domingo, 31 de marzo de 2013

Ev. según San Juan, 20, 1-10.

Cese hoy mi discurso y sea la Palabra de Dios:


20:1 El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. 
20:2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. 
20:3 Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. 
20:4 Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 
20:5 Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. 
20:6 Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, 
20:7 y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. 
20:8 Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. 
20:9 Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos. 
20:10 Y volvieron los discípulos a los suyos. 

domingo, 24 de marzo de 2013

"...el pobre, el pobre material, aunque muy difícil de definir, como el tiempo, sin embargo sabemos lo que es, y nos duele y llama a nuestra conciencia".

Este artículo fue publicado en www.institutoacton.com.ar en Abril del 2007.
------------------------


SOBRE LOS POBRES, EXPLOTADOS Y EXCLUIDOS

 Se acerca una nueva Conferencia Episcopal Latinoamericana, y no será de extrañar que los Obispos pongan su voz de alerta sobre las condiciones materiales de vida, muchas veces infrahumanas, de gran parte de la población de sus castigados países. No vamos a referirnos ahora en detalle al tema del diagnóstico de tan delicada situación (aunque ello sea muy importante) sino que vamos a poner el acento en una cuestión que tal vez facilite el entendimiento en quienes “diagnosticamos diferente” en estos temas.

En los objetivos del Instituto Acton está el diálogo entre los fundamentos de una “economía libre”, “economía de mercado” (los términos pueden cambiar, estamos adoptando los distinguidos por Juan Pablo II en Centesimus annus) y la tradición cristiana y la Doctrina Social de la Iglesia. Por ello, no podemos dejar de registrar que quienes son partidarios de las economía de mercado (sean cristianos o no) no hablan de oprimidos, excluidos y explotados. Esos términos han sido interpretados, la mayor parte de las veces, bajo el paradigma de la lucha de clases. Ese es el motivo, creemos, de que los partidarios del mercado no usen esa terminología, aunque ello puede ocasionar una posible confusión: a) que los partidarios del mercado nieguen que haya fenómenos de injusticia en los temas socioeconómicos; b) que nos les interesa el destino de quienes padecen inenarrables sufrimientos.

Pero no es así. Claro que hay injusticias. Y esas injusticias se traducen en miseria, desocupación, desnutrición, y condiciones de vida indignas que, aunque relativas a la circunstancia histórica, conmueven el corazón de cualquier persona de buena voluntad, y, sobre todo, de cualquier cristiano para quien, como dijo Edith Stein, nadie le es indiferente.

Y en ese sentido también podemos hablar de oprimidos y excluidos, pero no desde la lucha de clases marxista o neomarxista, sino cambiando el enfoque: hay en efecto un sistema socioeconómico, imperante en América Latina desde hace siglos[1], basado en la intervención del Estado en las variables económicas, la socialización de los medios de producción, el control estatal de la actividad privada y todo tipo de privilegios y prebendas para lo que quede del sector llamado “privado”. Ese sistema (que muchos, con buena voluntad, llaman “capitalismo” o “neoliberalismo”) ha impedido secularmente la acumulación de capital y, consiguientemente, ha producido una masa cuasi-infinita de mano de obra barata y-o desempleada cuyo destino terrenal se deshace entre la desnutrición, la enfermedad y la muerte. Esos son los “excluidos” de los beneficios del desarrollo y de la suba progresiva del ahorro y del salario real que se produce y se ha producido en aquellas naciones que han aplicado economías de mercado, lo cual incluye las bases institucionales para su desarrollo, anuladas también en América Latina por todo tipo de autoritarismos, ya de izquierda, ya de derecha, que con delirios mesiánicos siguen añorando la figura cultural del virrey omnipotente.

Ellos son también los “oprimidos”: por un sistema que los condena a la miseria, y “explotados” también, no en un sentido marxista del término, pero sí en otro sentido: los privilegios, prebendas y subsidios del sistema intervencionista producen una casta de dirigentes sindicales, empresarios, funcionarios estatales y políticos que viven del presupuesto del Estado que se alimenta permanentemente de impuestos y cuasi-confiscaciones al sector privado, a la libre iniciativa, y para peor, en nombre de los pobres que dicen proteger.

Estas estructuras, llamadas para colmo “mercado” son verdaderamente un pecado social, un mal moral, además de un error técnico, porque implican la riqueza de unos a expensas de la pobreza de otros, como una torta fija que no crece sino que aumenta las desigualdades y privilegios indebidos.

Por lo tanto, no está nada mal, al contrario, que los cristianos se preocupen por los oprimidos. Ello no sólo no es incompatible, sino exigido por la conciencia cristiana. La cuestión es: ¿cuál es el sistema que oprime?

No está mal, al contrario, que esto implique una opción preferencial por el pobre, que obviamente, como ha explicado el Magisterio pontificio, no debe ser excluyente ni mirada desde la lucha de clases, ni tampoco debe excluir otras formas de pobreza no materiales (Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia). Pero el pobre, el pobre material, aunque muy difícil de definir, como el tiempo, sin embargo sabemos lo que es, y nos duele y llama a nuestra conciencia. Esto responde al segundo malentendido. Los que defienden a la economía de mercado, ¿acaso están preocupados por aumentar la fortuna de Bill Gates? No dudo que haya gente que verdaderamente lo piense, pero obviamente no es así, y menos aún los cristianos que, de modo opinable, optamos por defender ese sistema. Son los males de la desocupación, la desnutrición y la miseria lo que nos preocupa, igual que a otros cristianos que piensen diferente e igual que a los Obispos y teólogos latinoamericanos. Sólo les proponemos, de modo dialogante y amistoso, un cambio de enfoque, no en los fines ni en la conciencia cristiana que nos mueve, sino en la consideración de las causas socioeconómicas de lo que verdaderamente es un mal espantoso.

Sin embargo, excluido el análisis de la lucha de clases, otro cambio importante de enfoque se produce: la clara conciencia de que, por más que se alcance la liberación de las estructuras sociales opresoras, ello no implica la redención de Cristo y la Libertad del Reino de Dios. Los sistemas sociales pueden ser mejores, pueden ser “buenos” pero son, por un lado, siempre perfectibles, y, por el otro, nunca se identifican con la perfección de la Gracia, de lo Sobrenatural, de la redención que viene sólo de Cristo.

Aclaradas estas cuestiones, los partidarios de la economía de mercado esperamos no quedar, valga la redundancia, excluidos del diálogo y oprimidos por la incomprensión. Esperemos sea visto nuestro aporte como motivado por la misma conciencia cristiana que seguramente guiará la pluma de nuestro pastores.



[1] Ver al respecto Vargas Losa, A.: Liberty for Latin America, Independent Institute, 2005; le hemos hecho una crítica en Markets & Morality, ver http://www.acton.org/publicat/m_and_m/new/review.php?article=96 

domingo, 17 de marzo de 2013

PARA MIS AMIGOS PARTIDARIOS DEL LIBERALISMO ECONÓMICO: NO SE VUELVAN LOCOS PLEASE.




Nuevo Papa y ya empezamos. Que si es liberal, que si no, que si es teólogo de la liberación, que si no, que el artículo de ABL (h) del 2010 que está circulando, que cuidado que va a atacar al mercado, que si es peronista, que si no es peronista, que si entiende economía, que si no entiende nada de economía, etc etc etc etc etc………………………………………….

1.      Bergoglio siempre tuvo una sensibilidad especial respecto del tema de la pobreza. ¿Y saben qué? Así debe ser, es católico.

2.     .  Que de lo anterior se desprenda que sea teólogo de la liberación es un non sequitur absoluto.

3.       De hecho, además, no lo es. Conoce perfectamente el documento Libertatis nuntius de 1984 y no lo va a contradecir en absoluto (documento contra la teología marxista de la liberación que, además, en temas económicos NO era “liberal”).

4.       Bergoglio está formado en la tradicional Doctrina Social de la Iglesia. “Tradicional” quiere decir que a sus principios esenciales se agregan elementos más opinables que sin embargo forman parte de su tradición y de su historia. Por lo tanto, casi seguro que es partidario de cierto intervencionismo y cierta redistribución de ingresos. Cualquiera formado en la DSI “tradicional” piensa así, o de lo contrario yo no habría tenido que matarme haciendo todas las aclaraciones que he hecho siempre.

5.       Bergoglio fue severo crítico de las políticas de los 90 y, ¿saben qué? Tiene razón. Que a eso se lo llame neoliberalismo o capitalismo es terrible, sí, pero el tiempo de las aclaraciones sobre dichos términos no ha acabado aún y no acabará en mucho tiempo.

6.     Seguramente va a venir una encíclica social típica donde se criticará al neoliberalismo. Si no sucede, me asombraré. Pero seguramente sucederá lo mismo de siempre, lo mismo que sucede desde Pío XI hasta la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II. O sea, nada por aquí, nada por allá, todo igual. No por ello las aclaraciones que he hecho siempre –que no sé si valdrá la pena repetir- quedarán refutadas.

7.     Me resulta ingenuo el pensamiento de aquellos que tiene esperanza en un “lobby liberal” que “lo convenza” a Bergoglio de las bondades de la economía de mercado y de la Escuela Austríaca. Así no se hacen las cosas, ni se deben hacer. Los verdaderos cambios vienen del convencimiento auténtico, y no de conversaciones palaciegas. Además, ya pasó: ¿y? Es probable –nunca se sabrá- que Buttiglione lo haya convencido a Juan Pablo II de incorporar los párrafos más liberales de la encíclica “Centesimus annus”. ¿Y? ¿Convenció ello a alguien en la Iglesia de las bondades del mercado? Ni siquiera a JPII, quien no nombró el tema nunca más, ni produjo ninguna continuidad doctrinal del asunto. Claro, sí, los partidarios del mercado tuvieron entonces “su encíclica”, pero ello formó parte del caos doctrinal y la confusión dentro de la DSI. ¿Así deben funcionar las cosas? ¿Los liberales tienen su encíclica y los más socialistas, otra? ¿Qué es la DSI, una heladería donde hay para todos los gustos?

8.      Por lo demás, llamé a eso “clericalismo de mercado”. NO es necesario que un Papa iguale la DSI con la economía de mercado. Yo NO necesito que un Papa “me autorice” a hablar del mercado. Lo que necesitamos es que se entienda que el grado de intervención del estado, dentro del ppio. de subsidiariedad, es un tema opinable que admite diversas variantes dentro de los laicos, y que una de esas variantes somos los partidarios de la Escuela Austríaca, que debemos tener tanta libertad de expresión como tienen en la Iglesia los keynesianos, monetaristas y marcianos, precisamente porque son temas opinables en relación a la Fe donde la Jerarquía no debe pontificar ni los laicos pedirlo. Lo he dicho mil veces.

9.     Les aseguro además que Bergoglio tiene además cosas mucho más urgentes e importantes que resolver. Los “liberales” en la Iglesia son otra cosa, al lado de los cuales los randianos parecen monjas de clausura. Así que please, dejemos de mirarnos el ombligo y tengamos una perspectiva más amplia.

10   Bergoglio es además un republicano, una persona ajena a todo tipo de autoritarismos, y su enfrentamiento con los Kirchner en la Argentina no es casualidad.

  Por lo demás, en Argentina, si NO se es partidario de la EA, se es un peronista cultural, aunque estés con Lilita Carrió. Por ende, si es peronista, es una pregunta que tiene una sencilla respuesta: es argentino, excepto que esté vacunado con la antigripal trivalente (Mises-Hayek-Rothbard). Pero dentro de los peronistas culturales, hay algunos que al menos aceptan la república, la democracia, el disenso, la paz, la reconciliación, la libertad de expresión, las conferencias de prensa, la división de poderes, etc., y si hay alguien así, es Bergoglio.

12.  Por lo tanto, calma. Si sale la encíclica de siempre, las aclaraciones de siempre, y a otra cosa mariposa. Mientras tanto, let Bergoglio be Bergoglio, que, les aseguro, tiene una larga agenda por delante.

viernes, 15 de marzo de 2013

LET BERGOGLIO BE BERGOGLIO




Me van a decir: ya se está dando el gusto. Por lo tanto, ¿a qué me refiero?

En cierto sentido, se ha cerrado un ciclo.

Con Juan XXIII –que también hacía cosas “bergoglioanas” todo el tiempo, o al revés- comenzó el Vaticano II. Nunca serán suficientes las veces que haya que explicar lo que el Vaticano II significó, no porque haya habido un cambio en la esencia de la Fe –lo que suponen tanto sus detractores como los que querrían que antes del Vat. II no hubiera habido Iglesia- sino por la puerta contingente que cerró. La puerta de documentos pontificios importantes que, enfrentados al Iluminismo racionalista y al laicismo napoleónico, no distinguieron, sin embargo, entre Iluminismo y Modernidad y mezclaron lo esencial con lo contingente. Pío XII inició el camino y Juan XXIII lo anuncia explícitamente. Documentos como Gaudium et spes, Dignitatis humanae, Nostra aetate, etc., cierran esa puerta y abren otra, que estaba en la tradición de la Iglesia pero había que redescubrirla. Una Iglesia que llama al diálogo con todos, una Iglesia que proclama la libertad religiosa basada en el respeto a la conciencia, una Iglesia que distingue laicismo de laicidad, al mismo tiempo que reafirma totalmente la Fe de siempre.

Pablo VI sigue el camino. Pero, claro, expectativas diversas sobre el Vaticano II producen una crisis. Ya se anuncian los lefebvristas que ponen al Credo y a la Quanta cura en el mismo nivel, retroalimentados por aquellos que pensaban que el Vaticano II era sexo, droga y rock and roll. La cuestión de le va de las manos a Pablo VI, a pesar de sus esfuerzos, y la Iglesia queda sumida en una total confusión de la cual no ha terminado de despertar. La mayor parte de los católicos, sin darse cuenta, ya sean obispos, presbíteros, religiosos o laicos, pierden la Fe y convierten a la Iglesia en una bonita, colorida y variopinta ONG con buenas intenciones, exactamente como lo describió este Jueves el papa Francisco.

Viene luego Juan Pablo I, otro Juan XXIII, otro Francisco, pero Dios tenía otros planes. Juan Pablo II intenta poner todo en su lugar. Con Ratzinger como su mano derecha, intenta explicar, intra muros y extra muros, que el Vaticano II es la Iglesia de siempre. Importantes documentos intentan poner un freno a novedades doctrinales incompatibles con el depositum fidei al mismo tiempo que se siguen afirmando los textos fundamentales del Vaticano II. Juan Pablo II tiene gestos revolucionarios que cierran aún más esa puerta contingente anterior. Pide perdón por los pecados de coacción cometidos por los católicos a lo largo de la historia, y con su cuerpo temblando por el Parkinson, y con su espíritu firme y valiente, acerca su mano al Muro de los Lamentos poniendo fin al espantoso antisemitismo que ensombreció tanto al rostro de la Iglesia. Igual, Lefebvre le da un portazo, mientras que los Boofs y los Kuhns lo acusan –y no se lo perdonaron nunca- de ser la misma reencarnación de Torquemada.

La elección de Ratzinger era cantada. Mano derecha de JPII, era él quien podía continuar su misión, a pesar de las dudas, dada su diferente personalidad. Pero Benedicto XVI sorprende. No intenta imitar a JPII, y yo defenderé siempre su santa indiferencia por la imagen, la diplomacia y la estrategia. Y aparece un teólogo sencillo, afable, bondadoso, totalmente diferente a una imagen de dureza, precio que hubo de pagar por su difícil puesto anterior. Al mismo tiempo, sus documentos tienen una profundidad de fe y teología, una armonía entre razón y fe, que serán inigualables durante mucho tiempo. Pero destaca entre ellos lo de siempre: la intención de explicar que el Vaticano II y el depósito de la fe están hechos el uno para el otro. Su hermenéutica de la reforma y continuidad del Vaticano II quedará en la historia de los documentos intra-eclesiales más importantes, aunque sus contemporáneos no supieron entenderlo. Habló personalmente con Fellay por un lado y con Kuhn por el otro pero no hubo caso. El Vaticano II llegó parta quedarse pero no para entenderse.

En medio de todo esto, las crisis intra-eclesiales: la curia como el nido de víboras de siempre, las indisciplinas por falta de Fe, los magisterios paralelos, el caos total y completa en materia doctrinal, el rechazo sordo pero audible al extraordinario Catecismo de la Iglesia Católica, el escándalo espantoso de los abusos sexuales, etc., etc…….

De repente, el impacto. Benedicto XVI renuncia. Sorpresa, estupor, desánimo. Yo había rogado que fuera a vivir a Santa Sabina, en Roma, con los dominicos, pero no que renunciara. ¿Un santo portazo? Es muy posible, pero tal vez nunca se sepa.

En medio de todo esto, Francisco. Otra conmoción. Un hombre sencillo, bueno, afable, caritativo, austero, des-acartonado, de una profunda Fe y espiritualidad. Un hombre cuyo estilo –hasta ahora, una clara y virtuosa espontaneidad al lado de la razón instrumental del estado del Vaticano- ya está dando sorpresas, anuncios, mensajes….

Pero sobre él pesan, dado todo el panorama anterior, enormes expectativas. Todos, creyentes y no creyentes, estamos esperando algo. Y es comprensible. Pero hemos entrado, por ende, en el supermercado de nuestra imaginación, hemos tomado de las góndolas diversos anhelos y hemos llegado a la caja con un papa a nuestra medida, y lo estamos proyectando en Francisco.

Pero esa, ¿es la actitud correcta? Y de nosotros, los creyentes, ¿es la actitud que deriva de la Fe?

Todos estamos fascinados con la humildad y la sencillez de Bergoglio, cosa que los argentinos ya conocíamos y era un permanente mensaje a nuestras peores costumbres culturales. Todos estamos maravillados de que haya pagado su cuenta, de que haya viajado en el bus, de que haya pedido ser bendecido (esto no es ninguna anécdota), etc., reabriendo con ello el camino y estilo iniciado por Juan XXIII.

Pero Francisco, ¿qué hará? ¿Qué escribirá? ¿Cómo enfrentará los problemas de la Iglesia, intra-muros y extra-muros?

Esperemos. No le pidamos tanto. Dejémoslo ser él mismo (ser uno mismo es suficiente milagro en estos tiempos). Estoy seguro que todos nos vamos a desilusionar en relación a las diversas películas que hayamos proyectando. Pero no. No proyectemos nada. Dejémoslo ser. La Iglesia ha sido atravesada por diversos tsunamis de gran intensidad. Las aguas volverán al equilibrio cuando Dios disponga. Mientras tanto este hombre bueno, pacífico, ya es luz, ya es diamante que está cortando los muros humanos de la Iglesia.

domingo, 10 de marzo de 2013

ESPÍRITU SANTO, SORPRÉNDEME



Espíritu Santo, sorpréndeme.
Envíanos un Papa que sea capaz
de eliminar el Estado del Vaticano
Y salga a caminar como Santo Domingo
Predicando la Fe
Y viviendo de tu Providencia.

Un Papa que enseñe de manera espontánea
Como Cristo, que no tenía asesores de imagen
Ni diplomáticos
Ni secretarios
Ni grandes economistas que le escribieran
Su gran y opinable encíclica social.

Un Papa que no intente ser el político entre los políticos
Ni intente agradar al mundo
Sino que grite a Jesucristo desde su humildad
Como corresponde.

Un papa que entienda al Vaticano II
Un papa que confirme en la Fe a sus hermanos
Que sepa distinguir entre lo esencial y lo contingente.

Que sepa hacer bromas y reír
Que duerma en una plaza
Con los que no tienen casa,
Si es necesario.

Que hable con todos
Que abrace a los no creyentes
En el amor de su misericordia;

Que hable con musulmanes, judíos, hinduístas y shintoístas
De Cristo, de qué otra cosa;

Que sepa estar con Hawking,
Con Woody Allen
Con Hollywood
Con todos
Y ser el Papa.

Que viaje si le pagan el viaje
Que no tenga guardia que lo proteja,
Que se alimente de la caridad.
Que cuando viaje
No se codee con las curias locales,
Los nuevos sacerdotes del templo,
Que vaya a las parroquias más humildes
Y confiese
Que escuche a los sacerdotes en sus angustias
Y soledad.

Que sepa abrazar a un niño
Como si fuera una madre
Que sepa decir a todos los cristianos
Que ya está, que somos uno.
Que use un hábito dominico
Y nada más
Y cuando se le gaste
Que pida otro
Y si no
Que ande harapiento;

Que llore con los que lloran
Que sepa ir a una casa
Quedarse a cenar y dormir
Que rece una y otra vez el Credo
Que lo explique una y otra vez
Que no se preocupe del éxito de la Iglesia
Ni de la imagen de la Iglesia
Porque todo eso ya está
En la resurrección de Cristo.

Que sepa mandar con santo enojo a la miércoles
A cuantos mercaderes del templo hay
Disfrazados de gobernantes,
Presidentes,
Dictadorzuelos y conferencias episcopales

Y que muera
Crucificado por la incomprensión del mundo.

Pero, Espíritu Santo
Si no concedes mi pedido
Que no se haga mi voluntad
Sino la tuya
Porque tuyo es el tiempo
De la Iglesia;
Tuyo es el tiempo
De la historia,
Tuyo es el tiempo.