domingo, 28 de marzo de 2021

LIBERTAD DE EXPRESIÓN: ALGO MÁS QUE PROPIEDAD PRIVADA



Ultimamente ha renacido el debate sobre la relación entre libertad de expresión y propiedad, a la luz de la censura que ejercen (si se la pueden llamar así) empresas y asociaciones privadas. No sólo con respecto a facebook y etc., sino si por ejemplo es correcto o no que una librería se niegue a vender un libro de tal autor y casos parecidos, y ni que hablar la "cultura de la cancelación" ejercida por cientos de instituciones privadas norteamericanas. 

Obvio que hay una relación entre propiedad y libertad de expresión, y muy profunda. Hemos defendido siempre que la libertad de asociación, imposible sin la propiedad privada, es lo que justifica jurídicamente la NO expresión de ciertas cosas dentro de los límites de dicha asociación, sin que ello obste a que se ejercite el derecho a la expresión de las ideas sin censura previa por parte del Estado, dentro de los espacios privados que así lo permitan. Por ejemplo en este blog NO voy a aceptar que se escriban diatribas antisemitas. Y está muy bien, claro, jurídica y moralmente, pero también me podría negar a publicar la opinión de una persona rubia. Y estaría jurídicamente correcto aunque moralmente sea una estupidez. 

Sin embargo como ya he dicho, ello no alcanza para ir al fondo de la cultura de la cancelación, sino que hay que ir al quiebre del pacto político originario. (http://gzanotti.blogspot.com/2021/01/trump-twitter-la-libertad-de-expresion.html). Allí es donde el tema de la propiedad se queda corto. 

Pero hay algo más. 

Independientemente de cuestiones jurídicas, la libertad de expresión es un espíritu de generosidad, de diálogo, de respeto mutuo, de empatía, de comunicación de horizontes.

Quien ejerce esas virtudes respeta siempre la libertad de opinión del otro incluso dentro de su propiedad. Si el otro no manifiesta el mismo respecto, es que padece una ideología cuyo contenido le impide explícitamente llegar a la comprensión del horizonte del otro.

El tener empatía para el pensamiento del otro, el querer comprender otros horizontes, es una virtud moral que va más allá de las propiedades jurídicamente establecidas. Yo puedo haber leído todo Rothbard y respetar el famoso principio de no agresión, pero si cuando estás en mi casa te echo de mal modo porque NO has leído a Rothbard, soy un totalitario por dentro, por más liberal o libertario que me llame.

Porque el liberalismo es, como bien ha visto Ortega, un acto de generosidad, y muy extraño en la historia humana, en esa historia llena de crueldad. 

"....El liberalismo (dice Ortega) -conviene hoy recordar esto- es la suprema generosidad: es el derecho que la mayorÌa otorga a las minorÌas y es, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el enemigo, más aún, con el enemigo débil. Era inverosimil que la especie humana hubiese llegado a una cosa tan bonita, tan paradójica, tan acrobática, tan antinatural. Por eso, no debe sorprender que prontamente parezca esa misma especie resuelta a abandonarla. Es un ejercicio demasiado difÌcil y complicado para que se consolide en la tierra"

Esta frase es una de las más profundas de Ortega. Nos explica por qué, precisamente, el liberalismo es casi un imposible histórico, aunque un necesario ideal regulativo. Los totalitarismos y autoritarismos siempre fueron y son crueldad. Por eso cuando veo los dobles estándares, las medias verdades en los medios de comunicación, la absoluta falta de escrúpulos en manipular al otro, en difamarlo sin piedad, en "cancelarlo" de todas las formas posibles, si no lo podemos matar físicamente, siempre me acuerdo de Ortega. Liberalismo es generosidad, gente. Por eso resaltan, por lo contrario, Insfrán, Hitler, Cristina Kirchner y cientos y cientos de bestias psicópatas que pasaron a la Historia y miles y millones de tristes existencias que los siguen, los adulan y obedecen. 

Me acuerdo una vez, hace ya muchos años, de un grupo de alumnos que se decían profundamente antiliberales. Pero el amor y la generosidad de esos chicos era insuperable. Yo comencé a decirles que por ende eran liberales, que iban a respetar toda libertad y por eso podíamos ser amigos y respetarnos. Algunos de ellos, al ver su propia liberalidad, se asombraban ante su liberalismo. Sólo uno de ellos, enfermo de odio, no me habló nunca más en su vida. Sabía lo que hacía. Era coherente. Cuidado con las coherencias. Lo que salva al hombre son sus fascinantes contradicciones donde descubre sus recovecos de bondad en medio de sus pulsiones de muerte. 

Por eso Santo Tomás, al referirse a Dios como la bondad por eminencia, dijo: "Deus es maxime liberalis" (I, Q. 44, a. 4 ad 1).

No es broma. Es así. 

 


domingo, 21 de marzo de 2021

LA PERPLEJIDAD DE UN ROMANO LLAMADO CLAVIUS


 

La película La resurrección de Cristo es un interesante caso de hermenéutica y filosofía de la religión. Acontecimientos que ahora son mirados como los inicios solemnes de una enorme Iglesia Católica, son mirados desde la sencilla perplejidad de Clavius, un funcionario romano, un centurión, honesto pero agotado de servir en esas extrañas tierras de fanáticos.

Después de otra agotadora campaña contra los zelotes de siempre, los guerrilleros de la época, los romanos go home, Clavius regresa a Jerusalén un día después de que Pilatos, otro cansado funcionario del Imperio, mandara crucificar a tres revoltosos, uno de ellos muy especial, un agitador religioso, enfrentado con el Sanedrín, un tal Jesús de Nazaret. La perspectiva de todo ello, el horizonte desde el cual Pilatos y Clavius ven todo, es muy distinta a la que tenemos hoy. Pilatos está cansado y a la vez preocupado porque en poco tiempo recibirá la visita del Emperador y para colmo tuvo que ocuparse de estas increíbles disputas religiosas entre los judíos. Clavius no quiere saber ya más nada de nada y recibe con cansancio y escepticismo las órdenes de Pilatos para que se asegure -en coincidencia con la politiquería de los fariseos- de que el cadáver del nazareno no sea robado por sus discípulos que vaya a saber qué relaciones tienen con los zelotes. Todo como si Alberto Fernández manda a alguno de los suyos a reprimir a los fanáticos y conspiracionistas que se niegan a cumplir las órdenes del gobernador de Formosa.

Clavius va, junto con Lucio, al lugar de la crucifixión. Lucio es el típico joven militar impetuoso, creyente en el Imperio, que no entiende el cansancio de su superior. Más o menos como un joven marine que fuera a Irak.

Algo, que no sabe qué es, le llama la atención a Clavius. Mira el rostro del crucificado. Advierte que es un caso especial. Su cuerpo es llevado a una tumba especial bajo solemne permiso otorgado por las autoridades (igual que ahora: permisos para todo). Habla con José de Arimatea. No entiende su distanciamiento del Sanedrín. Divisa a la madre. Escucha los rumores. Se preocupa.

Pilatos le pide que vigile la tumba y que interrogue a los discípulos. Consigue hablar con algunos y con María Magdalena. Interesante choque de mundos distintos. Clavius recibe respuestas de lunáticos que alucinan. Se da cuenta de que son locos e inofensivos al mismo tiempo. Clavius es una buena persona, como tantos funcionarios estatales que en realidad no saben lo que hacen. No los lastima, los deja ir.

Cuando finalmente el aparente robo del cadáver es perpetrado, interroga a los guardias. Están aterrados y confusos. No atinan a decirle qué vieron. Clavius se da cuenta de que unos locos indigentes no tenían los recursos para haber movido esa piedra. Clavius busca, sigue buscando una respuesta que encaje en su honesta cabeza de funcionario romano, llena de posibilidades humanas, de política e intrigas, como hoy.

Finalmente logra algo importante. Logra irrumpir en la casa de María donde están presentes los seguidores del loco agitador. Qué estarían tramando…. Pero Clavius ve algo que no esperaba. El recordaba el rostro del Nazareno. Y lo ve. Estaba allí, como si nada. Sus miradas se cruzan por un momento. Ve llegar a alguien que pone la mano en sus heridas. Se queda inmóvil y atónito. Lucio llega dispuesto a apresarlos a todos, como correspondía. Pero Clavius ni lo deja entrar. Va retrocediendo, lentamente, lentamente, tal vez sin darse cuenta de que sus pasos representaban una profunda conmoción interior. De repente desaparece. Pilatos y Lucio llegan a buscarlo, y se encuentran con una carta donde el centurión intenta explicar por qué “huyó”.

¿A dónde? Clavius sigue de lejos a los discípulos que van a Galilea a buscar nuevamente a su maestro. Se mantiene aparte, observando. Los discípulos también lo miran y lo dejan estar. Dos mundos en mutua observación. Pedro intenta acercarle agua a un Clavius que creía que lo iba a matar. La paz y tranquilidad de esos varones rudos, sucios y pobrísimos, lo sigue sorprendiendo. Pero habla con Pedro. Un primer esbozo de fusión de horizontes.

Llaga el fiel marine romano a apresar a su ahora desertor y ex superior. Clavius y Lucio se enfrentan. Clavius lo vence pero no lo mata. “Nadie muere hoy”, dice. Lucio no entiende nada. Nada de nada. Regresa a Jerusalén y oculta a Pilatos su insólita derrota.

Clavius sigue observando a ese extraño grupo, que caminan sin nada en búsqueda de un maestro escurridizo y misterioso. De repente aparece de vuelta. Clavius ve los abrazos, la unión profunda. Son varones rudos, pobres, iletrados, pero hablan desde una frecuencia desconocida. Ve que el nazareno habla con Pedro, que llora. Y ve cómo cura, además, a un leproso. No puede creer lo que ve. Obvio, a cualquiera de nosotros le hubiera pasado lo mismo. Pero lo vio. Los discípulos entienden. El no. Los discípulos le dicen una especie de “I told you so”. Clavius sigue atónito.

El nazareno lo mira de vez en cuando, pero no lo molesta. Clavius se da cuenta de que el misterioso maestro está totalmente al tanto de su presencia y que al mismo tiempo, no interviene. Torturado ya por el impresionante misterio, Clavius le habla a la mañana, temprano. Allí se da cuenta de que el maestro lo conoce perfectamente. Una sencilla pregunta: ¿qué buscas Clavius? ¿Qué es lo que quieres?

Finalmente el maestro se aleja y su figura se funde con la salida del sol. Unas últimas palabras extrañas. Yo estaré con ustedes para siempre, id y predicad a todos los pueblos….

Los discípulos se despiden cordialmente de Clavius. Pedro le da un abrazo. Seguramente en esa época había virus corona pero la vida seguía. Clavius regresa. ¿A dónde? No lo sabe. Para en una casa donde le ofrecen algo de agua. Y confiesa a su ocasional posadero que se ha dado cuenta de que su vida ya no podría ser la misma. Nunca, nunca más, podrá ser igual.

Qué interesante perspectiva de los comienzos de la Iglesia. Unos tirados, harapientos, buscados por romanos, odiados por fariseos, caminando por desiertos hacia quién sabe dónde, sin nada de nada, sin nada de lo habitualmente humano. En paz, sonrientes, pendientes del maestro y de su palabra, como si  esas palabras fueran todo. En medio de ellos, la gente sensata. Los romanos, los fariseos, la política, las intrigas, los rumores, las guerras, las crueldades de siempre. Ellos, como en otro mundo. Dentro de poco se reunirían con María de vuelta y, más delirantes que nunca, saldrán a anunciar una locura total.

Esos eran los cristianos. Como diría Unamuno, estaban realmente locos como Don Quijote. No les importaba el poder. No tenían edificios. No tenían ejércitos. No urdían alianzas. No hacían diplomacia.

Esos eran los cristianos.

¿Y ahora, quiénes son?

 

domingo, 14 de marzo de 2021

LA VUELTA A LA ESCUELA (Por Ruy Gonzalo Martinez Allende, Dr. en Medicina y Master en Economía y Ccias. Políticas).

 


Mi sobrino no quiere volver a la escuela. Punto.

Tiene 17 años, cursa su último año y tenía mucho entusiasmo por volver a reunirse con sus amigos, pero ahora no quiere volver a la escuela.
Tiene un síndrome de Asperguer lo que lo hace un chico muy singular. Con algunas cosas geniales y otras muy raras. Por ej, no entiende los chistes, el doble sentido de las cosas, para él sólo hay una interpretación, lineal. Puede ser muy divertido, pero también muy angustiante. Especialmente para la madre que teme porque no sea capaz de labrarse un porvenir y deba depender siempre de la ayuda de otros.
Le costó mucho integrarse a la escuela. También los maestros hicieron un esfuerzo para entenderlo e incluirlo, tenerle paciencia, acompañar su ritmo.
Cuando empezó el proceso de escolarización pasaba horas bajo el pupitre, o simplemente se iba de la clase. Era una locura, pero nadie entendía que pasaba y nadie podía contenerlo.
Con el diagnóstico y mil ayudas finalmente lo fue consiguiendo. Los amigos lo integraron y saben que si la hamburguesa no tiene pepinillos no la come. Se ríen con él y le dan sus pepinillos. A su manera todos lo han ayudado a crecer y ser feliz.
Pero ahora no quiere volver a la escuela. Cuando entró, su entusiasmo se había quedado en la puerta. El ingreso parece a una base militar o a una prisión. Que la toma de temperatura, que el barbijo, que la distancia, que la vianda. Las clases transcurren en un gimnasio a metros de los amigos y años luz de los profesores. No les ve la cara, apenas escuchar un barullo que sale de una escafandra. No entiende lo que no escucha, nadie está cerca para ayudarle. Tampoco para bromear y darle un codazo.
El recreo es peor aún. Un recreo para jugar y otro para comer. Para comer no se pueden sacar el barbijo. Se lo deben correr, dar un mordisco y volver a colocarlo para masticar. Todo es un gigantesco sinsentido.
Los niños son aterrorizados con información falsa que no pueden asimilar y mucho menos analizar críticamente. Se los ha tratado como asesinos seriales de los abuelitos, inclusive en propaganda oficial.
Hoy, gente que parece vivir en una nube de pedo, los metió en una burbuja, olvidándose de los más elementales aspectos de la formación del carácter, la personalidad, el sentido de responsabilidad individual, la interpretación crítica de la información, pero también de la necesidad de contacto personal para el crecimiento y el desarrollo.
Lo que no se relaciona, muere, decía un viejo filosófo.
Hoy mi sobrino tampoco fue a la escuela. Yo tampoco querría ir!

domingo, 7 de marzo de 2021

INSFRAN: EL PSICÓPATA COHERENTE Y SUS CÓMPLICES


 


Las crueles acciones del psicópata gobernador del Formosa, Gildo Insfrán (no muy diferentes a otros presidentes, gobernadores, primeros ministros y alcaldes de todo el mundo) han despertado la general indignación de toda persona de bien, excepto los cómplices del gobierno, los cínicos e hipócritas que no tienen ningún problema en callar cuando una manifestación popular contra la tiranía no les conviene. Como en todo el mundo, también.

Hay algo, sin embargo, que cabe destacar.

La mayor parte de buenas personas creen o creían que puede haber cuarentenas obligatorias de los sanos sin ESTAS consecuencias. Más o menos como creen que puede haber Banco Central sin inflación, o una Secretaría de Precios que garantice la libertad de mercado. O sea, más o menos lo mismo que los ingenuos macristas que pensaban que ellos iban a controlar y planificar “bien”.

Desde Marzo del 2020, entre las burlas e insultos de amigos, colegas y conocidos, he explicado y advertido que esto es lo que iba a suceder. (http://gzanotti.blogspot.com/2020/04/el-liberalismo-esa-nostalgia.html ; http://gzanotti.blogspot.com/2020/05/del-gobierno-militar-del-76-la.html ). Si quieren mantener a una población entera encerrada, hay que controlarla con el poder policial, y el control policial es o coherente o es argentino (http://gzanotti.blogspot.com/2021/02/el-barbijo-en-el-menton.html).  Argentino es, como dijimos en una entrada anterior, si y no al mismo tiempo, la norma que se exalta pero no se cumple, y ya está. Por eso los argentinos nunca podrían haber sido buenos nazis. Insfrán, en cambio, ha copiado las crueles coherencias de otras partes del mundo, donde también hay represión y campos de concentración infamantes. Todo en nombre de tu propio bien. Todo en nombre de que no te contagies. Como ya dijimos muchas veces, NADA es justificativo moral para violar las libertades individuales (http://gzanotti.blogspot.com/2021/02/una-vez-mas-no-se-debe.html).  En un mundo con justicia, Insfrán, junto con otros cientos de gobernantes en el mundo, deberían ser juzgados por crímenes de lesa humanidad. Pero no. No estamos en un mundo con justicia. Estamos en un mundo infame. AHORA, por vergüenza o conveniencia política, algunos de estos criminales están “decretando” la apertura de negocios o etc. Como si debiera depender de ellos. En unos meses dan marcha atrás, y otra vez. Un mundo infame, un mundo que ha llegado al paroxismo del camino de servidumbre anunciado por Hayek en 1945.

Sépanlo todos los que apoyaron las cuarentenas obligatorias en Marzo del 2020: han producido a los diversos Insfrán del mundo. Son cómplices, son responsables.

Despiértense y, al menos, pidan perdón.