domingo, 29 de octubre de 2017

FILOSOFÍA PARA MI, CAPÍTULO 9: FILOSOFÍA Y SENTIDO DE LA EXISTENCIA



1.  Una larga introducción

Si hemos reiterado frecuentemente el compromiso de la filosofía con la vida, este capítulo tendrá que cumplirlo con todas las letras.

Ante todo, ¿qué existencia? Venimos de ver la relación entre filosofía y lenguaje. Es increíble la cantidad de veces que hablamos cotidianamente de que tal o cual cosa existe o no, y en tantos sentidos diferentes. Decimos, por ejemplo, que en las selvas hay tigres. Gran parte de la lógica actual tiene un modo muy simple de expresarlo: existe al menos un x tal que x es tigre. Ok. Vamos bien. Después decimos “hay un lápiz en mi escritorio”. También queremos decir con ello que ese lápiz existe. O sea, que “está ahí”, “a la mano” (Heidegger), como una cosa a mi servicio. Tal vez el lápiz se pierda y entonces sea reemplazado por otro, sin problema. Decimos también que tenemos una mascota, que es un perro y se llama Fido. Ok, también queremos decir entonces que Fido existe. ¿Es lo mismo que decir que hay perros, como en el ejemplo de los tigres? Veamos: existe al menos un x tal que x es Fido. Oh! Esto ya lo habíamos visto al final del capítulo anterior. El x que existe es Fido. O sea que existe al menos un Fido tal que Fido es Fido. Mm. La cosa se complica. Además, “al menos un Fido”. ¿Puede haber dos? Dos perros diferentes, si. ¿Dos Fidos?

Pero esto no es nada. En el caítulo anterior habíamos terminado “insistiendo” en que nosotros existimos (yo, tú) independientemente de estas complicaciones. Ok, asumamos, aunque muchos colegas se enojen, un punto de partida cartesiano, aunque renovado. Estoy escribiendo este libro, luego, existo. Tú lo estás leyendo, luego, existes. Bueno, eso espero. Hago mis tareas cotidianas, luego, existo. Llego a casa, luego, existo. Duermo, luego, existo. Me canso, luego, existo. Sufro, luego, existo. De repente tengo una buena noticia, luego, existo. Pienso, luego, existo. Si, también. O sea que existimos. No aisladamente, claro, sino en el entramado de relaciones inter-subjetivas que constituyen nuestro mundo.

No nos vamos a preguntar qué significa que existamos, porque de algún modo ya lo sabemos. No totalmente, claro, o no de tal modo que demos respuesta a las preguntas de mis colegas…. (Y eso: ¿sería saber qué significa existir?), pero al menos nos damos cuenta de que “estar existiendo” es el supuesto básico para todo el “conjunto” de nuestra existencia. Creo que a partir de allí podemos re-enfocar la situación. Qué es existir, ya lo sabemos, y, como ya hemos dicho, no lo sabemos si los filósofos nos preguntan qué es, y hemos llegado también a la conclusión de que en ese caso “in-sistimos” en que “existimos” a pesar de esas preguntas (lo más curioso es que esa in-sistencia en nuestra ex – sistencia te la propone un filósofo. ¿Me quitarán la matrícula mis colegas?). Hay otra pregunta de fondo. Otra pregunta inquietante. ¿Por qué existimos?

Pero antes de seguir adelante, ¿tiene importancia esa pregunta? Alguien podría decir: depende de cada quién. Si, claro, detrás de una pregunta está siempre quién pregunta. Pero lo que yo estoy preguntando es: ¿tiene sentido esa pregunta para todos los seres humanos?

Eso depende, creo, de la importancia que tenga la existencia. Algo que a mí me gusta llamar el compromiso existencial con el otro. ¿Te acuerdas del ejemplo del lápiz? El lápiz que se perdió. ¿Tenía importancia? Bueno, podía tener la importancia de un regalo, o la importancia de un instrumento irreemplazable que yo necesitaba. Pero también podía ser el caso, muy frecuente, de un lápiz barato que compré ayer y perdí. Listo, lo reemplazo por otro lápiz barato. El otro, ¿qué importancia tenía? No sé si me explico. Vamos a dar otro ejemplo, pero al revés. Me llama mi madre, porque necesita mi ayuda. Mi existencia, ¿tiene importancia para mi madre? Si. La existencia de mi madre, ¿tiene importancia para mí? Si. ¿Por qué? Porque yo amo a mi madre y por ende tengo un “compromiso” existencial con ella. O sea: su existencia no me es indiferente.

Sólo a partir de allí tiene importancia la pregunta del “por qué”. Nuestra existencia, ¿nos es indiferente? Bueno, espero que no.

¿Por qué existimos? La pregunta, ¿tiene sentido? Hemos dado un paso: nuestra existencia tiene importancia, y si estamos en un mal día y creemos que no, al menos la de algunos otros. Pero aún así: ¿tiene sentido preguntar por qué existimos?

Alguien me podría decir: ok, si, la existencia de mis seres queridos tiene importancia, pero está bien, así lo vivo y listo. La pregunta por el sentido de la existencia no tiene mucho sentido porque ya la sabemos de algún modo. Esto es, seamos francos: todos sabemos que existimos porque nuestros padres nos engendraron. ¿Y por qué? ¡Bueno! No es necesario ninguna historia en especial para darnos cuenta de que hay un margen de causalidad allí: si no se hubieran conocido………… No existiríamos. Y por ende llegamos a una conclusión que no sé si es buena o mala noticia: existimos de casualidad. Pero esa repentina sorpresa da más fuerza, entonces, a la pregunta anterior. ¿Qué sentido tiene una existencia que existe de causalidad? ¿Cuál es el sentido de la vida, si depende de la causalidad del encuentro de nuestros padres, y de nuestros abuelos, y así hasta un big bang originario que también tiene un margen de casualidad?

2.   El avión existencial

No, no el avión presidencial. El existencial. Ya utilicé en otra oportunidad este ejemplo. Supongamos que hubiéramos nacido en un avión en vuelo, un enorme y gran avión. Supongamos que hace mucho tiempo que está en vuelo y que las generaciones se han sucedido en él. Supongamos también que nadie sabe de dónde despegó originariamente, ni quién lo hizo, y supongamos también que tiene combustible para rato, pero limitado. Dentro del avión, hay para entretenerse, hay profesiones para elegir, porque hay que mantener el avión en vuelo: otro supuesto es que no tenemos dónde aterrizar. Dentro del avión también hay grupos filosóficos y religiosos que dicen tener las respuestas y debaten entre sí. ¿Cabe la pregunta del sentido de todo ello? Creo que sí. Y tal vez hay algún filósofo allí dentro que dice: la respuesta es que no hay sentido. Y listo.
¿Y no estamos, acaso, todos en un pequeño planeta que parece haber surgido también de la casualidad de la evolución cósmica?

3.   La contingencia existencial

Ese es precisamente el punto que estamos “circunvolando” todo el tiempo. Existimos pero podríamos no existir. ¿Qué sentido tiene la existencia entonces?
Cualquiera de nosotros, ¿qué era hace 200 años? Nada. ¿A quién amabas? A nadie. ¿De qué sufrías, de qué gozabas? De nada. ¿Con qué te emocionabas? Con  nada. Esa sucesión de “nadas”, ¿no nos revela algo peculiar de nuestro existir?
Existir, para nosotros, es nacer. Qué novedad. Pero por qué nacemos, ya vemos que no sabemos. O sea: podríamos no haber nacido. ¿Y no será esa una señal definitiva de toda existencia? Los filósofos existencialistas insisten en que tenemos la muerte por delante también. O sea que nuestra existencia parece ser un espacio de misterio entre dos nadas, la de la nada anterior y la de la nada posterior. Entre esas nadas, nada nuestra existencia presente, (perdón Carnap[1] J) como en aguas….. Sin mucho sentido.
La conciencia de la propia contingencia existencial es un paso importante. Heidegger la relaciona con una existencia auténtica. Pero su lenguaje a veces atemoriza. Hemos sido arrojados a la existencia y somos un ser “para la muerte”. Woody Allen piensa igual, pero su sentido del humor es precisamente su “fortaleza” ante la radical contigencia existencial. “Le pregunté al rabino por el sentido de la existencia……………”, dice en una de sus maravillosas películas. Lo habíamos citado en la introducción. “El rabino me dijo el sentido de la existencia. Pero me lo dijo en hebreo. No entiendo hebreo…………..”. ¿Ves? Una broma, precisamente para decirte con anestesia que el sentido de la existencia no tiene respuesta…..

4.  Surge el creyente

Pero entonces aparece la fe. El creyente dice: “¡No!!!! Tengo una buena noticia: la existencia tiene sentido!!!! Hemos sido creados por Dios. No estamos arrojados a una existencia sin sentido, sino creados por El, y llamados por El a vivir eternamente con El”.
Ok. Es una respuesta coherente con el planteo anterior, y que podría dar cualquier creyente en las religiones monoteístas tradicionales (judaísmo, cristianismo, islamismo).
Pero tú me puedes decir: un momento. ¿Por qué coherente? ¿Cómo que coherente? El planteo anterior decía que la existencia no tiene sentido, y el creyente dice que sí la tiene. ¿Dónde está la coherencia?
No, prestemos atención. La pregunta por el sentido de la existencia tendría dos respuestas: que la existencia tiene sentido o que no la tiene. Pero ahora debemos distinguir dos cuestiones que mezclamos un poquito. Una cosa es que el agnóstico diga que la existencia no tiene sentido porque no sabe si hay Dios. Y otra cosa es si la pregunta por el sentido tiene sentido. Eso es diferente, porque en ese caso, un agnóstico que advierte la radical contingencia de la existencia humana, comparte (con el creyente) que esa contingencia da sentido a la pregunta por el sentido. O sea, dada la radical contingencia de la existencia, tiene sentido que nos preguntemos “qué sentido tiene algo así”, para luego contestar “ninguno” o “no lo sabemos”. No es la misma respuesta, claro: la segunda es más coherentemente agnóstica.
Cuando el creyente decía “no”[2], no decía “no” a la radical contingen­cia de la existencia. Al contrario, la afirma absolutamente, porque di­ce que hemos sido creados por Dios. O, mejor dicho, que estamos siendo creados por Dios. Justamente, “podríamos no haber sido” y es Dios quien decide que seamos, no nosotros. La contigencia de nuestra existencia implica que estamos colgados sobre la nada, y es Dios quien sostiene la cuerda. Podría soltarla. En eso cree el creyente cuando dice “creación”: en un “sostén” por parte de Dios a nuestra existencia que de por sí no se sostiene. En ese caso, hay también una distinción adicional, que ahora debemos marcar: el paso de una contingencia biológica (“podría no haber nacido”) a una contingencia existencial, más abarcadora (“yo podría no haber sido, y todo podría no haber sido”). Como ves, la contingencia del creyente es aún más radical, y por eso más radical su fe en Dios que sostiene en el ser a lo que radicalmente no se explica por sí mismo. Por supuesto, puede haber un creyente que a su vez incluya con toda sencillez, en el diseño de la creación, a todas las casualidades de este mundo (la historia de nuestros padres, también). Santo Tomás de Aquino fue muy claro en eso (yo estoy de acuerdo con él pero no es el momento de tratarlo).

5.   La sorprendente coincidencia

¿En qué coinciden, por ende, un agnóstico y un creyente sobre la vida humana? En su total contingencia. Por eso coinciden, también, en que la pregunta por el sentido tiene sentido[3]. La respuesta, claro, es diferente. Para unos, la respuesta es que “no hay” sentido o que “no se sabe” (ambas respuestas se mezclan). Para otros, la respuesta es que sí hay sentido, y es Dios. Pero lo interesante es que un agnóstico que haya captado la contingencia de la existencia jamás pondrá en la existencia misma su sentido. No la pondrá como respuesta, sino como interrogante. No será una premisa, sino una curiosa conclusión sin premisas a la vista. La contingencia, la radical contingencia de la existencia, es el punto de intersección entre creyentes y no creyentes. La filosofía, por ende, si algo puede ayudar a ambos, es a que vean ese punto de intersección. Se darán cuenta de que ambos se tomaron en serio la pregunta por la existencia, que no han evitado el bulto, y que no han puesto sus esperanzas donde no las hay.

Bibliografía y filmografía recomendada

w  Blorkman, S.: Woody por Allen; Plot, Madrid, 1995.
w  Schickel, R.: Woody Allen por sí mismo, Robinbook, Buenos Aires, 2005.
w  Allen, W.: Zelig, 1983.
w  Heidegger, M.: Ser y tiempo, Editorial Universitaria, Chile, 1998; Introducción, traducción y notas por Jorge Eduardo Rivera C.
w  Unamuno, M. de: Del sentimiento trágico de la vida, Companía Argentina de Editores, Buenos Aires, 1962.
w  Welte, B.: El hombre entre lo finito y lo infinito; Guadalupe, Buenos Aires, 1983.
w  Fabro, C.: Drama del hombre y existencia de Dios; Rialp, Madrid, 1977.
w  Sciacca, M.F.: Historia de la filosofía, Luis Miracle, Barcelona, 1954: introducción.
w  Santo Tomás de Aquino: Suma Contra Gentiles, libro III.



[1] Filòsofo neopositivista que se enojaba mucho frente a frases de Heidegger tales como “la nada nadea”….
[2] “Pero entonces aparece la fe. El creyente dice: “¡No!!!! Tengo una buena noticia: la existencia tiene sentido!!!!
[3] “….Para empezar, los denominados –es un tèrmino ya muy manido- temas existenciales en mi opinión siguen siendo los ùnicos temas que vale la pena tratar. Cada vez que se trata otros temas se està rebajando los objetivos. Uno puede apuntar hacia cosas muy interesantes, pero para mì no es lo màs profundo. No creo que se pueda aspirar a mayor profundidad que a los denominados temas existenciales, temas espirituales”. Woody Allen, en Blorkman, S.: Woody por Allen, Plot, Madrid, 1995, p. 167.

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