domingo, 1 de marzo de 2015

AMOR Y RAZON EN "VIAJE A LAS ESTRELLAS", UNO (Y DOS). (En homenaje a Leonard Nimoy, el cap. XII de "Filosofía para los amantes del cine", escrito en 1991).


Nos vamos de Jutlandia, a mediados del siglo XIX, y nos vamos a una confederación interplanetaria del siglo XXIII. No hay problema: cambian las coordenadas de tiempo y espacio, pero los problemas filosóficos -esto es, los problemas humanos esenciales- permanecen.
Me gusta mucho la ciencia ficción. No sé si a tí. Pero yo me formé en una generación en la cual, siendo niños, vimos por televisión el preciso instante donde el primer hombre pisó la luna. Además, mi primera vocación fue ser astronauta. Ahora mis amigos piensan que yo, de igual modo, terminé en la luna, aunque por motivos distintos.
Pensar en una confederación de planetas tiene sus matices interesantes. En un futuro, cuya lejanía no me atrevo a predecir, es muy probable que sea así. Eso nos hace tomar perspectiva de las tonterías que seguimos haciendo en este planeta a fines de este siglo. Somos capaces de matar a otro ser humano por la "autonomía" de tal o cual región. Pero pensemos que, alguna vez, el planeta entero no será más que parte de una confederación interplanetaria asociada para la defensa común.
En "Viaje a las estrellas 1" toda la confederación recibe una señal de alerta. Una nube de naturaleza desconocida -compuesta, según las primeras conjeturas, por algún tipo de plasma energético- se acerca a la tierra a considerable velocidad. Todo lo que se le interpone es, en cierto modo, destruído. Así había pasado con tres naves del imperio Klingon y con una estación espacial de la confederación.
La confederación decide llamar al Almte. Kirk y a su antigua tripulación para que, de vuelta en el "Enterprise" investiguen y neutralicen el peligro. Así, la famosa nave intergaláctica saldrá nuevamente en una importante misión.
Mientras el Enterprise se encuentra ya en viaje (con algunos inconvenientes en su sistema de velocidad), el Sr. Spock, antiguo primer oficial de la Nave, se encuentra en su planeta, Vulcano, en una ceremonia especial para recibir el "Korinahr": una especie de símbolo del control absoluto de las emociones. Empero, Spock percibe algo e interrumpe la importante ceremonia. La recepción del Korinahr queda así truncada.
Spock se dirige hacia la nave Enterprise y pide permiso para subir a bordo. Todos sus antiguos amigos lo reciben con alegría. Empero, Spock parece frío y distante. No responde a las emociones humanas de sus amigos. Sólo informa al Almte. Jim Kirk que está enterado de la situación y que ofrece sus servicios como científico. El ofrecimiento es aceptado, si bien a todos les cuesta entender la expresión de hielo de su amigo.
La colaboración de Spock es sin embargo tan eficiente como siempre. Los problemas de velocidad de la nave son reparados y la nube se encuentra ya a corta distancia.
El encuentro del Enterprise con la nube dista de ser agradable. Sólo gracias al contacto que Spock logra establecer, se salvan de ser mortalmente dañados por extraños proyectiles. Nuestro amigos conjeturan que hay algo inteligente en el centro de la nube, en la cual se encuentran ahora encerrados. Se sienten, en cierto modo, como observados. "Curiosidad -comenta Spock-. Insaciable curiosidad".
En medio de graves problemas -por ejemplo, una tripulante del planeta Celta, la teniente Ilia, es en cierto modo absorbida por un rayo energético- Spock (movido tal vez por una similar curiosidad) sale a investigar, aunque sin que su amigo y superior, Jim, se entere. Observa asombrado que la nube ha reproducido dentro de sí misma a miles y miles de datos de diversa información sobre nuestro universo. Intenta tomar contacto con su misterioso centro. Pero su sistema nervioso sufre un colapso.
Su amigo pero también viejo contrincante, el Dr. McCoy, logra que se recupere. Todavía agotado, tiene una conversación con Kirk. Lo informa que se encuentran frente a una misteriosa inteligencia que tiene dentro de sí una enorme información sobre todo nuestro universo. Todo lo que choca con ella es convertido en información. Pero, a la vez, se pregunta: "¿es esto todo lo que soy?"
Para explicarse mejor, Spock toma el brazo de Jim. "Esto...", le dice a su amigo. "Los sentimientos... están detrás de la comprensión de V-Ger".
Finalmente, después de diversos avatares, Jim y su grupo logran que un robot programado por ese centro inteligente -robot que había tomado la forma de la teniente Ilia- los lleve hasta "V-ger", nombre con el cual ese centro se nombraba a sí mismo. Jim, Spock, McCoy y Deker observan con asombro que se encuentran frente a algo que parece ser un antiguo satélite terrestre. Jim descubre atónito que se trata del Voyager VI, lanzado por la Nasa hacia fines del siglo XX. Y ese Voyager estaba allí, bajo el nombre "V-ger", demandando encontrarse con su creador.
Nuestro amigos elaboran una conjetura explicativa. La esencia de su explicación es que el Voyager, durante su largo viaje, acumuló tanta información que tomó conciencia de sí mismo. Y ahora demandaba unirse con su creador.
Jim trata de convencer a nuestra hiperinformada computadora de que ellos mismos son su creador. Pero V-ger no lo acepta. Demanda una unión más profunda. No quiere simplemente conocer a su creador. Quiere unirse con él. Demanda, en cierto sentido, una dimensión superior de su existencia, que supere la frialdad de su solo conocimiento.
Uno de los terrestres allí presentes, el Sr. Deker, se entusiasma con una peculiar solución. Si V-ger estaba demandando una suerte de unión física con su creador, él, Deker, se uniría, en un abrazo, con la imagen robótica de la teniente Ilia. Lo hace. Y V-ger parece aceptar la unión, pues una luminosa fuente de energía comienza a rodearlos. Jim, Spock y McCoy escapan hacia el Enterprise. V-ger y su nube se subsumen en la nueva energía así liberada. La nube, en ese sentido, desaparece, y la tierra es salvada de su amenaza.
Me dirás que como película es tal vez entretenida, pero tal vez cuestiones su contenido filosófico. Bueno, eso es lo que vamos a tratar de discernir.
Ante todo, el guionista juega permanentemente con la dialéctica y contraposición entre la razón, fría, y los sentimientos y emociones, cálidos. Habría en ese sentido una contraposición entre la razón y los afectos.
Esto se observa, en primer lugar, en la figura del famoso Sr. Spock. En la tradición de su planeta, parece ser que quieren no sólo dominar, sino hasta eliminar las emociones, que perturbarían, en sí mismas, la labor de la razón. Spock trata de llegar a ese estado, dado que su parte humana -es hijo de madre humana- parece perturbar la autonomía y eficiencia de su inteligencia, que le llega vía paterna. Hay aquí dos lugares comunes: lo emocional y lo racional son contrapuestos, y lo racional es masculino y lo emocional es femenino.
La contraposición se sigue observando en V-ger. El parece estar cansado de la fría acumulación de información, y busca algo que estaría, al parecer, más allá de la razón: la calidez del afecto, la emoción intensa del contacto interpersonal afectivo. Se nos presenta además una cuestión similar a la de "Cortocircuito": V-ger parece haber tomado conciencia de sí mismo, esto es, persona, dada la enorme información que acumuló.
He aquí nuevamente planteado el tema de la personificación de los sistemas de computación. No vamos a volver sobre ello, pues creo que ha quedado claramente expresada mi opinión de que ello no es posible. De la acumulación de información a la conciencia de sí hay un salto cualitativo, no cuantitativa. Modos esencialmente distintos de ser no pueden ser conectados cuantitativamente.
La acumulación de datos es algo mecánico-físico. Primero fueron los papiros, luego los libros copiados con infinita paciencia, luego los libros impresos, ahora son los chips de una computadora. Elementos físicos sobre otros elementos físicos, absolutamente mudos en sí mismos sin una persona que los "entienda" e interprete. O sea, sin la inteligencia en el sentido propio del término, en sí misma irreductible a información físicamente acumulada, por enorme que esta sea.
En ese sentido, lo que sucede con esta nube no es una hipótesis de ciencia ficción, sino de filosofía ficción que por eso podemos analizar en cuanto a su posibilidad. Y el resultado de nuestro análisis es negativo.
Pero existe algo que también dista de ser posible: una autoconciencia sin sentimientos. Una persona sin deseos. Una razón fría sin emociones. Pero, ¿por qué no es posible?
Ante todo, para no invadir otros terrenos, no voy a introducirme en las diferencias entre emociones, sentimientos y pasiones. Hablaremos de todo ello como de una misma esfera, no idéntica, pero similar, que llamaremos esfera volitiva de la persona. Ponle el nombre que quieras: pasional, sentimental, etc.
Toda persona, conciente de su existencia, obra por fines que son bienes para sí misma. Puede equivocarse moralmente, pero siempre obra por cosas en función de lo que considera apropiado para ella. Toda persona finita obra por un bien que satisface una nececidad, relacionada siempre con la operación de sus facultades o capacidades.
O sea que toda persona está obrando por un bien para sí misma, necesariamente (aunque ese bien sea el bien de otra). El deseo, el deseo del bien, es concomitante a la conciencia de sí mismo. Una inteligencia que no desea es pues una contradicción en términos.
Es ese "deseo", justamente, lo que hace correlativa, a nuestra naturaleza racional, nuestra esfera emocional. Y, en el caso de las personas humanas, es una esfera emocional intrínsecamente unida a nuestra naturaleza corpóreo-espiritual, que abarca tanto el deseo de leer un libro como de comer si estás hambriento. Lo que ocurre es que nuestro deseo del bien pasa por el conocimiento intelectual del bien, lo cual, como ya habíamos visto, te abre a la autodeterminación de tus fines y, en ese sentido, a tu libertad interna (libre albedrío). Por eso el apetito humano por el bien es llamado voluntad.
Vistas así las cosas, las emociones surgen todas de ese deseo originario por el bien. Quieres lo que consideras bueno; eso es el amor en el sentido más genérico del término. No quieres lo que consideras malo para tí; eso es el odio, también en sentido amplio. Si el bien está presente, sientes gozo y alegría; si está ausente, sientes dolor y tristeza. Esto último está relacionado con el temor.
Por lo tanto, todas las personas sienten. Aunque a veces no querramos sentir. Y ninguna pasión o sentimiento es moralmente malo en sí mismo.
Esto es importante de explicar. Oscilamos culturalmente entre dos extremos igualmente equivocados, a mi juicio. Por un lado, parece que las pasiones y sentimientos son malos y conducen necesariamente a nuestra perdición. Por el otro, parece que todo lo que surja de tus sentimientos es necesariamente bueno y a nada malo puede conducir. Si lo "sentís", está bien. No. Ambos planteos son en mi opinión un tanto simplistas.
Creo que muchas veces te he expresado mi punto de vista sobre la moral: el bien moral es el camino que te conduce a Dios, lo cual es, al mismo tiempo, concomitante con el desarrollo de tu naturaleza humana y el logro de tu felicidad total. Y una misma pasión puede impulsarte hacia una conducta conforme a ese camino, o contraria a él. Puedes detestar y odiar a la injusticia, y eso te llevará a luchar por la justicia. Pero puedes al mismo tiempo odiar a alguien, en el sentido que quieres destruírlo (la persona injusta, tal vez?). Eso ya no es conforme con el camino a Dios.
Aquí vemos una fructífera relación entre tu razón y tus pasiones. Tu pasión te impulsa; sentirás esa fuerza, y eso está perfectamente bien, sea cual fuere el impulso. Tu razón te dirá: la conducta a la que esto me lleva (hacer esto o aquello) está bien o está mal. Y tu voluntad decidirá: lo hago, no lo hago. Ahora bien, si no fuera por el segundo paso, nuestra confusión sería total.
La razón no puede sustituir a tu voluntad. Pero puede ayudarla, estimularla. Puede ser, por ejemplo, que sea emocionalmente difícil perdonar, pero tu razón puede mostrarte con claridad que ese es el camino. Entonces, probablemente, llevado por ese convencimiento, harás un esfuerzo, tratarás de concentrarte en la persona que tienes delante, y no en el daño efectuado, y eso ayudará a que tu voluntad finalmente se decida a perdonar.
Así, lentamente, las exigencia más difíciles, emocionalmente, de nuestra vida moral -la comprensión, la tolerancia, el perdón, el amor a todas las personas, la paciencia, la perseverancia, etc- podrán ir surgiendo en nuestra conducta, no porque nos haya resultado fácil, sino porque la razón nos convenció de que ese es nuestro camino como personas, y ese convencimiento fue inundando todo nuestro ser hasta que nuestra voluntad obró de manera concomitante. No digo que siempre resulte. Pero muchas veces resulta.
La razón se encuentra así íntimamente unida a una vida emocional moralmente buena. La razón ve el camino a seguir; las pasiones son el motor; nuestra voluntad, el volante.
¿Y qué hay de emociones que se supone que no son buenas? ¿De qué modo pueden serlo? ¿Qué hay de la envidia, el rencor, el resentimiento hacia las personas? Pues que no se trata de emociones, se trata de hábitos morales malos, seguidos, claro, por el odio. Pero allí, en todo caso, hay que cambiar de objeto. Porque allí se odia a la persona como tal, lo cual implica el deseo de destruírla, lo cual es una especie de asesinato cotidiano, en cuentagotas, que llevamos a cabo constantemente (aunque después digamos "yo no mato a nadie"). Pues bien: todo ese odio, toda esa fuerza destructiva, debemos concentrarla en lo malo en cuanto tal, nunca en personas, que como tales siempre son capaces de cambiar de vida y mejorar.
Como ves, todo lo racional siente, y todo sentimiento puede ser canalizado hacia el bien, con la luz de la razón. Una persona "fría" no es que no sienta, sino que le cuesta expresar lo que siente. Lo cual es distinto.
Si la nube de la película hubiera sido realmente una persona, entonces ves que tenía sentimientos como cualquiera. Buscaba a su creador: lo amaba, se movía hacia él, y se enojaba cuando veía que no lo conseguía. Finalmente quiso tener contacto físico con él. Parece ser que recién ahí accedería a un nivel de emociones de las que antes carecía. Error. Ya las tenía. Y ese nivel emocional no estaba más allá de su razón, o superior. Era, sencillamente, concomitante.
¿Y el Sr. Spock? El guionista lo hace aparecer como una persona fría porque razona mucho. Error. ¿Qué tiene que ver? Según lo que acabamos de decir, nada. En todo caso, hay personas -razonen mucho o poco- a las cuales les cuesta expresar lo que sienten, aún en el caso de que su razón les señale que esa expresión sería sumamente conveniente.
El Sr. Spock sintió que sus amigos estaban en peligro, y quiso ayudarlos. Por más que entró a la nave hecho un bloque de hielo, esos eran sus sentimientos (aunque en un momento, Kirk y McCoy lo dudaron). Sentimientos sellados por una razón que le decía que eso estaba perfectamente bien.
Curiosamente, en Viaje a las Estrellas II, el Sr. Spock da su vida por la nave y su tripulación. El Enterprise está tratando de tomar velocidad ante la inminente explosión de una nave enemiga muy cercana a su posición. Empero, sus sistemas están dañados y el piloto, el Sr. Zulu, no puede hacer más que esperar que el ingeniero Scott arregle el problema. Pero Scott no puede hacer nada. En minutos, el Enterprise será destruído por la explosión de la otra nave.
Spock se da vuelta en su asiento y su expresión revela la toma de conciencia total de la situación. Lo veremos, con decisión, aunque sin correr, dirigirse hacia la sala de máquinas. Kirk no lo advierte. Spock va a entrar a una zona de radiación de niveles mortales para arreglar manualmente el reactor. McCoy trata de impedírselo. Spock, sin violencia, lo neutraliza. Entra a la sala del reactor y cierra el visor aislante, para que los demás no sean afectados. Arregla el reactor, con la eficiencia acostumbrada. El tablero del Sr. Zulu indica velocidad restaurada. El Enterprise acelera. Y escapa por segundos de la enorme explosión.
En la sala de comandos, Kirk está distendido. Pero entonces lo llaman de la sala de máquinas. Simplemente, le piden que vaya, y nada más, aunque en un tono muy especial. Jim ve el asiento vacío de Spock y su expresión cambia absolutamente. Se dirige como un rayo a la otra sección.
Su amigo de toda la vida, Spock, está tendido junto al reactor. La primera emoción de Jim es la audacia: trata de ayudar a su amigo herido. Scott y McCoy lo atajan y le explican que ya todo es inútil: Spock está agonizando y, además, no puede correrse el visor, so pena de afectar al resto. Ahora Jim siente tristeza, y lo expresa. Llora; una de las cosas más sanas que cualquier humano puede hacer, que una ridícula "sección" de nuestra cultura reserva al sexo femenino.
Spock ve a su amigo y le quedan todavía suficientes fuerzas como para ponerse más o menos de pie y arreglarse en parte su uniforme. Un respeto mandando por su conciencia, hacia su amigo, que él había decidido seguir y obedecer. Una relación de mando y obediencia moralmente correcta.
Almirante y Primer Oficial, amigos ambos, tienen un diálogo final.
- Spock...!
- Jim... La nave, fuera de peligro?
- Si...
- No te apenes, Almirante. Es lógico...
Y, después, agrega:
- Siempre he sido... Y siempre seré... Tu amigo.
En el funeral, el Almte. Jim Kirk dice unas palabras para despedirlo.
"De mi amigo, sólo diré... De todas las almas que encontré en mis viajes, la suya fue la más..., la más...

humana".

https://www.youtube.com/watch?v=eVIt0DYKssI 

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