domingo, 28 de febrero de 2010

MENTIRA Y CRUELDAD

Ante la reiteración de los crímenes del régimen asesino de Cuba, cabe publicar de vuelta este artículo, que escribí el 16 de Febrero del 2007.


MENTIRA Y CRUELDAD

Febrero 16, 2007 — liberpress

Por Gabriel J. Zanotti

Para LiberPress

LiberPress- Buenos Aires- 16 de Febrero de 2007.

Toda mi vida he sido un defensor del diálogo y lo sigo siendo. Es más, es uno de mis temas filosóficos de investigación. El diálogo es uno de los logros morales más altos y más nobles. Implica muchas cosas. El abandono, no sólo de la fuerza física, sino también de la lingüística. Estar dispuesto a escuchar los argumentos del otro. Considerar la posibilidad de que uno esté equivocado, aunque sea metódicamente. Comprender al otro: escucharlo desde su perspectiva, su mundo, su horizonte. Entender no sólo lo que dice, sino por qué lo dice. Estar abierto a la crítica. Todo ello es diálogo.

Gran parte de la filosofía contemporánea ha colaborado, bajo perspectivas diversas, en este noble ideal. Buber, Levinas, Popper, Gadamer, Habermas. Todos ellos filósofos muy diferentes, pero con una evidente vocación por eliminar del lenguaje –y por ende de la vida- todo rastro de violencia. Y, en todos ellos vive, aunque no lo sepan, el cristianismo, porque el diálogo comienza por la escucha, y la escucha al otro comienza por un acto de misericordia.

Pero el diálogo supone que la otra parte también dialoga. Como la amistad aristotélica, es una relación recíproca. Uno debe siempre comenzar la actitud de diálogo, pero cuando no hay actitud similar, no cabe el ataque o el insulto, pero sí una prudente retirada. Por caridad, nada más que por caridad.

Pero hay ocasiones donde la mentira, la más cruel mentira sobre los más despiadados asesinatos, llega a nosotros, como flechas que no esperábamos en el descampado de nuestra existencia. Reservemos a Dios el juicio último sobre la conciencia de quienes mienten así, pero, lo que queremos decir, es que en esos casos, hay algo que no es diálogo, pero que está plenamente justificado, y a veces es un deber. Me refiero, sencillamente, a la denuncia.

En ese sentido, la Cuba de Castro y sus secuaces –estoy utilizando las palabras exactas- constituyen, junto con sus partidarios y los silencios cobardes de gobiernos “diplomáticos”, una de las vergüenzas más terribles de toda la historia del s. XX y XXI. Hay muchas vergüenzas más, si, pero al menos fueron denunciadas, y si no, quien escribe no ha callado las vergüenzas de los llamados líderes de Occidente. En este caso, insisto, la denuncia es lo menos que puede hacer quienquiera no haya sido víctima de la propaganda mentirosa de esa banda de delincuentes asesinos.

Han fusilado por doquier, sin misericordia, y lo siguen haciendo, a todos aquellos que osaban siquiera pensar diferente. Han sumergido en cárceles inhumanas, y de por vida, a todos aquellos que se interpongan en sus tropelías. Y tienen la osadía, el atrevimiento, de presentarse ante el mundo como líderes democráticos y protectores de los derechos humanos. Estos asesinos pueden andar por el mundo sin recibir ninguna orden de arresto, por parte de jueces que en otros casos no dudarían en absoluto. Y lo peor: son elogiados por gobernantes e intelectuales, cómplices de ese modo uno de los operativos propagandísticos más hipócritas y eficaces de toda la vergonzosa historia de este siglo de totalitarismos y autoritarismos.

Dios sabe qué tienen en la cabeza quienes así proceden: si indolencia, cobardía, simple estupidez, ceguera ideológica o la simple desaprensión ante los gritos y llantos silentes de incontables fusilados, torturados, encarcelados o muertos en sus intentos de escapar del infierno. ¡Vergüenza para las naciones occidentales, que cierran sus fronteras a estos refugiados, con EE.UU. a la cabeza! Y los demás, que cierren sus “diplomacias” y les digan, en los foros internacionales, a Raúl Castro, a sus seguidores y a Fidel, vivo o embalsamado, lo que se merecen escuchar: asesinos, delincuentes, no tienen derecho a integrar el concierto de las naciones, son sólo una banda de fanáticos criminales.

Pero no, no se atreverán. La denuncia profética necesita un fuego que no abunda: la piedad por el perseguido, la rebeldía ante semejante injusticia, y saber correr los riesgos de negarle al delincuente su supuesto derecho a continuar con su injusticia.
Que Dios se apiade de las almas de los asesinos, y que se apiade, también, de las almas y los cuerpos de los refugiados, torturados, encarcelados y exiliados, a cuya mirada y existencia van dedicadas estas líneas.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Gabriel:

Sé que no es el tema primero de este escrito tuyo en particular, pero insisto en que en algún momento que puedas, sería bueno que hicieras una profundización y explicitación del "error" marxista sobre la cuestión de la plusvalía, pues entiendo que es uno de los puntos clave en este asunto, punto desde el cual se derivan una serie de consecuencias importantísimas a nivel político-económico...

¿No?.. (Este “no” es dialógico, je).

Un abrazo. Ema.

Gabriel Zanotti dijo...

Ok I will !!!!!

Alejandro dijo...

Sobre el post en sí, no hay mucho para decir, excepto expresar adhesión.

Pero veo el comentario de Ema y sí me surge hacer una aclaración: los gobernantes cubanos no son asesinos porque son marxistas sino que emplean al marxismo como pretexto para explicar sus asesinatos. En líneas generales hay una proclividad a que las personas más perversas sean los dirigentes de los regímenes totalitarios porque el totalitarismo exige prácticas a las que sólo personas muy malvadas pueden estar dispuestas a prestarse. Pero no creamos que el origen de los asesinatos está en la ideología; el origen de los asesinatos de los castristas, los stalinistas, los nazis, etc. está en la perversidad intrínseca de las personas que los cometieron, quienes emplearon pretextos ideológicos para justificar sus atrocidades.

Se puede ser marxista y tener principios éticos, como Salvador Allende, pero esa combinación está irremediablemente condenada al fracaso porque la praxis del marxismo obliga inexorablemente a incurrir en conductas que, en términos éticos, resultan incuestionablemente condenables. Eso fue lo que colocó a Allende en un callejón político sin salida, que derivó en el golpe pinochetista

francisco dijo...

Me preocupa de muchos que se quedaron como fosiles politicos,obligando a ver el cambio,pero bajo la forma de eterna intimidacion.

Federico dijo...

Gabriel me pareció muy importante la reflexión sobre Cuba y como algunos gobiernos no repudian estas acciones. Es notorio ver como estos gobiernos siguen viendo a Cuba como algo revolucionario, cuando hace más de 45 años que nos otra cosa que un conservadurismo del retroceso. Aprovecho para felicitarlo por el blog y comentarle que llegue de casualidad al mismo a través del blog de Adrian Ravier que fue profesor mio el año pasado de la maestría dictada por CT. Saludos. Federico Giampietri

Anónimo dijo...

Nunca veo artículos liberales defendiendo los derechos humanos de los tristemente famosos desaparecidos . Así , sin quererlo , tu artículo es tildado por mucha gente de izquierda , que abunda en Argentina , como ideologizado . Creo que si hicieras un artículo , con nombres , es decir con compromiso social , que trate de personas de izquierda que han sido realmente torturadas , tendrías record de opiniones , pero ante todo te abrirías un nuevo horizonte . Ganarías autoridad moral entre la gente de izquierda y cumplirías con aquello de amar al enemigo .
Lo de Castro es abominable desde hace décadas y dudo que un verdadero marxista sea alguien ético , dado que piensan que la igualdad se puede obtener por la fuerza o que el fin justifica los medios . Es como decir en el otro extremo , y recordemos que los extremos se tocan , que un fascista puede ser ético siendo inherente al fascismo la violencia y el racismo . M.S