jueves, 29 de marzo de 2018

REFLEXIONES ARISTOTÉLICAS PARA LOS ARISTOTÉLICOS RANDIANOS Y ROTHBARDIANOS PRO-ABORTO.



Lo primero que tenemos que aclarar es que Aristóteles sostenía que el “alma racional” comenzaba recién a los tres meses, y lo mismo opinó Santo Tomás, aunque este último, claro, dijo claramente que un ser humano en potencia no debe ser asesinado.

Sin embargo, la ontología de Aristóteles da respuestas actuales a este tema que me parece que no fueron consideradas por Rothbard o Ayn Rand cuando se pronunciaron pro-aborto.

En primer lugar, la diferencia entre esencia y accidente. Los accidentes suponen la esencia, la naturaleza a partir de la cual surgen. Uno de esos accidentes es la cualidad, entre las cuales se encuentran las potencias vegetativas, sensitivas y racionales. Por ende cuando una potencia se desarrolla, presupone la esencia de la cual se desarrolla, que en ese caso es la naturaleza como la misma esencia en cuando principio de operaciones (acciones).

La esencia, a su vez, se encuentra totalmente en una sustancia primera, aunque no se reduce a ella. Un ser humano concreto, Juan, Gabriel, Inés, es una sustancia primera; su naturaleza, la humanidad, se encuentra totalmente en la sustancia primera pero no se reduce a la sustancia primera. Por eso podemos decir “Gabriel es humano” (bueno, depende del día J) pero no podemos decir “Gabriel es humanidad”.

Las potencias, a su vez, tienen tres estadios ontológicos: la potencia en cuando tal (la vista, por ejemplo), su acto propio (el ver), su objeto (la luz o el color). Luego, que la potencia no haya pasado aún a su acto propio, “en acto segundo” (obrar) NO implica que la potencia no “esté ya siendo” en acto 1ro. Luego puede haber vista aunque no haya podido desarrollarse.

Dado todo lo anterior, no cabe más que concluir que, dado que el desarrollo de las potencias es accidente, que presupone una esencia que está totalmente en una sustancia primera, entonces el desarrollo del ser humano, en sus diferentes fases, presupone una naturaleza humana y un ser humano que se está desarrollando. Luego si algo se está desarrollando como humano, como el embrión humano, es porque ya es humano, es porque ya hay una sustancia primera, un ser humano concreto, con una naturaleza humana, cuyas potencias se están desarrollando y van a seguir en desarrollo una vez fuera del útero materno. Luego, el embrión humano supone que hay un ser humano que, por ende, no debe ser asesinado.

Y aunque aún no pueda “ejercer en acto 2do” sus potencialidades racionales, ello NO significa que NO estén allí, en acto primero. O sea, la inteligencia y la voluntad ya son, ya están, ya existen, en acto 1ro, en la sustancia primera, porque emergen de la naturaleza humana, están siempre en acto 1ro., aunque aún no hayan pasado al acto 2do.

Por ende Aristóteles no fue coherente consigo mismo cuando dijo que las potencias racionales “comienzan” a los tres meses. YA estaban allí en acto 1ro., sólo que aún faltaba que pasaran “visiblemente” a ejercer sus actos propios en acto 2do.

Por lo tanto, estimados amigos randianos y rothbardianos, creo que si fueran coherentemente consecuentes con la ontología de Aristóteles, no les quedaría sino concluir que el ser humano es tal desde el primer momento, porque el desarrollo presupone la naturaleza, y las potencias están allí siempre en acto 1ro. aunque no hayan podido pasar al acto 2do.


domingo, 25 de marzo de 2018

MIS LEMAS PEDAGÓGICOS, TRES: TODOS PUEDEN ESTAR EN DESACUERDO CON CUALQUIER COSA QUE YO DIGA, INCLUSO CON ESTO ÚLTIMO QUE ACABO DE DECIR.


Sí, es una invitación al diálogo. Y funciona.

No puedo reiterar aquí todas las teorías del diálogo (http://www.austral.edu.ar/ojs/index.php/australcomunicacion/article/view/100) y por favor no me discutan J. Sólo quiero decir que los alumnos se sienten habitualmente asombrados cuando descubren que yo respeto un derecho fundamental: el derecho a la interpelación, su derecho "a pasar al habla" su conciencia crítica sobre lo que estoy diciendo.

Algunos me van a decir que no siempre he actuado así, que muchas veces he sido un testarudo con el cual no se puede debatir. Puede ser, en el cielo nos enteraremos. Pero en el aula soy así, porque es lo único que me puede sacar del aula y llevar a la educación.

¿Por qué un derecho a la interpelación? Porque la verdad no debe imponerse por la fuerza, ni física pero sobre todo NO lingüística. El lenguaje humano puede ser monologante, alienante, manipulador, y colocar al otro como una X al servicio de mi yo. Eso es olvidar al otro como un tú.

Muchos se desesperan que el alumno no quiera escuchar o sea indiferente a lo que uno considera la verdad. Entonces recurren a la fuerza. No lo dejan hablar, lo ridiculizan en público, se burlan de su ignorancia, lo obligan a memorizar, lo amenazan con la nota, y si finalmente el esclavo se saca un 10, ah qué bien, qué buen esclavo…

Los seres humanos –por más que los neurocientíficos lo sueñen- no son robots. No tienen un botón que apretar para aprender. Aprenden solos, cuando se sienten vitalmente involucrados con algo. Si no, no. No y punto.

Lo que el profesor puede hacer es, en paz interior, mostrarles el ropero que introduce a Narnia. Mostrarles su propio entusiasmo con esa tierra infinita. Explicarles algo de alguna planicie, de alguna montaña, pero entender que no quieran subirla aún o nunca. Y si alguno no quiere escuchar, no escuchará. Aunque lo tengas mirándote porque lo amenazaste con el “final”. No, no te mira ni te escucha, y serás, en el futuro, sólo otro imbécil más de sus malos recuerdos.

Sólo cuando él se sienta libre ante ti, sabrás verdaderamente lo que ocurre en su interior, y podrás conversar. Y ya está, porque eso es lo humano. La verdad os hará libres, sí, pero esa libertad los hará verdaderos. De lo contrario es todo un engaño. Tú hablando, ellos en otro mundo, luego repitiendo sin aprender, luego el 10, el 9 o el 2. Nada. Cero educación. Sencillamente nada.

¿No los quieres libres porque existe la maldad? ¿Porque entonces puede revelarse el odio, el resentimiento o el insulto? Claro, es un riesgo. Si son ya grandes, córrete, el diálogo se acabó, claro. Pero si son apenas unos niños salidos del secundario, ¿estás seguro que tú eres el bueno y que ellos son muy malos? ¿Porque no prestan atención a quiénes fueron los filósofos de la Escuela de Mileto o porque les importa un rábano la lista de emperadores romanos? Vamos. ¿Malos por eso? ¿No será que están esperando más tu mirada de afecto que las guerras médicas, no será que están más interesados en la guerra de las galaxias que en las guerras del Poloponeso? ¿Malos por eso? ¿No será que están pensando en los novios, las novias, la salida del Sábado o la amiga con la se pelearon? ¿Malos por eso? ¿No será que necesitan un padre más que un robot parado delante de ellos que repite datos de memoria?

¿No será que, en el fondo, se protegen de ti?

Hace unos años me entusiasmé y me olvidé del diálogo. Estaba explicando a Feyerabend, y me volví tan loco que comencé a hablar casi como Hitler. Me volví el comandante Marcos de la revolución de Feyerabend. Avanzaba, avanzaba, no les dejaba salida. Predicaba el evangelio de Feyerabend como si fuera Savonarola.  Hasta que uno de ellos, gracias a Dios, se acordó:

“¿Pero se podía estar en desacuerdo, no, Gabriel?”

Volví en mí. Retrocedí sobre mis pasos, les pedí perdón, les devolví su derecho a no pensar como Feyerabend.

Claro, qué me importa que no piensen como tu ignoto filósofo, dirás.

Pero la cuestión es que aprendan la verdad, ¿no?

Pues entonces respeta su libertad porque, de lo contrario, la verdad se les ocultará para siempre.

martes, 20 de marzo de 2018

SOBRE EL ABORTO



Escribí esto en 1989, en mi libro “El humanismo del futuro”. Ahora ha quedado del pasado…………………

Con el término aborto nos estamos refiriendo, en este contexto, a la expulsión voluntaria de un feto no maduro. Ello es distinto, pues, de la expulsión involuntaria de un feto no maduro (esto es, antes del séptimo mes completo) y de la expulsión provocada, con fines médicos, de un feto ya maduro, lo cual es aceleración del parto.
Nuestra tesis es: el aborto, en el sentido referido, es un asesinato, dado que el ser humano es tal desde el primer momento de la concepción. Por ello este delito cae totalmente dentro de aquello que la ley humana debe prohibir, dado que es una grave violación del derecho a la vida.
Como puede observarse, la clave de la demostración de que el aborto es un asesinato consiste en la demostración de la siguiente premisa: el ser humano es tal desde el primer momento de la concepción”.
Para ello utilizaremos dos vías. La primera será científica-positiva, utilizando los actuales conocimientos biológicos.
En primer lugar, la teoría genética actual nos dice que en el huevo fertilizado o cigota se encuentra un código genético, que permite diferenciar a un individuo de otro. Ese código está presente desde el momento de fusión entre las informaciones genéticas del óvulo y el espermatozoide. Luego, desde el primer momento de la unión entre las gametas reproductoras está presente un individuo específicamente distinto se otro individuo. Consecuencia adicional de esto es que no hay posibilidad de confusión biológica entre el cuerpo del nuevo ser y el cuerpo de la madre que lo está gestando, cuyo código genético es otro. No puede decirse pues que el huevo fecundado es “parte del cuerpo de la madre” o expresiones por el estilo. También se infiere de lo anterior que el individuo es genéticamente el mismo desde su primer instante de vida hasta su muerte. Las diferencias son pues las de diversas etapas de desarrollo de los caracteres contenidos en su genotipo.
 En segundo lugar, si se intentara rebatir lo anterior diciendo que, en el caso de un tumor, la carga y estructura cromosómica es distinta, lo cual sería un caso similar al crecimiento de un embrión, ello es falso porque en el caso de un tumor canceroso se trata de una división celular desordenada a partir de una o varias células diploides (esto es, con el total de cromosomas de la especie), mientras que en el caso del embrión se trata de una división celular ordenada fruto de la unión de dos células haploides (esto es, que contienen la mitad de cromosomas de la especie). Esto constituye una esencial diferencia.
Para estar en presencia de esta individualidad genética no es necesario, pues, que el embrión sea “viable”, o que se instale en el útero materno, etc. Dichas cuestiones son accidentales a la individualidad genética del huevo fecundado.
Ahora bien, la epistemología contemporánea, sobre todo a través de Popper y Lakatos, ha establecido muy claramente que, en las ciencias positivas, la certeza total es imposible y lo máximo que podemos alcanzar es conjeturas corroboradas hasta el momento, o, en lenguaje lakatosiano, podemos tener núcleos centrales de un programa de investigación progresivo; hasta ahora, el programa de investigación de la genética actual es progresivo[1]. Esto implica que estamos diciendo todo esto según el estado actual de la ciencia, por eso debemos ir hacia nuestra segunda vía, menos sometida a la contingencia de las ciencias positivas, que es la vía filosófica*38.
Filosóficamente, debemos distinguir entre una sustancia individual y las potencialidades propias que emergen de esa sustancia[2]. Por ejemplo, un niño de dos meses tiene la potencia de caminar, aunque todavía no la ha desarrollado. Actualizará su potencia al respecto cuando camine. De este modo, conocemos la esencia de una sustancia a través del despliegue y actualización de sus potencialidades específicas. Así, distinguimos a una persona humana de lo no humano por sus capacidades típicamente espirituales, como el amar y el conocer, de donde surgen facultades como el habla, el aprendizaje, etc. Vimos esto ya en nuestro capítulo uno. Lo que ahora queremos destacar es que dichas potencialidades son propias del ser humano, pero no son “el “ser humano, sino que el ser humano es la sustancia individual de donde emergen dichas potencialidades. Todos saben que el recién nacido es un ser humano aunque todavía no sea capaz de demostrar el teorema de Pitágoras. Esto es: el ser humano es tal aunque sus potencialidades propias todavía no hayan comenzado a desplegarse y actualizarse de manera visible. Por lo tanto, las diversas fases del desarrollo de una persona son fases que se encuentran a nivel accidental, pero no afectan la esencia de la persona que se está desarrollando. Esto es precisamente lo que fundamenta todo nuestro respeto a la dignidad de la persona y la igualdad esencial de los hombres, que debe ser respetada ante la ley, más allá de sus diferencias accidentales. La persona es esencialmente persona, siempre, en todas las fases de su desarrollo. Luego su derecho a la vida, que surge de su misma condición de persona, no es afectado por las diversas fases del desarrollo de la persona. Luego, no podemos decir que no es una persona aquello que se está desarrollando para actuar como tal. Luego, el embrión humano es una persona aunque todavía no actúe visiblemente como tal (y decimos “visiblemente” atentos a todas las posibles manifestaciones de psiquismo intrauterino). Si no fuera una persona, no podría, en el futuro, desarrollarse como tal. Si algo se desarrolla como mosquito, es porque es un mosquito, dado que todo se desarrolla y se despliega según lo que es. Nada se desarrolla a partir de la nada, sino a partir de una realidad ya especificada. Confundir a la esencia del ser humano con la manifestación visible de sus potencialidades propias es un grave error; ello justificaría decir que no es una persona quien ha sufrido una lesión irreparable de su lóbulo frontal. Luego, el embrión humano es persona, desde el primer instante de su crecimiento y desarrollo, esto es, desde el primer instante de la concepción. Que se encuentre dentro de otro cuerpo o que su tamaño sea ínfimo, son todas cuestiones accidentales que no afectan a su esencia como persona, que debe ser, consiguientemente, respetada desde ese primer momento.
Por lo tanto, dado que nada justifica quitar directamente la vida a una persona inocente, su derecho a la vida es inviolable, desde el primer momento de su concepción. El fin no justifica los medios (esto es: ninguna conducta contradictoria con el fin último de la vida humana se justifica porque sea idónea para llegar a otro fin) y, por ende, aunque el fin sea bueno, ese medio (la eliminación directa de la vida de una persona inocente) jamás está justificado.
Alguien puede decir: ¿qué ocurre si el problema no es que se afirme que el embrión no es un ser humano, sino que se duda sobre su real naturaleza? Pues en ese caso, tampoco está justificado quitar la vida del embrión, pues, desde el punto de vista ético, la duda sobre si algo es o no una persona lo único que justifica, precisamente, es abstenerse de hacer algo que pueda perjudicar al “posible” ser humano. Si alguien está cazando y duda sobre si lo que se mueve es un animal o un hombre, debe abstenerse de disparar, obviamente. Luego, lo único que coherentemente justificaría la eliminación directa del embrión es la certeza total de que no es una persona, la cual es una premisa absolutamente falsa, por los motivos vistos.
A partir de aquí, podemos fundamentar nuestra negativa respecto a algunos casos que se presentan habitualmente como intentos de justificación del asesinato del embrión humano, esto es, el ser humano en los primeros meses de su vida, o en sus primeros segundos.
a) Violación. Se dice que la mujer que fue violada tiene “derecho” a abortar. El fin es salvaguardar su honor y/o no tener un hijo que ella no deseaba. Pero, dado que el fin no justifica los medios, no puede violarse el derecho a la vida del nuevo ser, dado que su derecho a la vida emerge de su misma condición de persona y es, por ende, totalmente independiente del modo o las circunstancias en las que fue realizada su concepción. Luego, la violación no justifica el aborto. Algunos dicen que, en ese caso, la mujer podría pedir la transferencia de su patria potestad, una vez nacido el niño. No negamos esa posibilidad; tampoco la afirmamos rotundamente. Dejemos abierta esa cuestión.
 b) Malformación comprobada. Tampoco hay justificación es este caso. Qué persona vive o muere, según sus mayores o menores defectos, no corresponde al ser humano decidirlo. Es gravísimo tratar de tomar el lugar de Dios. Quienes admiten este caso deberían admitir que es lícito quitar la vida a un niño deforme ya nacido, y en ambos casos estaríamos en presencia de un asesinato. El derecho a la vida de una persona no está en relación a sus defectos físicos o mentales, por más graves que estos sean. Por más que el fin sea evitar el dolor y el sufrimiento, el quitar la vida no constituye un medio lícito para ello, por los motivos expuestos. ¿Cuántas veces, por otra parte, el motivo es justamente una falta de amor, que, de tenerlo, nos haría ver la posibilidad de cuidar a alguien defectuoso como una oportunidad de despliegue del amor más profundo, que no pide, sino que da?[3].
c) Situación desastrosa de la familia o de los padres. Nuevamente el mismo tipo de argumentación: el derecho a la vida de la persona no está en relación a la situación económica en la que nace. De lo contrario sería lícito de cualquiera de los hijos con ese pretexto; es más, si el asunto es la situación económica, habría que asesinar al mayor, que es el que consume más. Huelga todo comentario.
d) Abortos ilegales. Dice este argumento –uno de los más usados- que hay que legalizar los abortos para que éstos se realicen en buenos institutos, con buenos profesionales y en correctas condiciones de higiene, para evitar el peligro que corren las madres en otros casos. Muy encomiable la preocupación por la madre, en este caso, pero eso, nuevamente, no justifica el medio, dar impunidad al asesinato de un inocente. Con el mismo criterio deberían legalizarse los robos a los bancos para que éstos no pusieran en peligro la vida de los asaltantes o de los clientes. Recúrrase al medio que se desee para evitar la dramática situación producida por personas que además de eliminar una vida ponen en peligro otra y arruinan su salud; recúrrase al medio que se quiera para la protección de las menores que son engañadas, dañadas o explotadas por inescrupulosos delincuentes, pero jamás se dé libre curso al asesinato de la persona por nacer como solución a esa situación. Ese medio, precisamente, es totalmente injustificado.
e) Peligro para la vida de la madre. Este caso es ya muy infrecuente, dadas las nuevas técnicas médicas. La cesárea, la sinfisiotomía, etc., han eliminado dramáticas instancias de antaño en el momento del parto. Por otra parte, después del 7mo. Mes completo puede recurrir a la aceleración del parto si hay peligro para la vida de la madre y hay además actualmente posibilidad de reimplantar al embrión en el útero en el caso de embarazo ectópico. Pero, debemos aclarar, si el caso se presentara, no es un medio lícito, para salvar una vida, eliminar directamente otra. En ese caso, además, el no eliminar la vida de la persona por nacer no es “causar” la muerte de la otra. Si X amenaza a Z diciéndole que mate a Y o, de lo contrario, X matara a Y2, entonces, si Z no mata a Y –como corresponde- entonces Z no es “causante” de la muerte de Y2, sino el causante de la muerte de Y2 es Z, en ese caso, “permite”, “tolera”, esto es “no impide” (porque no puede impedir) que X sea causa de ese asesinato. Luego queda demostrado que el no matar a la persona por nacer, en esos casos, no es “causa” de la muerte de otra persona. Por otra parte, no puede decirse que, en esos casos, la persona no nacida actúa como “injusto agresor” frente al cual habría derecho a la defensa legítima. ¿Cómo el embrión o el feto pueden ser “culpables” de algo? No pueden por ende, ser acusados de “injusta agresión”. Son absolutamente inocentes. Es más: la persona por nacer es la persona más inocente e indefensa que hay.
Volvemos a reiterar, sin embargo, que estos son actualmente muy raros.
Los casos analizados reafirman nuestra tesis: el aborto es un asesinato. No puede hablarse, por ende, de “derecho al aborto”. Eso es una absoluta contradicción en términos. No hay derecho a hacer algo que va en contra de un derecho humano fundamental. Tampoco puede encuadrarse dentro del “derecho de la madre a disponer de su propio cuerpo”. Puede la madre tener el derecho a la ausencia de coacción sobre la disposición de su cuerpo, pero no sobre el cuerpo de otra persona. Tampoco puede encuadrarse el aborto dentro de “acciones privadas” que no perjudican a terceros. Pues el aborto elimina la vida de una persona humana; luego, está a años luz de una acción privada; al contrario, entra dentro de uno de los más típicos delitos contra terceros: el asesinato….


[1] Véase nuestra monografía pre-doctoral Epistemología contemporánea y filosofía cristiana, presentada a la Universidad Católica Argentina, Facultad de Filosofía y Letras, septiembre de 1988.
*38 Dada la importancia que a lo largo de estos años ha adquirido, para nosotros, la epistemología que va desde Popper a Feyerabend, enfatizamos más que nunca que las conjeturas científicas nunca pueden ser la base de las certezas morales en las que se basa la defensa de la condición de persona del embrión humano.
[2] Véase González Álvarez, A.: Tratado de Metafísica: Ontología, Gredos, Madrid, 1979, 2da. edición.
[3] Véase la siguiente carta de una madre, citada por V. Frankl: “Por una deformación prematura de los huesos del cráneo en el vientre materno, cuando mi hijo nació el día 6 de junio de 1929 era ya un enfermo incurable. Yo tenía entonces 19 años. Divinicé a mi hijo y lo amé sin límites. Mi madre y yo hacíamos cualquier cosa para ayudar al pequeño gusano, aunque todo fue en vano. El niño no podía andar, ni podía hablar, pero yo era joven y no perdía la esperanza. Trabajaba día y noche sólo para poderle comprar a mi querido gusanito preparados alimenticios y medicamentos. Cuando yo ponía su pequeña y delgada manita sobre mi hombro y le decía ‘¿me quieres?’, él se apretaba muy fuerte contra mi, se reía y me ponía torpemente la mano en la cara. Yo era entonces feliz, a pesar de todo, inmensamente feliz”, de su libro La Psicoterapia al alcance de todos, op. cit., p. 135.

domingo, 18 de marzo de 2018

MIS LEMAS PEDAGÓGICOS. DOS: TODO LO QUE DIGAS SERÁ CONVERTIDO EN MARAVILLOSO.


Si, al revés que todo lo que diga será usado en su contra, todo lo que diga el alumno será convertido en maravilloso.

Y será convertido porque ES maravilloso.

¿Y si es un grave error, o una grave confusión, o una grave ignorancia?

Primero, cuidado, hay que ver si el caso no es al revés….

Pero aún cuando fuera así, esa mirada se concentra en el qué, no en el desde dónde. El alumno siempre dice algo, opina algo, duda, cuestiona, interroga, desde su propio horizonte personal de mundo y de problemas. Y ese horizonte es algo maravilloso porque es él, el lugar a donde tenemos que ir y estar para caminar junto a él. Lo que dice es el discurso manifiesto, desde dónde lo dice, el discurso latente.  Hay que a ese lugar para desde allí ver su real inquietud y trabajar desde allí.

Me van a decir: pero los alumnos no hablan. Sí, claro que hablan, pero no a ti. Para que te hablen a ti, deben sentirse invitados a hablar, deben captar que su derecho a la interpelación es respetado, deben advertir que la clase no es más que una amable conversación un poquito más sistematizada.

Me van a decir: qué pasa si preguntamos qué les parece tal cosa, responden cualquier cosa y los tenemos que corregir. Primero, si eso sucede, ir al fondo de lo que dicen, no a lo que dicen. Entonces no tendrás que corregir nada, sino guiar la inquietud, porque la inquietud no es errónea. Pero además, antes que ese tipo de preguntas –que no están descartadas- lo mejor es que tú digas lo tuyo con la clara consigna de que ellos te pueden objetar o responder. Entonces se sentirán llamados a dar su opinión y el diálogo verdadero va a surgir.

Me van a decir: qué pasa si detrás de la pregunta o el comentario se esconde una verdadera malicia o un conflicto grave, una personalidad psicopática o lo que fuere. Y sí, puede pasar. Es un riesgo que debemos correr. Pero el docente es terapeuta, o como tal tu rol te protege. El rol paterno implica a su vez una sana distancia. Si tú eres el adulto, si tú eres más sano, podrás manejarlo; si el conflicto del otro te penetra, mejor analízate, porque hay algo que ajustar.


La verdad, gente, no ignoro los odios, las envidias, los resentimientos o las graves psicosis que los alumnos puedan tener. Pero en mi larga experiencia con los chicos más chicos, que recién han salido del sistema secundario corrupto y opresor, y buscan desesperadamente un poco de respeto y afecto, es que reaccionan bien ante el mínimo signo de mirada comunicante. Otros, finalmente, se quedan “en el fondo”, con su teléfono celular y no te llevan en lo más mínimo el apunte. Pero no te molestan. Déjalos por ende en libertad. Están ahí porque los mandaron, porque algo tenían que hacer pero aún no saben qué. Déjalos en paz. Pero no por indiferencia o por desprecio, sino por respeto. No son robots que tienen un botón que apretar. Son personas que tienen sus tiempos de madurez. Son los límites del aula, son los límites de lo humano, son los límites. No los cruces. No eres Dios.


martes, 13 de marzo de 2018

LA INCOHERENCIA DE MUCHOS CONSERVADORES CATÓLICOS AL RE-DESCUBRIR AHORA LA LIBERTAD DEL LAICO.

Tengo toda mi simpatía con la gente de InfoVaticana. Porque parece que precisamente “El Vaticano”, como estado (ese invento NO derivado de Jesucristo, sino de un pacto de Pío XI con Mussolini) les quiere impedir usar el nombre.

Y son muy interesantes los argumentos que usan para defender su libertad:

“….El clericalismo, esa lacra tan denunciada por el Papa, pretende que los laicos obedezcamos órdenes o intereses de quien no tiene potestad ni jurisdicción en ese campo, ámbitos de libertad en los que los laicos tenemos estricto derecho de actuar en conciencia, no sólo civilmente sino canónicamente. Veamos qué dice el Código de Derecho Canónico. en el Canon 212, si en su primer párrafo afirma que “Los fieles, conscientes de su propia responsabilidad, están obligados a seguir, por obediencia cristiana, todo aquello que los Pastores sagrados, en cuanto representantes de Cristo, declaran como maestros de la fe o establecen como rectores de la Iglesia”, añade a continuación: “Los fieles tienen derecho a manifestar a los Pastores de la Iglesia sus necesidades, principalmente las espirituales, y sus deseos”. Más importante: “Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas”.

Y concluyen: “…Las autoridades de la Iglesia no solamente deberían reconocer y respetar esa autonomía del laicado, o limitarse a respetar formalmente su ejercicio, evitando acciones legales injustificadas para cerrar bocas incómodas, sino que deberían promover una mentalidad laical que implique la plena asunción de nuestros derechos y deberes como bautizados, sin miedo al qué dirán y a las represalias. Este es un campo para la reforma de la Iglesia de verdad, porque afecta no a unos pocos cargos vaticanos, sino al conjunto del Pueblo de Dios. Mientras llega esa tan ansiada reforma, sólo serán promovidos en la Iglesia los laicos que actúan como “longa manus” del poder del momento”.

MUY bien. Felicitaciones.

Pero el asunto es que ESA es la libertad legítima de opinión que muchos liberales católicos hemos defendido siempre en el tema de la autonomía de la ciencia económica, invadida por el intento de dogmatizar temas opinables, como el corporativismo en Pío XI, la teoría de la dependencia en Pablo VI, la versión negra de la Revolución Industrial en León XIII, la condena “al capitalismo liberal” sin matices, en la Solicitudo rei socialis de JPII (si, ANTES que Francisco, ahora todos se han olvidado), la economía de Zamagni, en Benedicto XVI……….

Ah!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Pero allí muchos de los que participan en InfoVaticana no sólo se han quedado muy calladitos, sino hasta muy contentos cuando de todos los lados clericalizados de la Iglesia, de izquierda y derecha, nos convierten en parias cada vez que reclamamos esa libertad de opinión.


O sea, conservadores que han repetido como loros esos documentos, que NO han visto nunca sus cosas opinables, que han condenado hasta el cansancio a los que NO nos resignamos nunca a perder nuestra autonomía como laicos…. AHORA NO tienen ninguna autoridad moral. Me alegro que por el “efecto Francisco” hayan descubierto los derechos del laico, pero les cuento que los habían olvidado hasta el 2013. Algunos otros, en cambio, los hemos ejercido siempre, desde Gregorio XVI en adelante, en medio del silencio, la condena y el ostracismo al cual nos enviaban gente como ustedes.

domingo, 11 de marzo de 2018

MIS LEMAS PEDAGÓGICOS. 1: NO HAY QUE SABER PARA OPINAR, HAY QUE OPINAR PARA SABER.


¿Cómo? ¿Dice usted que cualquiera puede decir el disparate que se le ocurra, de manera presuntuosa, y de ese modo aprenderá algo?

No. Estoy presuponiendo ciertas condiciones morales e intelectuales, de curiosidad, conciencia crítica, humildad. Que no son tan infrecuentes como se piensa. Muchas personas son así, pero trabadas por el imperativo “no preguntarás” debe callar sus sanas inquietudes, dudas y cuestionamientos.

Mi método consiste en reconocerles el derecho a interpelar. El derecho a que la verdad no les sea impuesta por la fuerza lingüística o el supuesto lugar de saber absoluto de la tarima del profesor. Que entonces se sientan libres de iniciar una conversación genuina con el profesor, que en realidad es alguien que está ofreciendo su posición sobre un tema, pero no diciendo, implícitamente, “dirás esto o serás fusilado”.

Entonces la libre opinión del alumno se convierte en el inicio del diálogo. Puede equivocarse, pero la labor del profesor es encontrar en ese error una oportunidad para reconducirlo a un nuevo cuestionamiento que lo vaya acercando socráticamente a la verdad. Y también encontrar en ese error la parte de verdad, situarlo en la historia de la filosofía, y además tratar de encontrar el horizonte desde el cual el alumno está diciendo lo que para él es tan importante.

Y lo más importante es que el profesor puede llevarse una buena sorpresa al escuchar un cuestionamiento que verdaderamente ponga en conflicto a su núcleo central.

Por supuesto que esto nos pone en riesgo de ser blanco de personalidades psicopáticas que van a aprovechar esa apertura para hacer un bulying intelectual y moral al profesor. Pero es una posibilidad casi nula en chicos jóvenes que responden inmediatamente a una mirada de afecto, que es fundamentalmente lo que están buscando. Con un psiquismo relativamente normal, la calma produce la calma, y el entusiasmo genera entusiasmo. Y el respeto sacrosanto a la libertad del alumno, de ser él mismo, es la única oportunidad para que alumno mejore desde sí mismo y no desde algo que no es él.


Por supuesto, todo esto es incompatible con el sistema educativo formal positivista que nos domina. Hay que hacerlo entrar de contrabando.

domingo, 4 de marzo de 2018

FRANCISCO Y LA VERITATIS SPLENDOR



En una nota-reportaje  titulada “Rezo por las personas que me acusan de hereje” de Wladir Ramos Díaz, (https://es.aleteia.org/2018/02/15/papa-francisco-rezo-por-las-personas-que-me-acusan-de-hereje/) Francisco afirma que “….Nosotros estamos acostumbrados al ‘se puede o no se puede’. La moral usada en Amoris laetitia es la más clásica moral tomista, la del santo Tomás, no del tomismo decadente como ese con el que algunos han estudiado”.


La respuesta es interesante porque plantea con crudeza el problema de las teologías diversas que producen luego magisterios en principio contradictorios. No está en debate que haya un tomismo decadente. El asunto es si el “se puede o no se puede” fue en la Iglesia una costumbre de la cual ahora podríamos prescindir, o una norma que, aplicada a los preceptos morales negativos, tiene su sentido.


Es sintomático que Francisco no se refiera en ningún momento a la encíclica Veritatis splendor, de 1993 (https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_06081993_veritatis-splendor.html)  Hace como si no existiera. Porque en esa encíclica, si “se puede o no” no es un problema de obsesivos compulsivos que ignoran el tema de la prudencia y-o la epiqueia en Santo Tomás, sino que hay normas morales negativas que no admiten circunstancias que las vuelvan buenas en sí mismas, más allá de la intención o culpa subjetiva de cada persona en cuestión. Dice la VS en su punto 88: “… Ahora bien, la razón testimonia que existen objetos del acto humano que se configuran como no-ordenables a Dios, porque contradicen radicalmente el bien de la persona, creada a su imagen. Son los actos que, en la tradición moral de la Iglesia, han sido denominados intrínsecamente malos («intrinsece malum»): lo son siempre y por sí mismos, es decir, por su objeto, independientemente de las ulteriores intenciones de quien actúa, y de las circunstancias. Por esto, sin negar en absoluto el influjo que sobre la moralidad tienen las circunstancias y, sobre todo, las intenciones, la Iglesia enseña que «existen actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto» 131.”


O sea, con respecto a los mandamientos positivos, por supuesto que entra en juego la prudencia y el discernimiento, y no entra la lógica del “se puede o no se puede”. ¿Se debe ayudar al prójimo? Claro que sí. ¿Y en tal circunstancia, hasta qué punto? La prudencia lo decide. ¿Debe un padre de familia alojar en su casa, con sus hijos, a un desconocido que encontró en situación de calle? No hay respuesta absoluta. La prudencia lo decide.


¿Pero se puede asesinar a un inocente? No, nunca. ¿Ven? Allí sí entra el “se debe o no”. No hay excepciones. Y ello no implica juzgar la conciencia subjetiva del que lo haga, que puede ser “cierta” “no culpable” pero no “recta” ni convierte en intrínsecamente buena a la acción mala en sí misma. Si eso NO es Santo Tomás yo estaría muy asombrado….


Por eso sigue diciendo JPII: “…La doctrina de la Iglesia, y en particular su firmeza en defender la validez universal y permanente de los preceptos que prohíben los actos intrínsecamente malos, es juzgada no pocas veces como signo de una intransigencia intolerable, sobre todo en las situaciones enormemente complejas y conflictivas de la vida moral del hombre y de la sociedad actual. Dicha intransigencia estaría en contraste con la condición maternal de la Iglesia. Ésta —se dice— no muestra comprensión y compasión. Pero, en realidad, la maternidad de la Iglesia no puede separarse jamás de su misión docente, que ella debe realizar siempre como esposa fiel de Cristo, que es la verdad en persona: «Como Maestra, no se cansa de proclamar la norma moral... De tal norma la Iglesia no es ciertamente ni la autora ni el árbitro. En obediencia a la verdad que es Cristo, cuya imagen se refleja en la naturaleza y en la dignidad de la persona humana, la Iglesia interpreta la norma moral y la propone a todos los hombres de buena voluntad, sin esconder las exigencias de radicalidad y de perfección» 149. En realidad, la verdadera comprensión y la genuina compasión deben significar amor a la persona, a su verdadero bien, a su libertad auténtica. Y esto no se da, ciertamente, escondiendo o debilitando la verdad moral, sino proponiéndola con su profundo significado de irradiación de la sabiduría eterna de Dios, recibida por medio de Cristo, y de servicio al hombre, al crecimiento de su libertad y a la búsqueda de su felicidad 150.”


Ahora bien, que esto parezca ser desconocido por Francisco, resulta medio extraño. Un papa de la Iglesia Católica hace de cuenta que un importante documento del año 1993 no existe. ¿Cómo puede ser?


Es que aquí tenemos un buen ejemplo de lo que hemos dicho en otras oportunidades: casi todos los obispos latinoamericanos, casi todos sus teólogos y caso todos sus sacerdotes conformaron, desde 1968, desde Puebla hasta Aparecida, una “Iglesia paralela”, que se movía bajo los propios cánones de la teología de la liberación, de la más extrema hasta las más moderadas teologías del pueblo. Documentos como este eran conocidos, pero silenciados como abstracciones de una Roma no comprometida con las realidades “del pueblo católico”. Finalmente, con Francisco sucedió algo que Dios sabe bien, seguramente, por qué permitió: uno de ellos llegó a Roma. Oh sorpresa.


Por supuesto, Francisco tiene derecho a querer agregar o abrogar algo de la doctrina de la VS. Hay que ver si se puede, dejo el debate a teólogos y canonistas. En todo caso, ya pasó: dicen muchos que la Dignitatis humanae “abrogó” la doctrina de la Quanta cura y etc. Y tienen un punto: Pablo VI y JPII mantuvieron sobre ese tema un permanente silencio. Sólo fue Benedicto XVI quien se refirió a ello explícitamente, en su discurso del 22-5-2005 sobre la reforma y continuidad del Vaticano II. E hizo bien, porque el tema no podía ser silenciado. Los más conservadores no estarán de acuerdo con BXVI, pero deben reconocerle que trató el tema con valentía y afirmó lo que para él era lo esencial y lo contingente.


Francisco debería hacer lo mismo con la VS, que trata aún de un tema más grave.


Pero no. Silencio total. Es más, parece NO comprender cuál es el problema, porque en ese mismo reportaje se refiere a páginas de lefebristas que lo acusan de hereje, pero como vemos ese no es el problema. El problema es que hay una encíclica, sobre un tema grave, de magisterio ordinario, que lo contradice, y su autor no es precisamente un fanático lefebrista, sino un ex joven perito del Concilio Vaticano II.


Es más, la VS fue la base para la Evangelium vitae, de 1995 (http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_25031995_evangelium-vitae.html ), que parece tener afirmaciones casi extra-ordinarias: “…Ante semejante unanimidad en la tradición doctrinal y disciplinar de la Iglesia, Pablo VI pudo declarar que esta enseñanza no había cambiado y que era inmutable. 72 Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos —que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina—, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. 73 “.

¿Por qué ponemos este ejemplo? No precisamente porque Francisco tenga algún problema con él, al contrario, lo va a subscribir. Pero entonces hay cosas que "no se pueden", no?

Cabe reconocer que si de Santo Tomás se trata, su respuesta al delicado caso del sacrificio pedido a Abraham –la muerte de su hijo- no deja ser curiosamente voluntarista. Un punto para Francisco, cuya dilucidación dejo en manos de los tomistas: (http://hjg.com.ar/sumat/b/c94.html ) “… En principio todos los hombres mueren de muerte natural, tanto los inocentes como los culpables. Y esta muerte es infligida por el poder divino a causa del pecado original, según la expresión de Re 2,6: El Señor da la muerte y la vida. Debido a lo cual, por mandato divino se puede dar la muerte a cualquier hombre, inocente o culpable, sin ninguna injusticia. A su vez, el adulterio es la unión carnal con una mujer que, si pertenece a otro, es en virtud de una ley establecida por Dios. Y, en consecuencia, el hombre no comete adulterio ni fornicación cualquiera que sea la mujer a que se una por mandato de Dios. La misma razón vale también para el robo, que consiste en apropiarse lo ajeno. Pues cualquier cosa que se tome como propia por mandato de Dios, que es dueño de todas las cosas, ya no se toma, como en el robo, contra la voluntad de su dueño. Y esto no sucede sólo en las cosas humanas, donde lo que Dios manda es, por eso mismo, obligatorio, sino también en el orden físico, donde todo lo que Dios hace es en cierto modo natural, según se expuso en la Parte I (q.105 a.6 ad 1).”


Desde luego, la pregunta podría ser hasta qué punto alguien, aunque sea pontífice, puede pasarse por encima toda la tradición y el magisterio de la Iglesia, aún en el caso de que cuenta con el apoyo de Santo Tomás de Aquino (cuya respuesta para mí, en este caso, deja mucho que desear).


Otra cosa interesante es la infinidad de católicos –obispos, sacerdotes, laicos- que en su momento vociferaron con alegría a la VS y la proclamaron a los cuatro vientos como si fuera la segunda venida de Cristo. ¿Por qué un “caso interesante”? Porque ahora están muy calladitos. Ellos también parecen haberse olvidado de la VS y si hablan es sólo para acusar de escándalo, como al firmante, por preguntarnos todas estas cosas. Qué interesante giro de pensamiento. Así giran la cabeza los muñecos de los ventrílocuos, no las personas.


Todo esto es una confirmación más del caos total y completo en el que está sumida la Iglesia de hoy, y no desde Francisco, sino desde mucho antes. Pero el diagnóstico y la solución están más allá de mis fuerzas. Lo único que nos queda a todos es seguir nuestra conciencia, en medio del caos absoluto. De facto la Iglesia de hoy es un cúmulo de diversidades, pero no de cuestiones libres entre teólogos, no de las gloriosas quaestio disputatae de la Edad Media, sino como su fuéramos diversas denominaciones protestantes peleadas e incompatibles entre sí. De iure, afortunadamente, no es así, pero sólo por la promesa de la indefectibilidad. Entre tanto, el diluvio.