domingo, 17 de abril de 2016

IGLESIA: EL CAOS Y UNA ESPERANZA

Iba a escribir un comentario sobre la Amoris laetitia. Mi intención era interpretarla desde la Veritaris splendor y la Familiaris consortio. Se puede perfectamente. Pero no.

En la Iglesia actual ni siquiera hay consenso sobre las normas de interpretación del Magisterio pontificio.

Yo escribí hace poco sobre “la devaluación del Magisterio pontificio” pero ponía una esperanza en uno de los programas del pontificado inconcluso de Benedicto XVI: su hermenéutica de la reforma y continuidad del Vaticano II.

Pero ese artículo (aunque rozaba todo) se refería más bien a temas sociales

Sobre los temas dogmáticos, hace mucho, mucho tiempo que tampoco hay consenso.  La firme defensa de lo que muchos suponemos la verdadera Fe por parte de Juan Pablo II y Benedicto XVI fue tal vez un momento de olvido: sus documentos como política de “freno” tuvieron tal vez la noble ingenuidad de querer tapar un paradójico sol con un dedo (porque la luz no se encontraba en ese sol).
Tal vez una de las consecuencias buenas del pontificado de Francisco es que ahora nos enteramos del caos que es la Iglesia, desde el punto de vista de los acuerdos básicos doctrinales que debería haber entre los católicos.

Al principio parecía que era cuestión de que “aparecía la Iglesia de Aparecida” frente a la cartesiana teología de Benedicto XVI. Ok. Hasta allí, incluso los más tradicionalistas lo toleraban más o menos (porque, claro, las invectivas francisquistas contra el mercado NO les molestaban en absoluto).

Pero ahora, con la Amoris laetitia, el caos ha explotado por completo.

Inútil es que yo de una interpretación más. La Iglesia católica, desde el punto de vista humano, no es más que otra denominación protestante sólo relativamente unida por ritos y costumbres que se mantienen apenas igual. Lo cual no es ninguna crítica para los protestantes, obviamente, el problema es para los católicos que dicen no serlo.

Ahora, el caos. Por qué, cuál es la solución, etc., en fin, a veces he barruntado algunos diagnósticos, pero también hay tantos diagnósticos e interpretaciones, de absolutamente todo, cuantos católicos hay.

Tal vez algunos sueñen con que después de Francisco vendrá un Savonarola (que termine bien J) a poner orden, etc., pero esas teorías hobbesianas del orden, sin consenso interno, son una ilusión óptica. Lo ideal sería que luego de este tsunami de interpretaciones se volviera a esa época donde el Obispo de Roma era un primus inter pares, pares que a su vez tenían consenso en lo fundamental que incluía escuchar a Roma si había alguna rispidez, mientras cada obispo manejaba él mismo sus problemas locales. Pero esa época está muy lejana también.

Ahora, el caos. Cada uno tendrá que interpretar todo según su conciencia, rezar, y mantenerse fiel a su conciencia, rezando para que sea recta. La Iglesia ha entrado mucho, esta vez, en el lado oscuro de la Luna, hasta que retrospectivamente otros puedan ver la luz que hubo en este período. Pero esa tierra prometida supera cualquiera de nuestras vidas. Nosotros estamos ciegos. Y no es un plural mayestático.

Mientras tanto, una sola y permanente esperanza: las puertas del infierno NO prevalecerán sobre Ella.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Gabriel: muy bien los dos artículos. Ortodoxos, prudentes, misericordiosos. En cuanto a las falta de invectivas de los tradicionalistas contra las críticas de Francisco a la economía de mercado liberal no son una novedad. Pero es bueno que aclares que esos mismos tradicionalistas se han opuesto a las tendencias socialdemócratas que desde hace un tiempo llegan desde Roma.Criticar el capitalismo liberal no es hacerse solidario de la teología de la liberación, de la teología del pueblo y ni tan siquiera del simple keynesianismo, sobre el cual no hay en el tradicionalismo un consenso unánime.

Abrazo

Xavier De Bouillon