domingo, 29 de junio de 2014

AGUER, EL LOBBY GAY, LIBERTAD DE EXPRESIÓN, DISCRIMINACIÓN: UN VERDADERO “LÍO” EXCEPTO PARA LOS LIBERTARIOS

Está en boca de todos, y de manera apasionada, el ataque o la defensa a Mons. Aguer y sus últimas declaraciones sobre la homosexualidad.

Ante todo, he leído lo que dijo, y NO dijo que la homosexualidad era abominable. Dijo “………….. A causa de un descuido de la guardia, una mujer desvergonzada, vestida indecorosamente y acompañada por otro personaje que parecía mujer, entró aquí a filmar un video en el que baila y canta, se atrevió a sentarse en un confesionario en son de burla y blasfemó contra la Santísima Eucaristía, remedando la comunión y expresándose de un modo gravísimamente escandaloso. Según he oído decir, la filmación estaba destinada a un “boliche gay” de la ciudad. Ahora resultan normales esas abominaciones amparadas por las leyes. Pero además mucha gente pudo acceder a la cosa por internet. Ofrezcamos el Santo Sacrificio de la misa en reparación y desagravio por la profanación del templo y por las blasfemias proferidas. Dediquemos asimismo al Señor la procesión de la que hemos participado, como gesto de amor y de entrega confiada, incondicional. Recemos mucho también por esas personas descaminadas, depravadas, para que Jesús les toque el corazón y las convierta; todo es posible para su omnipotencia y su misericordia”. Pero, como dice sabiamente Gadamer, las citas no prueban nada (¿quieren la cita? J) y cada uno interpretará lo que quiera.
Pero la cuestión es que hay dos cuestiones que NO son el punto esencial.

El punto no es, ante todo, defender a Mons. Aguer en tanto Mons. Aguer. Es sabido perfectamente que él viene del nacionalismo católico y creo que “es sabido perfectamente” J que yo no tengo nada que ver con esa ideología. Lo defiendo en este caso porque estoy convencido de que NO dijo lo que casi todos creen que dijo y todos saben que yo defiendo habitualmente incluso al que está dispuesto a mandarme al infierno (no es el caso de Mons. Aguer, espero, pero luego de casi 35 años (de mis 54) de conocer personalmente las intimidades eclesiales, sé perfectamente que alguno de sus colaboradores sí lo ha pensado).

El punto NO es, tampoco, defender un modo muy extendido de comportamiento de católicos argentinos en estas materias. Hace 70 años, si un homosexual hubiera querido enseñar matemáticas en un instituto privado NO confesional de enseñanza (atención al ejemplo) ningún católico hubiera dudado de que ello debía estar legalmente prohibido, y al que defendiera al matemático en cuestión, hubiera sido acusado de herejía ante Pío XII.

El punto es que, nuevamente, en este país como también y sobre todo en EEUU y en Europa, estos temas parecen ignorar absolutamente lo que es realmente el derecho a la libertad de expresión y el derecho a la propiedad.

Una iglesia, como cualquier otro edificio, es propiedad de alguien. Nadie puede por ende entrar allí y hacer absolutamente lo que quiera sin permiso del dueño. Así de simple.

A su vez, el dueño puede establecer las normas de ingreso que quiera. Esto es lo que los actuales partidarios de la no-discriminación no entienden. Claro que la discriminación y los prejuicios religiosos y raciales (y otros) están moralmente mal, pero legalmente, la propiedad es la propiedad. Por ende en un colegio u hospital privado, si el dueño estableciera que los marcianos no entran, no entran. Estará moralmente mal, quedará como un imbécil, puede entrar en pérdida, pero es su propiedad. Por lo tanto si cualquier institución católica no acepta que los homosexuales desempeñen tales o cuales funciones, está en su derecho legal. No se puede obligar legalmente a no discriminar. Hay veces, además, que la discriminación es moralmente positiva. ¿Alguien está obligado moralmente, acaso, a contratar a un no creyente para dar catequesis?
Claro, esto “nos conviene” ahora a los católicos, que “ahora” reclamamos nuestra libertad religiosa. Pero este es un principio que hay que reclamarlo y respetarlo siempre y para todos, convenga o no convenga. Católicos, marcianos, venusinos, heterosexuales y homosexuales tienen derecho legal (y a veces moral) a decir lo que piensan y fundar las instituciones que quieran con sus propios reglamentos y condiciones de ingreso, y no tienen derecho a acusarse mutuamente de discriminación ni de nada, cada uno está en derecho de ejercer su derecho a la propiedad y libertad de expresión.

O sea: los católicos tenemos pleno derecho a que se nos respete nuestras opiniones, nuestras costumbres y nuestras condiciones de ingreso porque lo que estamos defendiendo no es el derecho de los católicos en tanto tales, sino el derecho de toda persona al respecto de su intimidad personal y sus derechos de propiedad, libertad religiosa, de expresión y de libre asociación. Por lo tanto debemos defender todo ello para todos: católicos o no, porque son derechos que corresponden a todas las personas, y que los diversos lobbys, sean gays o marcianos (lobbys católicos también) no terminan de entender y vivir. Gran parte de los social issues en la Europa de hoy y en los EEUU de hoy son consecuencia de un retroceso en la noción de libertad personal. Las instituciones privadas tienen libertad religiosa y por ende ningún estado tiene derecho a imponerles algo contrario a sus creencias. Y me refiero a las instituciones privadas, no sólo las católicas.

Los católicos no terminamos de ver esta cuestión; nunca hemos defendido bien estos derechos individuales, y ahora que los lobbys gays nos pasan por encima, los defendemos “de urgencia” sin saber bien lo que estamos defendiendo. Seguimos pensando sencillamente que lo malo debe ser prohibido y que lo bueno debe ser legal; jamás entendimos el art. 19 de la Constitución Nacional, jamás entendimos la distinción de Santo Tomás entre ley humana y ley natural (es un plural retórico desde luego). Por eso nuestros argumentos pierden fuerza ante los demás estatistas, sean gays o lo que fueren. Nosotros no debemos ser un grupo de estatistas contra otro grupo; debemos ser los que siempre van a defender las libertades de todos porque ello está nuestra tradición iusnaturalista.

Pero todo ello parece estar lejos. Los que actualmente defienden a Mons. Aguer verán a este artículo como irredimiblemente “liberal”. Los homosexuales proselitistas y estatistas que se divierten de modo inmoral atacando y provocando las creencias religiosas de los  que no piensan como ellos, pensarán que este artículo es “católico, discriminador y típico de la derecha autoritaria”.

El mundo sigue por explotar en mil pedazos. El mundo financiero estatista también. Los diversos lobbys siguen reclamando a los estados sus privilegios, prebendas, y la destrucción del otro lobby. Así está el mundo. Mientras tanto los libertarios, como ya dije, no tenemos mundo, y los libertarios católicos somos considerados lo más inmundo de lo inmundo.


lunes, 23 de junio de 2014

LA PERSONA QUE JUZGA SE EQUIVOCA

http://www.zenit.org/es/articles/en-sta-marta-la-persona-que-juzga-se-equivoca-se-confunde-y-termina-derrotada?utm_campaign=diariohtml&utm_medium=email&utm_source=dispatch

domingo, 22 de junio de 2014

BRADEN O PERÓN, FONDOS BUITRES O CRISTINA, LA MISMA PATOLOGÍA

Sin asumir la dialéctica hegeliana, se podría decir, sin embargo, que muchos argentinos han construido su propia identidad a partir de su enfrentamiento al amo, el mundo anglosajón, malo, feo, sucio, que le impide a él, al esclavo, la libertad y la manifestación de toda su belleza, bondad, plenitud y poder.

Como la Argentina fue un empate entre las tendencias tradicionalistas antiliberales y el liberalismo continental francés –Alberdi es la excepción- los argentinos tienen amplios recursos dentro de su tradición cultural como para racionalizar su odio atávico al inmundo imperialista anglosajón. El nacionalismo llamado católico argentino encuentra en Rosas su héroe principal; la Constitución del 53 es vista como un adefesio anglosajón y el fracaso de dicha constitución, que nunca termina de hacer carne cultural, no es casualidad. Esa visión del mundo no tiene ningún problema, en la década del 20, de tomar a Mussolini y luego a Franco como modelos; ello gana el corazón del ejército, e incluso resulta extraño que el golpe del 30 no haya barrido con todas las instituciones republicanas. El antisemitismo, siempre patológico, que los rodea, los hace coquetear con Hitler, y encuentran en Perón –un típico dictador autoritario fascista y protector de nazis- la concreción de sus ideales. Perón capta inmediatamente –como en casi todo- el odio a lo anglosajón como un componente básico de dicho pensamiento y su famoso “Braden o Perón” no es más que la genial instauración discursiva de un modelo de pensamiento donde todos nuestros males no son nuestros: son fruto del auténtico dominador colonial, al auténtico explotador, protestante y enemigo para siempre de las más preciadas tradiciones nacionales y “católicas”: los ingleses y, peor aún, los “yanquis”.

Con la introducción de la teoría marxista de la dependencia en los 60 y los 70, esto tiene un giro aunque siempre coherente. Las categorías marxistas de análisis internacional –deterioro de los términos de intercambio, centralidad-periferia, norte-sur, etc- son asumidas por casi todos (y cuando digo casi todos, me refiero a todos, excepto los que hayan sido vacunados con la trivalente Mises-Hayek-Rothbard) pero en el peronismo encaja con máxima coherencia; los demás tenían la feliz incoherencia de tratar de protegerse del imperialismo y la explotación manteniendo las instituciones republicanas. Para el peronismo de los 70, en cambio, ello es pura retórica burguesa y lo que vale es la revolución armada. Los teólogos de la liberación de la época colaboran intensamente con todo ello convenciendo a casi todos los católicos de que la revolución marxista era el mandamiento número 11 –cosa por la cual jamás pedirán perdón, por supuesto- y prácticamente los ingredientes están todos puestos para la cosmovisión nacionalista-marxista que sigue hundiendo al país en el abismo. Habría tantos acontecimientos históricos que son fruto de esta concepción, pero es imposible dejar de mencionar que la guerra de Malvinas (apoyada en su momento por casi TODOS los argentinos) es la apoteosis de esta locura ideológica en la más terrible y asesina retro-alimentación de sí misma.

Así las cosas, los kirchneristas, los actuales herederos y sobrevivientes de toda esa cosmovisión, no están en condiciones de entender el fondo del problema de la deuda externa. Es obvio que para ellos la deuda se inscribe en los perversos mecanismos financieros del inmundo capitalismo anglosajón explotador. Critican a los gobiernos argentinos anteriores por haberse endeudado, atribuyendo el origen ideológico de ese endeudamiento al supuesto capitalismo con el cual habrían negociado los vendepatrias de la dictadura, del “neoliberalismo de los 90”, etc. Son totalmente incapaces de entender a autores como P. Bauer o L. von Mises. Las deudas externas, para estos últimos, no son fruto del “capitalismo” o del mercado libre, sino todo lo contrario. El FMI y el Banco Mundial son bancos centrales internacionales que tienen todos los males y defectos intrínsecos que tiene cualquier banco central, siempre advertido por la Escuela Austríaca de Economía. No es un detalle: el estatismo en la moneda, el crédito y consiguientemente en el mercado financiero es tan compatible con el mercado libre como un cáncer de cerebro con un organismo sano. Esos organismos sólo sirven para incentivar el gasto público y financiarlo por medio de préstamos inter-gubernamentales para más gasto público. Claro, para el realismo mágico de los populismos latinoamericanos, ello les produce aporías trágicas. Por un lado tienen que besar la mano del inmundo explotador para que les otorgue préstamos para financiar su gasto público, gasto que es fruto de creer mágicamente que el estado lo resuelve todo. Cuando la situación explota, por un lado insultan, furiosos de rabia y odio ideológico, a los prestamistas, ante los cuales tienen que arrodillarse nuevamente para refinanciar la deuda. A veces, coherentemente, festejan el default cantando la marchita peronista, el himno, aplaudiendo de pie, gritando, bailando, en un éxtasis de sobredosis de ideología, como el peronismo del 2002, para luego tener que besar nuevamente los pies del explotador, para ahora, nuevamente, decirles de todo en un discurso y luego tener que arrodillarse nuevamente y así sucesivamente hasta que la Patagonia sea invadida por chinos y japoneses, y el resto, declarado territorio arqueológico internacional por las Naciones Unidas.


En medio de todo esto, los partidarios de la Escuela Austríaca, que consideramos que tanto el FMI como Fidel Castro son parte del mismo problema –la ingeniería social- seguiremos habitando en el desierto. Si no fuera porque somos más de uno –al menos en los Liberty Fund o en la UFM uno se encuentra con algunos amigos- se podría decir que ser liberal clásico o libertario es la única experiencia humana contradictoria con el gran concepto husserliano: no tenemos mundo.

domingo, 8 de junio de 2014

EL PORVENIR DEL PORVENIR DE UNA ILUSIÓN


Una de las obras filosóficas más importantes de Freud es El porvenir de una ilusión, que es un diálogo consigo mismo, entre él, un honesto agnóstico con todas sus esperanzas en la ciencia, y lo que él veía como religión. La trata respetuosamente, hasta le permite preguntar si la ciencia no será otra ilusión, a lo cual Freud se auto-responde que, aún así, prefiere esta última a la primera.

El ejemplo de Freud es uno de los más respetuosos –o mejor dicho, el ejemplo respetuoso- de ver a la fe como una ilusión, estrictamente como un fenómeno de alucinación colectiva, a veces inofensiva, a veces no. Gente que cree en apariciones, que escucha voces, gente triste y desesperada que se auto-engañan con un Dios creado a imagen y semejanza del hombre, para aliviar la angustia de estar verdaderamente solo en el universo.

A veces todo ello es visto como positivo, como una psicopatía que permite al individuo aferrarse a algo y encontrar paradójicamente su equilibrio psíquico. En un excelente capítulo de la 8va. temporada de Dr. House, Chese se enamora de una postulante para ser monja, que finalmente dice que encontró la señal divina que le faltaba y prefiere el convento a Chese. Este último intenta convencerla de que está sufriendo una alucinación, pero House lo frena diciéndole que no le quite su felicidad, que tiene derecho a vivir “de ella” aunque sea falsa.

¿Hay algo que los creyentes tengamos que decir ante esta tradicional objeción a la Fe?

Sí. Una alucinación es creer que hemos visto y escuchado algo. Pero el Dios judeo-cristiano, el Dios de Abraham, Issak y Jacob que finalmente se auto-reveló en Cristo y fundó la Iglesia, ESA Fe, es de los “felices que NO vieron y creyeron”. Si, estuvo lleno de acontecimientos extra-ordinarios, necesarios en su momento para la historia de la Salvación. Pero ya no habrá maná del cielo, ya no se abrirán de vuelta las aguas del Mar Rojo, Jesucristo NO multiplicará de vuelta los panes y los peces (perdón lo veganos J ). Si, Dios quiere a veces dar dones extra-ordinarios a algunos, algunas pocas veces la Virgen se ha aparecido verdaderamente (las más de las veces, no), pero ello no es necesario para la habitual y ordinaria santidad que Cristo pide.

La fe es precisamente la fe en lo que NO se ve. Es la fe en el rostro escondido de Dios. Escondido, precisamente. Es la fe en el misterio, que no es el absurdo, pero que obviamente no es lo evidente. Es la fe en lo absoluto, en lo infinito, que supera totalmente a cualquier cosa que pueda “verse”. Incluso, en aquellos acontecimientos extra-ordinarios, Dios utiliza imágenes compatibles con nuestra condición humana, pero la Divina Esencia sólo puede ser contemplada por el Lumen Gloriae después de la muerte.  Es la fe, también, en la bondad de Dios en medio del dolor y el sufrimiento, donde lo único visible es el mal y la injusticia. Es la fe en que las Sagradas Escrituras tienen un sentido que supera infinitamente los sentidos de nuestras formas habituales de pensar.

El creyente tiene una vida ordinaria. No necesita milagros extraordinarios, Dios no se le aparece, no le habla, no le revela directamente su voluntad, no tiene señales y menos aún la famosa luz en el fondo de un túnel que es producto de la hipoxia neuronal. El creyente vive precisamente en la oscuridad del misterio de su Fe. Vive en la noche oscura. Atraviesa su vida creyendo en un Dios y en una esperanza que parecen ir precisamente en contra del valle de lágrimas que habita. Vive sus alegrías, dones y buenos momentos como un regalo de Dios y cuando Dios los quita, no le discute. Su felicidad última radica precisamente en el Dios que NO se le apareció. Y si Dios decide mandarle un email extra-ordinario J, Dios sabrá por qué (como en la vida de muchos santos, pero en otros santos, NO) pero el creyente NO lo espera ni vive de ESA esperanza.


La ilusión consiste en suponer precisamente que la fe es una ilusión. ¿Tiene porvenir esa ilusión? Sí, porque viene comprensiblemente de la humanidad de nuestros ojos después del pecado original. Desaparecerá sólo en la Segunda Venida de Cristo. Hasta entonces, el creyente vive ordinariamente de lo que NO ve, de la esperanza en la Pasión de Cristo, y del amor derramado desde un Rostro invisible.

domingo, 1 de junio de 2014

LA FUNCIÓN TERAPÉUTICA DE LA FILOSOFÍA, OTRA VEZ.

MÁS PLATÓN Y MÁS PROZAC: LA FUNCIÓN TERAPÉUTICA DEL DIÁLOGO FILOSÓFICO, NO COMPETITIVO SINO CO-ADYUDANTE DE LA PSICOTERAPIA.

Por Gabriel J. Zanotti

Ponencia presentada en el V Jornada de Stress y Ansiedad, ICAAP y Universidad de Palermo, 30-10-09.

  1. La legítima autonomía de la psicoterapia respecto de la filosofía.
A pesar de los avances de las diversas psicoterapias en combinación con los avances en el tema de los neurotransmisores, cada tanto surgen reacciones, más o menos fundadas, contra el abuso de la medicación o los enfoques exclusivamente psicoterapéuticos de problemas humanos ante los cuales la filosofía reclama su carta de ciudadanía originaria. Es comprensible que ello suceda, pero conduce sin embargo a un enfrentamiento sin salida. Es obvio que la filosofía en tanto filosofía no tiene margen de acción directa ante situaciones psicóticas que demandan mucha especialización y práctica para dar con el psicofármaco adecuado, como tampoco tiene un margen de acción directa frente a diversas neurosis de angustia, ansiedad, fóbicas, etc.
Pero, a su vez, se podría decir que ciertos paradigmas culturales actuales han dejado casi muda a la filosofía, sin una voz legítima que pueda ayudar indirectamente a dichas cuestiones. Temas como la naturaleza del ser humano, el libre albedrío, la racionalidad, la inteligencia, la voluntad, etc., temas tradicionalmente filosóficos, han sido absorbidos por las neurociencias y-o relegados a metafísicas sin fundamento alguno en el debate racional. Si el filósofo ocupaba antes el papel de un psicólogo cuando trataba ciertos temas, ahora el psicólogo ocupa el papel del filósofo y una indebida lucha de roles parece ser inevitable. Trataremos en esta ponencia de ubicar a la filosofía en un lugar propio que la haga acompañante, y no competitiva, de la psicoterapia.

  1. La angustia existencial en Frankl.
En la conocida logoterapia de V. Frankl encontramos un buen ejemplo de intersección entre filosofía y psicología. Como es sabido, Frankl concentra su atención en la neurosis noógena[1], una angustia profunda fruto de la pérdida del sentido de la existencia. La psicoterapia de Frankl consiste en proponer una sana tensión de las fuerzas psíquicas cuando estas se orientan hacia la búsqueda del sentido de la vida, siendo ello mismo curativo. Pero esto tiene un obvio aspecto filosófico de fondo. El tema del sentido de la vida humana es un tema típicamente filosófico, que tuvo un momento importante en la reacción existencialista de fines del s. XIX y principios del XX, en autores como Unamuno y Kierkegaard, que fundamentalmente reaccionaban contra Hegel y el positivismo. Lamentablemente dichos autores, al reaccionar contra ese tipo de racionalismo, dejaron la noción misma de “razón” y la contrapusieron con la “vida”, lo cual no hizo más que retroalimentar la separación entre filosofía y vida[2]. Pero para nosotros, la razón tiene mucho que decir, precisamente, sobre los temas vitales más profundos: el sentido de la vida, la pregunta por el sentido de la existencia, la muerte, el dolor, el sufrimiento, la comunicación con el otro en tanto otro, la comprensión del otro, el amor al otro; la trascendencia de la vida humana en temas como Dios, la vocación interior, la libertad.
Todos esos temas implican dolencias no específicamente psicológicas, esto es, un nivel de angustia existencial no encuadrada en lo que habitualmente son las neurosis y psicosis clásicas. Muchas veces las personas acuden al psicólogo, y en medio de habituales neurosis se encuentran también, o de fondo, esos temas, que demandan a la filosofía como co-adyudante.

  1. La analogía entre la etiología de la neurosis en Freud y la angustia por la falta de sentido.
Pero por eso mismo, las críticas de Frankl a Freud fueron excesivas[3]. Comprendemos que haya querido distanciarse de Freud en ciertos temas filosóficos, pero, sin embargo, el esquema básico de la etiología de las neurosis en Freud puede ser útil para el tema del re-descubrimiento del sentido de la existencia. Para ello, repasemos esa etiología[4]:

Fig 1:




Como ya sabemos, según el gran autor vienés, la pulsión, que se manifiesta en los primeros años de vida, recibe una represión, que está a cargo del preconsciente. Si esa represión no juega su papel, instaurada por la ley paterna, el sujeto queda psicótico o perverso. Si, en cambio, la ley de padre y la cultura van conformando el psiquismo del sujeto, esa pulsión encuentra un camino paralelo, una satisfacción sustitutiva en forma de neurosis, cuyo origen último queda inconsciente para el sujeto. La terapia consiste, precisamente, en un delicado proceso por medio del cual, transferencia mediante, el sujeto, por asociación libre, puede ir haciendo movimientos internos por medio de los cuales puede llegar a hacer medianamente consciente el origen de su conflicto, luego de una implicación subjetiva en el proceso. Eso es, luego de superar el “no querer saber” del goce de la neurosis, en cuyo caso el sujeto de algún modo “quiere saber” el origen de su dolencia y va llegando a ello por medio de un proceso mayéutico implicado en el análisis.
Pero, curiosamente, hay algo parecido en la búsqueda del sentido de la vida. Veamos la figura 2:






Lo que queremos decir con este esquema es lo siguiente. Todos los seres humanos, de un modo o de otro, se preguntan por el sentido de su existencia. Esto es, qué sentido tiene nuestra existencia, cuando descubrimos nuestra radical contingencia. Por qué somos, cuando podríamos no haber sido. Esta pregunta nos enfrenta con la situación límite inevitable: la muerte. Por ello, esta búsqueda de sentido es “reprimida” de algún modo con diversos escapismos que mantienen a la búsqueda de sentido en un período de latencia de duración impredecible. Los escapismos son dis-tracciones que nos ponen fuera del centro más íntimo de nuestro propio yo. El “yo” es tomado aquí en sentido no freudiano, esto es, como la esencia última de cada individuo[5], cuyo des-cubrimiento es siempre progresivo y puede llevar toda una vida. Esos escapismos pueden ser “haceres” relativamente inocentes (el mismo trabajo sirve muchas veces de escapismo) o destructivos (las adicciones) pero el caso es que mantienen al yo “fuera de sí”, “fuera de su centro” (existencia inauténtica[6]): sabemos relativamente qué actividades hacer pero no quiénes somos; tenemos una inteligencia calculante que planifica pero no damos paso a una inteligencia contemplativa que quiera volver hacia el mundo interior.
En ese período de latencia, el sujeto puede encontrarse indefinidamente, hasta que se encuentra con “situaciones límite”[7], situaciones en general relacionadas con la muerte, el dolor, o un nacimiento, que lo conectan con lo más profundo de esas preguntas existenciales que habían quedado “inconscientes”. Allí es donde el diálogo filosófico ocupa un rol terapéutico análogo al psicoanálisis. La persona puede tener un primer esbozo de diálogo consigo mismo, ayudado por las preguntas mayéuticas de la filosofía o del filósofo, esto es, un primer momento de “transferencia positiva”, hasta que quiera volver a escaparse de esas preguntas básicas, por el dolor que implica el encuentro consigo mismo y el goce del escapismo como “beneficio secundario de la enfermedad”. Pero si persiste, entrará en una fase de madurez interior, donde él mismo se comenzará a hacer esas preguntas y tratará de encontrar sus propias respuestas, y por ello hablamos de una “implicación subjetiva” en el momento de hacer consciente el inconsciente espiritual que estaba en latencia debido a los escapismos.

  1. El diálogo filosófico como terapia y la implicación subjetiva.
Pero entonces, si el diálogo filosófico puede implicar un hacer consciente al la búsqueda de sentido, que estaba en período de latencia, ¿cómo lo hace específicamente? La pregunta es pertinente: la filosofía ha perdido el contacto con la vida y la psicología porque se presenta como una actividad académica más, una actividad donde el sujeto supone que la filosofía la va a “proporcionar información” sin que su vida se vea implicada en el proceso. En realidad no hay en ningún ámbito de lo humano una “información” tal[8], pero menos en el caso de la filosofía.
Para explicar cómo la filosofía y el filósofo, con un diálogo mayéutico, puede ayudar a hacer consciente la búsqueda de sentido, analicemos los siguientes pasos:
a)      el “habla” de alumno/paciente.
El “alumno/paciente” (a/p desde ahora) debe expresar libremente su inquietud sobre alguno de los temas nombrados (el sentido de la vida, la pregunta por el sentido de la existencia, la muerte, el dolor, el sufrimiento, la comunicación con el otro en tanto otro, la comprensión del otro, el amor al otro; la trascendencia de la vida humana en temas como Dios, la vocación interior, la libertad). El filósofo/terapeuta (f/t) debe dejar explayarse al a/p libremente, utilizando lo más que pueda la transferencia positiva (en sentido freudiano) que pueda haber en el vínculo docente/terapéutico.
b)      El habla del f/t. Este es un momento delicadísimo. Habitualmente el a/p está acostumbrado a recibir el discurso del filósofo a nivel ilusoriamente informativo, y no se implica subjetivamente, esto es, no cree que su vida pueda llegar a ser transformada por ese diálogo. Entonces el f/t debe decir su opinión aclarando expresamente que es su opinión, nombrando autores si es necesario, pero sin dejar en ningún momento de hacer ver al a/p que el f/t está hablando de manera tal que está generando un diálogo y esperando respuesta. Es todo el delicado tema del lenguaje dialógico[9].
c)      Inicio de la implicación subjetiva del a/p: el f/t debe terminar su intervención con una pregunta clave: ¿qué opina usted? ¿Qué le sugiere todo esto? Si el a/p responde, como es de esperar, que el “no sabe” como para dar una opinión[10], el f/t le aclarará que lo esencial en este caso se trata de hacer asociaciones libres. Que se sienta totalmente libre como para expresar qué le sugerían las palabras del f/t, aunque todo sea incoherente, o le parezca incorrecto, o un sin-sentido, etc.
d)     En ese caso el f/t debe estar entrenado en la escucha tal cual Gadamer habla de ella[11]. Esto es, no un conjunto de respuestas preparadas, no un discurso que se quiera decir independientemente de lo que diga el a/p, sino un ubicarse en el carril del discurso del otro, un comprender al otro en tanto otro, una razón comunicativa y no instrumental[12]. El f/t utilizará las respuestas del a/p como trampolín para decir alguna otra cosa de contenido filosófico que tenga que ver con esas palabras, pero siempre en el nivel del discurso del otro y tratando de generar preguntas en el otro. Es un arte, requiere entrenamiento, pero lo que estoy diciendo es que la filosofía como tal está preparada para esa búsqueda, o de lo contrario deja de ser humanamente filosofía para convertirse en un CD de información.
e)      Este esquema (habla del a/p ---- habla del f/t con lenguaje dialógico --- asociación libre e implicación subjetiva del a/p --- escucha del f/t ---) se repite indefinidamente el tiempo que sea necesario, hasta que el a/p va descubriendo lentamente las preguntas que lo comunican con lo más profundo de su vida interior. Puede ser que no des-cubra el sentido de su vida pero sí descubrirá la importancia y el sentido de la pregunta por el sentido, con lo cual su vida quedará de por sí orientada hacia la búsqueda que en algún momento, en un tiempo interior impredecible, dará sus frutos.

  1. Conclusión: la necesidad de un enfoque inter-disciplinario.
La naturaleza humana es tan compleja, tan rica y profunda en los motivos de su evolución psíquica y sus respectivas dolencias, que siempre algo escapa a la terapia. Es perfectamente posible que el mejor tratamiento psico-farmacológico y la mejor psicoterapia se queden sin ver angustias existenciales como las descriptas, de igual modo que al filósofo terapeuta se le pueden escapar las neurosis típicas que pueden afectar también a quien ha alcanzado cierta madurez existencial. Es más, la vida entera de cada persona es un conjunto mezclado de logros y fracasos en todas esas áreas, y por eso los diagnósticos diferenciales son complejos y los problemas siguen muchas veces más allá de las mejores psicoterapias.
Por todo esto, sueño con algún momento donde las rivalidades terminen entre psicólogos, psiquíatras y sus diversas escuelas, y filósofos por otro lado, y donde todos trabajen de manera inter-disciplinar. Sueño con un lugar donde psicólogos, psiquíatras y filósofos puedan recibir formación profesional en esas tres áreas, y luego complementarse y consultarse mutuamente en la atención del ser humano sufriente, que no demanda competencia de escuelas, títulos, sellos o procedimientos, sino una respuesta eficaz, que sólo puede venir del enfoque conjunto. No sé si ello se logrará algún día; de lo que estoy seguro es que cada paradigma debe tomar conciencia de cada encerramiento y salir hacia el diálogo con otras disciplinas. Nuestra ponencia, del lado de la filosofía, ha sido sólo un primer intento.










[1] De Frankl, ver: Ante el vacío existencial, Barcelona, Herder, 1986; El hombre en busca de sentido, Barcelona, Herder, 1986; La psicoterapia al alcance de todos, Barcelona, Herder, 1985; La presencia ignorada de Dios, Barcelona, Herder, 1986.
[2] Hemos analizado este tema en Filosofía para mi, Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2007, Introducción.
[3] Nos referimos a las que aparecen en La presencia ignorada de Dios, op.cit.
[4] Ver Freud, S.: Lecciones Introductorias al Psicoanálisis, en Obras completas, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2008, tomo II, p. 2124.


[5] Pero esa esencia última integra los diversos aspectos del yo del sujeto; no es unívoca, sino análoga, desplegándose en aspectos diferentes y complementarios. Entre esos aspectos, las dos tópicas de las que habla Freud (inconsciente, pre-conciente consciente; yo, ello y super yo) pueden ser considerados como aspectos del despliegue de la vida anímica de un mismo “yo”.
[6] La expresión viene de Heidegger, M.: Ser y tiempo,  Editorial Universitaria, Chile, 1998.
[7] Jaspers, K.: La filosofía, FCE, 1978, cap. II.
[8] Sobre esto ver nuestro art. “Paradigma de la información vs. paradigma del conocimiento”, en NOMOI, Revista Digital sobre Epistemología, Teoría del Conocimiento y Ciencias Cognitivas, (2008), 2, pp. 17-21, en www.hayek.org.ar

[9] Hemos tratado este tema en “Intersubjetividad y comunicación”, en Studium (2000) Tomo IV, Fasc. VI, pp. 221-261.
[10] Otro error cultural frecuente: el suponer que el saber es condición previa para opinar, cuando es al revés: el opinar en un diálogo socrático es condición necesaria para “comprender” algo. Esa es la implicación subjetiva presente en todo proceso de aprendizaje que el sistema educativo tradicional olvida y que por ende produce ilusiones de aprendizaje.
[11] Ver Verdad y método, Sígueme, Salamanca, 1996, III, 16.
[12] Ver al respecto el clásico libro de Habermas, J.: Teoría de la acción comunicativa, Taurus, 1992. Tomo I, Interludio 1.