He leído con entusiasmo los comentarios a mi “sueño”, y, la verdad, los agradezco porque, de algún modo, ayudaron a que no me pasara lo que a Kant con Hume. No he tenido que despertar de ningún sueño dogmático :-))
Es en función de estos comentarios que considero necesarias algunas aclaraciones adicionales.
En primer lugar, a veces puede parecer utópico el comportamiento que mi sueño presupone de alumnos y profesores. En principio no es así, por la simple cuestión de los incentivos normales a los cuales responde una naturaleza humana normal, tema muy tratado por los filósofos del iluminismo escocés (Hume, Smith, Ferguson). La clave de lo que propongo es un sistema: un departamento de investigaciones con debate crítico. Ese sistema (la crítica) no garantiza la buena onda, la buena voluntad ni la santidad. Es un incentivo ante el cual dejarán sencillamente de participar tanto alumnos que se sientan cómodos con sistemas memorísticos (el aprendizaje incluye la memoria, pero no al revés) y profesores a quienes desagraden dos horas de consulta sometidos a preguntas inteligentes que deben responder y que se les paga por responder (responder, claro, es igual a intentar ayudar, no a “dar información”). Todos podrán tener un mal día, pero el sistema tiene suficientes incentivos como para funcionar con gente normal. Yo lo habité (en el sentido heideggeriano de “habitar”) en el Departamento de Investigaciones de ESEADE, de 1984 a 1990. Eramos todos normalitos. Después de esos 6 años fui a mi examen de doctorado más o menos como a conversar descansadamente unas dos horitas. Lo único que me asustó fue cuando Mons. Derisi se puso a hacer chistes en Latín… :-))
El tema de los títulos, claramente visto por Mary White, sí, no convierte a mi sueño en utópico, pero sí en legal y culturalmente imposible por ahora, al menos a nivel macro. Mucho tendría que cambiar, a nivel de libertad de enseñanza; mucho tendría que transformarse para que una burocracia estatal globalizada dejara de asesinar todas las iniciativas educativas que no pasen por los modernos inquisidores (peor que los medievales, según Feyerabend), los funcionarios de ministerios, secretarías y otros civilizados nombres que el soviet de la razón instrumental totalitaria ha adquirido últimamente. Pero se podrían aprovechar algunos resquicios, que por suerte se le han escapado al soviet. Guatemala, por ejemplo, tiene una peculiar libertad de enseñanza, aún (posiblemente al soviet mundial “se le escapó”). En la UFM, por ejemplo, una facultad de filosofía como la que propongo sería perfectamente posible. Con dos años más en cualquiera de los masters que ya tienen, con reconocimiento internacional, no habría demasiado problema. Sus alumnos, sí, tendrían que soportar ser discriminados por los “licenciados” en otros lugares, pero con su título de master y otro doctorado en otra cosa saldrían adelante. Y poco a poco, harían una diferencia, porque esa formación humanística, creativa y crítica de esos 4 años iniciales se advertirían necesariamente. Lo que quiero decir es: aún quedan blancos, que el negro del soviet no pudo ver, por dónde trabajar. No tal vez en Europa, pero sí tal vez en algún lugar de EEUU o Centroamérica.
Por lo demás, me resultó conmovedor ver a MS (de Baso) situado a mi izquierda (fíjense la reacción, qué interesante: no lo conocen, pero MS es una de las personas de conciente intelectual más alto que he visto en toda mi vida) y también me resultaron conmovedores los testimonios de Juani, que considero esenciales más que accidentales…
Curiosamente un tema que salió poco es el de los recursos. Tal vez porque todos saben que cuando hay decisión y convicción, los recursos aparecen. Lo que falta es lo primero. Los incontables millones y millones que se gastan en edificios y en proyectos dentro del sistema existente, dentro de soviet, son un horror. Todo para nada, todo para seguir generado fábricas de autómatas, pero, eso sí, con un lindo edificio y un título firmado por los soviets más bonitos.
Déjenme darles un ejemplo de una buena utilización de recursos. Mary lo conoce. Liberty Fund es un sistema educativo totalmente fuera de cualquier soviet. Fundado por Pierre Goodrich, un ultramillonario norteamericano (como estoy escribiendo este blog en Argentina, quiero aclarar que “ultramillonario” es un honor), el sistema consiste en reuniones donde durante 3 días se debaten textos clásicos previamente estudiados. No hay un conferencista principal, sólo un director del debate. Y a las personas se les paga por asistir. Lo que se estudia y se aprende, en estas “Liberty Fund Conferences”, de temas diversos, es impresionante. Nada que ver con esos congresos aburridos de ponencias sabiondas y soberbias. No es lo mismo que lo que yo propongo pero fíjense que hay un espíritu similar. Y los recursos destinados por año a estas conferencias superan de modo inimaginable al humilde edificio y a los honorables sueldos que mis 10 o 20 profesores necesitarían por año, más las becas para alumnos, más biblioteca y etc. (café… :-)) incluídos. O sea que poder hacerse, se puede. No hay ninguna imposibilidad financiera. Sólo falta convicción. Nada más. Ni nada menos.
Por último, ¿psicólogos para qué? Es que no se puede evaluar un aprendizaje como el que propongo (discúlpenme: o sea, el aprendizaje) sin evaluar a la persona en su conjunto, sin ayudarla en su conjunto. El aprendizaje es madurez. NO es incorporar información. Para eso están las computadoras. Para aprender, crear y tener racionalidad crítica (o sea: racionalidad…) están los seres humanos. Y ese “material humano” es muy delicado y no es cuestión solamente de tal o cual contenido académico. Yo fui profesor con horario de consulta durante 10 años. Y por ende, atendí como psicólogo durante 10 años. Por suerte el soviet no se dio cuenta… Ni nadie tampoco…
Bueno, nada más por ahora. Suficiente sueño. Totalmente posible pero, como bien dirían Ortega y Julián Marías, fuera del horizonte de mis posibilidades vitales. Mi posibilidad es escribir. Mostrar. Exhortar. Molestar un poquito. Re-sistir. No puedo pretender ex – sistir, porque en ese caso dejaría de ser. Nunca mejor dicho, yo soy una cosa que piensa…:-))
domingo, 30 de noviembre de 2008
domingo, 23 de noviembre de 2008
I HAVE A DREAM
Si, me too. Pero no hay ningún intento de emulación a Martin Luther King; quien no existe, no necesita parecerse a la existencia de nadie. Los que re-sistimos estamos tranquilos en nuestro yo, si bien ello no impide manifestar nuestra admiración por grandes personas, como Luther King, por ejemplo (mi lista, políticamente incorrecta y muy mezclada, incluiría a Santo Tomás de Aquino, a Fr. Martín de Porres, J. F. Kennedy, Edith Stein y Ronald Reagan).
Si después de esto el lector quiere seguir leyendo (los que me conocen sonreirán y perdonarán; los que no, ya les habré arruinado el Domingo), les cuento mi sueño. Un sueño que no estoy en condiciones psicológicas, económicas o legales de realizar. Pero estoy en condiciones de escribir, que es, tal vez, lo que más estoy llamado a ser, y-o lo que más me dicta, orteguianamente, mi circunstancia actual.
Mi sueño tiene que ver con un sistema que reemplace a la educación formal positivista. La crítica a esta última ya fue realizada en una entrada anterior en este mismo blog. Pero la crítica debe ser acompañada de una propuesta. Eso es lo que haremos hoy.
Quiero aclarar que a veces se ve a mi crítica al sistema escolar positivista como una “nota de color” de Gabriel, como un adornito curioso y gracioso que rodea a su existencia. Error, no sólo, in-sisto, porque no ex-sisto, sino que re-sisto, sino porque (precisamente porque re-sisto, la forma humana más absoluta de existencia) me lo tomo en serio. Muy en serio. Y produce a veces respuestas duras, que no doy habitualmente. Una vez una gran amiga me preguntó: “Gabriel, ¿y si fundamos un colegio?”, a lo cal contesté: es lo mismo que si me propusieras fundar una barraca nazi….
Pero en fin, no nos preocupemos, el que no existe no puede fundar nada. Sólo escribir y, como dijeron Adorno y Horkheimer, “…Si el discurso de hoy debe dirigirse a alguien, no es a las denominadas masas ni al individuo, que es impotente, sino más bien a un testigo imaginario, a quien se lo dejamos en herencia para que no perezca enteramente con nosotros”.
Ante todo aclaremos que no estoy en contra de la escolaridad como tal. Mi padre, en “La misión de la pedagogía” (ver en www.luiszanotti.com.ar) hizo una especie de fenomenología de la escolaridad, donde explicó sencillamente que a veces la transmisión de ciertos contenidos culturales requiere una mayor sistematización y método: cuando ello sucede, estamos en el ámbito de la escolaridad como tal, llámese nivel primario o Harvard. Por lo tanto, es una cuestión de método, y no de eliminación de la escolaridad en cuanto tal.
¿Y qué método proponemos, conforme a todo lo criticado anteriormente (ver)?
Conforme, vuelvo a decir, con todo lo dicho sobre aprendizaje como “comprensión”, propongo en primer lugar una carrera de filosofía, organizada del siguiente modo. Alumnos y profesores full time. Un examen de ingreso donde el conjunto de profesores, colegiadamente, evaluarían fundamentalmente la capacidad de pensamiento creador, o sea, pensamiento (el postulante debería: a) someter a crítica un artículo de alguno de los profesores, a elección del alumno; b) comentar una película de ciencia ficción, a elección de los profesores, c) escribir una crítica a un manual de Física 101. La única parte relativamente no creativa de este examen sería una evaluación general de historia de la filosofía más un examen de lectura y comprensión de un idioma extranjero, a elección del alumno).
No habría clases en el sentido habitual del término. Los alumnos elegirían todos los años (4 en total) 4 materias de entre 10 a opción todos los años. Las únicas obligatorias serían los 4 niveles típicos de historia de filosofía.
De 9 a 13 los alumnos, contando cada uno con su escritorio, internet y la biblioteca, estudiarían libremente. De 13 a 15,30, una vez cada 15 días, todos los alumnos deberán exponer ante profesores y pares el resultado de sus estudios e investigaciones. A partir del 2do cuatrimestre del 1er año las exposiciones deben ser acompañadas por informes y papers escritos. Los otros alumnos y los profesores someterán a crítica la exposición. No hay nota. De 16 a 18 es el horario oficial de consulta de cada profesor, donde cada uno de estos tiene la absoluta obligación de tener abierto su despacho para cualquier consulta. A las 18 las actividades formales concluyen.
Una vez por cuatrimestre, el Consejo de profesores (más el profesor-rector que va rotando cada año sin sueldo adicional) se reúne para evaluar el desempeño de cada alumno en particular y darle los consejos correspondientes. El nro. de este Consejo debe ser impar y ante una disidencia insalvable, se vota. El rector vota como uno más. Ese Consejo estaría integrado además por tres psicólogos.
Los despachos de los profesores serán suficientemente amplios como para que se realicen clases espontáneas si profesores y alumnos así lo consideraran pertinente, siempre en el horario de 16 a 18. Todos los profesores están desde las 9, realizando sus tareas de investigación.
Después de 4 años, se realizaría la ceremonia de “entrega de la tiza”. El consejo de profesores decidiría, conjuntamente y por votación, quiénes de los alumnos están ya en condiciones de ser profesor e integrar el cuerpo de profesores. Esa decisión puede prolongarse lo que el Consejo considere necesario.
Obviamente los profesores deben ser personas abiertas al diálogo, al pensamiento crítico, al pensamiento creador y habituados a la investigación. Y obviamente habría un punto clave de inicio: los miembros fundadores del proyecto deberán elegir al principio, discrecionalmente, al primer grupo de profesores. Una falla aquí, implicaría el fracaso de toda la idea. Un profesor autoritario y repetitivo sería un cancer mortal para todo el proyecto.
Después, la renovación del cuerpo de profesores también se hace por decisión del Consejo de profesores. Habría un sistema de concurso, desde luego, donde también debe evaluarse fundamentalmente el pensamiento creador (esto es, el pensamiento, vuelvo a decir) y la capacidad de diálogo.
Se me dirá: ¿qué ocurre para las otras careras?
Bien, se podría decir que todas las demás podrían ser masters teóricos o prácticos de dos o tres años más. Lo mismo con los doctorados en otras instituciones, amén del doctorado que pueda brindar esta misma institución. Aquellas que sean sobre todo capacitaciones técnicas (como ingeniería, medicina, derecho) más que nunca necesitarían estos 4 años como condición previa.
Se me dirá: ¿y el nivel secundario? Obviamente, no habría que presentar ningún certificado obligatorio de secundario aprobado. El que pasa el examen de ingreso, pasa. Lo que cuentan son los resultados pedagógicos concretos del candidato y no los papelitos firmados, que valdrán en la medida del prestigio espontáneo de la institución que los firme.
Se me dirá: ¿pero esto sería obligatorio para todos?
Obviamente, no. Lo estoy proponiendo dentro de mi habitual propuesta de des-monopolización total y completa del sistema educativo. Esta sería una oferta más, y como cualquier otra, no tendría ningún sistema de contralor estatal (el “estado” podría seguir ofreciendo sus propios proyectos en la medida que los votantes quieran). Por eso dije al principio que aquí tenemos una de las principales dificultades: todo esto sería ilegal en la mayor parte del mundo, y obviamente, sobre todo en el nuestro.
Bien, aquí está la “idea”. Los economistas austríacos dicen que ello es el componente principal de la alertness empresarial. Ok, que lo sea. Quien quiera tomarla que la tome. Esto, gracias a Dios, no tiene patente. Tiene, solamente, mi vida entera por detrás. Por delante… Dios, solamente Dios, dirá.
Si después de esto el lector quiere seguir leyendo (los que me conocen sonreirán y perdonarán; los que no, ya les habré arruinado el Domingo), les cuento mi sueño. Un sueño que no estoy en condiciones psicológicas, económicas o legales de realizar. Pero estoy en condiciones de escribir, que es, tal vez, lo que más estoy llamado a ser, y-o lo que más me dicta, orteguianamente, mi circunstancia actual.
Mi sueño tiene que ver con un sistema que reemplace a la educación formal positivista. La crítica a esta última ya fue realizada en una entrada anterior en este mismo blog. Pero la crítica debe ser acompañada de una propuesta. Eso es lo que haremos hoy.
Quiero aclarar que a veces se ve a mi crítica al sistema escolar positivista como una “nota de color” de Gabriel, como un adornito curioso y gracioso que rodea a su existencia. Error, no sólo, in-sisto, porque no ex-sisto, sino que re-sisto, sino porque (precisamente porque re-sisto, la forma humana más absoluta de existencia) me lo tomo en serio. Muy en serio. Y produce a veces respuestas duras, que no doy habitualmente. Una vez una gran amiga me preguntó: “Gabriel, ¿y si fundamos un colegio?”, a lo cal contesté: es lo mismo que si me propusieras fundar una barraca nazi….
Pero en fin, no nos preocupemos, el que no existe no puede fundar nada. Sólo escribir y, como dijeron Adorno y Horkheimer, “…Si el discurso de hoy debe dirigirse a alguien, no es a las denominadas masas ni al individuo, que es impotente, sino más bien a un testigo imaginario, a quien se lo dejamos en herencia para que no perezca enteramente con nosotros”.
Ante todo aclaremos que no estoy en contra de la escolaridad como tal. Mi padre, en “La misión de la pedagogía” (ver en www.luiszanotti.com.ar) hizo una especie de fenomenología de la escolaridad, donde explicó sencillamente que a veces la transmisión de ciertos contenidos culturales requiere una mayor sistematización y método: cuando ello sucede, estamos en el ámbito de la escolaridad como tal, llámese nivel primario o Harvard. Por lo tanto, es una cuestión de método, y no de eliminación de la escolaridad en cuanto tal.
¿Y qué método proponemos, conforme a todo lo criticado anteriormente (ver)?
Conforme, vuelvo a decir, con todo lo dicho sobre aprendizaje como “comprensión”, propongo en primer lugar una carrera de filosofía, organizada del siguiente modo. Alumnos y profesores full time. Un examen de ingreso donde el conjunto de profesores, colegiadamente, evaluarían fundamentalmente la capacidad de pensamiento creador, o sea, pensamiento (el postulante debería: a) someter a crítica un artículo de alguno de los profesores, a elección del alumno; b) comentar una película de ciencia ficción, a elección de los profesores, c) escribir una crítica a un manual de Física 101. La única parte relativamente no creativa de este examen sería una evaluación general de historia de la filosofía más un examen de lectura y comprensión de un idioma extranjero, a elección del alumno).
No habría clases en el sentido habitual del término. Los alumnos elegirían todos los años (4 en total) 4 materias de entre 10 a opción todos los años. Las únicas obligatorias serían los 4 niveles típicos de historia de filosofía.
De 9 a 13 los alumnos, contando cada uno con su escritorio, internet y la biblioteca, estudiarían libremente. De 13 a 15,30, una vez cada 15 días, todos los alumnos deberán exponer ante profesores y pares el resultado de sus estudios e investigaciones. A partir del 2do cuatrimestre del 1er año las exposiciones deben ser acompañadas por informes y papers escritos. Los otros alumnos y los profesores someterán a crítica la exposición. No hay nota. De 16 a 18 es el horario oficial de consulta de cada profesor, donde cada uno de estos tiene la absoluta obligación de tener abierto su despacho para cualquier consulta. A las 18 las actividades formales concluyen.
Una vez por cuatrimestre, el Consejo de profesores (más el profesor-rector que va rotando cada año sin sueldo adicional) se reúne para evaluar el desempeño de cada alumno en particular y darle los consejos correspondientes. El nro. de este Consejo debe ser impar y ante una disidencia insalvable, se vota. El rector vota como uno más. Ese Consejo estaría integrado además por tres psicólogos.
Los despachos de los profesores serán suficientemente amplios como para que se realicen clases espontáneas si profesores y alumnos así lo consideraran pertinente, siempre en el horario de 16 a 18. Todos los profesores están desde las 9, realizando sus tareas de investigación.
Después de 4 años, se realizaría la ceremonia de “entrega de la tiza”. El consejo de profesores decidiría, conjuntamente y por votación, quiénes de los alumnos están ya en condiciones de ser profesor e integrar el cuerpo de profesores. Esa decisión puede prolongarse lo que el Consejo considere necesario.
Obviamente los profesores deben ser personas abiertas al diálogo, al pensamiento crítico, al pensamiento creador y habituados a la investigación. Y obviamente habría un punto clave de inicio: los miembros fundadores del proyecto deberán elegir al principio, discrecionalmente, al primer grupo de profesores. Una falla aquí, implicaría el fracaso de toda la idea. Un profesor autoritario y repetitivo sería un cancer mortal para todo el proyecto.
Después, la renovación del cuerpo de profesores también se hace por decisión del Consejo de profesores. Habría un sistema de concurso, desde luego, donde también debe evaluarse fundamentalmente el pensamiento creador (esto es, el pensamiento, vuelvo a decir) y la capacidad de diálogo.
Se me dirá: ¿qué ocurre para las otras careras?
Bien, se podría decir que todas las demás podrían ser masters teóricos o prácticos de dos o tres años más. Lo mismo con los doctorados en otras instituciones, amén del doctorado que pueda brindar esta misma institución. Aquellas que sean sobre todo capacitaciones técnicas (como ingeniería, medicina, derecho) más que nunca necesitarían estos 4 años como condición previa.
Se me dirá: ¿y el nivel secundario? Obviamente, no habría que presentar ningún certificado obligatorio de secundario aprobado. El que pasa el examen de ingreso, pasa. Lo que cuentan son los resultados pedagógicos concretos del candidato y no los papelitos firmados, que valdrán en la medida del prestigio espontáneo de la institución que los firme.
Se me dirá: ¿pero esto sería obligatorio para todos?
Obviamente, no. Lo estoy proponiendo dentro de mi habitual propuesta de des-monopolización total y completa del sistema educativo. Esta sería una oferta más, y como cualquier otra, no tendría ningún sistema de contralor estatal (el “estado” podría seguir ofreciendo sus propios proyectos en la medida que los votantes quieran). Por eso dije al principio que aquí tenemos una de las principales dificultades: todo esto sería ilegal en la mayor parte del mundo, y obviamente, sobre todo en el nuestro.
Bien, aquí está la “idea”. Los economistas austríacos dicen que ello es el componente principal de la alertness empresarial. Ok, que lo sea. Quien quiera tomarla que la tome. Esto, gracias a Dios, no tiene patente. Tiene, solamente, mi vida entera por detrás. Por delante… Dios, solamente Dios, dirá.
sábado, 15 de noviembre de 2008
SOBRE EL DEBATE EN TORNO A "TIEMPO": ¿QUÉ "TIEMPO" LE DAMOS A LA METAFÍSICA?
Ante el debate que se ha producido por mi cuentito, quiero decir que fue sorprendente aunque, en cierto sentido, no tanto. Me explico. Pero antes, unas cositas puntuales:
Hugo, según el autor a quien sigo en estos temas, Santo Tomás y cierta escolástica posterior, las llamadas leyes metafísicas son precisamente aquellas que, marcadas por el principio de no contradicción, no admiten excepción. Sí las físicas, y por ello la posibilidad del milagro. La escolástica tomista (a la cual no sigo siempre, pero en este caso sí) habla de “potencia obediencial”. Eso quiere decir que en manos de Dios, ciertas cosas pueden “hacer” aquello que está “por encima de” su naturaleza pero sin anular su naturaleza. Esto lo maneja Santo Tomás para dos casos, siendo el segundo el más importante. Primero, Dios puede hacer, por ejemplo, que una piedra vuele. Es “más allá de” lo que en ppio. es una piedra pero no la anula. Segundo, Dios da la Gracia, aquello que ubica al ser humano en el orden sobre-natural, que supone la naturaleza humana y la eleva, no sólo sin contradecir esa naturaleza, sino llevándola a su total plenitud. En ese sentido todos los sacramentos, que pertenecen al orden sobrenatural, son milagros en sentido estricto. Y las virtudes teologales y los dones, también. Por eso (y esto va para mi querido amigo MS de Baso) la Fe es un milagro…
Para Juan R.: nunca había leído ese cuento de Borges. Ahora sí. Mejor escrito que el mío, indudablemente…
Ahora sí, al debate.
El debate entre Juan R y MS tiene que ver con todo el tema de la Providencia según Santo Tomás de Aquino. No crean que voy a sintetizar la cuestión. Justamente, no se puede. Hay que ir a la Suma Contra Gentiles, libro III, especialmente caps. 71-74; 95-96, y libro I, caps. 66-67…
Pero este es uno de los metamensajes de mi cuentito. Nuestra época no dimensiona estas cuestiones en su cualidad y cantidad. No lo hace en su cualidad, porque las creencias habituales (según el sentido de “creencias” en Ortega) presuponen que estas son sólo cuestiones “de fe”, cuando en realidad están en la base de una armonía y diálogo entre la razón y la fe (del cual Santo Tomás es un ejemplo perenne) que vamos a tardar mucho en recuperar culturalmente…
Y por esto, también, no dimensionamos “la cantidad”. Creemos que son temas cortos, cuando en realidad son cuestiones teoréticamente largas y delicadas, al menos si hacemos teología o filosofía cristiana (no me refiero a la predicación de la Fe que es y debe ser “para todos”). Durante mucho tiempo enseñé el tema de la Providencia según Santo Tomás en la Unsta: duraba un año, luego de que los alumnos ya habían visto dos años previos de metafísica. Así son estas cosas. Nuestra época cree que ese “tiempo” sólo lo merecen la física y la matemática, pero no la metafísica. Seguimos siendo kantianos. Pero yo, que ya saben, habito alegremente el no-existir, me he ubicado en el re-sistir cultural y no tengo problema en decir estas cosas y esperar el paso de los siglos… Ni siquiera in-sisto, porque in-sistir es un acto de violencia…
Por último, sí, siempre vamos a ser más los creyentes que no damos testimonio, que los que sí. Porque abandonarse a la Gracia de Dios presupone el milagro de no decir que no al milagro de la Gracia. O sea, lo que quiero decir es que la Fe y la Caridad son un milagro secreto y no precisamente abundante. Sí, mi querido MS, siempre vas a ver más creyentes agobiados por nuestras faltas, que lo contrario. Pero así como vos dijiste “veo una luz, debe ser un camión”, yo siempre he visto luces, y no eran extraterrestres: eran santos. Pero verlos, a su vez, implica la Fe… El gato se muerde la cola… Afortunadamente :-))
Un abrazo a todos…
Hugo, según el autor a quien sigo en estos temas, Santo Tomás y cierta escolástica posterior, las llamadas leyes metafísicas son precisamente aquellas que, marcadas por el principio de no contradicción, no admiten excepción. Sí las físicas, y por ello la posibilidad del milagro. La escolástica tomista (a la cual no sigo siempre, pero en este caso sí) habla de “potencia obediencial”. Eso quiere decir que en manos de Dios, ciertas cosas pueden “hacer” aquello que está “por encima de” su naturaleza pero sin anular su naturaleza. Esto lo maneja Santo Tomás para dos casos, siendo el segundo el más importante. Primero, Dios puede hacer, por ejemplo, que una piedra vuele. Es “más allá de” lo que en ppio. es una piedra pero no la anula. Segundo, Dios da la Gracia, aquello que ubica al ser humano en el orden sobre-natural, que supone la naturaleza humana y la eleva, no sólo sin contradecir esa naturaleza, sino llevándola a su total plenitud. En ese sentido todos los sacramentos, que pertenecen al orden sobrenatural, son milagros en sentido estricto. Y las virtudes teologales y los dones, también. Por eso (y esto va para mi querido amigo MS de Baso) la Fe es un milagro…
Para Juan R.: nunca había leído ese cuento de Borges. Ahora sí. Mejor escrito que el mío, indudablemente…
Ahora sí, al debate.
El debate entre Juan R y MS tiene que ver con todo el tema de la Providencia según Santo Tomás de Aquino. No crean que voy a sintetizar la cuestión. Justamente, no se puede. Hay que ir a la Suma Contra Gentiles, libro III, especialmente caps. 71-74; 95-96, y libro I, caps. 66-67…
Pero este es uno de los metamensajes de mi cuentito. Nuestra época no dimensiona estas cuestiones en su cualidad y cantidad. No lo hace en su cualidad, porque las creencias habituales (según el sentido de “creencias” en Ortega) presuponen que estas son sólo cuestiones “de fe”, cuando en realidad están en la base de una armonía y diálogo entre la razón y la fe (del cual Santo Tomás es un ejemplo perenne) que vamos a tardar mucho en recuperar culturalmente…
Y por esto, también, no dimensionamos “la cantidad”. Creemos que son temas cortos, cuando en realidad son cuestiones teoréticamente largas y delicadas, al menos si hacemos teología o filosofía cristiana (no me refiero a la predicación de la Fe que es y debe ser “para todos”). Durante mucho tiempo enseñé el tema de la Providencia según Santo Tomás en la Unsta: duraba un año, luego de que los alumnos ya habían visto dos años previos de metafísica. Así son estas cosas. Nuestra época cree que ese “tiempo” sólo lo merecen la física y la matemática, pero no la metafísica. Seguimos siendo kantianos. Pero yo, que ya saben, habito alegremente el no-existir, me he ubicado en el re-sistir cultural y no tengo problema en decir estas cosas y esperar el paso de los siglos… Ni siquiera in-sisto, porque in-sistir es un acto de violencia…
Por último, sí, siempre vamos a ser más los creyentes que no damos testimonio, que los que sí. Porque abandonarse a la Gracia de Dios presupone el milagro de no decir que no al milagro de la Gracia. O sea, lo que quiero decir es que la Fe y la Caridad son un milagro secreto y no precisamente abundante. Sí, mi querido MS, siempre vas a ver más creyentes agobiados por nuestras faltas, que lo contrario. Pero así como vos dijiste “veo una luz, debe ser un camión”, yo siempre he visto luces, y no eran extraterrestres: eran santos. Pero verlos, a su vez, implica la Fe… El gato se muerde la cola… Afortunadamente :-))
Un abrazo a todos…
sábado, 8 de noviembre de 2008
TIEMPO
Otro cuentito. De muy dudosa calidad literaria, y con pretensiones filosóficas, ya no sé de qué calidad o cantidad. Pero que es más polémico que el anterior, seguro. Desafía ciertos presupuestos intocables de nuestras “creencias” actuales. ¿Qué mejor lugar para hacerlo que un re-sistente blog? Un abrazo…….
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TIEMPO
Por Gabriel J. Zanotti
Marzo de 1999.
Fue hace mucho tiempo. Me encontraba en medio de una ruta, en medio de la nada, como es habitual en el interior de nuestro país. Había cometido la imprudencia de levantar a alguien por el camino. Había algo en su aspecto que me llamaba la atención. Era amable y, a la vez, de pocas palabras.
- ¿No se ve un solo auto, no? -comenté.
- Este sí.
Nada contesté. No sabía cómo interpretar ese tipo de respuestas. El tono seguía siendo muy cordial.
Pero me quedé pensando, preocupado, en otras posibles significaciones de la respuesta. De todos modos, no ganaba nada con preocuparme. Además, no debía distraerme. Estaba manejando, y a mucha velocidad, dejándome llevar por la nada y la lejanía.
De repente, una de esas viejas camionetas que salen de un oculto camino transversal. Recuerdo haber cerrado los ojos y aferrarme al volante. Eso es todo lo que recuerdo antes de que mi extraño amigo tocara algo en su reloj.
Lentamente me relajé de la fuerte contractura que ya tenía en todo mi cuerpo, preparado para el impacto. Fue difícil, al principio, interpretar lo que sucedía. Un silencio absoluto nos rodeaba. Pero no era eso lo más impresionante. Lo insólito e increíble era que todo estaba quieto, detenido. Los dos autos, a milímetros de la colisión, no se movían. Dentro de la cabina de la vieja camioneta se podía observar a dos personas inmóviles, como estatuas, como muñecos, con gesto de pánico en sus rostros.
Un pequeño pájaro estaba suspendido en el aire. No había viento. Nada. Todo inmóvil. Absolutamente inmóvil.
Excepto mi reloj.
Y mi singular companero de viaje.
- Bien, comprendo tu estupor. No voy a poder explicarte todo. Simplemente, como ves, ha sido detenido el tiempo.
Al principio nada contesté. Tuve durante unos segundos la misma sensación que percibí aquella vez que me asaltaban: no, no, esto no puede estar pasando.
- Está sucediendo.
El estupor se convirtió en una mezcla de irresistible curiosidad y enojo.
- Oiga, ¿quién es usted? ¿Dios? ¿El mago de Oz? ¿A qué está jugando conmigo? ¿Cree que soy imbécil? ¿Qué truco está haciendo? ¿Qué fenómeno de alucinación es este?
Otra vez, una amable sonrisa. Esta vez fue casi paternal.
- No soy Dios, aunque, podríamos decir, lo conozco un poquito. Pero no vale la pena discutir. Hay que salir del auto y sacar a esos dos viejitos de la camioneta.
Sin decir más, bajó. Me miró, como preguntándome si lo iba a acompañar. Bajé también.
- Ayúdame -ordenó.
Y los sacamos de la camioneta y los tendimos a la vera del camino, lejos del accidente que aún no se había producido. Todo lo que tenía que ver con nosotros dos tenía el sentido habitual: sonidos, viento, etc. Metros más allá, nada.
- Basta -protesté, casi-. Esto es imposible. El tiempo no se puede detener.
- Sí. Dios puede.
- Dios mío -exclamé, paradójicamente-. Usted está loco y yo también. Esto supera a la holocubierta del Enterprise!!
- ¿Eso hubiera sido más creíble, no? -Contestó mi enigmático interlocutor-. Mi buen amigo, en tu época las leyes de la física parecen haber tomado el lugar de las metafísicas. Pero esto no es tu ciencia ficción. Simplemente, Dios detuvo el tiempo en todo el universo, excepto en nuestro ser.
Yo seguía sin decir nada. Era demasiado. Había esperado una explicación racional, pero esto...
- ¿A qué llamas racional?
- Ah!! ¿Ahora lee los pensamientos, también?
- ¿Por qué estás tan enojado? Dios me envió a hacer esto porque esta vez no permitió que vos y esos dos viejitos murieran.
- ¿Esta vez?
- Sí, esta vez. Como muchas otras veces. Y como muchas otras veces que permite el mal.
- Basta. No quiero escucharlo más. No soy creyente, ni en Dios ni en su historia. Termine con esta ilusión. Basta. Le ruego que la termine.
- ¿Me ruegas a mí?
Fue lo último que dijo. Al instante hubo un ruido espantoso: mi auto y la camioneta chocaron. Me tiré al suelo y me cubrí. Cuando pude recuperarme del susto, advertí que todo era normal otra vez.
Excepto los dos viejitos sentados a la vera del camino.
- ¡Hijo, Santo Dios! -Exclamó uno de ellos, dirigiéndose hacia mí-. ¿Qué pasó?
Buena pregunta.
- ¿Qué hora es? -Pregunté, sin muchos modales de mi parte.
- Hijo, no sé... ¡¡Por Dios!! ¿Qué pasó?
¿Qué pasó!! ¡¡Ese era el punto!! ¿Qué quería que le dijera? ¿Que Dios había detenido el movimiento?
Hasta hoy, no he hallado respuesta a la pregunta.
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TIEMPO
Por Gabriel J. Zanotti
Marzo de 1999.
Fue hace mucho tiempo. Me encontraba en medio de una ruta, en medio de la nada, como es habitual en el interior de nuestro país. Había cometido la imprudencia de levantar a alguien por el camino. Había algo en su aspecto que me llamaba la atención. Era amable y, a la vez, de pocas palabras.
- ¿No se ve un solo auto, no? -comenté.
- Este sí.
Nada contesté. No sabía cómo interpretar ese tipo de respuestas. El tono seguía siendo muy cordial.
Pero me quedé pensando, preocupado, en otras posibles significaciones de la respuesta. De todos modos, no ganaba nada con preocuparme. Además, no debía distraerme. Estaba manejando, y a mucha velocidad, dejándome llevar por la nada y la lejanía.
De repente, una de esas viejas camionetas que salen de un oculto camino transversal. Recuerdo haber cerrado los ojos y aferrarme al volante. Eso es todo lo que recuerdo antes de que mi extraño amigo tocara algo en su reloj.
Lentamente me relajé de la fuerte contractura que ya tenía en todo mi cuerpo, preparado para el impacto. Fue difícil, al principio, interpretar lo que sucedía. Un silencio absoluto nos rodeaba. Pero no era eso lo más impresionante. Lo insólito e increíble era que todo estaba quieto, detenido. Los dos autos, a milímetros de la colisión, no se movían. Dentro de la cabina de la vieja camioneta se podía observar a dos personas inmóviles, como estatuas, como muñecos, con gesto de pánico en sus rostros.
Un pequeño pájaro estaba suspendido en el aire. No había viento. Nada. Todo inmóvil. Absolutamente inmóvil.
Excepto mi reloj.
Y mi singular companero de viaje.
- Bien, comprendo tu estupor. No voy a poder explicarte todo. Simplemente, como ves, ha sido detenido el tiempo.
Al principio nada contesté. Tuve durante unos segundos la misma sensación que percibí aquella vez que me asaltaban: no, no, esto no puede estar pasando.
- Está sucediendo.
El estupor se convirtió en una mezcla de irresistible curiosidad y enojo.
- Oiga, ¿quién es usted? ¿Dios? ¿El mago de Oz? ¿A qué está jugando conmigo? ¿Cree que soy imbécil? ¿Qué truco está haciendo? ¿Qué fenómeno de alucinación es este?
Otra vez, una amable sonrisa. Esta vez fue casi paternal.
- No soy Dios, aunque, podríamos decir, lo conozco un poquito. Pero no vale la pena discutir. Hay que salir del auto y sacar a esos dos viejitos de la camioneta.
Sin decir más, bajó. Me miró, como preguntándome si lo iba a acompañar. Bajé también.
- Ayúdame -ordenó.
Y los sacamos de la camioneta y los tendimos a la vera del camino, lejos del accidente que aún no se había producido. Todo lo que tenía que ver con nosotros dos tenía el sentido habitual: sonidos, viento, etc. Metros más allá, nada.
- Basta -protesté, casi-. Esto es imposible. El tiempo no se puede detener.
- Sí. Dios puede.
- Dios mío -exclamé, paradójicamente-. Usted está loco y yo también. Esto supera a la holocubierta del Enterprise!!
- ¿Eso hubiera sido más creíble, no? -Contestó mi enigmático interlocutor-. Mi buen amigo, en tu época las leyes de la física parecen haber tomado el lugar de las metafísicas. Pero esto no es tu ciencia ficción. Simplemente, Dios detuvo el tiempo en todo el universo, excepto en nuestro ser.
Yo seguía sin decir nada. Era demasiado. Había esperado una explicación racional, pero esto...
- ¿A qué llamas racional?
- Ah!! ¿Ahora lee los pensamientos, también?
- ¿Por qué estás tan enojado? Dios me envió a hacer esto porque esta vez no permitió que vos y esos dos viejitos murieran.
- ¿Esta vez?
- Sí, esta vez. Como muchas otras veces. Y como muchas otras veces que permite el mal.
- Basta. No quiero escucharlo más. No soy creyente, ni en Dios ni en su historia. Termine con esta ilusión. Basta. Le ruego que la termine.
- ¿Me ruegas a mí?
Fue lo último que dijo. Al instante hubo un ruido espantoso: mi auto y la camioneta chocaron. Me tiré al suelo y me cubrí. Cuando pude recuperarme del susto, advertí que todo era normal otra vez.
Excepto los dos viejitos sentados a la vera del camino.
- ¡Hijo, Santo Dios! -Exclamó uno de ellos, dirigiéndose hacia mí-. ¿Qué pasó?
Buena pregunta.
- ¿Qué hora es? -Pregunté, sin muchos modales de mi parte.
- Hijo, no sé... ¡¡Por Dios!! ¿Qué pasó?
¿Qué pasó!! ¡¡Ese era el punto!! ¿Qué quería que le dijera? ¿Que Dios había detenido el movimiento?
Hasta hoy, no he hallado respuesta a la pregunta.
domingo, 2 de noviembre de 2008
MIRA EL SOL
La literatura nunca fue mi fuerte, ni la práctica ni la teórica. De todos modos me atrevo en mi blog a publicar algunas cositas. Este cuento corto no tiene mayores pretensiones de nada; tampoco hay mensajes filosóficos, excepto obviedades. Me gustó jugar un poco con el tema del tiempo, simbolizando la rapidez de la existencia, su finitud, en última instancia: un día, como mucho, al lado de la eternidad.
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MIRA EL SOL
El amanecer lo embellece todo. Hasta la sonrisa de ese niño que nació ese día.
Tuvo una infancia normal. Excepto, tal vez, por su afición a la música. Su madre ya se había dado cuenta aquel día, cuando un pequeño sollozo se confundió un tanto con una nota bien entonada.
Comenzaron por supuesto los primeros debates familiares. Su padre opinaba que con un profesor particular sería suficiente. Otros familiares se inclinaban por un conservatorio.
No importaron los debates ni los maestros. Su talento se abrió paso a través de todos los límites de lo humano. Con un rendimiento normal en todo lo demás, ya era un eximio pianista al cumplir los 18. La oportunidad de una beca no se hizo esperar. Como siempre sucede, la infancia y las adolescencias comienzan a dejarse con decisiones donde la vida entera comienza a jugarse.
No faltó por supuesto el consejo de su viejo maestro de piano.
- Ya ha pasado casi la mitad de la mañana desde que naciste. El sol ya está fuerte. La decisión no te puede tomar al atardecer.
Sí, era verdad. Había que decidirse. El nuevo lugar de estudios estaba lejos de la familia, pero era una oportunidad importante.
Y otra vez, como una fuerza misteriosa que se abre paso entre medio de lo habitual, Dios mismo parecía descender al teclado en cada concierto. La fama y el reconocimiento no tardaron en venir. Pero los demás aspectos de la existencia no parecían ser tan sencillos. Un hijo apareció de sus entrañas cuando el juicio humano lo juzgaría menos conveniente. Y una bella mujer le reclamó al pianista soltero y brillante:
- Ya es casi el mediodía. ¡Mira el sol! ¿Ahora me vas a dejar? ¿A mí y a tu hijo? ¡Es mediodía! Ya no es tiempo de jugar. Esposa o no, yo soy la mujer que amas. Y este es tu hijo.
El pianista brillante fue descubriendo lentamente otra luz aparte de la de su música. Sí, tal vez hubo menos conciertos, pero lentamente el amor de los suyos inundó su corazón. Trató de enseñar el piano a su hijo, pero fue testigo, sin demasiado asombro, de la maravillosa libertad. Comentó una vez a su mujer:
- Es un poco como era yo. Rebelde.
- Nada raro. Así somos todos. Pero en tu caso no te dabas cuenta, estabas absorto en tu música....
- Lo de siempre.... Ahora no soy tan tonto, pero ya es el atardecer.
- El sol está bajando.
- Para los dos,¿no?
Y se miraron ambos con ternura.
La noche se acercaba. El se retiró oficialmente de la enseñanza y todos sus discípulos le pidieron que diera un último concierto en el gran teatro, bajo promesa de que de tanto en tanto los deleitaría en su casa. Fue algo conmovedor. En primera fila estaba ese hijo supuestamente rebelde. No era pianista, era feliz. Estaban también sus nietos.
Avanzada la noche, ya con las estrellas muy en alto, él no pudo seguir dando conciertos en su casa. La vejez, la pura y sencilla vejez, fue apagando esa vida tan humana, apenas sacudida por el milagro de la música.
Al día siguiente, los primeros rayos del sol se posaron suave pero firmemente sobre el piano de su infancia.
Gabriel J. Zanotti
3-3-2001
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MIRA EL SOL
El amanecer lo embellece todo. Hasta la sonrisa de ese niño que nació ese día.
Tuvo una infancia normal. Excepto, tal vez, por su afición a la música. Su madre ya se había dado cuenta aquel día, cuando un pequeño sollozo se confundió un tanto con una nota bien entonada.
Comenzaron por supuesto los primeros debates familiares. Su padre opinaba que con un profesor particular sería suficiente. Otros familiares se inclinaban por un conservatorio.
No importaron los debates ni los maestros. Su talento se abrió paso a través de todos los límites de lo humano. Con un rendimiento normal en todo lo demás, ya era un eximio pianista al cumplir los 18. La oportunidad de una beca no se hizo esperar. Como siempre sucede, la infancia y las adolescencias comienzan a dejarse con decisiones donde la vida entera comienza a jugarse.
No faltó por supuesto el consejo de su viejo maestro de piano.
- Ya ha pasado casi la mitad de la mañana desde que naciste. El sol ya está fuerte. La decisión no te puede tomar al atardecer.
Sí, era verdad. Había que decidirse. El nuevo lugar de estudios estaba lejos de la familia, pero era una oportunidad importante.
Y otra vez, como una fuerza misteriosa que se abre paso entre medio de lo habitual, Dios mismo parecía descender al teclado en cada concierto. La fama y el reconocimiento no tardaron en venir. Pero los demás aspectos de la existencia no parecían ser tan sencillos. Un hijo apareció de sus entrañas cuando el juicio humano lo juzgaría menos conveniente. Y una bella mujer le reclamó al pianista soltero y brillante:
- Ya es casi el mediodía. ¡Mira el sol! ¿Ahora me vas a dejar? ¿A mí y a tu hijo? ¡Es mediodía! Ya no es tiempo de jugar. Esposa o no, yo soy la mujer que amas. Y este es tu hijo.
El pianista brillante fue descubriendo lentamente otra luz aparte de la de su música. Sí, tal vez hubo menos conciertos, pero lentamente el amor de los suyos inundó su corazón. Trató de enseñar el piano a su hijo, pero fue testigo, sin demasiado asombro, de la maravillosa libertad. Comentó una vez a su mujer:
- Es un poco como era yo. Rebelde.
- Nada raro. Así somos todos. Pero en tu caso no te dabas cuenta, estabas absorto en tu música....
- Lo de siempre.... Ahora no soy tan tonto, pero ya es el atardecer.
- El sol está bajando.
- Para los dos,¿no?
Y se miraron ambos con ternura.
La noche se acercaba. El se retiró oficialmente de la enseñanza y todos sus discípulos le pidieron que diera un último concierto en el gran teatro, bajo promesa de que de tanto en tanto los deleitaría en su casa. Fue algo conmovedor. En primera fila estaba ese hijo supuestamente rebelde. No era pianista, era feliz. Estaban también sus nietos.
Avanzada la noche, ya con las estrellas muy en alto, él no pudo seguir dando conciertos en su casa. La vejez, la pura y sencilla vejez, fue apagando esa vida tan humana, apenas sacudida por el milagro de la música.
Al día siguiente, los primeros rayos del sol se posaron suave pero firmemente sobre el piano de su infancia.
Gabriel J. Zanotti
3-3-2001