Un día como hoy, un 28 de Diciembre, pero hace 17 años, moría Luis J. Zanotti, nuestro padre.
Dos años más tarde, en 1993, fueron publicadas sus obras completas, en dos volúmenes, que salieron bajo el título de Luis Jorge Zanotti, Su Obra Fundamental, (Instituto de Investigaciones Educativas, Buenos Aires, 1993). Mucho tiempo después, esos dos volúmenes, que en total tenían unas 1600 páginas, fueron volcadas on line, y hoy se encuentran disponibles en www.luiszanotti.com.ar
El vol. 1 tenía unas palabras introductorias, escritas por mi hermano Pablo y yo, que hoy publicamos aquí, a modo de homenaje.
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Nuestro padre nació en Buenos Aires el 2 de marzo de 1928. Era hijo de Luis Pedro Zanotti y Cándida Lacanna. Tuvo una infancia normal y feliz en el barrio de Caballito junto a su querida hermana Mabel. Su madre, docente de alma, y Marisa Serrano, una maestra ejemplar, fueron los primeros instrumentos que la Providencia utilizó para imprimir en su espíritu una vocación, una llamada, muy profunda. Una vocación que marcó en él un estado permanente de vida, una búsqueda y un desafío permanente en su ser: la vocación de hacer surgir en toda persona lo mejor de sí misma. Una noble y simple palabra la expresa: maestro.
Así, en 1946, recibe su título de Maestro Normal Nacional en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, en una época en que aún esa carrera era para muchos un sacerdocio laico, en el buen sentido del término. Su primer libro, La generación del medio siglo, es un testimonio de ese tono espiritual que no lo abandonaría jamás.
Fue maestro de escuela primaria, en la escuela estatal 10 del Distrito Escolar 7 de la calle Canalejas 975, desde 1947 hasta 1955. En 1947 inició, paralelamente, su carrera universitaria de Profesor en Pedagogía, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que concluyó en marzo de 1951 con diploma de honor. En esas aulas, de gran nivel por entonces, conoció a Juan Emilio Cassani, quien influyó en su vocación por la política educativa. Esa disciplina, a cuya sistematización y progreso tanto contribuyó, representaba para él la síntesis, la conjunción rigurosa de tres elementos que siempre lo apasionaron: no sólo todo el fenómeno educativo en su conjunto, sino también el derecho y la historia.
En diciembre de 1948 conoció a quien sería su esposa y nuestra madre, María Susana Montefusco, con quien se casó en Marzo de 1953. Su amor y dedicación a su mujer y hacia nosotros fue sencillamente absoluto. Lo mismo que hacia su trabajo. Papá tenía esa espiritualidad que luego importantes pensadores calificaron de camino propio de la santidad de un laico: el deseo de perfección, por amor, en su familia y en su trabajo. Comprendemos al lector que piense que escribimos esto conmovidos por la subjetividad entendible de nuestro afecto. Pero quienes lo conocieron y lo trataron, sus familiares, amigos, colegas y discípulos, saben perfectamente que era así.
Terminados sus estudios universitarios, comenzó su intensa vida docente en el nivel superior. Dio clases de Pedagogía General en el Instituto Nacional Superior del Profesorado hasta comenzada la década del 70, e inició su carrera docente en la UBA como ayudante de Política Educativa, cuya titularidad por concurso ganó en 1968. Por el simple hecho de no ser marxista le fue arrebatada la cátedra en un simulacro de proceso en 1973. Papá dio clase de ética con su sólida actitud. En su valentía, en un momento en que cada día no se sabía si se salía vivo de la Universidad. En su dignidad, en no consentir ni aceptar, ni someterse al simulacro de juicio efectuado. En su perdón –sobre todo en esto– mediante su silencio, su falta total de resentimiento y en su comprensión de los avatares de los hombres y de la historia cuyo curso ellos determinan. En 1976 retornó a su cátedra, a la cual renunció finalmente en 1983.
En noviembre de 1958 viajó becado por la Unesco a Roma, para estudiar pedagogía con Luigi Volpicelli, en la Universidad del Magisterio, hasta julio del año siguiente. Esta experiencia fue decisiva para su vida profesional. Unos años antes, en 1955, había iniciado también su trabajo en el diario La Nación, como redactor. Su vocación periodística, que él supo hacer una con su docencia, lo acompañó siempre. Trabajó en la redacción general de La Nación hasta 1964, año en el que quedó como editorialista hasta 1977; retomó en ese mismo año su trabajo en la redacción como jefe de la sección educación. En 1983 asumió como Jefe de Editoriales, cargo que desempeñó hasta su muerte.
Su actividad académica en el orden educativo se completó con la dirección del Departamento de Pedagogía de la UBA, desde 1963 hasta comienzos de la década del 70, y con la dirección de dos importantes revistas, "Cátedra y Vida", desde 1960 hasta 1968, y la "Revista del Instituto de Investigaciones Educativas", desde 1974 hasta 1990. En este último caso hay que tener en cuenta que papá fue la fuerza inspiradora central del Instituto de Investigaciones Educativas. Mientras tanto fueron apareciendo todos sus libros, cuya reseña está efectuada en esta misma edición por uno de sus mejores discípulos. No corresponde a nosotros efectuar una síntesis de su pensamiento, sólo diremos que marcó un hito en la sistematización y profundización de la política educativa. Lo importante es que en el tono de sus reflexiones se advierte gran parte de su espíritu. A lo largo de los años, al advertir que la sociedad argentina en su conjunto entraba de manera casi permanente en una cerrazón y silencio con respecto a las profundas y necesarias reformas que él proponía, supo mantener una difícil síntesis espiritual entre la insistencia inútil y el silencio indiferente (el prólogo a Los objetivos de la escuela media es un buen ejemplo de ello). Rechazó reportajes y entrevistas en medios masivos de comunicación –apariciones por las cuales muchos argentinos pierden totalmente su equilibrio espiritual– e hizo muy pocas presentaciones públicas, excepto en la Academia Argentina de Educación, a la cual dedica sus últimos esfuerzos. Había sido nombrado académico en 1985. Al mismo tiempo siguió volcando su pasión por la educación argentina a través de sus artículos en el llE y en su eficiente labor de editorialista en La Nación. En sus últimos años desarrolló una serie de reflexiones que conformaron un pensamiento filosófico propio, más abarcador y fundante que lo estrictamente educativo. Fueron esas reflexiones los artículos que publicó bajo el nombre de "Jorge Lacanna", por el primero su segundo nombre y el segundo su apellido materno. En estos artículos fue máximamente maestro, y su madre, como dijimos, también lo había sido.
Sus actividades profesionales, empero, no se limitaron a lo ya descripto. Su pasión pedagógica lo llevó durante toda su vida a desarrollar una serie de actividades conectadas con su ideal. Asesoró pedagógicamente a diversos colegios, como el Santa Inés, del 72 al 76, y al Juan XXIII, del 70 al 71, del cual había sido rector en 1968. Asesoró también a la Dirección de Instrucción Naval desde 1969 hasta 1976. También brindó su experiencia pedagógica en diversas editoriales, como Códex, del 64 al 66, y Estrada, del 67 al 75. Hizo además diversos viajes para brindar sus conocimientos docentes: Puerto Rico, en octubre del 58, antes de su viaje a Roma; a Perú (1963), a Colombia (1963), a Caracas Río de Janeiro y San Pablo (1978); en 1968, invitado por el Departamento de Estado de los EE.UU. , hizo un importante viaje a ese país, para estudiar de cerca su sistema educativo, análisis que tuvo importantes consecuencias en la evolución de su pensamiento. (Un viaje análogo, en el orden periodístico, realiza en 1978, a los EE.UU., para estudiar los nuevos sistemas de impresión gráfica, enviado por La Nación). Sus clases se extendieron también al Normal 1, al Instituto Nacional del Profesorado en Lenguas Vivas, y a universidades privadas (El Salvador y la UCA). También dictó importantes cursos por el interior del país: Rosario, Córdoba, Santa Fe; y durante los años 76 y 77 recorrió diversas localidades exponiendo sus propuestas sobre la escuela media, experiencia que queda testimoniada en Los objetivos de la escuela media, uno de sus más importantes libros. Y es importante señalar que en agosto de 1966 había asumido como Director General de Enseñanza Secundaria, Normal, Especial y Superior, cargo al que renuncia en febrero del 67, cuando la firmeza de sus principios le indicaron el límite de la tolerancia.
Y todo esto –no se olvide– en medio de la publicación de los libros y artículos de los que estas obras dan testimonio.
Uno podría preguntarse cómo era posible tanta actividad conjunta, realizada además con una responsabilidad sencillamente milimétrica. Esto nos abre el camino a una de sus características personales. Papá disponía de una energía y una voluntad de acción excepcionales, no reñidas en absoluto con la necesaria contemplación de la vida intelectual –vida que, en él, era inseparable de la actividad docente–. Eso emergía de algo más profundo: un entusiasmo permanente por la existencia, una capacidad de asombro nunca perdida y una no habitual felicidad diaria frente a los desafíos de su trabajo y de su vida cotidiana. Era capaz de disfrutar tanto de una caminata en una mañana soleada como de una clase o de la redacción de un editorial. Este entusiasmo y este asombro explican, también, gran parte de su vocación periodística auténtica: acerca de todo episodio, viaje o acontecimiento era capaz de redactar una nota. No era simple curiosidad: era sensibilidad y preocupación por los detalles concretos que rodean siempre a la vida de las personas y los pueblos.
Su ética, creemos, debe entenderse también a partir de esto. Poseía, en efecto, un sentido profundo del cumplimiento del deber, como ya dijimos; esto se combinaba armónicamente con una cordial formalidad en todas sus costumbres cotidianas –desde el tono de su voz hasta el cumplimiento de los horarios– que dotaban a su persona de un particular señorío. Pero esa ética provenía de su amor y su entusiasmo por su profesión y por su prójimo. Y por eso era una eticidad profundamente humana, encarnada en una concepción trascendente de la vida.
Su sentido de la familia era particularmente profundo, y estaba también encarnado en lo cotidiano. Los familiares y amigos que lean estas líneas podrán recordar con facilidad su presencia central en cualquier reunión familiar, "llevando adelante y poniendo energía y entusiasmo en nuestra vida cotidiana; en el estar-con nosotros lo más profundamente que él pudiera. No era una cuestión de horarios: él estaba-con nosotros en toda circunstancia, como cierta causa permanente de nuestra constitución existencial. Y educando, precisamente. Ver a papá era ver lo que significa la docencia encarnada en cada minuto de una vida, incluso cuando advertía sus propias limitaciones. Y cabe agregar que el mismo afecto que tenía para con su familia lo tenía también para con sus amigos y discípulos. Profundamente sensible, aunque muy contenido en la expresión externa de sus emociones, no era difícil ver incipientes lágrimas en sus ojos –que allí se quedaban– ante cualquier acontecimiento importante de la vida de sus seres queridos.
Poseía una vastísima cultura literaria y musical. No necesitaba recurrir a absorbentes y ruidosos escapismos a los cuales se ha acostumbrado un vasto sector de nuestra cultura. Él sabía "estar-en-su-casa" leyendo a algún clásico –Unamuno, Chéjov, Pirandello– o escuchando a Mozart... Pero sin olvidar un ningún momento que estar "en" su casa era también "estar-en" su mujer y sus hijos. Sabía estar en paz consigo mismo, sin por ello –es más, a causa de ello– estar encerrado en sí mismo.
Hacia 1985 comenzó a sentir una progresiva disminución en sus fuerzas físicas, lo cual no fue algo fácil de aceptar en una persona acostumbrada a un rendimiento fuera de lo normal. Paralelamente a la evolución de su enfermedad, los médicos la fueron diagnosticando. Su hepatitis viral crónica tipo C hizo su primera crisis grave en abril del 91. Una conversación con su médico durante ese año revela perfectamente al hombre que hemos descripto. Después de meses de descanso absoluto, se le permitió regresar al trabajo pero "a media máquina". "Zanotti, desde ahora, en su trabajo, tendrá que acostumbrarse a los grises". "Dr., en mi vida no hay grises".
Sin embargo, formó parte del blanco de su espíritu aceptar ese gris ajeno a su voluntad. Fue adoptando frente a la muerte la difícil síntesis entre una mala resignación y una mala rebeldía. Su muerte fue su última clase, como adjunto de la Providencia Divina. Fue internado en gravísimo estado hacia mediados de diciembre. Más o menos un mes antes había leído la Salvifici Doloris de Juan Pablo ll, texto que aún puede observarse sobre su mesa de luz. Unos días antes de Navidad recuperó la conciencia. Habló del sentido cristiano del dolor con enfermeras, amigos y parientes. Pasó la Nochebuena con todos nosotros, y nos explicó –seguía dando clase– por qué era esa una de las Navidades más profundas de su existencia. Dos sacerdotes fueron a verlo durante ese período, como amigos y como pastores. Pasada esa Navidad, donde su lucidez espiritual había llegado a su máximo, entró en coma, exactamente después del 25. Recibió la extremaunción. No muchas horas después, murió. Había una profunda paz en las facciones de su rostro.
Papá sigue viviendo. En la Casa del Padre, donde ahora está y desde donde sigue cuidándonos. Y en estas obras, cuya argumentación lúcida, serena y firme es un magnífico retrato de su espíritu.
Gabriel J. Zanotti
Pablo M. Zanotti
Buenos Aires, octubre de 1992.
domingo, 28 de diciembre de 2008
domingo, 21 de diciembre de 2008
HOMENAJE A VICTOR MASSUH, por Coriolano Fernández
Publicamos hoy, a modo de homenaje, la ponencia en el Simposio “Homenaje a una Trayectoria: Víctor Massuh”, Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, 2004, escrita por Coriolano Fernández. Creo que el título es elocuente de un modo de hacer filosofía que supera la “barbarie del especialismo”…
Massuh nació en Tucumán en 1924 y murió en Buenos Aires el 18 de noviembre de 2008.
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FIDELIDAD AL ENSAYO
Por Coriolano Fernández
Cuando recibe el “Premio Ensayo”, de la Academia Argentina de Letras, Massuh confiesa que cultiva el ensayo filosófico porque permite superar los peligros del fragmentarismo.
Cumplía así un oportuno rito de fidelidad, pues siempre ha habido quienes ven en el ensayo una prosa menor, y desde hace algún tiempo algunas voces, parafraseando a Zarathustra, dicen que los ensayistas no se han enterado todavía de que el ensayo ha muerto.
En lo que llevamos dicho hay tres cuestiones.
La primera cuestión dice así: ¿Quién es Víctor Massuh?
1. Massuh es un tucumano radicado en Buenos Aires, que mantiene fresco su origen provinciano, advertible un poco en el tono de la voz y mucho en la calidez del trato.
2. Con Massuh se instala en el pensamiento argentino un filósofo que señala las contradicciones, pero en el mismo gesto enarbola un acto de fe en la aventura humana al sostener que los opuestos son complementarios.
3. Formado sobre todo en la filosofía francesa y alemana, y al par muy atento a sus raíces argentinas, ha preferido, por así decir, la hermenéutica de los europeos continentales antes que el análisis, propio de la filosofía en lengua inglesa.
4. Estamos ante un filósofo poseedor de estilo literario, virtud no muy frecuente en los libros de filosofía Al leerlo no puede menos de evocarse la observación de Stendhal, según la cual el estilo es agregar a un pensamiento las circunstancias adecuadas para producir todo el efecto que debe producir.
5. Es un autor que busca descifrar el sentido de la época, del tiempo que le ha tocado vivir. El presente tiene para él más fuerza que el pasado. No lo imagino a Massuh escribiendo un libro entero sobre Platón o Spinoza; cuando evoca a filósofos del pasado lo hace para extraer de ellos, por así decir, cierto zumo a fin de iluminar la circunstancia presente, porque como diría Ramón del Valle Inclán, mira el mundo “con todos los ojos y todos los corazones”.
6. Su filosofar trabaja sobre una vivencia que capta la presencia del ser y la participación del yo en el ser, vivencia que es una acción dadora de sentido y, obviamente, de valor y se despliega como proyecto. Afina la mirada en esa vivencia, la retiene cuando está próxima a escurrirse, retorna a ella cuando todo se desvanece y surge la necesidad de un fundamento seguro.
Ahora viene la segunda cuestión: ¿Qué es el ensayo?
Preguntamos esto porque se coincida o se disienta con las ideas de Massuh, en sus manos el ensayo muestra ser un genuino modo de filosofar. Y esta tarea la plasma en una escritura guiada por una voluntad de belleza, en un nivel que en la filosofía argentina tiene pocos exponentes y donde sobresale la prosa magistral de Vicente Fatone, justamente el gran maestro de Massuh.
Ortega y Gasset, en su primer libro, las Meditaciones del Quijote, de 1914, al presentarse ante el lector dice que ha escrito simplemente unos ensayos, y agrega “El ensayo es la ciencia, menos la prueba explícita”. El ensayo es ciencia,-comenta Julián Marías-, incluso con su prueba, pero al ensayista le es lícito no poner la explicitación, la explicitud de la prueba.
¿Por qué? Acaso sea mejor decir : ¿para qué?. Para que el lector pueda encontrarla y no estorbe el íntimo despliegue a cuyo calor los pensamientos fueron pensados.
Podemos agregar que el ensayista tiene libertad para prescindir del aparato erudito, las numerosas notas, ya sea a pie de página o agrupadas al final.
Pero el ensayista no prescinde de la crítica, entendida en el sentido de juicio o examen, ni prescinde de la coherencia, de la fina red de conceptos y proposiciones a través de la cual articula su pensamiento.
Santiago Kovadloff, en La nueva ignorancia, señala la diferencia entre por un lado el tratado y la monografía, y por otro el ensayo. El ensayo, dice, jamás disimula su carácter de mediador: es elocuencia, opinión de alguien sobre algo; en tanto el tratado y la monografía pretenden develar plenamente la índole del asunto que los ocupa ( si lo consiguen o no es otra cosa).
Algunos ejemplos: La Suma Teológica, de Santo Tomás de Aquino es un tratado, en cambio Del sentimiento trágico de la vida, de Miguel de Unamuno, es un ensayo. Y en un mismo autor, Descartes, las Meditaciones metafísicas son un tratado, pero el Discurso del método es un ensayo…que lo convirtió en el padre de la modernidad.
Y apunta Kovadloff que el desprestigio del ensayo viene del siglo XVIII, se pensaba que el estilo no era un don sino una traba para el desarrollo de las ideas, y quería despojarse al lenguaje de connotaciones subjetivas, como si el lenguaje fuera el espejo del mundo objetivo.
Creo que la relación del lector con el ensayo no se origina puramente en la inteligencia, pero esa relación pone en juego la inteligencia. Por eso Kovadloff subraya que el gozo profundo del lector es vivir la intensidad sensual de la inteligencia, y al mismo tiempo aquí radica el triunfo del ensayista.
No hay libro de Massuh sobre el arte, los hay sobre la historia, la mística, la técnica, lo sagrado, la ciencia. Sin embargo la opción por el ensayo es una elección casi estética, una experiencia estética.
Casi todos los que se ocupan del tema coinciden en que el padre del ensayo filosófico moderno es Michael de Montaigne, que usó el vocablo ‘ensayos’ como título de su obra. Julián Marías, en cambio, da a John Locke como inicio del ensayo filosófico.
La tercera y última cuestión es: ¿Qué sostiene Massuh para oponerse al fragmentarismo?
‘Fragmento’ significa ‘parte o porción pequeña de algunas cosas quebradas o partidas’. Fragmentario da idea de incompleto, inacabado.
En uno de sus mejores libros, Nihilismo y experiencia extrema (1975), Massuh señala que Kant pone lo sagrado en el deber, el deber moral; Hegel pone lo sagrado en la razón, la razón dialéctica; y Feuerbach pone lo sagrado en el hombre, el hombre sin Dios.
A partir de Feuerbach, y simplificando mucho la cosa, surge el humanismo ateo, movimiento de gran significación desde la segunda mitad del siglo XIX hasta llegar a lo que Massuh llama “el ateísmo espontáneo de nuestros días”.
El ateísmo realizó una especie de rescate de ciertas alienaciones, o sea, una empresa de desalienación, de recuperación. Recuperar para el hombre el trabajo (Marx), recuperar para el hombre el inconciente (Freud) y recuperar para el hombre el lado irracional de la vida (Nietzsche), todo ello fue una tarea en cierto modo legítima pues la religión judeo-cristiana había permanecido de algún modo adversaria de estas potencialidades.
Pero hay en el ateísmo, dice Massuh, una corriente subterránea que lo lleva a matar sus propias criaturas: librado a su empuje primordial, el ateísmo desemboca en el nihilismo.
El vocablo latino nihil quiere decir ‘nada’, ‘no ser’. Para Massuh el nihilismo es la negación que se absolutiza a sí misma. Nihilista es el ser humano enamorado de la nada.
Y entonces el nihilista se entrega a la idolatría de lo efímero
(efímero viene de una palabra griega que significa ‘ lo que tiene la duración de un día’ ); se entrega a la adoración del fragmento. El nihilismo desemboca en una metafísica del fragmento.
Para superar el fragmentarismo, propone nuestro autor la experiencia extrema, esto es, alcanzar un límite para poner límite a nuestra voluntad de dominio, pues “no debemos entregarnos al movimiento si no somos capaces de detenerlo”.
Los fragmentaristas defienden su posición alegando que rechazan la noción de totalidad. El fragmentarismo es la abolición de los límites.
La tesis de Massuh encajaría, creo, en una breve fórmula: Sin límites no hay ser humano.
En La flecha del tiempo (1990) Massuh aborda un asunto que antes no lo había ocupado: la ciencia. La ciencia, sostiene, también se ocupa de cuestiones últimas y el filósofo debe escuchar esta respiración metafísica que late en la ciencia.. Al analizar este libro en La Gaceta de Tucumán, el filósofo Jorge Saltor dice que así Massuh renueva la tradición de la metafísica viva.
¿Y dónde aparece la superación del fragmentarismo? La flecha del tiempo es un haz de luz que enhebra filosofía, ciencia y religión y Massuh las denomina “saberes de frontera”, pues sin dejar de ser testimonios enriquecedores, las tres se mueven en los límites. El libro propone un diálogo entre la filosofía, la ciencia y la religión, un diálogo entre saberes de frontera.
Aquí llegados, podría alzarse una voz señalando que como el ser humano es un animal racional, la clave del problema es ejercitar la razón. Desde luego, pero Massuh ha ido navegando hacia una nueva concepción de la razón, no para negar la idea clásica sino para ensancharla.
Aparece esto en su obra Agonías de la razón (1994). La razón filosófica muchas veces agonizó en las cenizas de sus extravíos, de sus fracasos, de sus utopías. El epílogo de esta obra se llama “Quijotismo de la razón”.¿Por qué? Porque las sucesivas agonías de una razón burlada por la historia, muestran que la razón humana tiene una extraña fuerza que le permitirá resurgir, tiene, por así decir, el privilegio de poder resurgir de sus fragmentos.
¿Cuándo sucede tal cosa? Cuando el hombre toma conciencia de que la razón es la vida que se piensa a sí misma.
En Nuestra América, el hasta ahora último libro de Massuh -un trabajo editado en 2002, en Córdoba y cuya tapa muestra la estatua La Libertad, de Lola Mora- se postula una razón de mirada múltiple, capaz de alianzas insólitas con la imaginación, el mito, la mística y la ciencia, una razón que sale al encuentro de otras culturas, presentes o pretéritas, para llevar a cabo lo que él llama “la mayor expresión del diálogo” : el mestizaje.
Pese a no pocos sucesos adversos, el mestizaje cultural, étnico y religioso muy trabajosamente se abre camino y prefigura un espacio de totalización y de convergencia de lo diverso. El mestizaje es también la superación del fragmentarismo.
Estamos ante un pensador ubicado en la denominada la modernidad filosófica. La modernidad es la filosofía del sujeto.
La postmodernidad, en cambio, es un filosofía del descentramiento del sujeto y Foucault dice que el sujeto es un producto del discurso. La postmodernidad expresa una predilección por los fragmentos y rechaza lo que llama la “tiranía de las totalidades”.
Massuh milita contra la postmodernidad, pero no tanto nos abruma con lo que rechaza, cuanto nos presenta lo que profesa.
Propone, como vimos, una nueva idea de razón, la razón ampliada; y propone un nuevo concepto de totalidad, una idea dialógica de totalidad. La auténtica totalización no es totalitaria.
Para Massuh el discurso será siempre un producto del sujeto, pero de un sujeto entendido como punto de encuentro entre el mundo y un saber de aquello que no cambia ni merece cambiar: el bien, la verdad, la belleza y lo sagrado.
Massuh nació en Tucumán en 1924 y murió en Buenos Aires el 18 de noviembre de 2008.
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FIDELIDAD AL ENSAYO
Por Coriolano Fernández
Cuando recibe el “Premio Ensayo”, de la Academia Argentina de Letras, Massuh confiesa que cultiva el ensayo filosófico porque permite superar los peligros del fragmentarismo.
Cumplía así un oportuno rito de fidelidad, pues siempre ha habido quienes ven en el ensayo una prosa menor, y desde hace algún tiempo algunas voces, parafraseando a Zarathustra, dicen que los ensayistas no se han enterado todavía de que el ensayo ha muerto.
En lo que llevamos dicho hay tres cuestiones.
La primera cuestión dice así: ¿Quién es Víctor Massuh?
1. Massuh es un tucumano radicado en Buenos Aires, que mantiene fresco su origen provinciano, advertible un poco en el tono de la voz y mucho en la calidez del trato.
2. Con Massuh se instala en el pensamiento argentino un filósofo que señala las contradicciones, pero en el mismo gesto enarbola un acto de fe en la aventura humana al sostener que los opuestos son complementarios.
3. Formado sobre todo en la filosofía francesa y alemana, y al par muy atento a sus raíces argentinas, ha preferido, por así decir, la hermenéutica de los europeos continentales antes que el análisis, propio de la filosofía en lengua inglesa.
4. Estamos ante un filósofo poseedor de estilo literario, virtud no muy frecuente en los libros de filosofía Al leerlo no puede menos de evocarse la observación de Stendhal, según la cual el estilo es agregar a un pensamiento las circunstancias adecuadas para producir todo el efecto que debe producir.
5. Es un autor que busca descifrar el sentido de la época, del tiempo que le ha tocado vivir. El presente tiene para él más fuerza que el pasado. No lo imagino a Massuh escribiendo un libro entero sobre Platón o Spinoza; cuando evoca a filósofos del pasado lo hace para extraer de ellos, por así decir, cierto zumo a fin de iluminar la circunstancia presente, porque como diría Ramón del Valle Inclán, mira el mundo “con todos los ojos y todos los corazones”.
6. Su filosofar trabaja sobre una vivencia que capta la presencia del ser y la participación del yo en el ser, vivencia que es una acción dadora de sentido y, obviamente, de valor y se despliega como proyecto. Afina la mirada en esa vivencia, la retiene cuando está próxima a escurrirse, retorna a ella cuando todo se desvanece y surge la necesidad de un fundamento seguro.
Ahora viene la segunda cuestión: ¿Qué es el ensayo?
Preguntamos esto porque se coincida o se disienta con las ideas de Massuh, en sus manos el ensayo muestra ser un genuino modo de filosofar. Y esta tarea la plasma en una escritura guiada por una voluntad de belleza, en un nivel que en la filosofía argentina tiene pocos exponentes y donde sobresale la prosa magistral de Vicente Fatone, justamente el gran maestro de Massuh.
Ortega y Gasset, en su primer libro, las Meditaciones del Quijote, de 1914, al presentarse ante el lector dice que ha escrito simplemente unos ensayos, y agrega “El ensayo es la ciencia, menos la prueba explícita”. El ensayo es ciencia,-comenta Julián Marías-, incluso con su prueba, pero al ensayista le es lícito no poner la explicitación, la explicitud de la prueba.
¿Por qué? Acaso sea mejor decir : ¿para qué?. Para que el lector pueda encontrarla y no estorbe el íntimo despliegue a cuyo calor los pensamientos fueron pensados.
Podemos agregar que el ensayista tiene libertad para prescindir del aparato erudito, las numerosas notas, ya sea a pie de página o agrupadas al final.
Pero el ensayista no prescinde de la crítica, entendida en el sentido de juicio o examen, ni prescinde de la coherencia, de la fina red de conceptos y proposiciones a través de la cual articula su pensamiento.
Santiago Kovadloff, en La nueva ignorancia, señala la diferencia entre por un lado el tratado y la monografía, y por otro el ensayo. El ensayo, dice, jamás disimula su carácter de mediador: es elocuencia, opinión de alguien sobre algo; en tanto el tratado y la monografía pretenden develar plenamente la índole del asunto que los ocupa ( si lo consiguen o no es otra cosa).
Algunos ejemplos: La Suma Teológica, de Santo Tomás de Aquino es un tratado, en cambio Del sentimiento trágico de la vida, de Miguel de Unamuno, es un ensayo. Y en un mismo autor, Descartes, las Meditaciones metafísicas son un tratado, pero el Discurso del método es un ensayo…que lo convirtió en el padre de la modernidad.
Y apunta Kovadloff que el desprestigio del ensayo viene del siglo XVIII, se pensaba que el estilo no era un don sino una traba para el desarrollo de las ideas, y quería despojarse al lenguaje de connotaciones subjetivas, como si el lenguaje fuera el espejo del mundo objetivo.
Creo que la relación del lector con el ensayo no se origina puramente en la inteligencia, pero esa relación pone en juego la inteligencia. Por eso Kovadloff subraya que el gozo profundo del lector es vivir la intensidad sensual de la inteligencia, y al mismo tiempo aquí radica el triunfo del ensayista.
No hay libro de Massuh sobre el arte, los hay sobre la historia, la mística, la técnica, lo sagrado, la ciencia. Sin embargo la opción por el ensayo es una elección casi estética, una experiencia estética.
Casi todos los que se ocupan del tema coinciden en que el padre del ensayo filosófico moderno es Michael de Montaigne, que usó el vocablo ‘ensayos’ como título de su obra. Julián Marías, en cambio, da a John Locke como inicio del ensayo filosófico.
La tercera y última cuestión es: ¿Qué sostiene Massuh para oponerse al fragmentarismo?
‘Fragmento’ significa ‘parte o porción pequeña de algunas cosas quebradas o partidas’. Fragmentario da idea de incompleto, inacabado.
En uno de sus mejores libros, Nihilismo y experiencia extrema (1975), Massuh señala que Kant pone lo sagrado en el deber, el deber moral; Hegel pone lo sagrado en la razón, la razón dialéctica; y Feuerbach pone lo sagrado en el hombre, el hombre sin Dios.
A partir de Feuerbach, y simplificando mucho la cosa, surge el humanismo ateo, movimiento de gran significación desde la segunda mitad del siglo XIX hasta llegar a lo que Massuh llama “el ateísmo espontáneo de nuestros días”.
El ateísmo realizó una especie de rescate de ciertas alienaciones, o sea, una empresa de desalienación, de recuperación. Recuperar para el hombre el trabajo (Marx), recuperar para el hombre el inconciente (Freud) y recuperar para el hombre el lado irracional de la vida (Nietzsche), todo ello fue una tarea en cierto modo legítima pues la religión judeo-cristiana había permanecido de algún modo adversaria de estas potencialidades.
Pero hay en el ateísmo, dice Massuh, una corriente subterránea que lo lleva a matar sus propias criaturas: librado a su empuje primordial, el ateísmo desemboca en el nihilismo.
El vocablo latino nihil quiere decir ‘nada’, ‘no ser’. Para Massuh el nihilismo es la negación que se absolutiza a sí misma. Nihilista es el ser humano enamorado de la nada.
Y entonces el nihilista se entrega a la idolatría de lo efímero
(efímero viene de una palabra griega que significa ‘ lo que tiene la duración de un día’ ); se entrega a la adoración del fragmento. El nihilismo desemboca en una metafísica del fragmento.
Para superar el fragmentarismo, propone nuestro autor la experiencia extrema, esto es, alcanzar un límite para poner límite a nuestra voluntad de dominio, pues “no debemos entregarnos al movimiento si no somos capaces de detenerlo”.
Los fragmentaristas defienden su posición alegando que rechazan la noción de totalidad. El fragmentarismo es la abolición de los límites.
La tesis de Massuh encajaría, creo, en una breve fórmula: Sin límites no hay ser humano.
En La flecha del tiempo (1990) Massuh aborda un asunto que antes no lo había ocupado: la ciencia. La ciencia, sostiene, también se ocupa de cuestiones últimas y el filósofo debe escuchar esta respiración metafísica que late en la ciencia.. Al analizar este libro en La Gaceta de Tucumán, el filósofo Jorge Saltor dice que así Massuh renueva la tradición de la metafísica viva.
¿Y dónde aparece la superación del fragmentarismo? La flecha del tiempo es un haz de luz que enhebra filosofía, ciencia y religión y Massuh las denomina “saberes de frontera”, pues sin dejar de ser testimonios enriquecedores, las tres se mueven en los límites. El libro propone un diálogo entre la filosofía, la ciencia y la religión, un diálogo entre saberes de frontera.
Aquí llegados, podría alzarse una voz señalando que como el ser humano es un animal racional, la clave del problema es ejercitar la razón. Desde luego, pero Massuh ha ido navegando hacia una nueva concepción de la razón, no para negar la idea clásica sino para ensancharla.
Aparece esto en su obra Agonías de la razón (1994). La razón filosófica muchas veces agonizó en las cenizas de sus extravíos, de sus fracasos, de sus utopías. El epílogo de esta obra se llama “Quijotismo de la razón”.¿Por qué? Porque las sucesivas agonías de una razón burlada por la historia, muestran que la razón humana tiene una extraña fuerza que le permitirá resurgir, tiene, por así decir, el privilegio de poder resurgir de sus fragmentos.
¿Cuándo sucede tal cosa? Cuando el hombre toma conciencia de que la razón es la vida que se piensa a sí misma.
En Nuestra América, el hasta ahora último libro de Massuh -un trabajo editado en 2002, en Córdoba y cuya tapa muestra la estatua La Libertad, de Lola Mora- se postula una razón de mirada múltiple, capaz de alianzas insólitas con la imaginación, el mito, la mística y la ciencia, una razón que sale al encuentro de otras culturas, presentes o pretéritas, para llevar a cabo lo que él llama “la mayor expresión del diálogo” : el mestizaje.
Pese a no pocos sucesos adversos, el mestizaje cultural, étnico y religioso muy trabajosamente se abre camino y prefigura un espacio de totalización y de convergencia de lo diverso. El mestizaje es también la superación del fragmentarismo.
Estamos ante un pensador ubicado en la denominada la modernidad filosófica. La modernidad es la filosofía del sujeto.
La postmodernidad, en cambio, es un filosofía del descentramiento del sujeto y Foucault dice que el sujeto es un producto del discurso. La postmodernidad expresa una predilección por los fragmentos y rechaza lo que llama la “tiranía de las totalidades”.
Massuh milita contra la postmodernidad, pero no tanto nos abruma con lo que rechaza, cuanto nos presenta lo que profesa.
Propone, como vimos, una nueva idea de razón, la razón ampliada; y propone un nuevo concepto de totalidad, una idea dialógica de totalidad. La auténtica totalización no es totalitaria.
Para Massuh el discurso será siempre un producto del sujeto, pero de un sujeto entendido como punto de encuentro entre el mundo y un saber de aquello que no cambia ni merece cambiar: el bien, la verdad, la belleza y lo sagrado.
lunes, 15 de diciembre de 2008
domingo, 14 de diciembre de 2008
LA IMPORTANCIA DEL MAGISTERIO SOCIAL DE PÍO XII
Publicamos hoy algo en preparación de una cosita que vamos a publicar mañana...........
(Este artículo fue publicado el primer lunes del corriente mes en www.institutoacton.com.ar)
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LA IMPORTANCIA DEL MAGISTERIO SOCIAL DE PÍO XII
Por Gabriel J. Zanotti
Para el Instituto Acton
Diciembre 2008.
Siempre que se reflexiona sobre Doctrina Social de la Iglesia, la figura de Pío XII no aparece del todo destacada. Es nuestra intención, brevemente, destacar sus aportes en ese ámbito, y al mismo tiempo, mostrar su importancia para la actualidad. Su Magisterio no sólo no es un pasado sin vida, sino que debería ser proyecto para los tiempos venideros.
Su primera encíclica fue Summi pontificatus, de 1939 (1) . No sólo es una encíclica social y política (habitualmente omitida en textos de Doctrina Social de la Iglesia) sino que es una condena radical a todo tipo de totalitarismo político. No creemos que ello sea casual en 1939: Pío XII advertía los trágicos años que se avecinaban, pero, además, coherentemente cerraba un ciclo de condena a los autoritarismos y totalitarismos ya iniciado por Pío XI, del cual era su Secretario de Estado. Como tal, es indudable la participación del entonces Cardenal Pacelli en documentos tales como Non abbiamo bisognio (directamente dirigido al fascismo) y el importantísimo Mit brennender sorge (directamente dirigido al nazismo). De Summi pontificatus, destaquemos este párrafo: “El que considera el Estado como fin al que hay que dirigirlo todo y al que hay que subordinarlo todo, no puede dejar de dañar y de impedir la auténtica y estable prosperidad de las naciones. Esto sucede lo mismo en el supuesto de que esa soberanía ilimitada se atribuya al Estado como mandatario de la nación, del pueblo o de una clase social, que en el supuesto de que el Estado por sí mismo se apropie de esa soberanía, como dueño absoluto y totalmente independiente”. Como se puede observar, ya sea la nación, el pueblo, la raza, etc., nada justifica la “soberanía absoluta” del Estado.
Poco tiempo después, el 24 de Diciembre de 1943, Pío XII prenunciaba su importantísimo sermón “Con sempre”. La condena a todo tipo de totalitarismo sigue siendo clarísima, y aparecen el Magisterio pontificio, por primera vez con total claridad, dos expresiones que adelantaron claramente al Vaticano II: dignidad de la persona humana y derechos fundamentales de la persona: “…Quien desea que la estrella de la paz aparezca y se detenga sobre la sociedad, contribuya por su parte a devolver a la persona humana la dignidad que Dios le concedió desde el principio…(Nro. 35)”. “…Apoye el respeto y la práctica realización de los siguientes derechos fundamentales de la persona: el derecho a mantener y desarrollar la vida corporal, intelectual y moral , y particularmente el derecho a una formación y educación religiosa; el derecho al culto de Dios privado y público, incluída la acción caritativa religiosa; el derecho en principio, al matrimonio y a la consecución de su propio fin, el derecho a la sociedad conyugal y doméstica; el derecho de trabajar como medio indispensable para el mantenimiento de la vida familiar, el derecho a la libre elección del estado; por consiguiente ,también del estado sacerdotal y religioso; el derecho al uso de los bienes materiales conscientes de sus deberes y de las limitaciones sociales” (Nro. 37). Y en el Nro. 48, esta perla, que adelanta todo el espíritu de la Pacem in terris de Juan XXIII: “…Del ordenamiento jurídico querido por Dios deriva el inalienable derecho del hombre a la seguridad jurídica, y con ello a una esfera concreta del derecho, protegida contra todo ataque arbitrario”.
Un año más tarde, en su radiomensaje de Navidad de 1944, Pío XII nos regala uno de sus tesoros más valiosos: Benignitas et humanitas, una defensa de la licitud de la democracia como nunca se había visto antes en el Magisterio pontificio. Este documento jugó un papel clave en la reconstrucción de la Europa democrática de la post-guerra, donde muchos católicos sentían aún los estertores de supuestos enfrentamientos anteriores de la Iglesia con la “democracia en sí”. Se reiteran por supuesto todas las advertencias necesarias contra el poder ilimitado de las masas y el absolutismo de estado que se puede dar en una democracia sin límites, pero se aclara: “…Casi no es necesario recordar que, según las enseñanzas de la Iglesia, “no está prohibido (cita a León XIII, Libertas) en sí mismo preferir para el Estado una forma de gobierno moderada por el carácter popular, salva siempre la doctrina católica acerca del origen y el ejercicio del poder público, y que “La Iglesia no reprueba forma alguna de gobierno, con tal que sea apta por sí misma para la utilidad de los ciudadanos” (Nro. 16). Hoy tenemos que hacer un esfuerzo para comprender la importancia de ese recordatorio, en 1944, cuando Pío XII vislumbraba un futuro democrático para la Europa de la post-guerra. Hoy deberíamos acordarnos más, en cambio, de las reiteradas advertencias contra el poder ilimitado de las mayorías.
El 2 de Junio de 1945, en un discurso ante el Sacro Colegio Cardenalicio, Pío XII pronuncia un discurso sobre La Iglesia Católica y el Nacionalsocialismo, reiterando los conceptos vertidos en 1937, sobre lo que era el nacionalsocialismo: “…la apostasía orgullosa de Jesucristo, la negación de su doctrina y de su obra redentora, el culto a la fuerza, la idolatría de la raza y de la sangre, la opresión de la libertad y de la dignidad humana” (Nro. 16). Y no de casualidad, ese mismo año, el 19 de Octubre, Pío XII habla de algo sin lo cual una democracia no prospera: La Constitución, ley fundamental del Estado (epístola al Card. Luigi Lavitrano). De vuelta, otro adelanto de la Pacem in Terris. Como síntoma de los nuevos tiempos, Pío XII escribe, el 17 de Febrero de 1950, un discurso a los participantes del I Congreso Internacional de Prensa Católica, llamado Prensa Católica y opinión pública. En él advierte contra la dictadura de dictadores y partidos: “…Ahogar la voz de los ciudadanos, reducirla a un silencio forzado, es a los ojos de todo cristiano un atentado contra el derecho natural del hombre, una violación del orden del mundo tal como Dios lo ha establecido”. En ese mismo año, el 5 de Agosto, pronuncia un discurso que es una condena clara y distinta a toda forma de estatismo: “..El Estado no es una omnipotencia opresora de toda legítima autonomía (2) . Su función, su magnífica función, es más bien favorecer , ayudar, promover la íntima coalición, la cooperación activa, en el sentido de la unidad más alta, de los miembros que, respetando su subordinación al fin del estado, cooperan de la mejor manera posible al bien de la comunidad, precisamente en cuanto que conservan y desarrollan su carácter particular y natural. Ni el individuo ni la familia deben quedar absorbidos por el Estado. Cada uno conserva y debe conservar su libertad de movimientos en la medida que esta no cause riesgo de perjuicio al bien común Además, hay ciertos derechos y libertades del individuo -de cada individuo- o de la familia que el Estado debe siempre proteger y que nunca puede violar o sacrificar a un pretendido bien común .Nos referimos ,para citar solamente algunos ejemplos, al derecho al honor y a la buena reputación, al derecho y a la libertad de venerar al verdadero Dios, al derecho originario de los padres sobre sus hijos y su educación .El hecho de que algunas recientes Constituciones hayan adoptado estas ideas es una promesa feliz, que nosotros saludamos con alegría, como la aurora de una renovación en el respeto a los verdaderos derechos del hombre ,tal como han sido queridos y establecidos por Dios” (Nro. 6).
Pero uno de los acontecimientos más peculiares de su Magisterio es su Comunidad internacional y tolerancia, discurso de Diciembre de 1953 dirigido a juristas católicos. Destaca allí la necesidad de concordatos, entre Estados e Iglesia, referido a cuestiones religiosas, y la necesidad de una justa tolerancia de religiones diversas según sea cada caso. La importancia de este documento, ha quedado, a la distancia, incomprendido. Desde la condena lisa y llana de la “libertad de cultos” por el Magisterio, desde Gregorio XVI hasta León XIII, hasta la declaración Dignitatis humanae (1965) del Vaticano II, sobre el derecho a la libertad religiosa, el documento aparece, mirado en esa perspectiva, como una perfecta línea evolutiva escrita por alguien que sabía perfectamente hacia dónde estaba inclinando la balanza. Como vemos, una Europa organizada democráticamente, con constituciones escritas, división de poderes, “justificado laicismo de estado”, “sana opinión pública” y concordatos que justificaran la tolerancia religiosa, no sólo adelantó totalmente al Vaticano II y a la Gaudium et spes, sino que puso a la misma Iglesia, en su momento, a la par de una evolución histórica y doctrinal que Europa y el mundo estaban recorriendo después de la tragedia de la Segunda Guerra. Pío XII puso al magisterio a la altura de las circunstancias sin comprometer ningún principio fundamental de ética social católica y menos aún de su Dogma y moral fundamentales.
Pero no fue sólo así en el ámbito político. En el terreno económico, la defensa de la propiedad privada, la libre iniciativa y el libre comercio pusieron a Pío XII nuevamente en un adelanto clarísimo de lo que luego fue, como si fuera una novedad, el magisterio de Juan Pablo II en la materia con su famosa Centesimus annus. A la luz de lo que veremos ahora, gran parte de dicha encíclica y de la Sollicitudo rei socialis no fueron más que un recordatorio de algo que había quedado sencillamente olvidado.
Corría el año 1941, y Pío XII da un discurso para conmemorar los 50 años de la Rerum novarum. Es uno de los documentos sociales más amplios y profundos de Pío XII y lejos de nuestra intención reseñarlo totalmente. Sólo, dentro del contexto que señalábamos antes, destaquemos una frase como esta: “…Sin duda el orden natural, que deriva de Dios, requiere también la propiedad privada y el libre comercio de bienes con cambios y donativos, e igualmente la función reguladora del poder público en estas dos instituciones”. Luego, por supuesto, todo lo que ya sabemos sobre la función social de ese libre comercio, esa propiedad y la función subsidiaria del estado al respecto. Muchos comentaristas parecen tomar a esto último como lo primero, cuando lo primero es, en el pensamiento de Pío XII, que “…el orden natural, que deriva de Dios, requiere también la propiedad privada y el libre comercio de bienes con cambios y donativos”. Es interesante que a veces una aclaración contextual requiera simplemente una reiteración textual. Interesante también este texto: “…es indispensable, precisamente hoy en que la antigua tendencia del “laissez faire, laissez passer” está seriamente combatida, tomar precauciones para no caer en el extremo opuesto; es preciso, en la organización de la producción, asegurar todo su valor directivo a este principio, siempre defendido por la enseñanza social de la Iglesia: que las actividades y los servicios de la sociedad deben tener un carácter “subsidiario”; solamente ayudar o completar la actividad del individuo, de la familia o de la profesión”. ¿Hoy? ¿Parece 2008, no? No, fue el 18 de Julio de 1947,carta Nous avons lu.
Otro texto importante: Avec une egalle sollicitude, 7 de Mayo de 1949. Otra vez, el principio de subsidiariedad, y esta advertencia: “…La economía –por lo demás, como las restantes ramas de la actividad humana- no es por su naturaleza una institución del Estado; por lo contrario, es el producto viviente de la libre iniciativa de los individuos y de sus agrupaciones libremente constituídas” (Nro. 6). No, no se nos diga que estamos citando fuera de contexto. En ese mismo nro. Pío XII deja claro que puede haber casos en que la estatización sea legítima. ¿En qué casos? No lo aclara en cada caso particular, obviamente, dejando el debate abierto, como corresponde, a lo que cada laico opine sobre el tema de los bienes públicos, debate técnico que rebasa la autoridad del Magisterio. Pero lo interesante es que muchas veces no se recuerda algo que sí compete al Magisterio: aclarar el principio general de que la economía no es por su naturaleza una institución del Estado, y ese olvido puede tener un margen de negligencia sobre todo en aquellos que hacen gala de tomismo y de saber qué significa una expresión que diga “por naturaleza”.
Año 1956, 13 de Abril, discurso: “…Este vuestro trabajo demuestra, una vez más, lo que puede en el campo de la producción, la actividad privada bien entendida y convenientemente libre. Ella contribuye a acrecentar la riqueza común y además, a aligerar la fatiga del hombre, a elevar el rendimiento del trabajo, a disminuir el costo de producción y a acelerar la formación del ahorro”. Como vemos, la función social de la propiedad es, para Pío XII, de la propiedad, y no de la confiscación de la propiedad. Cincuenta y dos años después, viene bien recordarlo…
Por último, cuando aún circulaba una interpretación de Pío XI según la cual éste habría priorizado jurídicamente la co-gestión entre empresarios y obreros en la empresa, Pío XII hizo las siguientes aclaraciones: “…Tampoco se estaría en lo cierto si se quisiera afirmar que la empresa particular es por su propia naturaleza una sociedad, de suerte que las relaciones entre los particulares estén determinadas en ella por las normas de la justicia distributiva, de manera que todos indistintamente -propietarios o no de los medios de producción- tuvieran derecho a su parte en la propiedad o. por lo menos, en los beneficios de la empresa. 8. Semejante concepción parte de la hipótesis de que toda empresa entra, por su naturaleza, en la esfera del derecho público. Hipótesis inexacta. Tanto si la empresa está constituida bajo la forma de fundación o de asociación de todos los obreros como copropietarios, como si es propiedad de un individuo que firma con todos sus obreros un contrato de trabajo, en un caso y en otro entra en el orden jurídico privado de la vida económica. 9. Cuanto nos acabamos de decir se aplica a la naturaleza jurídica de la empresa como tal; pero la empresa puede ofrecer también otra categoría de relaciones personales entre los participantes que han de ser tenidas en cuenta; incluso relaciones de común responsabilidad. El propietario de los medios de producción, quienquiera que sea -propietario particular, asociación de obreros o fundación-, debe, siempre dentro de los límites del derecho público de la economía, permanecer dueño de sus decisiones económicas”. (Discurso ya citado del 7-5-49). “...Un peligro similar se presenta igualmente cuando se exige que los asalariados pertenecientes a una empresa tengan en ella el derecho de cogestión económica, sobre todo cuando el ejercicio de ese derecho supone, en realidad, de modo directo o indirecto, organizaciones dirigidas al margen de la empresa. Pero ni la naturaleza del contrato de trabajo ni la naturaleza de la empresa implican necesariamente por sí mismas un derecho de esta clase. Es incontestable que el trabajador asalariado y el empresario son igualmente sujetos, no objetos, de la economía de un pueblo. No se trata de negar esta paridad; éste es un principio que la política social ha hecho prevalecer ya y que una política organizada en un plano profesional todavía haría valer con mayor eficacia. Pero nada hay en las relaciones del derecho privado, tal como las regula el simple contrato de salario, que esté en contradicción con aquella paridad fundamental. La prudencia de nuestro predecesor Pío XI lo ha mostrado claramente en la encíclica Quadragesimo anno; y, en consecuencia, él niega la necesidad intrínseca de modelar el contrato de trabajo sobre el contrato de sociedad. No por ello se desconoce la utilidad de cuanto se ha realizado hasta el presente en este sentido, en diversas formas, para común beneficio de los obreros y los propietarios; pero, en razón de principios y de hechos, el derecho de cogestión económica que se reclama está fuera del campo de estas posibles realizaciones” (3/6/1950).
Hemos citado tan largo para que sea vea la claridad y la precisión jurídica de este gran Pontífice. No por querer introducirse en temas técnicos, sino para salvar un principio general, a saber, la libertad de asociación. Igual precisión y claridad se hubieran necesitado algunos años después.
Pío XII fue clave para la Europa de la post-guerra. Acompañó a los partidos demócratas cristianos, sin inmiscuirse en cuestiones técnicas ni partidistas, sino señalando la conformidad de la Iglesia con las formas democráticas de gobierno. Habló por primera vez con claridad y distinción de dignidad humana y derechos del hombre. Señaló la justa laicidad del estado y bregó por la tolerancia religiosa. Señaló la necesidad de la organización constitucional de los estados. Defendió la libre iniciativa privada y condenó tota forma de estatismo. Condenó a los autoritarismos fascistas y nazis. Frenó e impidió la condena de J. Maritain, injustamente pedida por algunos sectores, evidentemente muy confundidos, que luego colaboraron con golpes de estado y nacionalismos diversos, cargados de antisemitismo, en otras latitudes. Aclaró interpretaciones erróneas de Pío XI. Preparó el terreno de la Pacem in terris, la Gaudium et spes y la Dignitatis humanae, sin contar su influencia en otros documentos. Murió soñando con una Europa unificada bajo la ley natural y el respeto a Dios.
Un gran teólogo, un gran jurista, un gran pastor, una pluma privilegiada, un corazón conmovido.
Un santo varón.
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(1) Salvo aclaración en contrario, todos los textos citados se encuentran en Doctrina Pontificia, libros II y III, BAC, Madrid, 1958 y 1964 respectivamente.
(2) Hablando de legítima autonomía, y lo que después hablará el Vaticano II sobre legítima autonomía de lo temporal, viene bien recordar hoy que la “sana laicidad del Estado”, expresión recordada hoy por Benedicto XVI y recibida no sin algún asombro por parte de algunos, fue acuñada por Pío XII, según A. Utz en su estudio preliminar de la Pacem in terris: “…en relación con esta independencia del Estado habla Pío XII, incluso, de un “justificado laicismo de Estado”, que ha sido siempre un principio de la Iglesia” (Utz cita a AAS L (1958) 216-220. El magisterio posterior (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia y Benedicto XVI) tradujeron “justificado laicismo de estado” como “laicidad”, para distinguirlo de “laicismo” como la hostilidad del estado hacia la Iglesia, en conformidad con el magisterio anterior a Pío XII. Ver Utz, A.F.: La encíclica de Juan XXIII Pacem in terris; Herder, Barcelona, 1965, p. 94.
(Este artículo fue publicado el primer lunes del corriente mes en www.institutoacton.com.ar)
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LA IMPORTANCIA DEL MAGISTERIO SOCIAL DE PÍO XII
Por Gabriel J. Zanotti
Para el Instituto Acton
Diciembre 2008.
Siempre que se reflexiona sobre Doctrina Social de la Iglesia, la figura de Pío XII no aparece del todo destacada. Es nuestra intención, brevemente, destacar sus aportes en ese ámbito, y al mismo tiempo, mostrar su importancia para la actualidad. Su Magisterio no sólo no es un pasado sin vida, sino que debería ser proyecto para los tiempos venideros.
Su primera encíclica fue Summi pontificatus, de 1939 (1) . No sólo es una encíclica social y política (habitualmente omitida en textos de Doctrina Social de la Iglesia) sino que es una condena radical a todo tipo de totalitarismo político. No creemos que ello sea casual en 1939: Pío XII advertía los trágicos años que se avecinaban, pero, además, coherentemente cerraba un ciclo de condena a los autoritarismos y totalitarismos ya iniciado por Pío XI, del cual era su Secretario de Estado. Como tal, es indudable la participación del entonces Cardenal Pacelli en documentos tales como Non abbiamo bisognio (directamente dirigido al fascismo) y el importantísimo Mit brennender sorge (directamente dirigido al nazismo). De Summi pontificatus, destaquemos este párrafo: “El que considera el Estado como fin al que hay que dirigirlo todo y al que hay que subordinarlo todo, no puede dejar de dañar y de impedir la auténtica y estable prosperidad de las naciones. Esto sucede lo mismo en el supuesto de que esa soberanía ilimitada se atribuya al Estado como mandatario de la nación, del pueblo o de una clase social, que en el supuesto de que el Estado por sí mismo se apropie de esa soberanía, como dueño absoluto y totalmente independiente”. Como se puede observar, ya sea la nación, el pueblo, la raza, etc., nada justifica la “soberanía absoluta” del Estado.
Poco tiempo después, el 24 de Diciembre de 1943, Pío XII prenunciaba su importantísimo sermón “Con sempre”. La condena a todo tipo de totalitarismo sigue siendo clarísima, y aparecen el Magisterio pontificio, por primera vez con total claridad, dos expresiones que adelantaron claramente al Vaticano II: dignidad de la persona humana y derechos fundamentales de la persona: “…Quien desea que la estrella de la paz aparezca y se detenga sobre la sociedad, contribuya por su parte a devolver a la persona humana la dignidad que Dios le concedió desde el principio…(Nro. 35)”. “…Apoye el respeto y la práctica realización de los siguientes derechos fundamentales de la persona: el derecho a mantener y desarrollar la vida corporal, intelectual y moral , y particularmente el derecho a una formación y educación religiosa; el derecho al culto de Dios privado y público, incluída la acción caritativa religiosa; el derecho en principio, al matrimonio y a la consecución de su propio fin, el derecho a la sociedad conyugal y doméstica; el derecho de trabajar como medio indispensable para el mantenimiento de la vida familiar, el derecho a la libre elección del estado; por consiguiente ,también del estado sacerdotal y religioso; el derecho al uso de los bienes materiales conscientes de sus deberes y de las limitaciones sociales” (Nro. 37). Y en el Nro. 48, esta perla, que adelanta todo el espíritu de la Pacem in terris de Juan XXIII: “…Del ordenamiento jurídico querido por Dios deriva el inalienable derecho del hombre a la seguridad jurídica, y con ello a una esfera concreta del derecho, protegida contra todo ataque arbitrario”.
Un año más tarde, en su radiomensaje de Navidad de 1944, Pío XII nos regala uno de sus tesoros más valiosos: Benignitas et humanitas, una defensa de la licitud de la democracia como nunca se había visto antes en el Magisterio pontificio. Este documento jugó un papel clave en la reconstrucción de la Europa democrática de la post-guerra, donde muchos católicos sentían aún los estertores de supuestos enfrentamientos anteriores de la Iglesia con la “democracia en sí”. Se reiteran por supuesto todas las advertencias necesarias contra el poder ilimitado de las masas y el absolutismo de estado que se puede dar en una democracia sin límites, pero se aclara: “…Casi no es necesario recordar que, según las enseñanzas de la Iglesia, “no está prohibido (cita a León XIII, Libertas) en sí mismo preferir para el Estado una forma de gobierno moderada por el carácter popular, salva siempre la doctrina católica acerca del origen y el ejercicio del poder público, y que “La Iglesia no reprueba forma alguna de gobierno, con tal que sea apta por sí misma para la utilidad de los ciudadanos” (Nro. 16). Hoy tenemos que hacer un esfuerzo para comprender la importancia de ese recordatorio, en 1944, cuando Pío XII vislumbraba un futuro democrático para la Europa de la post-guerra. Hoy deberíamos acordarnos más, en cambio, de las reiteradas advertencias contra el poder ilimitado de las mayorías.
El 2 de Junio de 1945, en un discurso ante el Sacro Colegio Cardenalicio, Pío XII pronuncia un discurso sobre La Iglesia Católica y el Nacionalsocialismo, reiterando los conceptos vertidos en 1937, sobre lo que era el nacionalsocialismo: “…la apostasía orgullosa de Jesucristo, la negación de su doctrina y de su obra redentora, el culto a la fuerza, la idolatría de la raza y de la sangre, la opresión de la libertad y de la dignidad humana” (Nro. 16). Y no de casualidad, ese mismo año, el 19 de Octubre, Pío XII habla de algo sin lo cual una democracia no prospera: La Constitución, ley fundamental del Estado (epístola al Card. Luigi Lavitrano). De vuelta, otro adelanto de la Pacem in Terris. Como síntoma de los nuevos tiempos, Pío XII escribe, el 17 de Febrero de 1950, un discurso a los participantes del I Congreso Internacional de Prensa Católica, llamado Prensa Católica y opinión pública. En él advierte contra la dictadura de dictadores y partidos: “…Ahogar la voz de los ciudadanos, reducirla a un silencio forzado, es a los ojos de todo cristiano un atentado contra el derecho natural del hombre, una violación del orden del mundo tal como Dios lo ha establecido”. En ese mismo año, el 5 de Agosto, pronuncia un discurso que es una condena clara y distinta a toda forma de estatismo: “..El Estado no es una omnipotencia opresora de toda legítima autonomía (2) . Su función, su magnífica función, es más bien favorecer , ayudar, promover la íntima coalición, la cooperación activa, en el sentido de la unidad más alta, de los miembros que, respetando su subordinación al fin del estado, cooperan de la mejor manera posible al bien de la comunidad, precisamente en cuanto que conservan y desarrollan su carácter particular y natural. Ni el individuo ni la familia deben quedar absorbidos por el Estado. Cada uno conserva y debe conservar su libertad de movimientos en la medida que esta no cause riesgo de perjuicio al bien común Además, hay ciertos derechos y libertades del individuo -de cada individuo- o de la familia que el Estado debe siempre proteger y que nunca puede violar o sacrificar a un pretendido bien común .Nos referimos ,para citar solamente algunos ejemplos, al derecho al honor y a la buena reputación, al derecho y a la libertad de venerar al verdadero Dios, al derecho originario de los padres sobre sus hijos y su educación .El hecho de que algunas recientes Constituciones hayan adoptado estas ideas es una promesa feliz, que nosotros saludamos con alegría, como la aurora de una renovación en el respeto a los verdaderos derechos del hombre ,tal como han sido queridos y establecidos por Dios” (Nro. 6).
Pero uno de los acontecimientos más peculiares de su Magisterio es su Comunidad internacional y tolerancia, discurso de Diciembre de 1953 dirigido a juristas católicos. Destaca allí la necesidad de concordatos, entre Estados e Iglesia, referido a cuestiones religiosas, y la necesidad de una justa tolerancia de religiones diversas según sea cada caso. La importancia de este documento, ha quedado, a la distancia, incomprendido. Desde la condena lisa y llana de la “libertad de cultos” por el Magisterio, desde Gregorio XVI hasta León XIII, hasta la declaración Dignitatis humanae (1965) del Vaticano II, sobre el derecho a la libertad religiosa, el documento aparece, mirado en esa perspectiva, como una perfecta línea evolutiva escrita por alguien que sabía perfectamente hacia dónde estaba inclinando la balanza. Como vemos, una Europa organizada democráticamente, con constituciones escritas, división de poderes, “justificado laicismo de estado”, “sana opinión pública” y concordatos que justificaran la tolerancia religiosa, no sólo adelantó totalmente al Vaticano II y a la Gaudium et spes, sino que puso a la misma Iglesia, en su momento, a la par de una evolución histórica y doctrinal que Europa y el mundo estaban recorriendo después de la tragedia de la Segunda Guerra. Pío XII puso al magisterio a la altura de las circunstancias sin comprometer ningún principio fundamental de ética social católica y menos aún de su Dogma y moral fundamentales.
Pero no fue sólo así en el ámbito político. En el terreno económico, la defensa de la propiedad privada, la libre iniciativa y el libre comercio pusieron a Pío XII nuevamente en un adelanto clarísimo de lo que luego fue, como si fuera una novedad, el magisterio de Juan Pablo II en la materia con su famosa Centesimus annus. A la luz de lo que veremos ahora, gran parte de dicha encíclica y de la Sollicitudo rei socialis no fueron más que un recordatorio de algo que había quedado sencillamente olvidado.
Corría el año 1941, y Pío XII da un discurso para conmemorar los 50 años de la Rerum novarum. Es uno de los documentos sociales más amplios y profundos de Pío XII y lejos de nuestra intención reseñarlo totalmente. Sólo, dentro del contexto que señalábamos antes, destaquemos una frase como esta: “…Sin duda el orden natural, que deriva de Dios, requiere también la propiedad privada y el libre comercio de bienes con cambios y donativos, e igualmente la función reguladora del poder público en estas dos instituciones”. Luego, por supuesto, todo lo que ya sabemos sobre la función social de ese libre comercio, esa propiedad y la función subsidiaria del estado al respecto. Muchos comentaristas parecen tomar a esto último como lo primero, cuando lo primero es, en el pensamiento de Pío XII, que “…el orden natural, que deriva de Dios, requiere también la propiedad privada y el libre comercio de bienes con cambios y donativos”. Es interesante que a veces una aclaración contextual requiera simplemente una reiteración textual. Interesante también este texto: “…es indispensable, precisamente hoy en que la antigua tendencia del “laissez faire, laissez passer” está seriamente combatida, tomar precauciones para no caer en el extremo opuesto; es preciso, en la organización de la producción, asegurar todo su valor directivo a este principio, siempre defendido por la enseñanza social de la Iglesia: que las actividades y los servicios de la sociedad deben tener un carácter “subsidiario”; solamente ayudar o completar la actividad del individuo, de la familia o de la profesión”. ¿Hoy? ¿Parece 2008, no? No, fue el 18 de Julio de 1947,carta Nous avons lu.
Otro texto importante: Avec une egalle sollicitude, 7 de Mayo de 1949. Otra vez, el principio de subsidiariedad, y esta advertencia: “…La economía –por lo demás, como las restantes ramas de la actividad humana- no es por su naturaleza una institución del Estado; por lo contrario, es el producto viviente de la libre iniciativa de los individuos y de sus agrupaciones libremente constituídas” (Nro. 6). No, no se nos diga que estamos citando fuera de contexto. En ese mismo nro. Pío XII deja claro que puede haber casos en que la estatización sea legítima. ¿En qué casos? No lo aclara en cada caso particular, obviamente, dejando el debate abierto, como corresponde, a lo que cada laico opine sobre el tema de los bienes públicos, debate técnico que rebasa la autoridad del Magisterio. Pero lo interesante es que muchas veces no se recuerda algo que sí compete al Magisterio: aclarar el principio general de que la economía no es por su naturaleza una institución del Estado, y ese olvido puede tener un margen de negligencia sobre todo en aquellos que hacen gala de tomismo y de saber qué significa una expresión que diga “por naturaleza”.
Año 1956, 13 de Abril, discurso: “…Este vuestro trabajo demuestra, una vez más, lo que puede en el campo de la producción, la actividad privada bien entendida y convenientemente libre. Ella contribuye a acrecentar la riqueza común y además, a aligerar la fatiga del hombre, a elevar el rendimiento del trabajo, a disminuir el costo de producción y a acelerar la formación del ahorro”. Como vemos, la función social de la propiedad es, para Pío XII, de la propiedad, y no de la confiscación de la propiedad. Cincuenta y dos años después, viene bien recordarlo…
Por último, cuando aún circulaba una interpretación de Pío XI según la cual éste habría priorizado jurídicamente la co-gestión entre empresarios y obreros en la empresa, Pío XII hizo las siguientes aclaraciones: “…Tampoco se estaría en lo cierto si se quisiera afirmar que la empresa particular es por su propia naturaleza una sociedad, de suerte que las relaciones entre los particulares estén determinadas en ella por las normas de la justicia distributiva, de manera que todos indistintamente -propietarios o no de los medios de producción- tuvieran derecho a su parte en la propiedad o. por lo menos, en los beneficios de la empresa. 8. Semejante concepción parte de la hipótesis de que toda empresa entra, por su naturaleza, en la esfera del derecho público. Hipótesis inexacta. Tanto si la empresa está constituida bajo la forma de fundación o de asociación de todos los obreros como copropietarios, como si es propiedad de un individuo que firma con todos sus obreros un contrato de trabajo, en un caso y en otro entra en el orden jurídico privado de la vida económica. 9. Cuanto nos acabamos de decir se aplica a la naturaleza jurídica de la empresa como tal; pero la empresa puede ofrecer también otra categoría de relaciones personales entre los participantes que han de ser tenidas en cuenta; incluso relaciones de común responsabilidad. El propietario de los medios de producción, quienquiera que sea -propietario particular, asociación de obreros o fundación-, debe, siempre dentro de los límites del derecho público de la economía, permanecer dueño de sus decisiones económicas”. (Discurso ya citado del 7-5-49). “...Un peligro similar se presenta igualmente cuando se exige que los asalariados pertenecientes a una empresa tengan en ella el derecho de cogestión económica, sobre todo cuando el ejercicio de ese derecho supone, en realidad, de modo directo o indirecto, organizaciones dirigidas al margen de la empresa. Pero ni la naturaleza del contrato de trabajo ni la naturaleza de la empresa implican necesariamente por sí mismas un derecho de esta clase. Es incontestable que el trabajador asalariado y el empresario son igualmente sujetos, no objetos, de la economía de un pueblo. No se trata de negar esta paridad; éste es un principio que la política social ha hecho prevalecer ya y que una política organizada en un plano profesional todavía haría valer con mayor eficacia. Pero nada hay en las relaciones del derecho privado, tal como las regula el simple contrato de salario, que esté en contradicción con aquella paridad fundamental. La prudencia de nuestro predecesor Pío XI lo ha mostrado claramente en la encíclica Quadragesimo anno; y, en consecuencia, él niega la necesidad intrínseca de modelar el contrato de trabajo sobre el contrato de sociedad. No por ello se desconoce la utilidad de cuanto se ha realizado hasta el presente en este sentido, en diversas formas, para común beneficio de los obreros y los propietarios; pero, en razón de principios y de hechos, el derecho de cogestión económica que se reclama está fuera del campo de estas posibles realizaciones” (3/6/1950).
Hemos citado tan largo para que sea vea la claridad y la precisión jurídica de este gran Pontífice. No por querer introducirse en temas técnicos, sino para salvar un principio general, a saber, la libertad de asociación. Igual precisión y claridad se hubieran necesitado algunos años después.
Pío XII fue clave para la Europa de la post-guerra. Acompañó a los partidos demócratas cristianos, sin inmiscuirse en cuestiones técnicas ni partidistas, sino señalando la conformidad de la Iglesia con las formas democráticas de gobierno. Habló por primera vez con claridad y distinción de dignidad humana y derechos del hombre. Señaló la justa laicidad del estado y bregó por la tolerancia religiosa. Señaló la necesidad de la organización constitucional de los estados. Defendió la libre iniciativa privada y condenó tota forma de estatismo. Condenó a los autoritarismos fascistas y nazis. Frenó e impidió la condena de J. Maritain, injustamente pedida por algunos sectores, evidentemente muy confundidos, que luego colaboraron con golpes de estado y nacionalismos diversos, cargados de antisemitismo, en otras latitudes. Aclaró interpretaciones erróneas de Pío XI. Preparó el terreno de la Pacem in terris, la Gaudium et spes y la Dignitatis humanae, sin contar su influencia en otros documentos. Murió soñando con una Europa unificada bajo la ley natural y el respeto a Dios.
Un gran teólogo, un gran jurista, un gran pastor, una pluma privilegiada, un corazón conmovido.
Un santo varón.
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(1) Salvo aclaración en contrario, todos los textos citados se encuentran en Doctrina Pontificia, libros II y III, BAC, Madrid, 1958 y 1964 respectivamente.
(2) Hablando de legítima autonomía, y lo que después hablará el Vaticano II sobre legítima autonomía de lo temporal, viene bien recordar hoy que la “sana laicidad del Estado”, expresión recordada hoy por Benedicto XVI y recibida no sin algún asombro por parte de algunos, fue acuñada por Pío XII, según A. Utz en su estudio preliminar de la Pacem in terris: “…en relación con esta independencia del Estado habla Pío XII, incluso, de un “justificado laicismo de Estado”, que ha sido siempre un principio de la Iglesia” (Utz cita a AAS L (1958) 216-220. El magisterio posterior (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia y Benedicto XVI) tradujeron “justificado laicismo de estado” como “laicidad”, para distinguirlo de “laicismo” como la hostilidad del estado hacia la Iglesia, en conformidad con el magisterio anterior a Pío XII. Ver Utz, A.F.: La encíclica de Juan XXIII Pacem in terris; Herder, Barcelona, 1965, p. 94.
domingo, 7 de diciembre de 2008
EL VIZCONDE PARTIDO POR LA MITAD, por Luis J. Zanotti
Circunstancias personales han indicado que era una buena oportunidad para interrumpir por un momento nuestros "sueños" y volver, como ya hemos hecho una vez, a la pluma de mi padre, Luis Jorge, que también soñó, lo intentó, y finalmente re-sistió. De esa última etapa son esos artículos tan filosóficos, publicados bajo el pseudónimo de Jorge Lacanna.
El que reproducimos hoy es especiamente interesante por "la comprensión de lo humano" que revela, lo cual es una sabiduría perenne en todas las épocas, porque no hay épocas más enjuiciadoras que otras, sino que todas son muy duras y crueles; simplemente cambian la escala de valores y por ende aquellas cosas que no se perdonan ni si comprenden ni se quieren comprender. Y mejor no dar ejemplos.
Por supuesto, si alguien considera que al colocar estos artículos hay cierta idealización de la figura del padre ya muerto, pues.... Tiene razón. Ello no impide de ningún modo que vengan comentarios y críticas, pues en mi caso no hay conocimiento de sólo el texto, sino sobre todo del con-texto: cuándo lo escribió, por qué, cuál era su "circunstancia", de la cual, orteguianamente, él se hizo cargo.
Dejo que disfruten su pluma. El escribía de primera mano, en una Olivetti de las de antes, y no corregía.....
GZ
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El vizconde partido por la mitad
Por Jorge Lacanna
Publicado el 10 de diciembre de 1989
ver www.luiszanotti.com.ar
El joven e inexperto vizconde Medardo di Terralba, en su primera batalla contra los turcos, en tierras de Bohemia, enfrentó temerariamente a la artillería enemiga y quedó partido al medio, dividido exactamente en dos mitades iguales, de arriba abajo, todo a lo largo, desde el cráneo. Pero una mitad sobrevivió y el vizconde –el medio vizconde– volvió a su castillo de Terralba, en el norte de Italia, convertido en una figura triste, sostenido con artificios y maderámenes en la silla de su cabalgadura, permanentemente recubierto por un gran manto negro.
Así lo narra, en un relato de estremecedora belleza literaria, en un italiano maravilloso, Italo Calvino, en su obra Il visconte dimezzato. Y no hay por qué dudar del realismo de sus descripciones. ¿Es acaso el hombre uno? Lo que vemos, lo que sabemos de cada prójimo, ¿es todo él o es sólo su mitad? ¿Y no será quizás cada hombre más de dos? ¿No podrá ser cada hombre varios que se confunden, o, más difícil todavía, que pugnan por imponerse sobre los otros que con él conviven?
Medardo di Terralba –la mitad superviviente– comenzó a hacer el mal. Los siervos de sus tierras, los servidores del castillo, los cazadores furtivos, los salteadores de caminos, las buenas gentes comunes –mujeres, niños, ancianos– hasta los leprosos de la leprosería cercana, se aterrorizaban apenas veían o presumían que la figura cubierta con el siniestro manto negro se acercaba. Su justicia era sádica; sus castigos, torturas crudelísimas. Y su pasión, cortar al medio animales, insectos, árboles, flores. Era el Malo.
Hasta que un día comenzó a cundir la confusión. Porque inexplicablemente Medardo di Terralba había sido gentil con un niño. Otra vez ayudó a un viejo. Y de pronto, sin que nadie pudiera entenderlo ni preverlo, hacía, alternativamente, el bien y el mal.
Pero en ambos casos, en forma extremada. Y nadie sabía cuándo Medardo haría el mal, tremendamente, y cuándo el bien, santamente. El Malo flagelaba y el Bueno curaba las llagas. Uno perseguía y el otro amparaba.
Hasta que los dos se enamoraron de una misma campesina, que, astuta, comenzó a entrever la verdad. En el día del matrimonio convocó a ambos y no les quedó sino batirse, gallardamente, a espada. Pero una mitad no se sostiene como para ser buen espadachín. Y tanto quisieron matarse uno al otro que se fueron uno encima del otro y las mitades se unieron otra vez y revivió el Medardo entero.
La metralla turca había dispersado las dos mitades y la que se supuso muerta fue salvada por unos ermitaños con ungüentos extraños. Y volvió también al castillo.
Pero una mitad era mala y otra buena. Una malísima, y otra buenísima. Una perversa inútilmente, la otra santa casi sin sentido de la realidad.
Cuando Medardo di Terralba volvió a ser uno, no fue malo enteramente; sólo un poco malo a veces. Y fue bueno muchas veces, pero no volvió a ser un santo varón.
En su interior, Medardo di Terralba –ya entero– quedó melancólico. Un cierto conflicto latía en él. Buscaba su unidad –ahora que, por fin, era uno– y no la encontraba. ¿Quién soy yo?, se preguntaba a veces. Cuando estaba "dimezzato", el Malo era el Malo y el Bueno era el Bueno. Pero ahora, ¿era malo o era bueno? ¿Cuál de las dos mitades era la más suya?
El hombre se sigue buscando a sí mismo hasta el día de su muerte. Sabe que él es más de uno. Que en su interioridad laten fantasmas de perversiones y de santidades, de miserias y de heroísmos. Cada día, cuando va y viene de su trabajo, sabe que él podría –que él hubiera querido– partir hacia las grandes aventuras. Sabe que es médico pero soñaba con ser poeta; sabe que es padre de familia pero soñaba con ser guerrero; sabe que es cobarde pero que podría ser temerario.
Los hombres y mujeres que vivían en torno de Medardo di Terralba –hasta los leprosos– se tranquilizaron cuando lo vieron uno.
La confusión y la duda habían concluido. No le es permitido al hombre mostrar rostros distintos. Yo sé que hay en mí más de uno. Pero en mi prójimo sólo veo uno y no quiero ver sino uno.
Que el otro siga buscando su propia identidad. Yo le adjudico una, para siempre. Y el otro hace lo mismo conmigo.
Unamuno, el gran Don Miguel, lo explicó más rudo. "¿Qué es lo más íntimo, lo más creativo, lo más real de un hombre?", se pregunta en el prólogo de Tres novelas ejemplares. Y menciona entonces, la "ingeniosísima teoría de Oliver Wendell Holmes sobre los tres Juanes y los tres Tomases". "Y es que nos dice que cuando conversan dos, Juan y Tomás, hay seis en conversación, que son: el Juan real, conocido sólo por su Hacedor; el Juan ideal de Juan y el Juan ideal de Tomás" y lo mismo vale para Tomás. Es decir: está el Juan que es para Dios, el Juan que Juan cree ser y el Juan que los otros creen que es. Pero añade todavía implacable, el rector inmortal de Salamanca: "Y por el que hayamos querido ser, no por el que hayamos sido, nos salvaremos o perderemos. Dios le premiará o castigará a uno a que sea por toda la eternidad lo que quiso ser".
Por su parte, Italo Calvino concluye haciendo hablar a un sobrino adolescente del vizconde: "Cosí mio zio si tornó uomo intero, né cattivo né buono, un miscuglio di cattiveria e bontá, cioé apparentemente non disimile da quello ch'era prima di esser dimezzato". (Así, mi tío volvió a ser un hombre entero, ni malo ni bueno, una cierta mezcla de bondad y de maldad, es decir, no distinto, aparentemente, de lo que era antes de haber sido partido por la mitad).
La vida de cada uno es una historia parecida. En la adolescencia buscamos una identidad, una única identidad. Queremos ser uno y sin embargo clamamos, angustiados, ante el prójimo: ¡no me entienden!, porque el prójimo se niega a admitir que yo soy más de uno.
Luego comprendemos que no debemos escandalizar tomamos la apariencia de una identidad, para tranquilidad de todos los que nos rodean. En el fondo de nuestra conciencia, las mitades de nuestro ser siguen agitándose y a menudo combatiéndose, en ocasiones con ferocidad, hasta que a veces, como en el caso del "visconde dimezzato", se abrazan y confunden sus nervios y su sangre.
En silencio, para no escandalizar al prójimo, dejamos que sigan agitándose hasta el fin de nuestros días los cuatro yo de que hablaba Unamuno –¿y por qué no podrán ser más?– con la secreta esperanza de que Dios me salve no por el yo que he sido, o por el que creí ser, o por el que el prójimo creyó que era, sino por el que quise ser. Así sea.
El que reproducimos hoy es especiamente interesante por "la comprensión de lo humano" que revela, lo cual es una sabiduría perenne en todas las épocas, porque no hay épocas más enjuiciadoras que otras, sino que todas son muy duras y crueles; simplemente cambian la escala de valores y por ende aquellas cosas que no se perdonan ni si comprenden ni se quieren comprender. Y mejor no dar ejemplos.
Por supuesto, si alguien considera que al colocar estos artículos hay cierta idealización de la figura del padre ya muerto, pues.... Tiene razón. Ello no impide de ningún modo que vengan comentarios y críticas, pues en mi caso no hay conocimiento de sólo el texto, sino sobre todo del con-texto: cuándo lo escribió, por qué, cuál era su "circunstancia", de la cual, orteguianamente, él se hizo cargo.
Dejo que disfruten su pluma. El escribía de primera mano, en una Olivetti de las de antes, y no corregía.....
GZ
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El vizconde partido por la mitad
Por Jorge Lacanna
Publicado el 10 de diciembre de 1989
ver www.luiszanotti.com.ar
El joven e inexperto vizconde Medardo di Terralba, en su primera batalla contra los turcos, en tierras de Bohemia, enfrentó temerariamente a la artillería enemiga y quedó partido al medio, dividido exactamente en dos mitades iguales, de arriba abajo, todo a lo largo, desde el cráneo. Pero una mitad sobrevivió y el vizconde –el medio vizconde– volvió a su castillo de Terralba, en el norte de Italia, convertido en una figura triste, sostenido con artificios y maderámenes en la silla de su cabalgadura, permanentemente recubierto por un gran manto negro.
Así lo narra, en un relato de estremecedora belleza literaria, en un italiano maravilloso, Italo Calvino, en su obra Il visconte dimezzato. Y no hay por qué dudar del realismo de sus descripciones. ¿Es acaso el hombre uno? Lo que vemos, lo que sabemos de cada prójimo, ¿es todo él o es sólo su mitad? ¿Y no será quizás cada hombre más de dos? ¿No podrá ser cada hombre varios que se confunden, o, más difícil todavía, que pugnan por imponerse sobre los otros que con él conviven?
Medardo di Terralba –la mitad superviviente– comenzó a hacer el mal. Los siervos de sus tierras, los servidores del castillo, los cazadores furtivos, los salteadores de caminos, las buenas gentes comunes –mujeres, niños, ancianos– hasta los leprosos de la leprosería cercana, se aterrorizaban apenas veían o presumían que la figura cubierta con el siniestro manto negro se acercaba. Su justicia era sádica; sus castigos, torturas crudelísimas. Y su pasión, cortar al medio animales, insectos, árboles, flores. Era el Malo.
Hasta que un día comenzó a cundir la confusión. Porque inexplicablemente Medardo di Terralba había sido gentil con un niño. Otra vez ayudó a un viejo. Y de pronto, sin que nadie pudiera entenderlo ni preverlo, hacía, alternativamente, el bien y el mal.
Pero en ambos casos, en forma extremada. Y nadie sabía cuándo Medardo haría el mal, tremendamente, y cuándo el bien, santamente. El Malo flagelaba y el Bueno curaba las llagas. Uno perseguía y el otro amparaba.
Hasta que los dos se enamoraron de una misma campesina, que, astuta, comenzó a entrever la verdad. En el día del matrimonio convocó a ambos y no les quedó sino batirse, gallardamente, a espada. Pero una mitad no se sostiene como para ser buen espadachín. Y tanto quisieron matarse uno al otro que se fueron uno encima del otro y las mitades se unieron otra vez y revivió el Medardo entero.
La metralla turca había dispersado las dos mitades y la que se supuso muerta fue salvada por unos ermitaños con ungüentos extraños. Y volvió también al castillo.
Pero una mitad era mala y otra buena. Una malísima, y otra buenísima. Una perversa inútilmente, la otra santa casi sin sentido de la realidad.
Cuando Medardo di Terralba volvió a ser uno, no fue malo enteramente; sólo un poco malo a veces. Y fue bueno muchas veces, pero no volvió a ser un santo varón.
En su interior, Medardo di Terralba –ya entero– quedó melancólico. Un cierto conflicto latía en él. Buscaba su unidad –ahora que, por fin, era uno– y no la encontraba. ¿Quién soy yo?, se preguntaba a veces. Cuando estaba "dimezzato", el Malo era el Malo y el Bueno era el Bueno. Pero ahora, ¿era malo o era bueno? ¿Cuál de las dos mitades era la más suya?
El hombre se sigue buscando a sí mismo hasta el día de su muerte. Sabe que él es más de uno. Que en su interioridad laten fantasmas de perversiones y de santidades, de miserias y de heroísmos. Cada día, cuando va y viene de su trabajo, sabe que él podría –que él hubiera querido– partir hacia las grandes aventuras. Sabe que es médico pero soñaba con ser poeta; sabe que es padre de familia pero soñaba con ser guerrero; sabe que es cobarde pero que podría ser temerario.
Los hombres y mujeres que vivían en torno de Medardo di Terralba –hasta los leprosos– se tranquilizaron cuando lo vieron uno.
La confusión y la duda habían concluido. No le es permitido al hombre mostrar rostros distintos. Yo sé que hay en mí más de uno. Pero en mi prójimo sólo veo uno y no quiero ver sino uno.
Que el otro siga buscando su propia identidad. Yo le adjudico una, para siempre. Y el otro hace lo mismo conmigo.
Unamuno, el gran Don Miguel, lo explicó más rudo. "¿Qué es lo más íntimo, lo más creativo, lo más real de un hombre?", se pregunta en el prólogo de Tres novelas ejemplares. Y menciona entonces, la "ingeniosísima teoría de Oliver Wendell Holmes sobre los tres Juanes y los tres Tomases". "Y es que nos dice que cuando conversan dos, Juan y Tomás, hay seis en conversación, que son: el Juan real, conocido sólo por su Hacedor; el Juan ideal de Juan y el Juan ideal de Tomás" y lo mismo vale para Tomás. Es decir: está el Juan que es para Dios, el Juan que Juan cree ser y el Juan que los otros creen que es. Pero añade todavía implacable, el rector inmortal de Salamanca: "Y por el que hayamos querido ser, no por el que hayamos sido, nos salvaremos o perderemos. Dios le premiará o castigará a uno a que sea por toda la eternidad lo que quiso ser".
Por su parte, Italo Calvino concluye haciendo hablar a un sobrino adolescente del vizconde: "Cosí mio zio si tornó uomo intero, né cattivo né buono, un miscuglio di cattiveria e bontá, cioé apparentemente non disimile da quello ch'era prima di esser dimezzato". (Así, mi tío volvió a ser un hombre entero, ni malo ni bueno, una cierta mezcla de bondad y de maldad, es decir, no distinto, aparentemente, de lo que era antes de haber sido partido por la mitad).
La vida de cada uno es una historia parecida. En la adolescencia buscamos una identidad, una única identidad. Queremos ser uno y sin embargo clamamos, angustiados, ante el prójimo: ¡no me entienden!, porque el prójimo se niega a admitir que yo soy más de uno.
Luego comprendemos que no debemos escandalizar tomamos la apariencia de una identidad, para tranquilidad de todos los que nos rodean. En el fondo de nuestra conciencia, las mitades de nuestro ser siguen agitándose y a menudo combatiéndose, en ocasiones con ferocidad, hasta que a veces, como en el caso del "visconde dimezzato", se abrazan y confunden sus nervios y su sangre.
En silencio, para no escandalizar al prójimo, dejamos que sigan agitándose hasta el fin de nuestros días los cuatro yo de que hablaba Unamuno –¿y por qué no podrán ser más?– con la secreta esperanza de que Dios me salve no por el yo que he sido, o por el que creí ser, o por el que el prójimo creyó que era, sino por el que quise ser. Así sea.
domingo, 30 de noviembre de 2008
I HAVE A DREAM II
He leído con entusiasmo los comentarios a mi “sueño”, y, la verdad, los agradezco porque, de algún modo, ayudaron a que no me pasara lo que a Kant con Hume. No he tenido que despertar de ningún sueño dogmático :-))
Es en función de estos comentarios que considero necesarias algunas aclaraciones adicionales.
En primer lugar, a veces puede parecer utópico el comportamiento que mi sueño presupone de alumnos y profesores. En principio no es así, por la simple cuestión de los incentivos normales a los cuales responde una naturaleza humana normal, tema muy tratado por los filósofos del iluminismo escocés (Hume, Smith, Ferguson). La clave de lo que propongo es un sistema: un departamento de investigaciones con debate crítico. Ese sistema (la crítica) no garantiza la buena onda, la buena voluntad ni la santidad. Es un incentivo ante el cual dejarán sencillamente de participar tanto alumnos que se sientan cómodos con sistemas memorísticos (el aprendizaje incluye la memoria, pero no al revés) y profesores a quienes desagraden dos horas de consulta sometidos a preguntas inteligentes que deben responder y que se les paga por responder (responder, claro, es igual a intentar ayudar, no a “dar información”). Todos podrán tener un mal día, pero el sistema tiene suficientes incentivos como para funcionar con gente normal. Yo lo habité (en el sentido heideggeriano de “habitar”) en el Departamento de Investigaciones de ESEADE, de 1984 a 1990. Eramos todos normalitos. Después de esos 6 años fui a mi examen de doctorado más o menos como a conversar descansadamente unas dos horitas. Lo único que me asustó fue cuando Mons. Derisi se puso a hacer chistes en Latín… :-))
El tema de los títulos, claramente visto por Mary White, sí, no convierte a mi sueño en utópico, pero sí en legal y culturalmente imposible por ahora, al menos a nivel macro. Mucho tendría que cambiar, a nivel de libertad de enseñanza; mucho tendría que transformarse para que una burocracia estatal globalizada dejara de asesinar todas las iniciativas educativas que no pasen por los modernos inquisidores (peor que los medievales, según Feyerabend), los funcionarios de ministerios, secretarías y otros civilizados nombres que el soviet de la razón instrumental totalitaria ha adquirido últimamente. Pero se podrían aprovechar algunos resquicios, que por suerte se le han escapado al soviet. Guatemala, por ejemplo, tiene una peculiar libertad de enseñanza, aún (posiblemente al soviet mundial “se le escapó”). En la UFM, por ejemplo, una facultad de filosofía como la que propongo sería perfectamente posible. Con dos años más en cualquiera de los masters que ya tienen, con reconocimiento internacional, no habría demasiado problema. Sus alumnos, sí, tendrían que soportar ser discriminados por los “licenciados” en otros lugares, pero con su título de master y otro doctorado en otra cosa saldrían adelante. Y poco a poco, harían una diferencia, porque esa formación humanística, creativa y crítica de esos 4 años iniciales se advertirían necesariamente. Lo que quiero decir es: aún quedan blancos, que el negro del soviet no pudo ver, por dónde trabajar. No tal vez en Europa, pero sí tal vez en algún lugar de EEUU o Centroamérica.
Por lo demás, me resultó conmovedor ver a MS (de Baso) situado a mi izquierda (fíjense la reacción, qué interesante: no lo conocen, pero MS es una de las personas de conciente intelectual más alto que he visto en toda mi vida) y también me resultaron conmovedores los testimonios de Juani, que considero esenciales más que accidentales…
Curiosamente un tema que salió poco es el de los recursos. Tal vez porque todos saben que cuando hay decisión y convicción, los recursos aparecen. Lo que falta es lo primero. Los incontables millones y millones que se gastan en edificios y en proyectos dentro del sistema existente, dentro de soviet, son un horror. Todo para nada, todo para seguir generado fábricas de autómatas, pero, eso sí, con un lindo edificio y un título firmado por los soviets más bonitos.
Déjenme darles un ejemplo de una buena utilización de recursos. Mary lo conoce. Liberty Fund es un sistema educativo totalmente fuera de cualquier soviet. Fundado por Pierre Goodrich, un ultramillonario norteamericano (como estoy escribiendo este blog en Argentina, quiero aclarar que “ultramillonario” es un honor), el sistema consiste en reuniones donde durante 3 días se debaten textos clásicos previamente estudiados. No hay un conferencista principal, sólo un director del debate. Y a las personas se les paga por asistir. Lo que se estudia y se aprende, en estas “Liberty Fund Conferences”, de temas diversos, es impresionante. Nada que ver con esos congresos aburridos de ponencias sabiondas y soberbias. No es lo mismo que lo que yo propongo pero fíjense que hay un espíritu similar. Y los recursos destinados por año a estas conferencias superan de modo inimaginable al humilde edificio y a los honorables sueldos que mis 10 o 20 profesores necesitarían por año, más las becas para alumnos, más biblioteca y etc. (café… :-)) incluídos. O sea que poder hacerse, se puede. No hay ninguna imposibilidad financiera. Sólo falta convicción. Nada más. Ni nada menos.
Por último, ¿psicólogos para qué? Es que no se puede evaluar un aprendizaje como el que propongo (discúlpenme: o sea, el aprendizaje) sin evaluar a la persona en su conjunto, sin ayudarla en su conjunto. El aprendizaje es madurez. NO es incorporar información. Para eso están las computadoras. Para aprender, crear y tener racionalidad crítica (o sea: racionalidad…) están los seres humanos. Y ese “material humano” es muy delicado y no es cuestión solamente de tal o cual contenido académico. Yo fui profesor con horario de consulta durante 10 años. Y por ende, atendí como psicólogo durante 10 años. Por suerte el soviet no se dio cuenta… Ni nadie tampoco…
Bueno, nada más por ahora. Suficiente sueño. Totalmente posible pero, como bien dirían Ortega y Julián Marías, fuera del horizonte de mis posibilidades vitales. Mi posibilidad es escribir. Mostrar. Exhortar. Molestar un poquito. Re-sistir. No puedo pretender ex – sistir, porque en ese caso dejaría de ser. Nunca mejor dicho, yo soy una cosa que piensa…:-))
Es en función de estos comentarios que considero necesarias algunas aclaraciones adicionales.
En primer lugar, a veces puede parecer utópico el comportamiento que mi sueño presupone de alumnos y profesores. En principio no es así, por la simple cuestión de los incentivos normales a los cuales responde una naturaleza humana normal, tema muy tratado por los filósofos del iluminismo escocés (Hume, Smith, Ferguson). La clave de lo que propongo es un sistema: un departamento de investigaciones con debate crítico. Ese sistema (la crítica) no garantiza la buena onda, la buena voluntad ni la santidad. Es un incentivo ante el cual dejarán sencillamente de participar tanto alumnos que se sientan cómodos con sistemas memorísticos (el aprendizaje incluye la memoria, pero no al revés) y profesores a quienes desagraden dos horas de consulta sometidos a preguntas inteligentes que deben responder y que se les paga por responder (responder, claro, es igual a intentar ayudar, no a “dar información”). Todos podrán tener un mal día, pero el sistema tiene suficientes incentivos como para funcionar con gente normal. Yo lo habité (en el sentido heideggeriano de “habitar”) en el Departamento de Investigaciones de ESEADE, de 1984 a 1990. Eramos todos normalitos. Después de esos 6 años fui a mi examen de doctorado más o menos como a conversar descansadamente unas dos horitas. Lo único que me asustó fue cuando Mons. Derisi se puso a hacer chistes en Latín… :-))
El tema de los títulos, claramente visto por Mary White, sí, no convierte a mi sueño en utópico, pero sí en legal y culturalmente imposible por ahora, al menos a nivel macro. Mucho tendría que cambiar, a nivel de libertad de enseñanza; mucho tendría que transformarse para que una burocracia estatal globalizada dejara de asesinar todas las iniciativas educativas que no pasen por los modernos inquisidores (peor que los medievales, según Feyerabend), los funcionarios de ministerios, secretarías y otros civilizados nombres que el soviet de la razón instrumental totalitaria ha adquirido últimamente. Pero se podrían aprovechar algunos resquicios, que por suerte se le han escapado al soviet. Guatemala, por ejemplo, tiene una peculiar libertad de enseñanza, aún (posiblemente al soviet mundial “se le escapó”). En la UFM, por ejemplo, una facultad de filosofía como la que propongo sería perfectamente posible. Con dos años más en cualquiera de los masters que ya tienen, con reconocimiento internacional, no habría demasiado problema. Sus alumnos, sí, tendrían que soportar ser discriminados por los “licenciados” en otros lugares, pero con su título de master y otro doctorado en otra cosa saldrían adelante. Y poco a poco, harían una diferencia, porque esa formación humanística, creativa y crítica de esos 4 años iniciales se advertirían necesariamente. Lo que quiero decir es: aún quedan blancos, que el negro del soviet no pudo ver, por dónde trabajar. No tal vez en Europa, pero sí tal vez en algún lugar de EEUU o Centroamérica.
Por lo demás, me resultó conmovedor ver a MS (de Baso) situado a mi izquierda (fíjense la reacción, qué interesante: no lo conocen, pero MS es una de las personas de conciente intelectual más alto que he visto en toda mi vida) y también me resultaron conmovedores los testimonios de Juani, que considero esenciales más que accidentales…
Curiosamente un tema que salió poco es el de los recursos. Tal vez porque todos saben que cuando hay decisión y convicción, los recursos aparecen. Lo que falta es lo primero. Los incontables millones y millones que se gastan en edificios y en proyectos dentro del sistema existente, dentro de soviet, son un horror. Todo para nada, todo para seguir generado fábricas de autómatas, pero, eso sí, con un lindo edificio y un título firmado por los soviets más bonitos.
Déjenme darles un ejemplo de una buena utilización de recursos. Mary lo conoce. Liberty Fund es un sistema educativo totalmente fuera de cualquier soviet. Fundado por Pierre Goodrich, un ultramillonario norteamericano (como estoy escribiendo este blog en Argentina, quiero aclarar que “ultramillonario” es un honor), el sistema consiste en reuniones donde durante 3 días se debaten textos clásicos previamente estudiados. No hay un conferencista principal, sólo un director del debate. Y a las personas se les paga por asistir. Lo que se estudia y se aprende, en estas “Liberty Fund Conferences”, de temas diversos, es impresionante. Nada que ver con esos congresos aburridos de ponencias sabiondas y soberbias. No es lo mismo que lo que yo propongo pero fíjense que hay un espíritu similar. Y los recursos destinados por año a estas conferencias superan de modo inimaginable al humilde edificio y a los honorables sueldos que mis 10 o 20 profesores necesitarían por año, más las becas para alumnos, más biblioteca y etc. (café… :-)) incluídos. O sea que poder hacerse, se puede. No hay ninguna imposibilidad financiera. Sólo falta convicción. Nada más. Ni nada menos.
Por último, ¿psicólogos para qué? Es que no se puede evaluar un aprendizaje como el que propongo (discúlpenme: o sea, el aprendizaje) sin evaluar a la persona en su conjunto, sin ayudarla en su conjunto. El aprendizaje es madurez. NO es incorporar información. Para eso están las computadoras. Para aprender, crear y tener racionalidad crítica (o sea: racionalidad…) están los seres humanos. Y ese “material humano” es muy delicado y no es cuestión solamente de tal o cual contenido académico. Yo fui profesor con horario de consulta durante 10 años. Y por ende, atendí como psicólogo durante 10 años. Por suerte el soviet no se dio cuenta… Ni nadie tampoco…
Bueno, nada más por ahora. Suficiente sueño. Totalmente posible pero, como bien dirían Ortega y Julián Marías, fuera del horizonte de mis posibilidades vitales. Mi posibilidad es escribir. Mostrar. Exhortar. Molestar un poquito. Re-sistir. No puedo pretender ex – sistir, porque en ese caso dejaría de ser. Nunca mejor dicho, yo soy una cosa que piensa…:-))
domingo, 23 de noviembre de 2008
I HAVE A DREAM
Si, me too. Pero no hay ningún intento de emulación a Martin Luther King; quien no existe, no necesita parecerse a la existencia de nadie. Los que re-sistimos estamos tranquilos en nuestro yo, si bien ello no impide manifestar nuestra admiración por grandes personas, como Luther King, por ejemplo (mi lista, políticamente incorrecta y muy mezclada, incluiría a Santo Tomás de Aquino, a Fr. Martín de Porres, J. F. Kennedy, Edith Stein y Ronald Reagan).
Si después de esto el lector quiere seguir leyendo (los que me conocen sonreirán y perdonarán; los que no, ya les habré arruinado el Domingo), les cuento mi sueño. Un sueño que no estoy en condiciones psicológicas, económicas o legales de realizar. Pero estoy en condiciones de escribir, que es, tal vez, lo que más estoy llamado a ser, y-o lo que más me dicta, orteguianamente, mi circunstancia actual.
Mi sueño tiene que ver con un sistema que reemplace a la educación formal positivista. La crítica a esta última ya fue realizada en una entrada anterior en este mismo blog. Pero la crítica debe ser acompañada de una propuesta. Eso es lo que haremos hoy.
Quiero aclarar que a veces se ve a mi crítica al sistema escolar positivista como una “nota de color” de Gabriel, como un adornito curioso y gracioso que rodea a su existencia. Error, no sólo, in-sisto, porque no ex-sisto, sino que re-sisto, sino porque (precisamente porque re-sisto, la forma humana más absoluta de existencia) me lo tomo en serio. Muy en serio. Y produce a veces respuestas duras, que no doy habitualmente. Una vez una gran amiga me preguntó: “Gabriel, ¿y si fundamos un colegio?”, a lo cal contesté: es lo mismo que si me propusieras fundar una barraca nazi….
Pero en fin, no nos preocupemos, el que no existe no puede fundar nada. Sólo escribir y, como dijeron Adorno y Horkheimer, “…Si el discurso de hoy debe dirigirse a alguien, no es a las denominadas masas ni al individuo, que es impotente, sino más bien a un testigo imaginario, a quien se lo dejamos en herencia para que no perezca enteramente con nosotros”.
Ante todo aclaremos que no estoy en contra de la escolaridad como tal. Mi padre, en “La misión de la pedagogía” (ver en www.luiszanotti.com.ar) hizo una especie de fenomenología de la escolaridad, donde explicó sencillamente que a veces la transmisión de ciertos contenidos culturales requiere una mayor sistematización y método: cuando ello sucede, estamos en el ámbito de la escolaridad como tal, llámese nivel primario o Harvard. Por lo tanto, es una cuestión de método, y no de eliminación de la escolaridad en cuanto tal.
¿Y qué método proponemos, conforme a todo lo criticado anteriormente (ver)?
Conforme, vuelvo a decir, con todo lo dicho sobre aprendizaje como “comprensión”, propongo en primer lugar una carrera de filosofía, organizada del siguiente modo. Alumnos y profesores full time. Un examen de ingreso donde el conjunto de profesores, colegiadamente, evaluarían fundamentalmente la capacidad de pensamiento creador, o sea, pensamiento (el postulante debería: a) someter a crítica un artículo de alguno de los profesores, a elección del alumno; b) comentar una película de ciencia ficción, a elección de los profesores, c) escribir una crítica a un manual de Física 101. La única parte relativamente no creativa de este examen sería una evaluación general de historia de la filosofía más un examen de lectura y comprensión de un idioma extranjero, a elección del alumno).
No habría clases en el sentido habitual del término. Los alumnos elegirían todos los años (4 en total) 4 materias de entre 10 a opción todos los años. Las únicas obligatorias serían los 4 niveles típicos de historia de filosofía.
De 9 a 13 los alumnos, contando cada uno con su escritorio, internet y la biblioteca, estudiarían libremente. De 13 a 15,30, una vez cada 15 días, todos los alumnos deberán exponer ante profesores y pares el resultado de sus estudios e investigaciones. A partir del 2do cuatrimestre del 1er año las exposiciones deben ser acompañadas por informes y papers escritos. Los otros alumnos y los profesores someterán a crítica la exposición. No hay nota. De 16 a 18 es el horario oficial de consulta de cada profesor, donde cada uno de estos tiene la absoluta obligación de tener abierto su despacho para cualquier consulta. A las 18 las actividades formales concluyen.
Una vez por cuatrimestre, el Consejo de profesores (más el profesor-rector que va rotando cada año sin sueldo adicional) se reúne para evaluar el desempeño de cada alumno en particular y darle los consejos correspondientes. El nro. de este Consejo debe ser impar y ante una disidencia insalvable, se vota. El rector vota como uno más. Ese Consejo estaría integrado además por tres psicólogos.
Los despachos de los profesores serán suficientemente amplios como para que se realicen clases espontáneas si profesores y alumnos así lo consideraran pertinente, siempre en el horario de 16 a 18. Todos los profesores están desde las 9, realizando sus tareas de investigación.
Después de 4 años, se realizaría la ceremonia de “entrega de la tiza”. El consejo de profesores decidiría, conjuntamente y por votación, quiénes de los alumnos están ya en condiciones de ser profesor e integrar el cuerpo de profesores. Esa decisión puede prolongarse lo que el Consejo considere necesario.
Obviamente los profesores deben ser personas abiertas al diálogo, al pensamiento crítico, al pensamiento creador y habituados a la investigación. Y obviamente habría un punto clave de inicio: los miembros fundadores del proyecto deberán elegir al principio, discrecionalmente, al primer grupo de profesores. Una falla aquí, implicaría el fracaso de toda la idea. Un profesor autoritario y repetitivo sería un cancer mortal para todo el proyecto.
Después, la renovación del cuerpo de profesores también se hace por decisión del Consejo de profesores. Habría un sistema de concurso, desde luego, donde también debe evaluarse fundamentalmente el pensamiento creador (esto es, el pensamiento, vuelvo a decir) y la capacidad de diálogo.
Se me dirá: ¿qué ocurre para las otras careras?
Bien, se podría decir que todas las demás podrían ser masters teóricos o prácticos de dos o tres años más. Lo mismo con los doctorados en otras instituciones, amén del doctorado que pueda brindar esta misma institución. Aquellas que sean sobre todo capacitaciones técnicas (como ingeniería, medicina, derecho) más que nunca necesitarían estos 4 años como condición previa.
Se me dirá: ¿y el nivel secundario? Obviamente, no habría que presentar ningún certificado obligatorio de secundario aprobado. El que pasa el examen de ingreso, pasa. Lo que cuentan son los resultados pedagógicos concretos del candidato y no los papelitos firmados, que valdrán en la medida del prestigio espontáneo de la institución que los firme.
Se me dirá: ¿pero esto sería obligatorio para todos?
Obviamente, no. Lo estoy proponiendo dentro de mi habitual propuesta de des-monopolización total y completa del sistema educativo. Esta sería una oferta más, y como cualquier otra, no tendría ningún sistema de contralor estatal (el “estado” podría seguir ofreciendo sus propios proyectos en la medida que los votantes quieran). Por eso dije al principio que aquí tenemos una de las principales dificultades: todo esto sería ilegal en la mayor parte del mundo, y obviamente, sobre todo en el nuestro.
Bien, aquí está la “idea”. Los economistas austríacos dicen que ello es el componente principal de la alertness empresarial. Ok, que lo sea. Quien quiera tomarla que la tome. Esto, gracias a Dios, no tiene patente. Tiene, solamente, mi vida entera por detrás. Por delante… Dios, solamente Dios, dirá.
Si después de esto el lector quiere seguir leyendo (los que me conocen sonreirán y perdonarán; los que no, ya les habré arruinado el Domingo), les cuento mi sueño. Un sueño que no estoy en condiciones psicológicas, económicas o legales de realizar. Pero estoy en condiciones de escribir, que es, tal vez, lo que más estoy llamado a ser, y-o lo que más me dicta, orteguianamente, mi circunstancia actual.
Mi sueño tiene que ver con un sistema que reemplace a la educación formal positivista. La crítica a esta última ya fue realizada en una entrada anterior en este mismo blog. Pero la crítica debe ser acompañada de una propuesta. Eso es lo que haremos hoy.
Quiero aclarar que a veces se ve a mi crítica al sistema escolar positivista como una “nota de color” de Gabriel, como un adornito curioso y gracioso que rodea a su existencia. Error, no sólo, in-sisto, porque no ex-sisto, sino que re-sisto, sino porque (precisamente porque re-sisto, la forma humana más absoluta de existencia) me lo tomo en serio. Muy en serio. Y produce a veces respuestas duras, que no doy habitualmente. Una vez una gran amiga me preguntó: “Gabriel, ¿y si fundamos un colegio?”, a lo cal contesté: es lo mismo que si me propusieras fundar una barraca nazi….
Pero en fin, no nos preocupemos, el que no existe no puede fundar nada. Sólo escribir y, como dijeron Adorno y Horkheimer, “…Si el discurso de hoy debe dirigirse a alguien, no es a las denominadas masas ni al individuo, que es impotente, sino más bien a un testigo imaginario, a quien se lo dejamos en herencia para que no perezca enteramente con nosotros”.
Ante todo aclaremos que no estoy en contra de la escolaridad como tal. Mi padre, en “La misión de la pedagogía” (ver en www.luiszanotti.com.ar) hizo una especie de fenomenología de la escolaridad, donde explicó sencillamente que a veces la transmisión de ciertos contenidos culturales requiere una mayor sistematización y método: cuando ello sucede, estamos en el ámbito de la escolaridad como tal, llámese nivel primario o Harvard. Por lo tanto, es una cuestión de método, y no de eliminación de la escolaridad en cuanto tal.
¿Y qué método proponemos, conforme a todo lo criticado anteriormente (ver)?
Conforme, vuelvo a decir, con todo lo dicho sobre aprendizaje como “comprensión”, propongo en primer lugar una carrera de filosofía, organizada del siguiente modo. Alumnos y profesores full time. Un examen de ingreso donde el conjunto de profesores, colegiadamente, evaluarían fundamentalmente la capacidad de pensamiento creador, o sea, pensamiento (el postulante debería: a) someter a crítica un artículo de alguno de los profesores, a elección del alumno; b) comentar una película de ciencia ficción, a elección de los profesores, c) escribir una crítica a un manual de Física 101. La única parte relativamente no creativa de este examen sería una evaluación general de historia de la filosofía más un examen de lectura y comprensión de un idioma extranjero, a elección del alumno).
No habría clases en el sentido habitual del término. Los alumnos elegirían todos los años (4 en total) 4 materias de entre 10 a opción todos los años. Las únicas obligatorias serían los 4 niveles típicos de historia de filosofía.
De 9 a 13 los alumnos, contando cada uno con su escritorio, internet y la biblioteca, estudiarían libremente. De 13 a 15,30, una vez cada 15 días, todos los alumnos deberán exponer ante profesores y pares el resultado de sus estudios e investigaciones. A partir del 2do cuatrimestre del 1er año las exposiciones deben ser acompañadas por informes y papers escritos. Los otros alumnos y los profesores someterán a crítica la exposición. No hay nota. De 16 a 18 es el horario oficial de consulta de cada profesor, donde cada uno de estos tiene la absoluta obligación de tener abierto su despacho para cualquier consulta. A las 18 las actividades formales concluyen.
Una vez por cuatrimestre, el Consejo de profesores (más el profesor-rector que va rotando cada año sin sueldo adicional) se reúne para evaluar el desempeño de cada alumno en particular y darle los consejos correspondientes. El nro. de este Consejo debe ser impar y ante una disidencia insalvable, se vota. El rector vota como uno más. Ese Consejo estaría integrado además por tres psicólogos.
Los despachos de los profesores serán suficientemente amplios como para que se realicen clases espontáneas si profesores y alumnos así lo consideraran pertinente, siempre en el horario de 16 a 18. Todos los profesores están desde las 9, realizando sus tareas de investigación.
Después de 4 años, se realizaría la ceremonia de “entrega de la tiza”. El consejo de profesores decidiría, conjuntamente y por votación, quiénes de los alumnos están ya en condiciones de ser profesor e integrar el cuerpo de profesores. Esa decisión puede prolongarse lo que el Consejo considere necesario.
Obviamente los profesores deben ser personas abiertas al diálogo, al pensamiento crítico, al pensamiento creador y habituados a la investigación. Y obviamente habría un punto clave de inicio: los miembros fundadores del proyecto deberán elegir al principio, discrecionalmente, al primer grupo de profesores. Una falla aquí, implicaría el fracaso de toda la idea. Un profesor autoritario y repetitivo sería un cancer mortal para todo el proyecto.
Después, la renovación del cuerpo de profesores también se hace por decisión del Consejo de profesores. Habría un sistema de concurso, desde luego, donde también debe evaluarse fundamentalmente el pensamiento creador (esto es, el pensamiento, vuelvo a decir) y la capacidad de diálogo.
Se me dirá: ¿qué ocurre para las otras careras?
Bien, se podría decir que todas las demás podrían ser masters teóricos o prácticos de dos o tres años más. Lo mismo con los doctorados en otras instituciones, amén del doctorado que pueda brindar esta misma institución. Aquellas que sean sobre todo capacitaciones técnicas (como ingeniería, medicina, derecho) más que nunca necesitarían estos 4 años como condición previa.
Se me dirá: ¿y el nivel secundario? Obviamente, no habría que presentar ningún certificado obligatorio de secundario aprobado. El que pasa el examen de ingreso, pasa. Lo que cuentan son los resultados pedagógicos concretos del candidato y no los papelitos firmados, que valdrán en la medida del prestigio espontáneo de la institución que los firme.
Se me dirá: ¿pero esto sería obligatorio para todos?
Obviamente, no. Lo estoy proponiendo dentro de mi habitual propuesta de des-monopolización total y completa del sistema educativo. Esta sería una oferta más, y como cualquier otra, no tendría ningún sistema de contralor estatal (el “estado” podría seguir ofreciendo sus propios proyectos en la medida que los votantes quieran). Por eso dije al principio que aquí tenemos una de las principales dificultades: todo esto sería ilegal en la mayor parte del mundo, y obviamente, sobre todo en el nuestro.
Bien, aquí está la “idea”. Los economistas austríacos dicen que ello es el componente principal de la alertness empresarial. Ok, que lo sea. Quien quiera tomarla que la tome. Esto, gracias a Dios, no tiene patente. Tiene, solamente, mi vida entera por detrás. Por delante… Dios, solamente Dios, dirá.
sábado, 15 de noviembre de 2008
SOBRE EL DEBATE EN TORNO A "TIEMPO": ¿QUÉ "TIEMPO" LE DAMOS A LA METAFÍSICA?
Ante el debate que se ha producido por mi cuentito, quiero decir que fue sorprendente aunque, en cierto sentido, no tanto. Me explico. Pero antes, unas cositas puntuales:
Hugo, según el autor a quien sigo en estos temas, Santo Tomás y cierta escolástica posterior, las llamadas leyes metafísicas son precisamente aquellas que, marcadas por el principio de no contradicción, no admiten excepción. Sí las físicas, y por ello la posibilidad del milagro. La escolástica tomista (a la cual no sigo siempre, pero en este caso sí) habla de “potencia obediencial”. Eso quiere decir que en manos de Dios, ciertas cosas pueden “hacer” aquello que está “por encima de” su naturaleza pero sin anular su naturaleza. Esto lo maneja Santo Tomás para dos casos, siendo el segundo el más importante. Primero, Dios puede hacer, por ejemplo, que una piedra vuele. Es “más allá de” lo que en ppio. es una piedra pero no la anula. Segundo, Dios da la Gracia, aquello que ubica al ser humano en el orden sobre-natural, que supone la naturaleza humana y la eleva, no sólo sin contradecir esa naturaleza, sino llevándola a su total plenitud. En ese sentido todos los sacramentos, que pertenecen al orden sobrenatural, son milagros en sentido estricto. Y las virtudes teologales y los dones, también. Por eso (y esto va para mi querido amigo MS de Baso) la Fe es un milagro…
Para Juan R.: nunca había leído ese cuento de Borges. Ahora sí. Mejor escrito que el mío, indudablemente…
Ahora sí, al debate.
El debate entre Juan R y MS tiene que ver con todo el tema de la Providencia según Santo Tomás de Aquino. No crean que voy a sintetizar la cuestión. Justamente, no se puede. Hay que ir a la Suma Contra Gentiles, libro III, especialmente caps. 71-74; 95-96, y libro I, caps. 66-67…
Pero este es uno de los metamensajes de mi cuentito. Nuestra época no dimensiona estas cuestiones en su cualidad y cantidad. No lo hace en su cualidad, porque las creencias habituales (según el sentido de “creencias” en Ortega) presuponen que estas son sólo cuestiones “de fe”, cuando en realidad están en la base de una armonía y diálogo entre la razón y la fe (del cual Santo Tomás es un ejemplo perenne) que vamos a tardar mucho en recuperar culturalmente…
Y por esto, también, no dimensionamos “la cantidad”. Creemos que son temas cortos, cuando en realidad son cuestiones teoréticamente largas y delicadas, al menos si hacemos teología o filosofía cristiana (no me refiero a la predicación de la Fe que es y debe ser “para todos”). Durante mucho tiempo enseñé el tema de la Providencia según Santo Tomás en la Unsta: duraba un año, luego de que los alumnos ya habían visto dos años previos de metafísica. Así son estas cosas. Nuestra época cree que ese “tiempo” sólo lo merecen la física y la matemática, pero no la metafísica. Seguimos siendo kantianos. Pero yo, que ya saben, habito alegremente el no-existir, me he ubicado en el re-sistir cultural y no tengo problema en decir estas cosas y esperar el paso de los siglos… Ni siquiera in-sisto, porque in-sistir es un acto de violencia…
Por último, sí, siempre vamos a ser más los creyentes que no damos testimonio, que los que sí. Porque abandonarse a la Gracia de Dios presupone el milagro de no decir que no al milagro de la Gracia. O sea, lo que quiero decir es que la Fe y la Caridad son un milagro secreto y no precisamente abundante. Sí, mi querido MS, siempre vas a ver más creyentes agobiados por nuestras faltas, que lo contrario. Pero así como vos dijiste “veo una luz, debe ser un camión”, yo siempre he visto luces, y no eran extraterrestres: eran santos. Pero verlos, a su vez, implica la Fe… El gato se muerde la cola… Afortunadamente :-))
Un abrazo a todos…
Hugo, según el autor a quien sigo en estos temas, Santo Tomás y cierta escolástica posterior, las llamadas leyes metafísicas son precisamente aquellas que, marcadas por el principio de no contradicción, no admiten excepción. Sí las físicas, y por ello la posibilidad del milagro. La escolástica tomista (a la cual no sigo siempre, pero en este caso sí) habla de “potencia obediencial”. Eso quiere decir que en manos de Dios, ciertas cosas pueden “hacer” aquello que está “por encima de” su naturaleza pero sin anular su naturaleza. Esto lo maneja Santo Tomás para dos casos, siendo el segundo el más importante. Primero, Dios puede hacer, por ejemplo, que una piedra vuele. Es “más allá de” lo que en ppio. es una piedra pero no la anula. Segundo, Dios da la Gracia, aquello que ubica al ser humano en el orden sobre-natural, que supone la naturaleza humana y la eleva, no sólo sin contradecir esa naturaleza, sino llevándola a su total plenitud. En ese sentido todos los sacramentos, que pertenecen al orden sobrenatural, son milagros en sentido estricto. Y las virtudes teologales y los dones, también. Por eso (y esto va para mi querido amigo MS de Baso) la Fe es un milagro…
Para Juan R.: nunca había leído ese cuento de Borges. Ahora sí. Mejor escrito que el mío, indudablemente…
Ahora sí, al debate.
El debate entre Juan R y MS tiene que ver con todo el tema de la Providencia según Santo Tomás de Aquino. No crean que voy a sintetizar la cuestión. Justamente, no se puede. Hay que ir a la Suma Contra Gentiles, libro III, especialmente caps. 71-74; 95-96, y libro I, caps. 66-67…
Pero este es uno de los metamensajes de mi cuentito. Nuestra época no dimensiona estas cuestiones en su cualidad y cantidad. No lo hace en su cualidad, porque las creencias habituales (según el sentido de “creencias” en Ortega) presuponen que estas son sólo cuestiones “de fe”, cuando en realidad están en la base de una armonía y diálogo entre la razón y la fe (del cual Santo Tomás es un ejemplo perenne) que vamos a tardar mucho en recuperar culturalmente…
Y por esto, también, no dimensionamos “la cantidad”. Creemos que son temas cortos, cuando en realidad son cuestiones teoréticamente largas y delicadas, al menos si hacemos teología o filosofía cristiana (no me refiero a la predicación de la Fe que es y debe ser “para todos”). Durante mucho tiempo enseñé el tema de la Providencia según Santo Tomás en la Unsta: duraba un año, luego de que los alumnos ya habían visto dos años previos de metafísica. Así son estas cosas. Nuestra época cree que ese “tiempo” sólo lo merecen la física y la matemática, pero no la metafísica. Seguimos siendo kantianos. Pero yo, que ya saben, habito alegremente el no-existir, me he ubicado en el re-sistir cultural y no tengo problema en decir estas cosas y esperar el paso de los siglos… Ni siquiera in-sisto, porque in-sistir es un acto de violencia…
Por último, sí, siempre vamos a ser más los creyentes que no damos testimonio, que los que sí. Porque abandonarse a la Gracia de Dios presupone el milagro de no decir que no al milagro de la Gracia. O sea, lo que quiero decir es que la Fe y la Caridad son un milagro secreto y no precisamente abundante. Sí, mi querido MS, siempre vas a ver más creyentes agobiados por nuestras faltas, que lo contrario. Pero así como vos dijiste “veo una luz, debe ser un camión”, yo siempre he visto luces, y no eran extraterrestres: eran santos. Pero verlos, a su vez, implica la Fe… El gato se muerde la cola… Afortunadamente :-))
Un abrazo a todos…
sábado, 8 de noviembre de 2008
TIEMPO
Otro cuentito. De muy dudosa calidad literaria, y con pretensiones filosóficas, ya no sé de qué calidad o cantidad. Pero que es más polémico que el anterior, seguro. Desafía ciertos presupuestos intocables de nuestras “creencias” actuales. ¿Qué mejor lugar para hacerlo que un re-sistente blog? Un abrazo…….
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TIEMPO
Por Gabriel J. Zanotti
Marzo de 1999.
Fue hace mucho tiempo. Me encontraba en medio de una ruta, en medio de la nada, como es habitual en el interior de nuestro país. Había cometido la imprudencia de levantar a alguien por el camino. Había algo en su aspecto que me llamaba la atención. Era amable y, a la vez, de pocas palabras.
- ¿No se ve un solo auto, no? -comenté.
- Este sí.
Nada contesté. No sabía cómo interpretar ese tipo de respuestas. El tono seguía siendo muy cordial.
Pero me quedé pensando, preocupado, en otras posibles significaciones de la respuesta. De todos modos, no ganaba nada con preocuparme. Además, no debía distraerme. Estaba manejando, y a mucha velocidad, dejándome llevar por la nada y la lejanía.
De repente, una de esas viejas camionetas que salen de un oculto camino transversal. Recuerdo haber cerrado los ojos y aferrarme al volante. Eso es todo lo que recuerdo antes de que mi extraño amigo tocara algo en su reloj.
Lentamente me relajé de la fuerte contractura que ya tenía en todo mi cuerpo, preparado para el impacto. Fue difícil, al principio, interpretar lo que sucedía. Un silencio absoluto nos rodeaba. Pero no era eso lo más impresionante. Lo insólito e increíble era que todo estaba quieto, detenido. Los dos autos, a milímetros de la colisión, no se movían. Dentro de la cabina de la vieja camioneta se podía observar a dos personas inmóviles, como estatuas, como muñecos, con gesto de pánico en sus rostros.
Un pequeño pájaro estaba suspendido en el aire. No había viento. Nada. Todo inmóvil. Absolutamente inmóvil.
Excepto mi reloj.
Y mi singular companero de viaje.
- Bien, comprendo tu estupor. No voy a poder explicarte todo. Simplemente, como ves, ha sido detenido el tiempo.
Al principio nada contesté. Tuve durante unos segundos la misma sensación que percibí aquella vez que me asaltaban: no, no, esto no puede estar pasando.
- Está sucediendo.
El estupor se convirtió en una mezcla de irresistible curiosidad y enojo.
- Oiga, ¿quién es usted? ¿Dios? ¿El mago de Oz? ¿A qué está jugando conmigo? ¿Cree que soy imbécil? ¿Qué truco está haciendo? ¿Qué fenómeno de alucinación es este?
Otra vez, una amable sonrisa. Esta vez fue casi paternal.
- No soy Dios, aunque, podríamos decir, lo conozco un poquito. Pero no vale la pena discutir. Hay que salir del auto y sacar a esos dos viejitos de la camioneta.
Sin decir más, bajó. Me miró, como preguntándome si lo iba a acompañar. Bajé también.
- Ayúdame -ordenó.
Y los sacamos de la camioneta y los tendimos a la vera del camino, lejos del accidente que aún no se había producido. Todo lo que tenía que ver con nosotros dos tenía el sentido habitual: sonidos, viento, etc. Metros más allá, nada.
- Basta -protesté, casi-. Esto es imposible. El tiempo no se puede detener.
- Sí. Dios puede.
- Dios mío -exclamé, paradójicamente-. Usted está loco y yo también. Esto supera a la holocubierta del Enterprise!!
- ¿Eso hubiera sido más creíble, no? -Contestó mi enigmático interlocutor-. Mi buen amigo, en tu época las leyes de la física parecen haber tomado el lugar de las metafísicas. Pero esto no es tu ciencia ficción. Simplemente, Dios detuvo el tiempo en todo el universo, excepto en nuestro ser.
Yo seguía sin decir nada. Era demasiado. Había esperado una explicación racional, pero esto...
- ¿A qué llamas racional?
- Ah!! ¿Ahora lee los pensamientos, también?
- ¿Por qué estás tan enojado? Dios me envió a hacer esto porque esta vez no permitió que vos y esos dos viejitos murieran.
- ¿Esta vez?
- Sí, esta vez. Como muchas otras veces. Y como muchas otras veces que permite el mal.
- Basta. No quiero escucharlo más. No soy creyente, ni en Dios ni en su historia. Termine con esta ilusión. Basta. Le ruego que la termine.
- ¿Me ruegas a mí?
Fue lo último que dijo. Al instante hubo un ruido espantoso: mi auto y la camioneta chocaron. Me tiré al suelo y me cubrí. Cuando pude recuperarme del susto, advertí que todo era normal otra vez.
Excepto los dos viejitos sentados a la vera del camino.
- ¡Hijo, Santo Dios! -Exclamó uno de ellos, dirigiéndose hacia mí-. ¿Qué pasó?
Buena pregunta.
- ¿Qué hora es? -Pregunté, sin muchos modales de mi parte.
- Hijo, no sé... ¡¡Por Dios!! ¿Qué pasó?
¿Qué pasó!! ¡¡Ese era el punto!! ¿Qué quería que le dijera? ¿Que Dios había detenido el movimiento?
Hasta hoy, no he hallado respuesta a la pregunta.
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TIEMPO
Por Gabriel J. Zanotti
Marzo de 1999.
Fue hace mucho tiempo. Me encontraba en medio de una ruta, en medio de la nada, como es habitual en el interior de nuestro país. Había cometido la imprudencia de levantar a alguien por el camino. Había algo en su aspecto que me llamaba la atención. Era amable y, a la vez, de pocas palabras.
- ¿No se ve un solo auto, no? -comenté.
- Este sí.
Nada contesté. No sabía cómo interpretar ese tipo de respuestas. El tono seguía siendo muy cordial.
Pero me quedé pensando, preocupado, en otras posibles significaciones de la respuesta. De todos modos, no ganaba nada con preocuparme. Además, no debía distraerme. Estaba manejando, y a mucha velocidad, dejándome llevar por la nada y la lejanía.
De repente, una de esas viejas camionetas que salen de un oculto camino transversal. Recuerdo haber cerrado los ojos y aferrarme al volante. Eso es todo lo que recuerdo antes de que mi extraño amigo tocara algo en su reloj.
Lentamente me relajé de la fuerte contractura que ya tenía en todo mi cuerpo, preparado para el impacto. Fue difícil, al principio, interpretar lo que sucedía. Un silencio absoluto nos rodeaba. Pero no era eso lo más impresionante. Lo insólito e increíble era que todo estaba quieto, detenido. Los dos autos, a milímetros de la colisión, no se movían. Dentro de la cabina de la vieja camioneta se podía observar a dos personas inmóviles, como estatuas, como muñecos, con gesto de pánico en sus rostros.
Un pequeño pájaro estaba suspendido en el aire. No había viento. Nada. Todo inmóvil. Absolutamente inmóvil.
Excepto mi reloj.
Y mi singular companero de viaje.
- Bien, comprendo tu estupor. No voy a poder explicarte todo. Simplemente, como ves, ha sido detenido el tiempo.
Al principio nada contesté. Tuve durante unos segundos la misma sensación que percibí aquella vez que me asaltaban: no, no, esto no puede estar pasando.
- Está sucediendo.
El estupor se convirtió en una mezcla de irresistible curiosidad y enojo.
- Oiga, ¿quién es usted? ¿Dios? ¿El mago de Oz? ¿A qué está jugando conmigo? ¿Cree que soy imbécil? ¿Qué truco está haciendo? ¿Qué fenómeno de alucinación es este?
Otra vez, una amable sonrisa. Esta vez fue casi paternal.
- No soy Dios, aunque, podríamos decir, lo conozco un poquito. Pero no vale la pena discutir. Hay que salir del auto y sacar a esos dos viejitos de la camioneta.
Sin decir más, bajó. Me miró, como preguntándome si lo iba a acompañar. Bajé también.
- Ayúdame -ordenó.
Y los sacamos de la camioneta y los tendimos a la vera del camino, lejos del accidente que aún no se había producido. Todo lo que tenía que ver con nosotros dos tenía el sentido habitual: sonidos, viento, etc. Metros más allá, nada.
- Basta -protesté, casi-. Esto es imposible. El tiempo no se puede detener.
- Sí. Dios puede.
- Dios mío -exclamé, paradójicamente-. Usted está loco y yo también. Esto supera a la holocubierta del Enterprise!!
- ¿Eso hubiera sido más creíble, no? -Contestó mi enigmático interlocutor-. Mi buen amigo, en tu época las leyes de la física parecen haber tomado el lugar de las metafísicas. Pero esto no es tu ciencia ficción. Simplemente, Dios detuvo el tiempo en todo el universo, excepto en nuestro ser.
Yo seguía sin decir nada. Era demasiado. Había esperado una explicación racional, pero esto...
- ¿A qué llamas racional?
- Ah!! ¿Ahora lee los pensamientos, también?
- ¿Por qué estás tan enojado? Dios me envió a hacer esto porque esta vez no permitió que vos y esos dos viejitos murieran.
- ¿Esta vez?
- Sí, esta vez. Como muchas otras veces. Y como muchas otras veces que permite el mal.
- Basta. No quiero escucharlo más. No soy creyente, ni en Dios ni en su historia. Termine con esta ilusión. Basta. Le ruego que la termine.
- ¿Me ruegas a mí?
Fue lo último que dijo. Al instante hubo un ruido espantoso: mi auto y la camioneta chocaron. Me tiré al suelo y me cubrí. Cuando pude recuperarme del susto, advertí que todo era normal otra vez.
Excepto los dos viejitos sentados a la vera del camino.
- ¡Hijo, Santo Dios! -Exclamó uno de ellos, dirigiéndose hacia mí-. ¿Qué pasó?
Buena pregunta.
- ¿Qué hora es? -Pregunté, sin muchos modales de mi parte.
- Hijo, no sé... ¡¡Por Dios!! ¿Qué pasó?
¿Qué pasó!! ¡¡Ese era el punto!! ¿Qué quería que le dijera? ¿Que Dios había detenido el movimiento?
Hasta hoy, no he hallado respuesta a la pregunta.
domingo, 2 de noviembre de 2008
MIRA EL SOL
La literatura nunca fue mi fuerte, ni la práctica ni la teórica. De todos modos me atrevo en mi blog a publicar algunas cositas. Este cuento corto no tiene mayores pretensiones de nada; tampoco hay mensajes filosóficos, excepto obviedades. Me gustó jugar un poco con el tema del tiempo, simbolizando la rapidez de la existencia, su finitud, en última instancia: un día, como mucho, al lado de la eternidad.
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MIRA EL SOL
El amanecer lo embellece todo. Hasta la sonrisa de ese niño que nació ese día.
Tuvo una infancia normal. Excepto, tal vez, por su afición a la música. Su madre ya se había dado cuenta aquel día, cuando un pequeño sollozo se confundió un tanto con una nota bien entonada.
Comenzaron por supuesto los primeros debates familiares. Su padre opinaba que con un profesor particular sería suficiente. Otros familiares se inclinaban por un conservatorio.
No importaron los debates ni los maestros. Su talento se abrió paso a través de todos los límites de lo humano. Con un rendimiento normal en todo lo demás, ya era un eximio pianista al cumplir los 18. La oportunidad de una beca no se hizo esperar. Como siempre sucede, la infancia y las adolescencias comienzan a dejarse con decisiones donde la vida entera comienza a jugarse.
No faltó por supuesto el consejo de su viejo maestro de piano.
- Ya ha pasado casi la mitad de la mañana desde que naciste. El sol ya está fuerte. La decisión no te puede tomar al atardecer.
Sí, era verdad. Había que decidirse. El nuevo lugar de estudios estaba lejos de la familia, pero era una oportunidad importante.
Y otra vez, como una fuerza misteriosa que se abre paso entre medio de lo habitual, Dios mismo parecía descender al teclado en cada concierto. La fama y el reconocimiento no tardaron en venir. Pero los demás aspectos de la existencia no parecían ser tan sencillos. Un hijo apareció de sus entrañas cuando el juicio humano lo juzgaría menos conveniente. Y una bella mujer le reclamó al pianista soltero y brillante:
- Ya es casi el mediodía. ¡Mira el sol! ¿Ahora me vas a dejar? ¿A mí y a tu hijo? ¡Es mediodía! Ya no es tiempo de jugar. Esposa o no, yo soy la mujer que amas. Y este es tu hijo.
El pianista brillante fue descubriendo lentamente otra luz aparte de la de su música. Sí, tal vez hubo menos conciertos, pero lentamente el amor de los suyos inundó su corazón. Trató de enseñar el piano a su hijo, pero fue testigo, sin demasiado asombro, de la maravillosa libertad. Comentó una vez a su mujer:
- Es un poco como era yo. Rebelde.
- Nada raro. Así somos todos. Pero en tu caso no te dabas cuenta, estabas absorto en tu música....
- Lo de siempre.... Ahora no soy tan tonto, pero ya es el atardecer.
- El sol está bajando.
- Para los dos,¿no?
Y se miraron ambos con ternura.
La noche se acercaba. El se retiró oficialmente de la enseñanza y todos sus discípulos le pidieron que diera un último concierto en el gran teatro, bajo promesa de que de tanto en tanto los deleitaría en su casa. Fue algo conmovedor. En primera fila estaba ese hijo supuestamente rebelde. No era pianista, era feliz. Estaban también sus nietos.
Avanzada la noche, ya con las estrellas muy en alto, él no pudo seguir dando conciertos en su casa. La vejez, la pura y sencilla vejez, fue apagando esa vida tan humana, apenas sacudida por el milagro de la música.
Al día siguiente, los primeros rayos del sol se posaron suave pero firmemente sobre el piano de su infancia.
Gabriel J. Zanotti
3-3-2001
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MIRA EL SOL
El amanecer lo embellece todo. Hasta la sonrisa de ese niño que nació ese día.
Tuvo una infancia normal. Excepto, tal vez, por su afición a la música. Su madre ya se había dado cuenta aquel día, cuando un pequeño sollozo se confundió un tanto con una nota bien entonada.
Comenzaron por supuesto los primeros debates familiares. Su padre opinaba que con un profesor particular sería suficiente. Otros familiares se inclinaban por un conservatorio.
No importaron los debates ni los maestros. Su talento se abrió paso a través de todos los límites de lo humano. Con un rendimiento normal en todo lo demás, ya era un eximio pianista al cumplir los 18. La oportunidad de una beca no se hizo esperar. Como siempre sucede, la infancia y las adolescencias comienzan a dejarse con decisiones donde la vida entera comienza a jugarse.
No faltó por supuesto el consejo de su viejo maestro de piano.
- Ya ha pasado casi la mitad de la mañana desde que naciste. El sol ya está fuerte. La decisión no te puede tomar al atardecer.
Sí, era verdad. Había que decidirse. El nuevo lugar de estudios estaba lejos de la familia, pero era una oportunidad importante.
Y otra vez, como una fuerza misteriosa que se abre paso entre medio de lo habitual, Dios mismo parecía descender al teclado en cada concierto. La fama y el reconocimiento no tardaron en venir. Pero los demás aspectos de la existencia no parecían ser tan sencillos. Un hijo apareció de sus entrañas cuando el juicio humano lo juzgaría menos conveniente. Y una bella mujer le reclamó al pianista soltero y brillante:
- Ya es casi el mediodía. ¡Mira el sol! ¿Ahora me vas a dejar? ¿A mí y a tu hijo? ¡Es mediodía! Ya no es tiempo de jugar. Esposa o no, yo soy la mujer que amas. Y este es tu hijo.
El pianista brillante fue descubriendo lentamente otra luz aparte de la de su música. Sí, tal vez hubo menos conciertos, pero lentamente el amor de los suyos inundó su corazón. Trató de enseñar el piano a su hijo, pero fue testigo, sin demasiado asombro, de la maravillosa libertad. Comentó una vez a su mujer:
- Es un poco como era yo. Rebelde.
- Nada raro. Así somos todos. Pero en tu caso no te dabas cuenta, estabas absorto en tu música....
- Lo de siempre.... Ahora no soy tan tonto, pero ya es el atardecer.
- El sol está bajando.
- Para los dos,¿no?
Y se miraron ambos con ternura.
La noche se acercaba. El se retiró oficialmente de la enseñanza y todos sus discípulos le pidieron que diera un último concierto en el gran teatro, bajo promesa de que de tanto en tanto los deleitaría en su casa. Fue algo conmovedor. En primera fila estaba ese hijo supuestamente rebelde. No era pianista, era feliz. Estaban también sus nietos.
Avanzada la noche, ya con las estrellas muy en alto, él no pudo seguir dando conciertos en su casa. La vejez, la pura y sencilla vejez, fue apagando esa vida tan humana, apenas sacudida por el milagro de la música.
Al día siguiente, los primeros rayos del sol se posaron suave pero firmemente sobre el piano de su infancia.
Gabriel J. Zanotti
3-3-2001
domingo, 26 de octubre de 2008
COMENTARIOS PROMETIDOS SOBRE LAS PREDICCIONES, LAS CRISIS, MISES, RUSSELL, ETC.
Algunos comentarios que había prometido.
Ante todo quiero decirles, a los que estén interesados en el tema de la explicación austríaca de la crisis, que el post anterior (ver abajo) está dedicado a ello.
Por lo demás, quisiera comentar, como decía, algunas cosas, de MS y JM, a los cuales los veo muy preocupados por el tema predicciones.
Uno de los temas más importantes de la filosofía de la ciencia de Hayek (que obviamente lo he explicado muchas veces en otros lugares) es que, contrariamente a lo que piensa una filosofía de las ciencia más positivista, no hay predicciones específicas de lugares y tiempos en ciencias sociales. Las ciencias sociales tratan con fenómenos complejos que por su naturaleza permiten predicciones cualitativas no específicas. Para predecir algo con lugar y tiempo específico se necesita una capacidad de visualización de las circunstancias que va más a allá de lo que la mejor ciencia puede decir. Sé que esto generará más preguntas pero los remito directamente a la fuente: The Theory of Complex Phenomena, Hayek, 1964.
Mises en 1924 no dijo específicamente “1929”. Dijo: esto así no puede seguir. Habrá una gran depresión, en algún momento, y hay que dejar de emitir dinero si no la quieren sufrir. Obviamente, el drama de la opinión pública intelectual es que Mises sigue siendo ignorado, y los que lo defendemos, casi ridiculizados. Bien, no le hicieron caso alguno, en eso como en tantas cosas. Así nos fue y nos va. Pero, JM y MS: ¿les parece “poco Popper”? Al revés, hay mucho. Las teorías de Mises fueron y son permanentemente corroboradas. Lamentablemente, porque el lugar del experimento es el mundo que habitamos y las ratas del laboratorio estatista son los millones y millones de seres humanos que mueren en la pobreza….
Sobre que tuvieran que ser corroboradas para ser verdaderas, ese es otro tema, y largo.
Por lo demás: ¿creen que no hubo y hay economistas seguidores de Mises y Hayek que, arriesgando su carrera profesional, no han estado trabajando en los últimos tiempos sobre lo mismo? Desde que el banco central norteamericano se convirtió en el banco central mundial de papel moneda inconvertible (el dólar) no ha habido un solo economista austríaco que no haya advertido sobre las consecuencias. Ahora tienen que se muy cuidadosos para no caer en el antipático “se los dije”. Entren al www.mises.org y lean. Descubrirán un mundo ocultado e ignorado por la opinión pública estatista internacional.
Por lo demás, MS, respecto a las citas de Russell.
Bolsa y políticos
¡Qué agradable sería un mundo en el que no se permitiera a nadie operar en bolsa a menos que hubiese pasado un examen de economía y poesía griega, y en el que los políticos estuviesen obligados a tener un sólido conocimiento de la historia y de la novela moderna!
Muy bonito, pero evidentemente Russell no tenía mucha idea de cómo funciona una bolsa de valores en un mercado libre y bajo qué incentivos normales funciona bien. Eso se lo hubiera explicado Mises perfectamente pero, claro, él no leía a esos autores.
Honestidad intelectual
Desde el momento en que la renta, la posición y el poder dependen de la aceptación de no importa qué credo, la honestidad intelectual está en peligro. (Principios de reconstrucción social, Capítulo VII).
Eso es casi un insulto para muchos intelectuales que han puesto su vida física y académica en peligro por ser fiel a lo que pensaban. Por ejemplo, Mises, que fue perseguido por los nazis, tuvo que huir de Suiza, y llegar a EEUU, donde sólo lo esperó el ostracismo y la indiferencia de todos. Fue salvado de tener que dormir en las calles de Nueva York por los pocos amigos que tenía en EEUU (literalmente, contados con los dedos de una mano). Y en esas condiciones de total soledad, en las 4 paredes pequeñas de un departamentito en NY, comenzó a escribir su monumental tratado de Economía. ¿Any additional comment?
Creencias
La mayoría de las cosas que creemos, las creemos porque las hemos oído afirmar; no recordamos ni donde ni porqué fueron afirmadas, y así resulta que somos incapaces de actuar de críticos. (La perspectiva científica, Capítulo XI).
Si si, claro, horizontes de precomprensión de Gadamer, Ideas y creencias, Ortega. ¿Y?
Opiniones
A la opinión de un granjero del interior (de los Estados Unidos de América), ya sea en cuestiones de bimetalismo, de egiptología o de astronomía, se le permite tener el peso de la de un hombre que ha empleado su vida en el estudio de esas cuestiones en profundidad; verdaderamente, si se desata la pasión popular, la opinión del granjero es de mayor peso, pues éste encontrará más gente de acuerdo con él. (La América de Bertrand Russell, Nacionalismo británico y nacionalismo americano).
Qué interesante el desprecio de Russell por una democracia donde el voto de un granjero tiene tanto valor como el de un eminente profesor, dejando de lado que este último puede decir disparate tras disparate mientras que el granjero superarlo totalmente en sentido común. En fin……
Ante todo quiero decirles, a los que estén interesados en el tema de la explicación austríaca de la crisis, que el post anterior (ver abajo) está dedicado a ello.
Por lo demás, quisiera comentar, como decía, algunas cosas, de MS y JM, a los cuales los veo muy preocupados por el tema predicciones.
Uno de los temas más importantes de la filosofía de la ciencia de Hayek (que obviamente lo he explicado muchas veces en otros lugares) es que, contrariamente a lo que piensa una filosofía de las ciencia más positivista, no hay predicciones específicas de lugares y tiempos en ciencias sociales. Las ciencias sociales tratan con fenómenos complejos que por su naturaleza permiten predicciones cualitativas no específicas. Para predecir algo con lugar y tiempo específico se necesita una capacidad de visualización de las circunstancias que va más a allá de lo que la mejor ciencia puede decir. Sé que esto generará más preguntas pero los remito directamente a la fuente: The Theory of Complex Phenomena, Hayek, 1964.
Mises en 1924 no dijo específicamente “1929”. Dijo: esto así no puede seguir. Habrá una gran depresión, en algún momento, y hay que dejar de emitir dinero si no la quieren sufrir. Obviamente, el drama de la opinión pública intelectual es que Mises sigue siendo ignorado, y los que lo defendemos, casi ridiculizados. Bien, no le hicieron caso alguno, en eso como en tantas cosas. Así nos fue y nos va. Pero, JM y MS: ¿les parece “poco Popper”? Al revés, hay mucho. Las teorías de Mises fueron y son permanentemente corroboradas. Lamentablemente, porque el lugar del experimento es el mundo que habitamos y las ratas del laboratorio estatista son los millones y millones de seres humanos que mueren en la pobreza….
Sobre que tuvieran que ser corroboradas para ser verdaderas, ese es otro tema, y largo.
Por lo demás: ¿creen que no hubo y hay economistas seguidores de Mises y Hayek que, arriesgando su carrera profesional, no han estado trabajando en los últimos tiempos sobre lo mismo? Desde que el banco central norteamericano se convirtió en el banco central mundial de papel moneda inconvertible (el dólar) no ha habido un solo economista austríaco que no haya advertido sobre las consecuencias. Ahora tienen que se muy cuidadosos para no caer en el antipático “se los dije”. Entren al www.mises.org y lean. Descubrirán un mundo ocultado e ignorado por la opinión pública estatista internacional.
Por lo demás, MS, respecto a las citas de Russell.
Bolsa y políticos
¡Qué agradable sería un mundo en el que no se permitiera a nadie operar en bolsa a menos que hubiese pasado un examen de economía y poesía griega, y en el que los políticos estuviesen obligados a tener un sólido conocimiento de la historia y de la novela moderna!
Muy bonito, pero evidentemente Russell no tenía mucha idea de cómo funciona una bolsa de valores en un mercado libre y bajo qué incentivos normales funciona bien. Eso se lo hubiera explicado Mises perfectamente pero, claro, él no leía a esos autores.
Honestidad intelectual
Desde el momento en que la renta, la posición y el poder dependen de la aceptación de no importa qué credo, la honestidad intelectual está en peligro. (Principios de reconstrucción social, Capítulo VII).
Eso es casi un insulto para muchos intelectuales que han puesto su vida física y académica en peligro por ser fiel a lo que pensaban. Por ejemplo, Mises, que fue perseguido por los nazis, tuvo que huir de Suiza, y llegar a EEUU, donde sólo lo esperó el ostracismo y la indiferencia de todos. Fue salvado de tener que dormir en las calles de Nueva York por los pocos amigos que tenía en EEUU (literalmente, contados con los dedos de una mano). Y en esas condiciones de total soledad, en las 4 paredes pequeñas de un departamentito en NY, comenzó a escribir su monumental tratado de Economía. ¿Any additional comment?
Creencias
La mayoría de las cosas que creemos, las creemos porque las hemos oído afirmar; no recordamos ni donde ni porqué fueron afirmadas, y así resulta que somos incapaces de actuar de críticos. (La perspectiva científica, Capítulo XI).
Si si, claro, horizontes de precomprensión de Gadamer, Ideas y creencias, Ortega. ¿Y?
Opiniones
A la opinión de un granjero del interior (de los Estados Unidos de América), ya sea en cuestiones de bimetalismo, de egiptología o de astronomía, se le permite tener el peso de la de un hombre que ha empleado su vida en el estudio de esas cuestiones en profundidad; verdaderamente, si se desata la pasión popular, la opinión del granjero es de mayor peso, pues éste encontrará más gente de acuerdo con él. (La América de Bertrand Russell, Nacionalismo británico y nacionalismo americano).
Qué interesante el desprecio de Russell por una democracia donde el voto de un granjero tiene tanto valor como el de un eminente profesor, dejando de lado que este último puede decir disparate tras disparate mientras que el granjero superarlo totalmente en sentido común. En fin……
sábado, 25 de octubre de 2008
A PEDIDO DEL PÚBLICO: SOBRE LA CRISIS ACTUAL Y LA EXPLICACIÓN DE LA TEORÍA DEL CICLO
Publico el cap. 2 de “Nueva introducción a la Escuela Austríaca”. Lo escribí, como pueden ver, antes de la crisis argentina del 2001. Observen la explicación de la teoría del ciclo. Se aplica para la del 29 hasta la actual. Un abrazo. Y ánimo. Como digo últimamente, en Marte debe haber terrenitos baratos. Un poco secos, pero…
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Segunda clase (Martes 29-8-2000).
De igual modo que en la clase anterior, voy a hacer el esfuerzo de resumir en sólo tres puntos temas que habitualmente se dan en capítulos diferentes, a saber, moneda, por un lado, y ahorro e inversión, por el otro. Obviamente, están íntimamente relacionados; se los trata por separado por motivos didácticos. Al tratarlos sólo en tres puntos habrá incontables cuestiones que no podremos abordar, pero, como saben, el tiempo es uno de los recursos más escasos.
El primer punto dice “La moneda como mercancía”. Si bien por las películas nos hemos acostumbrado a que la palabra “mercancía” suene mal, sin embargo para la Escuela Austríaca significa otra cosa.... Significa que la moneda es una mercancía más, un bien más que, a pesar de tener una característica especial, es un bien que en el mercado tiene un valor y precio que se determinan igual que los otros bienes, esto es, de acuerdo a su utilidad marginal.
Esto fue asombroso en el momento en que el joven economista Mises, de treinta y pico de años, lo dijo allá por primera vez en 1912. Eso implicó una especie de “teoría unificada” de los bienes en el mercado, donde todos, los de consumo, producción y moneda, fueron tratados conforme a la misma ley del valor subjetivo.
¿Cuál es la diferencia entre trueque e intercambio indirecto, tema que ya suponíamos “tácito” la vez pasada? Bueno, esto se contesta con ejemplos muy sencillos. El trueque implica intercambiar una mercancía por otra. Pero esto se hace muy difícil a medida que la división del trabajo se extiende. Piensen ustedes si yo quisiera pagarles cualquier servicio que ustedes ofrezcan con, digamos, 300 clases de filosofía.... En fin, no creo que eso fuera globalmente aceptado como medio de cambio. Es por este motivo que, por un proceso espontáneo, como aclaró por primera vez Menger en 1870, las personas van descubriendo una, dos o tres mercancías que en el mercado tienen una especial capacidad para servir como intercambio indirecto. ¿Cómo podemos caracterizar al intercambio indirecto? Según aclara Mises, es un bien que no se demanda para consumir o producir otros bienes, sino para ser intercambiado por otros bienes que sí se van a destinar a consumo final o producción. Por eso es un medio de cambio “general” e “indirecto”. Como vemos la palabra “moneda” en la Escuela Austríaca, no se refiere a lo que hoy llamamos papel moneda, ni tampoco a determinado metal en especial, sino a una mercancía espontáneamente demandada como medio de intercambio general. Claro, habitualmente se demandan para ello mercancías que sean metales con cierta durabilidad y otras características, pero no es necesario que entonces siempre sean oro, plata, etc. Los que saben historia de la economía saben que la palabra “salario” tiene que ver con bolsitas de sal que eran a veces utilizadas como moneda. Lo importante es que la demanda sea no forzada y, por ende, espontánea. Esto es, por su propia naturaleza, no hay para la moneda nadie que coactivamente ordene que tiene que ser tal o cual bien. Claro, me dirán ustedes, ¡pero si habitualmente es así! Sí, claro, y así de mal están las cosas, y esto es clave y distintivo en la Escuela Austríaca.
Lo que queremos decir es que no es que la Escuela Austríaca “diga” que la moneda debe ser libre, sino que “es” así, y cuando se intenta coaccionar el sistema, se originan todos los fenómenos que trataremos después: inflación, ciclos económicos, etc. Pero el mejor ejemplo, para visualizarlo, es el mercado internacional de monedas, donde aún, afortunadamente, no hay ningún estado que ordene qué moneda vale más. Entonces naturalmente surgen las divisas que más valor tienen, y si alguna deja de ser demandada, deja de tener valor y ninguno de ustedes está obligado comerciar con esa moneda. Este es el mejor ejemplo que en la realidad actual tenemos para ver qué significa la moneda como “libremente demandada por las personas”.
Ahora bien, como dije antes, hay ejemplos históricos de bienes que han sido clásicamente demandados como moneda: el oro, la plata, etc. Esto nos lleva al tema de los sustitutos monetarios. Por un proceso de descubrimiento, como es el mercado, las personas en que trasladar consigo esos metales era complicado y peligroso. Consiguientemente se comenzaron a ofrecer, como servicios, casas que guardan el oro o lo que fuere y daban a cambio un recibo de depósito. Esos fueron los primeros billetes. Esto abre la exposición a un tema muy largo que no vamos a tratar dada la síntesis que estoy haciendo, que es el tema de la evolución de todo el sistema monetario a partir de este comienzo. Para la Escuela Austríaca no hubo un punto de evolución, sino de involución, que es el que estamos ahora: la confiscación estatal de todo patrón metálico y la imposición del papel moneda como “curso forzoso”. Esto es, todo lo que vivimos hoy: un banco central estatal que regula la oferta monetaria y un estado que obliga coactivamente a comerciar con tal o cual papel moneda. Todos ustedes me dirán: ¿y qué tiene eso de raro? De raro, nada; de dañino, mucho. Esto es lo que la escuela Austríaca llama “intervencionismo monetario”, cuyos efectos estudiaremos después.
Ahora bien: ¿cómo se determina el valor de la moneda en el mercado? Pues dado que la moneda es una mercancía, de acuerdo a la ley de utilidad marginal. Y eso implica una demanda y una oferta de dinero. Este tema es muy largo, pero lo importante es visualizar aquí que el valor de cada unidad monetaria, su utilidad marginal, será menor en términos relativos cuanto mayor sea su oferta. Cuando el sistema monetario es libre, la oferta de dinero no puede aumentar por sobre el límite de utilización que la demanda de dinero establece. Porque, en ese caso, el mercado, esto es, las personas, espontáneamente sustituyen esa moneda por otra, sencillamente porque esa moneda ha dejado de ser tal, esto es, ya no sirve como medio de intercambio general. Supongamos que en EEUU del siglo XVIII hubiera aumentado tanto la oferta de oro que su valor en el mercado hubiera sido muy poco en comparación con la plata. Bien, en ese caso, al valer tan poco cada onza de oro, éste habría sido sustituido por la plata. Es lo mismo que si yo dijera a alguien en este momento: “te pago con esta hojita de papel”. En un sistema monetario libre eso no sería dinero falso. Sería sencillamente mi propuesta. Nada inmoral ni ilegal. Sencillamente habría que ver qué aceptación tiene mi propuesta....
Entonces, ¿qué es lo que garantiza que en un mercado libre la moneda no pueda bajar por debajo de su demanda? Que, dado que el sistema es libre, se sustituye a la moneda que baja de valor. La inflación es posible precisamente cuando se obliga a comerciar con tal o cual moneda. Pero eso lo veremos en el punto 2.
Alguna pregunta aclaratoria hasta ahora?
P. ¿Y la hiperinflación?....
R.: Bueno, ya lo veremos, pero en esas situaciones la Escuela Austríaca habla de “huída hacia valores reales”, lo que significa que, a pesar del curso forzoso, las personas defienden lo poco de propiedad que les queda desprendiéndose totalmente de la moneda “oficial”. Tierras, cigarrillos, aparatos eléctricos, de todo, como sucedió en Alemania en 1923. Los no austriacos ven eso como una involución. Quieren volver a “ordenar”, “oficializar” al sistema monetario. Y los austríacos dicen: no, ese supuesto orden es un desorden. Si lo quiere ordenar, déjelo en libertad. Deje que las personas decidan el patrón monetario para que no pueda haber más inflación ni hiperinflación.
Con lo cual ya hemos entrado en el punto dos.
La intervención del estado en la moneda es el sistema que mundialmente hoy se practica. El gobierno, de muchas maneras, puede confiscar la circulación de oro y plata y estatizar el sistema bancario, dejando sólo bancos privados que deben actuar bajo las órdenes de un banco central estatal. Esto es coherente con el estatismo en general, porque, si el estado interfiere globalmente en la economía, debe controlar la moneda. Es tan coherente como nefasto.
Porque, aunque lo que voy a decir sea asombroso, controlar la oferta monetaria “es” inflación. Para la escuela austriaca la inflación no es simplemente aumento en el nivel de precios. Es una baja en el valor de cada unidad monetaria por razones exógenas al mercado. Hay que subrayar esta última parte: por razones exógenas. En un mercado libre, cualquier moneda puede perder valor, pero, como dijimos, es sustituída. Pero con la moneda obligatoria, de curso legal, el gobierno puede seguir aumentando la oferta monetaria dado que está legalmente prohibido cambiar de moneda. Y por eso el valor de la moneda baja, y baja, y baja..... Y usted no tiene nada que hacer. Eso es la inflación. Usted se ve obligado a comerciar con papel moneda que vale cada vez menos y por eso cada vez son más la cantidad de billetes que tiene que dar por cada producto.
Para entender esto hay que entender la relación bienes/dinero. Vamos a suponer que la economía marcha bien y las inversiones aumentan y consiguientemente la oferta de bienes y servicios en el mercado también. Al aumentar la oferta de bienes y servicios, la oferta de dinero, la “cantidad” de dinero, en relación al aumento de bienes, es menor, y al ser menor la oferta de dinero, el valor del dinero aumenta y por ende los precios de los bienes y servicios tienden a bajar. Pero vamos a suponer que el banco central norteamericano aumenta la oferta de dinero en forma proporcional al aumento de bienes y servicios. En ese caso, de acuerdo a lo que acabamos de decir, el nivel de precios, en general, tenderá e permanecer estable. Nadie se daría cuenta de lo que está pasando. Porque si no hubiera sido por ese aumento “estatal” de oferta monetaria, los precios, naturalmente, hubieran bajado. Entonces lo que hubo es inflación. Esto es, el nivel de precios se mantuvo estable, pero sin la intervención del estado hubiera bajado. Y eso es la inflación: el valor del dinero bajó por razones exógenas al mercado. Nadie se dio cuenta porque el aumento estatal de oferta monetaria fue más o menos proporcional al aumento de bienes y servicios.
Vuelvo a reiterar que en un mercado libre, si aumentara la oferta monetaria de los dos o tres patrones metálicos que libremente se estén utilizando, la competencia entre ellos haría imposible la inflación. Si estamos en Italia comerciando con liras, y éstas bajan su valor en el mercado internacional de divisas, podemos comerciar con francos suizos, marcos alemanes, libras inglesas o dólares.
Pero eso es “otro planeta”. Lamentablemente el caso habitual, y sobre todo en Latinoamérica, donde la oferta de bienes y servicios es tan limitada, es que el gobierno quiera solucionar ese problema con la inflación. Eso es olvidar el tema básico de la escasez. En Latinoamérica hay una indignante pobreza generalizada y se la quiere solucionar muchas veces mágicamente emitiendo billetes, como si éstos fueran maná del cielo. Muchos razonan así: si aumentamos la oferta de dinero, la gente va a consumir más y la economía se va a reactivar. Pero, aunque aún no lo hemos visto, para reactivar la economía hace falta ahorro. Si no hay ahorro previo, por más dinero que se “inyecte” en el mercado, el efecto no va a ser que aumente la cantidad de bienes y servicios, sino que los precios de éstos van a comenzar a subir, porque la oferta de dinero ha aumentado y la demanda de bienes y servicios va aumentando progresivamente de unos sectores a otros. Sí, la gente tiene más capacidad de compra, pero eso lo único que produce son mayores precios, no mayores inversiones. La escasez sigue sin entenderse. ¿Cuántas mesas hay acá? Una, dos tres..... Como mucho. Vamos a suponer que todos ustedes (que son más) quieren mesas. Para eso, hay que ahorrar, invertir, y fabricar mesas. No es fácil. Pero lo fácil es que yo diga un discurso y prometa: cuando yo llegue al gobierno voy a aumentar todos sus sueldos un 100%. Y llego, y lo hago con emisión monetaria. Entonces todos ustedes “se lanzan” contentos a comprar las dos o tres mesas que hay acá. ¿Qué va a suceder? Muchas cosas. Lo primero es que el precio de las mesas va a subir en forma terrible. Puede suceder que el dueño de las mesas sea un santo y quiera regalar las mesas, pero sólo podrá regalar las tres que hay. O puede ser que el gobierno quiera confiscar las mesas y repartirlas entre los pobres. ¡Magnífico!, premio Nobel de la paz para ese gobierno. Simplemente va a poder repartir cientos de pedacitos de mesas. Entonces va a protestar contra el capitalismo salvaje y va a pedir prestado a los países capitalistas. Y el fondo monetario le prestará para que siga gastando plata. La deuda externa crece y las inversiones no aumentan. ¿Les hace acordar a algo?.....
O al revés y más sofisticado: no les va a aumentar los sueldos pero sí los impuestos, con los cuales supuestamente se van a hacer más mesas.... Pero claro, cuanto más altos son los impuestos, menos inversiones hay, menos se recauda y de vuelta hay que pedirle prestado al Fondo Monetario y endeudarse de vuelta.... ¿Les hace acordar a algo?
Todas estas cuestiones nos muestran lo dramático que es no entender el drama de la escasez. Lo que “no” hay no se puede cubrir emitiendo dinero. No entender esto es una de las más importantes y dramáticas causas de la miseria de los pueblos subdesarrollados.
Sigamos con los efectos de la inflación. Un efecto es que distorsiona la estructura de precios relativos. Esto lo explica muy bien Mises y en nuestro medio Cachanosky lo ha sintetizado perfectamente. Alterar la estructura de precios relativos significa que los precios ya no son los mismos que hubieran sido sin inflación (por eso “relativos”: en relación a los precios no distorsionados por la inflación). ¿Y cuál es el problema? Dos problemas, y muy graves. En primer lugar, debemos tener en cuenta que los precios de mercado, no distorsionados por ningún factor exógeno, son los que permiten “apostar” la mejor combinación de factores de producción para obtener rentabilidad y por consiguiente un buen servicio al consumidor. Y, distorsionados los precios por la inflación, ello es ya más imperfecto de lo que aún es (con esto vemos un buen ejemplo de lo que vimos el martes pasado: las intervenciones del estado para mejorar al mercado sencillamente lo empeoran).
En segundo lugar, la demanda de bienes y servicios, estimulada artificialmente por la emisión de moneda, se va extendiendo gradualmente de los primeros que reciben la emisión hasta los últimos. Precios y salarios no suben por ende proporcionalmente: las personas de menores recursos y reciben un salario real menor con el cual van al mercado con precios ya inflados, y los pequeños ahorristas ven sus ahorros reducidos en su valor.
Bien, esos son los dos aspectos del primer efecto de la inflación: distorsión en los precios relativos. No es poco. Pero está aún el segundo y el que yo considero el más devastador. Dado que en una economía monetaria los ahorros se expresan (aunque no “son”) en dinero, con la inflación las personas tienden a retirar sus ahorros del circuito bancario. (Ya en la Argentina en estos momentos se está ahorrando más en dólares que en pesos, lo que muestra que la paridad uno a uno es un engaño). Pero al disminuir el ahorro en el mercado de capitales, disminuye, como veremos después, la cantidad de inversiones. Lo cual significa una menor oferta de bienes y servicios, una menor demanda de trabajo, y una consiguiente baja en el salario real. Todo lo cual, a largo plazo, implica una sola y terrible palabra: subdesarrollo.
Por eso en los países latinoamericanos, ya subdesarrollados, la inflación ha tenido efectos devastadores, pues ha agravado aún más la situación. Y en países como la Argentina prácticamente ha sido una de las causas principales de su subdesarrollo a partir de la década del 40.
Vemos por ende que la pobreza y la miseria, de la cual siempre se acusa al “capitalismo”, es producida –entre muchas cosas- por la invasión del gobierno en el mercado monetario, produciendo inflación y, con ello, una baja en la tasa de ahorro y consiguientemente en las inversiones que produce toda la pobreza consecuente. Hay menos demanda de trabajo, el salario real, y las oportunidades de progreso, de salud, de educación y seguridad social son menores para todos. Y, nuevamente, toda esta abyecta pobreza, fruto de décadas y décadas de desordenes monetarios (a lo cual hay que agregar la estatización general de los servicios, los impuestos a la renta, las regulaciones al mercado, la inseguridad jurídica y la inestabilidad política) es consecuencia, a su vez, de ignorar o querer evitar “mágicamente” el problema de la escasez. No se puede mitigar el problema de la escasez emitiendo moneda. Sólo se produce más escasez. Lo único que puede aliviar el siempre presente problema de la escasez es el ahorro, tema importantísimo que no vimos aún.
Sin embargo, estamos haciendo quedar muy mal a los que piensan distinto, y no es así. No es que ellos piensan que la riqueza sale mágicamente de los billetes, sino que la mayoría de ellos están influenciados por una de las obras de economía más importantes de este siglo, la Teoría General del Dinero, la Moneda y el Crédito que escribe Lord Keynes en 1936. Allí sostiene este gran economista británico que el capitalismo tiene una insuficiencia crónica de ahorro que tiene que ser sustituida por una política de expansión crediticia y obras públicas por parte del estado, y, en la medida que la emisión haya frenado la recesión y la desocupación, en esa misma medida debe frenarse la expansión crediticia y si hubo un alza en los precios no es inflación.
Obviamente los economistas que están convencidos de esto van a recomendar a los gobernantes medidas de expansión crediticia.
Hayek era amigo de Keynes y trató de convencerlo, en vano, de que sus teorías no tenían en cuanta a la teoría austríaca del ciclo económico, que ya veremos. Muchos austríacos le criticaron a Hayek no haber sido más severo para con su amigo, pero hay que tener en cuenta que Hayek estaba convencido de que el libro de Keynes no iba a tener ninguna llegada. Además, Keynes mismo le dijo a Hayek que él iba a frenar las exageraciones de sus discípulos si era necesario, pero unos meses después murió.
En mi opinión el punto clave en esta discusión Keynes-Hayek es la teoría austríaca del ciclo económico, esto es, cómo se originan los ciclos de auge y recesión en la economía. Para los austríacos el ciclo comienza justamente por lo que los keynesianos llaman políticas anticíclicas: la expansión crediticia por parte del estado. Ustedes dirán: ¿cómo puede ser que se piense radicalmente tan distinto? Bueno, todo es derivado de lo que vimos en la clase uno: los austríacos tienen un planteo radicalmente distinto del proceso de mercado que luego se traslada a las cuestiones monetarias y crediticias. Lo que razonablemente se considera un “pequeño” control por parte del estado a un mercado imperfecto, los austríacos lo ven como aquello que lo desordena más. Y en el mercado monetario y crediticio las cosas no son distintas.
Por eso ha llegado el momento de ver el punto tres, a saber, el ahorro, la inversión, la formación de capital y el ciclo económico.
Vamos a utilizar un ejemplo que ya se ha hecho clásico. Vamos a imaginarnos a Robinson Crusoe en su isla. Es un buen ejemplo porque nos hace ver claramente aquello con lo que ya los tengo cansados, esto es, la escasez.
¿Qué puede hacer Robinson en tan precaria situación? Acaba de llegar y carece de casi todo. Vamos a suponer que quiere (lo cual no es moralmente obligatorio) mejorar su situación material. Su día tiene 24 horas. Puede dedicar 16 horas a recoger frutos de los árboles y las otras 8 horas al descanso. Bueno, podrá comer y dormir, pero aún así su situación es precaria en relación a sus fines. Quiere aumentar su nivel de vida. Pero allí es claro que los bienes que él quiere no salen mágicamente de la naturaleza. Para aumentar su nivel de vida tiene que trabajar. Si dispusiera de una herramienta que le permitiera bajar frutas de los árboles más rápido, podría consumir lo mismo y, al mismo tiempo, ponerse a buscar madera para una casa. Pero para eso tiene que ahorrar. Esto es, debe abstenerse de consumir y/o descansar algo. Digamos que usa 10 hs de las que antes usaba para consumir frutas. Con ese tiempo puede fabricar la herramienta, pero consume menos. Esa abstención de consumo presente es el ahorro. Pero se hace con un motivo: poder consumir más en el futuro. Para ello utiliza ese ahorro para fabricar esa herramienta. Esa utilización del ahorro para fabricar bienes de capital se llamar inversión. Y ese ahorro y consiguiente inversión se hacen por un valor adicional en el futuro (el mayor consumo de frutas y una posible casa) que compensan la espera y el “sacrificio” del presente. Ese valor adicional en el futuro, por el cual ahorramos, se llama interés originario.
Esto que acabamos de decir, aunque parezca sencillo, es clave. Allí vemos cómo se sale de la escasez. La mayor productividad no ha salido de la nada, sino de un acto de abstención de consumo que se invierte en la fabricación de un bien de capital que aumenta la productividad (producir más en menos tiempo) y eso se hace por un valor en el futuro, que es el interés originario. Eso es llamado, por los austríacos, ley de preferencia temporal. Cuando mayor sea el valor que le damos a los bienes en el presente, el valor adicional en el futuro, para “convencernos” de ahorrar, será mayor. En cambio, cuanto mayor sea nuestra preferencia por los bienes en el futuro, el valor adicional para “convencernos” de ahorrar será menor. El ahorro será mayor y el interés originario tenderá a ser más bajo.
Esta es la clave del desarrollo, del aumento del nivel de vida. Lamento haber sido tan sintético; me parece un insulto a los volúmenes y volúmenes que los austríacos han escrito para esto, pero mi función en este caso es didáctica: resumirlo para que se comprenda. La pobreza de nuestros semejantes tiene muchas causas, entre ellas, que no comprendemos que el ahorro es necesario y suponemos que un “gobernante bueno” va a solucionar la pobreza sin este proceso de ahorro.
Esta introducción del factor “tiempo” para explicar la producción de nuevos bienes de capital, que son la clave de la productividad, es típica de la escuela austríaca. Ustedes me dirán: ¿y los bancos? Bueno, para es que debemos trasladar el tema al marco social, con una economía monetaria como la que ya hemos explicado.
En una economía como la actual, donde el ahorro se expresa (¡pero no es!) en moneda y en el circuito bancario, el ahorro significa que nos abstenemos de consumo presente, y una parte del dinero que hubiéramos gastado lo destinamos al ahorro (en cajas de ahorro, cuentas corrientes, etc.). Esa es la oferta de ahorro, o, también, “oferta de bienes futuros”. Hay también una demanda de esos bienes futuros, esto es, una demanda de ahorros, la inversión, que es la utilización de esos ahorros para fabricar nuevos bienes de capital (todas las “herramientas” que se utilizan en fábricas y elementos de empresas de servicios: si usted tiene una lavandería y pide un crédito para comprar nuevas máquinas está invirtiendo). Y esa oferta y demanda de bienes futuros, esa oferta y demanda de ahorro se encuentran a través de la tasa de interés de mercado, que se llama “bruta” porque incluye el factor riesgo (siempre presente, como vimos, en todo proceso de mercado) y el valor adquisitivo de la moneda (usted no ahorraría en pesos si los pesos no valieran nada o tuviera expectativas de devaluación, que es lo que ya está pasando).
Entonces hemos descubierto algo clave: para que aumenten las inversiones, y todo lo que ello implica (más demanda de trabajo, mayor salario real, más bienes y servicios) hay que aumentar el ahorro. Y el ahorro..... ¡No es dinero! Se “expresa” en dinero, pero si el dinero que usted utiliza no vale nada usted sigue ahorrando pero en otras cosas. Para que el ahorro aumente debe haber muchas condiciones: estabilidad política y jurídica, y una que hemos visto ya, esto es, que no haya inflación.
¿Vemos ahora un poquito más las causas de la pobreza de tantas regiones del mundo? Guerras, inestabilidad política, y si a eso sumamos el estatismo y la inflación..... ¿Cómo va aumentar el ahorro en el circuito bancario en esas condiciones? Pero el problema es que después se dice que la pobreza es causada por el “capitalismo”. ¿Qué capitalismo? Yo no lo veo. ¿Quién es el ciego, yo o los que critican al capitalismo? Yo lo que veo es estatismo: empresas privadas protegidas por el estado, regulaciones, impuestos muy elevados, inflación, nacionalismos que como bien dice Mises terminan en terribles guerras.....Bancos mundiales y fondos monetarios internacionales que prestan a gobiernos para que sigan con su estatismo.... ¿Qué tiene que ver todo eso con el mercado libre? Estoy dispuesto a que se me refute, pero esto es más difícil de lo que parece. Si hay algún colega aquí, esto se trata de una radical diferencia de interpretación del mundo.....
Estamos en condiciones también de ver ahora el origen de las crisis cíclicas, como la que en gran proporción sucedió en EEUU en 1929, pero siguen sucediendo ahora. Lo que vamos a explicar ahora es la esencia de la teoría austríaca del ciclo económico. El gobierno, con la intención de que bajen las tasas de interés, emite moneda en el mercado de capitales, esto es, la oferta y demanda de ahorros que se expresa en el circuito bancario. Al principio ese dinero, que “simula” ser ahorro, hace que las tasas de interés tiendan a la baja. Los inversionistas, alentados por ello, toman nuevos créditos para encarar proyectos que, sin esa baja artificial del interés, no hubieran realizado. Pero este “engaño”, esta “simulación de mayor ahorro” queda a la vista apenas cesa la emisión monetaria (expansión crediticia). Se ve entonces la real cantidad de ahorro, porque la tasa de interés sube y los nuevos proyectos que habían sido comenzados ya no pueden seguir. Es allí cuando se produce la quiebra de esos proyectos y la desocupación consecuente, la “recesión”.
A pesar de que estamos sintetizando mucho, no quiero dejar de destacar que otra vez tenemos un dramático ejemplo de “cómo aumentar los errores en el mercado” por la intervención del gobierno. El empresario siempre tiene difíciles decisiones que tomar. “¿Tomo este crédito o no?”. Hay miles de variables que tiene que considerar; vimos en la clase uno que quien se equivoca menos es el que permanece en el mercado. Pero hay una variable fundamental: la tasa de interés. Si la falseamos, si engañamos al empresario haciéndole creer que la tasa de ahorro es mayor, se multiplican enormemente los errores en la evaluación de proyectos de inversión y esa es la fase potencial de la crisis.
Y, otra vez, la siempre permanente escasez. Si la tasa de ahorro es poca, las tasas de interés serán altas y las posibilidades de inversión, menores. ¿Qué hacer frente a ello? Magia, no. No se puede aumentar la tasa de ahorro emitiendo moneda. En una economía monetaria y bancaria el ahorro se expresa en dinero pero no es dinero. El ahorro es abstención de consumo. Si queremos aumentar la tasa de ahorro, no queda más que aplicar las condiciones políticas y jurídicas de un mercado libre que aumenten las posibilidades de ahorro en el mercado. ¡No hay otro camino! Esto les muestra, además, por qué la economía no es una ciencia separada del resto de las consideraciones sociales. ¿Cómo lograr la estabilidad política, la paz, todo aquello que implique confianza a largo plazo y por ende mayores condiciones de ahorro? Ah, ahí se me acabaron las respuestas rápidas. ¡Pero al menos no con los dictadorzuelos latinoamericanos, ya electos o militares! Es necesaria una revisión total y completa de nuestras costumbres autoritarias y militaristas. No me quiero ir de tema, pero no es casualidad que Mises haya hecho de sus críticas al nacionalismo militarista uno de sus temas clásicos.
Pero no puedo concluir esta apretada síntesis sin comentar una obvia pregunta. Me van a decir que yo dije que cuando cesa la expansión crediticia, entonces..... ¿Y si no cesa? ¿Y si el gobierno sigue emitiendo moneda? Bueno, aunque no se puede hacer ninguna predicción cuantitativa, lo que se puede decir es que ese proceso no puede durar para siempre. ¿Por qué? Por algo que en cierta medida ya explicamos. Si la expansión crediticia sigue, la inflación va aumentando. Cuanto más alta es la inflación, la demanda de dinero es cada vez más baja, esto es, la gente tiende a desprenderse de la moneda inflada cambiándola por cosas que tengan valor real (y de ese modo también se ahorra). Eso es lo que se llama “huída hacia los valores reales”. En la Argentina ha pasado muchas veces: la gente compra antes de que al día siguiente esté más caro. Claro, esto dura hasta que al final se produce el colapso total del sistema bancario, por más que los gobiernos signa hablando de la crisis del capitalismo global.... Y es ahí cuando las depresiones son más graves (como EEUU 1929, Alemania 1923, etc.). Es aquí cuando los economistas austríacos, sobre todo desde la obra de Mises en 1912, han dicho: jamás comenzar la expansión crediticia, y si se comienza, pararla inmediatamente. Sin dilaciones. Cesar la expansión crediticia es como parar de drogarse. El enfermo se siente mal, pero si sigue tomando la droga se morirá. Claro que va a haber quiebras de empresas y desocupación, pero eso fue causado por el intervensionismo. Además, como veremos la próxima clase, la desocupación será menor en la medida en que más rápidamente se restablezcan las condiciones de un mercado libre.
Además, se cumple una vez más con esto la “ley general del intervencionismo”: toda intervención genera los efectos contrarios a los que se buscaba. Se buscaba bajar la tasa de interés y aumentar las inversiones, y lo que se logra es subirlas y hacer colapsar a todas las inversiones que habían comenzado. Los economistas austríacos parecen los malos de la película porque al proponer que cese la expansión creditica, entonces comienza la fase de recesión.... Con ello estamos simplemente destapando la olla y evitando que la recesión potencial futura sea peor. Frenar la expansión crediticia no es la causa de la crisis; la causa es la expansión; frenarla, es comenzar a curarla. Los chicos malos son los que parecían muy buenos aumentando la emisión monetaria en el circuito bancario y pretendiendo hacer como si la escasez no existiera. Como ya dije una vez, ¿quién creen algunos que es el estado? ¿Jesús en la bodas de Caná? ¡Y después algunos se burlan del cristianismo! Es mucho más racional creer en la multiplicación del vino por parte de Dios que en el estado multiplicando las inversiones de la nada....
Pero no, no y no: no se puede aumentar de la nada la cantidad de bienes y servicios. Fíjense, simplemente, la cantidad de bienes y servicios que hay en este salón. Fíjense en las sillas, las mesas, el edificio, los grabadores, la luz eléctrica..... Todo eso demanda grandes inversiones y bienes de capital. Estamos casi literalmente “sentados” sobre incontables actos cotidianos de ahorro. Lograr eso es muy difícil. Ya lo dijimos. Lo que es fácil es destruir eso de un día para otro. Todas esas complejísimas condiciones jurídicas, políticas y económicas se pueden destruir fácilmente con inflación, con impuestos confiscatorios, con inestabilidad política y con guerras que sólo alimentan las ansias de militares y pueblos formados culturalmente en supuestas glorias espartanas (mientras sólo hay burlas y desprecio para con los pacíficos fenicios que comerciaban pacíficamente). Lo más terrible es que son los más pobres, los más desamparados, quienes más sufren con estas políticas estatistas que conducen al subdesarrollo.
No es casualidad que estemos nombrando permanentemente al marco institucional (político y jurídico). La escuela Austríaca está formada en una concepción humanista, no es como otros paradigmas económicos donde la economía es una especie de física social. El economista austríaco no es una máquina de calcular, no es alguien formado en modelos matemáticos de oferta y demanda desencarnados de toda concepción política y social. Me dirán: pero eso es lo que se estudia en las universidades; les contesto, sí, así van las cosas.
Pero creo que aquí debo parar y debemos pasar a la parte de las preguntas.
P.: El intervencionismo del cual usted habla, ¿significa una simulación en el mercado de capitales?
R.: Sí, totalmente. Es más: usted puede tener todas las industrias privatizadas y, si el estado tiene en sus manos el sistema bancario (esto es, un banco central que controla a los privados) entonces no estamos en un mercado libre. No es un detalle. En la escuela Austríaca la moneda es clave. Por eso hay tantas confusiones; por eso se habla comprensiblemente de un capitalismo en crisis, porque en algunos países no hay empresas del estado y hay crisis.... Derivadas, claro, de todo este control monetario por parte del estado.
P.: No entendí bien lo del interés originario.
R.: Sí, lo tuve que decir rápido y es uno de los temas más centrales del proceso económico. Hay que aclarar bien lo de la preferencia temporal. ¿Cuál es el valor que le damos a algo en el presente? Esto es: ¿cuándo queremos consumirlo? ¿Ahora o después? Si quiero consumirlo ahora, entonces decimos que mi preferecia por el “bien presente” aumenta, y entonces para no consumirlo en el presente el valor que en el futuro tenga un bien va a tener que ser mayor. Si usted está sediento y quiere tomar ahora un vaso de agua, ¿qué valor adicional tiene que tener el vaso en el futuro para que usted no lo consuma ahora? Bien, a ese valor adicional por el bien en el futuro lo llamamos interés originario. Por eso cuando aumenta la preferencia temporal por el bien en el presente el interés originario es más alto, y si disminuye la preferencia por el bien en el presente el interés es más bajo. ¿Qué pasa, para poner otro ejemplo, si mañana es el fin del mundo? La preferencia por el bien en el presente sería total y el interés originario tendería a infinito. Ahora se entiende que cuando el estado emite moneda en el mercado de capitales y entonces el valor de la moneda baja y hay inflación, cuanta más inflación haya, ¿cómo lo voy a convencer a usted de que siga ahorrando en esa moneda inflada? No es que cambió su preferencia temporal, sino que usted va a preferir ahorrar en otra moneda o en otros bienes. Pero el caso es que la moneda de curso forzoso se usa en el circuito bancario precipitando la crisis. Ustedes saben que en este momento en la Argentina hay cuentas bimonetarias, en pesos y en dólares. Ya se estima que la cantidad ahorrada en dólares es mucho mayor. Aún hay estabilidad en los precios, pero las expectativas por la estabilidad en el futuro en cuanto a pesos son muy bajas. La demanda de pesos está bajando y el sistema no va a durar, por más millones que el estatista FMI le preste a De la Rúa para que su banco central siga vendiendo dólares y más dólares.
P.: ¿Pero cómo puede inflar la moneda un estado con estabilidad política y jurídica?
R.: Basta con un sistema legal que le permita al estado imponer el curso forzoso. En ese caso se impide la libre circulación de monedas y por ende el gobierno puede emitir moneda todo lo que quiera. No sin pésimas consecuencias, claro....
P.: Pero la pregunta es cómo inyecta el gobierno más dinero en el mercado....
R.: Hay muchos modos para eso; en el circuito bancario lo más habitual es bajando el encaje bancario. Fuera del circuito bancario, la emisión por deficit del presupuesto, directamente, es también muy habitual.... Ahora en la Argentina no se hace pero lo que se hace es endeudarse cada vez más....
P.: ¿Pero cómo se hace para aumentar la cantidad de divisas?
R.: No se preocupe por la cantidad de dinero circulante. Si se establece un mercado libre de dinero, la oferta y demanda de dinero se encargarán de su valor. Para imaginarnos esto a nivel nacional sencillamente observemos lo que pasa a nivel internacional. ¿Quién estableció que el dólar o los marcos alemanes son la mejor moneda? Por decreto, nadie. Sencillamente la demanda del mercado. Si el gobierno norteamericano infla su moneda, los dólares en el mercado internacional perderían su valor y las personas comenzarían a comerciar con otra moneda.
P.: ¿Cómo es posible que gente preparada como los del FMI sigan apoyado a los tigres asiáticos o a dictaduras....?
R.: Bueno, son universitarios, y eso a veces significa que están “aferrados a un paradigma”. Los funcionarios del FMI han salido de universidades donde la economía se estudia según un modelo positivista, un modelo de oferta y demanda con total independencia de otros factores. Ese modo de ver las cosas les produce una distorsionada visión de la realidad. Por eso todo esto que estamos haciendo es muy importante pero hasta que no se llegue a las universidades, poco se logrará.
P.: ¿Y el modelo de Friedman?
R.: Bueno, lo que habitualmente se conoce como el modelo chicagense en moneda es que el gobierno debe emitir moneda en forma proporcional al aumento de productividad global de la economía, para que de ese modo se mantenga estable el nivel general de precios..... Pero ya hemos visto que, para los austríacos, eso significa inflación. Rothbard dice muy bien que en una economía en crecimiento los precios tienden normalmente a la baja, dado el aumento en la oferta de bienes y servicios (lo cual es un aumento en el salario real). Impedir esa baja por razones exógenas al mercado es inflación. Pero es discutido que Friedman siga diciendo eso.
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Segunda clase (Martes 29-8-2000).
De igual modo que en la clase anterior, voy a hacer el esfuerzo de resumir en sólo tres puntos temas que habitualmente se dan en capítulos diferentes, a saber, moneda, por un lado, y ahorro e inversión, por el otro. Obviamente, están íntimamente relacionados; se los trata por separado por motivos didácticos. Al tratarlos sólo en tres puntos habrá incontables cuestiones que no podremos abordar, pero, como saben, el tiempo es uno de los recursos más escasos.
El primer punto dice “La moneda como mercancía”. Si bien por las películas nos hemos acostumbrado a que la palabra “mercancía” suene mal, sin embargo para la Escuela Austríaca significa otra cosa.... Significa que la moneda es una mercancía más, un bien más que, a pesar de tener una característica especial, es un bien que en el mercado tiene un valor y precio que se determinan igual que los otros bienes, esto es, de acuerdo a su utilidad marginal.
Esto fue asombroso en el momento en que el joven economista Mises, de treinta y pico de años, lo dijo allá por primera vez en 1912. Eso implicó una especie de “teoría unificada” de los bienes en el mercado, donde todos, los de consumo, producción y moneda, fueron tratados conforme a la misma ley del valor subjetivo.
¿Cuál es la diferencia entre trueque e intercambio indirecto, tema que ya suponíamos “tácito” la vez pasada? Bueno, esto se contesta con ejemplos muy sencillos. El trueque implica intercambiar una mercancía por otra. Pero esto se hace muy difícil a medida que la división del trabajo se extiende. Piensen ustedes si yo quisiera pagarles cualquier servicio que ustedes ofrezcan con, digamos, 300 clases de filosofía.... En fin, no creo que eso fuera globalmente aceptado como medio de cambio. Es por este motivo que, por un proceso espontáneo, como aclaró por primera vez Menger en 1870, las personas van descubriendo una, dos o tres mercancías que en el mercado tienen una especial capacidad para servir como intercambio indirecto. ¿Cómo podemos caracterizar al intercambio indirecto? Según aclara Mises, es un bien que no se demanda para consumir o producir otros bienes, sino para ser intercambiado por otros bienes que sí se van a destinar a consumo final o producción. Por eso es un medio de cambio “general” e “indirecto”. Como vemos la palabra “moneda” en la Escuela Austríaca, no se refiere a lo que hoy llamamos papel moneda, ni tampoco a determinado metal en especial, sino a una mercancía espontáneamente demandada como medio de intercambio general. Claro, habitualmente se demandan para ello mercancías que sean metales con cierta durabilidad y otras características, pero no es necesario que entonces siempre sean oro, plata, etc. Los que saben historia de la economía saben que la palabra “salario” tiene que ver con bolsitas de sal que eran a veces utilizadas como moneda. Lo importante es que la demanda sea no forzada y, por ende, espontánea. Esto es, por su propia naturaleza, no hay para la moneda nadie que coactivamente ordene que tiene que ser tal o cual bien. Claro, me dirán ustedes, ¡pero si habitualmente es así! Sí, claro, y así de mal están las cosas, y esto es clave y distintivo en la Escuela Austríaca.
Lo que queremos decir es que no es que la Escuela Austríaca “diga” que la moneda debe ser libre, sino que “es” así, y cuando se intenta coaccionar el sistema, se originan todos los fenómenos que trataremos después: inflación, ciclos económicos, etc. Pero el mejor ejemplo, para visualizarlo, es el mercado internacional de monedas, donde aún, afortunadamente, no hay ningún estado que ordene qué moneda vale más. Entonces naturalmente surgen las divisas que más valor tienen, y si alguna deja de ser demandada, deja de tener valor y ninguno de ustedes está obligado comerciar con esa moneda. Este es el mejor ejemplo que en la realidad actual tenemos para ver qué significa la moneda como “libremente demandada por las personas”.
Ahora bien, como dije antes, hay ejemplos históricos de bienes que han sido clásicamente demandados como moneda: el oro, la plata, etc. Esto nos lleva al tema de los sustitutos monetarios. Por un proceso de descubrimiento, como es el mercado, las personas en que trasladar consigo esos metales era complicado y peligroso. Consiguientemente se comenzaron a ofrecer, como servicios, casas que guardan el oro o lo que fuere y daban a cambio un recibo de depósito. Esos fueron los primeros billetes. Esto abre la exposición a un tema muy largo que no vamos a tratar dada la síntesis que estoy haciendo, que es el tema de la evolución de todo el sistema monetario a partir de este comienzo. Para la Escuela Austríaca no hubo un punto de evolución, sino de involución, que es el que estamos ahora: la confiscación estatal de todo patrón metálico y la imposición del papel moneda como “curso forzoso”. Esto es, todo lo que vivimos hoy: un banco central estatal que regula la oferta monetaria y un estado que obliga coactivamente a comerciar con tal o cual papel moneda. Todos ustedes me dirán: ¿y qué tiene eso de raro? De raro, nada; de dañino, mucho. Esto es lo que la escuela Austríaca llama “intervencionismo monetario”, cuyos efectos estudiaremos después.
Ahora bien: ¿cómo se determina el valor de la moneda en el mercado? Pues dado que la moneda es una mercancía, de acuerdo a la ley de utilidad marginal. Y eso implica una demanda y una oferta de dinero. Este tema es muy largo, pero lo importante es visualizar aquí que el valor de cada unidad monetaria, su utilidad marginal, será menor en términos relativos cuanto mayor sea su oferta. Cuando el sistema monetario es libre, la oferta de dinero no puede aumentar por sobre el límite de utilización que la demanda de dinero establece. Porque, en ese caso, el mercado, esto es, las personas, espontáneamente sustituyen esa moneda por otra, sencillamente porque esa moneda ha dejado de ser tal, esto es, ya no sirve como medio de intercambio general. Supongamos que en EEUU del siglo XVIII hubiera aumentado tanto la oferta de oro que su valor en el mercado hubiera sido muy poco en comparación con la plata. Bien, en ese caso, al valer tan poco cada onza de oro, éste habría sido sustituido por la plata. Es lo mismo que si yo dijera a alguien en este momento: “te pago con esta hojita de papel”. En un sistema monetario libre eso no sería dinero falso. Sería sencillamente mi propuesta. Nada inmoral ni ilegal. Sencillamente habría que ver qué aceptación tiene mi propuesta....
Entonces, ¿qué es lo que garantiza que en un mercado libre la moneda no pueda bajar por debajo de su demanda? Que, dado que el sistema es libre, se sustituye a la moneda que baja de valor. La inflación es posible precisamente cuando se obliga a comerciar con tal o cual moneda. Pero eso lo veremos en el punto 2.
Alguna pregunta aclaratoria hasta ahora?
P. ¿Y la hiperinflación?....
R.: Bueno, ya lo veremos, pero en esas situaciones la Escuela Austríaca habla de “huída hacia valores reales”, lo que significa que, a pesar del curso forzoso, las personas defienden lo poco de propiedad que les queda desprendiéndose totalmente de la moneda “oficial”. Tierras, cigarrillos, aparatos eléctricos, de todo, como sucedió en Alemania en 1923. Los no austriacos ven eso como una involución. Quieren volver a “ordenar”, “oficializar” al sistema monetario. Y los austríacos dicen: no, ese supuesto orden es un desorden. Si lo quiere ordenar, déjelo en libertad. Deje que las personas decidan el patrón monetario para que no pueda haber más inflación ni hiperinflación.
Con lo cual ya hemos entrado en el punto dos.
La intervención del estado en la moneda es el sistema que mundialmente hoy se practica. El gobierno, de muchas maneras, puede confiscar la circulación de oro y plata y estatizar el sistema bancario, dejando sólo bancos privados que deben actuar bajo las órdenes de un banco central estatal. Esto es coherente con el estatismo en general, porque, si el estado interfiere globalmente en la economía, debe controlar la moneda. Es tan coherente como nefasto.
Porque, aunque lo que voy a decir sea asombroso, controlar la oferta monetaria “es” inflación. Para la escuela austriaca la inflación no es simplemente aumento en el nivel de precios. Es una baja en el valor de cada unidad monetaria por razones exógenas al mercado. Hay que subrayar esta última parte: por razones exógenas. En un mercado libre, cualquier moneda puede perder valor, pero, como dijimos, es sustituída. Pero con la moneda obligatoria, de curso legal, el gobierno puede seguir aumentando la oferta monetaria dado que está legalmente prohibido cambiar de moneda. Y por eso el valor de la moneda baja, y baja, y baja..... Y usted no tiene nada que hacer. Eso es la inflación. Usted se ve obligado a comerciar con papel moneda que vale cada vez menos y por eso cada vez son más la cantidad de billetes que tiene que dar por cada producto.
Para entender esto hay que entender la relación bienes/dinero. Vamos a suponer que la economía marcha bien y las inversiones aumentan y consiguientemente la oferta de bienes y servicios en el mercado también. Al aumentar la oferta de bienes y servicios, la oferta de dinero, la “cantidad” de dinero, en relación al aumento de bienes, es menor, y al ser menor la oferta de dinero, el valor del dinero aumenta y por ende los precios de los bienes y servicios tienden a bajar. Pero vamos a suponer que el banco central norteamericano aumenta la oferta de dinero en forma proporcional al aumento de bienes y servicios. En ese caso, de acuerdo a lo que acabamos de decir, el nivel de precios, en general, tenderá e permanecer estable. Nadie se daría cuenta de lo que está pasando. Porque si no hubiera sido por ese aumento “estatal” de oferta monetaria, los precios, naturalmente, hubieran bajado. Entonces lo que hubo es inflación. Esto es, el nivel de precios se mantuvo estable, pero sin la intervención del estado hubiera bajado. Y eso es la inflación: el valor del dinero bajó por razones exógenas al mercado. Nadie se dio cuenta porque el aumento estatal de oferta monetaria fue más o menos proporcional al aumento de bienes y servicios.
Vuelvo a reiterar que en un mercado libre, si aumentara la oferta monetaria de los dos o tres patrones metálicos que libremente se estén utilizando, la competencia entre ellos haría imposible la inflación. Si estamos en Italia comerciando con liras, y éstas bajan su valor en el mercado internacional de divisas, podemos comerciar con francos suizos, marcos alemanes, libras inglesas o dólares.
Pero eso es “otro planeta”. Lamentablemente el caso habitual, y sobre todo en Latinoamérica, donde la oferta de bienes y servicios es tan limitada, es que el gobierno quiera solucionar ese problema con la inflación. Eso es olvidar el tema básico de la escasez. En Latinoamérica hay una indignante pobreza generalizada y se la quiere solucionar muchas veces mágicamente emitiendo billetes, como si éstos fueran maná del cielo. Muchos razonan así: si aumentamos la oferta de dinero, la gente va a consumir más y la economía se va a reactivar. Pero, aunque aún no lo hemos visto, para reactivar la economía hace falta ahorro. Si no hay ahorro previo, por más dinero que se “inyecte” en el mercado, el efecto no va a ser que aumente la cantidad de bienes y servicios, sino que los precios de éstos van a comenzar a subir, porque la oferta de dinero ha aumentado y la demanda de bienes y servicios va aumentando progresivamente de unos sectores a otros. Sí, la gente tiene más capacidad de compra, pero eso lo único que produce son mayores precios, no mayores inversiones. La escasez sigue sin entenderse. ¿Cuántas mesas hay acá? Una, dos tres..... Como mucho. Vamos a suponer que todos ustedes (que son más) quieren mesas. Para eso, hay que ahorrar, invertir, y fabricar mesas. No es fácil. Pero lo fácil es que yo diga un discurso y prometa: cuando yo llegue al gobierno voy a aumentar todos sus sueldos un 100%. Y llego, y lo hago con emisión monetaria. Entonces todos ustedes “se lanzan” contentos a comprar las dos o tres mesas que hay acá. ¿Qué va a suceder? Muchas cosas. Lo primero es que el precio de las mesas va a subir en forma terrible. Puede suceder que el dueño de las mesas sea un santo y quiera regalar las mesas, pero sólo podrá regalar las tres que hay. O puede ser que el gobierno quiera confiscar las mesas y repartirlas entre los pobres. ¡Magnífico!, premio Nobel de la paz para ese gobierno. Simplemente va a poder repartir cientos de pedacitos de mesas. Entonces va a protestar contra el capitalismo salvaje y va a pedir prestado a los países capitalistas. Y el fondo monetario le prestará para que siga gastando plata. La deuda externa crece y las inversiones no aumentan. ¿Les hace acordar a algo?.....
O al revés y más sofisticado: no les va a aumentar los sueldos pero sí los impuestos, con los cuales supuestamente se van a hacer más mesas.... Pero claro, cuanto más altos son los impuestos, menos inversiones hay, menos se recauda y de vuelta hay que pedirle prestado al Fondo Monetario y endeudarse de vuelta.... ¿Les hace acordar a algo?
Todas estas cuestiones nos muestran lo dramático que es no entender el drama de la escasez. Lo que “no” hay no se puede cubrir emitiendo dinero. No entender esto es una de las más importantes y dramáticas causas de la miseria de los pueblos subdesarrollados.
Sigamos con los efectos de la inflación. Un efecto es que distorsiona la estructura de precios relativos. Esto lo explica muy bien Mises y en nuestro medio Cachanosky lo ha sintetizado perfectamente. Alterar la estructura de precios relativos significa que los precios ya no son los mismos que hubieran sido sin inflación (por eso “relativos”: en relación a los precios no distorsionados por la inflación). ¿Y cuál es el problema? Dos problemas, y muy graves. En primer lugar, debemos tener en cuenta que los precios de mercado, no distorsionados por ningún factor exógeno, son los que permiten “apostar” la mejor combinación de factores de producción para obtener rentabilidad y por consiguiente un buen servicio al consumidor. Y, distorsionados los precios por la inflación, ello es ya más imperfecto de lo que aún es (con esto vemos un buen ejemplo de lo que vimos el martes pasado: las intervenciones del estado para mejorar al mercado sencillamente lo empeoran).
En segundo lugar, la demanda de bienes y servicios, estimulada artificialmente por la emisión de moneda, se va extendiendo gradualmente de los primeros que reciben la emisión hasta los últimos. Precios y salarios no suben por ende proporcionalmente: las personas de menores recursos y reciben un salario real menor con el cual van al mercado con precios ya inflados, y los pequeños ahorristas ven sus ahorros reducidos en su valor.
Bien, esos son los dos aspectos del primer efecto de la inflación: distorsión en los precios relativos. No es poco. Pero está aún el segundo y el que yo considero el más devastador. Dado que en una economía monetaria los ahorros se expresan (aunque no “son”) en dinero, con la inflación las personas tienden a retirar sus ahorros del circuito bancario. (Ya en la Argentina en estos momentos se está ahorrando más en dólares que en pesos, lo que muestra que la paridad uno a uno es un engaño). Pero al disminuir el ahorro en el mercado de capitales, disminuye, como veremos después, la cantidad de inversiones. Lo cual significa una menor oferta de bienes y servicios, una menor demanda de trabajo, y una consiguiente baja en el salario real. Todo lo cual, a largo plazo, implica una sola y terrible palabra: subdesarrollo.
Por eso en los países latinoamericanos, ya subdesarrollados, la inflación ha tenido efectos devastadores, pues ha agravado aún más la situación. Y en países como la Argentina prácticamente ha sido una de las causas principales de su subdesarrollo a partir de la década del 40.
Vemos por ende que la pobreza y la miseria, de la cual siempre se acusa al “capitalismo”, es producida –entre muchas cosas- por la invasión del gobierno en el mercado monetario, produciendo inflación y, con ello, una baja en la tasa de ahorro y consiguientemente en las inversiones que produce toda la pobreza consecuente. Hay menos demanda de trabajo, el salario real, y las oportunidades de progreso, de salud, de educación y seguridad social son menores para todos. Y, nuevamente, toda esta abyecta pobreza, fruto de décadas y décadas de desordenes monetarios (a lo cual hay que agregar la estatización general de los servicios, los impuestos a la renta, las regulaciones al mercado, la inseguridad jurídica y la inestabilidad política) es consecuencia, a su vez, de ignorar o querer evitar “mágicamente” el problema de la escasez. No se puede mitigar el problema de la escasez emitiendo moneda. Sólo se produce más escasez. Lo único que puede aliviar el siempre presente problema de la escasez es el ahorro, tema importantísimo que no vimos aún.
Sin embargo, estamos haciendo quedar muy mal a los que piensan distinto, y no es así. No es que ellos piensan que la riqueza sale mágicamente de los billetes, sino que la mayoría de ellos están influenciados por una de las obras de economía más importantes de este siglo, la Teoría General del Dinero, la Moneda y el Crédito que escribe Lord Keynes en 1936. Allí sostiene este gran economista británico que el capitalismo tiene una insuficiencia crónica de ahorro que tiene que ser sustituida por una política de expansión crediticia y obras públicas por parte del estado, y, en la medida que la emisión haya frenado la recesión y la desocupación, en esa misma medida debe frenarse la expansión crediticia y si hubo un alza en los precios no es inflación.
Obviamente los economistas que están convencidos de esto van a recomendar a los gobernantes medidas de expansión crediticia.
Hayek era amigo de Keynes y trató de convencerlo, en vano, de que sus teorías no tenían en cuanta a la teoría austríaca del ciclo económico, que ya veremos. Muchos austríacos le criticaron a Hayek no haber sido más severo para con su amigo, pero hay que tener en cuenta que Hayek estaba convencido de que el libro de Keynes no iba a tener ninguna llegada. Además, Keynes mismo le dijo a Hayek que él iba a frenar las exageraciones de sus discípulos si era necesario, pero unos meses después murió.
En mi opinión el punto clave en esta discusión Keynes-Hayek es la teoría austríaca del ciclo económico, esto es, cómo se originan los ciclos de auge y recesión en la economía. Para los austríacos el ciclo comienza justamente por lo que los keynesianos llaman políticas anticíclicas: la expansión crediticia por parte del estado. Ustedes dirán: ¿cómo puede ser que se piense radicalmente tan distinto? Bueno, todo es derivado de lo que vimos en la clase uno: los austríacos tienen un planteo radicalmente distinto del proceso de mercado que luego se traslada a las cuestiones monetarias y crediticias. Lo que razonablemente se considera un “pequeño” control por parte del estado a un mercado imperfecto, los austríacos lo ven como aquello que lo desordena más. Y en el mercado monetario y crediticio las cosas no son distintas.
Por eso ha llegado el momento de ver el punto tres, a saber, el ahorro, la inversión, la formación de capital y el ciclo económico.
Vamos a utilizar un ejemplo que ya se ha hecho clásico. Vamos a imaginarnos a Robinson Crusoe en su isla. Es un buen ejemplo porque nos hace ver claramente aquello con lo que ya los tengo cansados, esto es, la escasez.
¿Qué puede hacer Robinson en tan precaria situación? Acaba de llegar y carece de casi todo. Vamos a suponer que quiere (lo cual no es moralmente obligatorio) mejorar su situación material. Su día tiene 24 horas. Puede dedicar 16 horas a recoger frutos de los árboles y las otras 8 horas al descanso. Bueno, podrá comer y dormir, pero aún así su situación es precaria en relación a sus fines. Quiere aumentar su nivel de vida. Pero allí es claro que los bienes que él quiere no salen mágicamente de la naturaleza. Para aumentar su nivel de vida tiene que trabajar. Si dispusiera de una herramienta que le permitiera bajar frutas de los árboles más rápido, podría consumir lo mismo y, al mismo tiempo, ponerse a buscar madera para una casa. Pero para eso tiene que ahorrar. Esto es, debe abstenerse de consumir y/o descansar algo. Digamos que usa 10 hs de las que antes usaba para consumir frutas. Con ese tiempo puede fabricar la herramienta, pero consume menos. Esa abstención de consumo presente es el ahorro. Pero se hace con un motivo: poder consumir más en el futuro. Para ello utiliza ese ahorro para fabricar esa herramienta. Esa utilización del ahorro para fabricar bienes de capital se llamar inversión. Y ese ahorro y consiguiente inversión se hacen por un valor adicional en el futuro (el mayor consumo de frutas y una posible casa) que compensan la espera y el “sacrificio” del presente. Ese valor adicional en el futuro, por el cual ahorramos, se llama interés originario.
Esto que acabamos de decir, aunque parezca sencillo, es clave. Allí vemos cómo se sale de la escasez. La mayor productividad no ha salido de la nada, sino de un acto de abstención de consumo que se invierte en la fabricación de un bien de capital que aumenta la productividad (producir más en menos tiempo) y eso se hace por un valor en el futuro, que es el interés originario. Eso es llamado, por los austríacos, ley de preferencia temporal. Cuando mayor sea el valor que le damos a los bienes en el presente, el valor adicional en el futuro, para “convencernos” de ahorrar, será mayor. En cambio, cuanto mayor sea nuestra preferencia por los bienes en el futuro, el valor adicional para “convencernos” de ahorrar será menor. El ahorro será mayor y el interés originario tenderá a ser más bajo.
Esta es la clave del desarrollo, del aumento del nivel de vida. Lamento haber sido tan sintético; me parece un insulto a los volúmenes y volúmenes que los austríacos han escrito para esto, pero mi función en este caso es didáctica: resumirlo para que se comprenda. La pobreza de nuestros semejantes tiene muchas causas, entre ellas, que no comprendemos que el ahorro es necesario y suponemos que un “gobernante bueno” va a solucionar la pobreza sin este proceso de ahorro.
Esta introducción del factor “tiempo” para explicar la producción de nuevos bienes de capital, que son la clave de la productividad, es típica de la escuela austríaca. Ustedes me dirán: ¿y los bancos? Bueno, para es que debemos trasladar el tema al marco social, con una economía monetaria como la que ya hemos explicado.
En una economía como la actual, donde el ahorro se expresa (¡pero no es!) en moneda y en el circuito bancario, el ahorro significa que nos abstenemos de consumo presente, y una parte del dinero que hubiéramos gastado lo destinamos al ahorro (en cajas de ahorro, cuentas corrientes, etc.). Esa es la oferta de ahorro, o, también, “oferta de bienes futuros”. Hay también una demanda de esos bienes futuros, esto es, una demanda de ahorros, la inversión, que es la utilización de esos ahorros para fabricar nuevos bienes de capital (todas las “herramientas” que se utilizan en fábricas y elementos de empresas de servicios: si usted tiene una lavandería y pide un crédito para comprar nuevas máquinas está invirtiendo). Y esa oferta y demanda de bienes futuros, esa oferta y demanda de ahorro se encuentran a través de la tasa de interés de mercado, que se llama “bruta” porque incluye el factor riesgo (siempre presente, como vimos, en todo proceso de mercado) y el valor adquisitivo de la moneda (usted no ahorraría en pesos si los pesos no valieran nada o tuviera expectativas de devaluación, que es lo que ya está pasando).
Entonces hemos descubierto algo clave: para que aumenten las inversiones, y todo lo que ello implica (más demanda de trabajo, mayor salario real, más bienes y servicios) hay que aumentar el ahorro. Y el ahorro..... ¡No es dinero! Se “expresa” en dinero, pero si el dinero que usted utiliza no vale nada usted sigue ahorrando pero en otras cosas. Para que el ahorro aumente debe haber muchas condiciones: estabilidad política y jurídica, y una que hemos visto ya, esto es, que no haya inflación.
¿Vemos ahora un poquito más las causas de la pobreza de tantas regiones del mundo? Guerras, inestabilidad política, y si a eso sumamos el estatismo y la inflación..... ¿Cómo va aumentar el ahorro en el circuito bancario en esas condiciones? Pero el problema es que después se dice que la pobreza es causada por el “capitalismo”. ¿Qué capitalismo? Yo no lo veo. ¿Quién es el ciego, yo o los que critican al capitalismo? Yo lo que veo es estatismo: empresas privadas protegidas por el estado, regulaciones, impuestos muy elevados, inflación, nacionalismos que como bien dice Mises terminan en terribles guerras.....Bancos mundiales y fondos monetarios internacionales que prestan a gobiernos para que sigan con su estatismo.... ¿Qué tiene que ver todo eso con el mercado libre? Estoy dispuesto a que se me refute, pero esto es más difícil de lo que parece. Si hay algún colega aquí, esto se trata de una radical diferencia de interpretación del mundo.....
Estamos en condiciones también de ver ahora el origen de las crisis cíclicas, como la que en gran proporción sucedió en EEUU en 1929, pero siguen sucediendo ahora. Lo que vamos a explicar ahora es la esencia de la teoría austríaca del ciclo económico. El gobierno, con la intención de que bajen las tasas de interés, emite moneda en el mercado de capitales, esto es, la oferta y demanda de ahorros que se expresa en el circuito bancario. Al principio ese dinero, que “simula” ser ahorro, hace que las tasas de interés tiendan a la baja. Los inversionistas, alentados por ello, toman nuevos créditos para encarar proyectos que, sin esa baja artificial del interés, no hubieran realizado. Pero este “engaño”, esta “simulación de mayor ahorro” queda a la vista apenas cesa la emisión monetaria (expansión crediticia). Se ve entonces la real cantidad de ahorro, porque la tasa de interés sube y los nuevos proyectos que habían sido comenzados ya no pueden seguir. Es allí cuando se produce la quiebra de esos proyectos y la desocupación consecuente, la “recesión”.
A pesar de que estamos sintetizando mucho, no quiero dejar de destacar que otra vez tenemos un dramático ejemplo de “cómo aumentar los errores en el mercado” por la intervención del gobierno. El empresario siempre tiene difíciles decisiones que tomar. “¿Tomo este crédito o no?”. Hay miles de variables que tiene que considerar; vimos en la clase uno que quien se equivoca menos es el que permanece en el mercado. Pero hay una variable fundamental: la tasa de interés. Si la falseamos, si engañamos al empresario haciéndole creer que la tasa de ahorro es mayor, se multiplican enormemente los errores en la evaluación de proyectos de inversión y esa es la fase potencial de la crisis.
Y, otra vez, la siempre permanente escasez. Si la tasa de ahorro es poca, las tasas de interés serán altas y las posibilidades de inversión, menores. ¿Qué hacer frente a ello? Magia, no. No se puede aumentar la tasa de ahorro emitiendo moneda. En una economía monetaria y bancaria el ahorro se expresa en dinero pero no es dinero. El ahorro es abstención de consumo. Si queremos aumentar la tasa de ahorro, no queda más que aplicar las condiciones políticas y jurídicas de un mercado libre que aumenten las posibilidades de ahorro en el mercado. ¡No hay otro camino! Esto les muestra, además, por qué la economía no es una ciencia separada del resto de las consideraciones sociales. ¿Cómo lograr la estabilidad política, la paz, todo aquello que implique confianza a largo plazo y por ende mayores condiciones de ahorro? Ah, ahí se me acabaron las respuestas rápidas. ¡Pero al menos no con los dictadorzuelos latinoamericanos, ya electos o militares! Es necesaria una revisión total y completa de nuestras costumbres autoritarias y militaristas. No me quiero ir de tema, pero no es casualidad que Mises haya hecho de sus críticas al nacionalismo militarista uno de sus temas clásicos.
Pero no puedo concluir esta apretada síntesis sin comentar una obvia pregunta. Me van a decir que yo dije que cuando cesa la expansión crediticia, entonces..... ¿Y si no cesa? ¿Y si el gobierno sigue emitiendo moneda? Bueno, aunque no se puede hacer ninguna predicción cuantitativa, lo que se puede decir es que ese proceso no puede durar para siempre. ¿Por qué? Por algo que en cierta medida ya explicamos. Si la expansión crediticia sigue, la inflación va aumentando. Cuanto más alta es la inflación, la demanda de dinero es cada vez más baja, esto es, la gente tiende a desprenderse de la moneda inflada cambiándola por cosas que tengan valor real (y de ese modo también se ahorra). Eso es lo que se llama “huída hacia los valores reales”. En la Argentina ha pasado muchas veces: la gente compra antes de que al día siguiente esté más caro. Claro, esto dura hasta que al final se produce el colapso total del sistema bancario, por más que los gobiernos signa hablando de la crisis del capitalismo global.... Y es ahí cuando las depresiones son más graves (como EEUU 1929, Alemania 1923, etc.). Es aquí cuando los economistas austríacos, sobre todo desde la obra de Mises en 1912, han dicho: jamás comenzar la expansión crediticia, y si se comienza, pararla inmediatamente. Sin dilaciones. Cesar la expansión crediticia es como parar de drogarse. El enfermo se siente mal, pero si sigue tomando la droga se morirá. Claro que va a haber quiebras de empresas y desocupación, pero eso fue causado por el intervensionismo. Además, como veremos la próxima clase, la desocupación será menor en la medida en que más rápidamente se restablezcan las condiciones de un mercado libre.
Además, se cumple una vez más con esto la “ley general del intervencionismo”: toda intervención genera los efectos contrarios a los que se buscaba. Se buscaba bajar la tasa de interés y aumentar las inversiones, y lo que se logra es subirlas y hacer colapsar a todas las inversiones que habían comenzado. Los economistas austríacos parecen los malos de la película porque al proponer que cese la expansión creditica, entonces comienza la fase de recesión.... Con ello estamos simplemente destapando la olla y evitando que la recesión potencial futura sea peor. Frenar la expansión crediticia no es la causa de la crisis; la causa es la expansión; frenarla, es comenzar a curarla. Los chicos malos son los que parecían muy buenos aumentando la emisión monetaria en el circuito bancario y pretendiendo hacer como si la escasez no existiera. Como ya dije una vez, ¿quién creen algunos que es el estado? ¿Jesús en la bodas de Caná? ¡Y después algunos se burlan del cristianismo! Es mucho más racional creer en la multiplicación del vino por parte de Dios que en el estado multiplicando las inversiones de la nada....
Pero no, no y no: no se puede aumentar de la nada la cantidad de bienes y servicios. Fíjense, simplemente, la cantidad de bienes y servicios que hay en este salón. Fíjense en las sillas, las mesas, el edificio, los grabadores, la luz eléctrica..... Todo eso demanda grandes inversiones y bienes de capital. Estamos casi literalmente “sentados” sobre incontables actos cotidianos de ahorro. Lograr eso es muy difícil. Ya lo dijimos. Lo que es fácil es destruir eso de un día para otro. Todas esas complejísimas condiciones jurídicas, políticas y económicas se pueden destruir fácilmente con inflación, con impuestos confiscatorios, con inestabilidad política y con guerras que sólo alimentan las ansias de militares y pueblos formados culturalmente en supuestas glorias espartanas (mientras sólo hay burlas y desprecio para con los pacíficos fenicios que comerciaban pacíficamente). Lo más terrible es que son los más pobres, los más desamparados, quienes más sufren con estas políticas estatistas que conducen al subdesarrollo.
No es casualidad que estemos nombrando permanentemente al marco institucional (político y jurídico). La escuela Austríaca está formada en una concepción humanista, no es como otros paradigmas económicos donde la economía es una especie de física social. El economista austríaco no es una máquina de calcular, no es alguien formado en modelos matemáticos de oferta y demanda desencarnados de toda concepción política y social. Me dirán: pero eso es lo que se estudia en las universidades; les contesto, sí, así van las cosas.
Pero creo que aquí debo parar y debemos pasar a la parte de las preguntas.
P.: El intervencionismo del cual usted habla, ¿significa una simulación en el mercado de capitales?
R.: Sí, totalmente. Es más: usted puede tener todas las industrias privatizadas y, si el estado tiene en sus manos el sistema bancario (esto es, un banco central que controla a los privados) entonces no estamos en un mercado libre. No es un detalle. En la escuela Austríaca la moneda es clave. Por eso hay tantas confusiones; por eso se habla comprensiblemente de un capitalismo en crisis, porque en algunos países no hay empresas del estado y hay crisis.... Derivadas, claro, de todo este control monetario por parte del estado.
P.: No entendí bien lo del interés originario.
R.: Sí, lo tuve que decir rápido y es uno de los temas más centrales del proceso económico. Hay que aclarar bien lo de la preferencia temporal. ¿Cuál es el valor que le damos a algo en el presente? Esto es: ¿cuándo queremos consumirlo? ¿Ahora o después? Si quiero consumirlo ahora, entonces decimos que mi preferecia por el “bien presente” aumenta, y entonces para no consumirlo en el presente el valor que en el futuro tenga un bien va a tener que ser mayor. Si usted está sediento y quiere tomar ahora un vaso de agua, ¿qué valor adicional tiene que tener el vaso en el futuro para que usted no lo consuma ahora? Bien, a ese valor adicional por el bien en el futuro lo llamamos interés originario. Por eso cuando aumenta la preferencia temporal por el bien en el presente el interés originario es más alto, y si disminuye la preferencia por el bien en el presente el interés es más bajo. ¿Qué pasa, para poner otro ejemplo, si mañana es el fin del mundo? La preferencia por el bien en el presente sería total y el interés originario tendería a infinito. Ahora se entiende que cuando el estado emite moneda en el mercado de capitales y entonces el valor de la moneda baja y hay inflación, cuanta más inflación haya, ¿cómo lo voy a convencer a usted de que siga ahorrando en esa moneda inflada? No es que cambió su preferencia temporal, sino que usted va a preferir ahorrar en otra moneda o en otros bienes. Pero el caso es que la moneda de curso forzoso se usa en el circuito bancario precipitando la crisis. Ustedes saben que en este momento en la Argentina hay cuentas bimonetarias, en pesos y en dólares. Ya se estima que la cantidad ahorrada en dólares es mucho mayor. Aún hay estabilidad en los precios, pero las expectativas por la estabilidad en el futuro en cuanto a pesos son muy bajas. La demanda de pesos está bajando y el sistema no va a durar, por más millones que el estatista FMI le preste a De la Rúa para que su banco central siga vendiendo dólares y más dólares.
P.: ¿Pero cómo puede inflar la moneda un estado con estabilidad política y jurídica?
R.: Basta con un sistema legal que le permita al estado imponer el curso forzoso. En ese caso se impide la libre circulación de monedas y por ende el gobierno puede emitir moneda todo lo que quiera. No sin pésimas consecuencias, claro....
P.: Pero la pregunta es cómo inyecta el gobierno más dinero en el mercado....
R.: Hay muchos modos para eso; en el circuito bancario lo más habitual es bajando el encaje bancario. Fuera del circuito bancario, la emisión por deficit del presupuesto, directamente, es también muy habitual.... Ahora en la Argentina no se hace pero lo que se hace es endeudarse cada vez más....
P.: ¿Pero cómo se hace para aumentar la cantidad de divisas?
R.: No se preocupe por la cantidad de dinero circulante. Si se establece un mercado libre de dinero, la oferta y demanda de dinero se encargarán de su valor. Para imaginarnos esto a nivel nacional sencillamente observemos lo que pasa a nivel internacional. ¿Quién estableció que el dólar o los marcos alemanes son la mejor moneda? Por decreto, nadie. Sencillamente la demanda del mercado. Si el gobierno norteamericano infla su moneda, los dólares en el mercado internacional perderían su valor y las personas comenzarían a comerciar con otra moneda.
P.: ¿Cómo es posible que gente preparada como los del FMI sigan apoyado a los tigres asiáticos o a dictaduras....?
R.: Bueno, son universitarios, y eso a veces significa que están “aferrados a un paradigma”. Los funcionarios del FMI han salido de universidades donde la economía se estudia según un modelo positivista, un modelo de oferta y demanda con total independencia de otros factores. Ese modo de ver las cosas les produce una distorsionada visión de la realidad. Por eso todo esto que estamos haciendo es muy importante pero hasta que no se llegue a las universidades, poco se logrará.
P.: ¿Y el modelo de Friedman?
R.: Bueno, lo que habitualmente se conoce como el modelo chicagense en moneda es que el gobierno debe emitir moneda en forma proporcional al aumento de productividad global de la economía, para que de ese modo se mantenga estable el nivel general de precios..... Pero ya hemos visto que, para los austríacos, eso significa inflación. Rothbard dice muy bien que en una economía en crecimiento los precios tienden normalmente a la baja, dado el aumento en la oferta de bienes y servicios (lo cual es un aumento en el salario real). Impedir esa baja por razones exógenas al mercado es inflación. Pero es discutido que Friedman siga diciendo eso.