domingo, 20 de enero de 2013

LA FALSA DICOTOMÍA ENTRE LO FÁCTICO Y LO FICTICIO




El positivismo sigue dominando nuestro modo de pensar aunque no nos demos cuenta, aún en aquellos que dicen haberlo superado, porque el positivismo sobrevive en el lenguaje, y los juegos de lenguaje son redes profundas de horizontes de precomprensión.

Uno de los hábitos más difundidos de nuestro horizonte cultural positivista –que ha invadido a la ciencia, la educación, la comunicación social, etc.- es si un relato corresponde a un “hecho” (lo “fáctico”) si es “ficticio” (no real). Dejemos de lado por un momento que la palabra hechos es engañosa, porque oculta la creencia de que un relato puede ser no proferido desde el horizonte del hablante. El asunto es más simple. Desde luego que, habitualmente, podemos distinguir entre un relato de ficción y otro que intente interpretar la realidad. Una cosa es una reseña sobre la situación económica actual de los EEUU y otra cosa es una película de Star Trek. Ok, lo podemos distinguir. Pero, ¿qué importancia tiene ello para el tema de la verdad?

Esto es: ¿qué “verdad” hay en una novela, en una obra de teatro, en un cuento, en una película? ¿Podríamos decir que ninguna verdad, porque lo relatado allí “realmente no sucedió”?

Por supuesto que no: lo importante es la verdad del símbolo, esto es, un relato que a través de personajes imaginarios nos lleva a lo más profundo de la naturaleza humana. Esa es la verdad de lo “ficticio”. ¿Qué valor tienen, si no, las fábulas de Esopo, las parábolas del Evangelio, las tragedias de Eurípides, las obras de Shakespeare, las poesías de Borges, o Star Trek o Star Wars? ¿Qué importancia tiene que Spock no haya existido? ¡Claro que no existe! Pero ese no es el caso. Lo importante es: ¿qué quiere decir el escritor a través de ese personaje imaginario? Y es allí cuando, si nuestra formación filosófica es pobre, nos quedamos sin respuesta. Lo que todo ello nos enseña es al ser humano en su complejidad más profunda, como Freud supo ver en la literatura universal.

Por lo demás, los llamados relatos “sobre la realidad”, están cargados de símbolos. Palabras, términos que el hablante y escritor utilizan, están cargadas de un horizonte de precomprensión donde los términos se entrecruzan en un juego de lenguaje que habla permanentemente de concepciones filosóficas, religiosas y míticas profundas aunque el hablante no sea consciente de ello. Un relato histórico y relato ficticio tienen ambos una profunda carga interpretativa y simbólica. En nada tiene que preocupar ello a nuestra búsqueda de la verdad, porque la verdad sobre lo humano puede estar o no estar, pero si está, está desde el horizonte cultural en tensión creadora con nuestra conciencia crítica.

La ciencia también está plenamente cargada de horizontes de teorías que son el sedimento de concepciones míticas y metafísicas que pudieron pasar por la criba de la crítica, como Popper explica. La ciencia no es la copia de los hechos. Es la proyección sobre el mundo físico de ideas profundísimas que surgen de la capacidad creadora humana para interpretar, para dar sentido, a un mundo físico de lo contrario ininteligible.

Dejemos de preocuparnos por lo fáctico que, como tal, es la ilusión humana de librarse de lo humano. Aceptemos que los humanos vivimos en y desde nuestras teorías sobre el mundo y nuestra experiencia vital sobre nosotros mismos. La verdad está en la sabiduría vital, en la experiencia de la bondad, en la misericordia con el otro, de donde derivan relatos profundísimos, ficticios o no, y donde participamos de la palabra creadora de Dios. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pero desde luego que si.

En una reseña o un ensayo que analice un cierto fenómeno presumiblemente real también se puede mentir.

En si, en todo lo que podemos percibir existe un conocimiento de una naturaleza propia que podemos extraer, lo que no quiere decir que no es verdad; por supuesto que es verdad, que no quiérase ver como algo cotidiano "que podría ocurrir en el día a día" no quiere decir que lo que nos transmite sea una falsedad o un fraude, siempre es útil lo percibido, en lo "ficticio" lo que se transmite es la verdad natural (o inherente si se prefiere) de la misma cosa en si.

Gran articulo. Felicidades y muchas gracias.

Un saludo Gabriel.

Frederic Heinz A.