domingo, 29 de enero de 2017

MALA NOTICIA PARA ALGUNOS: LA AMISTAD NO PASA POR DECIRTE QUE SI

Sin planificarlo, me ha gustado escuchar a los otros toda mi vida. Cuando alguien me conoce, o cuando un amigo me cuenta algo, o cuando un alumno me consulta, o cuando alguien me dice su parecer sobre un tema, yo escucho, trato de comprender su pensamiento, y mientras me habla yo voy como asintiendo, voy diciendo "sí........", "qué interesante", "no me digas....", "impresionante!", "¡Mm.... Eso.... Es un problemita, no!", "¿y entonces...?, y así sucesivamente. Reitero, nunca lo he planeado. Me sale así. Soy asi.

A lo largo del tiempo, he descubierto, para mi sorpresa, que la mayor parte de las veces las personas interpretan todo ello como una aprobación. Como si yo les hubiera dicho que sí. Pero no, yo no estoy diciendo ni que sí ni que no. Sólo estoy intentando comprender.

Ello ha implicado que a muchos les guste hablar conmigo. Pero cuando descubren que mi modo de pensar no es el de ellos, se sienten como defraudados. Incluso ha sucedido con personas que yo creía que eran mis amigos, durante años. Pero repentinamente o lentamente descubren mis marcianidades y................ Gran decepción.

¿No soy sincero? ¿Miento? ¿Oculto cosas? Me parece que no. Creo que no despliego mi intimidad inmediátamente y tampoco pregunto por la del otro. A veces me preguntan mi opinión y yo respondo, pero habitualmente las personas quieren ser escuchadas. Y yo escucho. Como el loco de Hombre mirando al sudeste, si me preguntan respondo, si me piden, escucho, si me miran, miro.

Pero la verdad es dificil darse cuenta que muchos piensan que dialogar, escuchar, es decirles que si. 

¿Cómo, vos no estabas abierto al diálogo? Sí. ¿Y entonces por qué no pensás como yo? Es que comprenderte no es pensar como vos. Ah!!!!, pero entonces te voy a convencer. Te voy a recomendar lecturas. Luego te voy a preguntar si las leíste. Y si me contestas que no, que aún no por lo que fuere, te preguntaré lo mismo, una y otra vez, hasta que me leas y estés de acuerdo conmigo. Y si no, eres un cerrado, eras un hipócrita, decías que dialogabas y no dialogabas nada. 

La verdad no sé que decirles. He tenido amigos durante décadas con los cuales nunca he hablado de Mises, de Popper, de Santo Tomás o de Marte. Sé que no les interesa y punto. No creo que así lo haga porque me interesen un rábano. Lo hago así porque los acepto como son. Si, posiblemente fulano debería haber leído a Heráclides. Pero es su límite y punto. Si, posiblemente yo deberia haber leído la obra completa de Juan Famoso.. Pero es mi límite y punto. Pero no, parece que soy un tipo cerrado porque no leo a Juan Famoso, o parece que soy un imbécil en vez de a Juan Famoso leo a Francisco Leocata y a Mariano Artigas. Y si soy un imbécil, ¿qué? ¿Tanto daño hago?

¿Por dónde pasa la amistad? ¿Por convencer al otro de mi punto? ¿Por debatir con el otro ad infinitum los mismos temas? ¿Por eso pasa la amistad?

No, yo creo que pasa por una mirada de misericordia. Por escuchar hasta que duela. Por caminar juntos, ni adelante ni atrás. Por no admirarse, sino mirarse al fondo del alma. Por aceptar al otro como es. 

La verdad ya no sé cómo decirlo. ¿Es necesario aclarar más? A esta altura de mi vida debo confesar que estoy medio agotado. Tal vez hay que callar. Ahorrar las palabras que surjan de la desesperación. No defenderse. Callar. Silencio. Como el silencio que me enseñó este abrazo de un amigo entrañable:




domingo, 22 de enero de 2017

LA HERMENÉUTICA ES INVISIBLE A LOS OJOS


Como bien dice Gadamer, el giro hermenéutico consiste en pasar del tema de la hermenéutica como la sola teoría de la interpretación de textos, o del solo método de las ciencias sociales y la historia, a la hermenéutica como el horizonte fundamental de pre-comprensión que está pre-supuesto en todo vivir, saber y decir. Tal vez, el ser mismo.

Los no filósofos ignoran o niegan la hermenéutica, pero los filósofos también.

No ven la herenéutica mis colegas filósofos que creen que pueden explicar “objetivamente” a un autor porque citan sus textos, como si los textos fueran los nuevos datos de los testeos empíricos que, claro, no pueden tener. Porque obvimente la pregunta es: ¿por qué ese texto y no otro? ¿Por qué ese texto es el más importante y no otro?

No ven la hermenéutica los científicos que no advierten que todo lo que suponen derivado de los hechos deriva en realidad de un paradigma bajo el cual interpretan el mundo físico.

Tampoco ven la hermenéutica los comunicadores sociales que creen describir los hechos cuando en realidad su horizonte pre-juzga aquello que van a seleccionar como importante y cómo lo van a decir, por qué, para qué y para quién.

Tampoco ve la hermenéutica el historiador que cree que él no intepreta y que relata un hecho, cuando en realidad también tiene su criterio de comprensión de la secuencia causal de los sucesos históricos según sus propios horizontes.

Tampoco ven la hermenéutica los hablantes (o sea, todos los seres humanos) que al hablar usan un juego de lenguaje que presupone formas de vida que presuponen horizontes culturales y formas de comprensión del mundo. No ven la hermenéutica, por ende, los que presuponen que una traducción literal es posible, que presuponen que han entendido una peli de Woody porque la escucharon traducida a un Español.

Tampoco ven la hermenéutica aquellos que te tiran números y estadísticas por la cabeza ignorando que hay un criterio para hacer la muestra y seleccionar lo importante.

Tampoco ven la hermenéutica los que sólo numeran y miden las cosas ignorando que hay toda una serie de filosofias del número y de las matemáticas.

Pero lo peor de lo peor de la negación de la hermenéutica es el colega filósofo que, cuando se enoja contigo, y habiendo estudiado Husserl, Heidegger, Gadamer y Wittgenstein, te dice sin embargo que “cómo no ves los hechos” y que sos “ciego ante la realidad”.

Pero entonces, ¿no hay verdad? ¿Todo es relativo?

Relativo a tu horizonte, si. Falso, no.

Muchas veces digo a mis alumnos: miren por la ventana. ¿Qué ven? Pasto, un árbol. ¿Es el árbol Dios? Por supuesto que no, me contestan hasta los ateos. ¿Y cómo sabes que no? Si fueras shintoísta no me dirías que no. Ah, es que yo no soy shintoísta, me dicen. Si, pero eres judeo-cristiano cultural, y por ende presupones que el árbol no es Dios. Incluso, si eres agnóstico o ateo occidental, es la noción judeo-cristiana de Dios y de creación la que presupones al negar o dudar de la existencia de Dios.

¿Y entonces, dónde está la verdad?

La capacidad de verdad está en la capacidad de defender la verdad de nuestros horizontes de pre-comprensión. Allí es donde la filosofía, la vida y la verdad se juegan. La cuestión no es negar al horizonte que tengas, sino en poder defender su verdad. Pero no puedes no tener horizonte. Eres humano. Por ende eres histórico. Por ende tienes horizonte.

La filosofía es lo que te permite defender la verdad de tus horizontes. ¿Y cómo se defiende la verdad de la filosofía? Ah, la has descubierto. La filosofía te hace remontar a lo último. A lo primero. A los límites. A los inicios. Pero no a un punto de partida tipo “dadme una palanca y entenderé el mundo”. No, a un horizonte vital inter-subjetivo donde la verdad sea la verdad del encuentro con el otro. Pero para ver al otro en tanto otro tienes que salir de tu existencia inauténcica y ver. Si no, eres ciego. Podrás ser políglota, Nobel de Física, explicar a Borges o a Heisenberg, pero si tu existencia es inauténtica, no ves nada.


Puedes estar en desacuerdo, pero si lo estás, busca el horizonte desde el cual estás en desacuerdo y defiéndelo. Pero no es que tengas los hechos de tu lado. Ellos no existen. Existe, sí, la realidad y la verdad, pero me tienes que explicar qué es la verdad y qué es la realidad. ¿Mucha filosofía? Sí, la filosofía es el piso. Su negación es volar sin sistento.

domingo, 15 de enero de 2017

LA VIRTUD DE LAS "PROPER MANNERS", EL "PARA SERVIRLE", EL "REI" Y EL "OMOTE/URA"


Hace poco vi un video sobre “por que es difícil hacer amigos en Japón”, y el latino en cuestión que hablaba demostró cuán difícil le era entender dónde estaba. Dio la misma razón se afirma habitualmente para ambientes anglosajones: que son fríos.

¿Fríos? Yo me pregunto si un ser humano puede ser frío, y respondo: no. Todos tienen pasiones y sentimientos. Todos sienten amor, odio, ira, alegría, todos tienen ganas de abrazar, ganas de matar, todos sienten dolor por la traición, todos se mueren de amor por un bebé. Todos.

Sencillamente, hay algunas culturas, como las criticadas por las latinas, que han aprendido a custodiar algo que nosotros no: la intimidad.

¿Es fácil hacer amigos en Argentina? Oh, claro, seguro que sí. Todos te reciben y te tratan como si fueras el hermano de toda la vida. Qué lindos los abrazos, los besos, el “entrar en confianza”. Pero el problema es que eso es más hipócrita de lo que suponemos. No sólo vienen los comentarios por atrás, las maledicencias mientras te llenan de abrazos, las traiciones posteriores, tan efusivas como el abrazo inicial, sino que aunque no pase nada de ello, hay algo que queda expuesto desde el principio: la intimidad personal.

No se debe invadir el fondo del corazón del otro. Hay que llegar lentamente, hay que ir pidiendo permisos, hay que ir mostrando nuestro sacrosanto respeto, para que el templo de lo más íntimo del otro se vaya develando. Lleva su tiempo, lleva sus caminos de diálogo, de pruebas de nuestra sinceridad, de mostraciones permanentes en nuestro mirar y en nuestro hablar, que ratifiquen que no vamos a agarrar al corazón del otro y hacerlo pedazos como una basura que sólo merecería el descarte.

Y para eso hay normas de etiqueta. Nos pueden parecer frías, pero eso es no entender la naturaleza humana. El pudor no es una moralina sexual. Es taparse, precisamente, porque desconocemos si el otro nos respet a en tanto nosotros o no. Es abrirse lentamente en la medida que descubramos el corazón limpio del otro. Es saber que hay cosas que no pueden ser públicas porque la mirada de los otros puede ser malvada, cruel, hiriente.

Cuando no lo sabemos, estamos desprotegidos. Ciertas culturas –como ciertas costumbres de algunos porteños (no todos)- pueden parecer cálidas al principio, pero en verdad estamos desprotegidos. El otro cree que tiene el derecho a tratarte desde el principio como si fueras directamente una especie de hermano gemelo, y la realidad es que no es así. Y es tan NO así que luego vienen las grandes peleas: ¿cómo, vos no eras mi amigo? No, la verdad es que no lo eras y nunca lo fuiste. Así de triste.

Las formas, las proper manners anglosajonas o las normas de etiqueta japonesas, que tanto nos cuesta entender, tienen como función cultural la protección de la intimidad. Cuando finalmente hay amistad, es más en serio, mas cálida en verdad, porque el fondo del corazón puede realmente descansar. Las juegos de lenguaje forman parte de esa etiqueta. Aquí en Guatemala, que es una cultura latina, pero no “canchera y confianzuda”, tiene un Español  lleno de delicadísimas formas que lejos están de la hipocrespía, sino que son formas de convivir precisamente con el que no conocemos; formas que nos protegen del conocimiento disperso, como diría Hayek. Pase adelante, para servirle, qué manda, no tenga pena, fíjese que (para no decir directamente que no), etc…

Hay juegos de lenguaje de algunos argentinos que lo que tienen por detrás es una agresividad latente por más que digan que ya están acostumbrados. Che boludo, boludo, che tarado, qué hacés papá, dale tarado, no seas pelotudo, etc., y todas dichas desde el ppio, sin mediación, sin aviso, en medio de las palmadas en la espalda. Claro, van luego a EEUU –y ni que hablar de Japón- y no entienden nada. Pero qué fríos que son estos tipos. Hay que portarse bien, claro –el porteño tiene terror al ridículo- pero qué aburrido no? ¡Volvamos por favor, a ver si nos agarramos a las piñas con alguien o nos morimos!!!!

La intimidad, los amigos verdaderos, son muy pocos, y está perfectamente bien que sea así. Para los demás, está la cordialidad en el trato, las palabras amables, totalmente compatibles con la sinceridad cuando hay un corazón respetuoso. La intimidad es un templo sagrado. El que no lo entiende es como el general romano que entró con su caballo al templo de Israel. Frente al horror, seguramente contestaba

“y a vos qué te pasa?”

domingo, 8 de enero de 2017

COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL. MEMORIA Y RECONCILIACIÓN: LA IGLESIA Y LAS CULPAS DEL PASADO



El estudio del tema La Iglesia y las culpas del pasado fue propuesto a la Comisión Teológica Internacional de parte de su presidente, el cardenal Joseph Ratzinger, con vistas a la celebración del Jubileo del año 2000. Para preparar este estudio se formó una Subcomisión compuesta por el Rev. Christopher Begg, por Mons. Bruno Forte (presidente), por el Rev. Sebastian Karotemprel, S.D.B., por Mons. Roland Minnerath, por el Rev. Thomas Norris, por el Rev. P. Rafael Salazar Cárdenas, M.Sp.S., y por Mons. Anton Strukelj. Las discusiones generales sobre este tema se han desarrollado en numerosos encuentros de la Subcomisión y durante las sesiones plenarias de la misma Comisión Teológica Internacional, tenidas en Roma en 1998 y en 1999. El presente texto ha sido aprobado en forma específica, con el voto escrito de la Comisión, y ha sido sometido después a su presidente, el cardenal J. Ratzinger, prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, el cual ha dado su aprobación para la publicación.

http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/cti_documents/rc_con_cfaith_doc_20000307_memory-reconc-itc_sp.html

LA INFINITA COHERENCIA DE LOS ANTI-ESTADO DE ISRAEL

No soy precisamente partidario de los estados-nación. Estoy en contra de su misma noción. Son una de las peores herencias del racionalismo constructivista, al decir de Hayek. No deben identificarse con las naciones, como enseña Mises. Estoy en contra de los estados, por ende, como estoy en contra de la medicina estatal, la enseñanza estatal, las visas, los pasaportes, las aduanas, las fronteras, etc. También estoy en contra del estado del Vaticano, lo cual, como católico, es otro estigma en mi honrosa carrera de cerdo capitalista liberal hereje consumista y materialista. Pero bueno, hace mucho que soy un marciano viviendo en este planeta y, mal que mal, estoy relativamente adaptado. Me porto bien en los aeropuertos. Tengo mi pasaporte en regla. Qué la vamo a hacé, vio?

Por lo demás, como dijo Hume (en épocas donde recién se estaban constituyendo los estados-nación) no hay (reitero: NO hay) legitimidad de origen en ningún estado. Back to de past, SIEMPRE alguien va a encontrar algún latrocinio, asesinato, conflicto, guerra, yo llegué primero, esto era mío, etc. Lo que hay es una legitimidad de ejercicio dada por cierta utilidad social del régimen (sea cual fuere) en cuestión, legitimidad que pasa por el respeto a los derechos individuales.

Por lo tanto, no soy partidario de la creación de ningún estado. Así que el tema del estado de Israel no debería afectarme especialmente. Lo que sí me preocupa es, como siempre, el doble estándar y la incoherencia de los que protestan contra la creación del estado de Israel pero, oh coherencia, están de acuerdo con sus propios estados, cuando en ninguno van a encontrar ningún tipo de legitimidad de origen. ¿Quién dijo que las guerras de independencia americanas fueron legítimas? Latinoamericanos, especialmente los nacionalistas de izquierda y derecha, ¿quién les dijo que sus guerras de independencia fueron legítimas? ¿Por qué no seguir unidos a la corona española? ¿Y quién dijo, a su vez, que las monarquías europeas, envueltas en sus guerras infinitas, eran legítimas? ¿Y quién dijo que la colonización europea en América fue legítima? Pero, a su vez, ¿de dónde sacaron que los reinos de los pueblos originarios eran legítimos? ¿A qué otros pueblos, esos pueblos, a su vez, habían sojuzgado? ¿Quieren seguir con los ejemplos? Denme UNO legítimo!!!!! Y la Argentina actual, ¿es legítima? ¿No dependió acaso de un decreto de Bignone?

Pero todo esto, a un libertario como yo, ¿qué le importa? Sencillamente nada. Como enseñan Hume y J. Buchanan, la cuestión es de un punto presente para adelante, con libertades individuales y gobierno limitado, y punto.

Pero ahora parece que el único estado que NO se debería haber erigido es el estado de Israel. ¿Por qué el único? Entonces todos los demás, tampoco. Ah, eso no, ¿no? Pero si no, ¿dónde está la coherencia? ¿Es que no les gusta que los israelíes hayan vuelto a lo que ellos consideran su lugar originario? ¿No les gusta el sionismo? Pues bien, fue una resolución de las Naciones Unidas, las cuales AHORA, claro, parece que están bien. Pues a mí también las resoluciones de las Naciones Unidas me importan un rábano, pero a todos los demás parece que les importan cuando les convienen, y no cuando no.


Las épocas de los muros y los templos se resisten a su fin. Mientras tanto, gente, desde la primera venida de Cristo, el único templo está en el corazón del hombre: sépanlo también los católicos que idolatran como eternos los templos del estado del Vaticano, cuyos muros parece que sí son legítimos, y cuyo origen en un acuerdo con el fascista Mussolini, también. Los muros se resisten a su fin pero ellos mismos son su autodestrucción con las guerras que generan. Mientras tanto, antis-estado de Israel, estén en contra del origen de todos los estados y luego hablen. Peero claro, en medio de su empalagosa incoherencia, no dejarán en paz al estado de Israel, el único liberal en medio de una manada de totalitarios. ESO es lo que les molesta. Totalitarios, tiren las armas, comercien en paz, respeten la libertad religiosa, limiten el poder de sus gobiernos, y verán que la paz en medio oriente fluirá como el valle de la montaña.

lunes, 2 de enero de 2017

http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651028_nostra-aetate_sp.html

La religión judía
4. Al investigar el misterio de la Iglesia, este Sagrado Concilio recuerda los vínculos con que el Pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente unido con la raza de Abraham.
Pues la Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los Profetas, conforme al misterio salvífico de Dios. Reconoce que todos los cristianos, hijos de Abraham según la fe, están incluidos en la vocación del mismo Patriarca y que la salvación de la Iglesia está místicamente prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra de esclavitud. Por lo cual, la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la Revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia se dignó establecer la Antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen olivo en que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles. Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, reconcilió por la cruz a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en sí mismo.
La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras del Apóstol Pablo sobre sus hermanos de sangre, "a quienes pertenecen la adopción y la gloria, la Alianza, la Ley, el culto y las promesas; y también los Patriarcas, y de quienes procede Cristo según la carne" (Rom., 9,4-5), hijo de la Virgen María. Recuerda también que los Apóstoles, fundamentos y columnas de la Iglesia, nacieron del pueblo judío, así como muchísimos de aquellos primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo.
Como afirma la Sagrada Escritura, Jerusalén no conoció el tiempo de su visita, gran parte de los Judíos no aceptaron el Evangelio e incluso no pocos se opusieron a su difusión. No obstante, según el Apóstol, los Judíos son todavía muy amados de Dios a causa de sus padres, porque Dios no se arrepiente de sus dones y de su vocación. La Iglesia, juntamente con los Profetas y el mismo Apóstol espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con una sola voz y "le servirán como un solo hombre" (Soph 3,9).
Como es, por consiguiente, tan grande el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este Sagrado Concilio quiere fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio entre ellos, que se consigue sobre todo por medio de los estudios bíblicos y teológicos y con el diálogo fraterno.
Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de la Palabra de Dios.
Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos.
Por los demás, Cristo, como siempre lo ha profesado y profesa la Iglesia, abrazó voluntariamente y movido por inmensa caridad, su pasión y muerte, por los pecados de todos los hombres, para que todos consigan la salvación. Es, pues, deber de la Iglesia en su predicación el anunciar la cruz de Cristo como signo del amor universal de Dios y como fuente de toda gracia.

domingo, 1 de enero de 2017

EL JUDÍO COMO EL FREE RIDER DE LA HISTORIA

El precio por saber que estamos solos es alto. Fromm lo maneja muy bien en “El miedo a la libertad”. No sé si no tiene grises la dicotomía que él sostiene como el resultado –amor verdadero o alienación- pero evidentemente  estamos solos. No, no porque sean históricamente verdaderas las teorías del contrato social. Sino porque finalmente nos encontramos a solas con Dios en nuestra conciencia. ¿A quién pedir consejo sobre a quién pedir consejo? Incluso el creyente que está en una comunidad religiosa, debe, si su fe es madura, decidir estarlo. Y en esa decisión, estamos solos. La radical soledad. Si, Ortega ya hablaba de ella. Es la soledad de la conciencia ante Dios, de donde surge el derecho a la intimidad personal. No es la soledad del solipsismo, no es la negación de que nacemos en comunidades, no es la negación de la intersubjetividad del mundo de la vida con sus tradiciones e historicidad.

Pero qué fácil no darse cuenta de ello, cuando de algún modo parece que NO dependemos de nosotros. Qué fácil que le fue a Aristóteles NO darse cuenta de lo que era la escasez, en una sociedad de esclavos. Qué fácil que le fue a Platón dividir –como siguen haciendo casi todos- a la sociedad en tres estratos, dos de los cuales vivían de los comerciantes que tenían que producir para el resto. Qué fácil ser noble, señor, rey, caballero u obispo con propiedades –hasta que se enfrentaron con dominicos y franciscanos- cuando vivían alegremente de la explotación de los siervos y vasallos.

El free rider surge cuando alguien, precisamente, dice “no”. El que se queda afuera (el free rider) del sistema es el que se da cuenta de que su derecho a la intimidad, a la libertad religiosa, es la soledad potencial que pasa de la potencia al acto, es asumir el control de la propia vida: es NO ser señor si eso implica explotar al siervo, es NO ser siervo si ello implica ser explotado por el señor.

Pero, a lo largo de la historia, todo esto fue difícil. No fue casualidad, sin embargo, que la libertad religiosa fuera creciendo en Occidente junto con el libre mercado, que sólo tuvieron en los EEUU su expresión institucional: los free riders de la Europa autoritaria.

Pero en la historia de Occidente, hubo y hay un “tipo ideal weberiano”, un free rider por excelencia, que supo lo que es estar solo y se quedó solo, y tuvo que adelantarse, consiguientemente, al libre comercio que acompaña a la libertad religiosa: el judío. Despreciado, humillado, perseguido por comunidades que veían en él al otro, al diferente que NO querían ver, tuvo que comerciar en tiempos donde esa actividad no era digna de nobles, caballeros y señores que vivían de la explotación del siervo de la gleba. Eso aumentó más el desprecio, los preconceptos negativos, los odios y las burlas. El desprecio al comercio es finalmente el temor atávico a la libertad, a ser sí mismo, a saber que no tengo derecho a vivir del trabajo esclavo. Allí quedó, el judío, a lo largo de la historia, representando todo lo que las sociedades tribales despreciaban: la libertad religiosa, el ser otro, el libre comercio. El liberalismo, en suma.

Finalmente, como dice Hayek, la sociedad extensa se abrió paso ante la tribal, y todos tuvieron que saber que si quieren comer, no pueden robar, ni esclavizar, ni vivir en una aparente comunidad que sería inocente de la explotación del diferente. Pero casi todos, excepto en EEUU, se resistieron hasta donde pudieron y se siguen resistiendo. El marxismo leninismo, el nazifascismo, fueron (SON) todas formas atávicas de resistirse a NO ser explotadores del diferente. Pero, oh casualidad, los nazis, los fascistas, los franquistas, se hicieron eco del odio visceral al judío, que representaba en la historia a todo lo que ellos odiaban con más fuerza: el otro, el diferente, el que ejerce su liberad, su religión, su comercio, que es emprendedor, científico, empresario, creador. Las teorías conspirativas más absurdas, los temores atávicos del inconsciente reprimido, alimentaron y alimentan al odio al judío que sigue siendo despreciado excepto, oh casualidad, en los ambientes liberales clásicos y libertarios, que habito hace más de 40 años y en los cuales JAMAS escuché una sola palabra o expresión antisemita. Qué casualidad.


El judío, en la historia, es el liberal. No sé si los judíos son plenamente conscientes de ellos, pero los antisemitas lo saben. Lo saben bien. Su odio visceral al liberalismo y al judío son la misma cosa.