domingo, 30 de enero de 2011

SANTO TOMÁS DE AQUINO EN "FILOSOFÍA PARA FILÓSOFOS"

SANTO TOMÁS DE AQUINO EN ‘’FILOSOFÍA PARA FILÓSOFOS” (de Gabriel Zanotti), UFM/Unión Editorial, Guatemala/Madrid, 2003.


CAPITULO 4: EL APOGEO DE LA FILOSOFIA MEDIEVAL Y SANTO TOMÁS DE AQUINO.

Imaginemos una película. Imaginemos que EEUU dura hasta el s. XXIV, hasta finalmente caer en medio de un absoluto desgaste de su política interior y exterior. Con la caída de EEUU, la Tierra queda sumida en una anarquía, caòtica en cuanto a todo tipo de pequeños grupos armados en permanente guerra. Todo tipo de grupos culturales violentos, hasta entonces controlados por la “pax americana” avanzan sobre todo lo que consideramos civilizado. Las universidades de Europa y lo que fuera EEUU comienzan a desaparecer (más o menos como la Argentina a partir del 40).

Desde el s. XXIV hasta el XXIX, aproximadamente, los elementos de la filosofía, ciencia y religión son “conservados” por pequeños grupos que logran, de algún modo, aislarse del caos. Algunos grupos de cristianos, de judíos, de islámicos, de hinduistas y budistas, y pensadores independientes logran juntar sus materiales de trabajo, logran evitar que sus PC y sus CD sean destruidos. Los conservan como un tesoro y los van pasando de generación en generación, en medio de un mundo ajeno a todo ello, en permanentes luchas intestinas. Finalmente, hacia el s. XXIX, algunos con más capacidad política logran organizar una unidad política estable, con capacidad de autodefensa, y los que habían conservado todo ello comienzan a divulgarlo públicamente, naciendo de vuelta instituciones parecidas a las universidades de antaño. Se produce un renacimiento cultural.

Si repasan cualquier libro de historia occidental, o de historia de la filosofía, verán que la película que he imaginado no es más que una analogía con lo que sucede en Europa desde la caída del Imperio Romano hasta lo que en el s. IX se llama el renacimiento carolingio. La lecto-escritura, las lenguas clásicas, la filosofía antigua, y ese encuentro de lo antiguo con lo cristiano, de lo cual hemos hablado en la clase anterior, se había conservado en los conventos, hasta que en torno a la corte de Carlomagno, diversos “maestros” comienzan a agruparse en torno a “escuelas”, que, espontáneamente, son la base del nacimiento de las primeras universidades a principios del s. XIII, siendo las primeras las de París y la de Oxford.

En medio de todo ello, sucede en la Iglesia algo muy especial: surgen las primeras órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos), quienes, inspirándose en tradiciones monacales ya existentes (agustinos, benedictinos) llaman a una renovación de las costumbres y a una vida más auténtica del evangelio. Pero no se repliegan totalmente del mundo porque desde el principio deciden formar parte de esa incipiente vida universitaria.

En este ambiente cultural nace, en 1224, Tomás , en la poderosa e influyente familia de los condes de Aquino. Había grandes planes para él. El niño es inteligente. Su familia decide que se hará miembro del clero y que tal vez pueda llegar a ser Papa. Pero el niñito Tomás tiene otros planes. Se hace miembro de los dominicos, orden fundada por Santo Domingo en el s. XII. Los dominicos estudiaban, predicaban, pedían limosna, vivían austeramente y no querían saber nada con los poderes de este mundo. ¡Oh, no!!! ¿Cómo se le pudo ocurrir irse con “esa gente”?

Pero ahí fue. Contra todos y a pesar de todo, Tomás de Aquino se hace dominico.
Allí toma contacto con San Alberto Magno. San Alberto era en ese momento representante de una corriente de pensamiento muy revolucionaria dentro de la Iglesia: el aristotelismo.

En la teología de la Iglesia, Aristóteles no era una figura fácil. No hasta el s. XIII. Hasta el XII, sólo se lo estudiaba en lógica y física. Su antropología y su metafísica eran consideradas contrarias a la tradición neoplatónica de San Agustín. Para colmo, quienes estudiaban a la antropología y metafísica de Aristóteles eran los de la libre competencia: la escolástica judía y sobre todo árabe, llegando a conclusiones “aristotélicas” para nada compatibles con el dogma cristiano, tales como la eternidad del mundo, la negación de la inmortalidad personal del alma....
La introducción de Aristóteles en ambientes intelectuales cristianos no fue, por ende, nada fácil. Había varios intentándolo, no sólo San Alberto (también lo estaba intentando San Buenaventura, franciscano insigne en la historia de la filosofía que fuera después amigo de Sto Tomás). Pero San Alberto tiene una especial ventaja comparativa. Tiene a Tomás de Aquino como discípulo.

En medio de todas sus obligaciones pastorales como sacerdote, en medio de todas sus obligaciones conventuales como fraile, en medio de todas sus obligaciones docentes como maestro universitario en Nápoles y París (digamos que no es que no tenía nada que hacer....) Tomás de Aquino “comenta” , extensamente, prácticamente todas las obras de Aristóteles (esos comentarios son sòlo doce de sus noventa obras, escritas en sólo treinta años) (1)

Pero Tomás no leía griego. Y las traducciones que había en esa época eran del griego al persa, del persa al árabe..... Tomás pide entonces a otro dominico, experto en griego, Guillermo de Moerbeke, que traduza completamente y de nuevo a Aristóteles, del griego original al latín del s. XIII. Con ese material trabaja Tomás de Aquino.
Ahora tengamos en cuenta un sencillo tema de hermenéutica, esto es, de interpretación. La mayor parte de los escritos aristotélicos conocidos son, según dicen los historiadores, transcripciones de sus discípulos. Todo ello, en un mundo de vida muy diferente al nuestro. Ello, a su vez, es leído 17 siglos después por una mente cristiana, un fraile dominico, en un mundo de vida diferente al de Aristóteles. Pero no nos estamos refiriendo a Tomás: nos referimos a Guillermo de Moerbeke, dominico, quien traduce del griego del s. IV a.c. al latín del s. XIII d.c. Eso, a su vez, es leído por Santo Tomás, desde su propia mentalidad cristiana y con la peculiar perspicacia de su genialidad teológica.

El resultado de todo esto fue magnífico, obviamente. Simplemente estamos aclarando algo muy simple. Desde la palabra griega “sustancia” (por ejemplo) dicha oralmente por Aristóteles en su mundo griego, hasta la palabra latina “sustancia” pensada y escrita por Tomás en su mundo cristiano del s. XIII, hasta lo que aparece en nuestra mente cuando leemos a Sto Tomás, ya en latín o en alguna lengua moderna, puede haber una aproximación, un parecido, pero no una igualdad de sentido. Y eso no es un problema, excepto que se ignore tal cosa o se lo considere un tema menor. Por ende, Tomás es representante del aristotelismo cristiano, pero eso implica que interpreta a Aristóteles, de igual modo que a Platón, a San Agustín, a Averroes, Avicena, Maimónides..... Y eso para nombrar sólo algunas de sus lecturas principales. Con todo ello Tomás hace un aporte propio. Si se lo quiere considerar un comentador de Aristóteles, bien, pero no creo que Tomás sea simplemente eso. Y aún en ese caso, los que consideren a Tomás un aristotélico deberán defender que Tomás está en el núcleo central de lo que realmente dijo Aristóteles. Se puede hacer, pero por el problema hermenéutico referido, es difícil.

La expresión “filosofía aristotélico-tomista” debe ser, por ende, tomada con cuidado. No sólo porque Tomás no hacía en su época simplemente lo que hoy llamamos filosofía, sino porque no es tan fácil estar seguro de si Aristóteles dice lo que Tomás dice que dice (perdón la reiteración). Mi intención, cuando explico a Tomás, es tratar de explicar lo que Tomás dice. Con Aristóteles como una de sus fuentes de inspiración. Ahora bien, ¿quién es Aristóteles? ¿Qué dijo? ¿Lo que Tomás dijo que dijo? ¿Lo que Averroes dijo que dijo? ¿Lo que Gadamer dijo que dijo? Fascinante problema, pero se lo dejo a los aristotélicos.

De lo que no hay duda es que, como dijimos en la clase dos, hay “temas” aristotélicos, “estilos” aristotélicos de pensar que han marcado a la filosofía occidental, pero eso no es lo mismo que hablar de “doctrinas” aristotélicas.
Todo esto, para aclarar que Tomás es un pensador original. Es más, yo no tendría ningún problema en decir que el eje central de su modo de pensar es agustinista, con la inclusión de “herramientas técnicas” de pensamiento tanto de Aristóteles como de la escolástica árabe y judía (Averroes, Avicena, Maimónides). Eso lo convierte en un pensador audaz y original. Era muy atrevido, para la época, introducir en sus ambientes cristianos a autores sospechados de herejía y “paganismo” (y Aristóteles era uno de los principales autores sospechados). Eso le produjo problemas con las autoridades eclesiásticas de París (2). Pero no era nada fácil producir una síntesis coherente con la tradición anterior. Producir una doctrina filosófica original donde San Agustín y Aristóteles convivan armónicamente, con plena coherencia, diciendo algo nuevo, y además en fórmulas cortas, y aparentemente sencillas, no era nada fácil. Tomás lo logró y por eso van a encontrar citado su nombre incluso en las historias de la filosofía que nada tengan de cristiano.

Para ser coherentes con esta interpretación “agustinista”, y a la vez novedosa, de Tomás, vamos a ir planteando sus principales temas en el mismo orden en el que fueron planteados los de San Agustín en la clase 3. Sugiero, a su vez, releer los problemas que quedan planteados por el encuentro del mundo antiguo con el cristianismo, al principio de la clase 3.

Ante todo, Tomás es modelo (3) de las relaciones entre razón y fe. Pero en su época no era cuestión de la relación entre la filosofía y la teología como dos departamentos universitarios que trabajaban separadamente. El era sencillamente un teólogo que tenía un “presupuesto irreductible” como diría Mises, o una pre-comprensión, como diría Gadamer. Esto es, una actitud básica, un presupuesto vital y teórico que era la base de todas sus demás afirmaciones. El partía de una armonía razón/fe. No partía de una fe que le tomaba examen a una sospechosa razón, ni de una razón que le tomaba examen a una sospechosa fe. No: eran, sencillamente, las dos piernas de su caminata, de su comprensión del mundo. En realidad sus explicaciones no eran para sí mismo, ni tampoco para un cristianismo que él ya consideraba racional en cuanto no contrario a la fe. Eran explicaciones ad extra, como las que daría a cualquiera de nosotros que le preguntara por el tema. Un gran ejemplo de ello lo tenemos en la Suma Contra Gentiles, en cuyos 9 primeros capítulos del libro I se pregunta qué cosas se pueden decir al no creyente que no comparte las escrituras cristianas. Allí hay que recurrir por ende a un lenguaje que en cierto sentido se considera común: al lenguaje de la razón. Lo cual implica un optimismo hermenéutico que en mi opinión es correcto. Esto es, la “esperanza filosófica” de que creyentes y no creyentes puedan comprenderse, basada en el presupuesto de una naturaleza humana en común que se expresa a través de experiencias compartidas. El “creo para entender” y “entiendo para creer” de San Agustín alcanza en Tomás una de sus más altas dimensiones.

Su concepción del hombre es un ejemplo de esa síntesis entre agustinismo neoplatónico y aristotelismo. El hombre tiene dos capacidades específicas, inteligencia y voluntad, que implican una dimensión irreductible a lo solamente material (4). Por eso tiene un espíritu inmortal. Pero la dimensión corporal es esencial al ser humano. ¿Cómo conciliar ello con la inmortalidad? Demostrando que esa dimensión espiritual es el principio ordenador del cuerpo (5). Cuerpo y alma no son por ende dos cosas separadas sino solo una cosa, con una dimensión irreductible a lo material cuyo fin último, por su inteligencia y voluntad, es Dios (6).
Es un dato de Fe que habrá resurrección de los cuerpos el día del Juicio Final, pero ello es compatible con una razón que afirma la unidad sustancial entre alma y cuerpo. También es un dato de fe el dogma del pecado original, pero ello es compatible con una razón que afirma que el hombre tiene inclinaciones que en tanto tales son buenas, y son la base para analizar la ley natural y las virtudes (7). Ley natural que es la base para una ética que, con la naturaleza humana como base, tiene en Dios su fin último como destino trascendente del hombre.
Destino trascendente que está en armonía con el libre albedrío, con la capacidad de elección como característica esencial de la voluntad humana (8). La gracia de Dios lleva al hombre a Dios (dato de fe) en diálogo con un libre albedrío que implica que la Gracia Divina no sea igual a coacción. Dios quiere los bienes y tolera los males, males que son privación del orden debido, fruto de una decisión libre por parte del hombre. La tolerancia del mal es sólo por un bien mayor, formando ello parte de un plan divino que es la providencia (9).Providencia que es compatible con la casualidad y la libertad porque lo no planificado en el orden de las causas segundas está planeado en el orden de la causa primera (10).

El hombre puede captar las esencias de las cosas, no totalmente, sino a través de sus accidentes (11). Conocer completamente la esencia de lo creado está sólo reservado al creador (12). Pero dado que el intelecto humano participa de la luz del intelecto divino, puede, mediante el concurso de la imagen sensible que captan los sentidos, abstraer ese limitado conocimiento de la esencia, abstracción que no se realiza sino teniendo al individuo como aquello cuya imagen singular se conoce (13). El intelecto humano también se conoce a sí mismo, conoce que conoce, una vez que ha captado la realidad distinta de sí (14).
El intelecto humano, al conocer el quid de las cosas (el qué son) capta que “son”, tema que es fundamental en Sto Tomás, pues con el dato de fe de la creación, entra en diálogo con una razón que transforma el simple existir de las cosas en su ser creadas. La riqueza de este tema es fundamental pero queda oculta a sus contemporáneos (15). Destacaremos la importancia de ese “ocultamiento” en clases posteriores.
Como método, sin embargo, se puede partir, no de que las cosas son creadas, sino de que existen, para así remontarse a Dios como causa primera no finita de las cosas que son finitas (16). Así Dios y la creación por parte de Dios quedan racionalmente integrados a la fe (17) Las cosas creadas no son esencias abstractas sino sustancias primeras, esto es, cosas individuales (18). Dos cosas individuales corpóreas pueden tener la misma esencia, que se da sólo en el individuo y totalmente en cada individuo, pero sin embargo la esencia no se reduce a lo individual (19). En todo esto Tomás trata de superar la dialéctica entre un nominalismo que niegue el conocimiento de las esencias, y un neoplatonismo que no tenga en cuenta la importancia de lo individual (20).

Dios es el creador, infinito, de las cosas finitas. De ese modo Dios no se confunde con las creaturas de ningún modo, pero es su causa permanente. Dado que el efecto participa, de algún modo, de la naturaleza de la causa, las cosas creadas participan de Dios, pero no porque sean una parte de Dios, sino porque están siendo sostenidas por Dios en su ser (21). Para Tomás, participar es causar (22). De ese modo la relación entre Dios y las creaturas no es la distancia entre dos absolutamente distintos (deísmo) ni tampoco la cercanía de lo igual (panteísmo). Es una relación analógica. La analogía y la participación son los temas donde es más evidente la raíz neoplatónica de Tomás con las herramientas conceptuales aristotélicas (analogía, sustancia, causalidad) que dan a sus aclaraciones y famosas “distinciones” ese matiz “técnico” que le impide caer en confusiones o en posibles pluralidades de sentido que hubiera tenido un lenguaje más poético.
Es esta armonía razón/fe, el universo físico es asumido como parte esencial de su cosmovisión, herencia fundamental del aristotelismo cristiano de su maestro San Alberto. De ese modo su cosmovisión queda abierta al diálogo con lo que hoy llamaríamos ciencia al afirmar un universo físico “frecuentemente”(23) ordenado, con ciertas fallas y casualidades que abren su sistema a la consideración de las más contemporáneas teorías físicas y biológicas (24).

Ahora bien, me falta cumplir con una promesa.
En la clase uno había prometido que siempre relacionaríamos a la filosofía con la vida. Esta vez parece como que me olvidé del tema. Puede ser, pero casi como cierto respecto para la conciencia de mis lectores. Y me explico.
¿Qué tiene que ver todo esto con la vida concreta? Tal vez nada. Menos aún si tomas alguno de esos manuales de metafísica tomista, escritos por gente que ya tiene fe, donde se describen de modo racionalista, de un modo que Tomás nunca escribió, nociones tales como acto, potencia, sustancia, accidente, etc., presentadas, además, con poca diferencia con Aristóteles.
Muchos de esos manuales son muy buenos en su nivel técnico. Pero parecen estar escritos desde personas que ya tienen fe para otras que también la tienen.
¿Qué quiero decir con ello?
No que dichas nociones necesitan la fe como presupuesto. Sino que es un estilo de filosofar ultra-académico, un estilo de escribir como si lo más importante de la vida humana ya estuviera resuelto, y la filosofía fuera una ciencia particular que se dedica a enseñarnos otra cosa. Y, vuelvo a decir, no es así. Hay veces que debe ser así, en la medida que sea ese el “pacto de lectura”. Pero no lo era en Sto Tomás.
Tomás trata de dar respuestas a temas concretos movido por algo que creo que es universal a todos nosotros: los “problemas” de la razón y la fe. En ese sentido, su presupuesto de armonía razón/fe era conciente de que lo habitual es lo contrario. Todos nosotros nos hemos preguntado, en la intimidad de nuestra conciencia, por nuestro destino final, por nuestra libertad, por la moral, por la existencia de Dios. Esos son temas humanos, permanentes, que no afectan tal vez al eje de nuestra caja de resolver problemas profesionales específicos, pero sí afectan a la profesión de la cual no podemos escapar: ser humanos.....
Santo Tomás es una respuesta radical a esos interrogantes, una respuesta que, para colmo, tiene el atrevimiento de presentarse como racional.
En ese sentido creo que se presenta una “tensión” en el modo de presentar a Santo Tomás. Si el modo es más académico, más parecido a esos manuales de los que te he hablado, todo parece ser muy académico, muy “técnico”, cada vez parecido a un manual de Física I. Muy bonito, excepto que hagas la obvia pregunta: ¿qué tiene que ver todo esto con mi vida?
Pero si la pregunta intenta ser contestada, y se te presenta al Santo Tomás vivo, aquel cuyas calmas palabras tienen precisamente el “riesgo” de penetrar absolutamente en el centro de tu vida espiritual, entonces puedes sentir que se te ha hecho catequesis sin darte cuenta. Tan teólogo y pastoral es este fraile y a la vez tan sosegado y técnico su modo de escribir (25). tan aristotélico y a la vez agustinista, que no sabes lo que te pasa por dentro cuanto lo lees. Es como leer las Confesiones de San Agustín y la Física de Aristóteles al mismo tiempo. Lo que te quiero decir es que Santo Tomás tiene sencillamente todo que ver con tu vida, a tal punto que la convierte. Nadie me diga, entonces, que no lo “advertí”. Mi oficio es señalar caminos. Recorrerlos, oficio de cada quién.
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Notas:
1) Ver al respecto Weisheipl, J.A.: Tomás de Aquino, vida, obras y doctrina, Eunsa, Pamplona, 1994.
2) Ver al respecto Gilson, E.: La filosofía en la Edad Media, op. cit. en la bibliografía obligatoria.
3) Ver al respecto la encíclica Fides et ratio, de Juan Pablo II.
4) Suma Teológica (ST), I, Q. 75, a. 1; Suma Contra Gentiles (CG), libro II, cap. 49.
5) CG, II, 56.
6) ST, I-II, Q. 2, a. 8 c.
7) I-II, Q. 94, a. 2 c.
8) I-II, Q. 10, a. 2 c.
9) CG, III, caps. 71-75, 93-94; ST, I, Q. 22.
10) CG, III, cap. 94.
11) De Anima, I, 1, nro. 15; ST, I, 13, a. 8 ad 2; Q. 29, a 1 ad 3.
12) Este tema abre un punte de diálogo para las actuales preocupaciones de filósofos como H. Putnam.
13) ST, I, Q. 79, a. 3; Q. 86, a. 1.
14) ST, I, Q. 87, a 1 c.
15) Ver al respecto Echauri, R.: Esencia y existencia; Cudes, Buenos Aires, 1990.
16) De Ente et Essentia, cap. V ; ST, I, Q. 2, a. 3 c.
17) CG, II, caps. 15-21.
18) CG, I, 65.
19) De ente et Essentia, caps. I al IV.
20) Ver al respecto Sacchi, M. E.: “Santo Tomás de Aquino: la exégesis de la metafísica y la refutación del nominalismo”. En Sapientia (2001), vol. LVI, fasc. 209
21) ST, I, Q. 104.
22) Ver Fabro, C.: Participation et causalité; 1961.
23) ST, I, Q. 2, a. 3.
24) Ver al respecto Artigas, M.: La mente del universo; Eunsa, Pamplona, 1999.
25) Se dice que su personalidad encajaba con ello: tranquilo, calmo, afable, inocente y confiado como un niño, inteligente como un genio, caritativo como un santo.
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Lecturas recomendadas:
- Gilson, E.: La filosofía en la Edad Media, Gredos, Madrid, 1976. Cap. VIII, punto V.
- Marías, J.: Historia de la filosofía, Rev. De Occidente, Madrid, 1943; Filosofía medieval, puntos I, II, III.
- Sciacca, M.F.: Historia de la Filosofía; Luis Miracle ed., Barcelona, 1954, cap. XIII.
- Santo Tomás de Aquino: Suma Contra Gentiles. Ediciones diversas.

viernes, 28 de enero de 2011

HOY, 28 DE ENERO, SANTO TOMÁS DE AQUINO

http://gzanotti.blogspot.com/2009/01/recordando-santo-toms-de-aquino-en-su.html

http://gzanotti.blogspot.com/2009/05/otra-reflexion-sobre-santo-tomas-de.html

http://www.institutofiladelfia.libsyn.com/index.php?post_id=515230

domingo, 23 de enero de 2011

¿QUIÉNES SOMOS?

Volvamos al tema de la identidad. Para Descartes fue muy importante en su momento la certeza de que somos. No “qué somos”, sino que somos. Pero hay otra pregunta: ¿quiénes somos?

La pregunta atraviesa los estudios de espiritualidad cristiana y de psicología profunda, que tienen en ello un punto de contacto no suficientemente explorado.

¿Quiénes somos? La pregunta no nos gusta. Nos enfrenta a lo más profundo de nosotros mismos, una habitación de nuestro castillo interior, según Santa Teresa, a la cual no queremos bajar. Nos parece mejor vivir dis-traídos que con-traernos a lo más profundo de nuestro ser, el verdadero ser olvidado. La famosa existencia auténtica, que más que exsitir, re-siste en las capas más profundas e ignoradas de nuestra vida.

La noción iluminista de racionalidad, como sinónimo de cálculo o de reglas prácticas, tampoco nos ayuda. ¿”Cómo se hace” para saber quiénes somos? Incorrecto planteo, no hay una serie de reglas, un método específico. Hay un contemplar, un meditar, un diálogo con nosotros mismos muy parecido a un psicoanálisis existencial.

El psicoanálisis, precisamente, nos ayuda mucho. Las dos tópicas freudianas no son categorías antropológicas, sino funciones de una misma psiquis que constituye el yo espiritual, nuestra esencia individual. A lo largo de la evolución de nuestra psiquis tenemos conflictos, pero más que conversarlos, tendemos a negarlos, a negarlos tan profundamente que hasta nos olvidamos radicalmente de nuestra negación: vivimos negando nuestros más profundos problemas y ni siquiera nos damos cuenta. Mientras tanto, construimos de nosotros mismos una imagen de superman, que nos impide tomar conciencia de nuestros límites existenciales y psíquicos. El resultado es la superficialidad existencia, el autoengaño y la profundización de nuestras neurosis.

La cuestión es iniciar un diálogo socrático con nosotros mismos, ayudados por alguien que comprenda y escuche, por el cual vamos tomando conciencia de nuestros límites, y de ese modo vamos adoptando una existencia más humilde, más comprensiva de los demás y más abierta a un auténtico mejoramiento, consciente de nuestras debilidades. Hay una unidad secreta entre la mayéutica socrática, la mística cristiana y el psicoanálisis: los tres nos conducen a una existencia más auténtica. Sólo sé que no sé nada, inicio del saber. Soy un pecador, inicio de la apertura a la Gracia Redentora de Dios. Sé que padezco una madeja de conflictos y no soy un superman perfecto, inicio de la curación de nuestras neurosis. Conciencia de los límites. No es gran cosa. Para nuestra naturaleza, herida por el pecado, maestra del autoengaño… Es mucho.

domingo, 16 de enero de 2011

LA IDENTIDAD

Hay un nivel muy profundo de identidad, sobre el cual he trabajado en http://www.gabrielzanotti.com.ar/ensayosyart/existenciah.pdf. Allí afirmo que nuestra esencia individual es esa vocación originaria que no se elige, sino que somos, y lo somos porque Dios nos ha llamado al mundo para llegar a El a través del desarrollo de nuestra esencia. Un “¿quién soy?” que hay que develar toda la vida, que requiere el diálogo consigo mismo, una terapia que trasciende la racionalidad instrumental, una terapia filosófica que requiere el pensamiento contemplativo y que puede ser ayudada mucho por el psicoanálisis, una arqueología del sujeto, como muy bien lo definió Ricoeur.

Ese nivel de identidad se desarrolla a su vez en un horizonte de precomprensión, en una cultura, en una historicidad, que influye decididamente en el despliegue de nuestro yo. Cualquiera de nosotros, si al minuto de su nacimiento biológico hubiera sido trasladado a otra cultura, con otra familia, sería hoy de algún modo otro….

Y este nivel de identidad tiene a su vez un nivel muy especial que es lo que Freud denominó función paterna y materna. Ello es esencial para el desarrollo del yo en sentido psicoanalítico pero se relaciona también con el yo más ontológico.

¿Quién es Gabriel Zanotti? Pocos saben que si no hubiera sido por mis dos padres yo hubiera sido muy diferente y que posiblemente no hubiera sido el profesor que conocen hoy. Todos los veranos, en Febrero, mi madre, con un esfuerzo terrible, tenía que hacerme repasar, o ver por primera vez, los contenidos elementales del año escolar anterior, con una dura resistencia de mi parte. Y sin la función paterna que incorpora los “no” a través del preconsciente, mi destino psicológico hubiera sido mucho peor del que después fue, afectado para siempre por la agresión de 1972 (ver http://gzanotti.blogspot.com/2008/08/perdonar-o-morir.html ).

Mi familia, además, culturalmente, oscilaba entre Roma, Philadelphia y Buenos Aires. En esas tres ciudades estaba el núcleo central de las familias de mi madre y de mi padre y con ese marco cultural yo crecí.

Todo esto supera lo que muchos llaman identidad biológica o “nacional”. Aunque yo hubiera sido adoptado a los pocos meses, ¿quiénes, sino esos padres que tuve, serían mis verdaderos padres? Claro que tendría derecho a conocer a mis padres biológicos, que como muy bien lo dice el término, no hubieran sido más que un encuentro entre dos gametos reproductores que luego nada tienen que ver con lo que Freud llama función paterna. Y con respecto a “ser argentino”, ¿qué es eso? Yo soy hijo de mis padres, los padres reales y verdaderos que tuve, a través de los cuales me llegaron tres ejes culturales que supera el estrecho criterio nacionalista de identidad.

Los jueces de menores que privilegian la llamada identidad biológica, cometen por ende un grave error.

Los guionistas de la película “Spanglish” también. No, no es la reiterada y remanida historia de la empleada que se enamora del dueño de casa. No, lo que realmente los guionistas quisieron decir es otra cosa. Uno, quisieron decir que la identidad cultural de los EEUU es una señora neurótica y consumista, mal ejemplo para la inmaculada niñita “latina” (ver http://gzanotti.blogspot.com/2009/11/ser-latino-en-los-eeuu.html).Sin comentarios sobre eso. Segundo, en el ensayo que inventan para el personaje ya adulto de esa niña, con voz en off, afirman que lo que “define” a su identidad no es aceptar la beca para la gran universidad norteamericana, sino “ser hija de mi madre”. O sea, no vaya a ser que alguien someta a conciencia crítica cualquier elemento cultural de la cultura en que nació. Si, claro que es hija de su madre, y gracias a Dios que su madre tenía buenos valores y ejercía su función materna/paterna. Pero, ¿y si no? Y si no, ¿qué quiere decir entonces “ser hija de”? Los niños legítimamente adoptados, ¿no son realmente hijos de sus padres del corazón? ¿No lo son? ¿No?

Claro que hay robo de menores, pero pasar de allí, con un enorme non sequitur y un grave error psicoanalítico, a condenar la función paterna que no tenga que ver con una unión cromosómica, es una deformidad ideológica.

Mientras tanto, miles de niños en el mundo pasan su infancia abandonados en casas de tránsito. Qué horror. La infancia no es la zona de tránsito de un aeropuerto. Pero así están las cosas. Seguramente, así sí que forman bien su “identidad”….

Yo sugiero a mis lectores que miren a los ojos de esos niños que andan por allí repartiendo estampillas, caminando agotados en los subterráneos, limpiando vidrios, comiendo basura. Mírenlos a los ojos y sonríanles. Por un instante desaparecerán las ideologías y serán penetrados por lo inefable.

domingo, 9 de enero de 2011

EL DESTINO DE LOS FILÓSOFOS NO KIRCHNERISTAS EN LA ARGENTINA.

Le dice Mempo Giardinelli a Santiago Kovadloff, el 6 de este mes: “… Con el mayor respeto y ninguna ironía, amigo mío, he intentado decirte que no me parece bien que un filósofo y columnista serio como vos dé por ciertas categorías y asertos propios de cualquier pelafustán exasperado”.

Con forzada cordialidad, o mejor dicho, con fallido intento de amabilidad y respeto, lo que Mempo Giardinelli le dice a Kovadloff es que es un pelafustán exasperado. ¿Y por qué? ¡Porque criticó duramente al gobierno! Muy claro: si eres filósofo y eres kirchnerista, eres serio; si eres filósofo y NO eres kirchnerista, eres… (Busque el lector los epítetos más amables que conozca).

Pero esto no es sólo un fenómeno del kirchnerismo. Al menos en la Argentina, la izquierda se considera a ella misma “lo” intelectual, mientras “la derecha” es un conjunto de iletrados precisamente exasperados que, ya empresarios, ya profesionales de “clase media”, defienden sus capitalistas intereses con discursos banales y sumergidos en su ignorancia y su “pizza con Champagne”. Un filósofo NO de izquierda les parece en principio una traición inaceptable que por supuesto pueden explicar inventando la poca calidad de la formación del “filósofo” en cuestión, y-o que sucumbió a un momento de exasperación o responde a intereses de clase y está pagado por el imperialismo explotador (¿será por eso que a veces no llego a fin de mes?)
La Argentina es, como horizonte de precomprensión, un país Eurocéntrico. Como tal, para los filósofos argentinos, ser filósofo es ir a Alemania o Francia, y estudiar, por supuesto, a Hegel, a Marx, a Hiedegger, a Sartre y a los post-modernos franceses. Otras corrientes no valdrían la pena. La filosofía analítica o neopragmaticista es prácticamente desconocida en Argentina, y, si se conoce, es una filosofía menor fruto del ambiente capitalista y anglosajón que la engendró. Si eres escolástico, peor: eres un franquista (y, la verdad, muchos tomistas argentinos han generado ellos mismos esa espantosa asociación). En la UBA hay una corriente neopositivista importante, y en algunos departamentos de universidades privadas hay algunos profesores que cultivan la filosofía analítica, pero por supuesto ellos y los pro-continentales se odian absolutamente. Mario Bunge no se ha encargado de aquietar las aguas, dejando de lado que también ha puesto su granito –o tonelada- de arena en el odio al liberalismo clásico y a autores como Popper o Hayek, cuyos profundos estudios sobre metodología de las ciencias naturales y sociales son tildados como meras defensas ideológicas.

La izquierda argentina intelectual, esa que es marxista de fondo y coherentemente defiende a Kirchner, porque sabe es ya casi el triunfo del poder que buscaron en los 70, desprecia profundamente a un filósofo que no sea marxista y-o las combinaciones que el marxismo tuvo posteriormente con la línea más de izquierda de la escuela de Frankfurt. Están acostumbrados a denigrar y a reírse de la ignorancia de ex dirigentes menemistas o algunos del pro, e incluso de algunos libertarios con muy poca o desordenada formación. Pero un filósofo NO marxista es para ellos una anomalía que de algún modo se tiene que explicar. Y la explicación no es difícil. Por un lado defendemos nuestros intereses de clase y, claro, tenemos nublado el intelecto. Y, por el otro, seguramente no hemos podido leer el último renglón de toda la obra de Hegel, o nos hemos perdido algún párrafo clave de Sartre o de Marcuse. Tampoco “has entendido” la plus valía de Marx. Y así, ¿qué se puede esperar? Y si además, aparte de perdernos ese derroche de sabiduría, infectamos nuestro cerebro con Hayek, Mises, Husserl, Santo Tomás y J. Ratzinger, ¿qué se puede esperar sino un monstruo e hiper cerdo capitalista, explotador y fundamentalista?

Tuve el honor de conocer a Santiago Kovadloff personalmente sólo una vez. Así que no sé cuáles serán sus lecturas habituales, pero evidentemente, en la Argentina kirchnerista, esa donde su amigo Giardinelli dice que hay plena libertad, ha pasado, de ser una persona seria, a ser un pelafustán exasperado, sólo porque no es kirchnerista y ha sufrido extrañas alucinaciones, tales como el denigrante deterioro institucional y cívico de la Argentina bajo el gobierno de San Néstor de Asís. Tiene suerte de no depender de un sueldo de la UBA y vivir en algún espacio aún no tomado por algún legítimo reclamo popular.

domingo, 2 de enero de 2011

FILOSOFÍA: TOMAR LA PASTILLITA ROJA.

Si, un ejemplo más de Matrix. Parece Light, pero me parece que no…

¿Qué NO es la filosofía?

La filosofía NO es “ser culto”, y “saber” (¿qué es “saber”) historia de la filosofía, del mismo modo que se puede saber historia del ajedrez, del ping pong, de historia de la literatura o de los reyes de Egipto, mientras nuestra vida sigue tal cual, sin ser afectada en absoluto por ese “saber”, que por lo tanto no es tal.

La historia de la filosofía, por ende, no es lo anterior.

La filosofía NO es algo que se pone “por encima” de…………… “…Lo realmente importante, lo que sirve, lo etc.”…, como un florero, bonito, pero florero al fin, sin el cual todo sigue tal cual.

La filosofía NO es el destino triste de las materias filosóficas puestas en medio de carreras concebidas bajo paradigmas positivistas, para desgracia y tragedia de los que las dictan y las cursan.

La filosofía surge apenas nuestra vida comienza a sentir esa inquietud agridulce, de buscar algo que tiene que ver con lo más profundo de nosotros mismos. La filosofía surge apenas algo sacude nuestra existencia dormida en el dis-traerse permanente. La filosofía surge NO cuando sabemos que somos, sino cuando nos preguntamos quiénes somos, y vemos que la respuesta no es sencilla…………

Entonces sí, puede ser que nos encontremos con Morpheus, que nos invita a la verdad, a tomar la pastillita roja y……………… Despertar. Una metáfora nueva de la vieja alegoría de la caverna.

Pero despertar no es agradable. Lo más terrible es el uso de la filosofía para seguir dormidos. No doy ejemplos para no enojar a nadie. Sólo recuerdo una vez que alguien me estaba escuchando precisamente como se escucha al florero para seguir dormido/a. Pero, claro, me preguntó algo, yo contesté y………… La pizza que estaba comiendo se le quedó atragantada hasta lo más profundo del ser del ente. No volvió más…

La filosofía no requiere publicidad ni explicaciones. Profesores de filosofía, no hagan publicidad de la filosofía, y menos aún se les ocurra decir que sirve para…Sólo filosofen entusiasmados, sumérjanse en la filosofía y conviertan al aula en un submarino que se sumerge en las profundidades del corazón. No introduzcan, sumerjan. Pero eso no quiere decir ser difícil. Quiere decir filosofar, nada más. La filosofía no es fácil ni difícil, es sencillamente apasionante pero……………Cuando se la vive por vez primera, puede asustar. La filosofía debe vivirse con humor no para hacerla atractiva, sino porque el humor es una caricia en el corazón de aquél al que estás sumergiendo en los abismos de su existencia más profunda.

Filósofos, vivan. El aula es su existencia, el aula son ustedes, cada palabra, cada silencio, surge de un corazón filosofante.

Viene bien comenzar el año recordando lo elemental. Viene bien saber que la filosofía es tomar la pastillita roja y despertar, en una habitación que no habíamos visto nunca, donde lentamente reconozcamos lo más profundo de nuestro ser.