Sólo quería jugar un poco con las palabras y algo conmigo mismo. Un abrazo a todos.
Ah! Y Kant NO me cansa :-))
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En este despacho deposita su acto de ser Gabriel Zanotti, quien nació en ¿Buenos? Aires en 1960, si bien se conjetura que fue creado algunos meses antes en un barco en algún lugar de Atlántico; de allí su des-ubicación permanente. Su primera vocación fue ser astronauta, cosa que logró porque, analogice dicitur, está en la luna todo el día.
Posteriormente tuvo un filo con Sofía, y se casó con ella en el mismo instante. Quiere mucho a Sofía, si bien ella es exigente y le trae permanentes dudas, replanteos y cuestionamientos.
Sobre otros filos mejor no hablar porque es un tema muy cortante.
(Hasta este año...) (Qué año?)
Su filósofo preferido es Santo Tomás (¿de aquí? ¡No!) y Kant lo kant-sa. He kant understand him.
También ha ido a misionar varios veranos a Catamarca, experiencia que lo dejó catamarcado. Sobre todo, en ciertos pueblitos, como en Los Corrales, donde se quedó encerrado; en Tintigasta, donde no ahorró un peso, y en Ayapaso, donde dijo aquí me quedo.
Su cultura literaria es desbordante. Siempre supo que Chéjov es el piloto principal del "Enterprise" de Viaje a las Estrellas.
Otra de sus actividades extra-académicas, endémicas y epidémicas, es la práctica del Aikido, que viene de la palabra "Ay!" que se pronuncia repetidas veces cuando se lo practica. También ha aprendido otras palabras en japonés, como "nifuni-fa", que significa indiferente.
No le divierten los magos que juegan al truco ni tampoco esa gente que golpea pequeñas pelotitas blancas con un extraño y largo instrumento en grandes extensiones verdosas, que cuando juegan al futbol hacen un golf.
Cabe aclarar que tiene también extraños poderes sobrenaturales como la bilocación (espiritualidad: ver) que consiste en volverse loco dos veces.
Atiende dudas metafísicas, gnoseológicas, epistemológicas, lógicas, ilógicas y loquefuerelógicas todos los días de 0 a 24, incluso en su fiel plato volador (XXX-XXXX) (1). Lo que no sabe lo in-venta pero sin-venta.
Tiene el honor de integrar el grupo de Los Tres Chiflados. Se supone que es Moeu, que es el puesto más paradojal: Moeu se creía el más inteligente.
Lo mejor que le ha sucedido es saber que, después del pecado original, las personas no se dividen en buenas y malas, sino en quienes se arrepienten o no, y que la tolerancia debida de lo imperfecto tiene la perfección de lo debido.
Es alguien relativamente amable pero, cuidado: no le hagan bromas.
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(1): Figuraba el nro. de teléfono en el original.
domingo, 26 de abril de 2009
domingo, 19 de abril de 2009
VUÉLVANSE EN SILENCIO
Desde cierto punto de vista, hay un aspecto, de la política argentina, que da pena. Es algo profundamente enraizado en las prácticas cotidianas del peronismo. Podríamos debatir si dichas prácticas son esenciales a ese típico autoritarismo latinoamericano, copiado de los fascismos europeos, o si es accidental y permitiría una posterior evolución. Pero no es tema de este análisis.
En realidad dan pena muchas cosas. Fundamentalmente, las masas, que sumergidas en la pobreza e indigencia intelectual y material, son ganadas por su identificación psicoanalítica a la imagen paterna de quien toque ser el líder momentáneo. Dan pena también estos últimos, porque ellos están también alienados y muertos en vida con su adicción al poder que es lo único que da sentido a su existencia. Dan pena aquellos sumergidos en el clientelismo, cuyo sustento material depende de las dádivas del poder, y dan pena también los intelectuales de sectores medios y altos que, con varios doctorados, inglés y música clásica justifican y explican a los chávez, a los correas, a los kirchners, a los castros y demás dictadorzuelos de turno.
Pero hay un grupo de gente, de toda esta pena política, que da una especial pena pero….. Con un extraño sentimiento de, esta vez, poder reclamarles algo. Porque los demás que he nombrado, están como sumergidos en la matrix de su inconciencia. Por motivos diversos, por alienación psicológica e ideológica, no saben lo que hacen. Pero hay un grupo que, conjeturo, sí lo sabe, y muy bien.
Me refiero a todos aquellos diputados y senadores del Frente Para la Victoria –qué vida victoriosa-, silenciosos, de esos que casi ni se notan, que están allí, sumergidos en su banca, con plena conciencia del disparate mayúsculo que es el autoritarismo del ex presidente en ejercicio, pero…… Que no hacen nada. Que votan en silencio. El robo de los ahorros, el adelantamiento de las elecciones, o que “no hay” dengue. Cualquier cosa. Da lo mismo. Con una banalidad del mal digna de la mejor Arendt, votan lo que sea, con plena conciencia del absurdo.
Me pregunto qué hay detrás de esa actitud. Qué ejemplo, tal vez, de lo más bajo de lo humano, pero no en sentido despectivo. Qué drama intenso, en el fondo, de aquél cuyo rol en la historia es ser el esclavo silente y disconforme del poder. ¿Por qué? Esa es la pregunta. ¿Cobardía? ¿Egoísmo? ¿Displicencia? ¿O están fuertemente amenazados, ellos, su familia, sus bienes, etc.?
Alguien me dirá: póngase en su lugar. Ok, si. Pero en cierta etapa de la vida, uno ya ha tenido que tomar decisiones vitales importantes. En determinada etapa de la vida, creo que tenemos algo de autoridad moral para decirle a aquel que vive de nuestro sueldo, rodeado de privilegios: sea valiente. Y si no puede, tiene toda mi misericordia, pero, por favor, cuando termine su mandato, vuélvase por donde vino, y entre en un silencio de por vida, porque es lo único digno que puede hacer. No salga nunca más de su ciudad o de su provincia, y no se meta nunca más en una política perversa que no es perversa en sí misma, como una entidad a parte suyo: usted y miles como usted la hacen perversa. Vuélvase, pídase perdón a sí mismo, a su familia y a Dios; consuélese, porque todo tiene perdón, pero, por favor, no vuelva, nunca más, sencillamente nunca más.
En realidad dan pena muchas cosas. Fundamentalmente, las masas, que sumergidas en la pobreza e indigencia intelectual y material, son ganadas por su identificación psicoanalítica a la imagen paterna de quien toque ser el líder momentáneo. Dan pena también estos últimos, porque ellos están también alienados y muertos en vida con su adicción al poder que es lo único que da sentido a su existencia. Dan pena aquellos sumergidos en el clientelismo, cuyo sustento material depende de las dádivas del poder, y dan pena también los intelectuales de sectores medios y altos que, con varios doctorados, inglés y música clásica justifican y explican a los chávez, a los correas, a los kirchners, a los castros y demás dictadorzuelos de turno.
Pero hay un grupo de gente, de toda esta pena política, que da una especial pena pero….. Con un extraño sentimiento de, esta vez, poder reclamarles algo. Porque los demás que he nombrado, están como sumergidos en la matrix de su inconciencia. Por motivos diversos, por alienación psicológica e ideológica, no saben lo que hacen. Pero hay un grupo que, conjeturo, sí lo sabe, y muy bien.
Me refiero a todos aquellos diputados y senadores del Frente Para la Victoria –qué vida victoriosa-, silenciosos, de esos que casi ni se notan, que están allí, sumergidos en su banca, con plena conciencia del disparate mayúsculo que es el autoritarismo del ex presidente en ejercicio, pero…… Que no hacen nada. Que votan en silencio. El robo de los ahorros, el adelantamiento de las elecciones, o que “no hay” dengue. Cualquier cosa. Da lo mismo. Con una banalidad del mal digna de la mejor Arendt, votan lo que sea, con plena conciencia del absurdo.
Me pregunto qué hay detrás de esa actitud. Qué ejemplo, tal vez, de lo más bajo de lo humano, pero no en sentido despectivo. Qué drama intenso, en el fondo, de aquél cuyo rol en la historia es ser el esclavo silente y disconforme del poder. ¿Por qué? Esa es la pregunta. ¿Cobardía? ¿Egoísmo? ¿Displicencia? ¿O están fuertemente amenazados, ellos, su familia, sus bienes, etc.?
Alguien me dirá: póngase en su lugar. Ok, si. Pero en cierta etapa de la vida, uno ya ha tenido que tomar decisiones vitales importantes. En determinada etapa de la vida, creo que tenemos algo de autoridad moral para decirle a aquel que vive de nuestro sueldo, rodeado de privilegios: sea valiente. Y si no puede, tiene toda mi misericordia, pero, por favor, cuando termine su mandato, vuélvase por donde vino, y entre en un silencio de por vida, porque es lo único digno que puede hacer. No salga nunca más de su ciudad o de su provincia, y no se meta nunca más en una política perversa que no es perversa en sí misma, como una entidad a parte suyo: usted y miles como usted la hacen perversa. Vuélvase, pídase perdón a sí mismo, a su familia y a Dios; consuélese, porque todo tiene perdón, pero, por favor, no vuelva, nunca más, sencillamente nunca más.
domingo, 12 de abril de 2009
BIENAVENTURADOS...
“BIENAVENTURADOS SON LOS POBRES DE ESPÍRITU, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS”.
(Publicado en “Bienaventurados” (2004), 1, año 1.)
Los Evangelios están cubiertos de cosas “bonitas y misteriosas”. Bonitas, porque suenan bien. Misteriosas, porque en el fondo no las entendemos. Obvio: nadie, desde el “hombre viejo” entiende a Jesús. Entender a Jesús es un regalo de él mismo. Dios lo regaló en Pentecostés.
Pero ha pasado un tiempito después de Pentecostés, y hay algo aquí.... Extraño. Pobres. Tenemos que ser pobres. ¿Qué quiere ello decir? Si somos religiosos, el voto de pobreza parece tener un sentido más concreto. Pero, ¿y si nuestra llamada es la laicidad? Ah!!, entonces eso quiere decir ser un laico “pobre”. Pero, ¿y eso qué quiere decir? ¿Vivir austeramente? ¿Se mide ello por la cantidad de bienes que consumimos, tenemos y cuidamos? ¿Hay una medida para ello, clara y distinta?
No.
¿Entonces?
Juan Pablo II tiene una muy especial explicación del famoso pasaje del joven rico. Pasaje también misterioso. En realidad, dice Juan Pablo II, todos somos el joven rico. Todos tenemos riquezas interiores, grandiosas, magníficas, donadas por Dios al centro de nuestro corazón. Es nada más y nada menos lo que esencialmente somos, el centro más íntimo y exclusivo de nuestro ser. Nuestra vocación, nuestra llamada, aquello que, desde lo que somos, estamos llamados a ser en plenitud.
Pero vivimos, como diría Santa Teresa, en las afueras de ese precioso castillo, jugando alrededor de sus muros, sin entrar a él. ¿Por qué? Porque tenemos miedo. Miedo de ver lo que somos, lo que verdaderamente somos. No, no pienses en nada malo. Lo que eres, es dado por Dios.
Pero entonces, ¿por qué el miedo? Porque aquello que verdaderamente somos está llamado a ser fructificado, como en la parábola de los talentos. Dios te llama para que lo mejor de ti sea puesto al servicio de los demás. Eso es “dar todo lo que tienes”. En la vida laical, eso es desarrollar tu vocación, en tu matrimonio y en tu trabajo, volcando todo lo que tienes al servicio de los demás. Los demás casi no se darán cuenta, porque el amor no hace ruido, pero desde Dios, hay una esencial diferencia, y los demás....Tal vez lo comenzarán a notar en tu mirada...
Ser pobre es estar desprendido de ti mismo, de un modo paradójico. Es el famoso dejarse quemar para poder alumbrar, el famoso grano de trigo que muere para fructificar. Crecer significa dejar de cantarlo sólo en la Misa y comenzar a vivirlo cada segundo. Desprenderse de sí mismo es asumir los compromisos existenciales del amor a los demás, amor donde descubres tu vocación. El pobre de espíritu es el que entrega su vida a Dios. Ya religioso, donde la entrega tiene más “visibilidad”, ya laico, donde la entrega tiene cierta invisibilidad a los ojos que no ven desde la fe. El laico pobre de espíritu vive entregando, donando su ser a los demás. Dona su ser a su cónyuge, dona su ser a su futuro cónyuge, y dona su ser a los demás a través de su profesión. Su profesión puede traerle, como consecuencia no intentada, fama o riqueza material, pero el laico vive desprendido de todo eso, o usándolo sólo para los demás. ¿Difícil? ¡Por supuesto! Es más, imposible. ¿Entonces? ¿Cómo que entonces? ¿Cómo sigue acaso la parábola del joven rico? “Nada es imposible para Dios”.
Ser pobre de espíritu, entregar lo que somos a los demás, estar desprendido de sí, ya en medio de los muros del convento, ya en medio de la vida laical, es sencillamente imposible para las solas fuerzas humanas. No son los muros materiales de un convento, no es el hábito, a pesar de su bellaza y majestad, lo que trae la santidad. No es tampoco tu vida familiar y laboral, tu estar en el mundo laical, lo que la trae. En ambos casos, la santidad y la pobreza de espíritu vienen exclusivamente de la Gracia de Dios, que es un milagro, que supera –vivimos casi olvidados de ello- nuestras solas fuerzas humanas. Y entonces sí, la Gracia de Dios cubre todos los aspectos de nuestra vida, y la semilla de tu ser muere y crece el árbol de la santidad. Los demás no se darán cuenta. Tú tampoco. Pero Dios, que te ama, que te espera, sí. Absolutamente sí.
(Publicado en “Bienaventurados” (2004), 1, año 1.)
Los Evangelios están cubiertos de cosas “bonitas y misteriosas”. Bonitas, porque suenan bien. Misteriosas, porque en el fondo no las entendemos. Obvio: nadie, desde el “hombre viejo” entiende a Jesús. Entender a Jesús es un regalo de él mismo. Dios lo regaló en Pentecostés.
Pero ha pasado un tiempito después de Pentecostés, y hay algo aquí.... Extraño. Pobres. Tenemos que ser pobres. ¿Qué quiere ello decir? Si somos religiosos, el voto de pobreza parece tener un sentido más concreto. Pero, ¿y si nuestra llamada es la laicidad? Ah!!, entonces eso quiere decir ser un laico “pobre”. Pero, ¿y eso qué quiere decir? ¿Vivir austeramente? ¿Se mide ello por la cantidad de bienes que consumimos, tenemos y cuidamos? ¿Hay una medida para ello, clara y distinta?
No.
¿Entonces?
Juan Pablo II tiene una muy especial explicación del famoso pasaje del joven rico. Pasaje también misterioso. En realidad, dice Juan Pablo II, todos somos el joven rico. Todos tenemos riquezas interiores, grandiosas, magníficas, donadas por Dios al centro de nuestro corazón. Es nada más y nada menos lo que esencialmente somos, el centro más íntimo y exclusivo de nuestro ser. Nuestra vocación, nuestra llamada, aquello que, desde lo que somos, estamos llamados a ser en plenitud.
Pero vivimos, como diría Santa Teresa, en las afueras de ese precioso castillo, jugando alrededor de sus muros, sin entrar a él. ¿Por qué? Porque tenemos miedo. Miedo de ver lo que somos, lo que verdaderamente somos. No, no pienses en nada malo. Lo que eres, es dado por Dios.
Pero entonces, ¿por qué el miedo? Porque aquello que verdaderamente somos está llamado a ser fructificado, como en la parábola de los talentos. Dios te llama para que lo mejor de ti sea puesto al servicio de los demás. Eso es “dar todo lo que tienes”. En la vida laical, eso es desarrollar tu vocación, en tu matrimonio y en tu trabajo, volcando todo lo que tienes al servicio de los demás. Los demás casi no se darán cuenta, porque el amor no hace ruido, pero desde Dios, hay una esencial diferencia, y los demás....Tal vez lo comenzarán a notar en tu mirada...
Ser pobre es estar desprendido de ti mismo, de un modo paradójico. Es el famoso dejarse quemar para poder alumbrar, el famoso grano de trigo que muere para fructificar. Crecer significa dejar de cantarlo sólo en la Misa y comenzar a vivirlo cada segundo. Desprenderse de sí mismo es asumir los compromisos existenciales del amor a los demás, amor donde descubres tu vocación. El pobre de espíritu es el que entrega su vida a Dios. Ya religioso, donde la entrega tiene más “visibilidad”, ya laico, donde la entrega tiene cierta invisibilidad a los ojos que no ven desde la fe. El laico pobre de espíritu vive entregando, donando su ser a los demás. Dona su ser a su cónyuge, dona su ser a su futuro cónyuge, y dona su ser a los demás a través de su profesión. Su profesión puede traerle, como consecuencia no intentada, fama o riqueza material, pero el laico vive desprendido de todo eso, o usándolo sólo para los demás. ¿Difícil? ¡Por supuesto! Es más, imposible. ¿Entonces? ¿Cómo que entonces? ¿Cómo sigue acaso la parábola del joven rico? “Nada es imposible para Dios”.
Ser pobre de espíritu, entregar lo que somos a los demás, estar desprendido de sí, ya en medio de los muros del convento, ya en medio de la vida laical, es sencillamente imposible para las solas fuerzas humanas. No son los muros materiales de un convento, no es el hábito, a pesar de su bellaza y majestad, lo que trae la santidad. No es tampoco tu vida familiar y laboral, tu estar en el mundo laical, lo que la trae. En ambos casos, la santidad y la pobreza de espíritu vienen exclusivamente de la Gracia de Dios, que es un milagro, que supera –vivimos casi olvidados de ello- nuestras solas fuerzas humanas. Y entonces sí, la Gracia de Dios cubre todos los aspectos de nuestra vida, y la semilla de tu ser muere y crece el árbol de la santidad. Los demás no se darán cuenta. Tú tampoco. Pero Dios, que te ama, que te espera, sí. Absolutamente sí.
domingo, 5 de abril de 2009
FELICES LOS DÉBILES, PORQUE DE ELLOS ES LA REDENCIÓN
Calma, la redención es para todos. Cristo vino para todos. Ya lo sé. Calma.
Es que a veces, parece que no.
Me llegó hace poco uno de esos emails generales donde se atribuía a Einstein la famosa tesis de que las crisis son ocasión para las oportunidades de cambio. Yo contesté, lo reconozco ahora, no del todo cordialmente. Dije: hay gente que en las crisis muere, literalmente, sea la crisis que fuere.
Pero es sólo un ejemplo de cierta actitud. Hay gente que está abrumada por el dolor y recibe mensajes como “¡alegría, alegría, Jesús te ama!”, o “¡la tristeza no es cristiana!”. Me imagino que muchas de esas personas siguen con su dolor, pero con uno más: qué mal cristiano soy… O sea, estaba dolido y le agregaste culpa. Magnífico.
O pienso a veces en ese padre de familia, abrumado porque no llega a fin de mes, porque no le puede comprar el pan a sus hijos, porque no sabe cómo va a pagar los costos de su educación, y está a punto de perder lo poco que tiene que le costó décadas levantar, todo para su familia…… Y alguien le dice: “¡Mirad los lirios del campo! ¡Ellos son libres y desprendidos!!! ¡No os preocupéis del dinero, no seáis materialistas!!! ¡Sed desprendidos!!!!!”. De vuelta: qué mal cristiano parece ser ese padre que no sabe con qué alimentará a sus hijos……. Debería, sí, olvidarse de todo, despreocuparse, decir “up, up”, qué linda es la vida y ponerse a cantar la felicidad, de Palito Ortega, mientras sus hijos pequeños lloran de hambre… ¿Así sería un buen cristiano, no?
O pienso en aquel que está abrumado por un dolor interno, muy íntimo, sea el que fuere, subjetivo, claro, porque es propio de él…. Que proviene de procesos psíquicos muy complejos… Pero ¡ahí llegará la solución! ¡Vamos, up up, arriba!!!!! Un enchufe en la oreja y…… ¡Todo bien!!!!
O pienso en aquel al que se lo reta por sufrir. ¡No sufras, Cristo ha resucitado!!!! ¡El sufrimiento no es cristiano!!!! ¡Debes estar alegre!!!! ¡Vamos, up, up!!!!!!!!!
Qué impresionante…… Qué terapias conmovedoras……
Pero, sobre todo, que impresionante igualación entre cristianismo, budismo y estoicismo. Como si el cristianismo consistiera en no sentir, no sufrir, no percibir el dolor, en eliminar el sufrimiento, en “controlar las pasiones desenfrenadas”.
Pero, a ver, a ver……… Me parece que nos olvidamos de un “pequeño detalle”…. Una nimiedad, claro…… Una curiosidad teológica: Cristo sufrió.
Y no sólo eso: fue al huerto y dijo: “si es posible, líbrame de este cáliz”…
Así que, cristiano y no cristiano: si sufres, sufre. Déjalo salir. Llora, patalea, habla, sobre todo, habla. Y habla a quien te escuchará. A quien no tiene un conjunto de respuestas preparadas. Habla sobre todo a quien llore cuando llores, a quien se conmueva de dolor ante tu dolor, a quien sea capaz de convertirse casi en tu dolor y pueda abrazarte absolutamente con su comprensión.
Pero, ¿dónde está el cristianismo entonces?
En otro “pequeño detalle”: ¿cómo sigue la oración de Jesús? Así: “…pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Ahí. Allí está el abandono, allí está el mirar a Dios como Dios, y no como un celestial instrumento a mi servicio. En abandonarse a la voluntad de Dios, que implica sufrir, sí, sufrir todo lo que sea necesario: sentir que no damos más, que todo nos abruma, pero entonces……………… Mirar a Dios, como sólo puede mirárselo: el misterio de Cristo en la Cruz, el misterio de un Dios que sufre para mí, y por ende, mi sufrimiento tiene un sentido…… Y abandonarse a Dios, que todo lo sabe, todo lo entiende, todo lo comprende, todo lo contempla, y te está abrazando siempre, siempre, con su misericordia infinita, con el saber que él sólo sabe… Con tu saber que sólo es decir “Dios sabe”…… Y entonces sí. En ese abandono, algo, muy misterioso, surgirá en ti, el débil, el que no daba más. Allí sí, una paz muy especial, no la paz del prozium, surgirá en ti, porque la Gracia de Dios te dará la fuerza que no tienes, anunciando ya tu redención. Y allí sí, todos los medios humanos, terapias, medicinas, consejos, bienvenidos sean. Pero que no denigren tu sufrimiento, que no te llenen de culpa, que no te digan que tienes que ser superman, que no te prescriban alegría obligatoria, que no te pongan un suero de think positive, electrolitos y glucosa, so pena de ser culpable. Que nadie minimice tu debilidad, que nadie se permita proscribir tu dolor. Dios no lo hizo, Dios no lo hace. Tú, humano, no pretendas ser un dios que no existe.
Es que a veces, parece que no.
Me llegó hace poco uno de esos emails generales donde se atribuía a Einstein la famosa tesis de que las crisis son ocasión para las oportunidades de cambio. Yo contesté, lo reconozco ahora, no del todo cordialmente. Dije: hay gente que en las crisis muere, literalmente, sea la crisis que fuere.
Pero es sólo un ejemplo de cierta actitud. Hay gente que está abrumada por el dolor y recibe mensajes como “¡alegría, alegría, Jesús te ama!”, o “¡la tristeza no es cristiana!”. Me imagino que muchas de esas personas siguen con su dolor, pero con uno más: qué mal cristiano soy… O sea, estaba dolido y le agregaste culpa. Magnífico.
O pienso a veces en ese padre de familia, abrumado porque no llega a fin de mes, porque no le puede comprar el pan a sus hijos, porque no sabe cómo va a pagar los costos de su educación, y está a punto de perder lo poco que tiene que le costó décadas levantar, todo para su familia…… Y alguien le dice: “¡Mirad los lirios del campo! ¡Ellos son libres y desprendidos!!! ¡No os preocupéis del dinero, no seáis materialistas!!! ¡Sed desprendidos!!!!!”. De vuelta: qué mal cristiano parece ser ese padre que no sabe con qué alimentará a sus hijos……. Debería, sí, olvidarse de todo, despreocuparse, decir “up, up”, qué linda es la vida y ponerse a cantar la felicidad, de Palito Ortega, mientras sus hijos pequeños lloran de hambre… ¿Así sería un buen cristiano, no?
O pienso en aquel que está abrumado por un dolor interno, muy íntimo, sea el que fuere, subjetivo, claro, porque es propio de él…. Que proviene de procesos psíquicos muy complejos… Pero ¡ahí llegará la solución! ¡Vamos, up up, arriba!!!!! Un enchufe en la oreja y…… ¡Todo bien!!!!
O pienso en aquel al que se lo reta por sufrir. ¡No sufras, Cristo ha resucitado!!!! ¡El sufrimiento no es cristiano!!!! ¡Debes estar alegre!!!! ¡Vamos, up, up!!!!!!!!!
Qué impresionante…… Qué terapias conmovedoras……
Pero, sobre todo, que impresionante igualación entre cristianismo, budismo y estoicismo. Como si el cristianismo consistiera en no sentir, no sufrir, no percibir el dolor, en eliminar el sufrimiento, en “controlar las pasiones desenfrenadas”.
Pero, a ver, a ver……… Me parece que nos olvidamos de un “pequeño detalle”…. Una nimiedad, claro…… Una curiosidad teológica: Cristo sufrió.
Y no sólo eso: fue al huerto y dijo: “si es posible, líbrame de este cáliz”…
Así que, cristiano y no cristiano: si sufres, sufre. Déjalo salir. Llora, patalea, habla, sobre todo, habla. Y habla a quien te escuchará. A quien no tiene un conjunto de respuestas preparadas. Habla sobre todo a quien llore cuando llores, a quien se conmueva de dolor ante tu dolor, a quien sea capaz de convertirse casi en tu dolor y pueda abrazarte absolutamente con su comprensión.
Pero, ¿dónde está el cristianismo entonces?
En otro “pequeño detalle”: ¿cómo sigue la oración de Jesús? Así: “…pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Ahí. Allí está el abandono, allí está el mirar a Dios como Dios, y no como un celestial instrumento a mi servicio. En abandonarse a la voluntad de Dios, que implica sufrir, sí, sufrir todo lo que sea necesario: sentir que no damos más, que todo nos abruma, pero entonces……………… Mirar a Dios, como sólo puede mirárselo: el misterio de Cristo en la Cruz, el misterio de un Dios que sufre para mí, y por ende, mi sufrimiento tiene un sentido…… Y abandonarse a Dios, que todo lo sabe, todo lo entiende, todo lo comprende, todo lo contempla, y te está abrazando siempre, siempre, con su misericordia infinita, con el saber que él sólo sabe… Con tu saber que sólo es decir “Dios sabe”…… Y entonces sí. En ese abandono, algo, muy misterioso, surgirá en ti, el débil, el que no daba más. Allí sí, una paz muy especial, no la paz del prozium, surgirá en ti, porque la Gracia de Dios te dará la fuerza que no tienes, anunciando ya tu redención. Y allí sí, todos los medios humanos, terapias, medicinas, consejos, bienvenidos sean. Pero que no denigren tu sufrimiento, que no te llenen de culpa, que no te digan que tienes que ser superman, que no te prescriban alegría obligatoria, que no te pongan un suero de think positive, electrolitos y glucosa, so pena de ser culpable. Que nadie minimice tu debilidad, que nadie se permita proscribir tu dolor. Dios no lo hizo, Dios no lo hace. Tú, humano, no pretendas ser un dios que no existe.