domingo, 25 de diciembre de 2016

EL SIGNIFICADO DE LA NAVIDAD


En esta época de cristianismo difuso, concentrado casi todo el tiempo en temas sociales opinables, y diluido y olvidado de la Fe, conviene recordar el significado de la Navidad.

El pecado original, el nacimiento, la crucifixión y la resurrección de Cristo tienen una ilación necesaria.

Dios nos creó, sin merecimiento de nuestra parte, en situación de “justicia originaria”, con Gracia deiforme, con los dones preternaturales, en un estado de unión con El tan intenso que “bajaba a hablar con nosotros al atardecer”. La Fe no consiste en creer las representaciones populares de un paraíso similar a La laguna Azul. La Fe consiste en creer que verdaderamente hubo una situación de Gracia originaria con Dios, aunque no sepamos ni cómo ni dónde. La Fe comienza precisamente por comprender la Gracia de Dios, ese hábito entitativo sobrenatural que sólo por misericordia, y no por nuestros méritos, estaba en nosotros desde el inicio de la creación.

Sólo así se entiende el drama del pecado original: en haber querido ser como Dios. El que recibe la gracia se sabe finito; pero haber querido ser infinito –un pecado de soberbia, intelectual- eliminó la Gracia. Dios no fue el causante de un castigo arbitrario: el haber perdido la Gracia originaria, el haber sido “arrojados al mundo” fue el resultado necesario de haber querido ser infinitos. Cómo fue que hayamos cometido ese pecado, inicia el misterio de la libertad y la Gracia, que sólo se entiende cuando comprendemos que incluso cuando damos el sí a la Gracia, estamos movidos por la Gracia, y por ende lo único que queda a nuestra naturaleza es el “no”. Sólo el “no”, ser humano, te pertenece: dolorosa condición que sin embargo no es sino otro resultado de tu finitud.

Como este castigo es un acto de justicia, así podríamos haber seguido, siempre. El acto de redención fue totalmente un acto de misericordia, no de justicia, pero tampoco injusto, pues en Dios, justicia y misericordia son una sola: no precisamente como en nosotros, que las vivimos en conflicto.

Dios, entonces, con total misericordia, sin ningún merecimiento de nuestra parte (de vuelta) promete un redentor, ya desde el Génesis. Ese es el origen de la primera alianza, del pueblo elegido, el pueblo de Israel, pre-figura de la Iglesia. El nacimiento del mesías, sólo barruntado como tal por los pobres de Yahvé, fue el cumplimiento de una promesa que Dios se hizo a sí mismo y nos hizo. Jesús es el Verbo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad encarnada, dos naturalezas, divina y humana, y una sola persona, la divina. Nosotros, finitos, no podíamos perdonar nuestro pecado, no podíamos saldar la deuda infinita contraída con Dios por el pecado. Sólo Dios podía saldar la deuda, sólo lo infinito podía saldar una deuda infinita, y por eso Dios, en su Segunda Persona, se encarna, se hace hombre, para que ese hombre, ese nuevo Adán, pudiera encarnar el sacrificio para el perdón de nuestros pecados. Conmueve saber que cuando Cristo está clavado en la Cruz, tiene in mente a cada uno de nosotros, con nuestro nombre: no muere por una humanidad in abstracto sino por cada uno de nosotros in concreto.

Lo que celebramos en Navidad, por ende, es el nacimiento del Redentor, de aquél que se va a sacrificar por nosotros para devolvernos la amistad con Dios y la Gracia perdida, convertida ahora en Gracia Cristiforme. O sea, para estar con Dios, sin el cual nuestra naturaleza queda radicalmente cortada a su fin. Si lográramos ver cómo es nuestra naturaleza sin Dios, quedaríamos horrorizados al ver cada uno su propio retrato de Dorian Gray.

Por eso el nacimiento del redentor es el nacimiento de Cristo en la Cruz, Jesucristo. Que nos libera del pecado original y nos permite volver con Dios y por ende ser plenamente nosotros mismos. Que nos convierte en el Hombre Nuevo; que nos libera de nuestra vanidad y nos revierte de la Caridad que cura, que cauteriza, a la naturaleza herida por el pecado llevándola entonces a su absoluta plenitud.

Todo esto lo entendemos por la Gracia de Dios. Antes de pentecostés, sólo los pobres de Yahvé lo barruntaban entre sombras: María, José, José de Arimatea. Otros creían, y aún creen, que Cristo los iba a liberar del Imperio Romano. Algunos discípulos se ponen a debatir quién será el primero en el Reino de Israel, y hasta Pedro intenta disuadir a Cristo de su sacrificio. Sólo en Pentecostés, bajo el ala de María, ya redimida por los méritos de Cristo, todo se aclara. Los ignorantes se vuelven sabios, los cobardes, en valientes, los tímidos, en predicadores: predicadores del Reino que no es de este mundo, predicadores de la Buena Nueva, de la salvación, para todos los seres humanos, para todos los que, movidos ya por la Gracia, miren la Cruz de Cristo con los misteriosos ojos nuevos de la Gracia.


Todo esto es Navidad. Si parece que no, es una buena oportunidad de conversión, otra palabra olvidada, otra palabra esencial.

domingo, 18 de diciembre de 2016

LA COHERENCIA INFINITA DE LOS NUEVOS LIBERALES ANTI-TRUMP



Durante su campaña (veremos qué hace cuando asuma) Trump se ha manifestado claramente contra la libre inmigración y contra el libre comercio internacional. Es proteccionista.

Los liberales (clásicos) y libertarios siempre hemos estado en contra del control inmigratorio, de las aduanas, de las tarifas arancelarias. Yo en particular he defendido la libre circulación de personas y de capitales hasta quedar en ridículo si es necesario.

Pero lo que me llama la atención es que miles, tal vez millones, de personas que siempre han estado a favor del control migratorio y de las tarifas arancelarias, que siempre han estado en contra del libre comercio, AHORA están furiosos con Trump. ¿Qué ocurrió? ¿Se han hecho liberales de repente? ¡Pero qué bien! Pero entonces, antes de criticar a Trump, hagan un mea culpa, please…

Me voy a referir a dos grupos de personas que creo conocer bien. Me voy a referir a ellos “en general”, porque siempre hay excepciones, desde luego. Además yo no creo en las estadísticas pero sí en los horizontes de pre-comprensión que tienen todos, pero sobre todo los que dicen que no los tienen.

Los argentinos en general, y especialmente los de anti-liberales fanáticos, ¿qué autoridad moral tienen? Se han pasado la vida defendiendo “la industria nacional”, los aranceles, las aduanas, ¿y AHORA están en contra de su gran maestro, Trump?

Y especialmente aquellos de doble moral, llenos de contradicciones e hipocresías, que van a Miami despreciando a los “yanquis pelo…..”, que no entienden nada de donde están, y vuelven cargados de productos (productos del capitalismo) que luego se ufanan de haber pasado por la aduana porque lograron engañar al “b….” que estaba controlando………….. Y luego votan  a los candidatos más abyectos, creyéndose los grandes tipos…………. ¿Qué autoridad moral tienen? Ninguna, absolutamente ninguna, sólo tienen la estupidez, la banalidad y la existencia inauténtica en la que viven y de la cual, por supuesto, ni siquiera se dan cuenta. Pero, desde luego, el idiota es Trump, ellos no.

Y ahora, por supuesto, para seguir aumentando mi fama de cerdo – liberal - hereje- capitalista – liberal –que – no – entiende – nada – de – la - fe, vamos a referirnos a los católicos en general, y especialmente a los latinoamericanos en general, y especialmente a aquellos que odian la Veritatis splendor y la han sustituido con las declaraciones episcopales latinoamericanas como el nuevo Cristo resucitado, y especialmente a aquellos que aman las teologías de la liberación, y especialmente aquellos que se pasaron 11 años criticando a Benedicto XVI pero han entronizado a la Populorum progressio como dogma inapelable, especialmente a ellos pregunto: ¿pero quiénes miércoles se creen que son? Han defendido toda su vida una economía cerrada, han creído toda su vida que el libre comercio internacional es el diablo, han elevado a dogma de fe a las más contingentes recomendaciones anti-libre comercio de Pablo VI, ¿pero AHORA Trump es el malo? ¿Por qué, porque habló de los muros? ¿Pero qué se creen que es un muro? ¿Sólo una cosa física? Muros son las aduanas, las tarifas arancelarias, el compre nacional, la sola diferencia entre extranjero y nacional. Una vez que defienden todo eso –porque se tragaron la teoría marxista del deterioro de los términos de intercambio, elevada a dogma de fe por los “grandes teólogos” de la liberación- YA elevaron un muro. ¿O cómo se creen que se defiende coherentemente una economía cerrada contra el “imperialismo yanqui” como la que defienden cual nuevo Concilio de Trento? Pero el muro, definitivamente, está en sus mentes, cerradas en su marxismo convertido en dogma, y que con toda soberbia enrostran a los católicos que no aceptamos semejante estupidez, acusándonos a nosotros de ser los “anti-católicos”…


Felicitaciones, entonces, a todos, por ser ahora partidarios del libre comercio y por criticar a Donald Trump. Eso sí, sería honesto intelectualmente que anunciaran su conversión intelectual y pidieran perdón públicamente por los inmisericordes muros que siempre han defendido.


domingo, 11 de diciembre de 2016

LA RENTABILIDAD NO ES JUSTIFICATIVO MORAL PARA VENDER EL ALMA A LAS MASAS

Sorprendió una vez más a algunos amigos liberales mi reiterada crítica a medios de comunicación que publican noticias sobre chismes y vida íntima de las personas famosas, que tienen alta demanda y en cuya mayoría de casos estos “ricos y famosos” se prestan gustosamente.

La sorpresa vino de que yo pudiera ignorar que la oferta tiende a adecuarse a la demanda o que yo pudiera sugerir algún tipo de intervención del estado al respecto.

La verdad, en mi caso juzgué no necesario aclarar que ni ignoro lo primero ni propongo lo segundo.

Lo que ocurre es que hace tiempo que vengo estudiando los fenómenos de masificación, cuyos autores principales son Freud, Fromm y Frankl.

Lamentablemente no son autores muy estudiados por los liberales clásicos o libertarios. El primero fue denostado erróneamente por Hayek quien lo confundió con Marcuse y el aprovechamiento que el marxismo de los 70 hizo de su texto “El malestar en la cultura”, cuando precisamente en este texto Freud defiende la propiedad privada enfáticamente. Mises, al contrario, defendió siempre a Freud, cosa bastante silenciada por gran parte de los liberales que en esto seguían a Hayek.

Fromm casi no existe para los liberales/liberatarios, porque a pesar de su intensa crítica al nazismo y al comunismo, su crítica a la alienación como esencial al capitalismo –típico del neomarxismo de la Escuela de Frankfrut- fue suficiente para la consiguiente inconmensurabilidad de paradigmas.

Y de Frankl, ni noticia. Una lástima.

Pero los tres, combinadamente, permiten elaborar las causas de la alienación de las masas que conducen a la votación de dictadores, cosa que ayudaría mucho a los liberales clásicos a entender el mundo en el que viven y sacarlos de sus sorpresas racionalistas, donde el supuesto conocimiento del bien conduciría a un votante más maduro como el ilustrado de Kant.

Pero lo inaceptable para el liberal, precisamente porque lo ve como un peligro para la libertad de expresión, es la “crítica a la cultura del espectáculo” que se desprende fundamentalmente de los escritos de Fromm.

El desarrollo del ser humano, para Fromm, es precisamente la búsqueda de ser individuo. Pero ello conlleva un temor (el miedo a la soledad de la libertad) para el cual hay dos salidas: el amor auténtico, donde dos individuos se desarrollan plenamente como tales en el amarse plenamente (el arte de amar) o una total anestesia de ese temor, por medio de una relación sado-masoquista con el otro, donde la relación dominante-dominado ofrece una salida “alienante” a la soledad: porque  ambos, en esa relación donde el individuo se pierde, “se hacen el otro”: el dominado acepta ser su relación con el dominante y viceversa. Es una cuestión de psicología profunda que no tiene que ver con la teoría de la explotación de Marx.

Una de las maneras de alienación es la cultura del expectáculo, donde el alienado se hace lo que los otros quieren ver (ver “Zelig” de Woody Allen) donde encuentra en eso el solo sentido de su existencia, donde se aferra a la fama como una droga terriblemente adictiva. Los otros alienados son quienes consumen ese circo, que cuando más morbo y más visualización de lo íntimo les ofrezca, mejor. Es similar a la adicción que produce la pornografía: lo que más seduce es la exhibición de lo íntimo.

Esto es parte de la naturaleza humana, aunque no es algo necesario, porque el amor auténtico lo puede superar. Sin embargo, a nivel masivo es difícil de frenar. Está lleno de personajes circenses, que son sin embargo llamados artistas, actores o deportistas, que están gravemente enfermos, con neurosis casi psicóticas, aferrados a la fama, a las drogas y al alcohol, cuyos detallas más íntimos de sus pobres vidas son consumidos por millones de masificados que encuentran en ese consumo un consuelo para una existencia vana e insípida.

Pero en esos espectáculos hay 3: la demanda (la masa), el pobre enfermo convertido en espectáculo de circo, y el empresario que lo vende. Yo lo que digo es que, moralmente, la rentabilidad no es en ese caso justificativo moral para formar parte de ese mecanismo perverso de alienación colectiva. El mercado implica el libre albedrío de sus agentes y por ende su responsabilidad moral. Ningún oferente “debe” ponerse a vender cualquier cosa porque sea rentable, aunque si lo hace, claro que el estado no tiene que intervenir, para que se queden tranquilos. Pero está mal igual. ¿Qué opinarían mis amigos liberales si Unión Editorial se pusiera a vender libros a favor del Che Guevara sencillamente porque vende más? Piensen en ese ejemplo, por favor. No sucede ello porque el director de Unión Editorial, excelente empresario, sabe que sin embargo su empresa tiene una misión y visión donde hay ciertas rentabilidades que no entran, y punto.

De igual modo, lo que yo pido a los dueños de los medios, sean blogs, Facebook, La Nación o The Mars Time, es que hagan una diferencia y no satisfagan ese tipo de demandas.  ¿Tendrán menor rentabilidad? Si, en términos relativos, de igual modo que Unión Editorial en ese momento está teniendo menor rentabilidad por no publicar un libro llamado “Las virtudes heroicas de Fidel Castro”. Pero la creatividad empresarial dentro de la misión y visión de la empresa implica mayores ganancias que las eventuales pérdidas por no dar de comer la mano de todos los enfermos de morbo y del sabroso sabor obsceno de la intimidad de los demás, y el aprovechamiento empalagoso de sus más penosas neurosis cuasi-psicóticas.

Es una cuestión de ética, gente. Más allá de la oferta y la demanda. Roepke dixit. 

jueves, 8 de diciembre de 2016

HAZTE PIQUETERO Y RENOVARÁS LA FAZ DE LA TIERRA

Que el peronismo NO es marxista es una de las más absolutas falsedades de toda la política argentina. Perón era, ante todo, un fascista mussoliniano, un dictador por convicción, que borró con todas las instituciones republicanas tradicionales porque eran, precisamente, las estructuras burguesas explotadoras contra el “pueblo” trabajador. Maquiavélica fue luego la estrategia lingüística de los peronistas de llamar fascistas a todos los que no eran peronistas. Era como si los nazis hubieran ganado la guerra y hubieran llamado antisemitas a todos los que no fueran nazis.

Que Perón no haya convertido a la Argentina en Cuba no quita nada de su marxismo. Astuto como serpiente y astuto como serpiente, estatizó todo lo que quiso y al resto, al estilo nazi, la reguló ad infinitum, convirtiéndola en la esclava del estado –esclavos muy felices la mayoría- y no estatizó directamente al campo también para llenar las arcas de un estado re-distribuidor. Al principio, claro, como en el inicio de todos los populismos, le funcionó muy bien. Luego comenzaron la inflación, el subdesarrollo, la pobreza, el crecimiento macrocefálico de Buenos Aires, las villas miseria, pero todo eso, claro, era fruto del imperialismo yanqui. Así de simple.

El sindicalismo, en medio de esto, se convirtió en un estado dentro de otro estado. Organizado hasta hoy según la Carta del Laboro de Mussolini, sus huelgas extorsivas, su capacidad de detener el país, se convirtieron en la acción directa de la clase explotada versus la clase dominante. Cuando llegan los 60 y los 70, Montoneros, ahora sí el peronismo directamente castrista, es la expresión más coherente de las semillas plantadas por el primer trabajador.

Pasados algunos acontecimientos que son de dominio público, estas profundas ideas marxistas se recrean en dos formas. Una, más incoherente, mafiosa, corrupta, negociadora, es la CGT y sus paros generales, desde 1983 hasta la fecha, con sus líderes, modelos siempre de austeridad de vida, probidad, santidad y bondad. Otra, más coherente, atomizado como células terroristas, menos negociador y esperando siempre la “represión” de las clases dominantes, son los conocidos piquetes, en rutas, calles, organismos públicos tomados o privados amenazados. Tienen su mística, sus uniformes, su relato, y dirigentes atomizados muy diferentes de los “gordos”. Se cubren la cara, portan un palo, que seguramente es un símbolo inspirado en Mahatma Gandhi, y hacen lo que saben hacer: cortan calles y avenidas enteras, producen el caos, esperan la reacción. Si, son delincuentes totales y completos, pero desde el punto de vista de una República. Para ellos, son los verdaderos representantes de la lucha de la clase dominada. Por eso desafían a todo lo que sea el Estado de Derecho: jueces, la fuerza pública, la ley.

El kirchnerismo (que como Hitler a partir del 33, utiliza las formas democráticas como una más sutil capucha que cubre su cara) los utilizó al principio a su favor. Pero luego quedaron, como debe ser, fuera de control, mientras Cristina Kirchner, Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de mayo, también estaban “fuera de control”, in a way, pero manejaban lo recursos del estado y sabían bien lo que hacían: convertirnos en una provincia del estado chavista.

El triunfo de Macri pudo haber sorprendido a algunos kirchneristas, pero no a los piqueteros. Ellos siguieron en la suya. Qué hacer con ellos es un problema político complejo. Acciones judiciales frente a obvios delitos de acción pública, tal vez, pero sus dirigentes esperan y utilizan las condenas judiciales como parte de su estrategia. Difìcil.

Pero parece que Macri ha decidido hacer con ellos lo que NO hay que hacer: negociar. NO se negocia con terroristas. Concederles sus demandas sólo les da más poder. Por supuesto, todo al estilo argentino: parece que se los quiere sindicalizar, darles planes sociales, etc. Desde el lado de ellos aceptarlo sería incoherente, pero tal vez guarden algo de las estrategias maquiavélicas del primer trabajador, del qué grande sos. El asunto es que, como bien ha explicado Nicolás Cachanosky con los elementos de la good economics, esto es un gran incentivo para que todos los grupos en busca de renta (del estado) comiencen a cortar, bloquear, intimidar, todo cuanto sea espacio público para conseguir sus demandas. Argentina coherente: no emprendas, hacete piquetero. Te vas a hacer rico. Quién sabe, tal vez los profesores de filosofía podríamos ir ensayando cómo nos quedaría una capucha y un pacífico palo en nuestras manos.


Como dijo Gustavo Hasperué: “…Amigo político, podés seguir aumentando el gasto e inventar nuevos impuestos; lo que no vas a poder es evitar las consecuencias. Pero quedate tranquilo; la mayoría de la gente no entiende nada y le va a echar la culpa al capitalismo y reclamará, para tu tranquilidad, más estado y más política. Eso sí, con políticos buenos...”.

domingo, 27 de noviembre de 2016

EL CONOCIMIENTO EN HAYEK Y MISES

(Art. escrito en el 2007, luego publicado en "Conocimiento vs. información", Unión Editorial, 2011).

Es habitual decir que los economistas austríacos, a diferencia de los neoclásicos, enfatizan la información limitada de los agentes económicos, a diferencia de los modelos de competencia perfecta que suponen el conocimiento perfecto.

Ese modo de plantear la cuestión, sin embargo, puede ser respondido con facilidad por los neoclásicos. Ellos pueden decir, y de hecho lo dicen, que ya han incorporado la noción de información incompleta a sus modelos (incluso cintándolo a Hayek), y que estos últimos, como cualquier hipótesis, son modelos generales que no tienen por qué “coincidir” con la realidad. El mapa no es el territorio. La física procede igual. De hecho esta respuesta fue dada explícitamente por Friedman.

Por ende se hace necesario un replanteo del problema.

Cuando Hayek plantea esta cuestión en Economics and Knowledge, en 1936, su objeción contra el supuesto de conocimiento perfecto no es que no es “realista”. La objeción es que con ese supuesto el problema económico está mal planteado. Si el conocimiento fuera perfecto y los agentes estuvieran en perfecto equilibrio, el problema económico mismo es el que se supone resuelto. El problema, aclara Hayek, es precisamente que los planes inter/personales no están coordinados, que el conocimiento es limitado, que las expectativas y suposiciones sobre los otros agentes en el mercado son falibles. ¿Cómo lograr la coordinación entre millones y millones de individuos con planes diferentes? Ese es el problema económico. Es más, ese es el problema de todas las ciencias sociales, aclara Hayek.

Creo que es más conocida la respuesta de Hayek al problema (el orden espontáneo) que su re-planteo del problema. Porque ese replanteo responde a los neoclásicos incluso actualmente. La cuestión no es partir del conocimiento perfecto como núcleo central de la teoría y luego agregar como hipótesis adicional (auxiliar o ad hoc) la limitación del conocimiento. Sino al revés: partir de que el conocimiento es incompleto, imperfecto, disperso, limitado (ese es el núcleo central de la teoría) y luego agregar una hipótesis adicional que “compense” la limitación de conocimiento: el aprendizaje. Por lo tanto el neoclásico no puede responder a eso que todo modelo, o toda teoría, tiene aspectos “no totalmente realistas”. Obvio. La cuestión es cuál es el punto de partida de la teoría. Conocimiento perfecto o conocimiento limitado. Esa es la cuestión.

¿Cómo se dio cuenta de ello el joven Hayek? Por un lado, ya había comenzado a trabajar en sus teorías monetarias, en la teoría del ciclo, donde advirtió claramente un caso de des-coordinación de planes, cuando el factor tiempo entraba en juego: el mercado de capitales. Ello facilitó el camino para que viera ese caso como parte de “el” problema de la ciencia económica, la des-coordinación de planes, cuya “respuesta” es el orden espontáneo. Pero, por otro lado, Hayek ya había pasado por Mises. Esto es: había asistido, antes de ir a Inglaterra, a los privat seminars de Mises en Viena. Una de las principales enseñanzas que Hayek sacó de esos seminarios fue precisamente la imposibilidad de cálculo económico en el sistema socialista. Ello no sólo implicó que Hayek pasara del socialismo a la economía de mercado, sino que también quedara la semilla planteada del problema del conocimiento. La enseñanza básica de Mises en 1922 era que el socialismo, al carecer de precios, no puede evaluar costos. Entonces el planificador socialista, al pretender planificar todo, esto es, “conocer” todo, no puede “conocer”. Mises también va desarrollando este tema paulatinamente. Para él, el punto era claro para todos aquellos que estuvieran formados en la economía neoclásica “versus” el marxismo. Pero luego, ante la defensa del socialismo que hacen los economistas ingleses que defendían el laborismo inglés, Mises va ampliando el campo de su teoría. Era la falta de percepción del mercado como un proceso dinámico lo que llevaba a defender la posibilidad de cálculo económico en el socialismo. Mises ya comienza a afirmar esto en 1933, en sus escritos más epistemológicos, pero de 1934 a 1949 su vida es absorbida (y bien) por los dos períodos de redacción de la obra de su vida, La Acción Humana (que salva a la Escuela Austriaca de la extinción) donde la teoría del mercado como proceso ya es clara y distinta.

Mientras tanto Hayek va planteando la cuestión en escritos más cortos. Economics and Knowledge, 1936, The Use of Knowledge in Society, 1945; The Meaning of Competition, 1946. Pero esos escritos tienen un pequeño problema: “knowledge” es utilizado como sinónimo de “information” varias veces. O sea que alguien podría decir: ok, sea la información incompleta punto de partida o no de la teoría, la cuestión es que hoy, tanto austriacos como neoclásicos, conocen la importancia de la información incompleta en teoría económica. ¿Por qué entonces la diferencia?

Porque no se trata de información ni de “incompleta”, sino de “conocimiento limitado”, que es muy diferente.

No es un detalle. Gran parte de la filosofía, la ciencia y la cultura contemporáneas han sido ganadas por un modo de concebir al conocimiento humano que podríamos llamar “el paradigma de la información”, donde se supone que el conocimiento es un sujeto que recibe pasivamente datos. Pero Hayek, en la primera parte de Economics and Knowledge, lo que comienza a cuestionar es precisamente la noción de “dato”, porque ya se da cuenta de que la expectativa que un sujeto tiene sobre lo que otro sujeto valora, piensa y actúa, es cualquier cosa menos un “dato” y ese tipo de “conocimiento” es precisamente el que hay que coordinar. Incluso cuando Hayek dice “mundo” no son las cosas, los datos o los números, sino el conjunto de relaciones entre los sujetos, que a veces se coordinan, a veces no. No en vano afirma luego en 1942 que el “subjetivismo” ha sido el mayor avance en economía, ante la incomprensión e indiferencia de la mayor parte de sus colegas, sumergidos ya en un mar de estadísticas, mediciones y “datos”. Hayek nunca había minimizado ese “mundo”, sino que advierte que todo conocimiento humano tiene un margen de relevancia que debe ser evaluado e interpretado por el propio sujeto y, para colmo de dificultades, en coordinación con otros.

El conocimiento humano, por ende, no es pasividad (Popper lo dijo también y sus amigos científicos le creyeron menos aún) sino proyección activa de expectativas falibles. La “información” es por ende humanamente imposible. Claro que puedo “informarme” de cuántas computadoras hay en la oficina, supuesta la expectativa de relevancia para mí y para otros sujetos de ese número de computadoras. Supuesto, además, el esquema interpretativo, cultural, que me dice qué es una computadora, un escritorio, una oficina, etc.

El conocimiento humano, por ende, no es completo ni incompleto porque no es cuantitativo. Es disperso, falible, relevante, creativo, que son nociones cualitativas imposibles de “medir” pero sí de “entender”. Porque el conocimiento humano es eso, es que hay problemas de coordinación, que se minimizan en un mercado abierto con la creatividad del aprendizaje humano, que Mises llamó “factor empresarial de toda acción humana en el mercado”.


El conocimiento en la Escuela Austríaca, por ende, implica sustituir el paradigma de la información, por el conocimiento como creatividad y aprendizaje. Allí se entrecruzan filosofía, psicología, economía y política en una “inter-net” casi indivisible. Es un nuevo paradigma enfatizado por Mises y Hayek y que los economistas austríacos actuales deben continuar. Los debates epistemológicos no son para ellos algo marginal. Son su presente. Son su futuro.

domingo, 20 de noviembre de 2016

EL NEW YORK TIMES, TRUMP, LAS REDES SOCIALES, LA VERDAD Y LA HERMENÉUTICA


Parece que el New York Times ha arremetido contra Facebook. Porque mientras ele NYT representaría la información seria, los datos, en los cuales se basan los ciudadanos ilustrados que votan a los demócratas, Facebook es cualquier cosa, la subjetividad total, en la cual se basan los tontos que votaron a Trump.

La cuestión que abordamos ahora no es si está bien o mal haber votado a Trump. La cuestión es el planteo anterior, que muestra hasta qué punto el positivismo está arraigado en nuestra cultural y de qué modo todo un siglo XX de avance en hermenéutica y filosofía del lenguaje parece ser ignorado totalmente por los mass media, sean demócratas, republicanos, marcianos, liberales o kirchneristas.

No hay conciencia intelectual de que no hay datos, hechos puros, sin un horizonte que les da sentido. Cuando alguien dice “La Tierra gira alrededor del sol”, sí, parece un fact, pero lo es sólo desde el paradigma copernicano-galileano. ¿Ah, ese paradigma es verdadero? Ok, pero si alguien cree que va a defender la verdad de ese paradigma desde otros datos, le recomiendo la lectura de Kuhn, Koyré y Feyerabend. Es la cosmovisión neoplatónica-cristiana la que dio origen a Copérnico y Galileo, cosmovisión que este último defendió en un famoso libro que no tenía un solo experimento registrado, versus los astrónomos aristotélicos que supuestamente les presentaban los “facts”.

Y cuando desde las ciencias sociales se dice que “la inflación de tal gobierno fue del XX%”, esos índices presuponen un concepto de inflación que no todos comparten. Supuesto que está detrás del presunto dato “sin” horizontes.

¿Más simple? Cuando alguien dice “Obama aún no finalizó su mandato” presupone todo el criterio de legitimidad actual del gobierno democrático. ¿Qué ocurre si alguien dice “Obama aún no terminó su tiranía”? Algún ultra-libertario podría decirlo. Para dirimir la cuestión no es el caso debatir “el dato”, “el hecho” de si es presidente o tirano, sino debatir la verdad de los horizontes desde los cuales se afirma que es presidente o tirano.

Por lo tanto, reconocer que los supuestos hechos se dicen desde criterios de interpretación, se tenga conciencia de ellos o no, no es renunciar a la verdad, sino estar dispuestos a defender la verdad en un terreno en el cual no sé si los actuales comunicadores han sido educados: la verdad del horizonte que está detrás.

¿Hay noticias que son hechos? No, porque son mensajes. Es lo que se llama el problema de los actos del habla solamente locutivos. “Hay 10 mesas en el salón” parece un mensaje meramente descriptivo y aparentemente “fáctico”. Pero presupone TRES cosas. Uno, la relevancia del mensaje. Yo puedo iniciar mi conferencia sobre Benedicto XVI diciendo “Hoy me desayuné con café y galletitas”, pero mi audiencia me va a decir “¿y qué”? ¿Y quién decide el orden de relevancia de un mensaje?

Segundo, el diseño. Hay 10 mesas, son 10 mesas, son 10, “che hay 10”, o lo que fuere. ¿Y quién decide cómo se diseña un mensaje?

Tres, de vuelta, el horizonte, que presupone que sé  de qué salón estoy hablando, y qué es un salón en nuestro contexto cultural.

Todo lo cual presupone el eje central de le hermenéutica de los mensajes: “alguien dice algo para algo y para alguien”. Nuestra cultura positivista se concentra en el “algo” olvidando todo lo demás. Que está dado por el con-texto, con-texto donde se reflejan los presupuestos no explícitos. “Macri se reunió con el primer ministro de Canadá”. ¿Quién lo dice? ¿Para quién lo dice? ¿Para qué lo dice?
Nada de esto convierte a los comunicadores en manipuladores. Si ellos son honestos en cuanto a qué horizonte de ideas es el que los guía, todo bien. Pero la máxima manipulación (a veces sin intención) se produce cuando los comunicadores creen que NO tienen horizontes y cuando la audiencia, consiguientemente, cree que está escuchando a “los hechos inapelables”.

Por lo tanto, me parece bien que el NYT se auto-considere serio, pero el monopolio de lo serio –si es que lo es- es lo que objeto. Del lado de los blogs y de las redes sociales hay seriedad, buena intención, y también está lleno de locos y de chantas. Igual que en los medios tradicionales.

Los medios tradicionales interpretan, las redes sociales interpretan, todos interpretan, porque interpretar no es sólo opinar, sino sencillamente hablar desde un horizonte. Y NO es que “de eso no se salva nadie”. NO es cuestión de salvarnos de ello, sino de tomar conciencia de la dimensión humana de la comunicación, que no es información. En el papel se graba. En el papiro se grababa. En el silicio se graba. En el ADN se graba. Esa grabación es información. Nosotros, los seres humanos, no grabamos: leemos, hablamos, o sea, de-codificamos, interpretamos, con verdad o sin ella.

Por ende los que votaron a Trump interpretan y los que votaron a Hilary también. Los que publican en Facebook interpretan y los que publican en el NYT también. ¿Y quiénes tienen mayor verdad? Ah, depende de cómo cada uno defienda su horizonte. En este momento estoy escribiendo para mi blog, para Facebook, y estoy defendiendo la verdad de mi horizonte. Lo mismo que si escribiera sobre supuestos datos, que presuponen un criterio para interpretar los datos.

Algunos intelectuales y docentes desprecian Facebook como los taxistas desprecian Uber. No advierten que la comunicación pasa ahora en gran parte por las redes sociales que afortunadamente no tienen regulaciones. La ventaja de las redes es que muestran descarnadamente la intersubjetividad, subjetividad, de la comunicación. Subjetividad que antes estaba más oculta. Si mando un artículo de la revista “Oxford Economic Journal”, nada me garantiza la verdad del horizonte del referato. Si lo mando a La Nación, NYT, Le Monde Diplomatique o etc, nada me garantiza la verdad de su línea editorial.

¿Qué “garantiza” la verdad? En la condición humana, nada excepto el libre debate que, según Popper, va sedimentando las teorías hasta que quedan las que más se acercan a la verdad. Exactamente lo que sucede en Wikipedia, fundado por alguien que conocía a Hayek. En una sociedad libre, no es cuestión de que los gobiernos tienen la información y los medios privados, las interpretaciones. Cuando La Nación discutía contra las invectivas autoritarias de los Kirchner, reclamaba “que sus datos eran serios”. Como Trump puso de moda, wrong. La cuestión era decirle al Sr. Kirchner: yo tengo mi interpretación del mundo, usted la suya, y en una sociedad libre se debate. Y listo. Ah, pero nada mejor para un tiranuelo suponer que él dice los hechos y los demás, los que NO son gobierno, sus subjetivísimas interpretaciones. El positivismo cultural ha alentado a las dictaduras que creen tener “la información” –por eso intentan controlar los medios- mientras la oposición, tristemente, intenta responder que ella también. Un horror.


Así que, señores demócratas, bájense del caballo soberbio de que los que votaron a Trump eran unos imbéciles que usaban Facebook. Porque por Facebook no circula el infierno. Circula, sencillamente, el ser humano y sus intentos libres de comunicación. Puede haber chantas, fanáticos, crueles, peleadores, pero también puede haber todo lo contrario. Las redes sociales son la nueva defensa ante los dictadores, y ante la dictadura de lo políticamente correcto que ustedes ejercían dándose cuenta o no. Por eso en Corea del Norte no hay Facebook. Qué bien. Allí sí que están “bien informados”.

domingo, 13 de noviembre de 2016

SOBRE EL TRIUNFO DE TRUMP.


Si han leído mi entrada anterior a las elecciones(1), podrán advertir que ni Trump, ni Hilary, ni Johnson, eran mis opciones. En realidad con esa entrada podría considerar el asunto por concluido. Pero ante los cosas que se están diciendo y las reacciones que ha producido el triunfo de Trump, consideré prudente agregar algo más de confusión al asunto J. :-)

1.      ¿Por qué ganó Trump?
En primer lugar, por la falta de liderazgo de los propios republicanos. No tuvieron alguien que supiera combinar la espontaneidad de Trump con posturas y una historia personal más seria y menos caricaturezca. Cualquiera que haya visto los debates republicanos se podía dar cuenta que una Carly Fiorina, un Cruz, un Rubio o un Rand Paul eran candidatos ideológicamente más sólidos y personalmente más presentables. Pero su estilo –igual que los demócratas- es ese estilo que, para que me entiendan bien los libertarios y liberales clásicos, podríamos llamar “racionalismo constructivista en política”. Una excesiva profesionalización y planificación de cada discurso, gesto, actitud, que lleva a la inautenticidad y a la falta de espontaneidad. O sea, un liderazgo inauténtico como la existencia inauténtica de Heidegger. Hay un electorado que está demandando un mayor orden espontáneo –orden, no caos- ese orden que espontáneamente surge, sin tanta planificación, cuando hay un ser-sí-mismo muy profundo y un apasionamiento del corazón que se traduce en el discurso. Lo que tuvieron un Reagan, un Kennedy, un Mandela o un Gandhi. No es que ahora no lo tengan porque son figuras casi imposibles de encontrar. En parte no lo tienen porque confían en ese racionalismo constructivista político aunque lean a Hayek y a su orden espontáneo. Trump jugó el papel de la espontaneidad, dio al electorado lo que muchos deseaban: alguien que, precisamente, no fuera ese político profesional que tanto los decepcionó.

Claro, ojalá no hubiera sido despectivo con las mujeres, casi racista con los mejicanos, grosero con McCain, con periodistas y hasta con bebés. Pero la gente está –y no sólo en los EEUU- muy asustada, y el miedo produce a Hobbes. Y los intelectualoides demócratas y europeos no parecen estar dando frente a ISIS “y el desconocido” las respuestas necesarias. EEUU se forjó precisamente de inmigrantes que huían de tiranías, diferentes pero iguales en su búsqueda de la libertad. Pero los tiempos han cambiado y luego de la 2da guerra los líderes liberales clásicos y libertarios no han sabido educar al votante en una fórmula que una, nuevamente, el espíritu inmigratorio y pacífico con una sólida defensa en política exterior. Por ende, muchos callaron pero decidieron perdonarle a Trump sus excentricidades políticamente incorrectas y secretamente decidieron votarlo, con sistemas de comunicación que aún no han comprendido los analistas y encuestadores tradicionales: con redes informales que van más allá del llamado “dato” que, por lo demás, nunca existió.

Por lo demás, los republicanos no supieron explicar al votante los beneficios del libre mercado, de las fronteras abiertas, para el aumento del empleo a nivel local. No supieron tampoco educar ese miedo ni se atrevieron a presentar francamente –con ese nuevo liderazgo que no tenían- la eliminación del welfare state. Trump, que no entiende mucho de economía, afirmó una relación inversa entre empleo local e inmigración que muchos soñaban escuchar, encerrados en la misma confusión de Trump. No sé si el muro –que por lo demás ya existe, se llama aduana, se llama visado, etc- se llegará a construir o no, pero allí también Trump apeló al inconfesable miedo al extranjero y obtuvo su masiva cantidad de votos inconfesables. Y, de vuelta, le perdonaron sus rarezas y lo votaron. Dejando de lado a todos los que verdaderamente siempre fueron medio misóginos y racistas y lo votaron felices.

Por otra parte, los que critican a Trump por el muro, ¿qué autoridad moral tienen? ¿Acaso no están de acuerdo con pasaportes, visas, aduanas y controles para sus propios países? ¿Qué, todo ello no es un muro porque NO sea una pared de cemento? Sólo los liberales clásicos, que hemos sido ridiculizados por nuestras propuestas de eliminación de fronteras, tenemos la autoridad moral para estar en desacuerdo con Trump. Qué graciosos, especialmente, los estatistas argentinos, tan “anti-muros”, ahora…………….

Tres, Trump ganó porque Hilary es un desastre. Jamás hubiera sucedido esto con un Obama II que, obviamente, no existió. Hilary –no juzgo su conciencia- tiene (no digo “es”) niveles de corrupción espantosos para el electorado norteamericano. Los chanchullos de la Fundación Clinton son infinitos. Por lo demás, su política exterior fue muy equivocada. No identificaron bien al terrorismo islámico, dejaron solo a Irak, comenzaron a pelearse con el genio hobbesiano –dije hobbesiano- de Putin y prácticamente ella y Obama dejaron morir de la peor forma al embajador norteamericano en Libia. Hilary es antipática, no conecta con el electorado, sus sonrisas son más dibujadas que las de Jack Nicholson en Batman y representó por ende ese político ultra-profesional que muchos demócratas también estaban cansados de ver, o estaban muy acostumbrados al charming de Obama.

2.      Las reacciones ante el triunfo de Trump.
Pero lo más interesante es la histeria de la izquierda mundial ante lo que para ellos simboliza Trump, que raya en el paroxismo, en el ataque psicótico de explosión de todos sus más profundos prejuicios, en sus más profundas iras autoritarias y en sus más bochornosas hipocresías y dobles estándares.

Lo más tragicómico es: ¿pero quién miércoles se creían que era Hilary Clinton? ¿La hija de Gandhi y la Madre Teresa? La calma que todos tenían ante un eventual triunfo de Hilary represente la confusión ideológica mundial. ¿Qué es lo que tenía a todos tan tranquilos? ¿Su mayor intervencionismo económico, que iba a acelerar la baja en la productividad norteamericana? ¿Sus mayores impuestos, que por supuesto iba a afectar a los más carenciados? ¿Su mayor gasto público, que iba a llevar la deuda pública de EEUU hasta el paroxismo y a lo que mejor no quiero ni explicar? ¿Su persecución enfermiza a los católicos y a su libertad religiosa? ¿Su alianza total y completa con Planned Parenthood, su abortismo cruel, capaz de matar a un niño completo si era necesario? ¿Ante eso estaban todos tan tranquilos? La pura verdad es que si: como una ideología propagandística y una cruel espiral del silencio, todo ello se ha impuesto como lo políticamente correcto y el paraíso en la Tierra. Mayores controles, mayor gasto, más estado, más impuestos, menor libertad religiosa, aborto para todos, salud reproductiva e ideología del género para todos y obligatoria, nazifeminismo inquisitorial, homosexualismo inquisitorial, ecologismo unido a estatismo, y todos felices y contentos. ¡Felicitaciones mundo entero! Con razón no iba a haber marchas anti-Clinton, con razón todos los tiranuelos y todas las izquierdas europeas se iban a levantar el Miércoles tan relejados.

Por lo demás, muy interesante escuchar el latiguillo de la dialéctica de los brutos pro-Trump y los ilustrados pro-Hilary. Conozco perfectamente el mundillo intelectual de la izquierda. Leen a Marx, a Hegel, a la Escuela de Frankfurt, a los postmodernos, a Keynes, a John Rawls. Si, son muy cultos, leen todos esos autores, en su lengua original si es necesario, mientras asisten a la Opera y van a las librerías en el New York de Manhatan. Pero, ¿de qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma? ¿De qué te sirven tantas letras si luego conduces al mundo al infierno? No quiero nombrar a grandes filósofos cuyas posiciones políticas eran peores que las del mismo Maduro –sí, así- para no ofender a sus seguidores, pero creo que habría que distinguir entre la soberbia del saber humano y la sabiduría humilde que, con universidad o sin ella, conoce –por con-naturalidad, dice Santo Tomás- la verdadera virtud. Así que, si alguien votó a Trump porque compartía su misoginia y sus tosquedades, ok, sí, mal, pero muchos lo votaron sin tanto John Rawls y con más sentido común –sobre todo, el rechazo a Hilary-. Ni qué hablar de quienes lo votaron sopesando males menores, con tanta o más formación que los soberbios demócratas: snobs bien vestidos, con Inglés bostoniano, que no tienen inconvenientes en apoyar las aberraciones morales más terribles.

Además, en ese desprecio izquierdoso al votante promedio norteamericano no se advierte cuál fue la verdadera sabiduría de la revolución de 1776. Por un lado sus intelectuales –un Jefferson, un Paine, etc- no eran Hegel, precisamente, pero gracias a Dios que no lo fueron. Jay, Madison y Hamilton eran gente de derecho, no de utopías platónicas que se terminan vendiendo al tirano de Siracusa de turno. Los europeos no logran entender, aùn, la superioridad norteamericana sobre su supuestamente gran Europa. Esa Europa de grandes filósofos que la terminaron hundiendo en los totalitarismos más deleznables de la historia, de los cuales sólo los salvaron los tanques norteamericanos y la valentía de un Reagan, que, gracias a Dios, no leía a los postmodernos franceses. Pero no es sólo cuestión del seguro medianamente inteligente Jefferson versus el seguramente genio Hegel. Lo que casi nadie entiende es que la revolución norteamericana fue –con un fue que es- la revolución de granjeros, comerciantes, dueños de barcos, de granos y de plantaciones de té que vivían sencillamente en los derechos individuales del common law británico, que, cuando Jorge III los conculcó, a la miércoles con Jorge III. Así de simple y sabio. No fue una utopía pensada in abstracto y luego aplicada a la fuerza. Fue el derecho a la resistencia a la opresión. Eso aún existe en EEUU y los “intelectuales” que, precisamente, se pasan la vida atacando al liberalismo clásico, jamás lo van a entender, y se pasarán la vida despreciando e insultando a ese sabio comerciante que habla en sujeto, verbo y predicado y que gracias a Dios NO entiende la expresión “espíritu absoluto”.


Finalmente, las reacciones histéricas de muchos, desde los que saquean y destruyen hasta los que orinan en la vía pública sobre la foto de Trump, no muestra más que la auténtica violencia explosiva que tienen dentro los supuestos demócratas, pacifistas e “ilustrados”, sí, cuando ganan. Una violencia terrible  porque, para ellos, Trump es el símbolo de todo lo que odian: el capitalismo, el libre comercio, la verdadera libertad. Curiosamente, Trump no es eso. Es un líder intuitivo y autoritario que hará alianza con Putin y se dividirán el mundo. El mundo sigue lejos del liberalismo clásico, y con Hilary hubiera sido peor. Mientras tanto, Trump sigue teniendo en esa izquierda histérica su mejor aliado. Trump es GORT. Lo dejaron plantado los Clinton.  

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(1) http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/10/reflexiones-sobre-la-actual-politica.html 

domingo, 6 de noviembre de 2016

SOBRE NUEVAS ESCUELAS AUSTRÍACAS DE ECONOMÍA Y OTRAS YERBAS



Ultimamente están circulando libros, artículos, videos y grupos en Facebook donde se acusa a Mises de “graves” errores, con la velada o no tan velada acusación de quienes no estamos de acuerdo con ello somos dogmáticos, carecemos de espíritu crítico, y sólo somos repetidores, y no renovadores, como ellos, que sí piensan, mientras que los demás sólo sabemos repetir de memoria La Acción Humana cual nuevas sagradas escrituras.

Creo que todo ello es muy injusto.

Siempre hubo diferencias entre los partidarios de la Escuela Austríaca. Pero hablar de una “nueva” EA es lo que me sorprende. Puede ser, es un mundo abierto, pero permítanme dar un ejemplo de lo que no me termina de cerrar.

Yo no puedo pretender ser un innovador en los temas estrictamente económicos de la EA. Excede mi campo y mis posibilidades. Tengo opiniones, sugerencias, nada más. No puedo pretender nada más.

Mi campo es la epistemología. Y allí, por supuesto que tengo “diferencias” con Rothbard, Mises o Hayek. Si yo hubiera tenido otra actitud, en este momento habría hartado a todo el mundo con mi “nueva” EA en epistemología. Habría denunciado los “graves” errores epistemológicos de Mises y hubiera armado mi “nueva” propuesta. Why not? Todos saben que mis fundamentos de la praxeología no son los mismos que los de Mises, y que mi método de la economía se aleja de él al haber incorporado elementos de Santo Tomás, de Machlup, de Popper, de Gadamer. Pero jamás se me pasó por la cabeza que haya que “denunciar”, cual profeta de no sé qué antiguo testamento, a los “graves” errores epistemológicos de Mises. Yo me considero dentro de la EA. Suscribo sus grandes líneas: la teoría subjetiva, las consecuencias no intentadas, el mercado como proceso, etc. Dentro de ello, he propuesto, sí, algunas cosas en epistemología, sin pretender fundar nada nuevo, sino opinar en mi campo formando parte de un paradigma viviente, corregible, renovable, pero paradigma al fin. Que es más amplio de lo que se supone, y cuya historia demuestra más diversidad de lo que cualquiera a primera vista pueda suponer. Creo que los “nuevos” no advierten qué es  la diversidad “dentro” de un programa de investigación que, si alguna vez cambia verdaderamente en algo “nuevo” eso será muy retrospectivo desde un punto de vista histórico, una visión retrospectiva que nadie, en este momento, puede pretender tener.

Y me produce curiosidad lo de “grave”. En un programa de investigación progresivo, ¿qué es lo “grave” desde el punto de vista de las diferencias que sus integrantes puedan tener? Grave es Hitler, grave es Stalin, grave es Kim Jong-i, grave es ISIS, grave es la Reserva Federal.


Por lo tanto, gente, calma. Sólo dentro de muuuuuuuuuuuucho tiempo sabremos qué fue lo verdaderamente nuevo. Mientras tanto, como dijo un gran santo, el bien no hace ruido y el ruido no hace bien.

domingo, 30 de octubre de 2016

EL GASTO PÚBLICO COMO CAUSANTE DE POBREZA


La mayoría de los argentinos se indignan cuando ven espantosas fotos de niños desnutridos en nuestro país. Pero, al mismo tiempo, la mayoría de los argentinos pide un aumento del gasto público para solucionar la tragedia. La tragedia es que ese aumento del gasto es lo que produce la pobreza.

Lamento cansar al lector si repito que, para aumentar el gasto, el estado no tiene sino tres recursos: impuestos, inflación o deuda externa.

Los impuestos siempre implican una menor producción de bienes y servicios, porque son una exacción de lo que podría haber sido destinado al ahorro, pero mucho más los impuestos a la renta y sobre todo los progresivos, porque desalientan la inversión y eliminan recursos que se podrían haber destinado al ahorro. Todo lo cual implica menor capitalización, lo cual implica menor demanda de trabajo, menor salario real, y mayor pobreza.

Por ende, cuanto menos impuestos, mejor.

La inflación tiene como consecuencia directa la fuga de capitales y la falta de ahorro en el mercado local de capitales, todo lo cual implica descapitalización y, por lo mismo, mayor pobreza.

Y la deuda, en algún momento se paga. Con default, con hiperinflación, con mayores impuestos. Todo lo cual implica mayor descapitalización y, por ende, mayor pobreza.

No es una casualidad, por ende, que desde que la Argentina comenzó a aumentar el gasto público, sus niveles de pobreza hayan ido aumentando proporcionalmente. La tragedia cultural es que pocos relacionan una cosa con la otra, y se acusa de ser insensibles al tema de la pobreza a quienes advertimos permanentemente por el aumento del gasto público.


Ese es el drama cultural de la Argentina. El mundo social no es fruto de tornados o tsunamis. Es fruto de las ideas y creencias de quienes conforman el mundo social. No es la corrupción el drama de la Argentina, sino estas ideas estatistas de la mayor parte de la gente de buena voluntad.

domingo, 23 de octubre de 2016

¿POR QUÉ SON CASI IMPOSIBLES LAS REFORMAS EDUCATIVAS?

Permanentemente se ven videos, conferencias y artículos de reformas del sistema educativo. Algunos (como mi padre) han dedicado su vida a ello. Sin embargo, pasan las décadas y los gobiernos y el modelo tradicional de enseñanza, con el aula, las notas, sus premios y castigos, etc., sigue igual, tanto aquí como en otras partes del mundo.

¿Por qué?

Trataremos formular algunas hipótesis, para que las propuestas de reforma sean más realistas y menos ingenuas a la hora de formularse.

1.       El sistema del aula tradicional, de lo que Luis J. Zanotti  (www.luiszanotti.com.ar) llamó la primera etapa de la política educativa (fines del s. XIX) está basado en el modelo positivista de información, donde el aprendizaje es el acopio y repetición de datos objetivos. Por más loas que se declamen hacia la creatividad, esta es colocada como un lujo posterior al duro entrenamiento del aprendizaje básico. Se la permite en las humanidades, se la niega para las ciencias (como si no fueran humanidades), se la relega totalmente de los procesos básicos de acopio de información en los niveles primarios, secundario y terciarios. Y el problema es que este modelo de conocimiento como información está asumido casi sin crítica como horizonte cultural, que por ende no permite ir al núcleo filosófico de la cuestión: el conocimiento humano es creatividad, interpretación, por más que los paradigmas dominantes (Kuhn) impongan su repetición como rito de iniciación para la vida académica.

2.       La mayor parte de reformadores del sistema olvidan o niegan el tema esencial de la libertad de enseñanza. Suponen que sus reformas deben ser impuestas por la fuerza del estado y de modo monopólico, con lo cual se incurre en la paradoja de imponer por la fuerza un paradigma para salir de otro. Todos hablan en este momento del modelo de Finlandia olvidando que es un sistema obligatorio y monopólico. Cómo puede haber creatividad dentro de eso es la paradoja que no se termina de asumir.

3.       El olvido de la libertad de enseñanza (análogo al olvido del ser heideggeriano :-)) implica que las reformas sean tímidas propuestas dentro del sistema estatal dominante. Se olvida que la clave de la cuestión está en la separación jurídica entre los objetivos pedagógicos concretos y el control estatal de los títulos. O sea, la desmonopolización jurídica del sistema. Con ello podrán seguir existiendo colegios tradicionales al estilo de La Sociedad de los Poetas Muertos, pero al mismo tiempo se producirá un big bang de propuestas cuya validación será la demanda de los egresados de dichas propuestas y no el otorgamiento de un “título oficial”.

4.       El punto anterior (la rígida unión entre la titulación y el reconocimiento oficial de los títulos) produce que los sindicatos puedan seguir aferrados a sus funciones tradicionales siendo inmunes a toda reforma. Porque las reformas implican nuevas funciones profesionales docentes que ellos obviamente no están dispuestos a admitir. Por lo demás, en la mayor parte del mundo los sindicatos son mafias legalizadas, estados dentro de otro estado, delincuentes socialmente admitidos que en nombre de los “derechos de los trabajadores” seguirán impidiendo todo tipo de reformas (educativas o las que fuere) por los siglos de los siglos.

5.       La mayor parte de las propuestas ignoran que el problema es el aula positivista clásica. En ella son inútiles nuevas metodologías y nuevas tecnologías, porque es como intentar montar un Saturno V sobre una carreta tirada por bueyes. Sencillamente hay que desechar la carreta. Hay que acabar con el aula tradicional y si se ensayan nuevas, tener conciencia de que ellas no sustituyen (como pensó el movimiento de la escuela nueva) al sistema educativo informal, no sistematizado, constituido por el horizonte (Gadamer), las creencias (Ortega) y el conocimiento disperso (Hayek).

6.       Como esto último está penetrado también por la razón instrumental, o sea por el positivismo cultural, todas las propuestas de reforma seguirán circulando como bonitos videos en youtube mientras que la principal demanda social seguirá siendo el sistema escolar tradicional, venerado y sacralizado por el conjunto de la población.

7.       La mayor parte de propuestas de reforma y de los críticos al sistema han atacado a la razón instrumental, ok, pero han unido esa crítica con la crítica al sistema de libre mercado al cual el sistema tradicional de enseñanza le sería funcional. No estoy debatiendo con Hilary, pero wrong :-). El sistema educativo tradicional no fue una super-estructura de la estructura capitalista de producción. Fue fruto de las ideas del iluminismo del s. XVII y el capitalismo fue fruto del acabamiento progresivo del antiguo régimen sobre todo en Inglaterra a partir de la evolución del common law, ya desde el medioevo. El error de unir reforma educativa con la sociología de Marx, retroalimenta las reacciones conservadoras donde “educación” es igual a portarse bien, estudiar la lección, izar la bandera y ser el “buen repetidor” del sistema tradicional. El libre mercado, por lo demás, no depende del sistema positivista de información, sino al contrario, de la creatividad de la inteligencia humana que se traduce en creatividad empresarial. El sistema educativo formal no es funcional al capitalismo sino al estatismo, al intervencionismo, donde se producen en cadena “buenos empleados” y no libres empresarios (Landolfi, http://www.cuspide.com/9789870284253/Educacion+Para+La+Fragilidad/ )

8.       El sistema educativo tradicional se ha extendido mundialmente con una serie de tentáculos que lo han constituido, a través del pacto de Bolonia, los sistemas de becas y los rankings universitarios, en un soviet mundial. En ese sentido el panorama no podría ser más desalentador, y muestra que lo básico es cambiar, aunque cueste siglos, el horizonte cultural.

9.       La libertad de enseñanza sigue siendo, sin embargo, la única esperanza de salida. Aunque las propuestas de reforma educativa tengan que enfrentarse con el soviet mundial, con la mentalidad positivista imperante y con los paradigmas dominantes que privadamente puedan existir, sin embargo tendrían derecho jurídico a su existencia y por ende dependerían sobre todo de la claridad de objetivos de sus fundadores y no de la “generosidad” del dueño de la granja para con sus esclavos.


10.   Mientras tanto, el mercado negro de la creatividad sigue circulando por izquierda, y sólo eso impide mayores estragos a la inmensa cantidad de verdaderos genios aplastados por el soviet del sistema, olvidados, dejados de lado, siendo los verdaderos excluidos y descartados por el estatismo dominante. Los libros, el internet, las reuniones informales, las conversaciones, las charlas, son actualmente la verdadera educación, al lado de un lastre cultural inútil, cual chatarra icónica que se sigue elevando a los altares del estado decimonónico. 

domingo, 16 de octubre de 2016

REFLEXIONES SOBRE LA ACTUAL POLÍTICA NORTEAMERICANA


EEUU se encuentra en un punto de inflexión de su historia. Las próximas elecciones así lo demuestran.

Hay que ir para atrás. Poco a poco la República pasó a ser un Imperio. ¿Tuvieron razón los anti-federalistas? ¿O el liberalismo clásico tenía sus propios recursos para evitar el crecimiento del estado? Tal vez nunca lo sabremos, pero la cuestión es que el EEUU actual, con su Welfare State, su Reserva Federal, su  IRS, su CIA, su Patriot Act, y las innumerables dependencias y organismos del Estado Federal, se ha convertido en la viva contradicción de lo que fue la Declaración de Independencia de 1776.

Los republicanos no se caracterizaron por arreglar la cuestión. En el tema económico y social, no pudieron o no supieron. Ni Reagan ni menos aún los Bush pudieron o supieron tener el liderazgo suficiente para llevar a cabo las propuestas de des-centralización de la provisión de bienes públicos propuestas por Hayek y Buchanan. Los demás candidatos republicanos a la Casa Blanca casi nunca mostraron en los debates que conocieran estas ideas, excepto por supuesto Ron Paul. En temas de política exterior o seguridad, no quisieron. Es verdad que no se puede dejar solo a Israel, a Japón, a Corea del Sur, pero sus políticas en Medio Oriente fueron desastrosas. Lo de Bush ya fue terrible. La Patriot Act, que legaliza los antes delitos del gobierno federal contra las libertades individuales, es indefendible, excepto precisamente que seamos hobbesianos, que es el caso de muchos de los “neocons” que rodearon al ex presidente.

Por lo demás, excepto Reagan, los demás candiados republicanos fueron siempre –junto con los demócratas- la viva representación de un stablischment hipócrita, de sonrisa de plástico, discursos leídos, pasión cero, asesores de imágenes que convierten al parecer en el ser. Una falta total de liderazgo auténtico.

Esto último explica el ascenso de Donald Trump. Los votantes –y hay que investigar bien por qué- intuyen esa hipocresía y se hartan de los políticos tradicionales. La espontaneidad de Trump, su sinceridad entre lo que piensa y lo que dice, su hablar desde su propio ser, fue lo que lo llevó a la nominación. Pero eso mismo es lo que lo está destruyendo. Para actuar desde el ser, y resistir los archivos y las campañas sucias, hay que ser una buena persona. No juzgo la conciencia de Trump, pero su racismo, su misoginia, sus modos autoritarios, son indefendibles. Claro que se puede alegar que los demócratas son iguales y por ende hipócritas cuando lo atacan –sobre todo Hilary, casi cómplice de su marido sobre el que pesan tres acusaciones por violación- pero eso no redime, políticamente, a Trump. Si querían un candidato que se acercara al EEUU originario, allí lo tenían a Ted Cruz, Marco Rubio, Carly Fiorina, o Rand Paul. Pero sus modos, sus formas, fueron demasiado profesionalizadas para esa demanda de espontaneidad que legítimamente quisieron los votantes de la interna republicana.

Los libertarios, a su vez, presentaron esta vez a Gary Johnson. Por un lado es abortista y, por el otro, si se quiere ser abstencionista en polìtica exterior, hay que saber de polìtica exterior. Lo lamento, libertarios, el ridículo no conduce a nada. 

Ahora, alea iacta est. El panorama no podría ser peor. Si gana Hilary, todo seguirá igual, lo cual quiere decir: igual de desastroso. Lo peor no son sólo sus amenazas permanentes a las libertades individuales de grupos religiosos, sino sus promesas de más impuestos y más gastos, cosa que verdaderamente puede llevar a EEUU –con una deuda pública sencillamente inconmensurable- al borde de un colapso aterrador que me abstengo de describir. Si gana Trump, tendremos a un Hobbes impredecible en el poder, que posiblemente haga alianza con Putin. Un panorama sencillamente dictatorial, una tenaza de dos autoritarios que se repartirán lo que quede del mundo.

De vuelta, un hobbesiano me podrá decir: Gabriel, ¿aún no has entendido que así es el mundo?


Mi respuesta: claro que sí. El liberalismo es la lucha permanente para que NO sea así.

domingo, 9 de octubre de 2016

DE MI "COMENTARIO A LA SUMA CONTRA GENTILES": FELICIDAD Y CONTEMPLACIÓN DE DIOS

Capítulo 37. Quod ultima felicitas hominis consistit in contemplatione Dei
(Que la última felicidad del hombre consiste en la contemplación de Dios)

1. Contexto
Después de explicar que Dios es el fin último y que, por lo tanto, la felicidad no consiste en “las delectaciones corporales, el poder mundano, la gloria humana, las riquezas”, Santo Tomás concluye que la felicidad del ser humano consiste en la contemplación de Dios. El contexto de la época es doble. Por un lado, Santo Tomás se inscribe en el contexto monacal de la suya, donde los bienes de este mundo son despreciados sin matices, y por el otro adopta una concepción aristotélica de felicidad, donde la identifica con el desarrollo de las virtutes, a lo cual agrega las teologales, y, a diferencia de Aristóteles, la visión de Dios como el culmen de las potencialidades humanas y la plenitud de la virtud. El texto es claro al respecto:
2. Argumento central
Si igitur ultima felicitas hominis non consistit in exterioribus, quae dicuntur bona fortunae; neque in bonis corporis; neque in bonis animae quantum ad sensitivam partem; neque quantum ad intellectivam secundum actum moralium virtutum; neque secundum intellectuales quae ad actionem pertinent, scilicet artem et prudentiam: relinquitur quod ultima hominis felicitas sit in contemplatione veritatis.
Esto es: “Si, pues, la última felicidad del hombre no consiste en las cosas exteriores que llamamos bienes de fortuna, ni en los bienes del cuerpo, ni en los bienes del alma en cuanto a la parte sensitiva, ni en cuanto a la parte intelectiva según los actos de las virtudes morales, ni según las intelectuales que atañen a la acción —a saber, el arte y la prudencia—, resulta que la última felicidad del hombre se halla en la contemplación de la verdad”.
O dicho de otra manera: frente a la finitud de todo lo que no es Dios, y dado que Dios es la verdad total, que la verdad total implica la plenitud de inteligencia y voluntad, y que esto último es la felicidad, la felicidad última está en un “ver” a Dios, que se encuentra dentro de una promesa escastológica; esto es: el rostro escondido de Dios, que en la salvación total se nos ofrece a nuestra adoración por medio de la gracia.
3. Anexo. El sentido de este tema, hoy
Pero ¿qué le dice todo esto al hombre actual, tanto creyente como no creyente? ¿Qué sentido tiene decir hoy que la felicidad está en Dios, si Dios está en duda y, además, incluso para el creyente, la felicidad tiene que ver con bienes legítimos —familia, trabajo, amigos, hobbies, recreación, salud física—, cuya carencia ocasiona enormes sufrimientos?
Tal vez tengamos que recordar una vez más ese camino existencialista cristiano que mencionamos antes[1], en uno de los anexos del capítulo 13 del libro i[2].
3.1.  Existencia in-auténtica y alienación
Ante todo, al ser humano actual le es muy difícil despertar de la matrix —haciendo una analogía con la famosa película— de la alienación. Vivimos aferrados a la existencia inauténtica (Heidegger): cumplimos, cual bote arrojado a corrientes diversas, los mandatos sociales de nuestra época; como mucho, si no nos va mal, elegimos una carrera (sin saber bien por qué), un cónyuge, trabajamos, sin saber tampoco por qué o para qué, y luego parece que todo quedara librado a la suerte. Si tenemos suerte, tenemos dinero y salud; si no, estamos en problemas. En ambos casos hay un ruido sordo, una pregunta que tortura nuestra mente —igual que en la película—: qué sentido tiene todo, qué sentido tiene la vida, pero mejor no meterse mucho con eso; si mucho, escuchar desde una lejanía respetuosa a filósofos y pensadores que se metan con ello. Y cuando el desamor, la muerte, las enfermedades golpean la puerta de nuestra dormida existencia, nos despertamos en una bruma de depresión y angustia.
3.2. El salto metafísico de “puedo no ser”
Todo esto hasta que las situaciones límite (Jaspers) nos golpean y un Morpheus menos simpático que el de la película nos invita a tomar la pastillita roja. La pastilla roja es hacerse la pregunta más eludida por gran parte del pensamiento actual. Es la pregunta metá-fisicá: ¿por qué soy, si puedo no ser?
3.3. El sentido de “mi” vida
¿Puedo no ser? Esa es la pregunta. No es una pregunta que surja de la arbitrariedad de la sola voluntad de quien quiera formularla; es una pregunta que surge de la capacidad de darse cuenta de que hemos sido “arrojados al mundo” y no sabemos por qué. La pregunta implica dar un “más allá de” la física y la biología. ¿Por qué hemos nacido, si podríamos no haberlo hecho? La pregunta no se responde desde el big bang o la evolución. ¿Por qué has nacido tú, por qué he nacido yo, cuando todo podría haber sido sin nosotros? La pregunta es, precisamente, lo que el creyente puede compartir con el no creyente sobre la finitud de la propia existencia. La pregunta no nace de un intelecto sin un recorrido vital, sino de la madurez existencial. La pregunta tiene sentido en sí misma, pero quien es aún muy niño —y no precisamente en el sentido evangélico— no la verá y seguirá aferrado a sus juguetes.
3.4. El poder no ser y lo in-finito
Una vez que se ve el sentido de la pregunta, viene la que sigue: si puedo no ser, ¿cuál es el sentido de mi vida? No de “la” vida en general, sino de “mi” vida, porque evidencia existencialmente al yo que, aunque intersubjetivo, muestra sin embargo la falsedad existencial y teorética de toda filosofía que niegue el yo. El yo es concomitante con el “mi”. ¿Cuál es el sentido de mi vida, si pude no haber sido? ¿Por qué soy?
3.5. El “yo”
Es precisamente ahí donde la respuesta del creyente tiene sentido para todos: porque la finitud no podría “ser” si no fuera por lo infinito; o sea: Dios. Es una respuesta que puede ser aceptada por un no creyente en la medida en que la finitud sea la vía por la cual pueda ver lo no finito.
3.6. Yo y vocación
Pero la respuesta lleva a otra pregunta. De acuerdo, no hemos sido arrojados al mundo, como si este “arrojamiento” implicara una imposibilidad de respuesta, sino que hemos sido creados por Dios. Pero nuestro ser personal implica el yo, la pregunta por el sentido propio de “mi” vida. Toda vida tiene sentido, porque ha sido creada por Dios, pero la persona tiene un sentido personal. Cada uno hemos sido creados “yo”.
3.7. Vocación y esencia individual
 Entonces, para encontrar el sentido de nuestra vida, hay que ir a lo más esencial de ese “yo”. Hay que preguntarse quiénes somos. Eso es la vocación. La vocación no es una carrera, una elección: es descubir quiénes somos; no es cuestión de elegirlo, sino de descubrirlo. El libre albedrío que sigue es ser fiel o no a ese descubrimiento de esa esencia individual originaria.
3.8. El des-pliegue del yo
La vocación no es tampoco un “hacer”: es “ser” quienes somos. El hacer tiene sentido cuando es el despliegue del ser personal. Si no, es actuar a lo loco, sin sentido, volviendo a la alienación, a la existencia inauténtica.
3.9. El proyecto personal
Cuando se encuentra la más profunda verdad, la verdad sobre uno mismo, la vida entera se convierte en el despliegue de esa verdad y la voluntad quiere un bien: ser fiel a esa verdad. Como consecuencia, el descubrimiento de esa vocación y serle fiel implica el despliegue de la inteligencia y de la voluntad, no solo en la línea de la esencia humana, sino también en la línea de nuestra esencia individual.
3.10. La participación en el bien total
Ese despliegue implica por tanto el proyecto personal. Ahí los diversos “emprendimientos”, las diversas actividades de la vida, no son ya escapismos al sinsentido de misma, sino, al contrario, un resultado natural de su sentido.
3.11. Felicidad y proyecto
Esos proyectos son verdaderas participaciones en el bien total. Son cosas buenas, pero no cualquier cosa: son despliegues que nos plenifican, y verdaderas participaciones en el bien total (Dios).
3.12. El desprendimiento
Por tanto, la relación de todo esto con Santo Tomás es que verdaderamente la plenitud de nuestra existencia implica llegar a Dios, y el despliegue de nuestros proyectos personales no es Dios, pero sí verdaderas participaciones en Dios, en la medida en que respondan a nuestra esencia individual. Si del despliegue de esos proyectos resultaran honores, fama o recursos dinerarios, la virtud de la templanza es necesaria para estar desprendido de todo ello, sabiendo que todo ello es vacío si viene sin el despliegue de la vocación personal. La felicidad consiste, por consiguiente, en llegar a Dios a través del despliegue de nuestra vocación personal.
3.13. El otro en tanto otro
Pero hay otro desprendimiento que es necesario, donde se puede introducir en toda vocación (la laical incluida) la espiritualidad carmelita de Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Santa Teresita o Edith Stein. Significa ponerlo todo en la providencia divina, para desprendernos incluso de nuestros emprendimientos. No quiere decir esto abandonarlos, sino seguir ejecutándolos desprendidos de ellos mismos y, más aún, de un anhelado “éxito”, porque su florecimiento queda en manos de Dios. Podemos “querer” así que nuestros proyectos se realicen, agregando “mas no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Esto es indispensable para la felicidad personal. Al poner todo en Dios, nuestra voluntad se identifica con la suya.
3.14. Sufrimiento
Pero falta un aspecto esencial. No podemos encontrar nuestro propio bien si nos miramos a nosotros mismos. De igual modo que un profesor, cuando da clase, se concentra en sus alumnos, y solo así la clase sale bien, el ser humano debe poner la mirada en el otro, para solo así desplegar su propio bien. Hay que mirar al otro en tanto otro: ello significa amar al otro buscando su bien más allá de cualquier cálculo de beneficio que ello nos pueda reportar. Esto solo se advierte en la experiencia vital de la misericordia, que siempre tiene la gracia de Dios como ayuda, sea que la experiencia de ser el buen samaritano la tenga un creyente o un no creyente que no sabe que Dios está en él. Por lo mismo, todo proyecto personal debe ser intersubjetivo: implica descubrir de qué modo personal encuentro mi plenitud en el encuentro con el otro. Solo allí, en el encuentro con esa mirada al otro —sea el otro el cónyuge, el amigo, el paciente, el alumno o el cliente—, puedo encontrar lo que significa amar a Dios por Dios mismo, sin buscar directamente “la actualización de nuestras potencias”. Y eso solo se logra cuando por gracia de Dios nos enamoramos de Cristo en la Cruz, que por pura misericordia está muriendo por nosotros. Es ahí, solo ahí, en esa participación en la cruz de Cristo, donde se encuentra el sentido a todo sufrimiento que podamos tener.
3.15. Importancia de la psicoterapia profunda
Finalmente, toda la psicoterapia profunda, sobre todo Freud y Frankl, debe ser un ejercicio permanente de autorreflexión sobre sí mismo, porque, después del pecado original, vivimos cubiertos por toneladas de conflictos, resultado de neurosis no asumidas, sino negadas permanentemente por racionalizaciones y escapismos. Así nunca podemos llegar “normalmente” al descubrimiento del “sí mismo” y de la vocación personal, excepto que la gracia de Dios opere secretamente un milagro que queda sabiamente oculto ante los ojos de los demás. La psicoterapia profunda forma parte, por tanto, de la autoeducación permanente en la indispensable tarea del descubrimiento de sí para salir de la matrix de la alienación. Que Freud no haya visto las implicaciones espirituales de sus propuestas no las invalida en sí mismas.
3.16. Dios y felicidad
La felicidad está en Dios, en un enamoramiento de Dios que permite emprender estando desprendido, que permite ver al otro en tanto otro, que permite amar el misterio de Dios en tanto Dios, asumir el misterio de la providencia de Dios, con sus dones, pruebas, sufrimientos y bromas. Así es que, en el siglo xxi y en cualquier siglo, Santo Tomás tiene razón: la felicidad está en Dios, vive en Dios, es Dios.




[1] Ver al respecto Welte, B.: Ateísmo y religión, en Teología, Tomo VI/1, N.° 12, 1968; Mandrioni, H.: La vocación del hombre; Guadalupe, Buenos Aires, 1976; Stein, E.: Ser finito y eterno, op. cit., cap. 1.
[2] “… Por eso la «existencia» de Dios aparece como un planteo prescindible de la vida. Cuando se le plantean al hombre actual las pruebas de la «existencia» de Dios, hay que tener en cuenta ciertas transformaciones importantes. Primero, el término existencia es entendido como un sujeto cuya existencia transforma a una clase vacía en una clase no vacía, y ya dijimos que ello no tiene nada que ver con Dios. Segundo, el hombre actual ha absorbido a Kant sin darse cuenta: la metafísica es reducida a una fe sin sustento racional. Tercero, el término «prueba» remite a una prueba científica en los términos que el positivismo la planteó, esto es, como el test de una hipótesis, que ya sabemos, desde Popper et alia, que no «prueba» nada, pero ello el hombre actual también lo ignora. Cuarto, y lo más importante: ¿qué importancia tiene para la vida de cada persona la existencia de Dios?
“Antes de «definir» existencia (donde comienzan todos los problemas) hay que reflexionar sobre lo que llamamos compromiso existencial, que pasa por una experiencia vital que pasa a su vez por un acto radical de amor al otro en tanto otro. Para una madre, ¿importa que su hijo exista? Antes de dar una respuesta in abstracto, la madre contesta que sí, que le importa que su hijo exista. Ello, a su vez, cuando ama a su hijo como las verdaderas madres aman a sus hijos. Esto es, con un compromiso existencial por el cual la existencia del otro demanda de uno mismo un compromiso ético, esto es, actos de sacrificio y misericordia por el otro que estamos dispuestos a realizar. Ese conocimiento por connaturaleza, del amor al otro en tanto otro, que se da en actitud natural, es una condición para una reflexión teórica sobre el significado de la existencia a la cual estamos unidos previamente por el afecto.
“Siguiendo esta misma línea de experiencia vital, la existencia que importa surge por la experiencia de la muerte (situación límite). Importa la existencia cuya muerte duele por el compromiso existencial que tenemos para con esa existencia. La muerte del otro conduce siempre a una pregunta que trasciende la biología y la física actual: ¿por qué? ¿Por qué tenía que morir?
“Esto comienza a resolver uno de los problemas que está más presente en nuestros planteos. Desde el principio hemos dicho que no se puede negar el horizonte de creación desde el cual el cristiano ve el mundo, y a la vida y a la muerte. Por eso habíamos dicho «… Por supuesto, tenemos que ver aún de qué modo no es una petición de principio partir de que ´… el ente participado tiene una diferencia entre quod est y est´ cuando ello presupone a Dios creador que se quiere demostrar; ya dijimos que hay un círculo hermenéutico entre razón y fe, pero aún debemos profundizar en cómo mostrar mediante una analogía esa participación ontológica a quien no afirme a Dios creador». Llega el momento de establecer esa analogía.
“La analogía que el cristiano filósofo (o sea, el cristiano que da razón de su fe) puede hacer es la siguiente. Primero, tenemos que plantear el tema solo como una respuesta a una pregunta que surja de los pasos anteriores del compromiso existencial y el surgimiento de la muerte como problema. Eso es, la persona que se plantea la pregunta por Dios, lo que se ha planteado es el tema del sentido de la existencia, una vez que por una situación límite la muerte lo ha sacudido como algo que le muestra que la propia existencia está atravesada por una pregunta que ni la biología ni la física pueden contestar: ¿por qué «soy»? Aquí está la principal analogía con el ser creado. El ser creado podría no haber sido creado. Pero a aquel que no acepte ello como premisa, puede haber experimentado que su propio ser está afectado radicalmente por la muerte, una muerte que se plantea como «¿qué sentido tiene nuestra vida ante la muerte»? Por supuesto, es una analogía que tiene su límite, sobre todo en aquel que está convencido de que su existencia actual es fruto de la transformación de una existencia anterior. Pero aquel que ve su radical «poder no haber nacido» como un radical «poder no haber sido» está preparado para ver una radical finitud de su existencia como una analogía con el ser creado de la cual parte el cristiano. Esto es, cristiano y quien duda de Dios creador tienen una analogía en común: los dos saben que podrían no haber sido. Lo que ocurre es que el primero conoce la causa de su ser y el otro no. Por supuesto, reiteramos que todo esto presupone haber pasado de una existencia inauténtica, donde se vive en la no conciencia de la finitud de la propia existencia, a una existencia auténtica, donde surge la pregunta por el sentido de la propia vida una vez que la persona ha madurado lo suficiente desde un punto de vista moral.
“Los puntos anteriores implican la elaboración de un existencialismo cristiano abierto a la razón, en diálogo razón-fe, reasumiendo la tradición agustinista de la vida interior y asumiendo un punto de la modernidad del cual no hay vuelta atrás: el paso por el sujeto y lo inter-subjetivo.
“Una vez lograda esta analogía, Dios vuelve a tener importancia, porque es la respuesta a una pregunta que tiene sentido: ¿qué sentido tiene la propia existencia? Y en ese sentido, sin petición de principio, se puede re-elaborar existencialmente el punto de partida de la prueba: «el ente participado tiene una diferencia entre quod est y est». Esto es, el que duda de la creación y de Dios creador (no el que no está en un horizonte judeocristiano) puede estar convencido, sin embargo, de que no necesariamente existe y del sentido por la pregunta por el sentido (existencia auténtica) y esa radical finitud existencial, mas esa moralidad de esa existencia finita, lo re-ubica en el punto de partida de la prueba de Santo Tomás.
“Esta prueba, como vimos, ha sido re-ubicada en las instancias de la vida interior. No es una táctica, sino un auténtico progreso de la armonía razón-fe, donde el otro en tanto otro tiene una mayor radicalidad ontológica que cualquier cosa no personal”.