domingo, 8 de junio de 2014

EL PORVENIR DEL PORVENIR DE UNA ILUSIÓN


Una de las obras filosóficas más importantes de Freud es El porvenir de una ilusión, que es un diálogo consigo mismo, entre él, un honesto agnóstico con todas sus esperanzas en la ciencia, y lo que él veía como religión. La trata respetuosamente, hasta le permite preguntar si la ciencia no será otra ilusión, a lo cual Freud se auto-responde que, aún así, prefiere esta última a la primera.

El ejemplo de Freud es uno de los más respetuosos –o mejor dicho, el ejemplo respetuoso- de ver a la fe como una ilusión, estrictamente como un fenómeno de alucinación colectiva, a veces inofensiva, a veces no. Gente que cree en apariciones, que escucha voces, gente triste y desesperada que se auto-engañan con un Dios creado a imagen y semejanza del hombre, para aliviar la angustia de estar verdaderamente solo en el universo.

A veces todo ello es visto como positivo, como una psicopatía que permite al individuo aferrarse a algo y encontrar paradójicamente su equilibrio psíquico. En un excelente capítulo de la 8va. temporada de Dr. House, Chese se enamora de una postulante para ser monja, que finalmente dice que encontró la señal divina que le faltaba y prefiere el convento a Chese. Este último intenta convencerla de que está sufriendo una alucinación, pero House lo frena diciéndole que no le quite su felicidad, que tiene derecho a vivir “de ella” aunque sea falsa.

¿Hay algo que los creyentes tengamos que decir ante esta tradicional objeción a la Fe?

Sí. Una alucinación es creer que hemos visto y escuchado algo. Pero el Dios judeo-cristiano, el Dios de Abraham, Issak y Jacob que finalmente se auto-reveló en Cristo y fundó la Iglesia, ESA Fe, es de los “felices que NO vieron y creyeron”. Si, estuvo lleno de acontecimientos extra-ordinarios, necesarios en su momento para la historia de la Salvación. Pero ya no habrá maná del cielo, ya no se abrirán de vuelta las aguas del Mar Rojo, Jesucristo NO multiplicará de vuelta los panes y los peces (perdón lo veganos J ). Si, Dios quiere a veces dar dones extra-ordinarios a algunos, algunas pocas veces la Virgen se ha aparecido verdaderamente (las más de las veces, no), pero ello no es necesario para la habitual y ordinaria santidad que Cristo pide.

La fe es precisamente la fe en lo que NO se ve. Es la fe en el rostro escondido de Dios. Escondido, precisamente. Es la fe en el misterio, que no es el absurdo, pero que obviamente no es lo evidente. Es la fe en lo absoluto, en lo infinito, que supera totalmente a cualquier cosa que pueda “verse”. Incluso, en aquellos acontecimientos extra-ordinarios, Dios utiliza imágenes compatibles con nuestra condición humana, pero la Divina Esencia sólo puede ser contemplada por el Lumen Gloriae después de la muerte.  Es la fe, también, en la bondad de Dios en medio del dolor y el sufrimiento, donde lo único visible es el mal y la injusticia. Es la fe en que las Sagradas Escrituras tienen un sentido que supera infinitamente los sentidos de nuestras formas habituales de pensar.

El creyente tiene una vida ordinaria. No necesita milagros extraordinarios, Dios no se le aparece, no le habla, no le revela directamente su voluntad, no tiene señales y menos aún la famosa luz en el fondo de un túnel que es producto de la hipoxia neuronal. El creyente vive precisamente en la oscuridad del misterio de su Fe. Vive en la noche oscura. Atraviesa su vida creyendo en un Dios y en una esperanza que parecen ir precisamente en contra del valle de lágrimas que habita. Vive sus alegrías, dones y buenos momentos como un regalo de Dios y cuando Dios los quita, no le discute. Su felicidad última radica precisamente en el Dios que NO se le apareció. Y si Dios decide mandarle un email extra-ordinario J, Dios sabrá por qué (como en la vida de muchos santos, pero en otros santos, NO) pero el creyente NO lo espera ni vive de ESA esperanza.


La ilusión consiste en suponer precisamente que la fe es una ilusión. ¿Tiene porvenir esa ilusión? Sí, porque viene comprensiblemente de la humanidad de nuestros ojos después del pecado original. Desaparecerá sólo en la Segunda Venida de Cristo. Hasta entonces, el creyente vive ordinariamente de lo que NO ve, de la esperanza en la Pasión de Cristo, y del amor derramado desde un Rostro invisible.

2 comentarios:

rs222 dijo...

Excelente el texto y lo que trasmite.
Felicitaciones Gabriel

Diego Rivero dijo...

Gracias