domingo, 21 de mayo de 2017

DONACIÓN MUTUA NO ES IGUAL A COMPRA MUTUA

Hace poco, en una clase, dije a mis alumnos, hablando del matrimonio: hay una diferencia esencial entre “compra mutua” y “donación mutua”. El matrimonio no es poseer al otro, es donarse al otro. Si eso es mutuo, puedo hablar, si, de “mi” cónyuge, pero no porque lo compré, sino porque se me donó.

La donación no es explicable con la relación costo-beneficio que se da en el mercado con bienes materiales. Obsérvese:  “…que se da en el mercado con bienes materiales”.  Subrayo eso porque en ambientes liberales se ha malinterpretado muchas veces el axioma central de la praxeología de Mises. Por supuesto que toda acción humana implica el paso de una situación menos satisfactoria a otra más satisfactoria. Cuando hice mi compatibilización entre dicho axioma y la antropología de Santo Tomás de Aquino, el contexto era mostrar a diversos ambientes católicos que la praxeología de Mises no es utilitarismo ni tampoco el neokantismo de Mises. Pero ingenuamente supuse que bastaba aclarar que la situación más satisfactoria era compatible con acciones altruistas y punto. No me daba cuenta que muchos interpretaban la acción beneficiosa para el otro como una acción focalizada en mí, no en el otro. Como cuando muy agudamente alguien me dijo en un debate: es perfectamente coherente que Gabriel piense que la praxeología es compatible con el Cristianismo, porque él va a obtener su beneficio en el cielo.

Detengámonos en esto. Hace mucho tiempo, en la sala de profesores de la Unsta, le ofrecí un café a un prestigioso y consumado escriturista. El me dijo “gracias” y lo le dije “no Padre, no lo hago por usted, sino por mis tesoros en el cielo”. El sacerdote en cuestión, conocedor de tooooooooooooodas las discusiones al respecto, se rió con ganas. Entendió perfectamente.

¿Qué entendió? Que si el objetivo de mi acción sigo siendo yo, no hay amor al otro en tanto otro, aunque yo “done” todos mis bienes y ofrezca mil cafés. El amor cristiano es un amor de donación, donde la mirada está concentrada en el otro… En tanto otro. Cuando hago algo por alguien, es por ese alguien, no es por mí. Ahora bien, ello redunda en mí, sí, porque la acción buena me perfecciona como persona. Pero no es ese el fin de la acción: el fin de la acción es el otro.

Razonar, por ende, con una lógica de costo-beneficio de mercado para toda acción humana es una mala interpretación de la praxeología de Mises y el error antropológico de todos los economistas que han querido llevar el análisis micro a dimensiones de la acción humana que tienen que ver con la donación.

¿Cuál es mi diferencia con muchos colegas católicos y cristianos, por ende? Que ellos creen que la donación es algo que pasa por el estado. Cómo han podido creer que el estado puede obligar a alguien a donar, es un misterio más grande que la mente de Dios.


Mientras tanto, el hereje soy yo.

No hay comentarios: